Su rostro acalorado no me dio el mejor de los aspectos, por un minuto quise devolverme, pero él insistió que yo entrara.
–Edward disculpa no quise interrumpirte –dije algo avergonzada, pero muy intrigada por su agitación.
–No, pasa, en serio –una gran sonrisa se dibujo en su rostro de dios griego.
–Mmmm, si te molesto –torcí la boca en gesto de inseguridad.
–Por favor –su mirada se dulcificó a tal punto que no me pude negar.
Finalmente me decidí a entrar, y cuando puse un pie en el hall de entrada y me asomé hacia el living, me di cuenta de que estaba todo absolutamente alborotado, algunos muebles semi-embalados, el comedor desarmado y un montón de ropa tirada sobre el sofá mediterráneo.
–Y ¿Esto? –dije con el corazón en la mano.
–Me mudo –parecía feliz.
–¿Quieres algo? –ofreció muy contento– ¿Un café con leche condensada? ¡A ti te encanta! Y hace mucho frío –me miraba expectante.
–Bueno –articulé de memoria.
Edward partió a la cocina y yo me quedé parada a un costado del sofá cubierto de ropa ¡Se iría! ¡No, por Dios! Moría si eso sucedía. Observé la sala y las imágenes de todo lo que había ocurrido en este departamento agolparon mi cabeza, al borde de la locura. Miré cada rincón y el pecho se me contrajo, a tal modo, que quise llorar. En seguida apareció él con una bandeja de madera y dos tazas de café.
–Perdona el desorden ¿Te molesta si nos sentamos en la alfombra? –esperaba mi respuesta con la bandeja en la mano.
–No –tragué saliva para no llorar.
Me senté automáticamente y crucé mis piernas en forma de indio y él se puso al otro lado de la bandeja y me entregó el café en la mano. Lo probé por cortesía, estaba perfectamente preparado, él recordaba cómo me gustaba, eso era reconfortante.
–Te llamé ayer –sus ojazos de miel cristalizada me increpaban y no paraba de sonreír.
–Sí es que… –ya no aguantaba la ansiedad de saber qué pasaba y fui directa– ¿Dónde te vas Edward? –dije con desesperación.
–¿Importaría? –respondió con una pregunta.
–Como no…–bajé mi vista no quería que notara mis nervios.
Un silencio incómodo se torno en el lugar, pero si hablaba, unas lágrimas, que no venían al caso, saldrían a todo galope y no quería dar lástima.
–Al piso 20 –no pudo evitar reír.
Mi primer instinto fue levantar la vista.
–¡Te quedarás! –respiré aliviada y él lo notó.
–Obvio ¿Dónde me podría ir si mi vida está aquí? –no dejaba de trasmitir toda su energía a través de esos ojos de ensueño.
–¿Tu vida? –tuve la esperanza de que fuese una indirecta.
–Sí, la universidad, mis amigos –soltó una carcajada y me continuó mirando para ver mi reacción.
–Claro –fue lo único que atiné a contestar y sonreí.
–Y lo más importante… –ahora se puso serio.
Acomodó su mano entre mi cuello y la quijada, inclinando su rostro y acercándose lentamente al mío, haciendo que casi dejara de respirar. Sus labios sexies entreabrieron los míos y dejaron pasar esa lengua divina, húmeda y deliciosa. Me dejé llevar y cerré mis ojos para sentir el momento al límite. Mis sentidos se agudizaban del tal modo cuando estaba con él, era muy distinto a todos…
Cortamos el beso y él me miró inquieto.
–Bella ¿Te puedo hacer una pregunta? –parecía inquieto y continuó– perdona, pero necesito saber…
–Dime –imaginaba lo que venía.
–¿Qué relación tienes tú con el barman de "La Cueva"? –hizo un ruido con la boca como de arrepentimiento, pero esperó expectante mi respuesta.
–Bueno, Andrew… es… mi ¿Novio? –contesté incómoda.
–¿Novio? ¡Guau! Era cierto entonces… –se acomodó hacia atrás, como alejándose de mí.
–¿Cierto? ¿Quién te lo dijo? –insistí.
–No importa –intentó evadir la respuesta.
–Sí importa, dime por favor –lo miré fijamente.
–Joyce, tu amiga.
–Y ella ¿Cómo? ¿Por qué? –estaba sorprendida.
–Ella anda con James, hace algún tiempo y han venido varias veces para acá –respondió serio.
–¿De verdad? No tenía idea que esa relación iba tan en serio –enarqué una ceja sorprendida.
–Para qué veas… las dos ovejas infieles y descarriadas ahora se aman –soltó una carcajada.
En eso, oí que abrían la puerta del departamento. Lo encontré muy extraño y miré a Edward desconcertada.
–¿Alice está aquí? –pregunté confusa.
Él no alcanzó a decir nada, estaba impávido y pálido, mucho más que de costumbre. No fue necesario que me respondiera porque la "muñequita" con pinta de modelo, se asomó en el living, la reconocí de inmediato, no sabía cómo se llamaba, pero sabía perfectamente que era la chica con quien lo había visto.
Mil rollos se vinieron a mi mente ¿Qué tipo de relación tendrían que ella tenía las llaves de su departamento? Y ¿Cómo podía ser tan cara de palo Edward de hacerme pasar si sabía que ella llegaría? La mujer dirigió una mirada fulminante, pero luego, con una risa hipócrita me saludó.
–Hola –se acercó a Edward y lo besó en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios.
Creo que casi se me salieron los ojos. Él estaba tremendamente incómodo, pero ¿Quién era yo para exigirle algo? ¡Nadie! Sin embargo, me sentí tan estúpida de venir a verlo ¡Cómo si me fuese a esperar! Me dije a mi misma, autorecriminándome. Quise pegarle una gran cachetada ¿Cómo podía ser tan cara de raja? Lo miré y creo que entendió de inmediato el mensaje, nos conocíamos más que suficiente.
–Hola –respondí, intentando componer una sonrisa falsa en mi rostro.
Me puse de pie de inmediato, no tenía nada más que hacer aquí, eso era evidente.
–Disculpen por importunar –traté ser cortés.
–Bella, no, tú nunca… –vi el desasosiego en sus ojos.
–No, en verdad, ya me iba, no sabía que estarían ocupados –tomé mi mochila y salí, siempre intentando controlar mis emociones, porque creo que en otro momento de mi vida hubiese hecho un escándalo de proporciones.
Cuando llegué al ascensor, sentí que me tomaron por el brazo, me volteé y era él, obvio.
–Bella, no es lo que crees, de verdad que no –estaba temblando y un leve color rojizo se había apoderado de su rostro.
–No necesito explicaciones Edward… está bien, es tu vida… –estaba al borde las lágrimas.
–Pero no te vayas, es ella quien se tiene que ir –intentaba persuadirme, pero estaba demasiado desesperado.
–¿Es tu novia? –pregunté insegura, temía su respuesta.
–No –fue seco.
–¿Entonces? No entiendo nada –traté de tragarme la rabia.
–Es un cuento largo –insistió.
–En verdad no quiero saberlo, yo ya salí de tu vida –intenté sonreír.
–Tú nunca saldrás de mi vida…
–Perdona por importunarte Edward –continué– es sólo que me confundí con lo del sábado pasado, pero ya me quedó clarísimo que fue un terrible error.
–¡No fue un error! Yo te fui a buscar porque necesitaba verte.
–Ya nos vimos, más de lo recomendable, creo –me acerqué y besé su mejilla con demasiado cariño para ser sólo amigos.
–Bella te juro que esto no es ni una pizca de lo que te imaginas…
Toqué nuevamente el interruptor del ascensor y la puerta se abrió sin demora. Puse un pie en él y me fui. Edward quedó paralizado, realmente no podía entenderlo ¡Era imposible!
Todo el trayecto a mi casa lloré como una niña de cinco o menos años. Saber que me había cambiado me destrozaba el corazón y envenenaba el alma. Suspiré profundo y llegué a mi casa. Pasé derecho a mi dormitorio, sin saludar a nadie y en cuanto, puse la cabeza en mi almohada, me dormí, creo que sólo de agotamiento emocional, porque aún no podía digerir todo lo que había sucedido.
Pasaron dos semanas y Edward no dejó de llamar ni un solo día, pero no le contesté, eso era lógico. Con Andrew nos veíamos regularmente y ese sábado, fui a "La Cueva" para acompañarlo, porque después nos iríamos a su departamento. La noche se había tornado tediosa, Andrew bebía y bebía, pensé que era jugo o bebida, porque parecía agua la cantidad de litros que ingería como si nada. En algún minuto lo vi arriba de la pelota, pero él no podía estar atendiendo en mala, así que le sugerí que se tomará un café, él sonrió y me besó en la sien.
–No te preocupes Bella –su hálito a alcohol me estremeció, a pesar de que yo me había tomado dos roncolas.
Estaba media parqueada, Andrew desapareció un rato y luego volvió, ya no tenía nada de ebrio ¿Cómo se la había pasado tan rápido la curadera? ¿El café milagroso? No, que raro. Lo comencé a observar con detención y lo noté bastante inquieto, sus movimientos era acelerados y algo imprudentes. Cada cierto rato se acercaba a mí y me besaba ¡Era otro! La última vez que pasó por mi lado, noté que su nariz estaba algo colorada e inspiraba como si algo le molestara ¿Estaría drogado? ¿Andrew, el chico perfecto? No creo, algo le debía haber pasado, quizás era alérgico.
Pasado las cinco y media de la madrugada, salimos todos juntos, muchos se iba al "after hours", pero la verdad, yo no tenía ninguna intención. El barullo que emitían todos juntos, el idiota de Erick, Christian, Italo y otros compañeros de Andrew, que lo acompañaban, era tremendo. Los autos comenzaron a andar, muchos de ellos participaban en carreras clandestinas, incluso Andrew. Todos estaban alborotados.
De la nada y no sé de dónde, apareció James, Jasper y él, mi ángel personal, pero ahora, platónico. Se saludaron, después de todo, casi la mayoría se conocía porque estudiaban en el mismo barrio universitario o bien, se conocían por los carretes.
Noté que Edward no me despegaba la vista ni un segundo y eso me puso media incómoda, porque mi novio, sabía de mi ex y no creo que haya sido de su agrado vernos tan cerca. Yo trataba de evadir sus miradas, pero era casi imposible, un magnetismo sobrenatural nos unía, a mi pesar y al de él. Lo único bueno era que estaba solo ¿Habrían terminado? ¡Ojalá! Rogué para mi interior.
Los motores comenzaron a rugir como verdaderos leones y Andrew me llamó.
–¡Bella! –llegó a mi lado, me besó con intencionalidad, porque luego miró a Edward y me arrastró impaciente.
Ahora estaba más extraño que nunca, con movimientos frenéticos intentaba subirse al auto y eso me asustó. Miré hacia el lado y vi que Edward no me despegaba la vista pro nada. Andrew, no podía abrir la puerta de su lado y le pegó una tremenda patada y luego, intentó quebrar el vidrio de su lado con el codo ¡Estaba aterrada! ¡Cuánta agresividad! Nunca lo había visto de ese modo. Estaba tan aterrorizada que no me di cuenta cuando Edward ya estaba a mi lado, y me tomó fuerte por el brazo.
–Bella no te vayas con él –fue una orden.
No alcancé a responder cuando Andrew se plantó frente a Edward, desafiante y me tomó con fuerza por el brazo, mientras todos miraban atónitos y obvio, algunos medios entretenidos. Yo sentía la adrenalina fluir por mis venas y el pánico me abordó como nunca.
–Ella vino conmigo y se va conmigo –informó Andrew, con la mandíbula tensa, y con furia en los ojos.
–No creo que sea buena idea –Edward contestó brusco.
–Edward… –le supliqué indecisa.
–¿No ves que está completamente drogado ? –me gritó casi histérico.
Entonces eran verdad mis sospechas. Miré a Andrew y él de buena gana, le plantó un tremendo puñetazo a Edward.
–Anda a jotear a otra mina, Bella es mi mina, tu tiempo ya pasó ¡Confórmate imbécil!
En algún momento que no me percaté, Edward se paró, furioso, como jamás lo había visto en mi vida, y le plantó un tremendo combo de vuelta. Alguien me arrastró hacia un costado, creo que era James.
–¡Paren! ¡Idiotas! –grité frenética.
Por un lado apareció James y Jasper y tomaron a Edward por la espalda, y dos tipos más hicieron lo mismo con Andrew. Los dos se miraban con ira y odio, pero Andrew, estaba completamente descontrolado. Giré mi cara y me fijé que Edward estaba sangrando por la nariz y parte de la boca, al igual que el otro contendor. Sin embargo, la advertencia de mi amor había sido cierta. Di media vuelta y no pude evitar irme con mi príncipe moderno de ensueño. Oí que algo gritó Andrew, creo que un insulto para mí, pero Jasper me miró con una advertencia.
–¡Ignóralo!
|