Edward condujo hasta el puente y desde allí se dirigió al Prince Hotel, una de los nuevos establecimientos que habían abierto en Sydney. Bella reconoció el lugar porque lo había visto en un anuncio de televisión recientemente. Lo describían como un lugar que había sabido recuperar el encanto y la gracia del pasado y tenía fama de ser escandalosamente caro. Sólo acudía a él gente rica y famosa, y el hotel presumía de poder ofrecerles privacidad y discreción.

-Eh... ¿para qué hemos venido aquí? -preguntó Bella vacilante-. ¿Vamos a almorzar aquí?

-No, nos vamos a quedar aquí.

-¿Desde cuándo se te ha ocurrido eso?

-Desde que he llamado esta mañana para reservar la habitación. Está a poca distancia de la zona comercial y del teatro, y además se puede ir andando hasta el muelle. Es la base ideal para todas las actividades que tenemos previstas para hoy.

¿Actividades?

Bella lo había oído nombrar de muchas formas, pero jamás así. Contuvo a tiempo una risa que amenazaba con escapar de sus labios y le dirigió a Edward una mirada que esperaba fuera indescrifable. Y debió tener éxito porque él la miró con el ceño fruncido, con expresión de no saber lo que estaba pensando y de tener a la vez unas ganas enormes de adivinarlo.

-Creía que habías dicho que querías divertirte -susurró Edward-. En ese caso, ¿crees que serías capaz por lo menos de sonreírme?

Bella le sonrió y cuando Edward le devolvió la sonrisa sintió que la atravesaba una ráfaga de amor por él.

-Así está mejor -dijo Edward satisfecho-. Vamos, entremos al hotel. El portero quiere aparcar el coche.

Bella era todo ojos mientras salían del coche y Edward le daba instrucciones al botones pomposamente uniformado que se hizo cargo de su bolsa de viaje.

-¿Has estado alguna vez aquí? -le preguntó a Edward en un susurro.

-No, nunca, ¿pero por qué hablas tan bajo?

-Este es un lugar para hablar en voz baja --susurró mientras miraba a su alrededor fascinada por las paredes de madera, las alfombras rojas y las estatuas de bronce. Personalmente la decoración le parecía un poco excesiva y, aunque era consciente de que habría mucha gente a la que le gustaría, le extrañaba que fuera del agrado de Edward

-. Eh... ¿por qué has elegido este lugar?

-Porque es el único hotel de Sydney en el que la suite nupcial no estaba reservada esta noche.

Bella se detuvo inmediatamente. Los nervios acababan de apoderarse de nuevo de su estómago.

-¿La suite nupcial?

-Exacto -respondió Edward con una voz tan suave y acariciadora como sus ojos-. La primera noche que vamos a pasar juntos requiere algo especial, algo que refleje lo que pienso de ti y lo que tú significas para mí.

A Bella se le hizo un nudo en la garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas, pero supo contenerlas a tiempo.

-Es un gesto muy amable, Edward.

El aludido soltó una carcajada en la que no faltó una gota de cinismo.

-No es un gesto ni amable ni dulce en absoluto. No estoy preparado para ser una persona dulce. Soy egoísta, arrogante e incluso a veces cruel. Lo único que he hecho ha sido poner todos los medios para asegurarme de que no olvides esta noche. Y tampoco a mí. Si hasta ahora pensabas que por mi culpa no habías sido capaz de tener relaciones con ningún otro hombre, créeme, a partir de mañana no vas a querer saber nada de ningún otro hombre durante el resto de tu vida. Ahora, siéntate en esa butaca -la ordenó con una sonrisa tan despiadada como devastadora-. Voy a ver si está todo controlado. Después, nos iremos de compras.