Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32480
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 28: Confesiones

CAPITULO XXVIII

—Esto no podemos hablarlo aquí— la voz de Carlisle sonó seca.

Edward hubiese preferido que, por una vez en su vida, Carlisle perdiera el control y lo golpeara tan fuerte que le hiciera olvidar hasta su nombre, porque solo así olvidaría también sus errores, pero el hombre no lo hizo; por el contrario, de forma civilizada, invitó a su hijo a su despacho y le pidió que llamara a sus hermanos y a su madre.

Dentro de la casa Cullen, el ambiente era mucho menos tenso; Esme paseaba a los chicos por cada rincón de la casa como una excelente anfitriona y enseñaba las habitaciones una por una. Isabella tendría que compartir habitación con Alice, cosa que agradecía, pues Rosalie y Tanya tendrían que compartir la habitación de huéspedes, lo que no dejaba a una Rosalie muy contenta. Hubo un momento en el que Tanya argumentó que podía quedarse con Edward, pero la mirada molesta de Esme la hizo retractarse en seguida. Después de unos cuantos minutos, se separaron para desempacar; Rosalie, en lugar de ir a su habitación, se me inmiscuyó junto a Alice y Bella en la habitación de la primera.

—Oh Dios. No puedo creer que tenga que dormir con esa perra— comentó de forma teatral.

Alice sonreía mientras desempacaba su ropa y la preparaba para meterla en su enorme closet —No exageres, sabes que Emmett te rescatará todas las noches— aquello tenía un claro doble sentido y Rosalie lo había notado; la rubia sonrió con algo de picardía y se dejó caer de espaldas en la cama de la menor de los Cullen, justo al lado de donde Isabella se sentaba.

— ¿No han visto como miró a Tanya cuando sugirió algo parecido? La cabeza de tu madre va a explotar si se entera de Rosalie entrando a la habitación de Emmett— Alice escuchó las palabras de Isabella y soltó una risita — ¿Qué? — preguntó en tono claramente confundido. 

—A mi madre Tanya no le cae demasiado bien. Solo por eso puso esa cara.

La respuesta de Alice había dejado algo contrariada a Bella, pero no pudo decir más, unos toques en la puerta la sacaron de su ensoñación y un par de segundos después, Edward se encontraba dentro de la habitación con los ojos clavados en su hermana, su rostro se veía serio, casi compungido, le hizo una seña a la chica para que le acompañara y abandonó la habitación con Alice pisándole los talones. Isabella y Rosalie se observaron con rostro confundido, intentando saber si la otra deducía la razón del comportamiento tan extraño de Edward.

La menor de los Cullen había seguido en silencio a su hermano, quien la guiaba hasta el estudio de la casa. Para cuando entró, Carlisle se encontraba sentado en una silla de cuero detrás del escritorio y Esme estaba a sus espaldas, con sus manos en los hombres del hombre. Emmett estaba parado en un extremo de la habitación, con sus brazos cruzados sobre su pecho; no fue necesario preguntar nada cuando Carlisle mandó a cerrar la puerta con seguro y ordenó a Edward que tomara asiento en una de las sillas frente a él. Alice se debatió internamente entre acompañar a su hermano en la silla de al lado o correr a la posición de Emmett, no tuvo tiempo de decir más, Emmett se aproximó a donde Edward estaba y se posicionó justo detrás de la silla de este, Alice suspiró de forma silenciosa y tomó asiento justo como había pensado hacerlo.

—Tu madre no sabe nada Edward. Pero supongo que tus hermanos sí— los chicos Cullen intercambiaron una rápida mirada ante las palabras de Carlisle y notaron como el cobrizo asentía con sequedad — ¿Cómo es que lo saben?

Edward se mantuvo en silencio durante unos segundos, debatiéndose entre si debía seguir con la mentira o cumplir con el plan inicial, que era contarles todo a sus padres. Emmett había observado el rostro confundido de su madre, por lo que se adelantó a hablar antes de que su hermano pudiese decir otra palabra.

—Hemos estado viviendo con Edward— explicó él pacientemente.

Los ojos de Carlisle se abrieron desmesuradamente y su boca se abrió para decir algo, pero Emmett fue más rápido —No ha estado viviendo en New York, consiguió un trabajo en New Haven y se mudó, nos encontramos y desde entonces vivimos en su piso.

Esme observa todo de forma atenta, pero una duda se alzaba en su mente — ¿Y la compañía? ¿La has dejado? — aquella pregunta iba directamente hacia Edward.

El cobrizo suspiró y negó con la cabeza —Nunca estuve en esa compañía mamá, nunca me gradué en periodismo y definitivamente nunca podré dirigir tu revista, lo siento.

— ¿Fuiste a la Universidad, verdad? — aquella pregunta era de Carlisle, quien no ocultaba su enojo en la entonación de la misma.

—Claro que lo hice. Pero no fui a NYU como pensaron, ni a Columbia, ni a ninguna Universidad de New York. De hecho, no he estado en esa ciudad desde hace mucho tiempo; yo estudié en Connecticut, medicina en Harvard — los ojos del padre de los chicos brillaron durante unos segundos, aquella era su profesión, pero cualquier felicidad se veía embargada por la mentira de su hijo mayor —Sé que fue un error, no quería decepcionar a mi madre y por eso lo oculté. Luego la mentira se hizo mayor y me vi envuelta en ella.

—Hijo, sabes que pudiste habérnoslo dicho; es tu vida Edward, no podíamos juzgarte por elegir una carrera diferente— aquella era la voz comprensiva de Esme y, aunque al cobrizo quiso creerle, sabía que la mentira les decepcionaba demasiado.

—Pero si pueden juzgarle por sus actos— aquella no era una pregunta, era una afirmación de parte de Alice —Edward se esforzó mucho en hacer las cosas solo, quiso haber tenido su apoyo, pero quería lograr sus méritos él. Quería que el orgullo que ustedes sintieran por él fuese más que la decepción por no haber estudiado la carrera que les hizo creer que estudiaba— Carlisle estudió el rostro de su hija durante unos segundos y negó con la cabeza.

—Fue una mentira absurda, Alice. Siempre les dijimos que podían confiar en nosotros, esto no era tan malo como para ocultarlo pero…— el padre de los chicos se detuvo al instante.

— ¿Pero qué? — Esme insistió observando el rostro de su hijo mayor, quien sostenía la mirada de su padre.

—Hay algo más— se adelantó a decir Edward, Esme suspiró en seguida —Cometí un error realmente estúpido, yo…— luchaba entonces por encontrar las palabras adecuadas —Tanya está embarazada— dijo sin más.

Esme se tambaleó, su color pasó a ser pálido y en dos segundos Emmett estaba a su lado sosteniendo la cintura de su madre mientras Alice corría en busca del botiquín de primeros auxilios. Después de la noticia, Esme tuvo que permanecer recostada en el sillón de la estancia ante la mirada atenta de sus hijos y su esposo.

— ¿Me dirás cómo pasó? — fue lo primero que preguntó.

Edward liberó una amarga carcajada —Todos sabemos cómo se hacen los embarazos mamá, no hice nada diferente— Esme lo miró de mala gana y en seguida supo que lo estaba reprendiendo por su forma de hablar —Lo siento. Yo… atravesaba un mal momento con Isabella, fue un desliz y tuvo consecuencias.

— ¿Isabella? — Dijo la mujer al tiempo que se sentaba en el sillón a pesar de la insistencia de su esposo en que se mantuviera acostada — ¿La misma chica que me presentaron? — Edward asintió secamente —No lo entiendo, ¿cómo es que me presentas a tu prometida y a la mujer que amas, dos personas diferentes, el mismo día? ¿Cómo es que dejas que duerman en la misma casa? Aún peor, ¿Cómo puedes estar con alguien a quien no amas?

Las palabras de Esme calaron hondo, Edward tuvo que respirar profundo para encontrar las palabras —Es la misma. Ella es amiga de los chicos y ellos… yo la quería aquí— corrigió las últimas palabras de su frase.

Esme les hizo una seña al resto para que la dejaran a solas con su hijo, Carlisle se mostró reacio a hacerlo después de aquel mareo, pero Alice lo obligó a hacerlo con rapidez. La menor de los Cullen le dio una última mirada a la escena y salió de la estancia cerrando la puerta tras de sí. Edward permaneció arrodillado frente a Esme mientras estaba continuaba sentada en aquel sillón.

—Si no la amas, hijo, un bebé no te obliga a nada. No vas a abandonarlo, no te hemos criado así, pero tampoco te hemos criado para que renuncies a tu felicidad, para que no persigas tus sueños— la mujer estiró su mano y acarició el rostro de su hijos —No te cases con ella Ed, no arruines tu vida así.

Edward negó con la cabeza —Me amenazó, mamá. Me dijo que yo no iba a saber nada más de mi hijo si no accedía— Esme lo miró con pena.

—Eres muy noble, cariño. Vales demasiado para esa mujer.

Esa fue toda la conversación, Esme no se metería en las decisiones de su hijo pero ya había cumplido con aconsejarle, aunque sabía bien que Edward prefería renunciar a su felicidad que desamparar a un hijo, él no había sido criado para abandonar a la familia, pero era una lástima que ese hijo no fuese de la mujer que amaba.

La noche llegó con rapidez; era un domingo tranquilo, a excepción de los gritos de Emmett y Jasper en la sala mientras veían un partido de futbol americano; Edward se había concentrado en tocar el piano junto a Alice y Rosalie hacía lo posible junto a Bella mientras ayudaban a Esme con la cena. Carlisle se había marchado hacía ya un par de horas por una emergencia en el hospital y Tanya… ella no había salido de la habitación que compartía con Rose desde su llegada.

— ¿Cómo es Tanya?

La pregunta tomó realmente desprevenida a Bella, quien tuvo que esforzarse por no cortarse un día con el cuchillo con la que picaba los tomates para los sándwich que Esme preparaba para los chicos. Rosalie carraspeó para atraer la atención de la mujer, quien se había quedado observando a Isabella, como si la respuesta la esperaba de ella.

—Tanya es una mujer…— «cusca y resbalosa» — Que sabe lo que quiere, se vale de cualquier medio para lograrlo, es bastante decidida— habló la rubia con sorna. Esme lo detectó al instante.

—Hablas como si fuera una arribista.

Aquello no era una pregunta, Rosalie sonrió triunfal y se encogió de hombros —No dije que no lo fuera.

Las palabras de aquella rubia levantaron la suspicacia de Esme, Isabella se había enfocado en picar rodajas de tomate perfectas para no tener que opinar en la conversación, pero fue en vano, Esme la observaba a la espera de unas cuantas palabras — ¿Y tú? ¿Qué me dices? — preguntó interesada.

Isabella negó con la cabeza —No tengo nada que decir, solo… ella, tiene un gran sentido de pertenencia— respondió lo primero que se le ocurrió; la castaña observó el rostro confundido de la señora Cullen —Es decir, ella toma lo que considera suyo y es muy celosa con ello.

El ceño de la mujer se relajó —Así que Tanya es arribista e intransigente— comentó en modo pensativo.

Isabella estaba tan centrada en el rostro de Esme que no se percató de los pasos que entraban en la cocina, lo próximo que vio fue a Edward rodear a su madre en un abrazo cariñoso y besar su mejilla con rapidez  —Justo el prospecto que no querrías de nuera— comentó, esta vez sin apartar la vista del rostro de Isabella. Esme le dirigió una mirada a la castaña y esta sintió como el sonrojo viajaba a sus mejillas, bajó entonces su mirada y se centró en los tomates.

La madre de los chicos negó ante aquel gesto y extendió su mano hacia Isabella —Ven cariño, dame eso, yo termino aquí. Vayan con los chicos— les hizo una seña a la salida de la cocina y Edward se apresuró a tomar la cintura de Isabella para obligarla a caminar. 

Capítulo 27: Forks Capítulo 29: La Excursión

 
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