Un beso inolvidable. (+18)

Autor: crepusculonov2
Género: + 18
Fecha Creación: 10/01/2011
Fecha Actualización: 23/02/2011
Finalizado: SI
Votos: 27
Comentarios: 118
Visitas: 123962
Capítulos: 35

 

Bella estaba decidida a sacar definitivamente de su mente el recuerdo de Edward Cullen. Habían pasado ya nueve años desde que aquel atractivo amigo de su hermano le había robado el corazón con un beso.
Pero ya había llegado el momento de poner fin a aquella locura, de dejar de comparar a cada hombre que conocía con Edward. Había llegado la hora de dejar que algún hombre la amara.
Justo entonces apareció inesperadamente Edward, anunciando que había puesto fin a su matrimonio y convirtiéndose en una tentación irresistible para Bella.

 

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Hola! esta novela no la escribir yo ni nada, esta basada en una novela llamada Un beso inolvidable escrita por lee miranda y me gusto mucho la historia asi que se me ocurrio hacerla con Edward, Bella y los demas de Twilight, la adaptare un poco para hacerla mas larga. 
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Capítulo 7: El cumpleaños de Jacob.

 

-¡No puedes dejarme así! -se lamentó Alice al ver que su amiga se sumía en un silencio total. Para entonces, ya habían llegado al edificio en el que vivían y, después de haber dejado el coche en el garaje subterráneo, estaban subiendo a su piso-. ¿Qué sucedió? -insistió. Cuando recuperó la compostura, Bella miró a Alice y sonrió con ironía. A pesar de la dura imagen que proyectaba, Alice era una romántica en el fondo.

-No mucho más. Edward me besó, pero la verdad es que fue un beso bastante fugaz.

-No pudo ser tan fugaz si todavía lo recuerdas y si desde entonces no has querido saber nada de ningún otro hombre.

-Yo no he dicho que no haya querido saber nada de ningún hombre -le explicó Bella-. Simplemente he estado esperando a que alguno de ellos fuera capaz de hacerme sentir con un beso lo mismo que sentí con Edward. Pero por ahora con nadie se ha repetido aquella química tan especial.

-¿Y qué tuvo de especial aquel beso de Edward?

-No creo que el beso en si tuviera nada de especial. Lo que fue especial fue cómo me hizo sentirme.

-¿Y cómo te sentiste?

Bella se detuvo frente a la puerta de su apartamento; el corazón le latía con fuerza al recordarlo. Metió la llave en la cerradura, pero no la giró. La mano pareció paralizársele a medida que las palabras iban brotando dolorosamente de lo más profundo de su ser.

-Fue como si el mundo se hubiera salido repentinamente de su eje, como si me hubiera muerto y hubiera llegado al cielo...

Era una locura, pero después de tantos años, todavía podía sentir sus brazos de acero alrededor de ella, el efecto embriagador de sus labios sobre los suyos y el estremecimiento que la había recorrido de pies a cabeza cuando Edward había introducido la lengua entre sus labios entreabiertos. Pero habían sido las palabras que Edward había dicho a continuación lo que más huella le había dejado.

-Te escribiré -le había dicho-. Y cuando tengas años suficientes, estaremos juntos. Te lo prometo.

Y quizá lo pretendía así en ese momento. Después de tantos años, podía concederle al menos el beneficio de la duda. Pero eso no evitaba las consecuencias que había tenido para ella el que hubiera hecho una promesa que, él mismo debería haberlo sospechado, no podría cumplir, condenándola a sufrir una nostalgia insuperable durante años. De alguna manera, aquel beso había arruinado su vida.

-¡Caramba, Bella! Estabas completamente enamorada, ¿verdad? ¿Y qué ha sido de él? ¿Dónde está ahora?

Bella volvió precipitadamente a la realidad, postergando aquellos dolorosos recuerdos al último rincón de su memoria.

-Felizmente casado con una mujer rica y hermosa -dijo con aparente calma-. Viven en Melbourne.

-¿Y qué decía aquel poema? ¿Todavía te acuerdas?

Por supuesto que lo recordaba; se acordaba de todas y cada una de aquellas humillantes palabras.

-La verdad es que no. Era una de esas típicas tonterías sentimentales. Lo mejor que se podía hacer con él era olvidarlo.

-Presumo que no volvió a ponerse en contacto contigo cuando se fue -dijo Alice secamente-. Ni cartas ni nada.

Bella le dirigió a su amiga una mirada cargada de cinismo mientras giraba la llave y empujaba la puerta.

-Sólo les escribió a mis padres una educada carta dándoles las gracias por haberlo acogido en su casa.

-El muy canalla. Aunque supongo que era de esperar. Él no pertenecía a tu mundo.

Cinco minutos más tarde, estaban las dos sentadas a la mesa de la cocina, saboreando sendas tazas de café.

Bella permanecía en silencio, pensando preocupada en su conversación con Jessica.

-¿Lo has vuelto a ver después de aquel verano?

-Sí, alguna que otra vez.

-¿Dónde? ¿Cuándo? -la urgió Alice.

-La primera vez fue a los pocos meses, en la ceremonia de graduación de Jake. Fuimos toda la familia a Sydney para celebrarlo.

-¿Y?

-Fue educado conmigo, pero se mantuvo muy distante. Y, por supuesto, llevaba a una pelirroja muy atractiva colgada del brazo en todo momento.

-Supongo que te sentiste fatal.

-Estaba totalmente destrozada. Hasta aquel momento, intenté disculparlo, diciéndome que había muchas personas a las que no les resultaba nada fácil escribir cartas. Pensaba que cuando nos viéramos todo volvería a ser maravilloso, que él se daría cuenta de que estaba creciendo muy rápidamente, para entonces ya había cumplido dieciséis años, y que me diría que seguía esperándome -sonrió con pesar-. Tonta de mí. Pero fue Jacob el que puso fin a mis esperanzas al contarme que Edward había sido elegido Superestudiante del año en la fiesta que habían celebrado en su facultad el día anterior. Al parecer, había tenido más novias durante aquellos tres años que días hay en un año. La pelirroja era la última, la había conocido en esa misma fiesta, y Jake ya estaba haciendo cálculos sobre cuánto le duraría.

-Humm. Quizá tuvieras suerte al escapar sin haberle entregado nada más que un beso. Un hombre así podría haberte destrozado la vida si hubiera querido. Al menos, concédele el mérito de no haberse aprovechado de tus jóvenes hormonas.

-Sí, pasado un tiempo empecé a pensar en ello. Pensaba también que llegaría un momento en el que lo perdonaría y olvidaría lo pasado... hasta que un día, cuando ya llevaba dos años en la universidad, me encontré con él. Tenía una conferencia a media mañana y el tren había llegado con retraso; me bajé en la estación de Wynard e iba corriendo por la calle a buscar el autobús cuando choqué con un hombre. No puedes imaginarte la sorpresa que me llevé cuando me di cuenta de quién era. Creo que para él también fue toda una sorpresa.



-¡Dios mío! -jadeó-. Bella...

Bella intentaba no mirarlo fijamente, pero estaba tan atractivo... iba vestido con unos pantalones negros y una chaqueta color crema. Aunque sólo tenía veintisiete años, había desaparecido de su aspecto cualquier signo que pudiera recordar al estudiante universitario que Bella había conocido, y se había convertido en un hombre elegante y sofisticado.

Bella se odió por no ser capaz de decir nada, se odió por no saber apartar de él sus ojos, y se odió porque su corazón se inundó nada más verlo de añoranza y vanas esperanzas. No había conseguido olvidarse de él. Edward clavó la mirada en aquella jovencita que iba vestida como cualquier estudiante: pantalones vaqueros, una camiseta, zapatillas deportivas y una mochila al hombro.

-Veo que ya estás en la universidad --comentó-. ¿Has conseguido matricularte en la carrera que querías?

-Sí -fue todo lo que pudo contestar. Cada vez que se había imaginado un posible encuentro con Edward, cosa que había ocurrido con frecuencia, se veía a sí misma comportándose con una fría y natural indiferencia. Pero no había rastro de indiferencia ni de frialdad en la manera en la que estaba devorándolo con la mirada, ni en la fuerza con la que le latía el corazón. ¡Dios mío!, se regañaba a sí misma, ¡qué tonta era!

-Tienes muy buen aspecto, Bella -le dijo Edward-. Siento no haber podido ir a la boda de Jacob el mes pasado. Tenía muchísimo trabajo. Y también lamento no poder quedarme a charlar contigo. He quedado con otra persona.

-Oh, no te preocupes, yo tampoco puedo quedarme. Voy con retraso. Cuídate Edward. Adiós -y se marchó casi corriendo.

-¿Dónde estás viviendo? -le gritó Edward, que salió detrás de ella. Bella se volvió con el corazón en la garganta. Le parecía increíble que fuera a pedirle que saliera algún día con él, pero lo deseaba con todas sus fuerzas.

-Necesito saber tu dirección para enviarte una invitación -le explicó Edward.

-¿Una invitación? -repitió Bella con un hilo de voz.

-Para que vengas a mi boda. Me caso en octubre.

-Oh... -Bella no sabía si había parecido tan afectada como realmente se sentía, pero algo se le debió notar, porque Edward la miró como si quisiera disculparse. La compasión que advirtió Bella en su rostro le sirvió para salvar la situación. De alguna manera, consiguió esbozar una sonrisa para disimular su dolor. No quería que la viera derrumbarse.

-¡Caramba! ¡Te vas a casar! Bueno, enhorabuena, Edward. ¿Por qué no me mandas la invitación a casa de Jake? Ahora tengo que irme. Te veré el día de tu boda.



-Supongo que no fuiste -exclamó Alice horrorizada.

Bella se encogió de hombros, dándole a entender que sí había asistido a la boda. -Caramba, chica, ni que fueras masoquista.

-Ahora yo también lo veo así.

-Entonces, ¿por qué fuiste?

Bella suspiró con cansancio.

-Supongo que por curiosidad. Quería ver a la mujer que lo había atrapado. Además, había sido invitada toda la familia. No podía dejar de asistir sin verme obligada a contestar a alguna pregunta comprometida.

-¿Y?

-La novia era absolutamente perfecta. La odié nada más verla, y odié también a Edward. Aquel fue el peor día de mi vida.

-¿Y tu familia no se daba cuenta de nada? ¿No se dieron cuenta de que aquel despiadado donjuán te había roto el corazón?

-Estoy segura de que mi madre estaba empezando a pensar en ello, y que Jake se lo había imaginado tiempo atrás. Quizá lo sabía antes de la fiesta de graduación y por eso había querido que me enterara de la fama que tenía Edward entre el sexo contrario. Incluso el día de la boda me comentó que ganaría una fortuna si hiciera apuestas sobre cuánto iba a durar aquel matrimonio; me dijo que, aunque era un buen tipo, Edward no estaba hecho para la monogamia y añadió que no siempre era él el culpable, que en la mayor parte de las ocasiones eran las chicas las que sea arrojaban a sus brazos. La última parte me la dijo mirándome con especial intensidad.

-No me parece una buena excusa. ¿Y hablaste con aquel conquistador el día de la boda?

-Intenté no hacerlo, pero Edward parecía estar buscándome deliberadamente. El cielo sabrá por qué. Quizá se sentía culpable. Me dio un beso en la mejilla y me dijo que esperaba que la vida me concediera todas las cosas a las que yo aspiraba, que pensaba que yo era la chica más adorable que había conocido jamás y que le gustaría que el mundo estuviera lleno de gente como los Swan.

-Vaya -Alice suspiró-, supongo que era la frase que necesitabas para empezar a olvidarte de él.

Bella tragó saliva, intentando deshacer el nudo que se le había formado en la garganta.

-No exactamente -confesó.

-¿No estarás enamorada de él todavía? -le preguntó Alice, mirándola con el ceño fruncido.

-No por supuesto que no -replicó Bella con impaciencia. Se levantó bruscamente y llevó su taza al fregadero-. Eso sucedió hace miles de años. No seas tonta.

-Espero que sea verdad lo que estás diciendo -contestó Alice, acercándose a ella-, porque sería una estupidez que todavía estuvieras enamorada de él. Y también me parece una tontería que mantengas a otros hombres a distancia por no ser capaces de hacerte sentir lo mismo que te hizo experimentar un cretino millonario. Baja de las nubes, Bells. No siempre vas a ser tan joven. Algún día te despertarás y ya no verás en el espejo esa maravillosa mezcla entre Elle MacPherson y Sofía Loren, y entonces será demasiado tarde.

Bella soltó una carcajada.

-Esta noche vas a ir a la fiesta de tu hermano, ¿verdad? --continuó diciendo Alice con un brillo travieso en la mirada.

-Sí...

-¿Es una fiesta por todo lo alto o sólo una reunión de amigos?

-Las fiestas de Jake siempre son por todo lo alto.

-¿Y a qué se dedica tu hermano?

-Bueno, él estudió empresariales, y se especializó en informática y marketing. Pero ha terminado trabajando en el mundo de la publicidad y, por cierto, ha tenido un éxito sorprendente.

-De modo que su fiesta estará llena de importantes candidatos.

-¿Candidatos a qué?

-A ser tu primer amante.

Bella abrió la boca para protestar, pero se detuvo. Quizá tuviera razón. Quizá incluso Jessica hubiera tenido razón aquella tarde. La vida había que vivirla. Permanecer en la ignorancia por culpa de un sueño irrealizable era una estupidez.

-Por lo menos ve con la mente abierta -la urgió Alice-. Prométeme que si hay algún candidato por el que te sientas atraída, le darás una oportunidad.

-De acuerdo. Te lo prometo. Y además, voy a presentarme en esa fiesta con un aspecto inmejorable.

-¡Arriba ese ánimo, Bella! ¡Sólo se vive una vez!

A las diez en punto, Bella ya estaba arrepintiéndose del problema en el que ella misma se había metido. En casi todas las fiestas a las que asistía, recibía una parte considerable de la atención  masculina, y aquella noche, que se había arreglado de una forma especial e iba envuelta en una nube de perfume, los hombres que se acercaban a ella eran precisamente los que más aborrecía: tipos fuertes y orgullosos, convencidos de que se iba a derretir a sus pies. Como se le acercara uno más repitiendo aquello de«tu casa o la mía», iba a empezar a gritar.

Aunque suponía que ella era la única culpable de lo que estaba ocurriendo. Jamás se había peinado así, rizándose el pelo y dejándolo caer sensualmente por uno de sus hombros. Además, al final Alice la había convencido para que se pusiera unos pendientes de oro y cristal que le llegaban hasta el cuello, dándole un aspecto inconfundiblemente sexy. Debería haberse comprado un vestido negro, se decía nerviosa, pero la dependienta le había dicho que el verde haría juego con sus ojos. Apretando con fuerza la copa de vino que llevaba en la mano, cruzó el salón y encontró refugio en la cocina, donde la esposa de Jake estaba rellenando las bandejas de aperitivos.

-Hola, Bella -la saludó Rosalie-, vaya, estás especialmente provocativa esta noche. Jacob me ha comentado que a todos sus compañeros de trabajo se les está cayendo la baba desde que te han visto aparecer, y ahora ya entiendo por qué. Cuando has llegado, llevabas una chaqueta encima, ¿no? Vaya, han vuelto a llamar. ¿Te importa ir a abrir la puerta?

-Claro que no - a Bella no le importaba en absoluto; era mucho mejor que volver a aquella habitación abarrotada de gente.

De modo que, sin soltar la copa de vino, se dirigió hacia la puerta principal, pensando en lo bien que le había ido a su hermano en la vida, tenía un buen trabajo, una esposa maravillosa y una hija encantadora. Y todo lo había conseguido antes de cumplir los treinta años. Era realmente admirable. Bella abrió la puerta y se quedó completamente helada.

 

Nota: Hola, me alegro mucho de que la novela vaya para arriba, muchas gracias a todos :E pero ahora posteare cap cada vez que haya 2 comentarios mas.

 

Capítulo 6: El dia de su partida. Capítulo 8: Edward: divorciado.

 
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