Un beso inolvidable. (+18)

Autor: crepusculonov2
Género: + 18
Fecha Creación: 10/01/2011
Fecha Actualización: 23/02/2011
Finalizado: SI
Votos: 27
Comentarios: 118
Visitas: 123973
Capítulos: 35

 

Bella estaba decidida a sacar definitivamente de su mente el recuerdo de Edward Cullen. Habían pasado ya nueve años desde que aquel atractivo amigo de su hermano le había robado el corazón con un beso.
Pero ya había llegado el momento de poner fin a aquella locura, de dejar de comparar a cada hombre que conocía con Edward. Había llegado la hora de dejar que algún hombre la amara.
Justo entonces apareció inesperadamente Edward, anunciando que había puesto fin a su matrimonio y convirtiéndose en una tentación irresistible para Bella.

 

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Hola! esta novela no la escribir yo ni nada, esta basada en una novela llamada Un beso inolvidable escrita por lee miranda y me gusto mucho la historia asi que se me ocurrio hacerla con Edward, Bella y los demas de Twilight, la adaptare un poco para hacerla mas larga. 
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Capítulo 4: La llegada.

 

Nunca habla sido una de esas jovencitas que se volvían locas por los hombres. Sus compañeras de clase pensaban que era por timidez y ella había dejado que lo creyeran.

Bella sabía que no era una persona tímida; era, simplemente, reservada. Le gustaba conservar un espacio personal y odiaba sentirse agobiada o acosada. Las excesivas atenciones de algunos hombres aveces la incomodaban y enfadaban. Encontraba a la mayor parte de sus compañeros de estudios excesivamente infantiles, ruidosos e irritantes. La verdad era que el hecho de que su padre le hubiera prohibido tener novio hasta que no cumpliera dieciséis años, para ella había supuesto un alivio. Era la excusa perfecta para rechazar las invitaciones que recibía de sus admiradores.

Y había tenido muchos, pues siempre había sido una chica muy atractiva, a pesar de que no hacía nada para realzar su aspecto o aparentar más edad, como habituaban a hacer sus compañeras. Jamás se maquillaba, llevaba el pelo recogido en una sencilla cola de caballo y era la mujer más feliz del mundo con unos vaqueros o unos pantalones cortos y cualquiera de las camisas de su padre.

Aquel día no era diferente. Tenía demasiado sentido común para intentar gustar o seducir a alguien como el amigo que Jake llevaba desde Sydney. Al parecer, tenía veintidós años, sólo uno más que Jake y seguramente no se le ocurriría prestar atención a una quinceañera. Además, por lo que le había contado su hermano, era un chico muy rico, el hijo único de una de las familias más adineradas de Sydney.

Quizá fuera el último factor el que lo convertía en alguien tan fascinante a los ojos de Bella.

Ella nunca había conocido a nadie verdaderamente rico, y las cosas que su hermano le habla contado sobre la casa de Edward y su estilo de vida le parecían increíbles, no tenían nada que ver con la vida que llevaban ellos en el campo.
A Bella le había impresionado especialmente enterarse de que antes de empezar la universidad, Edward había tenido que hacer un viaje alrededor del mundo.

Jacob y él no se habían hecho amigos hasta el último año de carrera, y la joven estaba segura de que en cuanto terminaran los estudios sus vidas tomarían rumbos muy diferentes. Al año siguiente, Jake tendría que asumir ya su vida como adulto y conseguir un trabajo, mientras que Edward se convertiría inmediatamente en un importante ejecutivo de cualquiera de las empresas de su familia.

Cullen Industries era una compañía que trabajaba en multitud de ramas, desde la alimentación hasta el mobiliario, pasando por los plásticos y las minas.

Al parecer, Edward se había ofrecido a buscarle a Jake un trabajo, pero éste lo había rechazado. Bella se había sentido orgullosa de su hermano al enterarse, además, estaba convencida de que Jake tenía inteligencia y energía suficiente para triunfar en cualquier cosa que se propusiera.

Oyó la puerta de la casa y se volvió. Era su madre que se salía secándose las manos en el delantal que llevaba atado a su ancha cintura. Aunque todavía no había cumplido cuarenta años, el amor por la comida había conseguido dar a Renee Swan el aspecto de una verdadera matrona.

Pero a Renee no le preocupaban los problemas de peso. En realidad, había muy pocas cosas que le preocuparan, era una persona muy tolerante a la que resultaba muy sencillo agradar y a la que era imposible no querer. El único defecto que tenía era que en algunas ocasiones era un poco brusca con los demás. No era una mujer ruda, pero el tacto tampoco era su fuerte. Aun así, todo el mundo la adoraba, especialmente su marido.

Charlie Swan era un hombre muy atractivo que podría haberse casado con cualquier mujer que hubiera escogido. Y al final lo había hecho con Renee.
En realidad a ella jamás la había sorprendido. Había aceptado el amor de Charlie como algo merecido y lo había querido a él con toda su alma. Veintidós años después, todavía se adoraban.

-¿Has oído un coche? -le preguntó Renee esperanzada.
-Sí, parece que viene volando -contestó Bella.
Su madre se adelantó un poco y sonrió.

-Estoy segura de que es mi Jake el que viene conduciendo. Cuando se pone al volante de un coche, es como un niño travieso. Espero que su padre esté todavía en el río y no lo vea.

En ese momento, vieron aparecer el coche, un deportivo rojo y reluciente. Al oír el motor, los perros, de una curiosa mezcla de razas y colores, salieron disparados de su caseta y se pusieron a ladrar con fuerza.

-¡Betsie, Fang, Max! -los llamó Renee-. ¡Dejen de alborotar y metanse en la caseta antes de que los atropellen!

En el momento en el que el Mercedes rojo frenaba con un fuerte chirrido de frenos delante de las escaleras del porche, los tres ya habían desaparecido.
Bella advirtió inmediatamente que, aunque el coche no era suyo, era su hermano el que iba detrás del volante. Jake sacudió sonriente la cabeza y miró el reloj.
-¡Hemos llegado antes del mediodía, todavía faltan treinta segundos! -exclamó emocionado, y se volvió hacia su compañero con una presuntuosa sonrisa-. Me debes veinte dólares.
El sonido de una risa hizo que Bella desviara la mirada hacia el amigo de su hermano, y en cuanto lo vio, sintió que dejaba de latirle el corazón. Mientras lo observaba, Edward volvió lentamente la cabeza y se pasó la mano por el pelo; a continuación, alzó su rostro perfecto y posó sobre ella sus maravillosos ojos color miel. Estaba sonriendo y, al hacerlo, mostraba una línea de dientes increíblemente blancos y un gracioso hoyuelo en la mejilla.
-Hola -dijo-, soy Edward.
-Hola, mamá -saludó Jake-. Espero que no hayamos asustado demasiado a los perros.

-Si, yo también siento todo este alboroto, señora Swan -se disculpó el amigo de Jacob, manteniendo todavía su abrumadora sonrisa-. Su hijo es capaz de cometer cualquier locura con tal de ganar una apuesta.

-En eso tienes toda la razón, jovencito -le contestó Renee-. Conozco las debilidades de Jake tan bien como sus virtudes. Y al parecer una de las últimas es la de saber escoger a sus amigos.
-Por el amor de Dios, mamá -gruñó Jake-, no lo halagues. Ya es demasiado engreído.

-En mi casa tengo derecho a alabar a quien me apetezca, mocoso descarado -respondió Renee, fingiéndose enfadada-. Ahora, sal de ese lujoso coche, ven aquí y dale un abrazo a tu madre. Y tú también, jovencito. Me encanta que me abracen.

-Eso está hecho -rió Edward, y con un movimiento sorprendentemente atlético, salió del descapotable sin abrir la puerta.

Desde su asiento, Bella tenía una vista excelente de aquel cuerpo enfundado en unos vaqueros estrechos y una camiseta que se ajustaba a sus músculos corno una segunda piel. Y cuando Edward subiól os tres escalones del porche, pudo contemplarlo mucho mejor.

Para cuando Jake salió del coche, Edward ya habla sido suficientemente abrazado por Renee y se había vuelto hacia Bella.

-No me digas que tú eres la hermana pequeña de Jake -comentó arrastrando las palabras y mirándolade una forma que estaba haciendo peligrar el joven corazón de Bella. Si minutos antes se le había parado, en ese momento se puso a latir a una velocidad inaudita.

-¿Puedo abrazarte también a ti? - preguntó suavemente...

 

 

Capítulo 3: El mejor amigo de mi hermano. Capítulo 5: Jacob de regreso.

 
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