Un beso inolvidable. (+18)

Autor: crepusculonov2
Género: + 18
Fecha Creación: 10/01/2011
Fecha Actualización: 23/02/2011
Finalizado: SI
Votos: 27
Comentarios: 118
Visitas: 123965
Capítulos: 35

 

Bella estaba decidida a sacar definitivamente de su mente el recuerdo de Edward Cullen. Habían pasado ya nueve años desde que aquel atractivo amigo de su hermano le había robado el corazón con un beso.
Pero ya había llegado el momento de poner fin a aquella locura, de dejar de comparar a cada hombre que conocía con Edward. Había llegado la hora de dejar que algún hombre la amara.
Justo entonces apareció inesperadamente Edward, anunciando que había puesto fin a su matrimonio y convirtiéndose en una tentación irresistible para Bella.

 

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Hola! esta novela no la escribir yo ni nada, esta basada en una novela llamada Un beso inolvidable escrita por lee miranda y me gusto mucho la historia asi que se me ocurrio hacerla con Edward, Bella y los demas de Twilight, la adaptare un poco para hacerla mas larga. 
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Capítulo 25: El hospital.

-¿A qué te dedicas, Edward?

El aludido se volvió hacia ella al oír la pregunta. Llevaban casi una hora viajando en un silencio total. Lo único que se oía en el coche era la música de la radio.

-No hace falta que hables por hablar -le contestó Edward, volviendo a prestar atención a la carretera.

-Ya lo sé. Pero quiero saberlo. Jake me comentó en una ocasión que trabajabas en el sector de exportaciones de Cullen Industries. ¿Pero qué es lo que haces exactamente?

-¿Entonces no lo sabes?

-¿Qué es lo que tengo que saber?

-Ascendí de puesto hace doce meses. Ahora soy el presidente de la compañía.

Bella pestañeó asombrada.

-No, no lo sabía. Pensaba que era tu padre el que ocupaba ese puesto.

-Y lo hacía, teóricamente. Desgraciadamente, hacía años que no se ocupaba del trabajo directamente y la compañía estaba empezando a notarlo. La decisión que tomó de irse a vivir a Sydney no fue la más oportuna, teniendo en cuenta que en Melbourne están las principales oficinas de todas las empresas. Pero mi madre se negaba a vivir en Melbourne y, cuando mi madre quiere algo, lo consigue. En el momento en el que tomé las riendas de la compañía, la negligencia de mi padre más la última crisis habían hecho que empezáramos a tener problemas en algunos sectores. Afortunadamente, conseguí dar la vuelta a la situación y en este momento nos encontramos en un período de crecimiento.

Bella estaba muy impresionada.

-¿Y cómo es que te hiciste tú cargo de la empresa? ¿Hablaste con tu padre para que se retirara?

-No. Mi padre murió.

Bella contuvo la respiración.

-Apareció en la prensa, en la sección de negocios.

- No suelo leer esa sección -musitó.

-No sabía que no estabas enterada. Jacob lo sabía y me llamó para darme el pésame. Pensé que te lo habría dicho.

-No, no me lo dijo. Estoy segura de que ni lo mencionó. Oh, Dios, cuánto lo siento, Edward. Debe haberte parecido muy mal que no te diera el pésame. ¿Cómo murió? ¿Estaba enfermo? -Bella recordaba al hombre alto y atractivo que había visto el día de su boda.

-Sí, muy enfermo. Tenía cáncer de páncreas e hígado. Los médicos no pudieron hacer nada. Murió tres meses después de que se lo diagnosticaran.

-Debió de ser terrible. Tu pobre madre debe de estar desolada.

-Oh, absolutamente -contestó con sarcasmo-, tan desolada que se fue a dar la vuelta al mundo un día después del funeral. El mes pasado pasó a ser la señora de Evenson. Afortunadamente para mí, el señor Evenson vive en Texas y tiene una extraña enfermedad que le impide viajar. Tengo la sensación de que la próxima vez que voy a ver a mi madre será el día del funeral de mi padrastro. Aunque quizá no -añadió-. Seguro que si llego un minuto después, ya se habrá ido.

Bella estaba a punto de defender a la madre de Edward, pero decidió no hacerlo. No le gustaba  aquella mujer y no culpaba a Edward por albergar aquellos sentimientos hacia ella. Había sido una madre fría y poco cariñosa y, al parecer, también una mala esposa; una mujer dura cuya única prioridad en la vida era el dinero y el nivel social.

-Ya entiendo -fue lo único que le dijo.

-Si, sé que lo entiendes -dijo Edward con una nota de admiración en la voz-. Muchas mujeres habrían hecho algún comentario estúpidamente compasivo sin entender nada en absoluto. Eres hija de tu madre y no tienes ni idea de cuánto lo aprecio. Estando a tu lado cualquier hombre sabe a lo que puede atenerse. Contigo no hay engaños, ni mentiras.

A Bella le conmovieron y perturbaron al mismo tiempo sus cumplidos. Lo que ella quería de Edward era exactamente eso: ni engaños ni mentiras.

-Y ahora dime qué es lo que haces, Edward -insistió—, cuéntame cómo es un día normal, o mejor una semana en la vida de Edward Cullen.

El sonrió con ironía.

-Eso suena como si la consejera y psicóloga Bella Swan se estuviera poniendo en funcionamiento. Así es como intentas conocer a tus pacientes, ¿verdad? Haciendo que te hablen sobre ellos mismos. Quizá debería parar el coche y tumbarme en el asiento de atrás, como si fuera un diván.

-Y quizá deberías seguir conduciendo y contestar a mi pregunta.

Edward suspiró.

-A lo peor no te gusta mi respuesta.

-Me arriesgaré.

Y la verdad es que no le gustó en absoluto. El horario normal de Edward era horroroso. Trabajaba ocho horas diarias durante la semana, con lo cual no le quedaba tiempo para nada y los fines de semana continuaba trabajando, aunque fuera a jugar al golf o asistiera alguna cena. Siempre salía por compromisos de trabajo. Empezaba a comprender por qué había fracasado su matrimonio, y así se lo dijo.

-Pero olvidas algo -le discutió Edward-. Durante los primeros tres años, yo no ocupaba este puesto tan agotador. Tenía prácticamente todo el tiempo que quería para dedicarlo a mi matrimonio y a mi vida. Durante los primeros dos años, cada vez que salía de viaje, Tanya venía conmigo.

Bella ignoró la punzada de celos provocada por aquella declaración y se concentró en lo que Edward le estaba contando.

-Pero cuando mi padre murió, mi matrimonio ya estaba destrozado. Tanya se negaba a acompañarme a ninguna parte y empezaba a no querer acostarse conmigo. Tenía su propia vida.

-Para ser sincera contigo -le comentó Bella-, tu actual estilo de vida difícilmente puede conducir a un matrimonio feliz, por mucho que te quiera tu esposa.

-¿Ahora está hablando la psicóloga o es Bella la que está analizando mi propuesta de matrimonio?

-Estamos hablando las dos.

-¿Entonces no crees que haya ninguna esperanza para nosotros si continúo siendo el director de Cullen Industries?

-Yo... no quiero casarme con un hombre así -dijo con firmeza.

Edward debió de advertir la convicción de su voz porque soltó un juramento.

-¿Y estarías dispuesta a convertirte en su amante? -le preguntó bruscamente.

Bella no se había sentido más turbada en su vida. Y tampoco más desilusionada. Debería haberse imaginado que aquel sería el siguiente movimiento de Edward. Al final, su objetivo no era convertirla en su esposa, sino en su compañera de cama.

-¿Y bien? ¿Estarías dispuesta?

Bella tragó saliva.

-Sí, probablemente sí -confesó con amarga sinceridad.

Pero se negaba a mirarlo a los ojos. Para ser la amante de un hombre, lo único que se necesitaba era deseo, no amor. No era una relación real. Edward le estaba ofreciendo sexo, nada más. El amor no entraba en sus cálculos. Pero el amor sería lo único que podría llevarla a ella a asumir ese papel. Un amor que se negaba a morir. Un amor capaz de hacerla traicionarse a sí misma y a los valores en los que había sido educada. Se hizo en el coche el más terrible de los silencios.

Bella no volvió a mirarlo. Pararon una sola vez y fue una parada corta. Edward continuaba avanzando, siempre al límite de la velocidad permitida. El paisaje era cada vez más árido y Bella pudo comprobar de cerca los efectos de la sequía de la que su padre se había estado quejando durante todo el año. Charlie Swan era un buen granjero; había reunido dinero suficiente para enviar a sus dos hijos a la universidad, pero aunque había sido capaz de proteger sus cultivos de todo tipo de enfermedades, era poco lo que podía hacer contra la falta de lluvia. Afortunadamente, la granja estaba situada a un lado del río, pero el cauce del agua había bajado considerablemente.

En ese momento su padre no debía de estar muy preocupado por sus cosechas, pensó Bella con tristeza. Su preocupación era otra mucho más importante, la misma que mantenía en vilo al resto de la familia.

-¿Quieres que te lleve a casa? -le preguntó Edward cuando llegaron a la carretera de Wilga-. ¿O prefieres que vayamos directamente al hospital?

-Vamos al hospital. Es posible que no haya nadie en casa.

-¿Y por dónde se va?

Bella le indicó la dirección y, al poco rato, estaban aparcando ya en el hospital. Cuando abrieron la puerta, la joven sintió una bofetada de calor, que ponía también en evidencia la excelente calidad del aire acondicionado del coche. Afortunadamente, también había aire acondicionado en el hospital.

El hospital era un moderno edificio que había sido remodelado y ampliado dos años atrás, no tanto porque Wilga hubiera crecido, sino porque atendía a una zona bastante amplia.

-Allí está el coche de Jaje- señaló Bella-. ¡Oh! Y el de mi padre -no estaba segura de que aquello fuera una buena noticia.

¿Estarían allí porque su madre seguía al borde de la muerte, o porque se encontraba mejor y por fin podían hablar con ella? En cualquier caso, parecía bastante probable que Renee continuara viva. Bella lo deseaba desesperadamente. Edward posó la mano en su hombro para mostrarle apoyo mientras cruzaban las enormes puertas del hospital para dirigirse a la zona de recepción.

-Tu madre es una luchadora -le dijo suavemente-. Estoy seguro de que se pondrá bien.

Pero Bella estaba muy preocupada. Aunque su madre superara aquel ataque, era posible que se encontrara con problemas de salud más adelante. El médico le había dicho años atrás que procurara adelgazar porque tenía problemas de tensión alta, pero Renee no había sido capaz de renunciar a la comida. Bella estaba segura de que ese habla sido uno de los factores que había contribuido a su enfermedad, pero también de que su madre no haría ningún caso si le ordenaban que siguiera una dieta.

Se dirigió a la enfermera de recepción con voz temblorosa:

-Señora Renee Swan-repitió-. Ha tenido un ataque al corazón. Yo soy su hija.

La sonrisa de la enfermera le infundió cierta confianza.

-Ah, si. Su hermano y su padre han pasado por aquí hace unos minutos. La señora Swan ha sido trasladada de la Unidad de Cuidados Intensivos a una zona de atención general; puedes considerarlo una buena noticia. Está en la sección C, en el tercer piso.

El alivio de Bella fue tal que estuvo a punto de echarse a llorar. De alguna manera consiguió dominarse, pero casi no pudo darle las gracias y, mientras se dirigían hacia el ascensor, tuvo que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas. Renee tenía una habitación para ella sola. Cuando Bella entró en la habitación, parecía estar dormida; su semblante había adquirido un tono grisáceo. Su padre estaba sentado a su lado, sosteniéndole la mano y Jake permanecía al lado de la ventana, mirando hacia fuera; ambos se volvieron hacia Bella en cuanto entró. Su padre con una mirada radiante; la de Jacob estaba cargada de reproches. -Ha venido Bella -le susurró Charlie Swan a su esposa y ésta abrió los ojos.

-Bella -la llamó ella con una voz tan roca y trémula que la joven estuvo a punto de derrumbarse. Cuando su madre le tendió las manos, sucumbió a las lágrimas que durante tanto tiempo había estado conteniendo y se arrojó a sus brazos.

-Tranquila Bella, tranquila -ronroneó su madre, acariciándole el pelo-. Estoy bien. Hace falta algo más que una estúpida palpitación para acabar conmigo.

-¡Una estúpida palpitación! Lo que hay que oír -la regañó cariñosamente su esposo-. Podrías haber muerto si no te hubiera traído tan rápidamente hasta aquí.

-Qué exagerado es tu padre, Bella-repuso Renee, haciéndole levantar el rostro a su hija y secándole las lágrimas con la sábana-. Lo único que he tenido ha sido un pequeño coágulo en un lugar inapropiado. El médico dice que no me van a quedar secuelas.

-Pero también ha dicho que si no se toma lo de la dieta en serio, quizá la próxima vez no tenga tanta suerte.

-Dieta, dieta, dieta -suspiró Renee-. No he oído otra cosa desde que me he despertado. Creo que es la palabra más ofensiva que se ha inventado.

-Muerte es peor -gruñó Jacob-. Por el amor de Dios, tienes que hacer lo que te diga el médico. Hacer una dieta no significa morirse de hambre, sólo tendrás que comer cosas diferentes, eso es todo.

-¡Paparruchas!

-Así que es aquí donde ha aprendido esa palabra... --susurró Edward, desde donde estaba. Renee Swan se fijó entonces en él.

-Bueno, bueno, si no lo conociera, diría que está aquí el mismísimo Edward Cullen. Bella, dime que no estoy viendo visiones.

Bella se enderezó en la cama y se volvió sonriente hacia Edward.

-Me temo que tienes razón, mamá. Edward está aquí; fue a Sydney para asistir a la fiesta de cumpleaños de Jake y todavía estaba allí cuando nos dieron la noticia de tu ataque. Ha sido muy amable al traerme hasta aquí -si a alguno se le ocurría preguntarle cómo se había enterado Edward de la noticia a esas horas de la madrugada, se habría muerto de vergüenza.

-Vaya, vaya -comentó su madre en voz tan baja que sólo Bella pudo oírla. Miró a Edward fijamente, se volvió hacia la sonrojada Bella y miró de nuevo a Edward-. Ha sido un gesto extraordinariamente amable por tu parte, Edward. Ahora ven aquí y dale a tu segunda novia un abrazo.

Edward soltó una carcajada e hizo lo que le pedía.

-Hola, señora Swan -la saludó con calor-. Me alegro de comprobar que no ha cambiado.

-No se puede decir lo mismo de ti, muchacho. Pareces un hombre importante. Pero creo que no te vendría mal dormir tranquilo y un poco de aire fresco. ¿Por qué no te quedas con Charlie en la granja unos cuantos días?

-Me encantarla, señora Swan, pero tengo que volver mañana mismo a Melbourne para atender unos asuntos urgentes que no pueden esperar. Pensaba haber salido hoy en coche para allá, pero lo que voy a hacer es ir mañana en avión.

Bella contempló la posibilidad de contarles a sus padres lo de la muerte de su padre, pero decidió que no era el momento más oportuno.

-Es una pena -dijo Renee-. La gente joven no se da cuenta de lo corta que es la vida. No debes perder la única vida que tienes haciendo cosas que no te hacen felices, y tampoco seguir aplazando cosas que debiste haber hecho hace años. 

(ya saben 3 comentarios mas y suboo)

Capítulo 24: Emergencia. Capítulo 26: El hospital 2

 
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