Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32464
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 15: Descubriendo Secretos

CAPITULO XV

El piso de los Cullen en New Haven era algo que nadie podía ignorar; ciertamente era un pent-house, pero el edificio le recordaba a Isabella los pisos de New York; New Haven no era una ciudad cosmopolita, su actividad diaria se debía a la gran cantidad de universitarios que vivían en ella por la Universidad de Yale, de no existir esa universidad, posiblemente New Haven hubiese sido un pueblo pesquero que nunca se hubiese visto obligado a crear pubs, bares y restaurantes modernos, ni tampoco esos grandes edificios como en el que los Cullen compraron su piso. Isabella había llegado con Alice hacía ya una hora, y aún seguía observando el lugar como el primer momento que lo vio; la menor de los hermanos había pillado a Isabella con los labios ligeramente separados, su boca estaba apenas abierta mientras contemplaba el lugar; vaya vergüenza que se llevó cuando Alice le gritó desde la cocina «Hey Marie, cierra la boca», sus palabras fueron acompañadas de risas, pero Isabella se sonrojó en seguida. «Te han pillado rápido», pensó en ese momento.

Ahora se encontraba sentada con una chica con la que jamás esperó compartir sino en sus sueños más secretos, esos sueños donde se imaginaba a Edward como “algo más” en su vida y a Alice Cullen como la amiga que nunca tuvo, como su hermana. Si, ahora Bella se sentía como una estúpida al pensar que Edward le daría una oportunidad de ser algo más que simples conocidos, o viejos amigos, se sentía estúpida por creer que él podía sentir algo por ella; claro, él le había dicho que se había enamorado de un imposible, pero no era lo que había demostrado cuando salió de la mano de Tanya.

—Tengo unos zapatos como esos— comentó Alice, atrayendo completamente la atención de Isabella, quien se había mantenido absorta desde que pisó el lugar —No te lo he preguntado, pero ¿eres de por aquí?

Se refería a New Haven, y Swan debía pensar bien sus siguientes respuestas pues, sabía que si decía que no era, tendría que responder de dónde, y no sabía bien que era lo que debía decir; «Si digo que soy de Connecticut, va a asociarme con Edward. Él me aseguró que no le había contado sobre mí, pero tal vez estaba mintiendo… Tal vez yo también deba mentir y si Alice pilla la mentira, pues solo tal vez tenga que decirle la verdad», se dijo a sí misma mientras sus ojos se encontraban con la mirada clara de la chica Cullen.

—Soy de Phoenix— Isabella no le había mentido, pues desde que tenía 15 y los Dwyer la adoptaron, había vivido en Arizona junto a su familia adoptiva —Y creo que tu tampoco eres de aquí— comentó de vuelta, claro que ella ya sabía la historia, Edward se lo había contado en una de las visitas al orfanato, sabía que su familia era originaria de un pueblo en la península de Olympic, Forks, para ser exactos.

—No, ¿Tanto se me nota? — Alice liberó una corta carcajada y acomodó su posición en el sillón en el que se había echado —Mi familia y yo somos de Forks, Emmett y yo vinimos a New Haven cuando decidimos estudiar en Yale.

A todas esas, la castaña nunca había preguntado cuál era la carrera de los hermanos de Edward — ¿y qué es lo que estudias? — soltó ella de repente.

Cullen pareció haber estado esperando la pregunta que Isabella hizo, le mostró una sonrisa complaciente  a la chica y asintió con lentitud.

—Pues a mí siempre me encantó el diseño grafico, y no podía decidirme entre eso y la arquitectura. Al final decidí por la última opción— ella parecía estar orgullosa de su decisión —No entiendo como Edward no me pidió que decorara este lugar— estaba decepcionada con ese comentario, o al menos era eso lo que indicaba su suave tono de voz.

Escuchar el nombre “Edward” empezaba a dolerle cada vez más a Swan, lo escuchaba de boca de Alice, y su mente lo gritaba a todo momento, le dolía tenerlo tan presente y saber que él no la tenía presente a ella. El elevador se abrió en el piso y la campanilla del aparato sonó; la chica Cullen e Isabella giraron sus cabezas al mismo tiempo y las risas de una mujer hicieron que Alice levantara una ceja, pronto Tanya, la rubia exuberante que colgaba del brazo de Edward hacía unas horas atrás, se materializó con el mismo chico, quien se quedó de piedra cuando sus ojos se encontraron con los de Isabella. Tanya no entendió en un principio porque el cobrizo ya no caminaba y, después de seguir la línea de su mirada, se encontró observando con curiosidad a Swan; luego de unos segundos en los que la muchacha dejó de ver a Edward para centrarse en Tanya, detectó que lo que había parecido curiosidad en un principio, se había convertido en recelo.

Alice carraspeó para atraer la atención de los interpelados, ese fue el momento justo en el que Isabella creyó que podía retirar la mirada del rostro de Tanya sin parecer que lo hizo porque estaba intimidada aunque, claramente, ese había sido el caso. El cobrizo observó a su hermana con rapidez y en su mirada se veía como exigía una explicación de su compañía, a lo que Alice solo sonrió, casi como si supiera que había hecho una travesura.

—Marie— Tanya fue la primera en hablar, a pesar de que la menor de los Cullen ya había separado los labios para hacerlo —Creí que tenías que estudiar para un examen.

A Isabella le tomó unos cuantos segundos procesar que posiblemente Edward le había inventado a la rubia que ella había tenido que marcharse a estudiar;  «Claro, el muy imbécil no le va a decir que dejó de hablarme porque decidió terminarme sin ni siquiera haber comenzado nada», tuvo ganas de golpearse al recordar que había sido el cobrizo quien la terminó, antes de que ella se diera cuenta de que esa ilusión que le había durado tanto tiempo, no iba a poder cumplirse.

—Eh…— intentó hablar Isabella, «Vamos tonta, tienes que decir algo». Nada.

Edward observaba el rostro casi compungido de aquella castaña, sin entender la razón por la que ella visitaba su piso. Sin embargo, sabía que la pregunta de Tanya tenía doble sentido; la rubia sabía que él se había enamorado de Isabella, pero no podía saber quién era, él se atrevería a apostar que Tanya solo comentaba aquello para que Isabella cayera. Se adelantó entonces a responder.

—Vamos Tanya, no me digas que nunca te saltaste tus deberes por salir con una amiga— «¿Desde cuándo Alice y ella son amigas?», se preguntó él en seguida, pero no obtuvo respuesta de su propia mente «Apenas es martes, ayer cuando nos vimos no me comentó nada de Alice. No pueden ser grandes amigas porque Bella me lo hubiese dicho» ¡Bingo!, Edward se acercaba a la verdad con cada paso que su mente daba. Pero intentó controlarse, la confusión no podía notarse en su rostro, eso pondría sobre aviso a Tanya y él no querría soportar una escena de celos el primer día de una supuesta “reconciliación”.

—Lo hice— respondió la rubia secamente —Pero rechazó tus tutorías porque debía estudiar y ahora está con tu hermana…— la vista de la mujer se centró en Isabella y en ella, había superioridad, casi como si la observara por encima del hombro —¿O es que buscabas a Edward? — Tanya había entornado sus ojos, como si estuviera a punto de enjuiciar a alguien.

Para ese momento, Alice ya se encontraba de pie, Isabella en cambio, parecía haberse quedado tiesa en el sillón junto al que ocupaba la chica Cullen segundos antes. A esta última no le agradó nada la forma en la que Tanya se dirigía a Swan, casi como si quisiera sacarle una información a la fuerza.

—Disculpa, linda, pero Marie viene conmigo— explicó Alice, utilizando la misma mirada altiva con la que la rubia se había referido a Isabella o, como ella le conocía, “Marie” —De hecho, ni siquiera yo esperé encontrármelos aquí. Por cierto, ¿Cuál es tu nombre? ¿Nathya? — los labios de Tanya se abrieron como si fuera a decir algo, posiblemente iba a corregir su nombre de la boca de Alice, pero Edward la detuvo en seco.

—Invité a Tanya a conocer el piso— El cobrizo había puesto especial acento en la palabra “Tanya”, tal vez solo para aclararle a Alice que no le gustaba ese juego de palabras que se había inventando con el nombre de su chica.

Isabella se sentía pesada y solitaria en aquel sillón; agradecía mentalmente haber dejado de ser el centro de atención de la mirada de la rubia, incluso la de Edward, pero al mismo tiempo había pasado a ser un cero a la izquierda y pensaba que estaba sobrando en aquella conversación. Habiendo decidido esto mentalmente, ella se puso de pie para encarar a la hermana del cobrizo.

—Hey Alice, es mejor que me vaya— se adelantó Isabella.

La mirada que la pequeña Cullen le dirigió, le hizo a Bella arrepentirse en seguida de lo que había decidido; aquello parecía ser una lucha de poder entre Alice y Tanya, si Isabella se marchaba, significaba que Tanya había conseguido lo que buscaba pues, ante los ojos de Cullen, ese comentario hacia “Marie” no había sido con otra intención de hacer que sintiera que sobraba en el lugar, y ella no iba a permitir que la rubia lo consiguiera tan fácilmente.

—No es necesario Marie. Edward solo vino a enseñarle el piso, se irán pronto.

Ante las palabras de Alice, el rostro de Taya fue de muy pocos amigos, se sentía repentinamente furiosa porque Edward no había dicho ni una sola palabra para defenderla de lo que –según ella- eran ataques de su hermana; «Claro, es que la prefiere a ella», se dijo a si misma, mientras le soltaba la mano al cobrizo y aprovechaba para cruzarse de hombros. Edward, por su parte, carraspeó por el comentario de Alice y asintió seguro de que efectivamente, era lo único que haría en su piso; «Tengo que salir de acá y sacar a Tanya conmigo. Esto se va a poner feo como Alice siga tratándola así», planeó con rapidez aquel cobrizo.

— ¿Solo eso? — insistió la rubia.

—Eh…— la mirada de Edward se cruzó con la de Isabella durante unos segundos, fue lo único que dio fuerza a su respuesta —Solo eso.

Ciertamente, ese era el momento en el que Alice se imaginó que Tanya chillaría indignada y se marcharía por donde vino, tal como lo había hecho la mañana anterior en la cafetería donde la confundió con Isabella; sin embargo, la rubia no movió ni un solo músculo, de hecho, ni siquiera los músculos de su cara se habían contraído, lo que quería decir que no había expresión en ellos. Fuera de la máscara de superioridad que parecía cubrirle siempre, no había nada nuevo antes las palabras de Edward, que Alice pudiera usar a su favor para picarle.

—Entonces empecemos— una de las manos de Tanya se pasó por la nuca del cobrizo, la acarició con suavidad y una sonrisa pícara se situó en su rostro.

Isabella tuvo que luchar por forzar una sonrisa, casi como si fuese gracioso lo que estaba viendo, aunque la verdad era que le partía el alma ver como aquella mujer lo tocaba y él no hacía nada para evitarlo, aún estando frente a ella. Alice pareció notar aquello y su mirada se centró en el rostro de Isabella, empezaba a sospechar en ese momento.

—Marie— llamó, pero Bella no dijo nada, no pareció haber caído en cuenta que la llamaban a ella —Marie— insistió.

La morena giró su rostro para encontrarse con la mirada interrogativa de la chica Cullen; ese fue el momento en el que Tanya jaló de la mano a Edward y se perdieron en un salón de puertas corredizas, algo que Alice había llamado “estudio” cuando llegó con Isabella al piso. La chica no quiso prestar real atención a que la rubia se había llevado a Edward fuera de su vista, luchaba por no hacerlo, ahora su intención era concentrarse en Alice.

—Tú no eres Marie— afirmó esta última.

Ante los ojos atónitos de Isabella, un pensamiento adornaba su mente: «Mierda, lo sabe». 

Capítulo 14: Una Mala Decisión Capítulo 16: Las Bragas en el Sillón

 
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