Energía al Límite (+18)

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 24/04/2012
Fecha Actualización: 24/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 60
Visitas: 63196
Capítulos: 37

Bella es una adolescente que vive la vida al máximo, se deja llevar por los vicios y sus hormonas. Un día conoce a Edward, quien la tratara de alejar de ese mundo perverso. 


Bueno, primero que nada, esta es una historia original de Daddy's Little Cannibal, que por cierto adoré! Y me vi en la obligación de traducir...

 

 

Esta historia no me pertenece, la autora es Daddys Little yo solo traduci que quede bien claro

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Capítulo 21: La triste verdad

Estaba absolutamente desesperado. La reacción de la madre de Bella había sido exagerada ¡Jamás me imaginé que fuera tan intransigente! ¡Pobre de mi amor! ¡Cuánto calvario con esa mujer como madre! Cuando le pegó una cachetada a Bella, realmente me tuve que contener de no decirle un par de verdades. La manera que miraba a mi vida, era horrorosa, daba lo mismo como me viera a mí, yo no era su hijo. En fin, mi familia era tan distinta, mis padres jamás me hubiesen tratado de ese modo ni nada parecido… ellos me amaban de verdad.

Mi pobre amor estaba aterrado, parecía un retoñito, con sus hermosos ojos marrones derribados. Su mirada me traspasaba el alma, necesitaba de mi ayuda y yo ¡Por Dios! No estaba siendo capaz de protegerla contra su propia madre. Ella quiso seguirme y yo feliz me la hubiese llevado conmigo, por último, lo hubiese arreglado todo con mis padres, bajo la circunstancias en que nos encontrábamos, ellos nos apoyarían, pero, había un detalle, Bella era menor de edad y llevándola conmigo, empeoraría todo aún más. Sentía impotencia, rabia, no sabía cómo ampararla y eso me estaba enloqueciendo.

Llamé y llamé a mi amor, pero no contestaba. En un inicio pensé que era provisorio, pero después, después me di cuenta de que no. Ese domingo en la noche partí a su casa ¡Necesitaba verla! ¡Necesitaba saber si estaba bien! Estaba angustiado, no sabía de qué modo enfrentar esto, lo único que tenía claro era que la amaba y que tenía que protegerla, porque si no lo hacía yo, no lo haría nadie más. Bella era mi vida y mi razón de existir, y sentía que se me escurría como agua entre los dedos.

Estacioné en la casa de contigua y toqué el timbre, pero no salió nadie, a pesar de que se veía luz en el interior ¡Algo iba mal muy mal! Insistí un par de veces más, pero no contestaron. Me quedé dentro del auto, haciendo una especie de guardia, por si alguien entraba o salía, pero ¡Nada! Sentí que pestañeé un par de veces, y los ojos se me cerraron unos segundos cada vez, pero debía estar atento a cada movimiento ¡Tenía que saber de ella! Miré el reloj, eran las 3 de la madrugada, a esta hora ya nadie saldría, obvio. Volví la mañana siguiente, a las seis y media en punto estaba fuera de su casa, pero no apareció nadie. Esto me calaba profundamente ¿Qué le estaría pasando a mi vida? ¡Oh, por favor! Que no sea nada malo ¡Yo la amo y sin ella, moriría!

Esa mañana, a las diez, en vista que no había ningún movimiento, me devolví a mi departamento, no fui a clases, no tenía mente para estudiar. Tomé mi móvil y marqué con desesperación, llamé a mi mejor amiga, mi confidente: Alice.

–¡Alice! –dije angustiado.

–¿Qué pasó pequeño? –notó enseguida mi tono y dulcificó aún más su voz.

–Necesito tu ayuda –murmullé exasperado, al borde las lágrimas.

–Edward me estás asustando ¿Qué pasó?

–Es Bella… –sentía una fuerte presión en mi garganta.

–¿Qué pasa con ella? ¿Va todo bien entre ustedes?

–No –susurré ya con la voz quebrada.

–Mi pequeño ¡Cálmate! Cuéntame con detalles… –su voz me tranquilizó.

–Ella, bueno, mi Bella está embarazada –ahora ni siquiera me importaba la reacción de mi familia ante esta noticia.

–¿Embarazada? –parecía alarmada.

–Sí.

–Y ¿Qué van a hacer? –dijo confundida.

–No lo sé. Yo quiero hacerme cargo, ese bebé también es mío –dije ahogado por la desesperación.

–Evidente –fue seca.

–Pero, su mamá, su mamá no me deja verla… –dije casi enloquecido.

–¿Por qué? –exclamó alarmada.

–Vieras como la trató, Alice, hasta le pegó ¡Delante de mío! Sabiendo que ella esta embarazada ¿Me entiendes ahora?

–Y ¿Le dijiste que tú te harías cargo? –dijo muy preocupada.

–Sí, pero no le importó ¡Esto me tiene desesperado Alice! Me tienes que ayudar por favor.

–¿Qué quieres que haga? –preguntó alarmada.

–Ven por favor y trata de convencer a su madre de que la amo –esto último nació desde lo más profundo de mi alma.

–Edward, mi pequeño hermanito, tranquilo… todo se va a solucionar.

Su voz me calmó, en parte, pero la verdad, presentía que algo no muy bueno pasaría. Ese lunes estuve todo el día inquieto. Alice llegaría el martes en la tarde. Ese día antes de ir a buscarla al aeropuerto, pasé donde Bella, cerca de la una, pero nuevamente, nadie contestó ¡Esta situación me estaba volviendo loco!

En cuanto Alice me vio, extendió sus brazos y me arrulló en ellos. Ella entendía mi pena y mi desesperación.

–Tranquilo hermanito –acarició mi cabello y luego me besó la frente, poniéndose en punta de pie.

–Alice, yo la amo, nunca me imaginé que iba a sentir algo así por alguien, ni siquiera sospeché que un sentimiento tan fuerte existiera –contesté al borde las lágrimas.

Su bello rostro de duende me comprendía con su mirada, ella era como mi hada madrina, no sé, siempre nuestra relación había sido muy especial, por eso acudí a ella.

Ese miércoles mi hermana fue a tocar el timbre de su casa. Alice esperó y esperó, pero no salió nadie. Tras media hora se devolvió al auto.

–No Edward ¿Estás seguro de que están aquí? –preguntó ansiosa, con sus cabellos erizados.

–Sí ¿Dónde más podrían haberse ido? –dije golpeando el manubrio del auto.

–No sé ¿No me dijiste que su papá vivía en otra ciudad?

–Sí, pero sólo él. Ellos están separados…, no creo que se la haya llevado tan rápido –murmullé desesperado.

–Edward… –acarició mi hombro con cariño.

Si yo no sabía nada de mi Bella ¡Moriría, moriría de una pena profunda y amarga! Mi vida, mi amor ¡La necesitaba tanto! Una herida abierta y latente estaba dispuesta en mi pecho. Tenía impreso sus ojitos, castaños y redondos, asustados e inocentes en mi mente. Su amor era mi energía, ella era mi vida y su ausencia me estaba envenenando el alma.

("Y cada noche vendrá una estrella a hacerme compañía

que te cuente como estoy y sepas lo que hay

dime amor, amor, amor...estoy aquí, ¿no ves?

Si no vuelves no habrá vida no sé lo que haré...*

Si tú no vuelves, no habrá esperanza ni habrá nada

caminaré sin ti, con mi tristeza bebiendo lluvia..."

–Fragmento de "Si tú no vuelves" de Miguel Bosé–)

Cerraba mis ojos y sólo podía imaginármela a ella, su piel, sus ojos, sus besos, ese pelo enmarañado y la sonrisa más maravillosa que había visto en la vida. En instantes, también recordaba cada uno de nuestros momentos, los felices y los no tanto, pero finalmente, yo era el hombre más dichoso del mundo junto a Bella y si no volvía a saber de su paradero, no sé qué haría, a lo menos terminaría en un manicomio.

Llegó el fin de semana y mi angustia se acrecentaba aún más. A diario, en las noches y durante el día, daba vueltas alrededor de su casa ¡Tenía que haber alguna señal! No era posible que se la hubiese tragado la tierra…

Ya casi no dormía, ni tampoco iba a la universidad, porque mis fuerzas estaban avocadas a encontrarla, a saber de ella ¿Qué le estaría pasando a ella y nuestro pequeñito? ¡Qué desesperación! Por poco no hice denuncia a la policía, pero, Alice me hizo entrar en razón ¿Quién era yo para reclamarla? ¡Nadie! ¡Nadie! Y eso era aún peor… mi amor, mi vida, mi razón de vivir ¡Por Dios! ¡Cuánto la amaba! Nunca me imaginé que el amor doliera tanto, hasta las entrañas y más allá, sin dar tregua ni respiro alguno.

Del miércoles para el jueves, esa noche, principalmente, no había logrado pegar un ojo. Estaba encima de mi cama, con la luz apagada, pero pensando en ella, añorándola, ansiando besarla y protegerla entre mis brazos ¡Qué poco hombre era! ¿Cómo era posible que permitiera este sufrimiento? ¡Qué rabia! Fui en busca de una taza de leche tibia para intentar dormir, me acosté y creo que este maravilloso líquido de la naturaleza estaba surtiendo efecto y logré dormitar.

Entre sueños oí que sonaba el timbre, hasta que el ruido ahora se aproximaba más. Desperté alarmado y me puse de pie enseguida. Miré el reloj y eran las seis y media. Corrí a abrir la puerta y ¡Ahí estaba ella! Más delgada y con el pelo suelto y algo enmarañado, por poco hubiese pensado que venía de una terrible reclusión, después me enteraría que venía desde el mismo infierno.

Me vio y se quedó parada en el umbral de la puerta. No entendí su reacción y me abalancé a abrazarla. Ella volvió a tierra y me dio un abrazo, profundo y ahogado, con esos delgados brazos de mujer. No tardé en darme cuenta que ella lloraba, lloraba y lloraba, las lágrimas no la dejaban hablar. La aferré con ímpetu a mi pecho y ella repetía.

–¡Perdóname! ¡Perdóname mi vida!

Su tristeza provenía de las entrañas, quise tomarla, pero ella se arrodilló en el suelo y continuó llorando a mares ¡Algo muy malo tenía que haber pasado! Jamás la había visto tan mal.

–Mi amor, mi vida ¿Qué pasó? –intentaba elevarle el rostro con mis manos, pero ella tenía el mentón hacia abajo y no quería mirarme.

Me acomodé en suelo para intentar ver su rostro, pero ella estaba desesperada.

–Bella, mi amor ¡Mírame! Dime ¿Qué paso? Te lo ruego mi vida –ahora sentía que mis ojos estaban nublados por las lágrimas.

Finalmente levantó sus hermosos ojitos de niña y entre sollozos.

–Ya no está Edward… –sentía el dolor en cada una de sus palabras.

–¿Quién no está? –dije consternado, aún no tomaba el peso a su mensaje.

–Nuestro pequeño… –su voz se ahogó en un gran llanto.

–¿Qué? ¿Qué pasó? –pregunté exasperado.

–Ella lo mató… –creí que Bella estaba fuera de razón.

–¿Quién? –no podía creer lo que oía.

–Reneé… ella, ella me obligó a abortar y yo la estúpida no me di cuenta ¡Soy una infeliz que no se merece vivir! –exclamó con ira y sufrimiento.

–¿Por qué? ¿Cuándo? –no lo podía creer, sentía como si me rasgasen el alma.

–Ella me dijo que era un examen para saber cómo estaba y me inyectaron algo ¡Perdóname por ser tan estúpida Edward!

–¿Quién mierda se ha imaginado? ¿Por qué? –rompí a llorar como un niño y no pude evitar dar un golpe en la pared, sin embargo, la imagen de mi amor, derrumbada, destruida, me volvió a ella.

Me acerqué al amor de mi vida y la abracé con todo mi cariño. Si yo no la apoyaba, ella enloquecería, porque el sufrimiento que llevaba por dentro estaba haciendo estragos en su alma y eso, eso, no lo podía permitir.

Capítulo 20: Traición Capítulo 22: Tras la tormenta

 
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