Energía al Límite (+18)

Autor: angiie0103
Género: Romance
Fecha Creación: 24/04/2012
Fecha Actualización: 24/06/2012
Finalizado: SI
Votos: 6
Comentarios: 60
Visitas: 63178
Capítulos: 37

Bella es una adolescente que vive la vida al máximo, se deja llevar por los vicios y sus hormonas. Un día conoce a Edward, quien la tratara de alejar de ese mundo perverso. 


Bueno, primero que nada, esta es una historia original de Daddy's Little Cannibal, que por cierto adoré! Y me vi en la obligación de traducir...

 

 

Esta historia no me pertenece, la autora es Daddys Little yo solo traduci que quede bien claro

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Capítulo 12: Trato Cerrado

Cerré los ojos, inspiré y me di media vuelta para mirarlo. Sus bellos ojos de miel parecían iluminados y cuando clavé mi vista en la suya, mi corazón comenzó a palpitar de tal modo, que se me saldría por la boca en cualquier momento.

—Edward —dije con la mandíbula tensa.

—Hola —contestó tranquilo— ¿Quieres pasar? —su tono fue dulce.

—¡Uf! Creo que a eso vine —respondí mordiendo mi labio inferior, estaba muy inquieta.

—Pasa… —me indicó el camino con demasiada amabilidad, pero sin ninguna sonrisa.

Di un par de pasos lentos y entré, quedándome apostada a un costado del hall de entrada. Él cerró la puerta y no pude evitar sentir ganas de lanzarme a sus brazos, pero no era lo más indicado.

—¿Estás solo? —pregunté insegura.

Asintió y respondió.

—La persona que me visitaba ya no viene más… —esbozó una pequeña sonrisa que no le llegó a los ojos.

—¿No? —sonreí y seguí su juego— a lo mejor le pasó algo…

—Sí, se pasó un rollo demás y no fui capaz de convencerla de que estaba equivocada —frunció el ceño e hizo un gesto exquisito.

—¡Qué pena! —dije con una sonrisa tímida.

—Créeme que es una verdadera lástima —sus ojos miraron decepcionados.

Un silencio aterrador se apoderó del ambiente. No sabía que decir, hasta que unas palabras involuntarias, desde mis entrañas hablaron por mí.

—¡Perdóname! —dije confundida.

Él quedó perplejo. Se acercó a mí lentamente, mientras no dejaba de mirarme ni un segundo y con delicadeza tomó mi rostro con una de sus manos, inclinó el suyo y me besó con demasiada intensidad, tanta, que sentí como mi pecho se comprimía. No pude contenerme y me abalancé sobre su cuello terso y blanco, enredando mis dedos en sus cabellos de finas hebras de bronce. Sentía su respiración, ansiosa, fogosa y tierna a la vez.

Boté mi mochila, me di algo de impulso y crucé mis piernas por sus caderas. Él me afirmó con fuerza por los muslos, mientras no dejaba de besarme. Nuestras lenguas se unían nuevamente, y ahora se necesitaban aún más, era un deseo intenso que nos consumía, a tal punto, que no podíamos soltarnos ni un segundo. Entramos a su habitación y me recostó sobre su cama, que aún estaba tibia. Con besos cortos recorrió mi rostro y luego, posó sus labios en los míos de nuevo. Entreabrió su deliciosa y húmeda boca, e impregnó mi cuello con su saliva, que me quemaba, me hacía hervir, mis instintos más bajos florecían y quería que el estuviera dentro de mí.

Subí la parte de arriba de su pijama y la saqué, dejando su torso desnudo, lo acaricié con efusividad, con necesidad profunda de tenerlo. Tragué saliva mientras él me tocaba y sacaba el poleron y la blusa, quedando sólo en corpiño.

Mi necesidad se hacía imperante y bajé su pantalón, que era fácil de retirar porque era con elástico en la pretina. Me senté en la orilla de la cama y liberé su masculinidad, erecta para mí y la besé, lentamente, pero con demasiada ansiedad en mi interior. Edward, acariciaba mi rostro y mi cabello con desesperación. Tenía su parte más íntima en mi boca y puse mis manos hacia atrás para desabrochar el corpiño. Logré liberar mis pechos y pasé esa parte tan sensible de él, sobre mis senos y él se arrodilló y me volvió a besar, ahora con urgencia. Sacó mis zapatos y yo misma, saqué mi falda. Puso sus manos en mis caderas y bajó mis pantyes y mi tanga a la misma vez. Me instaló en la orilla de su cama y con cautela, separó mis muslos, incorporándose en mi entrepierna. Podía sentir su lengua, tibia, húmeda que recorría cada parte de mi intimidad y esa bendita sensación, me hacía anhelarlo más y más.

—¡Edward! ¡Edward! —lo llamé con la voz entrecortada.

Él subió hacia mí e introdujo uno de mis pechos en su boca, mojándolos y logrando que se erizaran por completo. Volvió para besar mi cuello y mis hombros. Después, con muchísima habilidad, me giró y besó mi espalda, mientras la acariciaba, y cada uno de mis vellos imperceptibles, se erizaban ante el contacto de su piel. Llegó a mis glúteos y los apretó con fuerza, bajando nuevamente a mi entrepierna. Continuó con su besos por mis muslos, su borde interno y luego, subió con su boca húmeda, tomó una de sus almohadas y la acomodó bajó mis caderas, mientras yo seguía con mi panza hacia la cama. Mi cuerpo lo pedía a gritos.

Doblé mis piernas levemente, en tanto elevaba mis glúteos y sentí que separó mis piernas ligeramente, y de manera magnífica y perfecta, se introdujo en mí. Estaba completamente húmeda y su erección no tardó en tocar fondo una vez más. Acomodó sus manos entre mi vientre y mis caderas, obligándome a subir y aferrarme a él con fuerza. Su masculinidad resbalaba en mí ¡Era lo mejor del mundo! Nuestros cuerpos hervían y sentía su piel ardiendo tocar la mía. Su hálito tibio y fragante rozaba mi oreja y me excitaba aún más.

Lo quise besar, entonces me di vuelta quedando frente a él. Me besó hipnotizado por el momento, lo podía ver en esos bellos ojos cálidos y transparentes. Separé mis piernas nuevamente, invitándolo a entrar en mi mundo. Él no tardó en llegar. Lo sentí entrar de nuevo ¡Cada vez era mejor! Más intenso, más profundo, con más roce. Yo intentaba mantener su ritmo. De repente sentí su boca sensual y exquisita pegarse a la mía, sin besarme, pero me habló, dejándome sentir su aliento tibio que estremecía mis entrañas.

—Te necesitaba tanto mi amor —dijo mientras se movía lentamente.

—Yo también —dije en estado de catarsis, pero era cierto.

—Nunca más me dejes así… —su respiración era agitada, le costaba trabajo hablar.

—No jamás… —sentía una presión en mi pecho.

Su rostro se iba sonrojando cada vez más y sus quejidos eran evidentes.

—¿Sentiste lo mismo con él? —su voz era errática.

—No mi amor, eres único —mis palabras eran verdaderas.

—Quiero que seas sólo mía… —dijo mientras acrecentaba sus movimientos.

—Soy sólo tuya… —respondí con dificultad, sus palabras me llegaban al alma.

—Demuéstramelo entonces —sentía su pelvis apretarse contra la mía.

—Yo también te amo Edward —mis palabras retumbaron en mi pecho.

Oí un suspiro de alivio y luego contestó.

—Yo te adoro Bella…

Tomó mis manos y las entrelazó a las suyas y sentí que él era mi todo, el tiempo y el espacio desaparecieron del mundo y éramos sólo nosotros dos. Lo aprisioné más con piernas y en mi interior y él dejó las huellas de nuestro encuentro dentro de mí.

Cuando terminamos él ahogó su respiración agitada en mí y aún dentro me dijo.

—Nunca más te vayas de mi lado mi vida… —dijo acariciando mi rostro y acomodándome el cabello.

Sólo lo miré con el corazón comprimido y él sonrió. Besó mi frente y salió de mí. Se paró rápidamente y fue a buscar una polera y me la puso. Él se puso su pijama, fue a la cocina y volvió con una bandeja con café, leche y unas tostadas deliciosas.

—Supongo, por la hora, que no has desayunado —sonrió y su belleza interna y externa quedó en evidencia.

—Supusiste bien —sonreí y él me besó.

Me acomodé en su cama a desayunar junto a él, que no dejaba de observarme, en cuanto a mí, su contemplación me enloquecía.

—¿Obtuve alguna disculpa? —dije graciosamente, pero suplicándole con la mirada que fuera así.

—Bueno… más o menos.

—¿Cómo es eso? —casi me atraganté con el café.

—Hay cosas que no se pueden repetir —dijo como un padre da una lección a su hijo— no necesito recordarte cuáles ¿cierto? —su mirada lo expresaba todo.

—Lo sé…

—Entonces… para sellar nuestro trato —torció sus labios rubí en una sonrisa y sus ojos se iluminaron— ¿Quieres ser mi novia?

Nunca pensé que me lo pediría, estás cosas ya no se usaban, pero era tan lindo cómo lo había dicho que jamás, nunca, podría negarme.

—¡Sí! Por supuesto —no controlé mi ansiedad y le di un gran beso. Su rostro se iluminó por completo.

Capítulo 11: ¿Arrepentimiento? Capítulo 13: Mi versión de los hechos

 
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