Escrito en las Estrellas (+18)

Autor: Fanfiction Addiction
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 29/03/2013
Fecha Actualización: 30/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 18
Visitas: 110134
Capítulos: 33

Traducción: Edward es el rey de una raza en extinción, su planeta es desgarrado por la guerra civil. Bella es secuestrada y llevada a convertirse en su esposa.De estudiante de la universidad a reina... ¿Podrá aprender amar a este hombre extraño y ayudar a salvar a su pueblo?

 

Escrito en las Estrellas es un fanfic original de Lissa Bryan y traducido por Fanfiction Addiction con el debido permiso de su autora.

 

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Capítulo 19: Dios Odio a los Cobardes

Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Mentxu Masen (FFAD)

Beta:Verito Pereyra (FFAD)

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±

Carlisle estaba esperando por ellos en el puerto espacial cuando su nave aterrizó. (Bella había sido lista esta vez y no bebió nada antes del largo vuelo de vuelta). Edward la cogió cuando salió de la nave por la plataforma de desembarco. Bella inhaló un profundo respiro de aire Volturi y pensó Estoy en casa. ¿Cuándo había llegado a amar a este planeta como el suyo? No estaba segura, pero lo sintió así ahora, una profunda y poderosa conexión con este mundo y su gente.

—Estoy encantado que estéis en casa —, dijo Carlisle. Las colas de él y de Edward se enroscaron, la versión Volturi de un abrazo entre hombres —. Estaba preocupado por vuestra seguridad.

—Y creo que tenías razón para ello —Edward le contó sobre el kirshi, y un gruñido suave provino de la garganta de Carlisle.

—La Primera Dama estaba tan desesperada para que nos quedáramos hasta por la mañana, que estoy segura que tenían algo planeado para nosotros durante la noche —, dijo Bella.

—Amenazaron a tu compañera —, le dijo Carlisle a Edward —. Podrías haber estado en tu derecho de matar a ambos.

Edward hizo cosquillas en el cuello de Bella con la punta de su cola. — ¿Ves? No soy el único que piensa de esa forma.

Bella se rió y sacudió su cabeza. —Todavía pienso que ellos solo querían provocarnos.

—Y probablemente tengas razón —, dijo Carlisle, dirigiéndolos hacia su vagón. Él tenía un conductor, así que ellos cambiaron a los temas de seguridad para el consumo público. Bella le contó a Carlisle sobre la belleza desolada de Kebi, luchando por encontrar las palabras para explicar cómo le habían afectado, y él asintió en entendimiento. Algunas personas estaban desconcertadas por el duro vacío, pero otras estaban inspiradas. —En mi juventud, pasé tiempo allí, esperando por una visión de la Diosa que me dijera lo que tenía que hacer con mi vida. Estaba medio muerto en el momento en que regresé a la civilización, pero sigo amando el desierto vacío de ese planeta.

—No vi ningún campo —, dijo Bella—. Pero alguien me dijo… Uhm... La forma en que los fertilizan, así que sé que crecen cultivos en alguna parte.

—Bajo tierra —explicó Carlisle —. El planeta está lleno de grandes sistemas de cuevas abandonadas por volcanes extintos. Allá abajo, la tasa de evaporación es mucho menor, y ellos pueden controlar las plagas que atacan a cada planta que lucha su camino a través del suelo en la superficie. Algunos cultivos deben crecer en el suelo, pero otros son capaces de crecer hipodrónicamente, lo cual ahorra espacio. Luchan por el cultivo suficiente de comida para su gente, y tienen que importar más y más cada año, especialmente desde que su gente ha desarrollado un gusto por la carne, pero hay pocos animales adecuados.

Un pollo en cada cazuela, pensó Bella. Parecía que otras culturas también asociaban el comer carne con la prosperidad.

Cuando llegaron al palacio, Rose, Alice, Jasper y Emmett estaban esperando por ellos. Alice saltó de alegría hasta que Edward puso a Bella sobre sus pies y entonces Alice la agarró en un abrazo. Bella pensó en un terrier esperando en la puerta, saltando de alegría al ver a su dueño regresar, y tuvo que esconder una sonrisa.

— ¿Dónde están los bebés? —Ellos caminaron hacia sus cuartos, todo el mundo emparejados en debate.

—Tomando la siesta en el nido. No conseguí que Nessie y Pequeño Carlisle durmieran la pasada noche, así que Jasper sugirió que pusiera algunas de vuestras almohadas en su nido para que ellos pudieran oler vuestra esencia. ¡Funcionó! Así que, parecía ser el mejor lugar para ponerlos para su siesta.

Bella se acercó de puntillas a su nido y miró hacia abajo a los bebés, todos enredados en una pila, la manera en que parecía que preferían dormir. Se veían tan tranquilos… Bella se preguntó de repente qué clase de galaxia les dejaría. ¿Estaría terminada la guerra para cuando ellos crecieran?

Todos ellos se sentaron en cojines alrededor de la mesa. Todo el mundo tenía noticias; uno podría pensar que habían estado fuera por semanas en lugar de un solo día. Fue Carlisle quien habló primero. —Creo que Bella tenía razón sobre Ephraim y Jessica deseando provocaros en un incidente. Han tomado una postura de línea dura la cual no es popular entre la gente, y ellos probablemente sintieron que necesitaban algo para ayudar a reforzar su situación. He estado viendo los vídeos de Kebi y el apoyo al movimiento de secesión parece bajo, sobre todo ligado a lo largo de las líneas económicas.

— ¿Por qué sería eso? —Preguntó Bella.

—El rico podría estar bien, como siempre están, pero para el Kebian promedio, la secesión podría ser un desastre. Sin subsidios gubernamentales, serían incapaces de mantener sus plantas de desalinización subterráneas y las granjas hidropónicas. Los precios de la comida se incrementarían drásticamente. Antes de que se incorporaran a la Federación, la vida de los pobres era muy dura, y ahora sería incluso peor. En aquel entonces, la población era menos, antes de que se unieran a la Federación, porque los hombres en su cultura tenían prohibido el emparejarse a no ser que pudieran ofrecer a la mujer una casa propia y una promesa de apoyo constante. Ahora, más gente puede casarse y su número se ha incrementado hasta el punto de que el medio ambiente natural de su planeta no puede sostenerles sin suplementos artificiales. Si los Kebi dejan la Federación, los pobres se morirán de hambre.

—Pero, como siempre, son los ricos quien tienen el poder y dirigen la política —, concluyó Bella —. La mayoría de las naciones en Kebi son monarquías, ¿verdad? ¿Así que los reyes y las reinas son los que eligen al presidente del planeta?

—Sí, y a juzgar por los vídeos que vi esta tarde, Ephraim no es muy popular entre la gente corriente.

—Esas plantas desalinizadoras, es de donde los Kebi sacan la sal para exportar, ¿verdad?

—Correcto —, dijo Carlisle —. Y ha proveído a su planeta de constantes, aunque modestos, ingresos. La Federación paga por mantener las plantas en activo, para proveer a la gente del agua fresca que necesitan. Las plantas son caras de mantener, solo el combustible cuesta más que lo que ganan ellos de la producción de sal.

— ¿No tienen otra fuente de ingresos?

—Algo de minería, una pequeña cantidad de industria, pero no es un planeta rico. Los políticos y los vídeos de entrevistas que los apoyan están siguiendo el ejemplo de Lapush. Les están diciendo a la gente que Kebi está luchando debido a su carga tributaria, en particular por los impuestos de importación, pero la mayoría de la gente nunca paga esos impuestos porque solo se aplica sobre los bienes de lujo no esenciales.

—Yo diría que el chocolate es esencial —, dijo Alice.

La cola de Edward se sacudió en diversión. —Voy a planteárselo al Consejo.

— ¿Qué es lo que posiblemente esperan ganar de la independencia? —Preguntó Bella. —No lo entiendo.

Carlisle suspiró. —Poder. Control. Riqueza. Ellos ven los impuestos de la Federación como dinero que podría estar en sus bolsillos, dinero que podrían gastar como quisieran en lugar de que la Federación tenga que hacer esas decisiones. Quizás no entienden completamente qué ocurriría a su economía si dejan la Federación, o quizás no quieren creerlo, o quizás simplemente no les importa.

Rose soltó un bufido. —Por supuesto que no lo entiendes, Bella. Tú no piensas de esa manera.

Bella tiraba de su pelo en frustración. — ¿Qué hacemos para parar esta tontería?

Rose alzó una ceja. — ¿Estás segura de que quieres eso? Kebi parece que es más una fuga de dinero para la Federación que un recurso.

—Son nuestra gente —, respondió Edward—. Han sido parte de la Federación por más de mil años. No podemos solo abandonarlos. Y honestamente, no creo que haya muchos, incluso entre las clases altas y los rangos políticos, que realmente quieran separarse. Solo lo están usando como una provocación en un momento en que piensan que la Federación está debilitada.

Bella tamborileó sus dedos en la mesa. —De ahí los intentos de provocación. Ojalá hubiera arrestado a Jessica por golpear al drone.

—No podías —, dijo Carlisle—. Sus fuerzas de seguridad hacen votos de defender las leyes de su país o de su planeta. Generalmente, no es un problema porque la ley planetaria está bajo la égida de la ley de la Federación, pero en esta circunstancia, ellos no tendrían causa legal para arrestarla debido a la enmienda constitucional que aprobaron —levantó una mano cuando vio que Bella iba a protestar. —Sí, Bella, la ley no hará frente a un recurso judicial, pero hasta que sea revocada, es la ley de la tierra. Si la hubieras arrestado, cualquier ley la hubiera dejado fuera de la cárcel para la hora de la cena y te habrías enfrentado a ese incidente diplomático que les habría dado la influencia que buscaban tan desesperadamente.

Bella suspiró. —Lo sé. Estoy hablando desde la frustración. Realmente desearía deshacerme de ambos y darles a los Kebi los gobernantes que necesitan. Sí, vaya pareja extraña que era. Casi que lo siento por Jessica por tener ese horrible compañero.

—No lo sientas —, respondió Carlisle—. Guarda tu piedad para el que lo merece. Estaba emparejada con un hombre Volturi que la adoraba, pero él era un Beta, un empleado de bajo nivel. Ella eligió emparejarse con Ephraim en su lugar porque quería ser Primera Dama. Él la quería porque pensó que sería un honor tener como compañera a una humana. No hay amor entre ellos, pero ella hizo sus decisiones. Ahora tiene que vivir con ellas.

— ¿Tienen niños? No vi ninguno.

—No, no son genéticamente compatible. Ephraim ha engendrado a su heredero con una concubina Kebiana.

Bella se sorprendió de que dejaran a una mujer fértil gastarse en un hombre que no podría darle hijos, dejando su posición en mujeres emparejadas con drones. Pero luego se acordó de lo que Lauren le había dicho en el jumper. Bella podía negarse a emparejarse con un Volturi. No la habrían forzado.

—Yo digo que los pongas en evidencia —, dijo Rose—. Emmett me dijo que el Emperador tiene el poder de forzar una votación inmediata en cualquier parte de la legislación pendiente. Y si eso falla, puedes sellarlo por un período de cinco años.

—Es verdad —, coincidió Edward—. Bella, ¿qué opinas?

—El senado es elegido por voto popular, lo que podría ser nuestra salvación —reflexionó Bella, tamborileando sus dedos en la mesa con aire ausente—. ¿Pero qué pasa si al forzar la votación les da un ataque de pánico?

—Dios odia a los cobardes, y la fortuna favorece a los valientes —, declaró Rose.

—Hagámoslo. Vamos a forzar la votación. Después de todo, no tendrán nada que celebrar sobre nuestras cabezas.

Usando el comunicador de Emmett, el cual tenía mejor cámara que el de Edward, filmaron un pequeño vídeo de Bella y Edward sentados uno al lado del otro. —Por nuestra autoridad como Emperador y Emperatriz de los Nueve, hacemos un llamado a una votación inmediata sobre la legislación de la secesión pendiente en el senado Kebian.

Emmett golpeó en la pantalla del comunicador. —Enviado —, dijo.

—Jasper, ¿cómo está… —Bella se interrumpió por el sonido de una enorme explosión en la distancia—. ¿Qué demonios fue eso?

Otra explosión. Gritos débiles. Bella corrió hacia la ventana. —Oh Dios mío, ¡Edward! El campamento drone está quemándose —ella se agachó instintivamente cuando una nave estelar rugió encima de su cabeza, descendiendo en picada a la calle por el campo, lanzando un mísil que impactó en la calle llena de gente huyendo, creando una terrorífica bola de fuego. Bella jadeó y llevó una mano a su boca. Se alegró en el momento porque ella estaba suficientemente lejos para no ver la carnicería.

Edward tomó su espada desde un baúl y la puso en su cintura. Tanya sacó un artefacto más acorde con ella del armario y se la entregó a él sin una palabra. —Coge a los niños y ve al sótano —, le ordenó a Bella. Estaba pulsando botones en su comunicador de forma rápida.

— ¡De ninguna manera! Voy contigo.

—No —, respondió Edward—. No es seguro. Por favor, Bella, no seré capaz de tener mi mente en la pelea a no ser que tú estés segura —. Él miró hacia arriba—. ¿Tanya?

—El Emperador tiene razón —dijo Tanya, su voz extrañamente tranquila—. Tienes que estar aquí, donde nosotros podamos proteger a los niños.

Bella gimió, pero Tanya tenía razón. Tenían que proteger a los bebés.

Edward estaba hablando rápidamente en su comunicador. — ¡Estamos siendo atacados! Lanzad todo lo que tengáis, ahora. Si vuela, lo quiero en el aire.

Otra explosión, esta vez en otra dirección.

Rose corrió a la ventana del otro lado de la habitación y dijo, —Aw, joder. Eso fue el puerto espacial.

Emmett y Jasper corrieron a través del armario que conecta con el apartamento de Jasper y Alice. Bella podía verlos ir directamente a un tapiz colgado de la pared. Jasper lo empujó a un lado y entró un código y el muro se abrió para revelar un alijo de armas. Él y Emmett se cargaron con ellas, y Emmett trajo espadas para Alice, Rose y Bella.

—Emmett, no sé cómo usar esto —dijo Bella. Ni siquiera casi podría sostenerla con una mano, como para balancearla.

Emmett señaló la punta. —Este es el final peligroso.

—No es momento para bromas. No sé luchar con espada.

—Es mejor que…

La explosión los golpeó a todos en sus pies. Bella perdió el control de su espada y esta fue haciendo ruido por el suelo. Ella oyó a los bebés gritando por el miedo y rodó por el suelo, metiéndose en el nido y los pequeños se juntaron a ella. Ella los sostuvo en sus brazos y agarró una almohada para protegerlos. — ¡Ma! —Gritó Nessie, enterrando su cara en el cuello de Bella.

Otra explosión. Trozos de yeso cayeron del cielo y las luces se apagaron.

—Esa fue el ala de la oficina —, dijo Jasper—. Están bombardeando el palacio.

Emmett parecía aturdido. — ¿El palacio? Pero este lugar está lleno de mujeres y niños. ¿Quién hace una cosa como esta?

—Puedes preguntarles cuando los encontremos —espetó Jasper—. El sótano no será lo bastante seguro. Tenemos que sacar a las compañeras y los niños fuera de aquí.

—Id a la ciudad bajo tierra. Estaréis seguros allí —Edward la besó en los labios y le dio un apretón suave—. Te amo. ¡Id!

Alice agarró el brazo de Bella. —Conozco el camino. ¡Vamos, Bella!

Bella salió del nido, los tres bebés en sus brazos, todavía tapados con la almohada. —Llevaré a Carlisle y Victoria —, ofreció Alice—. Dame una de esas almohadas.

Bella odió darle a su hijo, pero sabía que Alice quería sostener a su hija. Instintos de una madre, sostener y proteger, llevar a sus hijos consigo por si algo fallaba.

Bella dio una última mirada a Edward mientras él, Jasper y Emmett corrían por el pasillo, haciendo sonar las armas, guerreros en su camino a la batalla. Oh, Dios, por favor, no dejes que sea mi última vista de él.

—Por aquí —dijo Alice, tomando la dirección contraria. Rose corrió detrás de ellas, un bastón en sus manos y una espada agarrada a su cadera, apagando la luz a cada paso. Tanya guardo sus espaldas.

No tomó muchos giros para que Bella se desorientara. — ¿Dónde estamos yendo? —Preguntó Bella, su respiración quemando su garganta. Realmente necesitaba hacer más ejercicio. Rose ni siquiera se veía sin aliento.

—Hay un túnel bajo tierra el cual nos dejará fuera cerca del Templo —, dijo Alice por encima de su hombro.

Bella no oyó la siguiente explosión. De repente se encontró a sí misma con la espalda pegada a la pared, la almohada todavía sobre Nessie. La cara manchada de tierra de Rose estaba sobre ella y Bella la vio mover sus labios, pero no oyó nada excepto un zumbido agudo en sus oídos. Cayó vertiginosamente cuando trató de incorporarse. Rose la tomó y la sostuvo hasta que estuvo lista. Humo y polvo llenaban el aire, haciendo difícil el ver, difícil el respirar. El sonido fue gradualmente regresando. —… encontrar a Alice y Tanya.

Bella checó a Nessie, quien estaba ilesa, tiritando bajo la almohada contra el cuello de su madre. —Car —gimió Nessie. — ¡Car!

¡Levántate, Bella! ¡Levántate!Forzó a sus miembros a moverse y se levantó del suelo cubierto de escombros, Rose asegurándose en caso de pérdida de equilibrio. — ¡Alice! —La palabra salió en un graznido bajo. Tosió y tragó más polvo. — ¿Alice dónde estás? ¿Tanya?

—Por aquí —dijo Alice desde su izquierda. Bella se hizo paso entre los escombros y encontró a Alice tumbada bajo una puerta caída, la almohada y los bebés por debajo de ella. Rose y Bella levantaron la sorprendentemente pesada puerta y Alice se arrastró hacia afuera. Bella instintivamente comprobó a los niños, los cuales estaban temblando y sollozando, pero ilesos. — ¿Tanya? ¿Tanya?

Tanya salió de una nube de humo y polvo, cojeando, con una herida sangrando en su cabeza. —Estoy aquí, Emperatriz.

Alice rompió un trozo de su túnica y le hizo señas a Tanya para que se agachara. Dejó la tela a través de la herida, atando un nudo por detrás de la cabeza de Tanya para mantenerla en su lugar. —Vamos, tenemos que llegar al túnel.

Se abrieron paso entre los escombros y giraron en una esquina, solo para encontrar el pasillo bloqueado por un derrumbe. — ¡Mierda! —Soltó Alice.

— ¿Sabes otro camino? —Le preguntó Rose, tan calmada como si estuvieran paseando por un centro comercial.

Otra explosión. Todas se agacharon, Bella y Alice encorvándose sobre los bebés que llevaban. El pasillo se sacudió, pero nada cayó.

—Vamos a intentar este camino. Tal vez podamos volver sobre nuestros pasos —. Rápidamente se dieron la vuelta en el pasillo e hicieron un giro en la dirección correcta tan pronto como pudieron. Alice se paró en un cruce, sus ojos agitándose de un lado a otro examinando los tres pasillos que tenían que escoger—. No sé cuál es el camino —confesó—. Nunca he estado aquí.

—Por aquí —dijo Bella, dirigiéndose a la derecha.

— ¿Cómo lo sabes?

—No lo sé, pero tenemos que movernos —dijo Bella. Una puerta estaba colgando de sus bisagras y Bella vio una escalera. — ¡Allí! —Se metió por la puerta y Alice la siguió por detrás. —No sé si...

¡ZAS! Ambas fueron golpeadas contra la barandilla por la fuerza de la explosión. El suelo se sacudió debajo de ellas como una nave chocando con una ola gigante, y el hueco de la escalera fue tan negro como la noche. Bella miró alrededor por Alice. — ¿Dónde estás?

—Aquí —gimió Alice y se deslizó más cerca de Bella. —Jesús, realmente duele.

— ¿Estás bien? —Los ojos de Bella estaba ajustándose a la oscuridad, pero había una pequeña luz preciosa. ¿No creían los Volturi en las luces de emergencia? Otra cosa para anotar en una nota mental.

—Mis costillas —exclamó Alice—. Duele respirar.

—Dame los bebés —dijo Bella. Tomó a los dos agitados niños de Alice.

— ¡Car! —dijo Nessie y tiró sus brazos para enredarse a su hermano.

— ¡Nee! —Contestó Carlisle, apretando tan fuerte que Nessie se quejó.

— ¿Puedes andar? —Preguntó Bella.

—Creo que sí. ¿Dónde están Rose y Tanya?

—No lo sé —Bella se incorporó y fue a tientas al hueco de la escalera, sintiendo miedo en cada paso por si se caía por las escaleras.

Alice de repente se rió.

— ¿Qué es divertido?

—Puedo verte debido a tus piedras brillantes —dijo Alice.

Bella miró hacia abajo y vio los puntos blancos. Sintió una punzada de pesar pues su túnica de apareamiento estaba arruinada, pero las piedras brillantes podían ser útiles. Sus ojos se habían ajustado lo suficiente para ver los escombros bloqueado la puerta. Bella llamó y oyó a Rose contestar débilmente desde el otro lado—. Id al nivel del sótano —gritó Rose—. Os encontraremos allí.

Bella se sintió casi desnuda sin Tanya a su lado. Se arrancó la falda de su túnica y la usó para vendar las costillas de Alice y se dijo en un tono bajo que no puso de manifiesto el temor helado que sentía que sería capaz de encontrar a Alice en la oscuridad.

Cuidadosamente hicieron el camino por las escaleras, Alice con su mano en el hombro de Bella. En el fondo, Bella vio una banda débil de luz debajo de una puerta. —Creo que estamos aquí —dijo. Presionó sus manos contra la puerta y no sintió calor, así que abrió la puerta un poco y se asomó. La oscura, amplia sala que ella vio parecía estar vacía excepto por cajas y cajas, apiladas sin orden. No olió humo o vio ninguna luz naranja que podría indicar llamas. La abrió ampliamente y ella y Alice entraron.

—Vamos a mirar por otra sección de escaleras —sugirió Bella—. Es probablemente donde nos encontremos con Rose y Tanya.

La habitación estaba tan silenciosa que su respiración sonaba fuerte y pesada. Pasaron a través de los pasillos que quedaban entre las cajas, pero era como un laberinto. Con el pobre sentido de Bella de la orientación, anduvieron en círculos unas pocas veces. Tuvieron que parar varias veces para permitir a Alice descansar. Ella tosía constantemente y había empezado a sacar manchas de sangre. Bella mintió y le dijo que las costillas rotas a menudo causaban eso solo para borrar el pánico de los rasgos de Alice.

Alcanzaron el lado opuesto de la habitación y no encontraron ninguna escalera, pero lo que encontraron hizo que el corazón de Bella se disparara. —Es una cápsula de escape —dijo. Era pequeña, no mucho más grande que un auto de choque como los que recordaba de un viaje al parque de atracciones cuando era pequeña. Tenía un fondo plano y rechonchas alas. Estaba en una pista que se lanzaba a través de un túnel excavado a través de la pared del sótano. Edward una vez había mencionado que sus padres lo habían instalado y gracias a él, ella sabía cómo funcionaba.

Agarró una lona de una caja cercana, extendiéndola en el suelo y depositó a los bebés en ella. Fue a una plataforma electrónica en la pared y marcó el código que Edward le había dado, sorprendiéndose de haberse acordado, sus dedos marcando el código correcto antes de que incluso su mente consiguiera traducir los símbolos de las teclas. La cápsula se abrió con un siseo, sus luces parpadeando y el motor de revoluciones calentándose.

Hubo un gran estruendo cuando el piso de arriba se derrumbó en la habitación en la que habían entrado, enviando restos de llamas al suelo del sótano. El humo salía a su alrededor y los bebés en el suelo tosieron con voz chillona.

—Alice, entra —dijo Bella.

— ¿Qué? ¿Yo?

—Sí, tú. La cápsula solo tiene cabida para una persona. Entra y te daré a los bebés.

Y entonces esto le golpeó, enviando respiraciones pulsantes a sus pulmones. Alice había soñado sobre esto, pensó, el sueño que tuvo justo cuando descubrió Bella que estaba embarazada. Solo que era humo, no niebla gris, como ella había visto. A Bella se le pusieron los brazos de piel de gallina.

—Alice —dijo Bella, recitando su línea. —Mi bebé gobernará la galaxia, pero solo si la mantienes segura. Coge los niños y vete.

Entendimiento y shock se dibujaron en los ojos de Alice. —Bella... —Susurró.

—Quizás soñaste esto porque era lo que tenías que hacer por mí —Bella intentó sonreír pero no lo consiguió.

Las lágrimas se hicieron camino por las sucias mejillas de Alice. — ¿Qué hay contigo?

—Hay otra cápsula en el otro muro —mintió Bella—. ¡Solo vete! ¡Llévate fuera a los bebés, por favor! —Ella entendió de repente lo que sintió cuando Edward le rogó que corriera a la ciudad subterránea, la horrible desesperación de salvar a los que amas.

Ella empujó a Alice hacia la cápsula y la arrojó dentro. Alice empezó a fijar las restricciones mientras Bella cogía a los niños de la lona, besándoles antes de ponerlos en el regazo de Alice y taparlos con una almohada. Luego sacó la cubierta y la cerró. Dio un paso atrás, dándole a Alice una pequeña despedida, deseando que Alice no pudiera ver las lágrimas en sus ojos, y presionó el botón con la palma de su mano. La cápsula se disparó tan rápido por la pista que simplemente pareció que desapareció.

La cápsula estaba diseñada para volar en piloto automático hasta el puerto espacial de la órbita sobre Volterra. Era tan pequeño y rápido que con suerte evitaría ser detectado por las naves enemigas. Bella solo podía rezar. Se permitió un momento de terror sin esperanza, de dolor, de espanto, antes de quitarse las lágrimas de la cara con las palmas de las manos y levantándose, se enfrentó a lo que el destino tenía para ella.

Cogió el bastón y la espada que Alice se había quitado cuando se sentó para descansar. Intentó, primero, subir a la pista que había usado la cápsula pero era demasiado empinada y no dejaba de caer de nuevo a la parte inferior. Un viento helado fue succionado por el túnel por el fuego hambriento, sacudiéndola mientras intentaba mantener el equilibrio. Nunca alcanzaré esta cosa. Estoy perdiendo un tiempo precioso.Decidió dirigirse hacia la derecha y encontrar el lado opuesto de la habitación por una salida, porque si ella no salía de ahí, estaba en serios problemas. Las cajas donde el suelo se había hundido estaban ardiendo alegremente y el humo se estaba espesando.

—Bien, hola, allí.

Bella saltó. Encontró una escalera y un hombre se paró sobre ella, un hombre de piel gris y grandes ojos, un Por Tangelo, por su pinta. —Si es nada más y nada menos que la Emperatriz de los Nueve... Y todaaaaaaa sola.

—Aléjate de mí —dijo Bella. Sacó la espada de su vaina y la meneó delante de él. Él se rió.

—Apenas y puedes levantar esa cosa —dijo. Se frotó las manos en deleite. —Oh, la generosidad de los rebeldes pagará por ti…

—Lo que sea que te ofrecieron, te pagaré el doble —dijo Bella—. Solo, por favor, déjame ir.

—Lo siento, no puedes… —Se paró en mitad de la palabra, y miró hacia abajo en confusión. Su estómago tenía de repente una espada atravesándole, la hoja manchada de sangre. Él miró hacía Bella, su expresión desconcertada nunca dejando su cara, y luego cayó al suelo con un golpe. Rose estaba detrás suyo. Ella tiró de la espada fuera del cuerpo de él y dijo, —Bien, no que quedes ahí, imbécil. ¡Muévete!

Bella corrió hacia ella. —Oh, Rose, ¡estoy tan contenta de verte!

—Apuesto que sí —Rose miró hacia el cuerpo bajo sus pies y le dio una patada al hombre —. ¿Dónde están Alice y los niños?

—Seguros —dijo Bella. —Gracias a Dios. Seguros.

Capítulo 18: Lo que ocurre en Kebi Capítulo 20: El mundo se acaba

 
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