Bella cubrió el teléfono con la mano y gimió.
-¿Quién es? -le preguntó inmediatamente Edward, incorporándose sobre un codo.
- Es jacob -fue lo único que pudo decir, pero el juramento que soltó Edward a continuación lo dijo todo. Bella tragó saliva y levantó la mano del auricular.
-Sí, soy yo.
-Caray, Bella. Cuando Alice me ha dicho dónde estabas y con quién no me lo podía creer. No te imaginas hasta qué punto me has decepcionado y lo enfadado que estoy con Edward.
La cabeza de Bella empezó a funcionar a toda prisa. Alice jamás le habría dicho a Jacob donde estaba, a menos que hubiera alguna emergencia. Habría inventado cualquier excusa para protegerla.
-Ahora déjate de regañinas -le dijo a su hermano con impaciencia-. ¿Qué ha pasado, Jake? ¿Por qué me llamas a estas horas?
-Mamá ha tenido un ataque al corazón.
Hasta el último músculo de Bella se tensó de la impresión. ¿Que su madre había tenido un ataque al corazón? ¡Pero si sólo tenía cuarenta y ocho años! Le parecía imposible.
-Pero... no ha muerto, ¿verdad? Oh, Jake, no me digas que ha muerto.
-No, no ha muerto, pero está en el hospital. Papá dice que la situación sigue siendo muy delicada.
Bella rompió a llorar y Edward le quitó inmediatamente el auricular.
-Soy Edward, Jacob. Bella está demasiado afectada para hablar. ¿Qué ha pasado?
Bella todavía no se lo podía creer. ¿Qué pasaría si su madre muriera? ¿Qué haría Jake? ¿Y su padre? Oh, Dios, su padre no sería capaz de soportarlo. No, a su edad no podía morir. Era demasiado pronto.
-Por el amor de Dios, Jacob, madura y aprende a poner en orden tus prioridades -estalló Edward-. ¿Qué demonios importa que Bella y yo hayamos pasado la noche juntos cuando tu madre podría haber muerto? Lo que tienes que hacer es montarte en el coche e irte directamente al hospital. ¡Y no vayas demasiado rápido! No creo que a tu padre le sentara nada bien que terminaras estrellado contra un árbol -se interrumpió durante unos segundos y continuó-. No, no pierdas el tiempo viniendo hasta aquí a recoger a Bella -le advirtió con la misma autoridad-. Ya la llevaré yo. Y te aconsejo que no hagas ningún comentario sobre lo que ha pasado entre ella y yo. Como les digas una sola a palabra sobre nosotros a tus padres, te desollaré vivo. Has estado poniendo a prueba nuestra amistad durante todo este fin de semana y ya no estoy dispuesto a soportarlo ni un minuto más.
Se inclinó por encima de Bella y colgó el teléfono.En cuanto se fijó en las lágrimas que cubrían el rostro de la joven, desapareció su dura expresión.
-Mi pobre Bella -ronroneó y la acunó cariñosamente en sus brazos-. Sé lo que tu madre significa para ti... para todos nosotros. Es una gran mujer.
A Bella le conmovió su compasión, y tuvo que hacer un esfuerzo casi sobrehumano para no estallar en sollozos. Poco a poco y con mucha desgana, comenzó a separarse de su abrazo.
-Edward... ¿de verdad me vas a llevar al hospital? - le preguntó-. ¿No tienes que volver hoy a Melbourne?
-Debería, pero no voy a ir. ¿Cómo voy a dejarte en un momento como éste? Ahora me necesitas, Bella.
A ella volvieron a llenársele los ojos de lágrimas.
-Sí, Edward, te necesito. Yo...
-No -la interrumpió bruscamente-. No digas nada más, este no es el momento oportuno. Ahora estás muy conmovida y tus sentimientos están muy condicionados. Lo que tienes que hacer es levantarte rápidamente y ducharte mientras yo pido el desayuno. Supongo que querrás pasar por tu casa para ir a buscar algo de ropa, así que date prisa. En estas situaciones el tiempo es algo esencial.
La última frase de Edward hizo volar la mente de Bella hasta su madre. Se la imaginaba tumbada y posiblemente agonizando en el hospital. El pensar que quizá no volviera a verla con vida, le hizo levantarse corriendo de la cama y meterse en el baño. Menos de una hora después, llegaba a su casa. En el momento en el que estaba entrando en la sala, el reloj marcaba las seis menos veinticinco.
-¿Eres tú, Bella? -la llamó Alice desde el dormitorio.
-Sí, soy yo. Estoy sola.
Entonces salió Alice poniéndose una bata y con ojos de cansancio.
-Espero que no estés enfadada conmigo -le dijo preocupada-. No quería decirle a tu hermano dónde estabas, pero cuando me contó lo de tu madre comprendí que tenía que hacerlo.
-Hiciste bien, Alice.
-¿Dónde está Edward?
-Está esperándome en el coche. Me va a llevar a verla.
-Supongo que este no es el mejor momento de preguntarte cómo les ha ido.
-No -le contestó Bella con evidente tensión-. No es el momento.
Alice asintió.
-Bella, ¿hay algo que pueda hacer por ti?
-No, nada.
-Espero que tu madre supere esta crisis -comentó Alice, mientras la seguía al dormitorio en el que Bella estaba empezando a ponerse ya unos pantalones y una camiseta a rayas blancas y negras.
-Yo también lo espero -respondió mientras se ponía las sandalias.
-Siempre me ha parecido muy amable cuando he hablando con ella por teléfono.
-Y lo es.
-Mi madre es una auténtica bruja, y aun así la adoro.
Bella estaba ya a punto de llorar y su amiga se acercó a ella y la abrazó.
-No importa cariño, llora. Conmigo no tienes que hacerte la valiente.
Y Bella lloró.
Diez minutos después, se dirigía con Edward hacia el norte a toda velocidad.
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