Escrito en las Estrellas (+18)

Autor: Fanfiction Addiction
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 29/03/2013
Fecha Actualización: 30/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 18
Visitas: 110116
Capítulos: 33

Traducción: Edward es el rey de una raza en extinción, su planeta es desgarrado por la guerra civil. Bella es secuestrada y llevada a convertirse en su esposa.De estudiante de la universidad a reina... ¿Podrá aprender amar a este hombre extraño y ayudar a salvar a su pueblo?

 

Escrito en las Estrellas es un fanfic original de Lissa Bryan y traducido por Fanfiction Addiction con el debido permiso de su autora.

 

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Capítulo 9: Incubación

Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Romy Cullen (FFAD)

Beta:Verito Pereyra (FFAD)

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±

Bella estaba intentando dormir pero terminó mirando el oscuro cielo raso. Su cuerpo echado con agotamiento físico, pero simplemente no podía acostumbrarse a no tener a Edward en el nido con ella. Extrañaba el sonido de su ronroneo, su latido debajo de su oreja. Extrañaba sentir su cola alrededor de su brazo o tobillo, como si ni siquiera mientras durmiese, pudiese soportar dejarla ir. Extrañaba su calor y su aroma.

Esta era apenas su tercera noche sin él y ella ya era un desperdicio miserable. ¿Cómo podría soportar estar sin él por un mes completo? Un pensamiento terrible pasó por su cabeza: ¿cuánto duraba un mes Volturi? Sabía que uno de sus años era equivalente a cuatro terrestres, entonces ¿un mes Volturi era cuatro veces más largo? Oh Dios…

Bella le dio un puñetazo a una almohada y salió del nido. Se inclinó por detrás del sillón reclinable y asomó su cabeza por el pasaje del nido de incubación.

— ¿Edward? —dijo suavemente. — ¿Edward?

Gateó hacía adentro y oyó un suave gruñido —Soy yo Edward, Bella —hizo su camino hacia adentro despacio. —Voy a entrar, ¿sí?

Lo encontró acostado sobre su costado, ambos durices presionados contra su estómago, su cola rodeándolos. Sus ojos encontrándose con los de ella incluso mientras dejaba salir involuntariamente un rugido. La observó fijamente y sus ojos se abrieron y cerraron en pequeños parpadeos remolones.

Ella lo rodeó y apretó por detrás, amoldándose a su espalda. — ¿Puedo quedarme aquí contigo? —le preguntó.

—Bella… —podía escuchar la angustia en su voz.

—Edward, sabes que jamás podría dañar a nuestros bebés.

—Lo sé —le dijo, aún mientras colocaba una mano sobre ellos protectoramente. Bella notó que sus garras habían sido cubiertas con pequeñas puntas de goma, para prevenir algún pinchazo accidental a los durices, pero lo suficientemente suaves como para que sus garras pudiesen traspasarlas si necesitase usarlas. La banda dorada en su mano izquierda brillando en la baja luz.

—Vamos a dormir —sugirió ella, —y luego hablaremos de esto en la mañana.

El no respondió. Empujó los durices más cerca de su pecho y al acurrucarse Bella contra su pecho, comenzó a ronronear. Bella suspiró feliz, confortada por su calor, su esencia. No pasó mucho tiempo cuando ella cayó rendida.

Su cara fue la primera cosa que ella vio cuando abrió sus ojos. El se había volteado hacía ella, los durices yacían sobre una almohada entre su cuerpo y el suyo. Sus manos los rodeaban mientras ella miraba, dándoles una vuelta a cada uno.

Ella se estiró lentamente para tocar uno de ellos.

Edward gruñó, e inmediatamente lució avergonzado. —Lo siento, Bella. No puedo evitarlo.

—Está bien —dijo ella. Sus dedos acariciaron el costado de uno de ellos y se sorprendió por lo suave y caliente que se sentía. —Edward, ¿puedo dormir aquí contigo, por favor? Nuestro nido se siente tan vacío.

Antes de que él pudiese responder, Bella escuchó una voz llamando su nombre. —Es Alice —dijo. Presionó un beso en su mejilla y gateó hacía afuera. Alice lucía completamente en shock cuando Bella saltó desde detrás del sillón reclinable.

—Jesús, Bella. ¿Estás loca? ¿Qué carajos estabas haciendo allí? —Jadeó Alice, su rostro blanco como la leche.

—Durmiendo —contestó Bella. —Alice siéntate, parece como si te fueses a desmayar —. Ayudó a Alice a sentarse en el sillón.

—Madre de Dios, Bella… ¡Tienes suerte de que no te haya matado!

—Edward jamás me lastimaría —, protestó Bella.

—No lo haría adrede, Bella. Pero no entiendes cuan poderosos son sus instintos en estos momentos y ellos jamás están completamente despiertos una vez que entran en hibernación. Jasper me advirtió de jamás ir cerca de su nido. Lo que has hecho es increíblemente peligroso. ¿No te ha hablado Edward sobre esto?

—Edward no me lastimaría —repitió Bella testarudamente.

—Tienes una completa falta de instintos de auto protección, ¿no? —Alice negó con su cabeza asombrada e intentó otro enfoque. —Bella, por favor mantente lejos de allí. ¿Sabes lo mal que se sentiría si te lastimase por accidente?

—Lo entiendo —dijo Bella. —Vamos, tomemos un baño.

Alice hizo una mueca. —No vas a prometérmelo, ¿no?

—No me gusta hacer promesas que no sé si voy a poder mantener —replicó Bella. —Pero prometo ser cuidadosa —. Bella tomó su ropa para el día y su cepillo, notando con un dejo de tristeza que Edward no cepillaría su cabello por el resto del mes. Lo que le recordó… —Alice, ¿cuánto dura un mes?

—Treinta días —dijo Alice, como si estuviese hablando con un niño pequeño.

Bella se contuvo de darle un manotazo, porque probablemente estaba mal golpear a una mujer embarazada.

—Se cuanto duran nuestros meses, sabelotodo. Quise decir, ¿cuánto dura un mes Volturi? ¿Cuántos días estará Edward en ese nido?

—Cada mes Volturi dura veinte días y hay setenta y tres meses en un año. En cuanto al tiempo que Edward estará allí, podría ser entre veintiocho y cuarenta días. Varía de bebé a bebé. Los mellizos son generalmente más pequeños cuando salen del cuerpo de su madre, así que podría ser hacia el final del mayor tiempo estimado.

Bella gimió involuntariamente. Tenía alrededor de treinta y siete noches sin dormir por delante.

Salieron hacía el pasillo, Tanya se paró con esa increíble gracia natural en ella. Alice se detuvo en el camino: —Tanya, ¿sabías que Bella se metió en el nido de incubación anoche?

—No sabía, estaba cuidando la entrada —dijo Tanya. Le dio una mirada a Bella en la que decía que esta noche no estaría afuera.

—Soplona —murmuró Bella.

Rose ya se encontraba en su piscina de baño cuando Bella y Alice ingresaron. Bella se sumergió en el agua y apoyó su cabeza contra el azulejo.

–Te ves como la mierda —dijo Rose. — ¿La maternidad no se está llevando bien contigo?

—Dormir sola es lo que no se está llevando bien conmigo —replicó Bella. Levantó su cabeza y abrió un ojo para ver a Rose. — ¿Y cómo estás tú durmiendo?

Rose realmente se sonrojó, lo cual Bella no hubiese creído si no lo hubiese visto. —Yo… uhmm... si...

Alice río. — ¿Demasiada vitamina Em? Déjame decirte, no vi eso venir.

— ¡Qué gran psíquica eres! —dijo Bella. —Ni siquiera me dijiste que iba a tener mellizos.

Alice sacudió su cabeza. —No sabía.

—Sabías que estaba embarazada sin embargo, ¿no? Esa primera mañana cuando nos encontramos aquí después de mí... uhmm… luna de miel.

—Sí, sabía —Alice fijó su vista en algún punto a la distancia. —Tuve un sueño la noche anterior. Tú y yo estábamos paradas en una gran habitación, llena de niebla gris, y había un bebé jugando sobre una manta en el suelo pero no podía verlo. Esa fue la parte extraña. Cada vez que intentaba ver al bebé, todo lo que veía era una niebla gris. Te mire a ti y me dijiste: "Mi bebé gobernará la galaxia".

—Pero… ¿nada más? —preguntó Bella decepcionada.

Alice sacudió su cabeza. —Dios solo me muestra lo que Él quiere que vea, Bella. Creo que es lo único que era necesario saber y estoy agradecida por esa visión que tuve. Tengo que confiar que lo que sea que ocurra, es Su plan, y Él me mostrará lo suficiente para llevarme hacía dónde tenga que ir.

—Bueno, yo creo que ambas están locas —, opinó Rose. —Caray, dioses y visiones… no pueden estar hablando en serio… ¿Lo están?

—Lo suficientemente en serio como para saber que Alice fue capaz de comprarme ropa de mi talle incluso antes de que fuese identificada como compatible con Edward —dijo Bella.

—Un acierto con suerte —dijo Rose, pero sonaba menos segura que antes.

—Creo que entraré en parto pronto —dijo Alice.

— ¿Otra visión, enana?

—No, he sentido el primer dolor.

Bella gritó tan fuerte que todas las cabezas en la habitación se voltearon hacia ellas. Ella y Rose ayudaron a Alice a salir de la piscina y a cambiarla lo más rápido posible. Solo habían avanzado una corta distancia en el pasillo cuando Alice se congeló repentinamente, balanceándose como un árbol con vientos fuertes.

—No creo que pueda caminar mucho más —dijo con pequeña voz y luego sus ojos se voltearon en sus cuencas y se desmayó. Bella llevó sus brazos alrededor de la espalda de Alice en un abrazo de oso para intentar que no cayese al suelo, pero se tabaleó bajo su peso. Rose avanzó, tomando a Alice en sus brazos como si no pesase más que una muñeca.

—Wow, ¿haces ejercicio o algo? —preguntó Bella.

—Solía ir al gimnasio tres veces por semana —dijo Rose, trotando por el pasillo. Llegaron a un cruce y Rose se detuvo. — ¿Hacia dónde?

Los ojos de Bella se abrieron con pánico. — ¡No sé!

—Hey, duendecilla —Rose sacudió a Alice por los hombros. —Despierta. Magallanes aquí se ha rendido.

— ¿Uh? —dijo Alice. — ¿Qué?

—Alice, necesitamos direcciones —dijo Bella. —Oh espera… ¡Allí está Jasper! —él acababa de poner un pie en el pasillo. Sus ojos encontraron los de Rose, vio el pequeño cuerpo en sus brazos y gruñó, con su cola azotando el aire. Avanzó por el pasillo hacia ella.

Rose murmuró: —Oh, mierda —. Miró alrededor rápidamente como si un lugar donde depositar a Alice seguramente y salirse del camino se materializaría a tiempo para prevenir un enfrentamiento con cerca de 136 kilos de Volturi furioso.

Bella saltó enfrente de Rose y claro, Tanya tuvo que saltar delante de Bella con su bastón cruzado frente a su cuerpo de manera diagonal. Jasper se detuvo enfrente de ella, un gruñido saliendo de su garganta mientras sus ojos buscaban una manera de pasar alrededor de ella. Bella se asomó por detrás de la caja torácica de Tanya.

— ¡Jasper! ¡Jasper! Ella está bien. Alice solo se ha desmayado, ¿sí? ¡Ella está bien! Bueno no bien… está en trabajo de parto, pero no es la culpa de Rose.

Bella se dio cuenta de que su ubicación estaba causando una suerte de enfrentamiento mexicano y se movió del camino para que Tanya dejase pasar a Jasper. El tomó a Alice de los brazos de Rose y salió corriendo rápidamente hacia su madriguera con las tres mujeres siguiéndolo. Presionó el botón de seguridad dentro de la puerta y se sentó en el suelo, sosteniendo a Alice sobre su regazo. Sus ojos se despegaron de su rostro solo un momento buscando a Bella. — ¿Podrías traerle un paño húmedo y frío, por favor?

Bella fue hacía el baño y humedeció una toalla. Era la primera vez que estaba en el baño de Alice, por lo que se tomó unos segundos para mirar alrededor y admirar las mariposas que Alice había pintado en las paredes.

El doctor debía de haber adivinado cual era la naturaleza de la emergencia porque había traído consigo su silla de partos y estaba ocupado instalándola mientras Bella retornaba con el paño. Alice se encontraba despierta, sus ojos mirando alrededor al ver la escena que la rodeaba.

—Aquí tienes —dijo Bella, tendiéndole a Jasper el paño. El lavó el rostro de Alice gentilmente, apartando el cabello hacia atrás. La expresión en los ojos de Jasper hizo que Bella quisiese llorar. Extrañaba tanto a Edward.

No faltó mucho para que tuviesen a Alice sentada en la silla. Bella y Jasper tomaron cada uno, una de sus manos mientras Rose se colocaba en el suelo delante de ella y comenzaba a contarle historias deliciosamente sucias sobre sus conquistas durante la Universidad. La boca de Jasper colgaba abierta, el paño con el cual estaba limpiando el rostro de Alice inerte en su mano. Alice estaba tan interesada que no parecía notar las contracciones. Dio un lloriqueo de sorpresa y el durice salió de su cuerpo directo a las manos del doctor que estaban esperándolo. Como si un interruptor en su cerebro se hubiese activado Jasper se lo quitó, gruñendo, apartándose con el durice contra su pecho.

—Uhm… Jasper, ¿no quieres… que antes limpiemos eso un poco? —preguntó Rosalie. Jasper ni siquiera pareció escucharla. Se metió en el closet y cerró la puerta tras de sí.

Para el momento en el que dejó la madriguera de Alice, Bella estaba cansada. Pero tenía que ir a la oficina. Había una pila de trabajo esperando por ella. Cuando llegó a la puerta, vio algo escrito en uno de los paneles del pizarrón de citas. Le pidió a Tanya que lo leyera por ella. —Jenks, Emperatriz. Debería estar esperando para ahora.

Bella se dio un golpe en la frente. Había olvidado completamente que le había pedido que se pasase hoy. Esperaba de todo corazón no estar llegando considerablemente tarde.

Jenks se levantó del almohadón en frente del escritorio de Bella en cuanto ésta entró. Le hizo una reverencia. —Emperatriz.

—Hola Jenks. Lamento haberte hecho esperar —. Tomó asiento en su almohadón al otro lado del escritorio. — ¿Qué has encontrado?

Jenks era un Volturi joven que aparentaba apenas haber salido de su adolescencia. Él era un mensajero del Consejo, los deberes de su trabajo incluían tareas como investigación, búsqueda, escribir reportes y actuar como un asistente general. Las discretas averiguaciones de Bella, había descubierto su nombre y lo había puesto a trabajar.

—Aún he encontrado poco, Emperatriz —se disculpó. —Los nacimientos de los drones raramente son documentados, como usted sabe.

—Jacob dijo que su padre y madre eran Alphas y su madre escapó cuando él nació. Seguramente no puede haber tantas parejas Alpha que hayan desaparecido.

—La rebelión… —Jenks comenzó y suspiró. —Prometo que estoy intento encontrarla, desde todos los ángulos posibles. No voy a rendirme hasta que lo logre.

—Gracias —, dijo Bella. —Si hay algo que necesites, déjamelo saber.

Luego de que Jenks se fuera, Bella se sumergió en el papeleo, la mayoría de ello consistía en la soporífera rutina de la administración, la poco glamorosa actividad del día a día que componía la mayor parte de los deberes de un gobernador. Atacó la pila de trabajo con determinación. No es como si tuviese algo mejor que hacer esa noche. O por las próximas treinta y siete.

Levantó la vista cuando la puerta se abrió y vio a Tanya, llevando una bandeja con comida la cual colocó al lado de Bella. —Gracias —dijo Bella emocionada. — ¿Compartirás esto conmigo?

Tanya inclinó su cabeza. —Gracias, Emperatriz pero no, no tengo hambre.

Bella tomó un poco de carne de su plato y lo llevo a su boca. —Sabes, creo que nunca te he visto comer. O beber. O dormir, si vamos al caso.

—Le aseguro que hago todas esas cosas —dijo Tanya. —Solo que lo hago cuando no necesita de mi protección. Como cuando esta con el Emperador, por ejemplo.

—Siempre has hecho un gran trabajo al protegerme —dijo Bella. —Gracias.

Tanya se paró. —Todos tenemos nuestros propósitos. Usted protege aquello que amo, al gobernar la Federación sabiamente, y yo intentaré protegerla a usted. Termine su cena antes de que se enfríe —. Y con eso, Tanya se fue al pasillo a retomar su puesto en la entrada.

Bella continuó con su trabajo hasta que su vista se volvió borrosa por el esfuerzo y ella estaba casi cabeceando en su asiento. Colocó el último expediente a un lado y se paró, estirándose para descontracturar sus músculos. Su esperanza residía en haberse cansado tanto que podría dormirse fácilmente pero una vez en casa, en su nicho, se encontró otra vez mirando el cielo raso. Mierda.

Salió del nido. Edward. Había estado todo bien la noche anterior. Estaba segura de que él nunca la lastimaría. Caminó hacía el sillón reclinable y chilló cuando vio una figura sobre este. Tanya golpeteó con un dedo su bastón.

—Yo… uh… —dijo Bella elocuentemente.

—No puedo dejarla entrar allí, Emperatriz —le dijo Tanya.

—No me lastimará —insistió Bella.

—Probablemente no —, acordó Tanya. —Pero hay una posibilidad de que pueda hacerlo y esa no es una opción que pueda arriesgarme a tomar.

Bella se preguntó el cómo decirle que no era asunto de ella y concluyó: no iría bien. Joder.

—Vuelva a su nido, Emperatriz —dijo Tanya en un tono que no dejaba lugar a réplica.

Bella lo hice quejándose. Gran perra azul mandona.

No podía soportar mucho más de esto. Estaba tan cansada, todo lo que quería hacer era llorar. Bella siguió a Rose penosamente a través del pasillo hacia la residencia de Alice. La intención era visitarla un rato antes de dirigirse hacia los baños. Encontraron a Alice, luciendo tan miserable como Bella, sentada cerca de la puerta de su closet.

—Él… él me gruñó —dijo ella y rompió en llanto. —Ni siquiera puedo entrar a recoger mi ropa.

—Con un carajo —dijo Rose abriendo la puerta del closet. — ¿Qué quieres dulzura?

—La r-rosa —, dijo Alice hipando.

Rose alcanzó la túnica que Alice estaba buscando y Bella escuchó a Jasper gruñirle desde el nido que había formado en la pared al fondo del closet. —Lo que sea, imbécil —dijo Rose bruscamente. —Ven aquí fuera y dilo.

Salió de closet y cerró la puerta tras ella. —Aquí tienes —le entregó la túnica a Alice.

—Edward también me gruño —Bella le dijo a Alice. —Dijo que no pueden evitarlo.

—Lo sé —el labio de Alice tembló. —Pero aún así hiere mis sentimientos.

—Ven con nosotras a los baños —sugirió Rose. —Va a hacerte sentir mejor.

Alice asintió. —Creo que lo haré.

Mientras caminaban por el corredor, Alice dijo: — ¿Qué opinan del nombre "Riley"?

— ¿Ese es el coyote del dibujo animado que seguía intentando arrojar yunques a la cabeza del correcaminos? —preguntó Rosalie.

Bella hizo una mueca. —No, ese es Wile E., Wile E. Coyote.

— ¿Qué hay de ti, Bella? ¿Tienes ideas para los nombres de tus bebés?

—Creo que a Edward le gustaría nombrar a uno de ellos en honor a Carlisle —. Ella quería nombrar a uno con el nombre de Edward pero creía que él no lo aceptaría y que probablemente querría utilizar el nombre de algún ancestro ilustre. Dios, lo extrañaba. Deseaba que pudiesen hablar sobre ello, incluso discutir sobre ello. Lo que fuese con tal de escuchar su voz.

Esa noche le gritó a Tanya por negarse a dejarla meterse al nido de Edward. Tanya ni se inmutó. Bella se sintió arrepentida de inmediato y se disculpó yendo a su gran y vacío nido. La noche parecía una tierra deshabitada que ella debía cruzar sola, sin nada para calmar su sed.

La siguiente noche gritó, y chilló, y lloró, y trató de pasar a la fuerza a través de Tanya, quien sostuvo su bastón sobre la entrada y no importó cuanto Bella tironeó, no pudo moverlo lo suficiente para poder pasar. Y luego, lloró otra vez porque se sentía horrible con la manera en la que estaba tratando a la mujer que solo quería protegerla, mantenerla a salvo.

Cada día era más gris que el anterior. Bella se forzó a si misma a cumplir con las formalidades, pasando del nido, a los baños, a su oficina y luego todo otra vez. Firmaba los papeles y comía lo que Tanya le traía, ambas cosas de manera automática. Podía mirar en los ojos de Alice y reconocer a una compañera de penas pero no había confort que se pudieran ofrecer una a la otra.

Bella intentó decirse a sí misma que estaba siendo ridícula, que mujeres alrededor del universo lograban mandar a sus esposos de viaje como soldados, marineros, viajeros del espacio sin desmoronarse. Se llamó a sí misma débil, se reprendió y trató de forzar un fuerza que en realidad no sentía. O al menos fingirla lo suficientemente bien para que otros no la miraran con pena. ¡Ella era un Emperatriz, por todos los cielos! No una adolescente sufriendo de mal de amores. Bueno, en realidad ella era un adolescente y estaba sufriendo de mal de amores, pero ese no era el punto.

Iba a ser el mes más largo de su vida, pero tenía que sobrevivirlo. Ella tenía que ser productiva y gobernar mientras él estaba fuera de servicio. Tenía que mostrarle a la Federación que merecía su puesto. Tenía que hacer sentir a Edward orgullo por ella. Y cada día se dijo a sí misma: "Puedo superar uno más". Porque no había otra opción.

— ¿Bella?

Estaba soñando que Edward estaba a su lado, con su mano tomando su rostro.

— ¿Bella?

—Te amo —dijo. —Te extraño.

—Bella, despierta.

No era un sueño. Bella se sentó abruptamente, casi quebrando su frente contra la nariz de él. — ¿Edward? ¡Oh Edward! —le hecho sus brazos alrededor del cuello y plantó besos por todo su rostro. — ¿Estás afuera?

—Los bebés —sus ojos brillaban con alegría. — ¡Están saliendo!

— ¡Oh! ¡Llama a Alice! ¡Llama a Rose! ¡Trae a Esme! —Bella saltó, saliendo a trompicones del nido. — ¿Dónde está Tanya?

—Está haciendo las llamadas —dijo Edward. La llevó a la mesa, la cual había cubierto con almohadas. Ambos durices estaban ubicados encima de ellas. — ¿Ves aquí? —Edward señaló un punto. Bella miró más de cerca y vio una pequeña garra del tamaño de la de un gatito asomando por un pequeño agujero. Mientras miraba, desapareció y apreció otra vez, tirando del agujero, agrandándolo solo un poco. Bella sostuvo su respiración. Tomaron asiento al lado de la mesa, Bella en el regazo de Edward.

Sintió la puerta abrirse y Esme con Carlisle fueron conducidos adentro por Tanya. Esme inmediatamente abrazó a Bella, rebotando un poco por la emoción.

—Oh, querida —susurró, lágrimas brillando en sus ojos. —Estoy tan feliz por ustedes —. Carlisle también abrazó a Bella, lo cual la sorprendió y estaba aún más sorprendida de que Edward lo haya permitido. En su mano, Carlisle sostenía un lector de ADN que sería usado en los bebés inmediatamente luego de que emergieran de los durices para asegurarse de que ninguno fuese un drone.

Se sentaron en puestos alrededor de la mesa a mirar. El otro durice se estaba moviendo un poco mientras todos miraban. Una rajadura apareció en el tope. Pequeños jadeos de emoción. Esme tomó la mano de Bella y le dio un apretón.

—Bella, estoy aquí —dijo Alice presionando un beso en la mejilla de Bella. — ¡Es tan injusto! —dijo, pero sin rastro de enojo. —Diste a luz primero y ahora también verás a tu bebé primero —se ubicó sobre un almohadón en frente de ellos.

—Tanya —llamó Bella. —Ven aquí —le dio palmaditas a un almohadón. —Deberías estar aquí en la mesa con el resto de la familia —. Por primera vez, desde que Bella la había conocido, el rostro de Tanya mostro inconfundibles emociones de deleite y sorpresa. Abrió su boca para hablar pero no salió ninguna palabra. Se acercó y se sentó donde Bella le había indicado. Ella y Bella intercambiaron una sonrisa y se voltearon a ver a los bebés.

El agujero que tenía la garra metida se abrió un poco más, y un pequeño dedo se abrió paso. Como si el esfuerzo cansara volvió a meterse adentro. Pequeños gemidos de decepción.

Rosalie y Emmett aparecieron detrás de Edward y Bella, asomándose detrás de sus hombros. La puerta continuó abriéndose pero las personas que entraron se mantuvieron a una distancia respetuosa de la mesa, presentes en la ocasión trascendental, pero sin inmiscuirse entre los amigos y familia.

El durice de la izquierda, el que tenía el dedo, se sacudió violentamente y un brazo regordete salió de él. Esme dejo salir una exclamación de deleite, presionando la punta sus dedos contra sus labios. Edward acarició en cuello de Bella y puso sus manos sobre los brazos que la tenían presionada a él, dando un apretón. Un pequeño hombro emergió. Casi simultáneamente, el durice a la derecha se rajó aún más, un pequeño piecito gordito empujando al aire.

Con gran esfuerzo, el bebé de la izquierda pasó su cabeza y hombros por el agujero que había creado y todos alrededor de la mesa gritaron en unísono, una expresión de alegría inarticulada. El cabello de su cabeza era de color castaño oscuro cobrizo como Edward. Los ojos ámbar dorados, con sus pupilas triangulares parpadearon y trataron de enfocarse. Viendo tantos rostros extraños por primera vez, el bebé agitó sus pequeñas manitos con garras ante ellos y emitió un pequeño "¡Rawr!" que fue más un pequeño chillido que rugido.

Los ojos de Bella se concentraron el segundo durice, que estaba completamente abierto ahora y otra pequeña cabeza apareció afuera, ésta cubierta con el cabello castaño oscuro de Bella. Ambos bebés se sentaron derechos, un poco tambaleantes, y miraron alrededor con idénticas expresiones de perplejidad ante este extraño nuevo mundo.

Edward levantó el bebé de cabello cobrizo, su primogénito, y lo sostuvo en el aire, los pedazos del durice cayendo de sus piernas y cadera. La habitación quedó en silencio de inmediato, como si el sonido hubiese sido cortado con un cuchillo. Los rostros cayeron… shock, incredulidad… horror.

— ¿Qué va mal? —exclamó Bella. Desde atrás el bebé se veía absolutamente perfecto, incluso la pequeña cola azotando el aire.

—Falta el pene del bebé —soltó Emmett.

—No le falta —dijo Carlisle. Sus ojos encontraron los de Bella, su expresión cambiando lentamente a una de admiración. — ¡ES UNA NIÑA!

Los ojos se dirigieron al bebé castaño que aún estaba acostado en la mesa, quien rodó fuera del durice, sus genitales masculinos obvios. Edward bajó lentamente a la bebé y la sentó sobre las almohadas. Ella encontró a su hermano, se dejó caer sobre su costado y comenzó a morder felizmente su cola. El niño dio un graznido de indignación que debería haber entretenido a toda la habitación pero todos contemplaron en silencio, incapaces de procesaron lo que estaban viendo.

El rostro de Edward estaba blanco y duro. Miro a Bella, sus ojos llenos de dolor. —No puede ser mía —dijo.

 

Capítulo 8: Vitaminas Capítulo 10: Preguntas y Respuetas

 
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