Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32461
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 11: Sexo en el Jeep

Este capitulo tiene contenido sexual, abstengase si cree que puede herir su susceptibilidad.


 

CAPITULO XI

«—Bella, es el tercer mensaje que te dejo. Sé que parezco muy insistente pero en serio me quedé muy preocupado. Espero que me llames pronto.», Edward dejó su celular sobre aquel escritorio de caoba que tenía en el estudio de su piso, el gemelo del que tenía en su consultorio. El escritorio que tenía el estudio con anterioridad, cuando él compró el pent-house, era de acero inoxidable y a él no le parecía muy acorde con el estilo que él quería para su estudio, algo más clásico.

La cabeza de Alice apareció entre las puertas corredizas, ahora abiertas, de la estancia. El cobrizo la saludó colocando los ojos blanco, un saludo poco cordial, la verdad. La hermana del chico no le había hablado desde lo sucedido esa mañana don Tanya, su intención era dejar que las cosas se enfriaran para empezar a abogar a su favor y que su hermano no la detestara tanto, como parecía hacerlo en ese momento. La menor de los Cullen de acomodó en una de las sillas frente al escritorio de caoba, su hermano no le había quitado la mirada de encima desde que llegó, pero ella no había  emitido palabra alguna.

—Lo siento— fue lo único que ella fue capaz de decir.

El cobrizo alzó una ceja en su dirección, como si esperara más que dos simples palabras, como si esas dos simples palabras arreglaran por lo menos la mitad de lo que había hecho —¿Eso es todo? — Preguntó casi sin poder creérselo —Alice, Tanya no deja de llamarme— la mano de Edward señaló el celular que había dejado justo frente a él.

—Pues… podrías contestarle— propuso ella con la mejor de las sonrisas, pero la mira de su hermano le demostró que estaba de muy mal humor —¿Tanto se ofendió que la confundiera con Isabella?

Inhala. Exhala. Inhala. Exhala. Edward no deseaba abalanzarse encima de su propia hermana, pero sentía que cada argumento era un absurdo más que debía añadir a su lista, cada oración carecía más de sentido que la anterior, pero no podía culparla de todo, él no le había contado nada, por lo tanto, ella no lo sabía. Ese era el punto, él  no le había contado nada, por una razón sería, ella no respetó esa razón.

—Alice, siendo sinceros. No me interesa lo furiosa que pueda estar Tanya— ¡Punto para Isabella! Inconscientemente, pero punto para ella, era una lástima que ella no estuviera allí para escuchar eso —Lo que me molesta es que hayas hecho todo ese teatro para enterarte de algo que yo no deseaba contarte. No has respetado mis limites, y eso es algo que no me agrada— la voz de Edward era reflexiva, pero su mirada era seria, era una advertencia.

—¿Por qué no querías decírmelo? — preguntó ella casi ofendida.

—Porque no tenía importancia, porque no sabía cómo hacerlo, porque no era tu problema, porque no quise hacerlo. Puedes elegir cualquier razón, Alice. Entiende que ese no era tu asunto y te tomaste atribuciones que no debiste— la voz de Edward se había elevado más de lo habitual y su hermana empezaba a sentirse demasiado pequeña en aquel asiento, recordaba entonces cuando cometía una grave falta y Carlisle la hacía sentir tan desprotegida, ahora el mayor de los Cullen hacía lo mismo y era como estar viendo a su propio padre, casi podía esperar que Edward dijera algo como “estás castigada, lo sabes”, pero él no dijo más, se quedó en silencio.

—Lo-lo siento— ella apenas podía hablar, las palabras habían quedado atoradas en su garganta al igual que las lagrimas; en su rostro no había color alguno, se había quedado completamente pálida y ahora Edward lo notaba.

No había querido ser tan duro con su hermana, pero era necesario que entendiera los límites, no solo con él, sino con todos, ¿qué iba a hacer cuando creyera que Jasper tenía a otra mujer? ¿Acaso iba  a tomar su celular e iba a espiar los registros de llamada? ¿y si estaba equivocada y el daño ya estaba hecho?, ella no era ninguna niña, era lo suficientemente madura como para pensar en las consecuencias de sus actos.

—No quiero más disculpas. Quiero que te limites— habló él con determinación, a lo que ella asintió en seguida con las primeras lagrimas corriendo por sus mejillas —Lo siento hermana, pero no puedes meterte en la vida de los demás solo porque si— esta vez su voz sonó más condescendiente, no le gustaba ver llorar a la pequeña Alice, mucho menos por su culpa.

—Yo solo quería protegerte— los sollozos no se hicieron esperar y pronto Edward se había puesto de pie, su hermana había hecho lo mismo y se encontraba buscando los brazos del cobrizo.

Edward abrazó a la menor de los Cullen durante unos segundos, los suficientes para que ella se desahogara —Sé que lo querías hacer, pero debes pesar que ya soy un hombre— habló él con su hermana pegada a su pecho, mientras su mandíbula descansaba en la cabeza de ella.

—Pero es que esa rubia no me da buena espina— protestó Alice en seguida.

—Tanya, su nombre es Tanya. Y Alice, con respecto a eso…— pensó en decirle sobre el compromiso roto pero, con su hermana tan frágil, no creía oportuno una noticia así, eso ya era pasado. Podía contárselo luego —No creo que sea tan mala— completó la frase que había dejado en el aire.

Unos minutos más tarde, Alice se encontraba casi sin respirar por lo rápido que hablaba sobre los preparativos de la fiesta sorpresa de Rosalie, comentaba que Emmett y la rubia parecían haber avanzado mucho, que la semana entrante acompañaría a su amiga al hospital para que le retiraran el yeso, que Emmett se pasaba los días con Rose, ese tipo de cosas, pero Edward no tenía mente para eso. La mente del cobrizo imaginaba los distintos escenarios en los que podía estar Bella en ese momento, intentaba pensar en lo que había dicho para que ella argumentara repentinamente que tenía que irse, pensaba en la razón por la que ahora no contestaba el teléfono, pero solo pudo deducir –aunque una parte de sí se resistía a creerlo-, que a Isabella no le había gustado que él comentara que Tanya aún estaba interesada en él, pero si no le había gustado a Bella era por una razón… «No, no puede ser, ¿siente algo por mi?», su entrecejo estaba fruncido y estaba tan inmerso en sus pensamientos, que no escuchó cuando su hermana lo llamó la primera vez.

— ¡Edward! — casi gritó la muchacha.

— ¿Qué pasa?

—Te he hablado todo este tiempo, pero tu pareces en otro mundo— se quejó Alice, haciendo un tierno puchero, a lo que el cobrizo sonrió en seguida.

—Solo estaba pensando.

—Sé que no debería preguntar…— empezó Alice mordiendo su labio inferior —Pero, ¿estás pensando en Tanya?

Edward suspiró, era mejor mentir y decir que pensaba en aquella rubia que despertar la curiosidad de Alice diciendo que no, que en realidad pensaba en Isabella Swan.

—Si, Tanya— asintió él con lentitud —Creo que iré a verla— la menor de los Cullen se quedó de piedra cuando su hermano se levantó con rapidez después de tomar su celular, y abandonó el estudio, dejándola con la palabra en la boca.

Desde el punto de vista de Alice, su hermano se había estado comportando algo extraño, y ahora sabía por qué, al parecer tenía sus enredos con una rubia de la que ella no había tenido ni la más remota idea desde esa mañana, cuando la confundió con Isabella Swan. Y a todas esas, Alice no tenía idea de quién era Isabella y, aunque no quisiera admitirlo abiertamente, tampoco tenía idea de quién era Tanya. Pero no podía preguntar y si hacía algo, y su hermano la descubría, era capaz de retirarle el habla, ella no podría sentirse bien si su hermano no estaba para ella, simplemente no sería justo. Resopló y cerró sus ojos durante unos segundos. En ese momento, una idea cruzó por su mente; sacó su teléfono de su bolsillo y marcó con rapidez el número de Jasper.

«— ¡Hey cielo!, pensé que podríamos salir un rato. Edward acaba de irse y Emmett no se ha aparecido por acá. »

«— Hola Alie. Emmett está con Rosalie. ¿Estás lista en 15 minutos?»

«— ¿Tan pronto? ¿Estás cerca?»

«— Si, salí a comprar unas cervezas para Emmett. Pero él puede esperar.»

«— Estoy lista entonces.»

20 minutos después, Alice ya se encontraba a bordo del Jeep de Jasper. Él y Emmett eran muy parecidos en cuanto a gustos, pero el hermano de Alice solía ser muy escandaloso, más expresivo, Jasper en cambio, era algo más retraído y daba cierta sensación de miedo cuando alguien se acercaba demasiado a su novia. A Alice le gusta, la hacía sentirse protegida. En un gesto tierno, el cuerpo de la chica se inclinó hacia la izquierda y rozó el brazo de Jasper, el rubio sonrió al tiempo que los labios de ella daban con el cuello del chico. Él luchaba por mantener la atención en la vía y que sus manos no buscaran pegarse al cuerpo de la chica Cullen, pero ella no ayudaba en aquella tarea.

—Alice— regaño él, pero ella no prestó atención a sus palabras; una de sus manos viajó a los botones de la camisa del rubio, y sus labios en ningún momento de separaron del cuello de él —Alice— volvió a insistir.

—Estaciona el auto— ordenó ella.

Jasper no tardó en hacer lo que su novia le había pedido. Estaban a unos kilómetros de la entrada a la playa, Cullen se había enterado de que había una fiesta allí antes de que entraran al invierno, así que le había dicho al rubio que era buena idea darse una vuelta. Sin embargo, hubo un ligero cambio de planes, y eso lo anunciaban las manos de Alice quitándose el cinturón de seguridad para subirse sobre su novio, con la gracia de una bailarina; ella había quedado a horcajadas sobre el chico, con una pierna a cada lado del cuerpo de él, teniéndolo prisionero bajo su propio peso.

Los labios de Alice buscaron los de Jasper, sus lenguas danzantes no se hicieron esperar; él había rodeado la cintura de la chica con sus brazos y ella podía sentir la crecida erección de él bajo sus bragas. Mordió el labio inferior del chico, de forma juguetona, sus ojos se encontraron durante unos segundos y ella pudo ver deseo en la mirada de Jasper, algo que no había visto en ellos desde que empezaron a salir.

— ¿Lo has hecho en un auto? — murmuró ella pegada a los labios del rubio.

—No— contestó él.

No iba a arruinar el momento diciendo algo como «Si Alice, de hecho, fue en el asiento de atrás de este mismo Jeep». Contrario a eso, Jasper buscó la nuca de la muchacha, quien enredó sus manos en el cabello de él, los movimientos que Alice hacía encima de su pito lo estaban volviendo loco. Su mente estaba nublada por la excitación que aquella chica estaba produciendo y, casi como si lo hubiese dicho en voz alta, Alice se quitó de encima y se acomodó de rodillas en el asiento del copiloto, su cuerpo se inclinó hacia el pantalón de Jasper y bajó la bragueta con una lentitud agobiante para él. Estaba tenso, esperaba el momento en el que ella hiciera lo suyo. Alice le regaló una sonrisa fugaz y volvió a bajar el rostro cuando decidió que era tiempo de observar la erección de aquel rubio; el pito de él salió casi como un resorte, pero ella lo atajó con rapidez, su mano izquierda lo sostenía y su lengua fina lo delineó con lentitud.

Estaban tan absortos en lo que hacían que jamás se dieron cuenta de que tenían compañía. Hasta que, claro, el policía tocó la ventana del jeep.

 

Capítulo 10: Gracias por llorar Capítulo 12: Rompiendo Pelotas

 
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