Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32455
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 5: Las enfermeras son libres

CAPITULO V

Alice preparaba las cosas de Rosalie en un pequeño bolso; Jasper le había empacado algunas pijamas y artículos personales para el hospital, pero hacía ya unos 10 minutos que el médico les había informado que Rosalie podría salir del hospital cuando deseara. Ahora, ante la presión que infundía la mirada de la rubia, todos trabajaban  de forma rápida. Edward se había marchado a hacer su última ronda cuando el reloj marcó las 6:00 am; por suerte, no había ninguna emergencia que el médico tuviera que atender, de forma que podría ir a casa con Emmett, aunque una parte de él le decía que Emmett no tenía ningún interés en ir a casa.

Era sábado, el cobrizo ya había terminado su guardia y ahora se dirigía al ala de emergencias donde se encontraría con el resto de los Cullen. Edward reconoció a Jasper con rapidez, él se encontraba de pie frente a la puerta del ala de emergencias, donde debería estar Rosalie; aquel rubio no tardó en asentir a modo de saludo. «Es un hombre de pocas palabras», pensó Edward.

—Ya todo está listo— la voz de Alice Cullen resonó en aquella sala de espera.

— ¿Qué está listo? — preguntó el cobrizo.

El mayor de los Cullen no sabía que Rosalie iba a ser dada de alta; la última vez que vio a la rubia había sido la  mañana del día anterior y no estaba seguro si debía o no salir del hospital.

—El médico le ha dado el alta a Rose.

— ¿Tan pronto?

—Parece que ya no la quieren por aquí— bromeó la menor de los Cullen.

Jasper tuvo que marcharse a firmar algunos papeles en recepción, mientras Alice volvía a entrar a hacerle compañía a Rosalie –y a Emmett-. Una vez más, Edward estaba solo; el cobrizo tomó asiento en uno de los sillones de la sala de espera; se había quitado la bata blanca y el estetoscopio que rodeaba su cuello horas atrás, ahora parecía un muchacho cualquiera, una que tal vez estaba esperando como salía su novia o algún familiar de una cirugía, parecía todo menos un médico que acababa de terminar su guardia nocturna.

Alice salió pronto del ala de emergencia, arrastraba una silla de ruedas con Rose sentada en ella; Emmett venía al lado cargando un bolso que, Edward supuso, tenía las pertenencias de Rosalie. El rubio mellizo de Rose no tardó en darse cuenta en la presencia de su hermana y abandonó la recepción al fondo del pasillo para caminar hasta los Cullen; entre sus manos llevaba una serie de papeles, entre ellos, el alta de Rosalie. Edward se levantó de su silla y se adelantó hasta la posición de sus acompañantes.

— ¿Te sientes bien, Rose? — preguntó por cortesía; a lo que ella respondió negando con la cabeza con rapidez.

Edward notó que el cabello de ella ya no estaba enmarañado como el día anterior; Alice había hecho de las suyas. Lo que la menor de los Cullen no había podido resolver era la hinchazón en el pómulo de Rosalie, pues cuando intentó aplicarle maquillaje, la rubia empezó a sollozar de dolor.

No tardaron mucho en salir del hospital; Alice había llevado su auto y, en vista de que no podían subir a una accidentada mujer a un Jeep, acomodaron a Rosalie en el porsche de la menor de los Cullen y la silla de ruedas fue a parar en alguna parte del Jeep de Emmett. Edward subió a bordo del auto de su hermano mientras veía de reojo como Alice se marchaba con Jasper y Rose. El hermano del cobrizo no tardó en subir a su Jeep después de ver partir a Alice.

—Pues parece que todo va bien— comentó Edward con la mirada distraída.

—Le duele todo el cuerpo. Se le pasará.

— ¿Vas a quedarte con ella? — preguntó el cobrizo.

Aquella era una pregunta de doble filo; Edward no preguntaba solo por “ese momento”, hablaba en general, y Emmett lo había entendido perfectamente.

—No lo sé. No creo que quiera.

—Rosalie es así.

La mirada de Emmett se cruzó con la de su hermano durante unos segundos; él no había entendido a qué se refería Edward con “Rosalie es así”, después de todo, su hermano tenía muy poco tiempo conociendo a la rubia como para afirmar tal cosa. Edward se dio cuenta de la situación, de forma que no volvió a sacar el tema; acomodó su brazo en la puerta del auto y observó por la ventana durante todo el camino. El jeep aparcó justo en frente del edificio donde los Cullen vivía, a lo que Edward buscó la mirada de su hermano, durante unos segundos, Emmett no hizo más que encogerse de hombros.

—Pensé que estabas cansado— argumentó.

El cobrizo bajó del auto luego de despedirse del chico y, sin más, se adentró en el edificio donde se había residenciado. Subió el elevador con suma paciencia, no estaba apresurado, salvo por el hecho de que tenía que planear una cita con Tanya y no tenía ni idea de lo que tendría que hacer. Hacía ya mucho que no salía con ella, y la última vez que lo había hecho, eran novios, de forma que no tenía idea de cómo planificar algo que gritara “solo amigos” desde la primera vista.

Suspiró adentrándose en el piso, Agatha le saludó con cortesía, a lo que Edward respondió de la misma forma. Minutos después, ya estaba dentro de su habitación, intentando pensar que era lo que podía hacer con Tanya esa noche; pensó en llevarla por un café, pero eso era demasiado común; si iban al cine no tendrían oportunidad de hablar; si visitaban los bolos, irían solo a jugar; de forma que, tirado sobre su cama, Edward decidió que una cena era la clásica y más viable opción.

Decidir el lugar de la cena no fue tan difícil como decidir que irían a una cena; Edward conocía un lugar cercano a la playa, era un restaurante acogedor, con música en vivo y buena comida. Lo había visitado por primera vez con uno de sus colegas, después de una guardia en el hospital. Ahora, tendría la oportunidad de llevar a Tanya a él y esperaba que fuera tan de su agrado como lo había sido de él. Con su mente más despejada por el hecho de saber que por lo menos había planeado algo para su cita; Edward se acomodó en su cama para descansar un rato.

Aquel “rato” se extendió por horas; todo el cansancio y estrés que le había generado el día anterior pareció responder en ese momento y, para cuando abrió los ojos, su reloj marcaban las 4:30 pm. Edward se maldijo internamente por haber perdido todo ese día. Se levantó con rapidez y se tomó su tiempo para ducharse; para cuando salió de su habitación y bajó las escaleras hasta la sala, las voces de Emmett y Alice le anunciaron que sus trabajos como “enfermeras” ya habían terminado.

—Hey bella durmiente, ¿te ha besado el príncipe? — la voz de Emmett salió burlona, a lo que Alice tomó un cojín y lo aventó directo a su rostro — ¿Qué? — preguntó como el que no había hecho nada.

Edward negó con la cabeza y tomó asiento en un cojín en el suelo junto a ellos; estaban justo frente a la mesa de café y la tenían repleta de paquetes de comida tailandesa.

—Te hemos traído algo— le sonrió Alice al cobrizo.

La castaña dejó los palillos con los que comía y su paquete en frente de ella; y se estiró apenas para tomar un pequeño estuche de plástico con rollos california. Edward sonrió al tiempo que los tomaba y observaba a su hermana a modo de agradecimiento.

—Sabemos qué prefieres la comida japonesa.

— ¿Qué más da? Todos son chinos— Alice rodó los ojos por el comentario de Emmett y esta vez propinó un certero golpe en su estómago.

—Como vuelvas a decir otra estupidez, te hago vomitar la comida “china” — amenazó entre dientes.

Edward suspiró y se acomodó junto a Alice, procurando obviar la ignorancia de su hermano. Estuvo comiendo en silencio durante unos minutos; eso, hasta que su hermana comenzó a parlotear sobre el cumpleaños sorpresa de Rosalie y, tal como el cobrizo lo había esperado, Alice no tardó en dirigirse a él.

—Nos prestarás este piso ¿cierto?

El mayor de los Cullen rodó los ojos, sabía que era imposible negarse a algo como eso; truncar los planes de la pequeña era una misión muy difícil, algo que él no estaba dispuesto a hacer. Edward asintió con lentitud y un grito de celebración salió de los labios de la morena; pronto la tenía caminando alrededor de la sala, diciéndose a sí misma que la celebración estaba a la vuelta de la esquina y tenía demasiado que planear.

—Alice ¿quieres sentarte? — habló el cobrizo por primera vez.

Su voz, autoritaria, obligó a la chica a tomar asiento junto a él y terminar su comida. Desde el punto de vista del cobrizo, Alice tendría mucho tiempo para planear la fiesta de Rosalie. « ¿Fiesta?», se repitió a sí mismo. Era una estupidez pensar que Alice haría algo “pequeño y sencillo”, la menor de los Cullen siempre quería sorprender, ser recordada; así que Edward solo estaba ubicando el número de alguna empresa de limpieza para que se encargara del desastre que su hermana haría en aquel piso.

Edward carraspeó y se levantó del cojín donde había estado sentado; dejó el paquete vacío de rollos california y miró a sus hermanos apenas unos segundos antes de despedirse.

—Yo tengo una cita; debo ir a cambiarme.

—Espera— Emmett lo detuvo enseguida — ¿Con una mujer? — El cobrizo asintió con lentitud y una carcajada escapó de los labios de aquel chico — ¡Oh Edward! ¡Hermano, pensé que eras gay! — en ese momento Emmett estaba partido de la risa en el suelo y Alice lo observaba a punto de cumplir la promesa que le había hecho minutos atrás.

—Sí, es una cita médica— mintió el cobrizo.

Claro que, la mentira de Edward solo hizo que Emmett volviera a partirse de la risa en el suelo, pero a Edward no le interesaba que sus hermanos supieran que él se estaba reencontrado con su ex prometida; muy seguramente Alice querría conocerla y “comprobar” que ya no hubiese nada entre ellos o que, en dado caso, hubiese algo. Si la burla de Emmett era el precio que tenía que pagar, lo pagaría entonces.

Desde la habitación del mayor de los Cullen, podían escucharse las sonoras carcajadas de aquel chico; pero Edward procuró no prestarle atención mientras se vestía con una gabardina oscura y pantalones de jean. Afuera empezaba a hacer frío y es que ya se encontraban a mediados del otoño, pronto llegaría invierno, y con él: diciembre. El cobrizo ya había conversado con sus hermanos al respecto y, los planes para ese año, eran regresar a Forks junto a Carlisle y Esme, pues, de lo contrario, ellos irían a New Haven y eso no le convenía a nadie.

Una vez listo, Edward tomó las llaves de su preciado volvo. Las había dejado en el bolsillo del pantalón que había usado para su guardia; se miró una vez más en el espejo de su habitación, y partió.

 

Capítulo 4: Conociendo al Estreñido Capítulo 6: No es placer haber besado. El placer es haberte encontrado.

 
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