Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32468
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 16: Las Bragas en el Sillón

Este capitulo tiene contenido sexual, abstenerse si cree que puede herir su susceptibilidad.


 

CAPITULO XVI

Las manos de aquella rubia recorrieron el pecho marmóreo de Cullen. Ella se había encargado de cerrar las puertas corredizas del estudio y pasarle el seguro, ahora, minutos después, se encontraba sentada con cada pierna a un lado del cuerpo del cobrizo; a horcajadas sobre él, sus caderas se movían en un vaivén, como si deseara provocarle con cada movimiento. Los ojos de él estaban centrados en el rostro de Tanya, quien no hacía más que sonreír de forma juguetona. «Me está provocando», pensó Edward, y acompañó su afirmación mental con un muy oportuno «No puedo dejar que lo haga, pero mierda…», su pito, prisionero bajo sus pantalones no podía decir lo mismo.

Ella se dio cuenta de la erección del cobrizo, y no dejó de moverse hasta que decidió que sus labios debían buscar los suyos; en un movimiento rápido, una de las manos de Tanya se enredó en el cabello cobrizo de Edward mientras su boca buscaba la del hombre, no era un beso tierno, ni siquiera un beso de reconciliación. Aquellas lenguas danzaban como si nunca se hubiesen visto antes, y por un momento él se sintió rememorar las veces que lo había hecho con ella mientras aún eran novios. Ella era una mujer exuberante, y sabía lo que debía hacer con un hombre; lo demostraban sus manos bajando hacia la línea de botones de la camisa del cobrizo, los mismos que ella desabotonó con una lentitud tortuosa. Edward se encontraba jadeante en aquellos labios, falto de respiración, pero Tanya apenas se separó de ellos para admirar el pecho desnudo del cobrizo; mordió su labio de forma provocativa y sus ojos volvieron a encontrarse con los de él. Edward ni siquiera pensaba en lo que estaba pasando en ese momento, intentó resistirse, pero una erección era algo muy difícil de controlar. Sus manos alzaron aún más el vestido que Tanya se había puesto y la rubia quedó de un minuto a otro, exhibiendo unas preciosas bragas de encaje, a él las bragas no eran algo que le interesaba, pues deseaba verla más sin ellas que con ellas. Las manos de Edward apretaron los muslos de la rubia y ella pegó más su cuerpo al de Edward.

Los ojos de él bajaron hasta en escote pronunciado que Tanya llevaba y se encontró distraído con los pezones duros de ella. La rubia levantó el rostro de él, obligándola a verla directamente.

—Parece que usted, Sr. Cullen, se ha portado muy mal — El rostro interrogativa del cobrizo la hizo sonreír triunfante —Aún no te has atrevido a tocarme.

Tanya se le ofrecía en bandeja de plata en ese momento, y él no dudó en apretar con más fuerza los muslos de ella, obligándole a pegarse a su cuerpo, los labios de Edward atacaron los de ella y su lengua parecía danzar a un ritmo más desesperado que la de ella. Las manos del cobrizo subieron por la espalda de la rubia  y, una vez que detectaron la cremallera de su vestido, la bajaron con destreza. Ella se separó apenas para quitarse las mangas y los ojos del cobrizo se centraron en los perfectos senos de ella, sus pezones podían verse erectos aún debajo de la tela de su bracier.

—Lo que parece, es que usted tiene mucha ropa— respondió él con el mismo tono que ella había adoptado antes.

Tanya llevó su mano a su espalda y retiró el bracier con rapidez, allí, a medio desnudar, tomó una de las manos de Edward y la puso sobre su seno derecho. Una sonrisa pícara le indicó lo que quería; el cobrizo masajeó con suavidad hasta que su boca capturó el pezón de la rubia, ella gimió despacio, intentando controlar el tono en que lo hacía. Los movimientos de la lengua del hombre sobre aquella parte de su cuerpo, la obligó a morder su labio inferior para reprimir un nuevo gemido.

Al otro lado de las puertas corredizas, justo en la sala, Alice observaba a Isabella mientras se cruzaba de brazos. Hacía un par de minutos le había dicho que sabía que ella no era Marie, y la castaña se había quedado tan perpleja que fue incapaz de idearse una respuesta oportuna para esa ocasión.

— ¿De qué hablas? — fue lo único que alcanzó a decir.

Alice Cullen suspiró y cambió el peso de su cuerpo de una pierna a la otra —Vi como mirabas a Edward y saqué mis conclusiones— por un momento, el rostro de Isabella adquirió un tono rojizo en sus mejillas, pero Alice se adelantó a negar con rapidez —No soy adivina. Es cierto que soy observadora, pero no pude haberme dado cuenta de algo así con solo mirar— Isabella liberó un suspiro de alivio —Tranquila, anónima. No eres tan evidente.  

Swan intentó sonreírle a la chica Cullen, pero a duras penas pudo hacer una mueca. No entendía como era que aquella muchacha sabía que no era en realidad “Marie Dwyer” si ni siquiera el propio Edward se lo había contado, y sabía además que Jane y Alec serían incapaces de decir algo así.

—No lo entiendo— murmuró Isabella.

Alice asintió con lentitud y tomó asiento en el sillón que había ocupado minutos antes, palmeó el asiento a su lado en seguida, pero Swan estaba prácticamente pegada al suelo. No se movía y su rostro se mantenía inexpresivo, ni siquiera sabía que pensar al respecto. Cullen insistió en que la chica tomara asiento, así que se estiró apenas para jalar el brazo izquierdo de Isabella, quien después de pensarlo un poco más, tomó asiento junto a la hermana de Edward.

—Últimamente me he vuelto muy observadora. Emmett me contó sobre la nota que le enviaste con tu número a Edward…— en vista de que Isabella no negó en ningún momento, Alice tuvo que ahogar un gritito de felicidad cuando supo que, efectivamente, estaba frente a Isabella Swan —Así que le pedí a Agatha que me hiciera el favor de tomar la nota de los pantalones de Edward, porque seguramente él se olvidaría de sacarla de allí. Yo no estaba equivocada, el muy idiota dejó la nota— Swan prestaba atención a todo cuanto Alice decía, pero aún no podía entender a donde iba todo eso —Guardé tu número en mi celular, y llamé ayer en la tarde, ¿Lo recuerdas?

Isabella se quedó perpleja. Ni una palabra salió de su boca, «¿era ella?». Sus ojos se centraron en los de Alice, en serio quería responderle pero su memoria se remontaba al día anterior, mientras hablaba con Jacob en la playa, justo cuando su celular sonó y ella contestó, cuando nada se escuchó del otro lado de la línea.

—¿Llamaste solo para escuchar mi voz? — la voz de la chica sonó repentinamente irritada, pero Alice no se inmutó.

—Sólo digo de que si no se te hubiese ocurrido escribir “Isabella Swan” en la nota que le diste a Emmett, nunca hubiese imaginado que Marie e Isabella eran la misma persona. Pero había escuchado la voz de Isabella que, casualmente era la misma voz de Marie— ¡Touché! —Además, no estaba segura de que eras tú, pero decidí arriesgarme Isabella— ahora Alice se daba el derecho de llamarle por su verdadero nombre — ¿Sabes? Esperaba que lo negaras todo cuando empecé a hablar, pero no lo hiciste, y eso solo me confirmó mi sospecha.

Isabella tragó en seco durante unos segundos, se acababa de dar cuenta que Alice nunca supo la verdad, simplemente lo intuía y ella fue demasiado idiota y acabó por confirmárselo. Suspiró intentando calmar los nervios que comenzaban a aflorar a raíz de aquella declaración.

—Alice, no puedes llamarme Isabella— advirtió en seguida.

Cullen no comprendía bien la situación, imaginó que lo de “Marie” e “Isabella” solo era un juego entre ella y su hermano para ocultar una especie de relación, pero, por la voz de la castaña, se notaba que en serio prefería mantener oculta su identidad.

—Está bien, pero no lo entiendo, ese es tu nombre ¿no? — Alice miraba a Isabella con mucho interés.

—Lo es…— guardó silencio durante unos segundos —Creo que Edward no te lo ha contado, pero nos conocemos desde hace mucho tiempo, cuando él hacía sus prácticas médicas en el orfanato— los ojos de Alice se abrieron solo un poco.

—¿Eres adoptada?... Oh claro, eso explica el Swan y el Dwyer— en vista de que Alice se auto respondió, Isabella asintió.

—Empecé una nueva vida, Alice. Nadie sabe sobre mi adopción y en serio prefiero que siga siendo así.

La chica pareció meditarlo durante unos segundos —Parece que compartimos un enorme secreto para el poco tiempo que nos conocemos— Cullen no tardó en echarse a reir e Isabella quiso corear sus risas, pero estaba tan sorprendida por lo que acababa de pasar, que solo fue capaz de asentir —Tranquila Isabella, nadie va a saber esto… a excepción de Emmett, Jasper y Rosalie— los ojos de la chica se abrieron como platos inmediatamente.

—No, Alice. No puedes contárselo a nadie— su mirada se volvió suplicante.

—Hey, cálmate. Emmett es mi hermano, Rosalie su novia y Jasper es mi novio, hermano de Rosalie— le sonrió en seguida, intentando tranquilizarla —Es como si todo quedara en familia— «Una familia que acabo de conocer», pensó la muchacha.

Pronto, Alice pareció haber recordado algo —Edward tendrá que explicarme por qué no me dijo nada de esto, y también tendrá que decirme quien es esa rubia con la que se encerró— instintivamente, Isabella volvió la mirada a las puertas corredizas.

—Ella es su ex prometida. Tanya Denali— la mirada de la chica Cullen se encontró con la de Swan durante unos segundos, en ese momento supo que había cometido un error —¿No-no… lo sabías? — tartamudeó al preguntar.

La menor de los Cullen suspiró, intentando calmarse, estaba indignada porque su hermano no le contó algo tan importante —Pues parece que no es tan “ex” — se dio cuenta en seguida que no había dicho algo bueno, observó el rostro de Swan con la disculpa grabada en su cara —Oh lo siento cielo, no quise decir eso…

—No importa— la interrumpió Isabella, fingiendo que el asunto no era de su incumbencia —Alice, tu hermano y yo no tenemos nada.

—Y es precisamente eso lo que no me gusta— negó con la cabeza —Quisiera verlo contigo antes que con esa tipa, Tanya. ¿Viste como te miró?— Isabella asintió en seguida.

—Lo noté. Ella sospecha algo— Swan le dirigió una mirada temerosa a Alice, pero ella negó con la cabeza.

—Bella, Edward no va a decirle nada a Tanya.

Isabella alzó una ceja en dirección a la chica Cullen, sin poder creerle del todo —Está con ella ¿no?. Me dijo que no tenían nada y se encerró con ella en el estudio. Si me mintió allí puede mentirme cuando dice que va a guardar silencio.

A Alice le costaba procesar toda la información, no entendía cómo era posible que su hermano fuera a casarse y no le dijera nada; ahora, que había regresado con la misma mujer, su ex prometida, ni siquiera se había enterado. Sin embargo, si algo tenía que decir de Edward era que su hermano era incapaz de contar algo tan personal, él era muy discreto.

—No es porque sea mi hermano, Bella. Pero Edward no va a contar algo tan personal, mucho menos si tiene dos dedos de frente— Swan frunció el entrecejo en seguida, sin comprender del todo las palabras de Alice —Vi como te miraba, y si yo lo vi, Tanya también lo vio. Por eso ella desconfía de ti y él no va a darle un arma que pueda usar en tu contra.

De un momento a otro, Alice se levantó del asiento que había ocupad en el sillón junto a Isabella.

—¿A dónde vas? — preguntó la castaña.

—Es hora de que Edward me dé una explicación — «Oh sí, claro que sí. Esa tal Tanya tendrá que sujetarse a mi hermano con los dientes, porque de mi cuenta corre que lo suyo no dure mucho tiempo», pensó en seguida.

—Alice, no vayas— Cullen no prestó atención y caminó hasta las puertas corredizas.

Allí, del otro lado de las puertas, la boca de Edward recorría el cuerpo desnudo de Tanya, recostada sobre el sillón en el que habían estado sentados, su lengua se paseaba por el abdomen plano de aquella mujer mientras ella se esforzaba por no emitir ningún gemido. Aquellos labios recorrieron un trayecto hasta su sexo, humedecido por la excitación que el momento estaba produciendo; estaban haciendo lo prohibido, y lo prohibido era atrayente. Podrían ser descubiertos en cualquier momento y eso los hacía más deseosos.

Un par de toques en la puerta hicieron que Edward se despegara de Tanya inmediatamente. La rubia lo miró con mala cara, pero él no hizo caso. Subió su pantalón y le hizo una seña para que se colocara su vestido nuevamente. El cobrizo abotonó con rapidez su camisa y tomó asiento en la silla de cuero detrás de su escritorio, aquel era un muy mal momento, tenía una maldita erección que amenazaba con estropear sus pantalones.

La cara de pocos amigos de Tanya se hizo aún más evidente cuando Edward le indicó que ella debía abrir las puertas. La mujer respiró profundo, hizo lo posible por acomodar su cabello y abrió la puerta, dando paso a una Alice que fijó la vista en todo el lugar, en especial en las bragas que habían quedado ocultas justo debajo del sillón donde ellos había empezado su juego. Tanya no se había percatado del detalle, su mirada estaba centrada en unos ojos que la observaban del otro lado de la sala.

—Por lo menos puedes tener la decencia de recoger tus bragas— el tono de voz de Alice Cullen señaló un fingido “asco” por lo que la mujer acababa o estaba “a punto de” hacer con Edward. Claro, para Alice era algo normal, pero no tenía intenciones de comprender a aquella rubia, simplemente no le terminaba de agradar en lo absoluto.

Edward, detrás del escritorio, había palidecido completamente después de las palabras de Alice —Tú y yo tenemos que hablar— y aquella era la voz de su hermana nuevamente —Y tú— su mirada se dirigió a Tanya —Será mejor que recojas tus bragas. 

Capítulo 15: Descubriendo Secretos Capítulo 17: El Principe y el Lobo

 
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