Bella sintió miedo. Nunca había visto a Edward con ese aspecto tan amenazador, ni tan furioso. Recordó vagamente que hacía tiempo Jake le había comentado que Edward había practicado muchos deportes, incluidas las artes marciales. En cualquier caso, teniendo en cuenta las perfectas condiciones físicas en las que se encontraba, no le iba hacer falta recordar sus habilidades para destrozar a Jacob si así lo decidía.

-Vamos fuera, Jacob.

-¡Edward, no! -gritó Bella-. Por favor, no -le suplicó.

-No estoy desafiándolo a un duelo, Bella. Simplemente quiero arreglar algunas cosas.

-¿Estás seguro?

-Por el amor de Dios, Bella -explotó Jake irritado-. Somos adultos, no niños. Además, puedo cuidarme perfectamente, no necesito que mi hermana pequeña venga a ayudarme. Si Edward tiene ganas de pelea, que lo intente. Ha llovido mucho desde que era el superatleta de la universidad. Y yo también he cambiado mucho desde entonces. Desde luego, ya no soy el jovencito de campo fácilmente impresionable que estaba encantado de poder lamerle los pies al gran Edward.

Bella sacudió la cabeza, pero no dijo nada. Aterrorizada, observó salir a su hermano y su amante al patio y dirigirse al establo. En cuanto se metieron en él, cerraron las puertas tras ellos. La joven esperaba que de un momento a otro empezaran a temblar las paredes y a salir nubes de polvo, como en los dibujos animados, pero todo permaneció en un absoluto silencio durante unos veinte minutos, hasta que se abrieron de nuevo las puertas.

Salieron los dos juntos. Jacob parecía un tanto estupefacto, pero no tenía muy mal aspecto. Se alejó en dirección al río, mientras Edward regresaba hacia la casa. Bella salió rápidamente al porche para acudir a su encuentro.

-¿Qué ha pasado? ¿Qué le has dicho? --le preguntó nada más verlo. Edward se quedó mirándola en silencio antes de contestar:

-Eso es asunto de Jake y mío, Bella.

-Pero... pero...

-No intentes sacarle nada a Jacob tampoco -la interrumpió cortante-. Le pondrías en una situación muy desagradable. Mira, he decidido marcharme ya a Sydney. Cuanto antes pueda estar en Melbourne, mejor. Asi podré regresar a Sydney para el próximo fin de semana. ¿Qué planes tienes tú? ¿Cuánto tiempo piensas quedarte aquí?

A Bella le daba vueltas la cabeza. No estaba nada segura de lo que iba a pasar a partir de entonces con su vida.

-Yo... pensaba quedarme aquí por lo menos una semana.

-¿Entonces no estarás en Sydney el fin de semana que viene?

-No. Supongo que Jacob ya habrá vuelto para entonces, así que seguramente me iré en el tren que sale el domingo por la noche. Tengo que estar en el colegio la última semana de curso -se detuvo un instante-. Edward, ¿cómo va a seguir esto?

-¿A qué te refieres? ¿A lo que ha sucedido entre Jacob y yo?

-No, estoy hablando de ti y de mí. ¿Qué es lo que quieres de mi, Edward? ¿Qué esperas?

-¿Vamos a volver a lo que ya hemos acordado esta mañana en el coche? -le preguntó Edward mirándola con recelo. Bella levantó la barbilla con aire desafiante, pero el corazón se le encogió en el pecho.

-No.

Edward adoptó entonces una expresión triunfante y la recorrió de pies a cabeza con la mirada.

-Ya sabes lo que quiero Bella, pero de lo que no estoy tan seguro es de lo que puedo esperar de ti. En fin, el tiempo nos lo dirá. Soy un hombre paciente.

-¡Deja de hablarme con acertijos! -estalló Bella-. ¡Sabes que odio ese tipo de cosas! Explícame exactamente lo que tienes pensado. ¿Vas a venir los fines de semana a Sydney, o en el fondo esperas que termine resignándome y yéndome a vivir a Melbourne? Espero que no estés pensando en montarme un piso en cualquier parte. No estoy dispuesta a soportar una relación a escondidas. Si voy a ser tu novia, o algo parecido, quiero que tengamos una relación normal, nada sucio. Tú te ocuparás de tus gastos, y yo de los míos.

Edward soltó un silbido ante aquella declaración.

-¡Esta es mi Bella! De acuerdo, te daré entonces toda la información que pueda en este momento. En primer lugar, no quiero que te resignes a vivir en Melbourne, porque voy a trasladarme a Sydney en cuanto pueda. Puedes seguir viviendo donde vives y, por supuesto, no tengo nada que decir sobre tu trabajo.

Bella sintió que iba a estallar de alegría; los ojos se le llenaron de lágrimas de felicidad.

-¿De verdad? Oh, Edward, eso es maravilloso. ¡No sabes lo feliz que me haces!

Edward se quedó mirándola en silencio. Un segundo después, la abrazó y la besó con una pasión que les hizo estremecerse a los dos.

-Dime que me amas -susurró contra su boca.

En aquella ocasión Bella no vaciló, no necesitaba protegerse de nada.

-Te amo -le dijo con voz trémula.

-¿Y nunca amarás a otro?

-Nunca he amado a nadie más.

-Es todo lo que necesitaba saber. ¿A qué hora volverás a tu casa después del trabajo el lunes por la mañana?

-Alrededor de las cuatro y media.

-Allí estaré -dijo Edward, se volvió y bajó corriendo los escalones para dirigirse a su coche. En el momento en el que lo observaba alejarse por la carretera del valle, Bella se dio cuenta de algo crucial: Edward no le había dicho a ella que la amaba.

Ya quedan solamente 4 capituloss!!! hay espero que les guste el final. Como ya quedan tan poquitos, subire los proximos cuando comenten 5 veces porfaaa!!