Un beso inolvidable. (+18)

Autor: crepusculonov2
Género: + 18
Fecha Creación: 10/01/2011
Fecha Actualización: 23/02/2011
Finalizado: SI
Votos: 27
Comentarios: 118
Visitas: 123953
Capítulos: 35

 

Bella estaba decidida a sacar definitivamente de su mente el recuerdo de Edward Cullen. Habían pasado ya nueve años desde que aquel atractivo amigo de su hermano le había robado el corazón con un beso.
Pero ya había llegado el momento de poner fin a aquella locura, de dejar de comparar a cada hombre que conocía con Edward. Había llegado la hora de dejar que algún hombre la amara.
Justo entonces apareció inesperadamente Edward, anunciando que había puesto fin a su matrimonio y convirtiéndose en una tentación irresistible para Bella.

 

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Hola! esta novela no la escribir yo ni nada, esta basada en una novela llamada Un beso inolvidable escrita por lee miranda y me gusto mucho la historia asi que se me ocurrio hacerla con Edward, Bella y los demas de Twilight, la adaptare un poco para hacerla mas larga. 
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Capítulo 11: :l caramba

Se volvió, dispuesta a arrebatárselo, pero Edward fue más rápido que ella y se lo metió en el bolsillo. Y, por supuesto, Bella no iba a sacárselo de allí. Con las mejillas totalmente sonrojadas, se volvió hacia la consola y metió todas sus cosas en el bolso, a excepción de las llaves. Cuando terminó, tomó las llaves y las balanceó para que Edward pudiera verlas.

-Era esto lo que buscaba. Pero puedes quedarte el preservativo. Estoy segura de que lo vas a necesitar antes de que termine la noche. Un hombre como tú no tendrá ningún problema en encontrar una mujer que esté dispuesta a complacerlo.

-¿Siempre llevas un preservativo encima? -le preguntó Edward, mientras ella cerraba la cremallera del bolso y se lo colgaba al brazo.

-¿Y por qué no voy a llevarlo? -respondió con expresión desafiante-. Nunca se sabe cuándo se va a  tener suerte -levantó la barbilla con orgullo y se dirigió hacia la puerta.

Una vez fuera, descubrió desesperada que había un coche negro aparcado detrás del suyo que le impedía salir.

-Maldita sea -murmuró-. A alguien se le ha ocurrido la feliz idea de aparcar su coche detrás del mío.

-Creo que no deberías conducir -dijo Edward tranquilamente detrás de ella-. Es evidente que estás borracha.

Con aquella frase consiguió sacarla definitivamente de sus casillas.

-¿Y se puede saber exactamente por qué has decidido que estoy borracha? -le espetó furiosa-. ¿Quizá porque he decidido renunciar a tu compañía? ¿O será porque he decidido ser una excepción y no rendirme a tus irresistibles encantos?

-No -respondió Edward con calma-. Lo digo porque desde que he llegado has estado comportándote de una forma totalmente impropia de ti. Y estoy empezando a preguntarme por qué.

-Bravo, Edward -repuso Bella rezumando sarcasmo-. No has sabido prácticamente nada de mí durante nueve años y ahora te crees con derecho a saber cómo soy realmente. Me creas o no, viejo amigo, de los quince a los veinticuatro años una mujer puede cambiar mucho. Ahora soy tal como me ves -se quitó la chaqueta de los hombros y agarró el bolso con la otra mano para que Edward pudiera observar todos los detalles de aquel provocativo vestido-. ¿No será que no consigues hacerte a la idea de que «tu dulce Bella» se ha convertido en una persona sexualmente activa?

Nada más decir aquella mentira, se arrepintió de haberlo hecho. Era absurdo, pero odiaba ver la expresión de desilusión de Edward. ¿O era otra cosa lo que parecía ensombrecer su mirada? ¿Sería que se estaba dando por vencido?

La idea de haber derrotado a Edward la dejó totalmente desconcertada. Quizá, se dijo, estuviera más afectado por su ruptura matrimonial de lo que ella había pensado. Era posible que estuviera realmente enamorado de su mujer... Aunque para Bella aquella posibilidad resultara odiosa, demostraría que al menos era capaz de sentir algo profundo por una mujer. Jacob había tenido muy poco contacto con su amigo desde que ambos se casaron, de modo que la opinión que tenia de Edward pertenecía totalmente al pasado. Era posible que desde entonces hubiera cambiado.

Casi había empezado a compadecerlo cuando Edward pareció rehacerse de su desánimo y le dirigió una sonrisa cargada de sensualidad.

-Tienes razón -le dijo-. Estoy siendo algo hipócrita. Tienes tanto derecho a disfrutar de tu juventud como cualquiera. ¿Hay alguna razón por la que no quieras disfrutar conmigo?

Bella negó con la cabeza.

-¿No? -se burló Edward-. Bueno, no me puedes culpar por haberlo intentado. En ese caso, ven a dar una vuelta en el coche conmigo. Bella pateó el suelo completamente exasperada.

-¿Qué demonios te pasa? ¿Es que no te das cuenta de que no quiero ir a ninguna parte contigo? Quiero irme a mi casa. Si supiera de quién es ese maldito coche, le diría que lo moviera y... -se interrumpió al ver la sonrisa de Edward-. ¿Es tuyo, verdad? -le preguntó frustrada.

-Si, es mi coche, Jake me ha pedido que vaya a comprar unas cervezas y me ha dicho que tú podías indicarme dónde encontrarlas. Estoy seguro de que no sabía que estabas pensando en irte a casa. En cualquier caso, ¿qué motivos tienes para irte? La noche es joven y quién sabe, es posible que al final tengas suerte.

Bella decidió ignorar el último comentario de Edward.

-¿Y por qué no va Jacob a comprar cerveza?

-Porque por fin ha conseguido entablar conversación con un importante cliente. Ya sabes cómo es la gente que trabaja en publicidad; son como los vendedores, siempre están trabajando.

Bella tuvo la sensación de que de alguna manera estaba denigrando la profesión de su hermano.

-Bueno, por lo menos Jake trabaja.

-¿Crees que yo no?

Bella se encogió de hombros, consciente de que estaba siendo excesivamente grosera con Edward.

-Algún día -le dijo Edward con los dientes apretados, mientras la agarraba del brazo-, voy a contarte unas cuantas cosas sobre mi vida para que dejes de tener esa visión tan negativa -añadió mientras le abría la puerta del coche-. Pero no voy a hacerlo esta noche. Hoy es el cumpleaños de Jacob, necesitamos cervezas para la fiesta y su dulce hermanita va a indicarme dónde podemos comprarlas.

-Lo haré siempre que no ocurra nada raro -contestó-. No quiero tonterías, ni comentarios malintencionados. Iremos a la tienda y volveremos. Después, me montaré en mi coche y me iré a casa.

-Palabra de scout -le dijo Edward, llevándose una mano al corazón.

-Puf -gruñó Bella-. Dudo que hayas sido nunca un boy scout, Edward Cullen -y se metió en el coche.

No hizo ningún comentario sobre aquel coche que probablemente le habría costado una fortuna. Se sentó en su asiento y se puso el cinturón de seguridad, decidida a no decir una sola palabra. Dejaría que Edward pensara que estaba acostumbrada a montarse en coches como aquél. ¡Dejaría que pensara lo que le apeteciera de ella con tal de que mantuviera las manos lejos!

-Segunda calle a la derecha -le dijo en cuanto salieron; cuando ya estaban a punto de llegar, le indicó-: Mira, estamos a unos doscientos metros. Como el camino hasta allí estaba abarrotado de coches, Edward aparcó en una calle cercana.

-Volveré dentro de un minuto -le comentó, y salió a buscar la cerveza.

Mientras lo esperaba, Bella iba poniéndose cada vez más nerviosa, y la verdad era que no sabía por qué. ¿Cuál era el problema, que no confiaba en Edward, o que no confiaba en si misma? El problema era que, estando allí sentada, no conseguía pensar en nada sensato. Una maliciosa vocecilla interior le decía que no dejara que Edward se marchara por segunda vez, que tomara lo que le ofrecía, aunque sólo fuera sexo. Al fin y al cabo, ella pondría también amor...

¿Pero qué ocurriría cuando Edward se diera cuenta de que todavía era virgen? A un hombre con su experiencia no le pasaría inadvertido. ¿Qué ocurriría cuando se diera cuenta de que no era la joven libertina que había estado fingiendo ser durante toda la noche? Aquellos pensamientos consiguieron apaciguar ligeramente su nerviosismo y darse cuenta de que era totalmente innecesario que huyera a su casa como un conejillo asustado. Recordar su virginidad le había hecho darse cuenta de que no iba a hacer nada con Edward. ¡Preferiría morir antes que convertirse en blanco de sus burlas! Nada más llegar, Edward se asomó, sonriendo irónicamente por la ventanilla.

-Vaya, estás aquí. Pensé que habrías salido corriendo.

-No -repuso ella-. Ya me he cansado de huir esta noche.

-¿Y qué significa exactamente eso?

-Significa que he decidido no irme todavía a casa.

-Antes no me has explicado por qué querías marcharte.

-Supongo que estaba preocupada por la posibilidad de terminar siendo una más en tu lista.

-Ah, volvemos a Casanova, ¿eh? -sacudió la cabeza mientras ponía el coche en marcha-. Ya veo que no hay ninguna esperanza de que cambies de opinión sobre mí. Se te ha metido esa idea en la cabeza y no hay forma de sacártela. Aunque es posible que todavía pueda hacer algo al respecto.

Volvió la cabeza y aceleró con fuerza, sacando el coche de una forma espectacular. Ninguno de los dos dijo nada hasta que llegaron a la carretera que conducía a casa de Jake.

-Muy impresionante -comentó Bella con sarcasmo cuando Edward paró el coche.

Edward se echó a reír.

-Me alegro de ver que todavía puedo impresionarte de alguna manera. Aunque hubo una época en la que te impresionaba todo lo que hacia, ¿verdad? Si hubiera dicho que el mundo era cuadrado, me habrías creído, y si te hubiera propuesto que caminaras por el agua lo habrías intentado.

Bella se volvió hacia él con los ojos llenos de dolor.

-Ha pasado mucho tiempo desde entonces -susurró.

-Es cierto. Pero creo que todavía hay una forma en la que te puedo impresionar, y es así -sin darle tiempo a detenerlo, se quitó el cinturón de seguridad, se inclinó sobre ella y atrapó su boca.

LA impresión dejó paralizada a Bella durante algunos segundos, permitiendo así que Edward la besara a su antojo y le causara un efecto devastador. Pero, a pesar de la rapidez de los latidos de su corazón y de la traición de sus sentidos, tuvo el valor suficiente para protestar cuando Edward introdujo la lengua en su boca.

Desgraciadamente, Edward interpretó su queja como un gemido de desesperación.

-Tienes razón -susurró, cubriendo su rostro de besos-, yo siento lo mismo. Esto tenía que pasar algún día. Lo sabes tan bien como yo.

-¡No! -gimió Bella.

-Claro que sí -insistió Edward, besándola de nuevo para demostrárselo.

Bella hizo todo lo posible para evitar su beso, movía la cabeza continuamente a la vez que intentaba apartarlo con los brazos, pero ambos gestos fueron inútiles.

-No seas tan hipócrita -le dijo Edward y le sujetó las manos-. Me deseas tanto como yo a ti. Por eso has estado metiéndote conmigo toda la noche, porque en el fondo te desprecias a ti misma por desearme. Y por eso querías marcharte, no te atreves a quedarte por temor a lo que podría pasar.

-No te tengo ningún miedo -le espetó.

-¿Entonces qué temes? No creo que sea a las consecuencias de hacer el amor. ¿Has olvidado acaso que llevo el preservativo que pensabas utilizar en mi bolsillo?

-No he olvidado absolutamente nada.

-Lo cual, por supuesto, es el motivo principal de tu dilema. Todavía estoy siendo castigado por lo que hice hace nueve años. ¿Me creerías si te dijera que lo hice por ti, Bella? ¿Te parece tan difícil atribuirme ese honor?

-¿Honor?-repitió Bella asombrada.

-Bueno, quizá no deba hablar de honor -repuso secamente Edward-. Reconozco que siempre has despertado en mi pensamientos algo deshonestos, pero al final siempre he intentado hacer las cosas bien.

Lo cual evidenciaba lo que había significado Bella para él durante aquel verano; el único sentimiento que ella le había inspirado era la lujuria. Nada más.

-¿Y ahora, Edward? -le preguntó en tono burlón-. ¿También vas a intentar hacer las cosas bien?

-No, Bella, esta vez no. Soy consciente de que esta es la única oportunidad que tengo de conseguir algo que siempre he deseado y voy a aprovecharla.

-Jacob te estrangularía sí saliera y nos viera en el coche de esta forma -le advirtió.

-Nadie puede vernos en este coche. Tiene unos cristales especiales. Además, Jake no va a salir.

-¿Por qué no?

-Porque está muy ocupado hablando con un cliente. Y sobre todo porque no tiene ni idea de que estamos aquí.

-Pero, pero...

-Jake no me ha pedido que fuera a buscar cerveza. Ha sido una excusa que me he inventado para poder estar contigo a solas.

-Pero tú... tú -farfulló Bella indignada-. Como se te ocurra volver a besarme, te morderé la lengua.

-Gracias por la advertencia, cariño -musitó Edward con una amenazadora sonrisa-. En ese caso, me aseguraré de mantenerla lejos de tus maravillosos dientes.

Posó los labios en el cuello de Bella y empezó a lamerlo suavemente, haciendo que la joven tuviera que contener la respiración. Un sentimiento agridulce combatía contra su orgullo y el respeto que por sí misma tenía. Dios, lo deseaba tanto... y allí estaba de nuevo aquella insidiosa vocecilla interior, tentándola, atormentándola. Le recordaba cuánto lo amaba, cuánto lo deseaba, la instaba a no pensar en el mañana, a no pensar en su virginidad, a no pensar en nada. Edward puso el punto final a todas sus dudas al deslizar la boca desde su cuello hasta sus senos, que sobresalían a ambos lados del cinturón de seguridad.. Bella tenía que morderse los labios para no gritar, para no dejarse arrastrar por lo que sentía. Una excitación incontenible corría por sus venas, encendiéndole la sangre e impidiéndole pensar.  

-Oh, Dios, Edward -gimió.

Capítulo 10: Oh oh = esto no puede ser verdad. Capítulo 12: Que noche.

 
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