Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32482
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 21: Blusa Café

CAPITULO XXI

La castaña ni siquiera se había cambiado el vestido blanco cuando pisó el apartamento de Alec y Jane; llevaba consigo un bolso con un par de libros, la ropa que usaría mañana y algunos artículos personales, en su mano libre, llevaba la carta.  Jane la observaba con una interrogante en su rostro, mientras Isabella tomaba asiento en una de las sillas de la cocina, justo frente a la encimera; le había dado su bolso a Alec quien se fue casi corriendo a dejarlo en la habitación de Jane solo para poder cotillear a gusto.

— ¿Y bien? — preguntó Jane cuando vio que Alec regresaba por el pasillo.

Isabella apretó la carta contra su pecho.

—No quería estar sola— fue la mejor respuesta que se le ocurrió. Escuchó en seguida como la rubia bufaba.

—Eso lo sé. Pero ayer en la noche, cuando llamé, nos dijiste que te fue muy bien con Edward, eso quiere decir que están juntos ¿no? — Isabella asintió ante las palabras de Jane — ¿Entonces? No es que no te quiera en mi habitación Bells, sabes que te adoro pero, ¿Quién prefiere a su mejor amigo gay y a su gemela en lugar de irse a dormir al piso de su novio?

Jane la había pillado e Isabella estaba consciente de ello, suspiró y relajó la mano que apretaba la carta contra su pecho, ese simple ademán bastó para que Alec le quitara la carta en un descuido.

—“Él es mío. Siempre lo fue” — leyó el chico en voz alta. Su gemela y él intercambiaron miradas durante unos segundos y pronto los dos pares de ojos se posaron en la castaña —A ver, nos dirás que es esto ¿no? ¿Lo escribiste tú?

Para ese momento, Bella ya estaba pálida mientras intentaba buscar una explicación a lo que había pasado y, más allá, a lo que ella misma sentía y pensaba.

—Escuchen…— intentó ordenar sus ideas de forma rápida —Edward estaba saliendo con Tanya…

— ¿La profesora Denali? — Interrumpió Jane. Isabella asintió reprendiéndola con la mirada, no deseaba ser interrumpida.

—Ellos estuvieron juntos un tiempo cuando ambos iban a la Universidad, de hecho, estuvieron comprometidos. Verán, hace poco Edward pensó que la única forma de alejarnos era colocando una persona entre nosotros, y esa persona era Tanya; pero ella se tomó su papel muy en serio y empezó a darse cuenta lo que había entre nosotros. Ayer, en la fiesta de Rosalie, cuando Edward me defendió de Jacob…

— ¿Qué te hizo Jacob? — Esta vez fue Alec el dueño de la interrupción, por la mirada de Bella, él solo alzó ambas manos como si se declarara culpable —Lo siento, prosigue.

—Tanya no tomó bien que Edward hiciera eso, así que confirmó sus sospechas. Esta mañana fue a visitarme y no sé cómo demonios consiguió mi dirección, me dijo que tenía contactos y que esto no se iba a quedar así. Pero llegó Edward y la sacó del apartamento, cuando llegué esta tarde, noté la carta en el suelo y me asusté, pensé en seguida que fue Tanya, pero cuando le pregunté al hombre de la recepción él me dijo que ninguna mujer con esas características había subido a mi piso— suspiró después del relato —Eso no es todo.

En ese momento los ojos de Jane se abrieron como platos — ¿Hay más? — preguntó.

Isabella asintió ligeramente —Cuando almorzábamos, sentí que alguien me observaba fijamente, creí haber visto una cabellera rubia, pero después me dije que solo era yo, imaginándome cosas. ¿Qué debo pensar cuando encuentro esto en mi piso? — Señaló la carta que Alec tenía entre sus manos — ¿Qué es paranoia o que esa mujer me está acosando? — para ese momento, la voz de Isabella se había alzado tanto que, Sulpicia, la tía de Alec y Jane apareció en la cocina; Alec negó con la cabeza indicándole que todo estaba bien y la acompañó hasta la salida de la estancia.

—Preciosa, será mejor que bajes la voz— advirtió el chico cuando regresó junto a Bella y su hermana.

—Esto es muy fuerte, Belli— esa era la voz de Jane —No es un juego. El acoso es ilegal, tú no conoces a la tal Tanya, no sabes de lo que es capaz. Esa mujer te amenazó y luego encontraste esa carta en tu piso; debes hacer algo antes de que esto empeore.

Isabella la miró.

— ¿Hacer qué? — su voz sonaba resignada, ensombrecida.

—Díselo a Edward.

—No Jane, no quiero que tenga problemas en Yale por mi culpa.

Alec carraspeó para atraer la atención de las chicas —Yale no es tu único problema, Bella. Esta mujer averiguó tu dirección, sabe donde estudias y estoy seguro de que no va a tardar en saber donde trabajas.

—Tampoco quien eres— se adelantó a decir Jane.

En ese momento la piel de Isabella enrojeció completamente, estaba en las manos de Tanya de una u otra forma, pero no podía hacer lo que ella quería. Por más miedo que tuviera; ella estaba decidida a marcharse mañana y ocupar su piso como si nada hubiese pasado. Suspiró y en ese momento sintió los brazos de Alec rodeando su cuerpo.

—Quema esa carta— le pidió la castaña.

—Si no quieres verla más, yo la guardaré, pero no voy a quemarla— se separó de ella mientras hablaba.

Jane observaba la escena reclinada en la encimera —Alec tiene razón— comentó —Es la única prueba que tienes del acoso de esa loca histérica.

Esa noche, Isabella no durmió casi nada; después de la cena, le envió algunos mensajes a Edward y decidió estudiar para su examen. En vista de que sabía poco y nada, se pasó hasta las 2 de la mañana leyendo con los ojos entrecerrados cada oración del enorme libro que había llevado. Por la mañana, después de darse una ducha, se vistió con unos jeans, una blusa blanca y una chaqueta oscura, se calzó unas botas y dejó su cabello algo revuelto.

Jane la esperaba en el comedor cuando Bella salió de la habitación.

—¿Estás mejor, Belli? — preguntó al tiempo que tomaban asiento.

—Sí, gracias Jane… ¿Y Alec?

—Está terminando de arreglarse. Mi tía me pide que la disculpes, el tío Marco llega hoy de Italia y mi tío Aro no puede ir a buscarlo, tuvo que ir ella— explicó con rapidez.

— ¿Sigue con la idea de la transnacional en Italia?

—Ya lo hizo, Bells. Por eso pasó tanto tiempo en Italia, creo que eso le ayudó después de que falleció su esposa. Se dedicó a los negocios.

Los padres de los gemelos, eran Cayo y Atenedora, habían muerto en un accidente cuando los chicos tenían 5 años y, desde entonces, habían sido criados por Aro y Sulpicia. Sus tíos siempre dieron todo por ellos, crecieron en Volterra Italia y fueron a New Haven cuando los chicos iban a comenzar la Universidad; Aro vio la oportunidad para esparcir los negocios en América, pero con la muerte de Dídima, la esposa de Marco, Aro insistió en debía ayudar a su hermano y se convirtió en su socio en una transnacional en Italia, aunque claro, él ya tenía una. Eso solo aumentó el patrimonio de los Vulturi, cuyos únicos herederos iban a ser Alec y Jane, pues ni Aro ni su hermano Marco tenían hijos.

— ¿En qué piensas? — preguntó Alec llegando hasta Bella.

—Recordaba todo lo que me contaron sobre su familia. Pareciera que están hechos para los negocios— comentó la castaña.

Alec sonrió y señaló a su hermana.

—Aquel es el pequeño demonio de las finanzas. Yo prefiero ser médico, ¿Quién ha visto un ejecutivo gay?

Isabella coreó las risas de Alec y notó apenas como Jane colocaba los ojos en blanco, a veces la rubia mostraba bastante antipatía ante las ocurrencias de su hermano, pero la castaña lo daría todo por tener un hermano como él.

Después del desayuno, abordaron el auto de Jane mientras ella conducía hacia el campus universitario. Edward había estado llamando al celular de Isabella, pero ella había preferido no contestar pues seguía intentando controlarse para no contarle lo que había sucedido con Tanya. Esperaba entonces que el día no tuviera nada extraño que volviera a requerir su hermetismo hacia su novio. La chica se despidió de Alec y Jane y argumentó que luego iría a buscar sus cosas al piso de los Vulturi. Una vez dentro de la facultad, Isabella tanteó el bolso que guindaba de su hombro y notó el bulto que hacía su libro en él, agradeció mentalmente no haberlo olvidado en casa de Alec y Jane.

El examen que tenía no era sino a las 11 de la mañana, por lo que tendría un par de horas libres para repasar algo antes de sentirse perdida con 10 páginas y un lápiz. Isabella tomó asiento en un banco solitario en un pasillo de la facultad, el lugar estaba vacío y ella supuso que todos estarían en clase; la castaña se quitó el bolso y lo dejó a un lado en la banca, sacó el libro y se enfocó en leer aprovechando el silencio del pasillo solitario.

Unos pasos y el repiqueteo de unos tacones le alertaron de que alguien caminaba por el lugar, pero decidió no darle importancia. Con su cabeza gacha, se dio cuenta de que aquellos pasos habían parado justo frente a ella y, desde esa posición, tenía la vista del primer plano de unas bonitas sandalias de tacón alto y unos pies bastante cuidados.

—Buenos días, “Marie” — la voz de Tanya y su sarcasmo al llamarla “Marie”, hizo que Isabella alzara el rostro.

—Buenos días, Tanya— saludó volviendo a bajar el rostro. «Tal vez funciones como con los animales, si la ignoro, se va», pensó.

— ¿Cómo estuvo tu tarde? — «Demonios…» Isabella maldijo internamente.

—Muy entretenida, gracias. ¿No tienes algo mejor qué hacer? — la muchacha había vuelto a alzar el rostro y ahora miraba significativamente a su acompañante.

—Linda blusa— Tanya no pareció hacer caso a las palabras de Bella.

—Gracias.

La sonrisa burlona de la rubia le alertó que eso no era todo; Isabella abrió los ojos como plato cuando el vaso de café que la mujer tenía entre sus manos cayó “accidentalmente” en su blusa blanca.

— ¡Tanya! — Gritó exasperada al tiempo que se levantaba, dejando caer su libro –manchado- al suelo.

—Ups— murmuró ella antes de liberar una carcajada y darse la vuelta para partir.

Ella tuvo ganas de abalanzársele encima a aquella rubia, de arrancarle la sonrisa con sus propias manos; de hecho, dio un par de pasos para alcanzarla, sin embargo, su estadía en Yale pendería de un hilo si lo hiciera, así que se detuvo. Los Dwyer eran una familia clase media-alta, podían pagar la estadía de Isabella en New Haven, pero no podrían costear nunca toda la matricula de Yale. La castaña tenía una beca, y eso la obligaba a la perfección, así que no podía hacer escándalos en la Universidad; « ¿Y qué se supone que diga si lo hago? ¿Me tiró el café encima? ¿Con qué pruebas? Ella puede decir que no fue así y ellos nunca le creerán a una alumna por sobre un profesor», se lamentó internamente por no haberle hecho nada a Tanya, pero tenía que soportarlo.

De pie como estaba, ridiculizaba y con la blusa empapada, Isabella se agachó para tomar su libro, su bolso y casi corrió en dirección al baño, luchando porque las lagrimas de impotencia no salieran. 

Capítulo 20: La Carta Capítulo 22: Decisiones

 
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