Energía al Límite (+18)

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 24/04/2012
Fecha Actualización: 24/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 60
Visitas: 63195
Capítulos: 37

Bella es una adolescente que vive la vida al máximo, se deja llevar por los vicios y sus hormonas. Un día conoce a Edward, quien la tratara de alejar de ese mundo perverso. 


Bueno, primero que nada, esta es una historia original de Daddy's Little Cannibal, que por cierto adoré! Y me vi en la obligación de traducir...

 

 

Esta historia no me pertenece, la autora es Daddys Little yo solo traduci que quede bien claro

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Capítulo 4: Acierto de Cupido

Tras sentir su hálito tibio y testosterónico que revolucionó mis hormonas, me miró directo a los ojos, dándome un paso directo a las ventanas de su alma; sus ojos de miel líquida, me hipnotizaron por completo y no pude quitar la vista de ellos.

Los que no fumaban, tomaban cerveza, o las dos cosas, como yo. Rob no me soltaba ni un segundo, mientras más volado estaba, más me aprisionaba a él. Edward me miraba de reojo y yo no podía evitar corresponderlo, era muy sexy y guapo. Ahora ya estábamos todos en el patio. Seguí bebiendo cerveza —como si fuera bebida— hasta que me empecé a sentir muy alegre. Necesitaba abordarlo, aunque, con Rob a mi lado, era difícil, porque ese día le había tocado yo y no me dejaría en paz hasta que me fuera. Finalmente, Duncan, para variar, tuvo la misma genial idea de la mañana, creo que estaba picado, porque para él, no había alcanzado, jajaja.

—¡Una segunda patita de la botella! —sus ojos se le iluminaron y una sonrisa malévola se dibujo en su rostro lleno de pecas, típico de los colorines.

Mmmmm, parece que quedaste con la bala pasada —rió Rob a todo pulmón y continuó— no sé, yo me quedo con la misma —me guiñó un ojo. Edward nos observaba.

Nuevamente apareció Joyce, venía con una gran sonrisa dibujada en el rostro y los ojos le brillaban. Obviamente, no tardó en pararse al lado de Edward.

—Yo creo que deberíamos jugar una segunda vez —insistió ella y le dirigió una mirada embaucadora a Edward.

—¿Qué dices Edward? —insistió Christian.

—¡Uf! No sé…

—¡Anda! ¿No me digas que nunca has jugado? —James le pegó una palmadita en la espalda y él, sonrió.

—Bueno, sí —me miró sin titubear, pero Rob, a pesar de que estaba medio volado y algo ebrio, lo notó y me aferró más a él.

Finalmente, llegamos al living y Duncan, como verdadero maestro de ceremonias, giró la botella. Se oyeron unos grititos de algunos participantes al comenzar el juego.

—La primera es suavecita —masculló la chica pelirroja.

—¡Está bien! ¡Está bien! Pero le vamos a hacer una variación al juego —sonrió Duncan.

—¿Cuál? —pregunté desafiante.

—Si la botella señala a dos del mismo sexo, seguidos, a los dos, les toca tomarse una roncola al seco —intentaba convencernos y por supuesto, no le costó nada, porque la mayoría dijo que sí de inmediato.

Empezó a girar la botellita de cerveza y los primeros en caer, fueron dos de las invitadas nuevas. Italo tomó el ron y llenó casi hasta la mitad el vaso y le puso la nada de bebida. Una de ellas, una niña de piel canela y bastante guapa se quejó.

—No, ¡Eso es mucho! —protestó molesta.

—¡Yaaaaaaaa!, ahora no se pueden echar para atrás —interrumpió Christian.

El juego empezó y todos entonaron a coro el himno que ameritaba para la ocasión.

Este farol no alumbra,

No alumbra este farol

Póngale parafina que alumbrará mejor

¡Póngale! ¡Póngale! ¡Póngale! ¡Póngale!

Todos se echaron a reír y una de ellas, la rubia, no aguantó y tuvo que ir al baño a vomitar.

—¡Gua! ¿Cómo cagó tan rápido? —balbuceó Italo, incrédulo.

La otra amiga se paró tras ella, al parecer no se sentía bien.

El juego continuó y la botella famosa empezó a girar de nuevo. Para mi sorpresa, el primero en salir fue Edward. Yo estaba expectante, quería que me señalara a mí, así que crucé los dedos sin que nadie se diera cuenta. El envase siguió girando y ¡Nooooo! ¡Joyce! Me miró con una gran sonrisa burlesca en los labios. Edward se paró incómodo y medio ruborizado ¡Era hermoso! Andaba con pantalones negros y un polerón azul eléctrico con capuchón y unas tiritas blancas que venían del gorro. Alguien salvó el momento, era Rob.

—La primera era suavecita no más, Joyce —dijo entre risas, pero me dio la impresión de que estaba celoso.

Ella le sonrió a Rob con una mueca y se puso de pie frente a Edward. Él la miró, ella le llegaba al hombro. Para besarla, Edward puso una mano entre su cuello y la quijada. Sentí que se me movía el piso, y no sabía si era a raíz del Blue Berry o la cerveza, o de ese ¡Beso! ¡Puaj! Él se veía muy concentrado, cerró los ojos, su rostro se notaba plácido y el de ella, ¡Uf! ¡Lo estaba disfrutando a concho! Su piel lucía tersa, y el movimiento de sus quijadas lo decía todo ¡Cuánto me hubiese gustado ser ella! Oportunamente, alguien carraspeó, se estaban demorando más de lo esperado. Miré a Rob y estaba con los ojos como platos, pero se hacía el tonto.

—¡Si quieren les presto una pieza! —gritó Christian muerto de la risa.

Recién, después de ese lindo comentario, cortaron el beso. Duncan tomó la botella y le dio impulso para que girara. Primero le tocó la chica pelirroja, y después a mí. Italo, ya estaba preparando los rones, cuando Christian gritó.

Mmmm ¡Nueva regla! Y conste que es opcional… pueden cambiar el ron por un beso de ustedes dos —sus ojos marrones destellaban lujuria.

En verdad, nunca le había dado un beso a una mujer, pero que más daba, además, tenía rabia de Edward y Joyce, prácticamente se habían devorado delante de nosotros, entonces ¿Por qué no? Miré a mi compañera y asentí.

—¡Está bien! —asentí sin titubear.

—¡Guaaaaaaaaaa! ¡Eh! ¡Eh! ¡Eh! —empezaron a gritar los hombres, demasiado entusiasmados.

Christian miró a Francesca, así se llamaba la colorina, y ella también aceptó. Ahora si que todo se convirtió en una locura.

—¡Noooo! Esto hay que grabarlo —gritó alguien que no pude identificar.

—¡Esto es memorable! —agregó, creo que Rob.

Rápidamente nos pusimos de pie, yo me sentía algo arriba de la pelota, pero no tanto como para atreverme a besarla. Observé su rostro fino con pecas y sus verdes ojos oscuros. No sé en qué momento, sentí sus labios suaves y finos en mi boca, y tras ellos, su lengua; su saliva parecía más líquida y delgada que la de los hombres, no era desagradable, pero era raro. Respondí al beso sin mucho convencimiento, pero no podía demostrarlo, así que asumí. Cuando nos separamos, todos estaban con los ojos redondos, casi a punto de salirse de sus órbitas. De inmediato, lo miré a él, sin que lo notara ¡Estaba casi con la boca abierta! Y era justamente lo que había querido lograr, resultado: el esperado. Sonreí y los gritos se hicieron aún más efusivos. Nadie daba crédito a lo que acababa de ocurrir.

—¡La cagaron! Nunca me imaginé que aceptarían en realidad —dijo Christian extasiado.

Volvimos a nuestros puestos y ella estaba casi morada de vergüenza, a mí, me dio lo mismo, todavía estaba muy picada con Joyce. La botellita volvió a girar, ahora era el turno de Rob y luego, le tocó a la misma niña pelirroja, que yo creo, no quería más guerra. Rob, titubeó al dejarme ahí, pero se paró y le dio la mano a la chica, tal como lo había hecho conmigo en la mañana. Joyce estaba furia.

Después fue el turno de la niña de piel canela, Roxana creo que se llamaba, y le tocó con Duncan ¡Por fin! Estaba feliz el pobre. Luego, el turno de Christian con ¿Joyce?, ellos se conocían tanto, que ninguno aceptó y optaron por quedarse ahí sentados. Como ya habían desaparecido varios, Italo salió a fumarse otro Blue Berry, lo acompañó Christian, junto a las otras dos invitadas. Joyce se fue, moría de rabia.

Miré, por casualidad no porque me preocupara la hora, el reloj de madera que había en el living, uno de esos cucús típicos. Eran casi las cuatro de la tarde. El día se había encapotado y sólo quedaba una escasa luz que se colaba tenue por la ventana. Finalmente, quedamos él y yo, frente a frente. Fui a buscar un ron, necesitaba seguir media mareada, de lo contrario, me hubiese cortado frente a él.

Edward sonrió ¡Era bello, bello! Estaba medio reclinado hacia atrás. Nos quedamos mirando un buen rato, hasta que él rompió el hielo.

—¿Cómo llegaste esa noche? —sonrió y sus ojos ámbar se cristalizaron.

—Bien, o sea, más o menos —sonreí culpable.

Mmmm, se te habían pasado las copas parece —me dijo algo consejero.

—Sí puede ser. Gracias por cuidarme…

—No te podía dejar a la deriva —sonrió y se sentó bien derecho en el sillón blanco.

—Bueno, sí, es que ese día lo pasé re bien —dije sin pensarlo mucho.

—¿En serio? Y al otro día ¿Te acuerdas de todo o se te apaga la tele? —curvó esos exquisitos labios cereza, que quería devorar a besos y que mi amiga se había adelantado en probar. No podía concentrarme, sólo podía ver esos carnosos labios rojos que me hablaban y me tenían hipnotizada.

Vacilé un momento y respondí.

—Sí, no, bueno, a veces —tartamudeé algo confundida, en realidad era por su mirada penetrante que me estaba quemando.

—Oye, ¿Te puedo hacer una pregunta? —parecía intrigado.

—Dime —cualquier cosa que quisiera de mí, yo se la daría sin pensarlo dos veces.

—¿Tú sueles besarte con mujeres? —vi la intensa curiosidad en sus ojos.

—¿Por qué? ¿Te molesta? —pregunté irónica.

Hizo un bello gesto con la cara, como arrugando la nariz, y luego se acercó más a mi lado.

—No, en absoluto, es sólo que pensé que quizás te gustaban sólo ellas —dijo con picardía en los ojos.

—Eh, no, de hecho prefiero a los hombres mil veces —sonreí coqueta.

Se acercó a mí un poco más y me tomó con su mano tibia y suave por el cuello y la quijada, tal como lo había hecho con Joyce, posando sus labios en los míos, dejando pasar su lengua húmeda y exquisita, que sabía a miel, al igual que su deliciosa saliva. Sentí que mi corazón explotaría ante el contacto con su piel tibia y perfecta. Rápidamente me aferré más a él, acariciando sus cabellos de plumillas, hasta instalarme sobre sus piernas, quedando de frente a él. Ahora tan sólo nos iluminaba la luna que se entraba por el ventanal de la sala.

Modismos

Picado: enojado.

"Una segunda patita": es equivalente a "segunda vuelta". Termino usado frecuentamente en la cueca chilena —baile nacional-.

Bala pasada: picado, enojado, con querer venganza.

Volado: que fumó marihuana.

Blue Berry: cigarrillo de marihuana.

"Apagar la tele": cuando una persona ebria no se acuerda de lo que hizo.

"Arriba de la pelota": ebrio, borracho, pero no al punto de quedar inconciente.

Capítulo 3: Juegos Capítulo 5: La primera vez

 
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