La cabeza, y también la habitación, le daban vueltas, pero no se encontraba mal. De hecho, se encontraba magníficamente y muy, pero que muy dispuesta a colaborar.
Cuando Edward le dijo que se sentara, se sentó. Cuando le pidió que levantara el trasero, lo levantó. Cuando le dijo que volviera a tumbarse, volvió a tumbarse encantada. Cuando ya sólo llevaba encima el sujetador y las bragas y Edward parecía haberla abandonado, Bella abrió los ojos. Al parecer, lo único que le había hecho detenerse a Edward era que había empezado a quitarse su propia ropa. Ya se había librado de la chaqueta y la corbata y la camisa estaba desabrochada.
-¿Te encuentras bien? --le preguntó Edward al ver que había abierto los ojos.
-No estoy segura -admitió, consciente de que la habitación todavía seguía dando vueltas.
-Te encontrarás mejor dentro de un minuto o dos. Has bebido el champán demasiado rápidamente.
-Has sido tú el que me ha hecho beberlo rápidamente -lo acusó.
-Tienes razón, Bella. Y también te he hecho llegar muy rápidamente hasta aquí esbozó una irónica sonrisa Y se quitó la camisa proporcionándole a la joven una vista completa del pecho que años atrás la había fascinado.
A Bella se le secó la boca al contemplar aquellas formas y músculos perfectos. El solo hecho de pensar que al cabo de unos minutos iba a poder deslizar las manos por aquel cuerpo maravilloso la hizo estremecerse. Él se inclinó para cubrir sus labios y deslizó entre ellos la lengua, sorprendiéndola con la urgencia de sus caricias. Hasta entonces, parecía estar dominando perfectamente la situación, pero a partir de ese momento, desapareció su capacidad de control.
La respuesta de Bella no fue menos apasionada. Le rodeó el cuello con los brazos, manteniendo los labios unidos a los de Edward y saboreó su lengua con ardor. Edward continuó aquel diálogo de sus cuerpos levantándole bruscamente el sujetador sin dejar de besarla para disfrutar de la suavidad de sus senos desnudos. Bella no quería que tuviera más delicadezas con ella. Lo deseaba salvajemente y así quería ver satisfecho su deseo. Cuando Edward separó su boca de la suya, Bella gimió decepcionada. Pero su desilusión no duró mucho tiempo.
Con la boca, dibujaba un sendero febrilmente tentador mientras iba haciéndole desprenderse de las bragas, un sendero que desvió deliberadamente del ardiente secreto que Bella escondía entre sus muslos. Pero a pesar de aquel desvío momentáneo, Bella sabía lo que la esperaba. El recuerdo de lo que había ocurrido la noche anterior en el coche, se convirtió en una tensión casi insoportable. Un calor salvaje corría por sus venas al recordar lo que había sentido cuando Edward habla posado los labios en aquel rincón.
Deseaba desesperadamente que se repitiera aquella sensación electrizante, aquella exquisita tortura. Edward le quitó completamente las bragas y se dispuso a acariciarle las piernas, pero aquella vez sólo con las manos. Cuando empezó, Bella sintió una ligera decepción, ella deseaba su boca, pero en el momento en el que Edward alcanzó la sedosa piel del interior de sus muslos, el corazón le estaba latiendo ya a una velocidad incontrolable. Con una precisión devastadora, Edward exploró aquel valle misterioso, excitándola y atormentándola hasta que Bella empezó a separar las piernas suplicando que siguiera, anhelando mucho más.
Aquella era la experiencia más intensa, más increíble que había sentido en su vida, pero había terminado demasiado rápido. Cuando Edward apartó sus manos y su boca, se sintió presa de una mezcla ambivalente de sentimientos. Aunque el sentimiento había sido glorioso, no era realmente lo que deseaba. Ella quería fundirse con él, sentirlo dentro de ella, alcanzar el clímax a su lado. Cuando Edward se levantó, el deseo de ser una con él todavía era increíblemente fuerte. Sentía un vacío en su alma y en su cuerpo que sólo él podía llenar.
-¡No me dejes! -le gritó.
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