Energía al Límite (+18)

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 24/04/2012
Fecha Actualización: 24/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 60
Visitas: 63197
Capítulos: 37

Bella es una adolescente que vive la vida al máximo, se deja llevar por los vicios y sus hormonas. Un día conoce a Edward, quien la tratara de alejar de ese mundo perverso. 


Bueno, primero que nada, esta es una historia original de Daddy's Little Cannibal, que por cierto adoré! Y me vi en la obligación de traducir...

 

 

Esta historia no me pertenece, la autora es Daddys Little yo solo traduci que quede bien claro

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 3: Juegos

Rob era estupendo, de contextura media y atlética, media un poco menos de un metro noventa y tenía la piel siempre bronceada, a pesar de ser de cabellos rizados y casi albinos; su sonrisa era perfecta —todas morían por él, incluyendo a mi amiga Joyce—, pero él no tomaba a nadie en serio. Nunca habíamos incursionado, ni siquiera con un beso, pero Rob, varias veces se había insinuado, aunque nunca se concretó nada, porque siempre había medio andado con Joyce ¡A ella le fascinaba! Continuamente lo estaba joteando, y él, obvio, ni tonto, accedía, sin embargo, era evidente que no sentía nada por ella, porque en cuanto tenía otra opción, la ocupaba, y esta vez, era yo.

Cuando la botella me apuntó, miré de inmediato a Joyce, sus almendrados y perfectos ojos verdes, quedaron redondos como platos, pero qué importaba, total, ella también estaba jugando y pronto sería su turno. De todos modos, no fue difícil notar su mirada inquisidora cuando Rob me tendió la mano para que me parara del sofá y llevarme por el pasillo hacia la pieza.

Entramos a una habitación, que al parecer era de alguno de los hermanos pequeños de Christian, porque estaba pintada de azul, completamente y la cama era un autito de carrera rojo. Además, había un taca-taca y varios avioncitos de colección. En cuanto cerramos la puerta, él se apoyó contra ésta, doblando una pierna, sonriendo muy sexy, acto seguido, me tomó las manos y me acercó hacia él, inclinó el rostro y se agachó —bastante— para besarme. Con suavidad me tomó por la cintura y me aprisionó a su cuerpo, el beso era lento y tibio, nuestras lenguas se batían en una danza pausada y húmeda. Él no parecía ansioso, y por supuesto, sabía y controlaba lo que hacía, y posiblemente también, mi respuesta.

Su lengua sabía a cerveza, me gustaba, tenía un dejo fresco y amargo a la vez. Abrí los ojos y lo miré, realmente era lindo, con razón mi amiga estaba vuelta loca por él. Rob parecía muy concentrado, sus mejillas estaban más rosadas. Sentí un tenue y extraño nudo en mi estómago cuando nos imaginé besándonos. Su pelo se notaba sedoso y alborotado y me tenté, entonces acaricié esos cabellos de querubín de Botero —como esos angelitos gorditos y tiernuchos de tarjetas navideñas—. Cuando sintió que tocaba su pelo, aceleró el beso, sonrió y volvió a besarme con más ímpetu. Lo rocé y saqué mi lengua de inmediato, mordisqueando su labio inferior. Sus ojos pardos se iluminaron al instante. Volví a introducir mi lengua en su boca, pero evitando que ellas se unieran, quité la mía y sonreí.

Rob inclinó la cabeza y humedeció mi cuello con su boca y lengua, subiendo y bajando, hasta llegar al lóbulo de mi oreja, entonces se detuvo un momento y me mordió sutilmente, mientras su lengua seguía a sus perfectos dientes de niño adonis. Continué su juego e hice lo mismo, acerqué mis labios a su cuello y lo mojé. Él sacó mi corbatín con urgencia y comenzó a desabrochar los botones de mi blusa, mientras pasaba su lengua por mis hombros, hasta encontrarse con mis pechos. Me cogió en brazos, arrastrándome hacia la pequeña cama. En ningún momento dejó de tocar mis nalgas, por arriba de las medias grises y elasticadas, típicas del colegio.

Me depositó sobre la superficie plana y blanda, y yo, quedé con la cabeza apoyada en un pokemón de peluche. Como ya quedaba un solo botón por desabrochar, arqueé un poco mi espalda y el sacó la blusa, quedando solo en corpiño. Me miró y sus ojos parecieron destellar de lujuria y deseo, y yo, sentía una sensación exquisita en mi entrepierna, él lo notó y bajó una de sus manos, tocando mis pantaletas, para luego, sonreír con picardía. Rápidamente puso sus manos en medio de mis pechos y desabrochó el sostén, liberándolos. Me miró directo a los ojos y bajó su rostro, introduciendo uno de mis senos en su boca, humedeciéndolo con saliva tibia, provocando que mi piel se erizara completamente y que las aureolas de mis pechos se tensaran. Con su otra mano aprisionó mi seno libre, turnándose así, entre cada uno, un buen rato.

Se puso de pie para acomodarse y luego, se recostó sobre mí, ejerciendo una presión muy tenue entre mis piernas para separarlas. Cuando estuvo entre ellas, levantó mi falda y con urgencia apretó mis nalgas, aprisionándolas contra su masculinidad. Tomé su polera y la saqué de un tirón, mientras besaba su pecho fibroso y atlético. Rob me besó con demasiadas ansias, llevó las manos a su cinturón, mientras rozaba su pelvis contra la mía y yo, poco a poco, sentía como si mis piernas se anestesiaran. Mi cuerpo hervía y su piel parecía una caldera, subió la vista y preguntó.

—¿Tomas pastillas? —preguntó complicado. Llegó mi cable a tierra.

—¿Pastillas? No yo no…

—¿No qué? —me miró con cara de impresión.

—Bueno, está sería mi primera vez… —confesé avergonzada.

—¿En serio? —una sonrisa incrédula se dibujo en sus labios.

—Sí —asumí sin preámbulos.

Se puso tieso como una momia, esbozó una gran sonrisa y se separó un poco de mi cuerpo.

—Ni yo creo que lo que voy a decir —se puso colorado y me miró con risa.

—¿Qué? —pregunté insegura.

—Creo que quedaremos hasta aquí no más —besó mis labios con ternura, respiró hondo e hizo un esfuerzo por levantarse.

Quedé muda, no sabía qué decirle. Rob, caminó hacia el baño del dormitorio, tenía un bulto en su entrepierna. Parecía medio desconcertado y antes de entrar, me miró nuevamente, medio sonrió y dijo.

—Es que no lo puedo creer, ¡Tú Isabella Swan! —soltó una carcajada suave.

—¿Dónde vas? —le pregunté ansiosa, mientras tapaba mis pechos con la blusa.

—Necesito algo de agua helada —me guiño un ojo y desapareció tras la puerta del baño.

Oí el agua correr desde el lavamanos y opté por vestirme. Abroché mi corpiño y abotoné mi blusa. Me miré en el reflejo del televisor y descubrí que estaba bastante despeinada, tomé el cabello entre mis manos para hacerme una cola. Sentía la cara hervir. Me entró el pudor, no me atrevía a salir del dormitorio, hasta que por fin salió Rob del baño.

—¿Qué pasó? —sonrió y me tomó por la cintura para besar la comisura de mis labios.

—Nada —dije con algo de retraimiento.

—Salgamos juntos —tomó mi mano y me arrastró por el pasillo devuelta hacia el living.

Se oyeron gritos eufóricos. Unos cuantos ya habían desaparecidos, lo más probable es que estuvieran en lo mismo, o más, de lo que habíamos estado nosotros hasta hace un rato atrás. Al llegar, Duncan sonrió, ya estaba medio arriba de la pelota.

—Y ¿Cómo estuvo? —soltó una gran carcajada.

—Bien, no podía ser de otro modo —Rob se largó a reír y me guiñó un ojo.

—Oye perro, afuera está Italo y Christian, se consiguieron unos Blue Berry, cien por ciento naturales ¡Son buenísimos!

—¿En serio? Y ¿De dónde los sacaron? —se puso de pie de inmediato.

—Creo que Italo está plantando en un macetero de su casa, bien fondeado para que no se lo encuentren los viejos —rompió a reír en una gran carcajada.

—¡Qué buena! —dijo mientras caminaba juntos hacia el patio de la casa.

Rápidamente, Rob desapareció por la cocina y Duncan, sonrió.

—Y ¿Es realmente bueno como dicen? —soltó una carcajada, pero la intriga se lo comía.

—Sí, obvio —sonreí burlesca, después de todo había sido re buena onda conmigo, tenía que cuidar su prestigio.

—¡Ah, qué bien! —me guiñó un ojo.

—¿Por qué estás haciendo una encuesta? —rebatí sólo para molestarlo.

—N… no —se puso nervioso.

Rompí a reír. Él miró hacia ambos lados y luego se sentó en la orilla del sofá.

—Creo que estamos solos —intentó acercase a mí.

Mmmm parece, pero yo también quiero probar el Blue Berry —le dije mientras me paraba del otro sillón.

Tomé una cerveza y rellené unos de los copones, para salir al patio. Llegué afuera y ya estaban muertos de la risa, obviamente, les había hecho efecto la novedosa adquisición. Rob me tomó por la cintura y con la otra mano me puso el pito en la boca, aspiré y retuve por un momento. Pasó a la siguiente ronda. En pocos momentos empecé a reírme sin mucha explicación, pero lo estaba pasando de maravilla.

Cuando las bromas de lo que había, supuestamente, pasado entre Rob y yo estaban en pleno, llegó James al patio. Venía acompañado de un muchacho alto, con el pelo desordenado, de un color bronce muy particular, ojos miel y una preciosa sonrisa, enmarcada con unos hermosos labios cereza. Lo observé bien ¡Era él! Mi ángel de la noche del sábado —no estaba tan segura, pero se parecía bastante—. Me vio y sonrió. James lo presentó.

—Edward Cullen, un compañero de la universidad.

El nuevo invitado saludó a cada presente, pero cuando tocó mi turno, acercó su boca sutilmente a mi oído, embargándome en su hálito tibio, que me estremeció por completo. Susurró sensualmente.

—¿Cómo estás, Bella? —su voz era de terciopelo. Unas maripositas danzaron en mi vientre. No pude dejar de mirarlo ni un segundo, pero Rob, me retenía en todo momento con su brazo pasado por mi cintura.

Aclaración de modismos

Incursionar: tener algún contacto con otra persona, pueden ser besos, caricias o más…

Jotear: "cortejar"

Blue Berry: una especie de marihuana bien natural.

Fondear: esconder.

Capítulo 2: Secuelas Capítulo 4: Acierto de Cupido

 
14437403 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10756 usuarios