-Por el amor de Dios, lo que tienes que hacer es salir a la calle y acostarte con alguien antes de que sea demasiado tarde. ¿Cómo les vas a aconsejar a todas esas chicas que están en plena ebullición amorosa si tú no tienes ninguna experiencia sobre el tema? Como sigas esperando al hombre ideal, corres el riesgo de morirte siendo virgen. Francamente, no puedo comprender que una chica con tu aspecto no haya tenido que quitarse a los hombres de encima durante la adolescencia.
-No he dicho que ninguno lo haya intentado...
-¿Y no hubo ninguno que te gustara? -preguntó Alice con escepticismo.
* A Bella la asaltó inmediatamente el recuerdo de un joven de ojos color miel, dientes blancos, pelo color caramelo y piel clara. *
-Sí, hubo uno -admitió.
-¿Sólo uno?
-Créeme, después de Edward, no he conocido a ningún chico que estuviera a su altura -contestó Bella, sonriendo con pesar.
Y ese había sido su problema, pensó con un suspiro. Cuando se había probado la ambrosia, nadie se conformaba con un simple pedazo de pan. Bella siempre se había dicho a sí misma que su rechazo al sexo se debía a una conferencia que había escuchado, estando en la universidad, de un enfermo de SIDA. Pero tenía que admitir que eso no era cierto. Lo que le había ocurrido era que, inconscientemente, comparaba a todos los chicos que conocía con Edward Anthony Cullen.
|