Un beso inolvidable. (+18)

Autor: crepusculonov2
Género: + 18
Fecha Creación: 10/01/2011
Fecha Actualización: 23/02/2011
Finalizado: SI
Votos: 27
Comentarios: 118
Visitas: 123972
Capítulos: 35

 

Bella estaba decidida a sacar definitivamente de su mente el recuerdo de Edward Cullen. Habían pasado ya nueve años desde que aquel atractivo amigo de su hermano le había robado el corazón con un beso.
Pero ya había llegado el momento de poner fin a aquella locura, de dejar de comparar a cada hombre que conocía con Edward. Había llegado la hora de dejar que algún hombre la amara.
Justo entonces apareció inesperadamente Edward, anunciando que había puesto fin a su matrimonio y convirtiéndose en una tentación irresistible para Bella.

 

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Hola! esta novela no la escribir yo ni nada, esta basada en una novela llamada Un beso inolvidable escrita por lee miranda y me gusto mucho la historia asi que se me ocurrio hacerla con Edward, Bella y los demas de Twilight, la adaptare un poco para hacerla mas larga. 
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Capítulo 14: Edward conoce a Alice.

EL apartamento de Bella estaba en el segundo piso de un edificio del norte de Sydney, en una calle bien comunicada y cerca, aunque algo apartada, de las zonas más comerciales de la ciudad. No estaba lejos de la estación, pero desgraciadamente, no había cerca ninguna vista del puerto ni del puente. En el bloque había doce viviendas, cuatro por piso. La de Bella era la número once. Su salón daba a la calle por la que se entraba al edificio, de modo que si uno tenía vocación de espía era un lugar ideal. A las once menos cinco, Alice se situó detrás de la ventana.

-¿Qué coche tiene? -le gritó a Bella, que todavía estaba en el baño decidiendo su peinado.

-Uno negro.

-¿Sí, pero de que marca?

-No tengo ni idea. No es un coche deportivo y tiene pinta de ser extranjero.

-Y tiene unos asientos delanteros bastante amplios y cómodos -añadió Alice.

-Y cristales ahumados.

-Pues acaba de llegar.

-¿En serio? -graznó Bella y salió del baño sujetándose el pelo. Alice la recorrió con la mirada.

-Odio a la gente que se pone cualquier ropa vieja y consigue que parezca fantástica.

-Este vestido no es «cualquier ropa vieja» -protestó Bella. Era un vestido de lino naranja, con la espalda al descubierto y muy entallado. Le llegaba justo encima de las rodillas-, me costó doscientos dólares.

Aunque tenía que admitir que se lo había comprado hacía dos años y se lo había puesto muchísimas veces. Pero siempre le hacía sentirse bien y era el vestido menos serio que tenía, a excepción del de seda verde que había llevado a la fiesta. Además, después de mucho pensar, había decidido que quería estar atractiva para Edward.

-¿Me dejo el pelo suelto o me lo recojo? -preguntó desesperada.

-Recógetelo, pero déjate algunos mechones sueltos por la cara y el cuello para que no tengas un aspecto demasiado rígido. Ponte también unos pendientes. Ajá, el amante perfecto acaba de bajarse del coche, que es un Audi, por cierto. Tienes toda la razón del mundo: ¡es guapisimo!

-¿Qué lleva puesto?

-Un traje gris azulado. Guau, Bella, ya estoy preparándome para recibirlo como es debido.

-Aparta esas manos, Alice. Este hombre es mío.

Alice soltó una carcajada.

-¿Crees sinceramente que se va a fijar en mí estando tú a mi lado? Voy a buscarte los pendientes y el resto de cosas que te he prometido. Tú vete recogiéndote el pelo. Y cuando llegue el amante ideal, tarda por lo menos cinco minutos en salir.

-Deja de llamarlo así -gruñó Bella-. Se llama Edward.

-De acuerdo. ¿Edward qué más?

-Cullen.

Alice se fue a su habitación y salió al momento con unos pendientes largos de ámbar y oro. Bella sacudió la cabeza al verlos.

-No, Alice. Son demasiado para mí, si no te importa, prefiero llevar estas bolitas de oro.

-No me importa, pero recuerda qué pendientes llevabas anoche cuando conseguiste cautivar su atención.

Bella declinó su oferta diciéndole que la noche anterior Edward también había llegado a pensar que era una mujer dispuesta a todo y que quizá los pendientes habían contribuido a causar esa impresión.

-Quizá, pero aquello era una fiesta, y ahora es de día, sería diferente. O Dios, ya está llamando al timbre.

Alice se dirigió hacia la puerta y Bella se metió en el baño. Mientras se recogía el pelo las manos le temblaban de tal manera que el estilo que Alice le había sugerido le salió al final de forma fortuita. Aun así, estaba sorprendentemente satisfecha del resultado. Tenía un aspecto clásico, pero desenfadado al mismo tiempo, frío y a la vez sutilmente sensual. Era como una especie de Grace Kelly con el pelo castaño. Después de intentar tranquilizarse haciendo una serie de respiraciones, Bella reunió al final la valentía suficiente para abandonar el refugio del baño y enfrentarse a su destino. Edward estaba tan maravilloso como Alice había dicho; su encanto, casi deslumbrante, parecía fuera de lugar en aquella habitación pequeña y decorada con muebles baratos.

Cuando entró Bella, estaba semiapoyado en la ventana, con la chaqueta del traje desabrochada y las manos en los bolsillos del pantalón.

Los rayos del sol que entraban por la ventana convertían su pelo en hebras de oro y hacían brillar la seda de su traje. Llevaba una camisa de color azul más clara, y la corbata y el pañuelo eran una mezcla de azules, amarillos y verdes con un curioso diseño. La última vez que Bella había visto a Edward formalmente vestido había sido el día de su boda, que no era lo mismo que encontrárselo en su propio salón a las once de la mañana. Decepcionada, Bella comprendió que podría haberse comprado diez vestidos como el que llevaba con el dinero que le había costado a Edward aquel traje. Hasta entonces, jamás se había preocupado por el dinero que pudiera tener Edward. Pero tampoco había albergado nunca el tipo de esperanzas que desde la noche anterior había empezado a alimentar sobre él. En ese momento, veía su condición de multimillonario como una barrera más en su relación que impedía que pudieran llegar a ser nada más que simples amantes. Las chicas como Isabella Swan no se casaban con hombres como Edward Cullen. Como mucho, podían llegar a ser amigos. O amantes...

Bella se dio cuenta de que estaba mirando a Edward con el ceño fruncido, que éste a su vez la estaba mirando con el mismo gesto y que Alice los observaba a los dos con extrañeza. De modo que, intentando ubicar sus sueños en el rincón en el que siempre deberían haber estado, se esforzó por esbozar una sonrisa.

-Eres muy puntual -comentó.

-Y tú muy hermosa -le contestó Edward con voz sedosa, provocando que de los labios de Alice escapara un pequeño suspiro.

Bella miró a su amiga y se inclinó después a recoger el bolso de mano que había dejado preparado en la mesita del café. Era de color crema, aunque no del mismo tono que los zapatos; en realidad, jamás le había importado, pero en ese momento sí la afectaba, y mucho. De la misma forma que la afectaba no llevar un sujetador nuevo o que sus pendientes fueran de plata bañada en oro y no de oro  real. Maldita fuera, ¡lo que estaba deseando era ser rica!

-¿Nos vamos? -le sugirió a Edward secamente.

-Encantado de conocerte, Alice -se despidió Edward mientras le tendía educamente la mano. Alice se la estrechó.

-Lo mismo digo. Por cierto, ¿dónde van a pasar el día? -preguntó, antes de que Edward tuviera tiempo de conducir a Bella hasta la puerta.

Bella se descubrió a si misma intentando apartarse del brazo posesivo de Edward y mirándolo a los ojos.

-Sí, ¿dónde vamos a pasar el día? -preguntó, sorprendida por lo tranquila y natural que sonaba su voz. Alice tenía razón. Durante los años que llevaba viviendo en Sydney, había desarrollado una capacidad asombrosa para controlar su imagen y, aunque era la mejor forma de disimular sus sentimientos, no estaba muy segura de que le gustara. ¿Dónde estaba la joven sincera y sencilla que siempre había sido? ¿Realmente quería ser tan rica como Edward? La antigua Bella jamás se habría sentido inferior a alguien porque sus zapatos no fueran exactamente del mismo color que su bolso.

-He pensado que podríamos ir de compras -dijo Edward, curvando sus labios sensuales y perfectos en una sonrisa-. Te había prometido comprarte otro vestido, ¿recuerdas? Después iremos a algún sitio a almorzar.

-¿Entonces Bella volverá para la hora del té? -insistió Alice con una sonrisa extremadamente maliciosa-. Hoy me toca cocinar a mí, y necesito saber si tengo que preparar cena para una, para dos... o para tres.

-Yo no esperaría a Bella a la hora del té -le contestó con una suave sonrisa y un brillo de diversión en la mirada que demostraba que comprendía exactamente las intenciones de Alice-. Realmente, no la esperaría hasta muy tarde. Tengo planes para esta noche. Tú no tenías nada previsto, ¿verdad, Bella? -la miró directamente a ella.

-No -fue todo lo que pudo decir. ¡Dios!, se lamentó, ¿por qué habría estado de acuerdo en que Edward fuera a recogerla tan pronto? El día que la esperaba iba a ser una verdadera tortura. Ni siquiera estaba segura de que pudiera llegar a disfrutar de la noche cuando llegara, posiblemente estaría demasiado nerviosa después de haber pasado todo el día a su lado.

-Excelente -contestó Edward-. Adiós, Alice.

-¿Adiós? Eso suena como si no fuéramos a vernos nunca más -Bella se sobresaltó al advertir la indirecta que encerraban sus palabras.

-¿Si? -repuso él, arrastrando las palabras-. Entonces te diré au revoir, porque estoy seguro de que volveremos a vernos.

-Eso espero -musitó Alice y, sin que Edward la viera, Bella la miró con los ojos abiertos como platos. La respuesta de Alice fue una falsa sonrisa-. Bueno, vayanse ya. Y no te olvides de lo que te he dicho de la bebida, Bella.

-No lo olvidaré -contestó Bella, agarrando a Edward del brazo y sacándolo del piso antes de que su compañera pudiera decir una sola palabra más. En cuanto cerró la puerta, Edward soltó una carcajada.

-¿Qué te parece tan divertido? -le preguntó Bella.

-Tú amiga. Cualquier diría que eres Caperucita Roja y estás a punto de aventurarte en el bosque del lobo. ¿Qué diablos le has contado de mí?

-Sólo la verdad.

-Tu versión de la verdad tiene muy poco que ver con la realidad, Bella. Pero no es culpa tuya. Jacob ha estado alimentando la imagen que tienes sobre mí desde hace años. Ya se lo dije ayer por la noche. También le dije que eso tenía que terminar. Bella se quedó de una pieza.

-No le dirías que hoy íbamos a salir juntos, ¿verdad?

-No, pero reconozco que me entraron ganas de hacerlo. La única razón por la que no se lo dije fue que te lo habla prometido. Y como sabía que era capaz de llegar a decirle algo de lo que después podría arrepentirme, decidí pasar la noche en un hotel.

Las imágenes de Edward acostado con la rubia con la que había estado hablando volvieron a la mente de Bella, y aunque intentaba apartarlas, se negaban a desaparecer de su cabeza. Al igual que la sospecha de que la razón por la que Edward había ido a dormir a un hotel no tenía nada que ver con una posible discusión con Jacob y sí mucho con el estado de frustración que ella misma le había provocado. Bella continuó bajando las escaleras en silencio, odiando sus dudas y aferrándose al mismo tiempo a ellas con desesperación.

-Vas muy callada -le dijo Edward con un suspiro-. ¿Qué te pasa Bella? ¿Qué he hecho ahora?

Bella se detuvo al final de la escalera y se volvió hacia él.

-¡Júrame que no te has acostado con esa rubia! -le pidió con voz rota-. ¡Júramelo!

 

(Nota: lo se, he sido muy mala muajajajaja8-) pero eh tenido algunos asuntos personales + la escuela es todo muy pesado)

Capítulo 13: El gran dia. Capítulo 15: Let's have some fun!:)

 
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