Tres Amantes (+18)

Autor: LoreCullenVulturi
Género: Romance
Fecha Creación: 24/09/2013
Fecha Actualización: 30/12/2014
Finalizado: NO
Votos: 7
Comentarios: 28
Visitas: 32460
Capítulos: 33

Casi sintió que estaba en un tablero de ajedrez, que jugaba para el destino, y él era una de sus fichas, un simple peón. Él tuvo que ver un par de veces para corroborar que la muchacha castaña que abrazaba un par de libretas en torno a su pecho, y que reía por las ocurrencias de los chicos que la rodeaban, esa chica, era la misma niña a la que él había atendido en sus prácticas médicas en un orfanato de Seattle. «Es imposible», pensó aquel médico. Pero no había nada imposible en el mundo que conocía, nada que no pudiera pasar y, casi como si no lo hubiese pensado antes, aquella castaña giró su rostro y lo observó. 


"La vida es un enorme tablero de ajedrez..". Eso Edward lo tenía muy claro, pero nunca había experimentado tal cosa, no hasta que sus ojos se encontraron con los de Bella en aquella Universidad. Pero ella había huido de él sin razón aparente; las dudas embargaban su mente, sin saber que tendría más de que preocuparse, cuando su ex-prometida, Tanya, llegara a la ciudad.

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Capítulo 13: La Primera Ruptura

CAPITULO XIII

— ¿Te acostaste con Jacob Black? — la voz chillona de Alec resonó en las cuatro paredes de la biblioteca, y a su hermana Jane no le quedó más de propinarle un fuerte codazo en las costillas cuando notó los ojos como platos de Isabella. Ellos eran los únicos, aparte de Edward, que sabían su verdadera identidad, pero protegían muy bien los detalles y nunca se habían olvidado de llamarle “Marie” en público — ¿Entonces lo hiciste? — Alec había bajado la voz hasta dejarla solo como un murmullo, pero profirió un sonoro soplo de alivio cuando vio a Isabella negar con la cabeza —Oh chica. Vaya susto que me has pegado.

Isabella puso los ojos en blanco y apiló un par de libros que había estado usando minutos atrás, justo antes de que Alec se pusiera de ánimo para cotillear —No pasó nada. Ni siquiera un beso— puntualizó la morena mientras le regalaba una sonrisa sincera a sus acompañantes.

Jane abrió los ojos solo un poco más y cruzó una mirada fugaz con su hermano, eso fue suficiente para que él entendiera lo que la chica quería decir.

—Pero lo deseabas— se atrevió a afirmar él.

—No… Quiero decir, él es muy lindo…—

—Sexy— corrigió Alec en seguida. A lo que Isabella no pudo más que reír por las ocurrencias del chico.

—Sí, eso también. Pero es un bad boy, tú sabes de sobra que ese no es mi tipo.

El gemelo de Jane asintió con lentitud, ambos sabían que Isabella seguía completamente loca por ese doctor Cullen, Edward, el mismo que nunca la voltearía a ver. Ella era joven, tal vez era tiempo de que buscara a alguien más, aunque ese alguien tampoco fuera Jacob Black. Ni siquiera Isabella creía que Jacob podría convenirle a alguien, minutos atrás Jane le acababa de decir que lo había visto besándose con Leah Clearwater y, todo el campus sabía que ellos habían sido novios hasta el semestre pasado. Aquello era ejemplo de dos cosas, la primera era que donde hubo fuego, cenizas quedan y, la segunda, que Jacob Black era un perro.

—Claro, a ti te gustan los doctores que salvan niños— Jane comentó lo suficientemente algo que Isabella alzó una ceja, no se había dado cuenta que Edward estaba justo detrás de ella.

Alec profirió un leve grito y se levantó casi en seguida después de que su hermana lo hizo. Ambos entendían que era momento de dejar a la castaña a solas; Bella se giró sin entender lo que sucedía, y el rubor inundó sus mejillas cuando quedó apenas a centímetros del rostro de Edward. Desde esa posición podía aspirar su aroma, esa loción de hombro que tanto le gustaba, se había convertido en el aroma del cobrizo, como una especie de identificación para ella. Bastaba olerla para saber que él estaba allí. Isabella alzó su mirada para encontrarse con que Edward no le había quitado la mirada de encima, la observaba con interés.

—¿Qué? — preguntó sin saber que más decir.

—Así que te gustan los doctores que salvan niños— repitió él, las mismas palabras que Jane había dicho segundos atrás —Esos son los pediatras ¿no?

Había tanto rubor en las mejillas de Isabella, que ella casi podía imaginarse su rostro estallando, como si estuviese sobrecalentado. Edward levantó una de sus manos y rozó con sus dedos una de las mejillas enrojecidas de Isabella. El tacto del hombre hizo que un escalofrío recorriera la columna de la castaña y esto sin duda hizo que, en un acto reflejo, su cuerpo se pegara más al de él.

— ¿Edward? — una voz de mujer hizo que Isabella se alejara con rapidez de aquel cobrizo. El hombre miró el rostro de ella sin comprender, no pareció haber escuchado la voz que lo llamaba —Edward, cielo, ayer dijiste que regresarías…— una rubia escultural se había acercado al hombre y se había adueñado de su cuello, dejó un suave beso en los labios de Edward, a lo que él no supo cómo reaccionar.

Isabella tampoco supo cómo hacerlo, solo se quedó allí, de piedra, observando cómo Edward la miraba, casi jurándole que no era eso lo que en realidad estaba viendo. Pero para la castaña estaba más que claro, él estaba saliendo con otra persona, y tan si quiera se atrevía a tocarla, « ¿cómo puede hacerlo? ¿Acaso pretendía darme ilusiones? ¿Para qué me buscaba? ¿Él lo sabe? ¿Sabe que siento algo por él? ¿Por qué hace esto?  », Miles de preguntas inundaban la mente de Isabella, cuyo rostro había pasado del rojo vivo a estar completamente pálido.

— ¿Te pasa algo? — la rubia reparó en la presencia de Isabella durante unos segundos.

—No, yo ya me iba— respondió ella en seguida.

—No— Edward la detuvo, intercambió miradas entre la rubia y la castaña y se separó de la recién llegada para colocarse junto a Isabella —Marie y yo tenemos que repasar algunas clases, así que no tengo tiempo Tanya— en ese momento todo pareció encajar para Isabella, esa mujer era la misma de la que habían hablado ella y Edward la tarde anterior, ella era su ex novia, “la que aún siente” algo por él.

Solo como una forma de colmarle la paciencia a la tal Tanya, cuya cara ya era de pocos amigos, Isabella tomó uno de los libros que había apilado cuando se encontraba en compañía de Alec y Jane.

—Sí, de hecho, gracias por aceptar la tutoría Profesor Cullen. Necesitaré que me hable de la neonatología, es un tema extenso. Tal vez no tenga tanto tiempo…

¡Punto para Isabella!

Edward sonrió cortésmente y tomó el libro que quedaba en la mesa de la biblioteca, solo para ver el rostro de la rubia frente a él —No te preocupes, Marie. Tengo todo el tiempo del mundo.

—Pensé que podríamos almorzar juntos— interrumpió la rubia. A lo que Edward negó con, lo que le pareció a Isabella, ser una fingida mueca de lastima —¿Tal vez cenar? — insistió la rubia. El cobrizo suspiró y asintió con lentitud.

—Tal vez te llame, Tanya.

Isabella notó como la rubia se marchó cabreada. Edward sonrió con suficiencia cuando la castaña se giró para encararlo, estaba a punto de decir algo, pero un gesto de Isabella lo interrumpió, ella también se sentía repentinamente molesta, algo decepcionada, no entendía las razones por las que Tanya se tomaba tantas atribuciones o, más bien, si las entendían y era precisamente lo que la mantenía molesta.

—No digas nada Edward. No quiero escuchar mentiras.

La cara del cobrizo se desconfiguró en un instante, ni siquiera supo que rostro adoptar ante aquellas palabras.

—No sé de que hablas, Bella— susurró para que nadie pudiera escuchar el nombre con el que se refería a ella. Pero a la muchacha no le interesaban los esfuerzos que Edward hiciera en esos momentos, alzó una ceja interrogativa, a lo que él continuó —Tanya solo hizo un débil intento marcar su territorio.

—Primero me dices que es una gata en celo, ahora me dices que quería marcar su territorio, ¿acaso piensas que tu ex es una animal? — Isabella ahora se sentía repentinamente más indignada.

«Pues me quería follar como uno», pensó Edward, pero eso no era algo que consideraba oportuno decir. Mucho menos dada la situación en la que estaban, «me está haciendo un escena de celos», se dijo a sí mismo. No se sentía orgulloso de que la chica hiciera algo así, pero en cierto modo le reconfortaba saber que le importaba tanto a Isabella como para que ella demostrara celos con Tanya.

—No, claro que no. No es un animal. Quiero decir, ella te vió y pensó que… ya sabes, que tú y yo…— su voz se desvaneció al instante.

—¿Qué tú y yo qué, Edward? — la muchacha insistió, quería escuchar de boca de el mismo Edward algo con lo que ella había soñando tantas veces antes —¿Qué pasa con nosotros? — presionó ella.

—Este no es el momento ni el lugar para hablar de ello— cortó el cobrizo dejando el libro que había tomado, devuelta en le mesa de madera.

Isabella negó con la cabeza y profirió un resoplido —¿Entonces cuando? — alzó una ceja en su dirección —¿Cuándo te vea besándote con Tanya? ¿Cuándo comprenda por mi cuenta que entre nosotros no hay nada?

En un impulso, una orden que no controló, Edward se adueñó de la cintura de la chica y sus labios se encontraron con los de ella. Hubo resistencia si, de hecho ella no pensó que él fuera capaz de hacer una cosa así. Siempre lo había imaginado tan centrado, tan recto, que tomar por la fuerza a alguien era algo en lo que podía imaginarse a Edward. Sin embargo, le gustó, pronto dejó de resistirse y sus labios se entreabrieron para darle paso a la lengua del cobrizo; era un beso tan pasional, uno como nunca había dado.

Sintió que le faltaba aire, que sus piernas temblaban, pero ella sabía que no caería, Edward sostenía firmemente su cintura, y eso era lo que le preocupaba. Isabella no deseaba hacerse ilusiones, y eso era lo que el cobrizo estaba provocando en ella; como un acto reflejo, utilizó el libro que le había enseñado a  Tanya minutos atrás, y golpeó con fuerza el hombro de Edward. El cobrizo la soltó enseguida y su rostro se transformó en una mueca de dolor.

—Demonios, Bella— se quejó.

—Agradece que no te golpeé el pito— murmuró ella señalando su paquete. Edward alzó una de sus cejas, sin poder creerse lo que estaba escuchando — ¿Qué? — preguntó ella.

—Solo digo que me besas y después me golpeas, es algo contradictorio, ¿no?

— ¿Te besé? ¡No seas absurdo! Te me fuiste encima— la voz de Isabella sonó con indignación.

—Claro, y obligué a que movieras tu lengua también.

Suficiente. Bella, Marie o lo que sea estaba indignada por el descaro de Cullen, no podía soportar ver su sonrisa de autosuficiencia, aunque le encantara el efecto que causaba en ella cada vez que la veía. La castaña lo miró con el entrecejo fruncido y se dio media vuelta para irse pero, tal como lo hizo en el consultorio, Edward sostuvo su muñeca y la obligó a detenerse.

—¿Estás celosa? — preguntó sin más.

Los labios de Isabella se entreabrieron sin poder creerse la pregunta que él le acababa de hacer. Si, lo estaba, pero no era algo que le aceptaría tan fácilmente, tampoco le explicaría la razón por la que cedió ante el beso. El no era tonto, sabía el efecto que causaba en Isabella, pero esperaba que fuera ella la que se lo dijera, aunque se temía que ella nunca iba a aceptar tal cosa.

—No seas absurdo, Edward. Te tengo cariño, eso es todo— se defendió ella.

—Para tener cariño, besas muy bien— la muchacha lo fulminó con la mirada cuando hubo dicho aquello —Es la última vez que te beso, Bella. — él habló con tanta decisión que consiguió que el corazón de ella se encogiera, ¿acaso se estaba despidiendo? ¿le cerraba las puertas a cualquier cosa que pudiese surgir entre ellos?

—Edward…— empezó ella, pero no sabía qué decir, no sabía cómo pedirle que no cerrara las puertas a eso.

—No tengo anda con Tanya, Bella. Y no lo tengo porque… porque me enamoré de un imposible— sus ojos se habían centrado en los de Isabella y todo había encajado, él se había enamorado de ella, pero entre ellos no podía haber nada, porque el mismo lo había decidido así.

Sin más, él se alejó de ella. Bella tuvo ganas de decirle que volviera, que no se fuera, que lo intentaran. Pero pudo más ese hueco que se le hizo en el corazón, pudo más lo pesada que se sentía por el rechazo del único hombre que había amado en su vida. Isabella se dejó caer en la silla que había ocupado cuando hablaba con Alec y Jane, pero ahora estaba sola, vacía y golpeada. Un sollozo salió de sus labios.

—Últimamente siempre te veo llorar— esa voz no era de Edward, pero era una voz que le reconfortaba escuchar.

 

Capítulo 12: Rompiendo Pelotas Capítulo 14: Una Mala Decisión

 
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