Escrito en las Estrellas (+18)

Autor: Fanfiction Addiction
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 29/03/2013
Fecha Actualización: 30/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 18
Visitas: 110123
Capítulos: 33

Traducción: Edward es el rey de una raza en extinción, su planeta es desgarrado por la guerra civil. Bella es secuestrada y llevada a convertirse en su esposa.De estudiante de la universidad a reina... ¿Podrá aprender amar a este hombre extraño y ayudar a salvar a su pueblo?

 

Escrito en las Estrellas es un fanfic original de Lissa Bryan y traducido por Fanfiction Addiction con el debido permiso de su autora.

 

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Capítulo 30: El largo camino

Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Carla Liñan Cañamar (FFAD)

Beta:Verito Pereyra (FFAD)

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— ¿Cómo duerme la gente en estas cosas planas? —dijo Edward en la mañana, pinchando la cama con su cola—. Me duele la espalda.

—No dormiste en la cama —señaló Bella—. Dormiste encima de mí —y así había sido, enrollado alrededor de ella tan apretado como fuese posible, con su cola torcida alrededor de su pierna. A pesar de lo exhausto que estaba, sus ojos revoloteaban abiertos cada vez que ella se movía, como si le aterrara que ella lo dejara de nuevo.

— ¿Te aplasté?

Bella sacudió la cabeza. Sinceramente, no había sido una noche muy placentera, pero había valido la pena tenerlo de vuelta a sus brazos, donde pertenecía.

Dejaron la habitación de Jacob, tomados de la mano. Didyme estaba cocinando algo en una olla sobre el fuego, y Jasper estaba sentado en la mesa, bebiendo de una taza.

—Buenos días —dijo.

Edward se sentó cautelosamente en una silla, como si temiera que colapsara bajo su peso. Se movía incómodamente, y le daba una larga mirada al piso. La única silla en la que usualmente se sentaba era en su trono, y era amplio y acolchado con almohadas. Esta era dura, de madera pura, tamaño humano, por lo que Edward tenía ese aspecto torpe de un adulto sentado en un juego de té de niñas.

—Buenos días —Didyme se giró del fuego y talló algo de comida de la cacerola hacia el plato que Jasper tenía enfrente. Jasper se lavó las manos en un cubo junto a la mesa y empezó a devorar con voracidad—. ¿Tienes hambre? —le preguntó a Edward. Bella tomó asiento junto a él.

—Sí, gracias —dijo Edward, mientras su estómago retumbaba sonoramente. El olor de la comida caliente le hacía agua la boca. Enrolló su cola alrededor del tobillo de Bella y acercó su silla a ella.

—No ha comido en días —comentó Jasper.

—Oh, cariño —Didyme agregó comida extra en la cacerola—. ¿Qué hay de ti, Bella?

—Aún no recupero mi apetito —dijo Bella.

—Necesitas comer —trató de persuadirla Edward—. ¿Por mi? ¿Solo unos cuantos bocados?

—De acuerdo —concedió. Haría cualquier cosa por hacerlo sentir mejor. La manifestación física de su dolor –los cambios abruptos en su apariencia– la asustaban un poco. Ella quería al juvenil y vibrante Edward de vuelta.

El comunicador de Jasper chilló. Lo levantó y leyó el mensaje. —Estoy recibiendo los reportes finales —golpeteó la almohadilla.

— ¡Oh, Dios, la invasión! —Bella golpeó su frente—. ¡No puedo creer que lo haya olvidado! ¿Qué ha sucedido?

—Ganamos —dijo Jasper con simpleza—. Lapush está de regreso en manos de la Federación.

— ¿Eso es… ¿Eso es malo?

—En algunas áreas. Tomamos el Puerto Espacial, para empezar. La mayoría de las tropas ahí solo derribaron sus catapultas y se arrodillaron, rindiéndose a nuestras tropas en cuanto salieron de los barcos. Hubo algo de resistencia, aquellos quienes se negaron a rendirse a los drones, pero fue por unos cuantos minutos. Tengo que admitirlo, cuando me llegó ese reporte, me puso muy optimista de que cada objetivo sería así de fácil, pero no fue el caso. Félix hizo apariciones histéricas en video para que los Lapushi pelearan contra los drones quienes trataban de "dominarlos", y le dijo a las personas que encerraran a sus propios drones, por temor de que hubiera una rebelión. En lo último tenía razón. Fue tremendamente inspirador. Los drones de todas partes del planeta pelearon en las fuerzas rebeldes, algunos armados solamente con sus garras y dientes. En unas cuantas áreas, encontramos que los drones habían tomado toda la resistencia y estaban esperando para cedernos el control. Pero en otras, hubo una pelea feroz. Algunos de los rebeldes se negaron a ser tomados con vida.

Bella gimió. — ¿Se perdieron muchos de nuestros soldados?

Jasper sonrió. —Nos superaban en número y las fuerzas rebeldes estaban mejor entrenadas. Los drones pelearon tan valientemente, Bella, negándose a darse por vencidos, negándose a rendirse. Honestamente, no creo que hubiera podido ganar con un ejército convencional de ese tamaño. Habrían regresado a sus posiciones arraigadas, pero no con los drones. Sabían que esta era su oportunidad de probarse a sí mismos, y así lo hicieron.

— ¿Tienes alguna medalla por valor? —preguntó Bella.

—No. ¿Qué es una medalla para nosotros?

—Entonces necesito crear una. Es un listón especial con un medallón en él. Mi pueblo solía darlos a los soldados que iban a cumplir con su deber.

—Ah —dijo Jasper—. Remembranzas. Como los botones que la gente usa en memoria de Kate.

—¿Lo hacen? ¿Qué clase de botones?

—Están hechos de cobre, como el color de su cabello. Son usados por aquellos que apoyaron con la emancipación y los derechos de los drones. Por lo que he escuchado, más y más personas los están usando hoy en día.

Didyme puso un plato enfrente de Edward y Bella. —Tendrán que compartir —advirtió—. Solo tengo dos platos.

—Está bien —aseguró Bella. Ella y Edward lavaron sus manos en el cubo.

—Abre —ordenó Edward, sosteniendo un trozo de carne entre las puntas de sus garras. Bella obedeció y él tomó otro pedazo, esperando a que terminara de masticar.

—Tú comete ese otro —dijo Bella.

—No, tú primero —insistió Edward. Aún y estando medio hambriento, él veía las necesidades de ella por encima de las suyas.

— ¿Todos los demás están bien? —le preguntó Bella a Jasper entre bocados—. ¿Emmett? ¿Alice, Rose y los bebés?

—Alice, Rose y los niños están perfectamente a salvo —Edward le dijo lo mismo que le había dicho la noche anterior, pero ella necesitaba escucharlo de nuevo—. Emmett está herido, pero no de gravedad.

—Creo que lo voy a herir por mi cuenta cuando lo vea —dijo Edward con un pequeño gruñido.

—¿Por qué? ¿Qué ha hecho?

—Aparentemente, él pensó que hablábamos en serio, literalmente, cuando le dijimos que comandara las tropas. Estuvo al frente de cada pelea y, solo por la Gracia de la Diosa, el maldito tonto no fue asesinado.

— ¿Esto viene del hombre que salió a pelear el día en que Volterra fue atacada? —le dijo Bella a Edward. Él le lanzó una mirada seca y arrojó otro trozo de carne a su boca.

—Eso es diferente. Emmett era el único líder que teníamos en el campo con Jasper, y yo me había ido. Si él hubiera muerto…

Oh, Dios, se está preocupando de nuevo. Bella optó por distraerlo. Tomó un pedazo de carne de la bandeja y la sostuvo enfrente de la boca de Edward. Él la abrió y ella colocó el trozo en su lengua. Sus labios se cerraron alrededor de sus dedos y se retorció mientras los sacaba lentamente. Estaba perdida en sus ojos, perdida en el momento.

La cola de Jasper se agitó con diversión. —¿Ustedes dos, podrían dejar la sensualidad para más tarde? —terminó su plato y lo lavó en el cubo antes de regresarse con Didyme, quien lo usó para su propio desayuno y se sentó en la mesa, junto a él.

Bella sonrió, y sintió su rostro extraño después de todo lo que había sucedido. El espacio a su lado se sentía vacío sin la presencia quieta y serena de Tanya.

Edward notó el cambio en su expresión y supo por qué había sido. —La echas de menos.

—Sí —confirmó. Parpadeó para evitar las lágrimas.

—Su funeral es mañana en Dynal. Podemos ir, si tú quieres.

—Creo que me gustaría eso —dijo—. ¿Será enterrada?

—No, los Dynali tiran a sus muertos en el mar.

—Oh —Bella estaba decepcionada—. Estaba esperando que hubiera algún tipo de monumento, una lápida o algo.

—Puedes poner uno en la Plaza del Palacio, donde el monumento al ataque de Volterra será construido —sugirió Jasper—. Por la manera en que lo están haciendo, el monumento no solo será para aquellos que murieron en los ataques, sino que para todos los que murieron en esta guerra.

—Es una buena idea —dijo Bella, y consideró brevemente qué tipo de monumento quería construir. Sea como sea, tenía que ser alto y azul.

— ¿Realmente ha terminado? ¿Han capturado a los líderes? —preguntó.

—Félix se rindió cuando nuestras tropas entraron al palacio. Emmett tomó su cola personalmente. Todos, excepto James, y nadie parecía saber en dónde se encontraba.

— ¡Está aquí! —dijo Didyme.

— ¿En Fénix? —preguntó Edward, sorprendido.

— ¡Detrás de ti! —gritó.

Cuando Didyme le confesó a Bella más tarde, supo sobre James y otros cuantos líderes rebeldes. Nunca se había reunido con él oficialmente, ni había previsto de ningún apoyo material, pero había permitido que James usara su casa como una locación segura y aislada para encontrarse con algunos de los líderes rebeldes en Fénix para discutir la posibilidad de que Fénix se uniera a la rebelión. Como resultado, cuando James vio el video, sumado a la conversación con Bella, supo exactamente dónde encontrarla.

Todos brincaron y Bella soltó un pequeño chillido. James estaba parado en la puerta, con sus ojos revoloteando hacia cada uno de ellos, y con una espada balanceándose en su mano derecha. No se veía sorprendido de ver a Edward o a Jasper ahí. Su mirada se detuvo en Bella.

—Se suponía que debías estar muerta.

Bella levantó la barbilla. —Seh, me lo dicen seguido.

Había un pequeño cuchillo en la mesa, que Didyme había usado para cortar la carne en pequeños cubos. Bella lo deslizó en su manga cuando James se giró hacia Edward.

—Sabes por qué estoy aquí.

Edward se plantó en su lugar. —Lo sé —se giró hacia Jasper—. Recuerda la promesa que me hiciste.

—Sabes que lo haré —dijo. Extendió su mano y Edward la apretó por un momento.

James fue a la parte de atrás.

— ¿Edward? —el corazón de Bella palpitaba con fuerza y su estómago estaba helado por el miedo. No podía creer que esto estuviera sucediendo.

— ¿Te quedarías aquí adentro, por favor, Bella? No necesitas ver esto.

— ¿Qué estás haciendo?

La besó en la frente. —James fue mi mejor amigo en su momento, y lo amaba. Por esa única razón, extenderé la cortesía de terminar esto con un simple combate. Él también es un Alfa y tiene el derecho de un reto —Edward acarició los costados de la cara de Bella.

— ¿Tiene que ser ahora? —soltó, a pesar de que su garganta estaba fuertemente cerrada.

Edward no dijo nada. Su pulgar se deslizó por su mejilla. Sabía por qué estaba preocupada, y no le mentiría con clichés y promesas, no ahora.

—Te amo. ¿Ya te lo he dicho hoy?

La alzó y puso su espalda contra la pared, para que así sus caras estuvieran al mismo nivel. La besó, lenta, suave y largamente. Sintió su lengua revolotear contra su labio superior y tembló.

—Quiero enfrentar cualquiera que sea mi destino con tu sabor en mi lengua —le susurró—, con tu esencia en mi piel, con mis brazos aún calientes por haberte sostenido. Bella, si llegara a caer…

— ¡No!

—Escúchame —le dijo suavemente—. Si llegara a caer, Jasper se hará cargo de ti. Si alguna vez decides emparejarte de nuevo…

— ¡Edward, basta! Nunca querré a otra pareja.

—Bella, eres demasiado joven, y tu corazón necesita a alguien para amar. Sabes que yo quiero que seas feliz. Pero elige cuidadosamente a aquel que reinará a tu lado —la besó de nuevo, y después la bajó lentamente—. Te amo. Por favor, quédate dentro. Prométemelo.

—L-lo prometo —dijo, con sus ojos inundados en lágrimas. Lo abrazó con fuerza—. Regresa a mí —dijo firmemente—. Es una orden.

—Tu voluntad es la mía, Emperatriz —dijo, inclinando su cabeza hacia ella. Abrió la puerta y tomó una profunda respiración, tratando de enterrar la esencia de ella en sus pulmones, y avanzó para encontrarse con su destino.

Edward encontró a James sentado en el riachuelo en el prado, con su espada enterrada en la tierra junto a él. Edward se sentó a unos cuantos pies de distancia. James ni siquiera alzó la vista, su mirada taciturna se fijó en la corriente que fluía, dejándola caer en una cama de piedras junto a un estanque profundo y una pequeña cascada.

— ¿Puedo confiar en que respetarás las tradiciones? —preguntó Edward.

—Lo haré —respondió James—, pero no por las razones que tú lo harás. Si caes, quiero verla sufrir, y ver a tus hijos crecer sin un padre, así como yo lo hice.

—Carlisle siempre estuvo ahí para ti.

—Tú me lo arrebataste. Ni siquiera eres sangre de su sangre, pero siempre te prefirió a ti por encima de su hijo. Ni siquiera puedo empezar a contar las veces que me dijo que tratar de ser más como tú, por decirte un ejemplo. ¡Y, Esme! Ella te dio mis besos y abrazos.

—Porque la rechazaste. ¿No te das cuenta cuán lastimada estaba por eso?

—Ella me rechazó primero. Pero obtuve mi venganza. Me llevé a todos sus hijos lejos de ella. Félix estará muerto para el anochecer, el cobarde.

—Está siendo observado.

La cola de James se agitó con diversión.

—¿Hasta ahora no te has dado cuenta de que puedo arreglármelas por encima de tu seguridad? Te conozco, Edward. He sido capaz de predecir cada movimiento que has hecho desde que esa bomba destruyó el barco de tus padres. Bella, por otro lado, no puedo predecirla.

—Tengo la misma dificultad —dijo Edward. Metió la cola ociosamente en el agua y observó, esperando, mientras el pez salía a investigar, probando el mechón de cabello para saber si era comestible. Cuando uno de suficiente tamaño se unió a la exploración, lo atascó, pinchando un lado del pez con sus garras y lanzándolo al montón junto a él. Un regalo para Didyme—. Dime algo —dijo—. ¿Cayo estaba intentando regresar a la Federación cuando vino a Volterra?

—Desconozco cuáles eran sus intenciones —dijo James, pero Edward pudo darse cuenta de que estaba mintiendo por la forma en que su cola se escabullía fuera de su vista—. Me robó a mi pareja y a mi hijo, y después tú los mataste.

—James, te juro que yo no tuve nada qué ver con su muerte. Bella encontró a Stefan entre los escombros y…

—Su nombre no es Stefan —escupió.

—Esme trató de mandarte mensajes, pero los rechazaste.

—Él es mío. Ella no tenía derecho de apartarlo de mí.

—Rachel lo trajo a Volterra por una razón, y tomando en cuenta que ella es de la misma ciudad y sus abuelos…

— ¡No pronuncies su nombre! —siseó James.

— ¿La amabas?

James parecía que la pregunta lo había tomado en curva. —N-no lo sé. Supongo que sí. Tiene que haber una razón por la cual me estoy sintiendo de esta manera.

—Te sentirías terrible de perder a tu pareja, incluso si no la amabas —dijo Edward—. Es simplemente parte de nuestra naturaleza. Nuestras parejas tienen la otra mitad de nuestra alma, y dejan una herida abierta cuando se van de nuestro lado. Pero si tu corazón se une a tu alma, y amas a tu pareja, perderla es… indescriptible. Consumarse es tener clemencia.

—Todo lo que siento es ira —dijo James. Sus ojos estaban derrochando un fuego oscuro—. Es todo lo que he sentido. He vivido con ello desde que era un muchacho, cuando usurpaste mi posición en el corazón de mi madre y de mi padre.

—Nunca lo supe.

—No quería que lo hicieras —James arrojó una roca hasta el riachuelo, ahuyentando a un nuevo grupo de peces que venían a investigar la cola de Edward—. No me detendré, Edward. No me detendré hasta tomar todo de ti, hasta romper todo lo que has tocado.

—Así que esta rebelión no es sobre tu ideología. Es sobre tratar de destruir a la Federación.

James no dijo nada. Lanzó otra piedra al agua.

— ¿Por qué? ¿Por la Diosa, por qué?

James se topó con sus ojos, fríos y sin emoción. —Porque tú la amabas.

Edward estuvo en silencio por un largo momento, digiriendo esto.

—Como resultado, tenías razón acerca de que las personas eran fáciles de manipular, hacerlas ir en contra de sus propios intereses —dijo James—. Jugué con sus miedos, sus prejuicios y su codicia, todo en nombre de la "libertad", enrollado en un bonito paquete de patriotismo. Me sorprendió por cuán fácil fue todo en realidad.

—Tengo una pregunta final. Te quería como a un hermano. ¿Dime, en algún momento te preocupaste por mí? ¿Dónde está el amigo que pensé que eras?

—No. Fuiste buena práctica. Si podía engañarte, podía engañar a cualquiera.

Edward retiró su cola del río y escurrió el pelo que tenía al final. —Sin armas —dijo. Como dictaba el desafío, técnicamente no tenía derecho a especificar los términos, pero James no discutió el punto.

—Sin armas —accedió.

Edward se puso de pie y caminó unos cuantos pasos hacia el prado. Eligió un área limpia y plana, donde el pasto alcanzaba solo sus tobillos. James se le unió, deteniéndose a unos cuantos pies de distancia, con su cuerpo agazapado en una postura de pelea.

La mente de Edward se desvió a aquellas veces en las que se habían enfrentado de esa manera, con sus garras tapadas con corchos empapados en tinta para poder contar las marcas y determinar al ganador. Habían sido los mejores peleadores en la escuela, insuperables excepto por ellos mismos, casi perfectamente sincronizados en habilidades.

—Adiós, James —dijo Edward. De cualquier manera.

James se lanzó hacia él, con sus garras destinadas a destripar. Edward se arqueó hacia atrás, lejos del camino, y atacó a la garganta de James. Falló y le dio en la mejilla, haciendo un corte desde el ceño hasta la mandíbula. James contuvo el aliento y arremetió con su pie. Era un engaño: cuando Edward se movió para esquivar, se puso a sí mismo en medio del siguiente golpe.

Edward giró cuando lo vio venir, evitando la mayor parte del daño, pero sintió un dolor agudo cuando las garras de James rasgaron tres líneas superficiales a través de su pecho. Le dio un latigazo a James con su cola, y el golpe aterrizó como estaba previsto, justo sobre la cara de James, distrayéndolo lo suficiente para dejar que Edward tuviera otra oportunidad de golpear. Sus garras rajaron el costado de James, desgarrando en sus costillas en forma diagonal hasta su ombligo. Se asomó un vistazo de sus intestinos.

James gruñó y saltó hacia Edward, con sus manos acuchilleando hacia su cara y las garras de sus pies dirigiéndose hacia su estómago. Edward se agachó y usó el empuje de James contra él. Lo arrojó sobre su espalda, y enrolló su cola alrededor de su cuello, mientras él golpeaba el suelo.

James resopló, y Edward estuvo encima de él en un parpadeo, presionando sus manos en la tierra, y apretando su cola alrededor de su garganta.

—Nunca luché tan fuerte como podía contra ti —confesó—. Me imagino que es por eso que pensaste que podías derrotarme.

James se retorció desesperadamente.

—Ríndete, y te dejaré con vida —ofreció Edward—. Confiesa lo que has hecho y te enviaré al exilio.

Incluso ahora, sabiendo lo que había hecho, tenía que ofrecerle esa oportunidad a James. A pesar de lo que había dicho, hubo alguna vez en que fueron amigos, antes de que los celos y la traición los llevaran hasta donde estaban.

Los pies de James golpetearon el suelo detrás de Edward, mientras su rostro se iba volviendo rojo. Sus ojos brillaban de odio. Se las arregló para torcer con fuerza una de sus manos libres lo suficiente como para rastillar sus garras por el brazo de Edward. Edward ni siquiera pareció notar la herida. Volvió a atrapar la mano y la torció, palma arriba, y se arrodilló sobre ella.

—Ríndete —dijo Edward.

—No —gesticuló James. Su rostro tenía matices que iban del brillante rojo hasta el azul por falta de oxígeno. Se revolvió conforme se volvía más débil.

Edward lo miró a los ojos y no vio nada del hombre que alguna vez había conocido. No rompió el contacto visual, ni siquiera cuando enrolló sus manos alrededor de la cabeza de James y la torció hacia un lado, rompiendo su cuello con un chasquido sonoro. El enfoque se desvaneció de los ojos de James hasta que quedó viendo hacia la nada, con la mirada perdida de la muerte.

Edward desplegó su cola y la cabeza de James se torció hacia un lado, en un ángulo antinatural. Se agazapó hacia abajo y revisó cuidadosamente en busca de pulso, una respiración o un latido del corazón. Nada. James estaba muerto.

Se había terminado. El subidón de alivio estaba manchado por un poco de tristeza, especialmente cuando pensó en que tenía que decirle a Esme que su hijo estaba muerto. ¿Era demasiado tarde para salvar a Félix? Tenía que intentarlo, por el bien de ella.

Edward se balanceó un poco cuando se puso de pie, débil por la pérdida de sangre y los efectos de cuatro días de ayuno. Caminó hacia el banco del riachuelo y levantó el regalo de Didyme. Lo cargó hasta la casa y llamó a la puerta. Bella se lanzó a abrirla, con su rostro brillante por las lágrimas. Didyme estaba a su lado, con su mano presionando su boca.

—Te he traído un pescado —dijo Edward, y cayó sobre sus rodillas.

Dynal estaba cubierta principalmente por agua; un planeta azul enrollado por una guirnalda de nubes color blanco aperlado. Una pequeña tierra en donde la superficie del agua estaba salpicada por pequeñas e irregulares islas. Bella observó a través de la pequeña portilla mientras el planeta se acercaba cada vez más, y parecía que se hinchaba hasta bloquear la vista de cualquier otra cosa.

Junto a ella, Edward dormía, con su cabeza recargada en su regazo, y su cola firmemente atada a su pierna. Trató de permanecer lo más quieta posible, pues cada vez que se movía, sus ojos revoloteaban abiertos.

Sus heridas estaban sanadas, cortesía de un doctor que habían conocido en la ciudad antes de dirigirse al puerto espacial. Didyme había enrollado sus heridas en vendajes de tela después de aplicar una capa de pegajosa sabia de árbol que detuvo el sangrado y previno la infección.

Se había negado a ir con ellos, a pesar de que le habían prometido protección sobre Marcus y un hogar propio en Volterra.

—Este es mi hogar —dijo—. Y aquí me quedaré —además se negó a recibir el dinero que ellos le ofrecieron—. No lo necesito. Dénselo a un drone en mi nombre, si deben hacerlo.

Y antes de que se fueran, había dejado una pequeña caja de madera en las manos de Bella. —Esto es… yo realicé las ceremonias para el bebé, ya que tú no pudiste. Sus cenizas están aquí adentro.

Bella la observó, con el corazón en sus ojos, sabiendo que no había palabras que pudieran expresar su gratitud. La pérdida de la vida de su bebé posiblemente había salvado la suya, pero ella lo lloró, lloró por lo que nunca pudo ser; la vida que nunca tendría.

Despertó a Edward cuando el barco estuvo preparado para entrar en la atmósfera. Bostezó y se sentó, jalando sus ataduras hasta su pecho. —Soñé con James —le dijo.

—¿Un mal sueño?

—No, era bueno, de hecho. Caminábamos por el prado y me decía que me perdonaba.

Bella no lo entendió. Desde su punto de vista, era James quien necesitaba rogar por perdón, no Edward, pero si esa era la manera que su mente necesitaba para resolver el problema y darle fin, ella no iba a discutírselo.

Su barco se encontró con un contingente de sacerdotisas de Dynali cuando aterrizaron en una pequeña isla. Machos y hembras, estaban vestidos idénticamente con pantalones ligeros color beige, con sus cabezas rasuradas, y todos cargando un bastón como el de Tanya. Los ojos de Bella se llenaron de lágrimas. Una de las sacerdotisas la palmeó en el hombro.

—No llore, pequeña Emperatriz. Nuestra hermana fue honrada con ese destino.

Los Dynali no tenían vehículos de transporte. No los necesitaban. Todas las masas de tierra eran lo suficientemente pequeñas como para cruzarse con una pequeña caminata. El puerto espacial en donde habían aterrizado era pequeño, con espacio suficiente solo para uno o dos barcos al mismo tiempo. Edward levantó a Bella en brazos, y ella protestó, porque a pesar de que sus heridas estaban sanando, todavía dolían. Él simplemente le dio su sonrisa torcida y dijo que valía la pena un poco de inconformidad con tal de tenerla en sus brazos.

Siguieron por un amplio sendero de grava, sobre la orilla de un templo pequeño y al aire libre. Mientras caminaban, las sacerdotisas empezaron a cantar una hermosa, inolvidable y cadenciosa canción, con el ritmo emparejado con su andar. Los extraños y profundos tonos de sus voces coincidían con su canto, dando una rica resonancia en cada nota. Era tan hermoso que le daban escalofríos y los brazos se le ponían con carne de gallina.

Edward se alarmó. — ¡Te estás llenando de bultitos!

Bella rió bajito. —Es carne de gallina, como lo llamamos. Es una de las evoluciones de las cicatrices, que quedaron de un tiempo en el que los humanos eran velludos y la piel de gallina levantaba su cabello y los hacía lucir más grandes.

Lo pensó por un momento. — ¿Por qué querrías sentirte más grande ahora?

—Supongo que a veces el cuerpo interpreta el asombro como un susto.

Él pareció aceptar esa explicación. Llegaron hasta el templo y gentilmente la puso sobre sus pies, tratando de ocultar el estremecimiento cuando tiró de los músculos adoloridos de sus brazos. Ella pretendió no darse cuenta.

El templo era una estructura simple, compuesta por una plataforma de bloques de piedras, cojines dispersos alrededor de la superficie, rodeado por columnas cuadradas que sostenían un techo abierto. Cortinas de gaza color azul pálido colgaban entre los pilares y se cruzaban entre sí, dando a la luz un tinte azulado. Como estar debajo del agua, pensó Bella. Y tal vez ese era su propósito.

El cuerpo de Tanya descansaba sobre el altar, enrollado ligeramente en la gaza azul, con el báculo colocado sobre su pecho. No era el suyo –aquel que había perdido en el estallido y que Edward nunca encontró durante sus expediciones a los escombros.

Edward y Bella se arrodillaron en uno de los cojines, y las sacerdotisas que los habían escoltado tomaron sus lugares de pie detrás del altar. Más Dynalis se les unieron, algunos caminando desde el mar, alzándose desde las olas como Venus, con sus ropas pegajosas sobre sus cuerpos. Todos ellos se inclinaron respetuosamente hacia Bella y Edward mientras pasaban, y ninguno parecía sorprendido de verlos ahí. Sus voces se unieron a la cadenciosa canción, melodiosamente y en contra-melodía al mismo tiempo. Cuando la última nota quedó en el aire, el servicio empezó, y no era efectuado por una de las sacerdotisas, sino por aquellos quienes se turnaban para decir las líneas y se unían a los coros que respondían.

—Hemos venido todos para despedir a nuestra hermana.

—A llorar a nuestra hermana —la audiencia respondió.

—Devolvemos su cuerpo de vuelta a las aguas de donde vino.

—De la profundidad, y de vuelta a la profundidad.

—Devolvemos su espíritu de vuelta a la Señora, quien creó el divino despertar entre nosotros. ¿Quién mantendrá su memoria?

—Yo lo haré —dijeron muchas voces, uniéndose en una sola.

—Y así como el agua que nos nutre, así ahora su mortalidad nutrirá el mar. El círculo está completo.

—El círculo está completo —repitió la audiencia.

Levantaron el cuerpo y lo llevaron a un pequeño bote que estaba en la arena, junto a la orilla. Era otra tarea que compartían entre ellos, pasando el féretro de mano en mano hasta la costa, en donde estaban todos reunidos otra vez en la orilla del agua. La colocaron gentilmente dentro del bote y fueron dejando, uno a la vez, pequeños regalos adentro con ella: una flor, un pergamino, una fotografía. Una de ellos dejó en la mano de Tanya un collar hecho de conchas de mar y amarrado con un cordón negro. Cerró los ojos por un momento, con su cabeza colgando por el dolor o para rezar, antes de caminar de vuelta al resto del grupo.

El bote parecía estar hecho de alguna especie de fibra comprimida, con una vela azul alzada desde un mástil en la proa. Bella miró a Edward con duda en sus ojos. Se inclinó para responderle al oído.

—Eso lo hará flotar, tal vez por medio día más o menos, hasta que las fibras se empapen. El viento lo arrastrará hasta el mar, en donde se hundirá gradualmente bajo las olas.

Bella avanzó. Se arrodilló junto al bote, sacó la pequeña caja de madera de su bolsillo y lo colocó en el interior del sudario de Tanya.

—Sé que tú cuidarás de él —susurró—. Así como siempre cuidaste de mí. Te quiero, Tanya. Espero que lo hayas sabido.

Se puso de pie, con su garganta demasiado cerrada para decir otra cosa, y fue de vuelta al refugio de los brazos de Edward.

El pequeño bote fue empujado hacia el agua. Se balanceó vacilantemente antes de que el viento atrapara la vela y la jalara lejos de la costa con sorpresiva velocidad.

—Adiós, hermana —los Dynali dijeron al unísono.

—Adiós —susurró Bella.

Los Dynali unieron sus manos y empezaron a cantar de nuevo, con sus voces subiendo y bajando en alabanza y dolor, mientras veían al pequeño bote navegar lejos de ahí, desapareciendo en el horizonte.

— ¿Emperador y Emperatriz, puedo caminar con ustedes hasta su barco?

Bella miró al sacerdotisa que había hablado, ligeramente sobresaltada por haber estado absorta en sus memorias. Reconoció a la mujer como aquella que había dejado el collar de conchas de mar alrededor de la mano de Tanya.

—Sí, gracias —dijo Bella—. Lo lamento, pero no recuerdo tu nombre.

—Soy Angela —dijo la sacerdotisa. Se arrodilló y se encorvó para que su rostro quedara al nivel de Bella.

— ¿Conocía también a Tanya?

Los ojos de la sacerdotisa eran gentiles y compasivos. —Ella era mi hija.

— ¡Oh! —dijo Bella, y su corazón le dolió—. No sabía que las sacerdotisas pudieran…

Se interrumpió a sí misma, horrorizada y avergonzada de lo que sea que pudiera salir de su boca.

La mujer no pareció afectada por el comentario. —No siempre fui una sacerdotisa.

—Lamento muchísimo su pérdida. Lo siento mucho, mucho.

—Por favor, no se preocupe. Puedo ver la culpa en sus ojos, pero no es una carga que usted debe sostener. Mi hija murió en su servicio, una gran bendición, porque se ha ganado un lugar como alguien que servirá a la Diosa en el Más Allá.

—Ella era… maravillosa —susurró Bella, incapaz de darle un mejor adjetivo—. La quería muchísimo, y siempre la echaré de menos.

—Al igual que nosotros, pero ella seguirá viva en un rincón de su corazón, y siempre estará con usted.

—Gracias —dijo Bella. Sostuvo su mano en alto y Angela se inclinó hacia ella, tocando su frente con la parte de atrás.

—Usted va en el camino de la Señora, pequeña Emperatriz. Tiene un largo y tortuoso camino antes usted, y hay muchas vías que puede tomar. Puede que la Señora ilumine sus pasos y su luz la guíe a través de los tiempos oscuros.

Acunó la cabeza de Bella en su enorme mano y después se encorvó para besarla en la frente. —Adiós.

—Adiós —Bella observó a Angela sobre el hombro de Edward retirándose hacia las olas mientras él la llevaba a la plataforma del barco, el cual parecía tan frío y estéril después del suave calor y la brisa gentil de la playa.

—Vámonos a casa —dijo Edward.

Bella rió suavemente. —No tenemos casa, ¿recuerdas?

—Donde sea que tú estés, ese es mi hogar.

 

Capítulo 29: Didyme Capítulo 31: Como deber ser

 
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