Un beso inolvidable. (+18)

Autor: crepusculonov2
Género: + 18
Fecha Creación: 10/01/2011
Fecha Actualización: 23/02/2011
Finalizado: SI
Votos: 27
Comentarios: 118
Visitas: 123960
Capítulos: 35

 

Bella estaba decidida a sacar definitivamente de su mente el recuerdo de Edward Cullen. Habían pasado ya nueve años desde que aquel atractivo amigo de su hermano le había robado el corazón con un beso.
Pero ya había llegado el momento de poner fin a aquella locura, de dejar de comparar a cada hombre que conocía con Edward. Había llegado la hora de dejar que algún hombre la amara.
Justo entonces apareció inesperadamente Edward, anunciando que había puesto fin a su matrimonio y convirtiéndose en una tentación irresistible para Bella.

 

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Hola! esta novela no la escribir yo ni nada, esta basada en una novela llamada Un beso inolvidable escrita por lee miranda y me gusto mucho la historia asi que se me ocurrio hacerla con Edward, Bella y los demas de Twilight, la adaptare un poco para hacerla mas larga. 
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Capítulo 12: Que noche.

Edward le soltó bruscamente las manos, pero no apartó la boca de sus senos, ni siquiera cuando ambos asientos pasaron de su posición erguida a otra mucho más acorde con la ocasión. Bella se descubrió a sí misma cerrando los ojos y suspirando, entregada por completo a todo lo que pudiera suceder. Nada podía detenerla ya, ni siquiera un temblor de tierra.

Se sentía como un volcán en erupción. Los sentimientos que hablan permanecido adormecidos durante tanto tiempo bullían inquietos en su interior, clamando por liberarse. Sentía su presión en medio de las placenteras sensaciones que la dominaban y sabía que aquel fuego latente iba a hacerle perder el control. Edward estaba besándole los labios, los ojos, los oídos, le hacía todo tipo de sugerencias eróticas que en la mente de Bella se convertían en nuevas explosiones de deseo.

-Sí -susurró ciegamente-. Si, por favor -suplicó, aunque casi inmediatamente se dio cuenta de que no sabía realmente lo que estaba pidiendo. Pero encontró la respuesta en cuanto Edward deslizó las manos bajo la falda del vestido para empezar a bajarle las bragas. Bella incluso lo ayudó, levantando ligeramente su trasero.

Edward volvió a meter las manos bajo la falda. Bella no podía seguir soportando aquella agonía, quería que la tocara, que la tocara ya.

Edward no la acarició donde ella quería; le acariciaba la sedosa piel de los muslos, deslizaba las manos desde la cadera hasta las rodillas... Pero Bella ya no podía contenerse y separó las piernas inquieta, demostrándole lo que quería.  Y Edward la complació. ¡Y de qué manera!

Bella no podía creer que estuviera permitiendo que le estuviera haciendo lo que le estaba haciendo. Respiraba con dificultad y el corazón amenazaba con salírsele del pecho. Gimiendo bajo aquella espiral de placer salvaje, hundió los dedos en el pelo de Edward para finalmente hacerle apartar la cabeza.

-¡No! -gritó, sin saber muy bien lo que estaba diciendo. Lo único que sabía era que aquello era demasiado intenso. Estaba asustada.

-De acuerdo -respondió Edward con voz ronca-. Estaba a punto de parar. Esto no es lo que yo quiero.

Bella permaneció tumbada, mirándolo con los ojos abiertos de par en par mientras él se colocaba dificultosamente a su lado para acuclillarse después entre sus piernas. No se desnudó exactamente, pero consiguió ponerse sin ninguna dificultad el preservativo que antes se había metido en el bolsillo. Estuvo acariciándola hasta que Bella volvió a arquearse contra él, deseándolo desesperadamente; sólo el cinturón de seguridad le impedía rebelarse contra aquellas tortuosas caricias y pedir algo más, de modo que cuando Edward se detuvo para ayudarla a colocarse, en lo único en lo que Bella estaba pensando era en que se hundiera en ella. Pero cuando Edward empezó a presionar para fundirse con ella, la joven se tensó terriblemente y cada vez que Edward volvía a intentarlo, el miedo aumentaba y sus músculos estaban más tensos.

-Dios mío, Bella -gimió Edward-. Relájate, ¿quieres?

-No..., no puedo. Oh Dios, no puedo, no sé lo que tengo que hacer.

-¿Qué quieres decir con eso de que no sabes? Demonios, ¿no estarás diciendo lo que creo que estás diciendo, verdad?

Bella quería morirse de humillación y de frustración, En ese momento, se odiaba a sí misma y a su falta de experiencia. Gimió desazonada y se cubrió el rostro con las manos. Edward soltó un juramento. Y a los dos segundos, lo repitió.

Bella se acobardó al oírlo. Era evidente que había decidido no continuar. Obviamente, las vírgenes no le gustaban.

-Por el amor de Dios, Bella -le desabrochó el cinturón de seguridad, le tomó ambas manos y la ayudó a enderezarse. Bella prácticamente lo tenía rodeado con las piernas, pues Edward permanecía colocado entre ellas. Afortunadamente, la falda estaba de nuevo sobre su regazo. -¿Por qué no me has dicho antes que eras virgen? -le preguntó duramente-. ¿Por qué me has dejado creer que habías dejado de ser una buena chica para convertirte en una mujer que se acostaba con cualquiera?

Bella se encogió de hombros ante la furia de Edward. Jamás lo había visto de aquella manera. -¿Crees que te hubiera tratado así si lo hubiera sabido?

-¿Tratarme cómo? -farfulló confundida.

Edward se quedó mirándola fijamente y sacudió la cabeza.

-No estoy seguro de sí eres totalmente inocente o sí eres más calculadora y perversa que ninguna de las mujeres que hasta ahora he conocido. ¿Qué significa todo esto? ¿Vas por la vida de mujer provocadora? ¿Te gusta vestirte de esta forma tan seductora para ver cuántos hombres terminan jadeando detrás de ti? ¿Y no será que esta noche al final te has encontrado con un hombre que no tolera las bromas y que además te gusta de verdad?

-¡No! -negó con fiereza-. Y sí, de alguna manera sí.

-¿Qué significa eso? ¿Sí o no?

-No, no soy una provocadora -negó con calor-. Pero sí, es cierto que esta noche me he vestido de una forma especialmente seductora... Y también es verdad que me gustas. Siempre me has gustado.

-¡No mientas! Bueno, lo de vestirte de forma tan seductora no tenía nada que ver conmigo,  ¿verdad? No sabías que iba a aparecer por aquí esta noche. Así que, ¿a quién pensabas impresionar vistiéndote de esa forma, Bella?

Ella hizo una mueca y sacudió la cabeza.

-O me lo dices o se lo preguntaré a Jacob.

-El no lo sabe.

-¿No sabe qué? ¿Que todavía eres virgen? ¿O que eres una especie de comehombres?

-¡No soy ninguna comehombres!

-¡Entonces dime la verdad!

-Hoy... bueno, hoy había decidido que estaba ya harta de mí inexperiencia -le confesó con un hilo de voz-. Pensaba que ya era hora de que perdiera la virginidad. Sabía que en la fiesta de Jake habría un montón de invitados, así que me he arreglado y... Bueno, yo sólo, yo sólo... -se encogió de hombros, deseando haber dicho ya lo suficiente como para satisfacer su curiosidad.

-¿Tú sólo qué?

Su insistencia estaba empezando a molestarla. Al fin y al cabo, ¿quién se creía que era él?

-Oh, cállate ya, Edward. Estoy segura de que cualquiera podría imaginárselo. Has aparecido justo en el momento en el que me sentía preparada para tener un amante y por un momento he pensado que podrías ser tú; al fin y al cabo, también fuiste mí primer amor. Pero al final he decidido no inflar más tu ya insufrible ego de modo que para lo único que al final me has servido ha sido para estropearme cualquier otra oportunidad que pudiera haber tenido esta noche. Tienes la costumbre de hacer siempre lo mismo en mi vida -le espetó-. Me imposibilitas las relaciones con otros hombres. Una de las razones por las que sigo siendo una estúpida virgen eres tú.

Lo miró con el ceño fruncido, pero él no le devolvió el gesto adusto. De hecho, todo el enfado de Edward desapareció de su rostro para dar paso a una expresión de ternura.

-No creo que haya nada estúpido en ser virgen a tu edad -le dijo suavemente-. Pero ya que he sido yo el que te ha estropeado cualquier tipo de relación con otros hombres, creo que lo menos que puedo hacer es reparar el daño que he hecho.

-¿Qué quieres decir?

-Quiero decir, mi dulce Bella -le dijo y le dio un suave beso en los labios- que tienes toda la razón. Ya es hora de que pierdas tu virginidad, pero creo que tu primera experiencia debería ser con alguien que realmente te gustara, no con el primer tipo que puedas conocer en una fiesta. De modo que me ofrezco voluntario para ser tu primer amante.

-Pero yo pensaba...

-No pienses, Bella. Limítate a hacer lo que yo te diga y todo saldrá bien. En primer lugar ni esta noche es la más indicada ni el coche es el mejor lugar para una ocasión tan importante. De modo que vamos a guardar toda esta pasión hasta dentro de veinticuatro horas -musitó, acariciándole los labios con el dedo-. Y te aseguro que todo va a ser maravilloso -le prometió con voz ronca.

-Pero yo pensaba que ibas a volver mañana a Melbourne -protestó Bella débilmente.

-No, no voy a irme mañana. Pero lo que sí voy a hacer ahora es salir de este coche si puedo. Será mejor que te pongas los zapatos y la ropa interior antes de salir. Y ponte también la chaqueta. Me temo que te he destrozado el vestido, pero no te preocupes, te compraré otro mañana.

Bella permaneció sentada en un estado de total estupefacción mientras Edward salía del coche. Lo oyó gemir mientras se estiraba, probablemente se le habrían entumecido los músculos después de haber estado tanto tiempo encogido. Al cabo de un rato, y como si estuviera hipnotizada, fue haciendo lo que él le había sugerido; se puso la ropa interior, los zapatos y la chaqueta, que se abrochó por  completo. Era vagamente consciente de que todavía no había se apagado su excitación; sentía un calor inconfundible entre los muslos.

Pero aquel sentimiento pasó a un segundo plano cuando Edward se inclinó y le tomó la mano para ayudarla a salir. Su tierna sonrisa envolvió por completo su corazón, haciéndola evocar los sentimientos que la habían abrumado durante aquel lejano verano; sentimientos que no tenían nada que ver con el deseo. Cuando salió del coche, sólo era capaz de fijarse en Edward. No podía apartar los ojos de él. Para Bella sólo parecía existir su rostro, sus ojos, y el amor que imaginaba en sus profundidades.  

Pero cuando Edward posó los labios sobre su boca, se recordó inmediatamente que él no amaba a las mujeres; simplemente hacía el amor con ellas. Sin embargo, aquella revelación no consiguió enfriar lo que sentía por él. Estando envuelta en sus brazos, se sentía incapaz de luchar contra la increíble atracción que despertaba en ella. Hizo exactamente lo que Edward le había pedido: no pensar. Le rodeó la cintura con los brazos y los deslizó después por su espalda. Cediendo a sus deseos, introdujo la lengua en su boca. Fue Edward el primero en separarse. La miró con el rostro sonrojado y la respiración entrecortada.

-Dios mío, Bella, tenemos que detenernos o no vamos a poder parar.

-¿Tenemos? -bromeó Bella, mientras intentaba poner su desenfrenado deseo bajo control-. Eres tú el que me has besado, ¿recuerdas?

-Sí, ¿pero crees que era necesario que te mostraras tan dispuesta a colaborar?

-Sí.

Sus ojos se encontraron y Edward sacudió la cabeza sonriendo ante su honestidad.

-Siempre has sido una mujer excepcional, Bells. Vamos, será mejor que entremos en casa antes de que alguien pueda echarnos de menos.

-¿Qué hora es? -le preguntó mientras caminaban hacia la puerta.

-Las once y media.

Bella se detuvo bruscamente.

-¿Sólo? -recordó que había mirado el reloj cuando estaba discutiendo con Edward en el vestíbulo. Entonces eran las once menos diez.

De modo que sólo habían estado fuera de la casa cuarenta minutos. Y tenía la sensación de que había sido toda una eternidad.

Edward tenía razón. Jake ni siquiera se había dado cuenta de que habían estado fuera. Estaba demasiado ocupado siendo el alma de la fiesta. Pero Bella no estaba tan segura de que Rosalie estuviera en la misma situación. Su cuñada les había dirigido una sospechosa mirada cuando habían entrado juntos en la habitación principal. A los pocos segundos, inventó una excusa para separarse del grupo con el que estaba hablando y se dirigió hacia ellos.

-Estaba empezando a preguntarme dónde se habian metido. ¿Han estado recordando viejos tiempos?

-No exactamente -contestó Edward suavemente, antes de que a Bella pudiera ocurrírsele ninguna excusa-. Le he pedido a Bella que me indicara algún lugar en el que se pudiera comprar cervezas para la fiesta. No he traído ningún regalo y quería tener un detalle. Y hablando de regalos, ¿qué le has comprado a Jake, Bella? Creo recordar que tu familia tenía una regla según la cual los regalos nunca podían exceder de treinta dólares. ¿Todavía la aplican?

-¡Desde luego! -exclamó Rosalie, que parecía aliviada con la respuesta de Edward. Por lo visto pensaba, al igual que su marido, que no era conveniente que Bella compartiera algo más que una simple amistad con Edward. Lo sentía por ella, pensó Bella con una repentina y firme resolución. Edward iba a ser su amante, y le importaba un comino lo que pudieran pensar los demás. Quizá lo fuera sólo por una noche, o durante un fin de semana, como mucho tal vez durante una semana. Pero aquel corto espacio de tiempo significaría para ella mucho más que toda una vida con cualquier otro hombre.

Edward podía ser un mujeriego, pero tenía otras muchas cualidades además de su atractivo físico. Había en él un fondo de ternura tan cautivador como excepcional, una sensibilidad y una capacidad de comprensión que tiempo atrás Bella había podido admirar y que, estaba casi segura, probablemente conservara todavía en su interior. Sí, era cierto que le gustaban las mujeres bonitas, ella incluida, pero si sólo fuera la lujuria la que lo motivaba no habría tenido ningún inconveniente en hacer el amor con ella en el coche. No se habría arrepentido ni habría empezado a hacer planes especiales; habría satisfecho su deseo sin pensar ni en su incomodidad ni en su dolor. Era posible que no la amara, pero sabia que de alguna manera le importaba. Lo sentía más que nunca.

-¿Y qué le has comprado tú, Bella? -le preguntó Edward.

Bella sonrió con malicia. -Algo muy útil.

-¿Qué?

-Un par de calzoncillos que brillan en la noche. Tienen una flecha que señala el lugar indicado.

Rosalie soltó una carcajada.

-Hasta ahora siempre había tenido que pintarle yo un mapa -dijo entre risas y entonces fue Bella la que estalló. Edward se había unido ya a sus contagiosas risas cuando el propio Jacob se incorporó al grupo.

-Debe de ser una buena broma si Rosalie se está riendo de ella -sonrió y rodeó los hombros de su esposa con el brazo-. La adoro, pero su sentido del humor a veces deja mucho que desear.

-Bella nos estaba contando lo que te había regalado por tu cumpleaños -le confesó Edward-. Y Rosalie nos ha comentado que siempre tenía que dibujarte un mapa.

A Jacob se le heló la sonrisa. Se recuperó rápidamente, pero a Bella le pareció advertir cierta nota  ácida en su respuesta.

-Bueno, supongo que no se podría decir lo mismo de ti. Serías capaz de encontrar a una mujer hasta con los ojos vendados.

Se hizo en el grupo un tenso silencio que Edward mismo quebró con una risa.

-Con los ojos vendados, ¿eh? Bueno, me has dado una idea. Aunque, personalmente, prefiero tener los ojos bien abiertos cuando hago el amor -desvió la mirada lentamente hacia Bella.

-¿Hacer el amor? -se burló Jake-. No es así como lo llamabas antes, viejo amigo. Creo recordar que era una palabra con menos letras, algo más pintoresca, pero mucho menos elegante. Yo creo que reflejaba mucho mejor tu condición de superestudiante.

Edward no reaccionó. Se limitó a sonreír con indulgencia y cierta frialdad a su amigo. Bella admiró su paciencia; cualquier otro habría reaccionado de una forma mucho más agresiva. Rosalie, sintiendo quizá la tensión del ambiente, decidió que ya había llegado el momento de sacar la tarta de cumpleaños. Bella agradeció aquel cambio de tema; de hecho, estaba tan enfadada con Jacob, que tuvo que hacer un esfuerzo para darle un beso a su hermano después de que soplara las velas. No era propio de él el ser tan grosero y no acertaba a comprender el motivo de aquella actitud. No creía que sospechara nada de lo que había ocurrido entre Edward y ella.

Las dudas de Rosalie parecieron disiparse, sobre todo cuando Edward se puso a charlar con una voluptuosa rubia que apenas podía contener la alegría que le producía que Edward le prestara atención. Pero Bella no estaba tan contenta. Los celos empezaban a apoderarse de ella. Los celos más la inseguridad y el desagradable sentimiento de no ser la persona indicada. Era posible que Edward decidiera, después de conocer a aquella rubia, que era una tontería tener una relación con una persona sin ningún tipo de experiencia en ese campo. Probablemente preferiría pasar aquellos días de descanso con alguien que pudiera satisfacer sus deseos, indudablemente sofisticados. Cuanto más lo miraba, más convencida estaba de que ya ni siquiera recordaba la atracción que podía haber llegado a sentir por ella. Cuando la rubia le acarició a Edward el brazo y lo miró riendo, sus temores se incrementaron. Había algo especial en aquella risa; algo increíblemente sexy. ¿Estarían planeando una cita secreta? A lo peor habían quedado ya para esa misma noche. Bella se los imaginaba tumbados en la cama del hotel, desnudos. Prácticamente veía a la rubia rodeando a Edward con las piernas mientras éste inclinaba la cabeza sobre sus senos. Tragándose la bilis, cruzó la habitación para dirigirse hacia él. Cuando estuvo a su lado, lo agarró del brazo y le dijo que quería irse a casa y necesitaba que moviera su coche. Edward se recuperó rápidamente del sobresalto inicial y le pidió disculpas a la rubia, a la que no le hizo ninguna gracia aquella interrupción.

-¿A donde van ustedes dos? -les preguntó bruscamente Jacob cuando vio que se dirigían juntos hacia la puerta.

-Bella quiere irse a casa -le explicó Edward pacientemente-, y mi coche está aparcado justo detrás del suyo.

El alivio de su hermano al oírlo le recordó a Bella cuánto le desagradaría que tuviera una relación sentimental con Edward. Pero desde luego, ella no pensaba decirle nada.

Aunque quizá ni siquiera tuviera nada que contarle después de la irrupción de aquella rubia en escena. Bella estaba ardiendo de furia. Tenía ganas de que Jake desapareciera para poder abordar el tema con Edward.

-En ese caso, buenas noches, cariño -le dijo Jacob, dándole un beso en la mejilla-. Gracias por haber venido, aunque no estoy muy seguro de que tenga que agradecerte el regalo que me has hecho. Pero espera a que llegue tu cumpleaños. Te voy a regalar algo que va a hacer que te pongas más roja que una remolacha.

Bella soltó una carcajada.

-Lo estaré esperando. Despídeme de Rosale, ¿quieres, Jake? Tengo que irme a casa. Está empezando a dolerme la cabeza.

-¿De verdad tienes dolor de cabeza? -le preguntó Edward después de apartar su coche.

-Sí, un dolor de cabeza con el pelo rubio y unos senos enormes.

-Ah -le sonrió-. Estás celosa.

-¿Y si lo estoy qué?

-Si estás celosa, mi dulce Bella -le dijo, arrastrándola a sus brazos-, eso es maravilloso.

-No te parecería tan maravilloso si estuvieras en mi lugar. Aunque claro, supongo que tú nunca has estado celoso, ¿no?

-Es posible...

-¿No te vas a acostar con esa mujer esta noche, verdad Edward? -le preguntó abiertamente. Edward bajó los brazos y la miró con expresión tormentosa.

-¡Maldita sea! ¡Estoy empezando a hartarme de todo esto! ¿Qué demonios te pasa? ¿Crees que tengo tan poco control que no puedo pasar una sola noche sin acostarme con nadie? ¿Piensas que soy un obseso que me acuesto indiscriminadamente con cualquier mujer? Tengo ciertos criterios, Bella. Me creas o no, me gusta conocer a una mujer antes de acostarme con ella. No he vuelto a tener lo que se entiende por una noche loca desde el día de mi graduación.

-Oh, lo siento, Edward -se disculpó, confundida por aquella calurosa defensa y no del todo convencida de que estuviera diciendo la verdad.

-Y tienes por qué. Esta noche ya he recibido más insultos de los hermanos Swan de los que puedo soportar. Esto tiene que terminar, Bella. No soy como tú piensas. Si tú tampoco me respetas, ¿entonces es que sólo buscas el sexo en una posible aventura conmigo? La confusión de Bella se convirtió en nerviosismo. Edward la miraba fijamente.

-Pues sí, al parecer es sólo sexo lo que buscas, ¿no?

-No, por supuesto que no -negó Bella-. Me... me gustas mucho. Siempre me has gustado, y lo sabes, Edward.

-Me amabas, Bella. Eso es mucho más que gustar.

-Pensaba que te amaba -lo contradijo-, pero recuerda que sólo era una niña, por el amor de Dios.

-Eras más adulta a los quince años que mi esposa a los veintidós.

Bella gimió y se quedó mirándolo fijamente. Edward alargó el brazo para acariciarle la mejilla y a continuación deslizó un dedo hasta su boca.

-Me amabas -susurró contra sus labios entreabiertos-. No lo niegues.

De la garganta de Bella escapó un sollozo con el que parecía estar admitiendo su respuesta.

-Quizá me ames todavía -sugirió con voz ronca. Bella retrocedió asustada. Lo miraba con sus enormes ojos verdes abiertos de par en par.

-No -dijo con voz atragantada.

-¿No? -repitió Edward, mirándola con los ojos entrecerrados.

-No -insistió ella con una firmeza que estaba muy lejos de sentir-. Como tu mismo dijiste, ni siquiera te conozco.

-Entonces me conocerás -le prometió Edward en tono sombrío-. Empezarás mañana mismo a conocerme.

-Sólo en un sentido bíblico.

En el rostro de Edward se reflejó la frustración provocada por aquella respuesta.

-Si eso es lo que piensas, es que no sabes absolutamente nada sobre lo que significa hacer el amor.

-Tampoco he dicho que lo sepa.

-Entonces no pretendas adelantar lo que vamos a compartir mañana. Ahora, Bella, creo que se me ha agotado ya la paciencia para este tipo de conversaciones. Pasaré a buscarte mañana a las once.

 

Nota: les eh cumplido eh, cada dos comentarios subo capitulo :D

Capítulo 11: :l caramba Capítulo 13: El gran dia.

 
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