Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
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Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 31: Intrigas

CAPITULO XXXI

Eran cerca de las 8 de la mañana cuando Alice y Bella se adentraron en la cocina de la casa; Esme preparaba el desayuno con ayuda de Emmett y Rosalie, Carlisle estaba sentado en la encimera mientras leía el periódico y compartía algunas opiniones en relación a la reforma migratoria con Jasper, cosa a la que Alice no le dio importancia cuando se acercó a interrumpirlos. Isabella se quedó de pie, observando el ambiente tan familiar que se desarrollaba; Edward entró por la puerta corrediza de la cocina, esa que daba con un pequeño balcón y luego el bosque, venía vestido con Jeans y una camisa oscura, tenía una taza de café en sus manos y, Tanya venía detrás de él, con cara de pocos amigos.

—Buenos días— saludó la chica Swan de forma cordial. Edward le sonrió como solía hacerlo, una sonrisa cálida; Emmett levantó el cuchillo con el que picaba y lo movió en el aire como si moviera su mano para saludarle. Rosalie le regaló un guiño y Jasper levantó su taza de café a modo de saludo.

—Buenos días, Bella— Esme se había acercado a ella y depositó un rápido beso en su frente; aquella era una mujer muy maternal y podías sentirte como en casa estando allí. En ese momento, Isabella pareció recordar algo.

—Debo ir a hacer una llamada— se excusó al tiempo que caminaba hasta el balcón por el que Edward había salido segundos antes. La mirada de Tanya no le pasó desapercibida a Bella, pero no iba a inmutarse por ello.

Una vez fuera, el frío le pegó con fuerza, pero no le importó mientras tomaba su teléfono guardado en su bolsillo y marcaba el número de su madre; Renee contestó al primer tono.

— ¿Bella? Bella, ¿Qué pasa contigo?  Pensé que me llamarías apenas estuvieras en Forks.

—Lo siento Renee…

— ¡No me digas Renee! — Chilló la mujer, interrumpiendo con premura las disculpas de Bella, la castaña soltó una risita  —Dime, ¿te tratan bien? ¿Estás cómoda? Cielo, si quieres puedo decirle a Phil que vaya a buscarte.

Isabella suspiró —Mamá, todo está bien, no molestes a Phil.

—Bueno… Hija, tu abuela nos ha invitado a Jacksonville, dime si vendrás cariño. Puedo arreglarlo todo para que vueles y…

—No— la interrumpió la castaña —Ya te dije cuales son los planes mamá, vayan a Jacksonville y denle un beso a la abuela de mi parte.

A Isabella le pareció escuchar un murmullo del otro lado de la línea, pero no prestó atención a ello —Bueno cariño, debo suponer que no te veremos estas vacaciones— Isabella sonrió y negó con la cabeza, Renee pareció interpretar el silencio —No te escaparás de nosotros en las vacaciones de verano; Florida es muy bonito, puedes invitar a tus amigos, Jane y Alec.

—Tengo otros amigos ahora— contestó pensando en los Cullen… en Edward.

—A quienes quieras mi cielo. Bella, Phil está intentando sacar un pollo del horno, será mejor que lo ayude. Cuídate cariño y por favor, envíame emails, son más económicos que las llamadas— bromeó y colgó el teléfono.

  Isabella se quedó unos segundos de pie en aquel balcón, pensando en la atolondrada mente de su madre; esperaba que Phil pudiera guiarla y evitar que cometiera tantas locuras. Tan inmersa en sus pensamientos como estaba, no se percató de la llegada de alguien más hasta que sintió unos brazos cerrarse en torno a su cintura. Podía sentir el cuerpo de un hombre a sus espaldas, y aquel aroma le dijo el nombre de esa persona.

—Edward— susurró ella.

Isabella inclinó su cabeza hacia atrás y las descansó en el hombro del cobrizo, mientras este dejaba un recorrido de besos en el cuello de la chica. Cada roce era un estremecimiento para ella y le fue imposible recordar lo que había pasado en la habitación del chico horas atrás. En un movimiento rápido, él la había girado y la subió a la baranda del balcón; ella se sostuvo con sus brazos de aquel cuello, pero Edward se aferraba a la cintura de Bella a modo protector.

—No te dejaré caer— murmuró cerca de sus labios.

Sin embargo, algo más captó la atención de la chica; Isabella observó como la silueta de una mujer pasaba hacia la cocina y eso fue suficiente para golpear suavemente el hombro del cobrizo. El chico la bajó a regañadientes y ella se acomodó la camisa que tenía al tiempo que lo veía alejarse prudencialmente; segundos después se percató de la razón. La madre del cobrizo acababa de salir al balcón y, aunque sonreía cálidamente, parecía estarlos evaluando.

—Vamos chicos, su desayuno se enfría— anunció señalando el comedor.

Edward se adelantó y pasó su brazo por los hombros de Esme mientras caminaban charlando animadamente. La mente de la castaña aún estaba en los besos de Edward en el balcón, por lo que se sentía incapaz de escuchar la razón de las risas de las dos personas que caminaban a pocos pasos de ella.

En el comedor, Edward se acomodó en la punta contraria a la que se sentaba Carlisle; como obra del destino o, mejor dicho, de Alice, el único asiento disponible era a la izquierda del cobrizo, en vista de que Tanya ocupaba el flanco derecho. Isabella pensó en no sentarse, en argumentar que se sentía mal, pero había dos médicos en la familia, esa sería la excusa más absurda que podría inventar. Por otro lado, la mirada que Tanya le estaba dirigiendo no le gustaba nada, el reto estaba plasmado en aquellos ojos azules, e Isabella le demostraría que ella no le intimidaba; de forma que le regaló una sonrisa socarrona y tomó asiento junto al cobrizo.

Emmett se encontraba haciendo varias bromas antes de que aquella rubia lo interrumpiera; Alice le dedicó una rápida mirada de fastidio, pero Tanya no reparó en ella.

—Hay algo que tenemos que hablar, como familia.

Todos intentaron controlar la expresión de sorpresa que causó ver a la rubia utilizando la palabra “familia”; y mucho más, incluyéndose en ella. Pero Carlisle le hizo un ademán para que continuara, lo que le infundió valor considerando que tenía la atención de la cabeza de la familia.

—Todos ustedes saben de mi condición— y por si había alguna duda, se acarició el vientre con detenimiento —No quisiera que mi embarazo se notara durante la boda. Lo menos que quiero es que digan que nos casamos tan rápido por mi estado— Tanya quiso tomar la mano de Edward, pero este la retiró en seguida, se notaba molesto y su ceño fruncido lo decía a gritos, la respiración de él empezaba a ser más pesada y Bella sabía que estaba intentando contenerse. Se trataba precisamente de eso, él accedió a casarse por el embarazo y la rubia lo estaba pintando de una forma muy diferente, tal vez para quedar bien frente a Carlisle y Esme. No contaba con que los padres del cobrizo ya sabían la verdad.

— ¿Qué propones, Tanya? — Esme la cortó en seguida, pero sin dejar aquel tono cordial que parecía caracterizarla.

—Aprovechemos que estamos aquí y planifiquemos la boda para principios de Enero. Mi familia estará feliz de venir si se trata de mi boda.

Esme no supo que decir, en su rostro había quedado plasmada una sonrisa, más por impresión que por otra cosa. Pero Carlisle carraspeó, atrayendo la atención de un Edward bastante afectado.

—Al mal paso, darle prisa— le dirigió una fría mirada a su “futura nuera” y se levantó para abandonar el comedor.

Isabella casi se hundió en su silla cuando entendió las palabras de Carlisle; le había dicho en la cara a Tanya que su matrimonio con su hijo no estaba bien visto por él. Alice intentaba ocultar una sonrisa, pero Rosalie la mostraba de forma descarada; Esme se disculpó argumentando que tenía que marcharse a su oficina, aunque todos sabían que ella iría a reírse con gusto de la cara que Tanya había puesto.

Edward, aparte de Isabella y aquella rubia, era el único que no parecía feliz con nada de lo que había pasado en esa mesa. Se levantó con rapidez sin decir nada y abandonó el comedor de la misma forma que su padre lo había hecho; Isabella hizo amago de levantarse, pero Rosalie le hizo una seña para que se quedara donde está. Tanya la estaba observando con ojos entrecerrados, y seguramente planeaba armar un escándalo.

Después de unos segundos, Rosalie se disculpó con Emmett y le dijo que iría a buscar a su hermano. Encontrarlo fue sencillo, él estaba en el mismo balcón donde antes había estado con Bella y hasta soportando a Tanya. El cobrizo guardaba sus manos en los bolsillos de sus jeans y sus ojos se perdían entre la maleza de aquel bosque.

— ¿Para cuándo es la boda, cuñado?

Edward resopló enseguida que notó la presencia de Rosalie — ¿Qué haces aquí? — la miró de mala gana y volvió a desviar la vista al bosque.

—Bella quería venir, pero tu dulce prometida parecía querer matarla si se atrevía a moverse un centímetro.

—Entonces viniste tú.

Rosalie asintió aunque él no le prestaba atención — ¿Cómo resolverás esto, Eddie?

—Esto no tiene solución.  Debo casarme con esa mujer.

—Te casarás con una zorra— casi escupió.

Edward estaba lo suficientemente molesto como para que le recordaran lo evidente, se giró hacia Rosalie y alzó sus cejas sugestivamente — ¿Cuándo le contarás a Emmett lo nuestro?

El rostro de la chica pareció desfigurarse durante unos segundos —Entre nosotros no hay nada.

—No lo hay. Lo hubo, eso también importa ¿no?

—Lo que no fue en tu año…

—Déjate de estupideces, Rosalie— le interrumpió enseguida —Si no quieres que me dé un ataque de sinceridad, déjame solo.

La rubia resopló, dispuesta a alejarse, sin saber que otros ojos habían presenciado todo cuanto había pasado; sin saber que otra persona había escuchado todo cuanto había dicho aquel cobrizo. Rosalie abandonó el lugar justo después de que esa persona también lo hiciera.

La tarde pasó tranquila, demasiado, a decir verdad. Tanya no había aparecido luego del altercado en el comedor; Alice y Rosalie arrastraron a Bella de compras y los únicos que quedaron en casa fueron los chicos después de que Esme y Carlisle se fueran. Se pasaron el día viendo las repeticiones de unos juegos de futbol americano, al final de la tarde, las chicas regresaron cargadas con bolsas, de las cuales estuvieron seguros que la mitad era para Bella, considerando la insistencia de Alice en “renovar” su guardarropa.

La hora de la cena se acercaba, ese fue el momento en el que Tanya al fin se dejó ver; ni siquiera en el almuerzo los había acompañado. La mujer traía una sonrisa radiante, lo que hizo que Edward frunciera el ceño de forma automática.

—Estuviste muy entretenida en tu habitación, eh— comentó Emmett cuando la vio sentarse en uno de los sillones de la estancia.

—Quería descansar. Por cierto, Emmett, tengo que pedirte un consejo.

Los ojos del resto, incluyendo los del propio chico se abrieron como platos. Emmett tuvo que carraspear para volver al tema.

— ¿Ah, sí?

—Si… ¿cómo haces para compartir a tu pareja? Es decir, a mi me cuesta mucho ver como Edward mira a… Marie— Emmett intentó hablar, pero no entendió el punto.

—No te entiendo…

— ¿Es que acaso no sabes de la relación de tu novia y tu propio hermano?

Eso bastó para que Emmett localizara a Rosalie con la mirada, ella miraba a Tanya con el rostro pálido y estuvo a punto de caerse al suelo si no es porque Jasper se encontraba a su lado, sosteniendo su cintura. Edward era caso aparte, él estaba de pie a espaldas de Tanya, cruzado de hombros y con el ceño fuertemente fruncido.

— ¿Qué demonios estás diciendo? — pronunció el cobrizo.

—Los escuché.

—Y dijiste lo que te convenía— Edward alcanzó uno de los brazos de Tanya y la obligó a levantarse, sin prestar atención al chillido de la mujer —No me gustan tus intrigas— pronunció entre dientes.

— ¿Y qué vas a hacer al respecto? — su mirada era retadora, pero en la mirada de Edward había repulsión, asco. Algo mucho más fuerte que un simple reto: odio. 

Capítulo 30: Pasión Prohibida Capítulo 32: Escape

 
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