Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32466
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 23: Color de Rosas

CAPITULO XXIII

Nadie. Nadie estaba parado detrás de aquella puerta; Isabella salió apenas un par de pasos de la “seguridad” de su apartamento y ojeó el pasillo, pero estaba tan tranquilo como lo había encontrado cuando llegó minutos atrás. Se dio la vuelta dispuesta a entrar y cerró la puerta a sus espaldas; de pie frente aquel sobre de manila que le habían mandado, se tuvo que obligar a sí misma a inclinarse y tomarlo. Unos segundos después, se sintió capaz de caminar hasta el sillón de la estancia y ojear el sobre; parecía que contenía unos papeles y, tal como la carta del día anterior, el sobre tampoco tenía remitente. Exasperada, Isabella abrió el sobre y sacó un manojo de hojas que reconoció al instante.

La castaña tenía su acta de adopción entre las manos, en donde su antiguo nombre y el actual figuraban en primer plano. Tuvo que tragar un par de veces para controlarse, a pesar de lo que eso significaba. Tanya sabía que ella era Isabella Swan, lo sabía porque Edward le había dicho que se había enamorado de Isabella, lo sabía cuando los vio juntos en la fiesta y luego en el apartamento, pero ahora tenía una prueba irrefutable de que la vida color de rosas que Isabella había presentado, no era más que una farsa, esa mujer había descubierto el secreto más grande de Isabella y ahora la tenía en sus manos. Dio una bocanada de aire, presa del pánico levantó el teléfono fijo, justo en la mesa junto al sillón.

Después de un par de tonos, la voz de Jane resonó del otro lado de la línea.

—¿Hola?

—Lo sabe— fue lo único que dijo.

—Voy para allá.

Tras unos minutos de amarga espera, la puerta del apartamento se abrió como si nada. Isabella había olvidado colocarle el seguro.

Jane se veía cansada, su cabello rubio estaba amarrado en una coleta y su atuendo, aunque improvisado, lucía bastante bien en ella. Su piel blanca, la misma que solía resplandecer, ahora estaba algo enrojecida por el esfuerzo de haber corrido un trecho con unos altos tacones a juego con la blusa que llevaba. Isabella no la había mirado, estaba absorta leyendo una y otra vez su nombre en aquel documento.

—Cariño— pronunció la muchacha mientras cerraba la puerta a sus espaldas y caminaba con brazos abiertos hacia Isabella. La rubia tomó un sitio en el sillón y rodeó con sus brazos el cuerpo de la castaña, atrayéndola contra su pecho.  Isabella liberó un sollozo y dejó caer al suelo el contenido de aquel sobre, se sentía repentinamente agobiada y Jane lo sabía —Ya cielo, puedes desahogarte.

En ese momento, Isabella no podía contenerse. Había pensado en llamar a Edward, pero no quería agobiarlo estando en el trabajo, y creía que Jane había sido la mejor opción. Los brazos de la muchacha eran reconfortantes, pero ella no dijo nada, estaba dispuesta a escuchar los sollozos de su amiga mientras su mano acariciaba el brazo de Isabella en un débil intento de hacerle sentir lo cerca que estaba de ella.

Cuando por fin la castaña creyó que podía separarse de Jane, se alejó de ella con los ojos enrojecidos; la rubia tenía una sonrisa triste en su rostro, le dolía ver a su amiga de esa manera.

— ¿Qué tienes allí? — inquirió mientras se inclinaba para recoger lo que Bella había tirado al suelo. La castaña no le impidió leer el documento, Jane parecía estar realmente concentrada en leer los detalles de aquel formato del gobierno para las adopciones —Esa perra…— murmuró en seguida mientras tiraba el expediente a la mesa de café frente al sillón —Claro, así supo donde vivías— ahora, la voz de ella se había vuelto colérica y el rostro de Isabella no reflejaba comprensión, no entendía que era lo que su rubia amiga había visto, que ella había sido incapaz de ver.

— ¿Qué? — Pronunció bajo — ¿Qué es lo que quieres decir?

Jane entornó los ojos y uno de sus dedos señaló el documento — ¿Dónde estaba eso? Dímelo— Isabella intentó pensar con claridad, incluso frunció el ceño un par de veces, pero la mirada que Jane le dirigió era de exasperación —Una copia la tienen tus padres; otra la tiene la Universidad en el archivo. Ahora dime, ¿Quién tiene acceso al archivo?

En ese momento todo pareció hacer click —El personal de la Universidad…— murmuró Swan.

La rubia sonreía triunfal, como la que había descubierto el truco del juego —Y ella es profesora, ¿no es así? Bella, en ese archivo también está tu dirección y tu número telefónico… Tiene como localizarte, cielo— aquellas últimas palabras las dijo con un dejo de tristeza en la voz.

—Entonces cometió un error enviándome esto.

La repentina efusividad con la que Isabella había dicho aquello, hizo liberar una carcajada amarga a Jane, quien negó en seguida —No. Ella quería que tú supieras que ella te envió esa carta y que era ella la que te envió este sobre. ¡Por Dios, Isabella! Piensa como Tanya durante un segundo.

No sirvió. Aquel consejo no era realmente para la castaña, su mente no estaba funcionando bien y nunca podría ser tan estratega como lo estaba siendo Tanya. Jane si podía hacerlo. La rubia carraspeó en seguida.

—Cielo, escucha. ¿Qué crees que logró enviándote esto? — preguntó con un tono algo impaciente.

—Confirmar mis sospechas.

—Entonces ahora sabes, que ella te tiene en sus manos. Bella, es una amenaza abierta y te está diciendo que va a hacer lo que quiera contigo porque tiene el poder de hacerlo— la veracidad de las palabras de la rubia hicieron que un escalofrío recorriera la columna de Isabella.

—Entonces va a decírselo a todos— murmuró la castaña.

Tras unos segundos de silencio entre las chicas, Jane mostró una sonrisa sombría y volvió a negar con la cabeza —No. Ella no va a decirle a nadie— la perplejidad de Isabella se vio delatada por su rostro. Jane palmeó la rodilla de la chica un par de veces y se reclinó en el asiento con ademán distraído — ¿Qué es lo que tienes tú, que ella quiere?

Isabella entornó los ojos —Edward— dijo lo suficientemente alto como para que su amiga la escuchara —Espera, ¿me estás diciendo que ella quiere negociar? — un débil asentimiento de Jane logró que a  la castaña se le retorciera el estómago —No puede hacerlo, ¡Edward no es un objeto!

Jane suspiró.

—No lo es, pero a ella no le interesa lo que sea. Escucha Bella, sé que es difícil, pero Tanya te está declarando la guerra y tú te estás dejando. En este caso, solo tienes dos opciones, la primera es quedarte con Edward y aceptar lo que Tanya va a hacer, que por supuesto va a continuar buscando formas para fastidiarles la vida. Y la segunda, apartarte y dejar a tu médico a merced de la arpía; claro que, él no va a querer que eso pase— se detuvo para observar el rostro atónito de Isabella —Edward no va a querer estar con Tanya mientras tú te haces a un lado; eso solo la va a poner más furiosa y va a seguir insistiendo en hacerte daño.

— ¿Entonces qué sugieres? — Preguntó Isabella con un tono de decepción en la voz —En las dos opciones que me das, me hace daño.

—Sugiero que te quedes con tu príncipe, y que sea él el que te reconforte— una sonrisa amigable se cruzó en el rostro de Jane —El amor no es color de rosas, Bells. Pero las batallas perdidas se lloran mejor cuando tienes un hombro en el que hacerlo.

Los ojos de la chica volvieron a llenarse de lágrimas. Suspiró para no llorar —Voy a una batalla que está perdida, puede que pierda el respeto de muchos, pero sugieres que no pierda al hombre que causo que perdiera la batalla— pronunció la muchacha.

—No soy buena dando consejos— una risa salió de los labios de Jane —Pero por primera vez estoy segura en lo que te estoy diciendo. Bella, es estúpido renunciar a Edward si de igual forma te van a hacer daño. Es mejor recibir un golpe y permanecer junto al hombre que amas, que recibir un golpe doble porque lo dejaste ir a él también— Jane se acercó para limpiar con su dedo, la lagrima que bajaba por la mejilla de su amiga —No llores más. Ahora levántate y haz una maleta, nos vamos a mi piso. Alec y yo no dejaremos que pases por esto sola.

Isabella se adelantó a negar con la cabeza —Edward vendrá por mí.

La sonrisa de Jane se hizo genuina en ese momento, le gusta escuchar que su amiga no solo estaba contando con ellos, que la chica ahora no estaba tan sola. La rubia apretó una de las manos de Bella y asintió al tiempo que la abrazaba acariciando su cabello, ello sollozó solo un par de veces y Jane la dejó ir de sus brazos.

—Entonces yo te llevaré a donde tu médico— le sonrió —En serio, no quiero que te quedes sola ni un minuto más en este lugar.

Tras las palabras de Jane, Isabella había ido a terminar su maleta, por suerte, la rubia había traído consigo el pequeño bolso con los artículos personales de la chica y lo tenía en su auto, a la espera de su dueña. La castaña le había indicado a Jane cual era el camino al edificio donde vivían los Cullen; en el camino, le había escrito a Edward diciéndole que Jane la había buscado y ahora iban camino a su casa, él había respondido diciendo que Alice se encargaría de todo.

Al llegar, Isabella insistió en que Jane y Alice debían conocerse, por lo que la rubia la siguió de cerca mientras se adentraban en el piso Cullen.

—Bella— saludó la menor de los hermanos mientras rodeaba a la castaña en un fuerte abrazo —No me digas que eso es todo lo que trajiste— su mirada viajó inmediatamente a la maleta que Isabella llevaba —Por suerte, mi ropa es de tu talla.

Por un segundo, Alice reparó en la presencia de Jane.

—Oh, Alice. Ella es Jane, mi mejor amiga— la chica Cullen torció apenas el gesto con las palabras de Bella.

—Y yo soy Alice Cullen, su nueva mejor amiga— señaló a Bella con una mirada y le extendió su delicada mano a la rubia. Jane dejó el bolso con artículos personales de Isabella en el suelo y estrechó la mano de Cullen — ¿Te quedas a cenar? — preguntó con cortesía.

Jane alzó una ceja al tiempo que veía su reloj de pulsera —Son las 5— pronunció.

Alice se encogió de hombros y le hizo una seña a una mujer que se acercó con rapidez —Agatha, ¿Puedes llevar las maletas de Bella a la habitación de Edward? — el corazón de Isabella dio un giro en ese momento ¿iba a dormir con Edward? No dijo nada al respecto.  La mujer que respondía al nombre de Agatha, tomó la maleta de la castaña y el bolso que Jane llevaba entre sus manos y desapareció escaleras arriba; Alice volvió su atención a Jane —Cenaremos a las 8.

La rubia sonrió con cordialidad, pero negó con la cabeza —Lo siento, he quedado con Dimitri.

El nombre “Dimitri” y la frase “El amor no es color de rosas” que Jane había pronunciado minutos atrás en el apartamento de la castaña, fueron un especie de click para ella. Recién podía entender a qué se refería. Dimitri era el novio de Jane desde poco después que ella inició la Universidad, todo había sido amor desde entonces; eso, hasta que los rumores de una supuesta “infidelidad” empezaron a correr por el campus universitario. Dimitri era jugador del equipo de futbol americano, el más reciente miembro y, por si fuera poco, las porristas tendían a hacer una especie de “iniciación” con todos los chicos. Así fue como el chico terminó enredado con Heidi, la co-capitana del equipo.

La fama del hecho no llegaría si tal cosa no se sabía, de forma que hicieron esparcir el chisme como pólvora y pronto llegó a los oídos de Jane. La rubia quedó como una estúpida, y fue señalada por todos durante mucho tiempo, aún más cuando ella decidió darle una oportunidad a Dimitri y regresar con él. Efectivamente, el amor no es color de rosas.

 

Capítulo 22: Decisiones Capítulo 24: Momento Incómodo

 
14442853 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10759 usuarios