Escrito en las Estrellas (+18)

Autor: Fanfiction Addiction
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 29/03/2013
Fecha Actualización: 30/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 18
Visitas: 110141
Capítulos: 33

Traducción: Edward es el rey de una raza en extinción, su planeta es desgarrado por la guerra civil. Bella es secuestrada y llevada a convertirse en su esposa.De estudiante de la universidad a reina... ¿Podrá aprender amar a este hombre extraño y ayudar a salvar a su pueblo?

 

Escrito en las Estrellas es un fanfic original de Lissa Bryan y traducido por Fanfiction Addiction con el debido permiso de su autora.

 

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Capítulo 27: Dispersa

Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Paulii Aguilar (FFAD)

Beta:Constanza Moreno Inostroza (FFAD

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Edward se sentó derecho en la cama, jadeando, cubierto en sudor frío. Miró a su alrededor en la habitación y la encontró silenciosa y tranquila. Segura. Bella dormía allí. Ella murmuró algo; la única palabra que él entendió fue 'violeta'. Se dio vuelta, y trató de poner sus manos bajo la almohada donde descansaba su cabeza pero gritó cuando se chocó con su IV. Edward acarició su cabello y ella suspiró, acurrucándose en las almohadas.

Lentamente, se levantó para no molestarla, y se deslizó por la habitación oscura y silenciosa. Abrió la puerta que daba a una habitación pequeña que Sulpicia había usado como sala de estar, pero ahora era usada para los bebés. Estaban enredados juntos en su nido y Edward notó que ellos ya casi no cabían allí. Tendría que conseguirles otra pronto. Los observó por un momento, notando como sus pequeños pechos se elevaban y bajaban, los pequeños tirones de los sueños. Seguros. Nessie gruñó en su sueño y lanzó sus garras al aire. Ella era una pequeña guerrera, solo ella, él pensó con orgullo.

Él no podía volver a dormir, no con la pesadilla todavía dando vueltas en su mente como la niebla en el bosque. Salió al pasillo y se sentó al lado de Tanya, la única de su familia que seguía despierta.

— ¿Qué soñaste? —preguntó Tanya.

Tal vez debió de haber estado sorprendido, pero no lo estaba. Tanya veía más con esos ojos triangulares que tenía.

—Vi a James matar a Bella. Rompía su cuello antes que pudiera alcanzarlos. —Lo que Edward no describió era la mirada de alegría feroz que tenía James mientras que torcía la cabeza de Bella a un lado con un chasquido nauseabundo, una expresión que hacía que sus huesos se helaran al pensarlo.

—Tú no tienes el don de la profecía —señaló Tanya.

Edward refregó una mano por su rostro.

—Creo que estoy contento por eso. No estoy seguro que quiera saber lo que el futuro nos depara.

—El precio de nuestros pecados es ver a aquellos que amamos sufrir por ellos —dijo Tanya—. Debo decirte que he fallado en mis deberes al involucrarme sentimentalmente. Debía apartarme, pero no tuve la fuerza para hacerlo.

—Quiero que te quedes con ella, Tanya. Confío en ti.

—Así será.

Tanya estaba en silencio, Edward admiraba su tranquilidad, su serenidad. En el colegio, ellos habían enseñado a todos los chicos a meditar, lo que se suponía que los ayudaba a volverse más calmados, más centrados, mejores líderes. Pero Edward ya no podía despejar su mente. Sus pensamientos eran un torbellino. Incluso sosteniendo su pequeña pareja ya no lo calmaba como antes, porque en cada momento él estaba consiente que su tiempo con ella podría ser corto. Su mente enumeraba todas las maneras diferentes en que la podía perder: perderla en el parto, perderla a través de James, perderla por los Puristas, o por los rebeldes. Su imaginación productiva amablemente le suministraba con todas las maneras horribles a las que ella podría ser sometida.

Y por sobre todo, no podía escapar de sus pensamientos de culpa. Era un tormento constante que su falta de autocontrol pudiese significar que él fuera el culpable de su muerte. La dulce Bella, ella no parecía culparlo o resentirlo por ponerla en peligro, pero tenía esa naturaleza. Ella parecía que estaba bien pero él estuvo muy determinado en que no sería calmado por complacencia solo para que la alfombra bajo sus pies sea removida. La última vez que había ido al Templo, la estatua de la Diosa parecía que lo había fulminado con la mirada con ojos acusadores y temió Su odio, aunque pareciera bien merecido, incluso al mismo tiempo que dudaba de Su existencia.

Se levantó y fue a su oficina, sabiendo que era imposible dormir, por lo que tendría que ser productivo. Levantó el reporte de Alice. Ella había tomado el trabajo de monitorear las noticias, manteniéndolos informados de las noticias y el humor del píblico. Leyó la primera página –La noticia del nacimiento de dos niñas más de mujeres que aclamaban haber orado a Bella– con un suspiro. Más combustible para el odio Purista. La segunda página le hizo encogerse. La gente suponía que Bella estaba embarazada de nuevo después de ser vista comprando raíz de meithnil, y había mucho odio hacia él por poner a su Emperatriz/Diosa en riesgo. Todos se preguntaban por qué ella no había tomado hierbas para prevenir embarazo y algunos habían especulado que él no lo hubiese permitido, queriendo otra niña sin importar el costo de su pareja. Edward tiró los papeles y posó su cabeza en sus brazos, sintiéndose enfermo de la vergüenza.

— ¿Edward? —la voz suave de Bella vino desde la puerta. Ella vestía una prenda sin forma, que Alice llamó 'bata de baño', sobre su ropa de dormir, su bolsa IV atada a su brazo bajo su manga. El tubo saliendo por debajo de su manga. Se acercó a él y posó gentilmente una meno sobre su nuca, sus dedos jugando con su cabello—. ¿Estás bien?

—Estaré bien —dijo él—. Vuelve a dormir. Necesitas descansar.

—Tuve una pesadilla —dijo ella—. Sobre Kate.

Les había llegado la noticia esa tarde. Kate, la cual la historia recordaría como la primera mujer en casarse con un drone, había sido encontrada muerta, brutalmente asesinada junto con su pareja en su hogar en Hoh. Eslóganes anti-emancipadores e insultos fueron pintados en las paredes. Al parecer, Kate había sido un respaldo financiero importante del Underground Railroad drone y algunos de los grafitis sugerían que eso se dio a conocer a las personas equivocadas.

—Lo siento, Bella —dijo Edward—. Sé que te caía bien.

—Solo es muy difícil de entender por qué algunas personas tienen mucho odio dentro de ellos.

La puso en su regazo, abrazándola. Le dio un beso en su frente. Podía enfrentarse a enemigos, podía pelear batallas, pero no podía hacer nada cuando se trataba de protegerla del dolor emocional. Todo lo que podía hacer era ofrecerle consuelo en sus brazos.

De repente, pensó en algo que podría distraerla.

—Hoy encontré algo mientras estaba vaciando los archivos de Aro. —Se acercó a su escritorio y sacó una fotografía—. Esta es Didyme, la madre de Jacob.

Bella se quedó sin aliento mientras estudiaba la fotografía de una mujer con cabello castaño y ojos celestes.

—Era bonita.

—Sé que estás curiosa sobre ella y que Jenks murió antes que tuvieras las respuestas que buscabas. Encontraré alguien que te ayude a encontrarla. Tal vez Jasper…

—No, Edward, no pongas más trabajo en Jasper ahora. Ya tiene sus manos ocupadas.

Edward sabía a lo que se refería, pero fingió no entender el idioma. A veces, era divertido verla intentar traducir.

— ¿Manos llenas de qué?

Bella rio. Él amaba ese pequeño y burbujeante sonido y la manera que hacía que sus ojos brillaran.

—Llenas de trabajo —dijo ella.

—Qué lástima —dijo él—. Hay muchas cosas más… interesantes que pueden llenar las manos de un hombre.

Ahora era Bella la que fingía ignorancia.

— ¿Como qué cosas?

Él se levantó y se dirigió a la puerta con ella en sus brazos.

—Estaría encantado de demostrarlo.

—Edward, hay algo malo con el pequeño Carlisle —dijo Bella. Ella estaba dándoles el desayuno a los bebés mientras que Edward se vestía. Él encontró a su hijo sentado en l mesa, su mano estaba presionada contra su rostro. Lloriqueó cuando vio a su padre, mirando con ojos llenos de esperanza.

—No quiere comer —dijo Bella—. Solo sigue escupiendo los bocados. —Como si estuviera demostrándolo, el pequeño Carlisle usó su lengua para escupir el pedazo de carne de su boca. Cayó en su regazo. Victoria lo levantó rápidamente como si hubiera descubierto un tesoro y se lo hubiese llevado a su boca si Bella no se lo hubiera sacado de su mano. Victoria miró a su mano ya vacía y le dio una mirada a Bella que transmitía, claramente, que se sentía traicionada.

—Probablemente sean sus dientes —dijo Edward—. Todavía no se cayó el que está allí y probablemente le está molestando. —Gentilmente, abrió la boca del pequeño Carlisle y señaló a la zona hinchada y roja—. ¿Ves? Ese que está allí.

Bella suspiró.

—No puedo creer que tengamos que pasar por esto cuatro veces. —Durante su niñez, a los niños Volturi le crecen y se les caen cuatro series de dientes antes de que les crezca los dientes adultos. Ella chilló la primera vez que Carlisle había perdido algunos dientes y supuso que incluso si supieras que iba a pasar, encontrar pequeños colmillos y una almohada con sangre bajo tu bebé podría ser alarmante.

—Esme tiene una pasta que adormece el dolor en las encías —le dijo Edward—. Le diré que la traiga.

Bella sacudió su cabeza.

—No es necesario. Iré al Templo a visitarla. Todavía no se siente cómoda sacando a Stefan en público. —Stefan era el nombre que Carlisle y Esme le dieron a su nieto porque nadie sabía el nombre que le habían dado al nacer. Ellos intentaban tener un perfil bajo y raramente salían en público con él porque Esme a veces recibía reacciones duras de gente que sentía que estaba mal que ella se quedara con el bebé—. Alice y yo iremos y llevaremos a los bebés para que se diviertan un poco.

—Por favor, ten cuidado —dijo Edward. Había habido algunas protestas alrededor del Templo y conflictos que habían llegado a violencia menor entre los Puristas y los Bellites. Las mujeres serían protegidas por Tanya y Liam pero él sabía como un gentío podían rápidamente convertir en muchedumbre.

—Lo tendré —prometió Bella—. Usaré una manta hasta que entremos.

A Edward le hizo gracia. ¿Acaso pensaba que también podía disfrazar a Tanya que medía treinta manos de altura e iba detrás de ella, y que a la vez era tan reconocible como ella misma?

—Entra por la puerta del costado —le dijo.

—Lo haré. —Besó su mejilla y se fue. Edward observó su forma ágil hasta que desapareció por la puerta y suspiró. Deseaba que pudiera ir con ella, pero todavía se sentía incómodo al entrar al Templo y había mucho trabajo para hacer. Tomó el próximo documento de la pila del escritorio. Era un reporte sobre el entrenamiento del ejército drone y parecía que iba bien. Estaban…

La explosión lo lanzó a través del cuarto. Se despertó, aturdido y profundamente confundido. Humo... sirenas... voces gritando. Edward estaba cubierto de trozos de yeso y el torno de la pared detrás de su escritorio, la pared que ya no existía. Un agujero enorme la había reemplazado y pudo ver la planta baja donde el suelo había sido destruido.

¿Una bomba? ¡Otro ataque! Sus oídos sensibles zumbaban, pero oyó un sonido que le hizo dar un salto poniéndose en pie y corrió hacia las escaleras, esquivando las puertas caídas y trozos de yeso. Bella, gritando...

Ella estaba en el patio frente a la casa y parecía estar luchando con Tanya. Una furia asesina pasó por él y casi atacó, pero afortunadamente se dio cuenta a tiempo de que Tanya estaba simplemente tratando de evitar que su pequeña Emperatriz entre a la casa. Edward la tomó en sus brazos y rápidamente pasó las manos por sus piernas, torso, sin encontrar lesiones. Alice se puso al lado de Bella, con la boca abierta, los bebés se retorcían en sus brazos. Edward los chequeó rápidamente y los halló ilesos.

— ¡Edward! —jadeó Bella—. Oh, Dios…Edward. —Sus brazos lo rodearon por el cuello en un agarre estrangulador—. ¡Estás lastimado!

Se palmeó a si mismo en busca de heridas y su mano se encontró con sangre pegajosa.

—Superficial —le aseguró—. Algunos raspones.

— ¿Qué pasó? —gritó Alice.

—No lo sé —dijo Edward. Volvió a mirar a la casa y vio que faltaba una gran parte. Actuó por instinto. Edward tomó a Alice por la cintura y la levantó, corrió con ambas mujeres lo más rápido posible. Llegó al Templo en pocos minutos.

— ¡Grandísima madre! —dijo Carlisle cuando vio a su hijo adoptivo sangrando, entando apurado por la puerta con una mujer en cada brazo, una de ellas sosteniendo a tres bebés Volturi, seguidos por Tanya, cuyo personal se apoderó delante de ella en la lista.

—Casa… atacada —jadeó Edward.

—Abajo —ordenó Carlisle. Los condujo, arrebatando una lámpara de la mesa junto con una bolsa de suministros de emergencia escondida cerca de las escaleras. Había una habitación secreta en el rincón más alejado del sótano del Templo, por lo general se utilizaba para almacenar reliquias y manuscritos valiosos, pero también era un buen lugar para esconderse dentro de la seguridad de los muros de piedra.

Edward dejó a las mujeres en el suelo.

—Quédense aquí —ordenó él.

— ¡Edward! —Bella tomó su brazo, su rostro lleno de pánico—. ¡No me dejes!

—Debo hacerlo. Tengo que descubrir qué pasó, si estamos bajo ataques de nuevo. Por favor, quédate aquí.

Podía verlo en sus ojos. La última vez que se habían separado bajo un ataque, ella había pasado por una experiencia horrible y traumática que todavía le daba pesadillas, aunque siempre insistía que no quería hablar sobre lo que había pasado. Él seguía sin saber todos los detalles. Pero ella cuadró sus pequeños hombros, alejando al miedo, y asintió.

La besó y miró hacia la dirección de Tanya. Tanya asintió y tomó del hombro de Bella, solo por si había cambiado de opinión. Se giro y corrió por las escaleras, alcanzando a Carlisle, quien estaba mandando a una nerviosa Esme para que baje las escaleras, con Stefan en sus brazos.

De nuevo afuera, escuchó atentamente. No escuchó ningún motor de aeronave, ninguno de los silbidos penetrantes de misiles voladores, ni armas de fuego, ni explosiones. Trotó hasta la casa de Aro, alerta, precavido, manteniéndose a la línea de árboles hasta que estuviera confiado que era seguro. Vio a Jasper hablando con dos de las casas de drones.

— ¿Qué pasó? —demandó Edward.

—Una bomba —dijo Jasper—. Seguramente un paquete recibido esta mañana. Sam, repite lo que me contaste.

—Un paquete, como él dijo. —Se inclinó mientras hablaba, claramente aterrado que iba a cargar con la culpa—. Un hombre lo dejó en la puerta después del desayuno. No pensé nada y lo dejé en la mesa frente a la puerta principal. Lo siento mucho… por favor…

— ¿Para quién iba dirigido? —preguntó Edward.

La voz de Sam fue baja y bajó su cabeza.

—Para la Emperatriz.

Diosa dulce y misericordiosa. Si Bella lo hubiese abierto...

—Describe al hombre que lo trajo.

—Con cicatrices. Muchas cicatrices, como si hubiese sido quemado. Cabello oscuro. Altura promedio. No recuerdo nada más,

Después de unas horas, Edward regresó al sótano secreto del Templo y encontró a Tanya demostrándole a Bella cómo operar su personal, dónde retorcerlo para hacer que las hojas aparezcan.

—Tal vez lo necesites saber algún día —le dijo Tanya, pero Bella no le prestaba atención. Ella vio a Edward y corrió hacia él con un llanto inarticulado. Lo golpeó en el brazo, y luego lo abrazó fuertemente.

— ¡Estaba terriblemente preocupada! ¿No podías aunque sea haber enviado un mensaje?

—No quería que nadie te pudiera rastrear —explicó Edward—. Un mensajero puede ser rastreado fácilmente y no sabía si nuestras comunicaciones habían sido comprometidas otra vez.

El miedo alimentó su preocupación y furia. Pero la razón los reemplazó.

— ¿Qué pasó?

—Una bomba empaquetada —dijo Edward—. Para ti.

—Oh. —Bella se sentó.

Él se sentó a su lado.

—Bella, tenemos que mantenerte segura.

— ¿A dónde vamos?

Él sabía que esto sería difícil que ella lo aceptase.

—Te voy a enviar a Dynal con Tanya. Puedes quedarte en su monasterio. Estarás a salvo allí.

— ¿Yo? ¿Solo…yo?

—Jasper y yo decidimos que sería más seguro si Alice y Rose llevaran a los niños a otros lugares. Ellos no son tan reconocibles. Nessie irá con Rose y Alice se llevará al pequeño Carlisle y Victoria.

— ¿Es muy peligroso que mis bebes estén conmigo? —Los ojos de Bella se inundaron de lágrimas y él sintió una punzada de dolor en su corazón.

Edward tomó su mano y la presionó contra sus labios.

—Necesito que pienses como una Emperatriz, no como madre, no como pareja. No sabemos que tan grande sea esta conspiración, tampoco si el peligro ya pasó. Separados, las chances son mejores así al menos una parte de la familia real sobrevivirá. Si tú y yo estamos juntos… los niños podrán perder a dos de sus padres de una vez y la Federación podría perder a sus gobernantes, y separando a los gemelos genera más probabilidades que uno de nuestros herederos sobreviva —su voz era estable y calmada, pero él sabía la angustia que esto causaría para su amada pareja y para los bebés.

Bella no dijo nada. Miraba a sus manos.

—El Volvo está encendido en el puerto espacial ahora. Es un viaje corto hacia Dynal. Estarás allí en menos de una hora.

— ¿Cuándo podré volver? —preguntó Bella, en voz baja. Todavía no lo miraba.

—Pronto, muy pronto, si todo va bien. Bella, estoy enviando al ejército a Lapush. Es momento de terminar esta rebelión de una vez por todas. Las naves para transportar las tropas están llegando ahora. Espero que la tuya no sea notada con todo el tráfico. —Deseó poder saber lo que ella estaba pensando. Sus ojos oscuros eran enormes, su rostro blanco como el papel.

— ¿Debemos? —simplemente preguntó.

—Tengo que saber que tú y los niños están bien. Jasper y Emmett necesitan la misma seguridad. Todos necesitamos poder pensar claramente sin preocuparse que nuestras parejas estén tirándonos a su dirección.

—Mi lugar es a tu lado —dijo ella suavemente, sus ojos brillaban con lágrimas sin derramar—. Se supone que debemos cargar el campo de batalla juntos.

—Bella, te lo suplico, por favor… —Su tono tenía un indicio de desesperación. Él tenía que convencerla rápidamente y esparcir la familia antes que alguien se diera cuenta de lo que estaban haciendo. Pero, ¿que podía decir? Si fuera ella quien estuviese pidiendo que él se fuera, que se escondiera mientras ella planeaba y ejecutaba una invasión, él tendría que irse pataleando y gruñendo.

Pero Bella lo sorprendió, como siempre lo hacía. Asintió, incluso cuando las lágrimas corrían por su rostro.

Dejarla en el puerto espacial fue lo más difícil que alguna vez había hecho. Bella besó a los bebés y los dejó en los brazos de Alice y Rose.

Rose besó la mejilla de Bella.

—Te quiero, B —dijo ella, con voz tranquila.

—También te quiero, Rose. No dejes que Nessie me olvide… por favor.

—No te irás por mucho tiempo —prometió Rose.

Alice la abrazó fuertemente.

— ¿No ves nada? —murmuró Bella.

Alice negó. Le dio un beso a Bella y dio un paso atrás rápidamente.

—Te veré pronto —dijo, con fingida claridad en su tono.

— ¡Mami! —Nessie dijo, y agitó su manita. Bella agitó su mano de vuelta, con una sonrisa que estiró sus mejillas, una sonrisa que no llegó a sus ojos.

Edward tomó su brazo y la llevó hacia la nave. Cerró sus ataduras, sus manos persistentes en su cuerpo, memorizando la sensación de ella, su olor, el sonido de su voz. Sus manos acariciaron su mejilla antes de bajarla y apurar todo.

—Te amo —dijo él—. Diosa, Bella… Te amo muchísimo. —Él deseaba poder tener las palabras para expresarlo. Deseaba saber cómo decirle lo terrible, el dolor en su pecho, la angustia fría que sentía al dejar a su pareja, la otra mitad de su alma—. Ten cuidado —murmuró, y presionó un beso en sus labios.

Se levantó y vio a Tanya, quien se había arrodillado al lado del asiento de Bella, asegurando las ataduras en su pecho.

—Adiós, Emperador —dijo ella. Su tono le sonó algo raro, pero él no podría pensarlo o entenderlo hasta más tarde.

Miró por una última vez a Bella mientras las puertas se cerraban detrás de él, apenas capaz de respirar por lo apretada que sentía su garganta y pecho. Caminó por las escaleras a la pista de aterrizaje, con su mente entumecida. Estuvo allí hasta que la nave era un pequeño punto en el cielo.

No recordaba cómo había vuelto a la sede temporal en el sótano del Templo. Agradeció al entumecimiento. Eso le permitía funcionar, incluso si lo hiciera dar la sensación extraña de verse a sí mismo desde la distancia, separado de sí mismo, incluso mientras daba órdenes e hizo los preparativos. Pasó el tiempo. Comió comida que no tenía sabor y negoció con Por Tangeles por armas. Habló con el Consejo y después se dio cuenta de que no podía recordar una sola palabra que fue dicha, aunque debió haber sido satisfactoria porque todo el mundo se movía con eficiencia y dedicación.

—Edward.

Levantó la vista de sus papeles. Jasper permanecía en la puerta.

Vio la expresión en los ojos de Jasper y tiró los papeles.

—No.

—Edward… —Jasper se arrodilló a su lado, su voz cubierta con lamento y lástima.

—No —dijo Edward otra vez.

—Lo siento —le dijo Jasper otra vez—. Su nave…

— ¡NO! —gruñó Edward. Sus garras clavadas en su nuca—. ¡No!

Capítulo 26: Ladrón de fe Capítulo 28: Desenlace

 
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