Un beso inolvidable. (+18)

Autor: crepusculonov2
Género: + 18
Fecha Creación: 10/01/2011
Fecha Actualización: 23/02/2011
Finalizado: SI
Votos: 27
Comentarios: 118
Visitas: 123964
Capítulos: 35

 

Bella estaba decidida a sacar definitivamente de su mente el recuerdo de Edward Cullen. Habían pasado ya nueve años desde que aquel atractivo amigo de su hermano le había robado el corazón con un beso.
Pero ya había llegado el momento de poner fin a aquella locura, de dejar de comparar a cada hombre que conocía con Edward. Había llegado la hora de dejar que algún hombre la amara.
Justo entonces apareció inesperadamente Edward, anunciando que había puesto fin a su matrimonio y convirtiéndose en una tentación irresistible para Bella.

 

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Hola! esta novela no la escribir yo ni nada, esta basada en una novela llamada Un beso inolvidable escrita por lee miranda y me gusto mucho la historia asi que se me ocurrio hacerla con Edward, Bella y los demas de Twilight, la adaptare un poco para hacerla mas larga. 
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Capítulo 8: Edward: divorciado.

 

El hombre que estaba en el porche, con las manos en los bolsillos del pantalón y una bolsa de viaje a sus pies estaba de espaldas a ella. Pero supo inmediatamente quién era. Lo habría conocido desde cualquier ángulo. No podía ser otro que Edward Cullen.

Edward se volvió lentamente al oír que la puerta se abría, moviéndose con aquella gracia indolente que Bella tan bien recordaba. No había ningún hombre que se pudiera comparar a él. Aunque había cumplido ya treinta y un años, Edward continuaba teniendo un aspecto sobrecogedoramente atractivo. Las pequeñas arrugas que comenzaban a adivinarse alrededor de sus ojos no disminuían en nada la belleza de su intensa mirada, ni la sensualidad de su boca. De hecho, la madurez le daba incluso un mayor atractivo. Su cuerpo tampoco había cambiado. Quizá hubiera sido mejor que lo hiciera. Unos cuantos gramos de grasa en aquel cuerpo perfecto podrían haber proporcionado a Bella alguna protección contra el efecto que Edward siempre había tenido en ella. Cómo era posible, se preguntaba mientras su mirada vagaba por aquel cuerpo con una casi resignada fascinación, que pudiera parecer tan atractivo vestido con unos sencillos pantalones grises y una camisa blanca.

Un amargo sabor inundó su boca al recordar su encuentro inesperado en Sydney, en el que prácticamente no había sido capaz de decir nada. Bella se prometió que aquello no volvería a repetirse, a pesar de que su corazón ya empezaba a amenazar con salirsele del pecho. Procurando mantener una frialdad de hielo, clavó sus ojos en los de Edward.

-Hola, Edward -le dijo con naturalidad-. Cuánto tiempo sin vernos.

Edward tardó unos segundos en contestar que dedicó a observarla del mismo modo que lo había hecho ella. Bella se incomodó al ver aparecer en sus ojos una cierta sorpresa y algo más que no fue capaz de identificar.

-Sí, mucho tiempo -dijo lentamente-. Has cambiado, Bella.

-Espero que para mejor.

-Es difícil mejorar lo perfecto -contestó Edward sonriendo irónicamente. No podía haber dicho nada que la enfadara más.

-Tú siempre sabes lo que hay que decirle a una chica, ¿verdad, Edward? -le preguntó con idéntica ironía-. Pero dime, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Sabía Jake que pensabas venir?

-No.

-Pero supongo que si sabes que hoy es su cumpleaños y que se está celebrando una fiesta en su honor.

-Sí, por supuesto. Por eso he venido.

Bella miró a sus pies con el ceño fruncido.

-Parece que vienes dispuesto a quedarte algún día más.

-Durante una noche o dos. Pero sólo si Jacob tiene alguna habitación libre, en caso contrario puedo ir a cualquier hotel, he venido en coche.

-¿Estás diciendo que has venido conduciendo desde Melbourne para asistir al cumpleaños de Jacob?

-En parte.

-¿Qué significa eso?

-Significa, mi querida Bella, que mi esposa y yo hemos decidido divorciarnos, y de repente he  tenido la necesidad de venir a ver a los viejos amigos.

Bella se felicitó a sí misma por haberse tomado aquella noticia con tanta serenidad, al menos aparentemente.

-¿Has dejado a tu esposa?

-Eh, yo no he dicho eso. En realidad ha sido ella la que me ha dejado a mí.

-¿Por qué?

-Por el amor de Dios, Bella -exclamó Edward repentinamente irritado-. ¿Vas a tenerme aquí toda la noche, contestándote preguntas? Vengo conduciendo desde Melbourne, tengo los músculos entumecidos y estoy cansado. Necesito ducharme y tomar una copa. Tu madre jamás me habría dejado en la puerta de esta forma. Así que, ¿te importaría darme un abrazo y ayudarme a entrar en casa?

-Bueno, para empezar, yo no soy mi madre. Y además, prefiero los besos a los abrazos. ¿Te gustarla saludarme con un beso, Edward?

Edward se la quedó mirando fijamente.

-¿Estás borracha, Bella?

-No -«pero le gustaría estarlo», pensó.

-Entonces, ¿por qué te comportas así?

-¿Así cómo?

-De una forma que no es propia de ti.

-¿Y cómo sabes lo que es propio de mi? -rió--. La Bella que tú conociste era sólo una niña, una niña tonta e impresionable que pensaba que tú eras el centro del universo.

-Bueno, es evidente que ya no lo piensas -murmuró.

Bella no podía creer lo que estaba oyendo: le había parecido advertir cierta desilusión en su voz, como si no le hubiera gustado que hubiera dejado ser el blanco de su admiración.

-No pongas esa cara tan seria, y pasa dentro. Voy a buscar a Jake.

Su hermano se mostró tan sorprendido como ella.

-Dios mío, ¿de verdad está Edward aquí?

-Su esposa lo ha dejado -le explicó Bella a su hermano.

-Humm. No me cuesta mucho imaginarme por qué. Yo siempre he dicho que Edward no estaba hecho para la monogamia.

-Por lo visto ha venido en coche desde Melbourne porque quería celebrar contigo su cumpleaños. Dice que quiere quedarse a pasar aquí la noche.

-Y tiene todo el derecho del mundo a quedarse. Es mi amigo. Ve a decirle a Rosalie que se va a quedar un invitado a pasar la noche, ¿quieres Bella? -y salió a toda prisa hacia la puerta principal.

Rosalie estaba de nuevo en la cocina, en aquella ocasión vaciando el lavavajillas. Se tomó la noticia de la inesperada visita de Edward con la misma alegría con la que lo habría hecho la madre de Bella.

-Qué alegría para Jacob. No ha vuelto a ver a Edward desde el día de su boda.

-Yo tampoco -dijo Bella.

Hubo algo en su tono de voz que hizo que su cuñada le dirigiera una aguda mirada.

-Ya no estás enamorada de él, ¿verdad?

Bella pestañeó sorprendida y Rosalie sonrió suavemente.

-Hacía falta estar ciego para no saber que el día de su boda tenías el corazón destrozado. Jacob me contó más tarde que había intentado hacerte ver que Edward no era el hombre adecuado para ninguna chica, y mucho menos para su querida hermana. ¿Consiguió hacértelo comprender?

-Mentiría si no reconociera que todavía me parece terriblemente atractivo -admitió Bella encogiéndose de hombros-. Pero ya estoy curada de todo lo demás.

-Eso espero. Los hombres casados son siempre un problema.

-Dice que han decidido divorciarse.

-No sé por qué, pero esa frase me resulta muy conocida -respondió Rosalie secamente.

-No te preocupes por mí, Rose. No voy a morder el anzuelo por segunda vez.

-Seguro que Jake se alegraría de oírtelo decir.

-¿Qué es lo que me alegraría de oír? -preguntó Jacob, que entraba en ese momento en la cocina.

-Que Bella ya ha superado lo de Edward.

-Teniendo en cuenta cómo va vestida esta noche, espero que sea cierto.

-¿Qué quieres decir?

-Lo que quiero decir es que Edward no es el tipo de hombre que pueda ignorar las señales que has estado enviando esta noche, querida hermana. Y para colmo, siempre le has gustado.

-Vamos Jake, estás viviendo en el pasado. Tengo veinticuatro años, no quince y creo que en lo relativo a los hombres, puedo arreglármelas perfectamente sola, Edward incluido -valientes palabras, le susurró una vocecilla interior, ¿pero se atrevería a ponerlas a prueba?

-Tienes razón -repuso Jake con un suspiro -Estoy un poco paranoico. Además, Edward también parece haber cambiado, ya no es el que era. Creo que ese matrimonio lo ha destrozado.

-¿En qué habitación lo has instalado? -preguntó Rosalie.

-En la habitación principal de invitados. Ahora se está duchando. Se supone que yo iba a prepararle un whisky y a subírselo, pero si ya no tienes nada que temer, preferiría que se lo llevaras tú, Bella. Yo debería ir a atender al resto de mis invitados. Y tú también Rosalie, ya llevas demasiado tiempo en la cocina.

Bella estaba asustada. Quería gritar que todavía no estaba curada, pero la idea de llevar a Edward una bebida mientras él estaba en la ducha le resultaba, a la vez que aterradora, terriblemente atractiva. Recordó los baños que había compartido con Edward en el río. Tenía un cuerpo magnífico, un físico de nadador: hombros anchos, caderas estrechas y largas y musculosas piernas. Había llegado a ser campeón en la universidad, pero había perdido la oportunidad de ir a unos Juegos Olímpicos porque no se tomaba en serio los entrenamientos. Ese había sido siempre el gran problema de Edward. Nunca se tomaba nada realmente en serio. Pero ese era también parte de su atractivo, por lo menos para Bella, a la que siempre había intrigado que alguien pudiera tornarse las cosas de forma tan despreocupada. En el caso de Edward, aquella actitud no tenía mucho mérito. De hecho, no tenía ningún motivo de preocupación: era rico e inteligente. Desde que era un niño, todo le había sido servido en bandeja de plata. Incluidas las mujeres.

Bella hizo una mueca al pensar en ello. Sirvió una copa de whisky que habría tumbado a cualquiera y subió al piso de arriba, preguntándose qué motivos inconscientes tendría para haber preparado aquella copa. ¿Pretendía anestesiarlo, o solamente prepararlo para una posterior seducción? Al ser consciente de su último pensamiento, se detuvo sorprendida al final de la escalera, pero su sorpresa se tornó rápidamente en desafío. ¿No le había prometido a Alice que le brindaría la oportunidad de ser su primer amante a cualquier candidato que le resultara suficientemente atractivo? ¿Y qué mejor candidato que el hombre al que durante tanto tiempo había deseado?

Dios, quizá sí estuviera borracha, como Edward había parecido sospechar. ¿Cuántas copas de vino se había tomado antes de que éste llegara? ¿Dos? ¿Tres? No, sólo habían sido dos, no podía estar borracha, pero desde luego no estaba comportándose como la persona sensata que siempre había sido. De pronto, se sentía mucho más imprudente y atrevida de lo que había sido nunca, y también un poco nerviosa. Nerviosa y enfadada. Oh, sí, estaba enfadada. Enfadada con Edward. No tenía ningún derecho a aparecer de repente y estropearle otra vez la vida. ¡No era justo! Tenía que pagar por lo que le había hecho, y Bella ya había pensado su forma de cobrarse: le haría pagar con su cuerpo. Entró en la habitación sin llamar; Edward ya estaba fuera de la ducha y prácticamente vestido, aunque estaba todavía muy tentador. Llevaba la camisa desabrochada, dejando al descubierto el vello dorado de su pecho.

 

Se volvió bruscamente hacia ella y, cuando terminó de abrocharse la camisa, le dijo en tono de desaprobación:

-Estoy seguro de que tu madre te ha enseñado a llamar a la puerta antes de entrar en la habitación de un caballero.

-Yo también. Procuraré recordarlo la próxima vez que entre en una.

-¿Estás intentando meterte conmigo por alguna razón, Bella?

Sí, se contestó a sí misma con una sinceridad totalmente inesperada. Porque si no lo hacía, era capaz de arrojarse a sus pies y decirle que todavía estaba enamorada de él.

Se volvió antes de que Edward pudiera advertir el terror que se reflejaba en su rostro. Dios mío, se lamentó, aquello no podía ser verdad. No debía ser verdad. Pero lo era... Giró de nuevo hacia Edward con una falsa sonrisa. La cabeza le daba vueltas y no sabía siquiera lo que iba a hacer un minuto después. La idea de seducirlo le parecía cada vez más apropiada, estaba llegando a considerarla incluso como algo esencial.

Por primera vez en su vida, Bella deseaba que Edward fuera tan mujeriego como siempre lo había imaginado. Porque no tenía mucho tiempo. Edward volvería a Melbourne al cabo de uno o dos días. Y después de aquel encuentro, Bella no volvería a tener otra oportunidad. De modo que sólo podía contar con aquella noche.

-Estoy siendo muy mala, ¿verdad? -dijo intentando imprimir a su sonrisa toda la seducción de la que era capaz-. Sólo estaba bromeando. Toma, aquí tienes tu copa. Jacob me ha pedido que te la trajera -se la tendió y se sentó después en el borde de la cama. Cruzó las piernas, procurando que el vestido le quedara por encima de las rodillas.

-¿Y qué es lo que ha pasado para que tu esposa te haya abandonado? -le preguntó sin dejar de sonreír-. ¿Has vuelto a portarte como un niño travieso?-una parte de ella, deseaba que le contestara afirmativamente a aquella pregunta, pero otra quería que negara el adulterio, que le dijera que había hecho todo lo posible para que su matrimonio funcionara, pero que había sido imposible porque en realidad nunca había estado enamorado de su esposa. Quería que le explicara que en el fondo siempre habla estado enamorado de una mujer, de una mujer llamada Isabella.

Edward dio un sorbo a su copa sin apartar la mirada de las piernas de Bella y la dejó en una mesita baja. Sin decir una sola palabra, tomó un peine y se puso a peinarse mirándose en el espejo del tocador. Bella lo observaba deseando hundir las manos en su pelo y obligarlo a acercar su boca hasta a sus labios. De pronto se estremeció. Nunca se había creído capaz de tales sentimientos, de albergar una pasión como aquella. Eso la hizo temer lo que podría ocurrir si llegaba a acostarse con Edward y la experiencia terminaba siendo tan extraordinaria como imaginaba. En ese momento, se dio cuenta de que Edward estaba mirándola a través del espejo. Pero ya no miraba sus piernas, como antes, tenía la mirada clavada en sus ojos.

-¿Por qué quieres que te hable de mi matrimonio? -le preguntó. Bella se encogió de hombros con fingida indiferencia.

-Sólo por curiosidad. Jacob siempre ha dicho que no duraría mucho.

Edward se volvió y arqueó las cejas con asombro.

-¿De verdad? ¿Y decía también por qué?

-Supongo que pensaba que el hombre que había sido elegido Superestudiante del año no tenía madera de marido.

Edward sacudió lentamente la cabeza y suspiró.

-Vaya con el bueno de Jacob, y yo pensaba que era mi amigo.

-Jake es tu amigo -replicó Bella-, eso no tiene nada que ver. Además, supongo que eres tú el que tiene que averiguar por qué ha fracasado tu matrimonio.

-Ya lo he hecho, Bella, ya lo he hecho. Y he llegado a la conclusión de que cometí un grave error casándome con Tanya.

-Espero que ahora no vayas a culparla a ella.

-Al único que culpo es a mi mismo.

-El caso es que, definitivamente, te vas a divorciar, ¿no? -le preguntó, odiándose a sí misma por querer saberlo tan desesperadamente. ¿Qué diferencia supondría para ella? Edward sólo iba a pasar allí una noche, después regresaría a Melbourne, a su propio mundo; un mundo de altos vuelos y de mujeres como Tanya-. ¿Y no hay ninguna posibilidad de reconciliación?

-Ninguna - Edward dio un sorbo a su bebida, que fue seguido por una mueca de desagrado-. Demonios, Bella. ¿Qué le ha puesto Jacob a esto? Esta mezcla podría matar a un caballo.

-La culpa no es de Jake. La copa la he preparado yo. Me ha parecido que necesitabas relajarte.

-Y en eso tienes razón. Pero no de este modo -dejó la copa en la mesa-. Y dime, Bella, ¿te ha dado la vida todo lo que querías? ¿Hay abajo algún hombre que esté esperando que vuelvas a sus amantes brazos?

En ese momento Bella deseó haber echado arsénico en su copa.

-La verdad es que no -respondió con una amarga sonrisa-. En este momento no estoy saliendo con nadie. En cuanto al resto de mis ambiciones, te recuerdo que sólo tengo veinticuatro años y que hace solamente tres que terminé los estudios. Necesito algún tiempo para poder cambiar el mundo. Aunque me he dado cuenta de que hay ciertas cosas, y cierta gente, que no pueden cambiar.

-Puedes dejar los comentarios mordaces para otra ocasión, Bella. Hoy es el cumpleaños de Jacob y, si todavía lo conozco, estoy seguro de que abajo habrá música y baile. Y créeme, en este momento podría llegar a hacer algo interesante con un poco de música y un baile.

Tomó a Bella de la mano y tiró de ella para obligarla a levantarse. Bella se tambaleó ligeramente, pero Edward la sostuvo rodeándole la cintura con el brazo. La joven, asustada, lo miró con los ojos abiertos de par en par y se encontró con una mirada cargada de cinismo.

-No pongas esa cara de sorpresa, Bella. ¿No es este el tipo de comportamiento que se espera de un mujeriego como yo? Simplemente quiero recibir el beso de bienvenida que me has ofrecido en la puerta.

Presa del pánico, Bella apartó el rostro para alejarlo de su boca.

-Demasiado tarde -musitó entre dientes mientras sentía los labios de Edward en la mejilla-. Sólo doy besos de bienvenida en la puerta, no en los dormitorios.

Edward la agarró de la barbilla y la obligó a volver la cabeza.

-Entonces este será un beso de despedida -gimió. Bella intentó gritar, pero antes de que pudiera abrir los labios, Edward ya la había silenciado con un beso.

Recuerden: 2 comentarios mas en el fic y subo otro cap :D

 

 

Capítulo 7: El cumpleaños de Jacob. Capítulo 9: Siendo seducida por Edward

 
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