Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32483
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 29: La Excursión

CAPITULO XXIX

En la sala el ambiente no estaba calmado, Emmett y Jasper gritaban cosas sobre futbol que Isabella no entendía; Rosalie argumentó que le dolía la cabeza por los gritos de los chicos, así que se despidió luego de cenar y subió a la habitación que compartía con Tanya. Esme ni siquiera se unió a ellos, después de llevarles la cena argumentó que esperaría a Carlisle en su habitación para dejarles espacio a los chicos; para cuando Jasper y Alice se escabulleron silenciosamente, Emmett sintió el mal tercio de forma inmediata. Así que apagó el televisor y se excusó diciendo que iría un rato a su habitación.

La estancia quedó sumida en silencio, interrumpido solo por la respiración de Edward y Bella. La chica se había sentado en un sillón y él estaba justo al frente de ella, sentado una silla de aspecto victoriano, el cobrizo extendió una mano hacia ella y la chica dudó en tomarla, pero pronto estaba de pie, frente a él; Edward la jaló con sutileza y la obligó a sentarse en su regazo, pero ella nunca se negó, al contrario, rodeó el cuello de él con sus brazos y se pegó más a su cuerpo; el cobrizo aspiró el aroma de Isabella, aquel olor a fresas que tanto le gustaba; ella agachó el rostro apenas unos segundos y sus miradas se encontraron, en ese instante los labios de él se unieron con los de ella en un beso dulce, pero la lengua de ella delineando el contorno del labio inferior del chico, bastó para intensificar aquel beso. Los brazos de Edward rodearon la cintura de Isabella mientras las manos de esta se enredaron en su cabello; estaban sin aire cuando se separaron, pero había deseo en esa mirada, la mirada que ambos se dirigieron.

Un carraspeo. Su burbuja explotó. Edward desvió la mirada hasta la persona que había interrumpido aquel encuentro y su ceño se frunció de forma inmediata. En ese momento Isabella supo de quien se trataba, pero no quiso girarse, ni siquiera fue capaz de levantarse del regazo de Edward, pero no podría haberlo hecho, porque él aún la mantenía presionada contra su pecho, imposibilitando que se moviera.

— Pensé que dormías — fue lo único que comentó el cobrizo.

—Entonces aprovechaste para revolcarte con esta— aquello no era una pregunta, Tanya lo daba por sentado —No seas tan cínica, levántate de allí— habló con veneno, Isabella no le miraba, pero sabía que se estaba refiriendo a ella.

— ¿Qué quieres?

La voz de Edward sonó contenida, tensa, Tanya le miró durante unos segundos, evaluando sus facciones; no podía creer el cinismo de la situación —Soy tu prometida, no me puedes ver la cara de imbécil— habló entre dientes, Edward inclinó el rostro ligeramente.

— ¿Estás segura que ese hijo es mío?

La pregunta dejó frías a ambas mujeres, pero Tanya fue más rápida en reaccionar y lo hizo con furia — ¿Cómo te atreves a preguntarme eso? — Isabella sintió que debía levantarse, que debía marcharse; con pies apresurados, se fue sin decir más.  

Edward recorrió con la mirada el camino por donde Bella se había ido, y pronto volvió a centrar su vista en la rubia a escasos metros de él; ella había adoptado una pose retadora, casi indignada, tal vez él había preguntado algo que no debía pero una parte de él le decía que sus niveles no podían ser tan “buenos” como para embarazar a una mujer la primera vez, ¿y si ella estaba viendo a alguien? Él alzó una ceja.

—Lo pregunté porque tengo mis dudas Tanya, ¿estuviste con alguien más? — para ese momento, la rubia ya estaba frente a él, y la bofetada que le dio no fue menos dura que sus palabras siguientes.

—Eres demasiado cobarde al decirme eso; inventas cualquier excusa para intentar evitar creer en la realidad. Buscas cualquier excusa para salir corriendo a los brazos de esa mujer— aquella rubia lo miró con furia —Pero te equivocas en creer que puedes jugar conmigo y con ella, Edward. Tú eres mío, siempre lo fuiste, ¿recuerdas?

El cobrizo se quedó de pie, justo donde estaba, al tiempo que observaba como Tanya se perdía escaleras arriba. Un suspiro escapó de sus labios, ya ni siquiera el golpe que tenía en su mejilla le dolía tanto como la ofensa que ella fue capaz de hacer. Le había llamado cobarde, tal podía ser eso, un cobarde por amar a otra e intentar huir de sus responsabilidades; pero no lo era, él sabía que no lo era. Por primera vez, deseó serlo.

La mañana no fue más fácil que la noche, Emmett se mofó de su hermano mayor cuando observó el rasguño que tenía en la parte izquierda de su rostro y le preguntó abiertamente durante el desayuno si una gata le había atacado durante la noche, a lo que Rosalie respondió con bastante sorna.

—Yo creo que más bien, fue una zorra… dicen que tienen pesuñas largas.

La mirada que Tanya le había dirigido a Rosalie fue de muy pocos amigos, pero nadie reparó en ello, todos estaban más concentrados en la mirada de disculpa que Isabella le dedicaba a Edward quien, sin disimular si quiera, no le quitaba la  vista de encima a los labios de Isabella. Carlisle se había despedido argumentando que tenía que ir al hospital, y Esme hizo lo propio porque tenía que ir a su empresa, no sin antes prometer que llegaría con comida para el almuerzo, aunque Bella sugirió que ella podía prepararlo.

Ahora estaban en silencio en la sala, mismo escenario donde Edward se había ganado un sonoro golpe en su rostro. Isabella se encontraba sentada junto a Rosalie y Emmett; Jasper estaba en un sillón y Alice estaba sentada en el suelo, justo entre las piernas de Jasper. El cobrizo, por su lado, se había mantenido de pie, pues cuando tomó asiento, Tanya prácticamente le saltó encima y se pegó como lapa a su cuerpo.

— ¡Tengo una idea! — El grito de Emmett sacó a muchas de sus ensoñaciones —El día está grandioso.

Edward asoció el comentario de su hermano a una actividad al aire libre, cosa que le daba una excusa para alejarse de Tanya, pues no estarían en un espacio tan cerrado. La mente del cobrizo intentó deducir la idea del Emmett.

— ¿Propones ir de excursión?— preguntó Edward dirigiéndose específicamente a su hermano. El otro chico Cullen asintió y le regaló una sonrisa a Alice, que lo miraba con cierta ilusión.

— ¿Excursión? — Tanya estaba repentinamente irritada — ¿Con este frío? La nieve cubre el lugar.

Alice asintió desde su posición —Eso lo hace más interesante. Ni siquiera podrás moverte— Edward amó esa frase en silencio, Tanya ni siquiera podría moverse, eso era justo lo que había deseado desde que pisaron Forks.

—Edward y yo nos quedamos.

La rubia habló demasiado rápido, ¿acaso había decidido por él? Isabella alzó una ceja en dirección al chico, casi podía ver el reto en sus ojos, la castaña deseaba que se impusiera a su “prometida” —Lo siento Tanya— se adelantó a decir él —Voy a ir con mi familia, pero tú puedes quedarte.

La rubia se levantó bastante molesta y surcó a grandes pasos el salón hasta perderse escaleras arriba. Los chicos intercambiaron miradas durante unos segundos antes de que Rosalie rompiera el silencio.

—Ahora dinos la verdad Eddie, ¿quién fue? — Edward alzó una ceja sin comprender — ¿Quién te aruñó así? ¿Fue la zorra, como dije, o hiciste enojar a Bella?

La castaña se sonrojó de forma inmediata y bajó el rostro antes de que Rosalie rompiera a reír. El cobrizo había decidido dejar la duda en el aire y minutos después se marchó con Emmett y Jasper a subir algunas cosas a los jeeps. Alice se quedó con las chicas, seleccionando la ropa que usarían y, cuando todo estuvo listo, se encontraron en la cochera para planificar la ruta. Irían a Goat Rocks, aunque Rosalie se mostraba reacia por los osos, Emmett tuvo que explicarle varias veces que son criaturas que hibernan.

—Rose, ningún venado te atacará.

La rubia golpeó lo más fuerte que pudo el pecho de Emmett, pero este ni siquiera se encogió. Unas cuantas horas después, ya habían bajado de los jeeps e intentaban iniciar su excursión por la base de la montaña; atrás habían dejado algunos lagos, un par de ellos pequeño y congelados y otros que estarían lo suficientemente fríos como para morir de hipotermia. Ahora su meta era subir por lo menos al pico más bajo de una de la montaña, sucedía que a cada paso que daban, el viento parecía ser más fuerte y más frío.

Inconscientemente, Isabella se aferró el cuerpo de Edward para no caer, él la rodeó con sus brazos sin dudarlo y pronto fueron maravillados por la vista de aquel pequeño pico. No había demasiadas planicies desde allí, observaban algunas cuevas, pinos, lagos, un riachuelo que corría rápido y a bambi bebiendo de él. Emmett chilló al instante mientras señalaba al pequeño animal.

—Míralo Rose, es igual a Bambi, el de la película.

Edward rodó los ojos y empezó la caminata risco abajo, ayudando con bastante cuidado a Isabella. Ella no era muy buena en las excursiones, lo había demostrado las dos veces en las que hubo estado a punto de caer y el cobrizo había tenido que sostenerla. Ahora se encontraban en una de las pocas planicies del lugar, a pies de la montaña que acababan de bajar; Emmett había improvisado una fogata y  todos empezaban a rogar que ningún guardabosque se acercara a decirles que eso estaba prohibido.

Sentados alrededor de aquella pequeña hoguera, las preguntas comenzaron. Edward mantenía a Isabella rodeada entre sus brazos, justo sobre sus piernas; la escena podía de ser bastante tierna de no ser porque la prometida del cobrizo –y su hijo- lo esperaban en casa.

— ¿Qué sucede con Esme? Ayer nos preguntó algo muy a extraño a Bella y a mí.

—Mi madre sabe lo que pasó con Tanya, Rose— Edward suspiró y sintió como la castaña se pegaba más a su cuerpo, como si deseara aferrarse a él.

 — ¿Le dijiste todo?

—Desde mi profesión hasta el embarazos de Tanya, todo.

La situación comenzó a ponerse tensa tan pronto nombraron a la chica. Habiéndose dado cuenta de ello, los chicos decidieron que era hora de regresar a casa; se aseguraron de apagar bien la fogata y partieron en dirección a la “Mansión” Cullen. Para cuando llegaron, ya el crepúsculo había arribado, habían estado mucho tiempo fuera y Tanya los esperaba con ademán impaciente; Edward no hizo caso a sus llamados, tenía los músculos agarrotados por el frío y caminó directamente hasta su habitación.

El cobrizo no tardó en deshacerse de su ropa y entrar a la ducha, sintió el agua caliente en su cuerpo y fue relajante al momento, internamente él sabía que el hecho de que estuviera tenso no era solo por el frío de la montaña, sino más bien por la situación que estaba viviendo en su vida. Tan inmerso en sus pensamientos, y por el sonido del agua caer, no escuchó como la puerta del baño se abría, tampoco la de la ducha, pero unos brazos rodearon su cintura de forma inmediata.

En ese momento supuso que se trataba de Tanya, estaba tan molesto por aquello que no le fue sencillo detectar el olor a fresas que irradiaba la mujer que ahora acariciaba su espalda. La reacción de su cuerpo fue inmediata; Edward se giró y sus ojos se encontraron con el deseo en la mirada de Isabella. 

Capítulo 28: Confesiones Capítulo 30: Pasión Prohibida

 
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