Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32462
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 8: Conspiración Familiar

CAPITULO VIII

La mirada distraída de Edward se cruzó con la de Emmett durante unos segundos, justo en el momento en el que el menor de los Cullen entraba a la cocina, con una pequeña caja de cervezas en una mano y lo que parecía ser la envoltura de un sándwich en la otra. Desde que Emmett se marchó al supermercado, Edward había permanecido en la cocina, con su mente repasando una y otra vez lo que le había dicho Isabella que, desde su punto de vista, no había sido demasiado. Emmett hizo un sonoro ruido cuando dejó las cervezas en la encimera de la cocina y atrajo en seguida la atención de Edward, que se había perdido en un punto de la habitación.

— ¡Eh! Edward, para que veas que yo si cumplo— el menor de los Cullen dejó la envoltura con el Sándwich justo en frente del cobrizo.

Este último observó lo que su hermano había puesto frente a él y le sonrió a modo de agradecimiento; estuvo a punto de quitar la envoltura del sándwich cuando Emmett carraspeó para atraer su atención, Edward alzó sus cejas enseguida y giró su rostro para observar al otro Cullen. Emmett tenía sus manos en sus bolsillos y sonreía  con ganas; un suspiró escapó de los labios de Edward, el mayor de los hermanos sabía que el pelinegro saldría con uno de sus comentarios.

—Aquí tienes tu postre— comentó Emmett mientras extraía del bolsillo derecho de su pantalón, un pedazo de papel magullado; el joven le extendió la nota al cobrizo, quien la tomó en seguida.

La sonrisa de Edward cuando leía aquel trozo de papel no tardó en delatarlo; pronto la risotada de su hermano captó su atención y, por un momento, el cobrizo dejó de leer la nota para encontrarse con la mirada de Emmett.

— ¿Entonces es ella? — El chico volvió a reír — ¿Ella es mi cuñada?

Edward puso los ojos en blanco casi inmediatamente.

—Solo es una vieja amiga— se adelantó el cobrizo.

— ¿Ella es la buena amiga con la que tuviste la cita “médica” ayer?

En ese momento, el mayor de los hermanos recordó a Tanya, y una mirada fulminante hacia Emmett bastó para que este levantara ambos brazos en señal de paz, el menor de los Cullen tomó sus cervezas y se retiró sin más de la habitación.

Una vez solo en la habitación, el cobrizo volvió a leer la nota que tenía entre sus manos; solo era un trozo de papel con un número escrito y abajo, con una torpe caligrafía producto de la rapidez con la que escribió, rezaba un claro “Isabella Swan”. Después de su encuentro, a Edward se le había olvidado pedirle su número a la castaña, pero por lo visto, ella también se había interesado en que él lo tuviera, de forma que se las ingenió para que así fuera. Edward sonrió durante unos segundos, debatiéndose entre si debía escribir algo o no; por un momento se llegó a sentir como un adolescente, sin comprender como era que pasaba eso con una muchacha que acababa de encontrarse. Eso no podía estar pasando, o al menos eso era lo que él diría cuando se enterara de lo que realmente pasaba.

El cobrizo guardó la nota de papel en el bolsillo de su pantalón y cenó con rapidez. Después de arrojar a la basura la envoltura del sándwich, Edward caminó hacia el estudio de su piso; en su camino pudo escuchar a Emmett vociferando cada vez que hacían un touchdown en la televisión, pero no prestó real atención. Edward, con la excusa de cambiar la gasa de su mano derecha, se había engañado a sí mismo para acabar sentado en el escritorio, justo frente al teléfono. Segundos después, él ya había marcado el número de Isabella y esperaba que al tercer tono ella contestara.

«— ¿Hola?— escuchó del otro lado de la línea»

«—Hey Bella, soy yo, Edward.»

«—Eh… ¿Edward?— hubo un silencio durante unos segundos —No esperaba tu llamada.»

«— ¿Interrumpo algo?»

«—No, para nada. Es solo que… no lo sé, es extraño— ella dejó escapar una risita y él sonrió.»

«— Es que estuve pensando que, no lo sé, hace mucho que no hacemos algo. Tal vez podríamos salir»

«— ¿Edward Cullen me está invitando a una cita?— el cobrizo enmudeció durante unos segundos — ¿estás allí?— preguntó ella.»

«—Si, aquí estoy. Entonces… ¿aceptas?— su voz sonó dudosa.»

«—Claro, estaría bien. ¿Nos vemos en la Universidad?»

«— No, estaré en el hospital…»

«—Entonces paso por tu consultorio— interrumpió ella — ¿A las 5 está bien?»

«—Bella, eso no es necesario»

«—Es lo que haré. Te veo allá»

No tuvo tiempo de decir más, cuando se dio cuenta, Isabella ya había cortado la comunicación. Edward se encontró a sí mismo sorprendido por lo que acababa de hacer, pero decidió creer que lo había hecho por “los viejos tiempos”, por la que era su protegida. Él se levantó de la silla de cuero donde había tomado asiento para hacer la llamada, y se apresuró a sacar el botiquín de primeros auxilios para cambiar la gasa que cubría su mano derecha. No la limpiaba desde el viernes y, él, como médico, sabía que eso no era bueno para ninguna herida.

Después de aquel rápido proceso, el cobrizo abandonó el estudio con un par de pastillas para dormir en mano y camino escaleras arriba. Alice salía de su habitación cuando Edward entraba a la suya, la castaña lo miró entrar con rapidez y frunció el ceño levemente. Después de unos segundos, ella caminó por el pasillo hasta las escaleras, desde donde observó a Emmett en la sala, aún vociferando frente al televisor. La pequeña Cullen puso los ojos en blanco casi enseguida y bajó las escaleras hasta llegar a la estancia ocupada por su hermano; se hizo entonces un lugar en el sillón a su lado.

—Hey Alice, pensé que dormíais— habló Emmett mientras le daba otro sorbo a su cerveza.

—Dormía. Hasta que tus gritos me despertaron— acusó la muchacha.

Emmett le dirigió una mirada apenada a su hermana y estuvieron en silencio durante unos cuantos minutos; el ambienta apenas estaba interrumpido por los narradores deportivos de Espn y Alice estaba tan adormecida que era incapaz de sacar un tema de conversación interesante. El reloj marcaban cerca de las 12 pm y la muchacha se había pasado todo el día en el piso de los Hale, estaba despierta desde muy temprano y ahora los párpados se cerraban con pesadez de forma involuntaria.

—Alice, hay algo que debo contarte.

Los ojos de la menor de los Cullen se abrieron al instante; ella y Emmett eran muy unidos, pero cuando su hermano esperaba el momento justo en el que nadie más pudiera interrumpirlos, ese era el momento en el que él estaba a punto de soltarle una “bomba”. Alice alzó una de sus cejas mientras ladeaba apenas el rostro para observar el rostro de su hermano.

—Creo que Edward nos está ocultando algo.

Ante las palabras de Emmett, la muchacha suspiró y se recargó en su asiento al tiempo que negaba con la cabeza. Desde que los hermanos supieron del engaño de Edward sobre su carrera y el lugar donde vivía, Emmett se había vuelto demasiado paranoico y solía ver engaños donde no los había; pero esta vez, aunque Alice no terminara de creerlo, había algo de cierto en las palabras del chico Cullen.

—Hermana, hablo en serio— murmuró procurando que nadie más los escuchara.

—Emmett, ves cosas donde no las hay— siseó ella.

—Edward tiene una mujer y no nos los ha querido decir— los ojos de Alice se abrieron como platos en ese instante.

— ¿De qué hablas? — exigió saber.

—Entré a una cafetería cercana porque Eddie me envió y la muchacha que me atendió, me dio una nota para él— Cullen habló con rapidez.

Alice se quedó en silencio durante unos segundos, mentalmente intentaba recordar si ella había visitado esa cafetería de la que Emmett hablaba, pero no se lograba ver entrando a ese local y mucho menos conociendo a una camarera. No, nunca había visitado el sitio.

—Dices que una camarera te dio una nota para él…— empezó Alice — ¿Qué decía la nota?

Emmett negó con la cabeza y se acercó más a su hermana.

—Solo era un número telefónico, de una tal Isabella.

La muchacha asintió con ligereza y mordió su labio; su mente se movía a mil por hora, pero no conocía a ninguna “Isabella”, menos a una que conociera tan bien a su hermano, tanto como para darle su teléfono.

—Emmett, ¿no crees que ella solo estaba intentando ligar? — con las palabras de Alice, el chico frunció levemente el ceño, concibiendo la idea por unos segundos.

—No lo sé. Es decir, el sonrió como un idiota cuando leyó la nota…— guardó silencio durante unos segundos — ¿Y si es la misma con la que tuvo la cita ayer? Esa de la que no nos quiso dar detalles.

Alice abrió los labios ligeramente, queriendo refutar las palabras de Emmett, pero ahora que se daba cuenta, Edward no le había contado nada sobre esa cita, y tampoco le había dicho quien era la mujer que llevó a cenar; porque si de algo estaba segura, era de que su hermano no fue a una cita “médica” como había querido hacer creer.

—No creo que ese sea el estilo de Ed, ¿ligarse camareras? — preguntó la menor de los Cullen al tiempo que negaba con la cabeza.

Emmett se encogió de hombros y le dio otro sorbo a su cerveza, volviendo a centrar su vista en el televisor frente a sí. La duda había quedado en el aire, y ahora el semblante de Alice se mostraba pensativo y contrariado, « ¿cómo es que no me ha dicho nada?», pensó en seguida.

 

Capítulo 7: El Mensajero Capítulo 9: Maldita sea, Alice

 
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