Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32478
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 33: La Búsqueda

CAPITULO XXXIII

Isabella tiritaba de frío cuando Sue la acomodó en la tina con agua caliente; había enviado a Seth en busca de su hermana Leah y ahora la chica evaluaba la situación desde una esquina del baño. El vestido de Isabella había quedado tirado en el suelo de aquella estancia y ahora parecían unos harapos en lugar del monumental vestido que Alice Cullen había sacado de su closet esa tarde; el entrecejo de la mayor de los Clearwater se encontraba fruncido y a Sue, sentada en una silla frente a la tina, no le pasó desapercibido.

—Di lo que tengas qué decir— comentó observando el rostro de Leah.

—Esto parece muy extraño mamá. ¿Has visto su vestido? No parecía haber sido comprado en una tienda de la reserva, tampoco se ve la clase de chica que te encuentras en las fiestas de la Push. Incluso dudo que sea de aquí.  

Sue suspiró teatralmente y negó con la cabeza —Esas son demasiadas conjeturas. Y no quiero que expongas ninguna de ellas antes de que esta niña decida decirlas, lo importante es que esté bien.

—¿No crees que deberíamos llamar al Doctor Cullen?

—Leah, por Dios, estamos en vísperas de noche buena, no vamos a llamar al Doctor Cullen por esto. Si mañana su temperatura no ha subido, la llevaremos al hospital de la reserva y esperaremos a que ella misma nos diga a quien podemos llamar.

La muchacha resopló antes de que su madre pudiera seguir hablando y abandonó el baño argumentando que esperaría afuera a que la castaña estuviera lista. Seth atacó con preguntas a su hermana cuando esta salió de la estancia, pero ella no tenía grandes respuestas para él, así que este último decidió dejar la situación por la paz.  Para cuando Seth volvió a entrar a su habitación, un par de horas después, Isabella se encontraba en un albornoz rosa y se había metido entre las sábanas, sus ojos ya estaban abiertos, pero seguía tiritando por el frío; Sue, frente a ella, insistía en darle una cucharada de caldo de pollo para la temperatura.

Isabella estaba asustada, no sabía quiénes eran esas personas, pero no tenía ganas de salir corriendo a enfrentarse al bosque para encontrar el camino de regreso a la Casa Cullen; tampoco quería regresar a esa casa, no esa noche, no con la propuesta de matrimonio tan palpable. La castaña observó el rostro de preocupación de la mujer frente a ella y por fin aceptó el caldo que le ofrecía, un suspiro de alivio salió del cuerpo de Seth, y eso bastó para atraer la atención de Isabella.

 Al otro lado de aquel espeso bosque, donde aún llovía, los Cullen no parecían relajarse tanto con la desaparición de la castaña. Habían tenido que hacer un teatro frente a los Denali para que ninguno se percatara de la preocupación, aunque palpable, por la situación; pero una vez que se hubieron ido, Edward había estallado casi como una granada. Le había gritado a Tanya que desapareciera cuando empezó a despotricar por el hecho de que el cobrizo se preocupaba por Isabella y, con cara de pocos amigos, la prometida “oficial” del mayor de los Cullen, había desaparecido en la habitación que compartía con Rosalie.

Dos horas habían pasado desde la desaparición de Isabella, todos habían esperado impacientemente que ella cruzara esa puerta completamente empapada por la lluvia; pero ella nunca llegó. Para ese momento, Edward ya no soportaba más, se había quitado su absurdo traje y ahora caminaba en dirección a la puerta solo con una linterna y con un par de impermeables, uno que traía puesto y otro que llevaba en su mano; Jasper y Emmett lo flanqueaban igualmente con linternas y Carlisle hacía un par de llamadas desde el estudio para ver si podía conseguir a algún guardabosque que le ayudara con la búsqueda. Esme  y Rosalie preparaban té en la cocina y Alice miraba el frío bosque desde los ventanales de la sala, lo observó hasta que las luces de las linternas de los chicos desaparecieron entre la maleza.

Los intentos de Edward por controlarse eran en vano; le había dicho a su hermano y a Jasper que se quedarían unidos, pero era él el que casi corría unos metros adelante mientras buscaba desesperadamente rastros de la chica. Miraba el suelo como si pudiese ver huellas con ayuda de la linterna, pero la lluvia caía tan fuerte que cualquier indicio de huella, habría sido borrada un par de horas atrás, cuando la misma Isabella pasó por ese lugar, si es que pasó, eso ninguno de los que la buscaban lo sabía.

Emmett golpeó el tronco de un árbol de forma frustrada, soltó un gruñido sin importarle si quiera que sus nudillos se encontraban sangrantes por la fricción que las astillas de la mirada habían ejercido contra su piel. Jasper era el más tranquilo de todos, al menos eso era lo que demostraba, su máscara de paz de alguna forma intentaba enfundarles a sus acompañantes la calma que necesitaban, pero no era algo que los otros dos hombres podían absorber. De hecho, a Edward empezaba a molestarle que Jasper estuviera tan tranquilo, sin embargo, a esas alturas todo le molestaba.

El mayor de los Cullen se dejó caer en un tronco caído, sentado en él volvió a pasar la luz de su linterna por el lugar y en ese momento fue que los vio. Los zapatos de Isabella estaban esparcidos, uno antes de una rama en el suelo y el otro después, supuso entonces que ella se había tropezado con aquellos tacones. Maldijo internamente, tal vez ella estaba herida.

—Emmett, Jasper, miren— señaló los zapatos con rapidez y el otro Cullen se adelantó a señalar un sendero recto que estaba a la izquierda del tronco donde Edward había tomado asiento.

— ¿A dónde lleva? — preguntó un Jasper dudoso.   

Emmett negó con la cabeza y se adelantó por aquel sendero, aquel par de chicos lo siguió de cerca. Ninguno de los Cullen conocía el bosque de noche, aunque había sido su zona de juegos cuando eran niños; ahora aquella zona parecía demasiado peligrosa, un área que no deberían cruzar, pero allí estaban, haciéndolo por Isabella.

No tuvieron rastros de ella durante otras dos horas que recorrieron. El celular de Edward sonó y él se excusó con Esme diciendo que regresarían pronto, para cuando el chico cortó la comunicación, ya se encontraban muy cerca de la Push. Emmett suspiró.

—No creo que Bella tenga tanta coordinación como pare llegar sola hasta la Reserva— comentó.

Edward asintió, además, era tarde, debían regresar porque sino la salud de Esme seguramente empezaría a fallar, se lo había prometido a su madre. Sin embargo, de la misma forma se prometió que mañana, a penas saliera el sol, iría a la Reserva y preguntaría casa por casa a ver si alguien sabía algo del paradero de Isabella.

La mañana llegó de forma rápida, Isabella se vistió con una ropa que Leah le había prestado y tuvo el desayuno en cama porque Sue insistió en que estaría muy débil como para caminar hasta el comedor; desde el punto de vista de la castaña, la mujer estaba exagerando. Había estado hablando con Seth y hasta ese momento sabía que la había encontrado inconsciente en el bosque cerca de la Push, mientras él buscaba madera para la fogata, fue entonces cuando los recuerdos de la noche anterior la embargaron y su rostro se desconfiguró con una mueca de dolor.

—Hey, ¿Qué pasa? — la preocupación en la pregunta de Seth era palpable, pero ella no sentía que él era el indicado para escucharla llorar mientras le narraba lo que había sucedido la noche anterior, aún cuando él había sido su salvador.

—Lo siento, es que… no es sencillo recordar. Creo que…

Una voz del otro lado de la puerta la hizo callarse en seguida mientras intentaba afinar sus oídos para comprobar lo que estaba escuchando; pero conocía aquella voz aterciopelada, sabía quién era.

—Mi hijo la encontró en el bosque, había perdido la consciencia y como no vio a nadie cerca, decidió traerla.

—No sabe lo mucho que se lo agradezco, Sr. Clearwater. Mi familia y yo la estuvimos buscando ayer hasta muy entrada la madrugada, pero no dimos con ella— parecía apenado en lo que decía.

—Aquí ha estado muy bien cuidado, no te preocupes— acto seguido, Sue abrió la puerta de la habitación y los ojos de Isabella se cruzaron con los de un Edward bastante demacrado, parecía como si hubiera pasado la noche en vela.

El cobrizo no dudó en acercarse a la cama donde la castaña reposaba, lo que hizo que Seth se levantara en seguida y se posicionara junto a su madre en un extremo de la habitación. Edward se había inclinado sobre su propio cuerpo y estudiaba las facciones del rostro de Isabella, alzó apenas uno de sus dedos para delinear un pequeño trazo que había quedado como rasguño de una rama la noche anterior.

—Todo es mi culpa— susurró.

Isabella sintió como el corazón se le encogía al verlo así, tan vulnerable, tal vez a él también se le habría encogido al ver el estado en el que ella se encontraba la noche anterior. Tal vez había sido lo mejor que Seth la encontrara, porque así Edward no habría tenido que sufrir todo lo que ella sufrió mientras sollozaba en el suelo de aquel bosque, mientras corría sin rumbo entre la maleza. Isabella lo miró durante unos segundos y negó con la cabeza.

—Hiciste lo que tenías que hacer— murmuró consciente de que tenían compañía en la habitación.

—Pero te hice daño.

—Me di cuenta muy tarde de que no quería ser masoquista, de que no quería presenciar eso; si lo hubiese visto antes… Ni siquiera hubiera asistido a esa cena. Fue mi  culpa.

Edward levantó uno de sus dedos y acalló los labios de Isabella mientras se acercaba a ella y rodeaba su cintura con uno de sus brazos; ella tardó apenas unos segundos antes de corresponder aquel abrazo y pegarse a aquel pecho protector. Después de aquello, las despedidas fueron inminentes, Edward había querido cargar a Isabella hasta el jeep, pero ella le aseguró que estaba bien. Una vez estuvo a escasos metros del auto, se giró para observar a Seth y a Sue, que caminaban muy cerca de ella.

—No sé como agradecerles lo que hicieron por mi— dijo Isabella, dudando de si esas eran las palabras adecuadas.

—Tal vez puedas regresar— se adelantó a decir Seth, él era un par de años menor que la castaña, tendría entonces unos 17, lo que le dio cierta ternura a la chica —Mañana haremos una fogata aquí, tal vez quieras venir.

Isabella asintió ante la propuesta y subió rápidamente al jeep con la ayuda de Edward, quien no se marchó sin antes volver a agradecerle a los Clearwater su hospitalidad.

—Así que Seth te ha invitado a regresar— fue lo primero que dijo el cobrizo cuando estuvieron lo suficientemente lejos.   

La chica liberó una corta carcajada y negó con la cabeza —Es un niño.

—Lo sé— pareció estar feliz de ello —Ven aquí— Edward palmeó un lugar más cerca de él e Isabella no dudó en acercarse y recibir el calor de su brazo protector. Lo necesitaba, solo Dios sabía cuánto. 

Capítulo 32: Escape

 
14443050 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10759 usuarios