Escrito en las Estrellas (+18)

Autor: Fanfiction Addiction
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 29/03/2013
Fecha Actualización: 30/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 18
Visitas: 110118
Capítulos: 33

Traducción: Edward es el rey de una raza en extinción, su planeta es desgarrado por la guerra civil. Bella es secuestrada y llevada a convertirse en su esposa.De estudiante de la universidad a reina... ¿Podrá aprender amar a este hombre extraño y ayudar a salvar a su pueblo?

 

Escrito en las Estrellas es un fanfic original de Lissa Bryan y traducido por Fanfiction Addiction con el debido permiso de su autora.

 

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Capítulo 24: Tan amplio con el aire de la casa

Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Isa Beatriz Mella Romo (FFAD)

Beta:Constanza Moreno Inostroza (FFAD)

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Ni Bella ni Edward durmieron bien esa noche. Bella dormitaba a ratos y cada vez que se despertaba, lo encontraba mirando al techo, con la frente arrugada por la preocupación.

Salir del nido a la mañana siguiente fue una verdadera lucha. Bella estaba agotada y las náuseas estuvieron peor. Casi deseaba poder continuar y vomitar para terminar con eso, pero sorprendentemente se las arregló para retener el caldo que Edward le llevó. Parecía que le hacía mejor a él que a ella, porque después que Bella se lo tomó, él se animó un poco.

Hoy iban a ir al funeral por los fallecidos en los atentados. Carlisle lo había sugerido en la cena de anoche.

—La gente necesita el consuelo en las ceremonias. —Había señalado—. Eso es algo que todas las culturas a través de la galaxia comparten: rituales que dan una sensación de cierre cuando ha ocurrido una muerte.

—Me hubiera gustado que pudieran tener una tumba que visitar —suspiró Esme—. Yo era una niña cuando murió mi madre. Solía ir al cementerio y sentarme junto a su tumba y hablar con ella durante horas. Creo que necesitaba un lugar donde me podía sentir como si estuviera en su presencia, una conexión física.

—Podríamos construir un memorial para ellos —ofreció Bella. Pensó en los monumentos que habían sido construidos después de tragedias en su tierra natal, el Memorial de Arizona, el monumento 11/9… —. Podemos enterrar las cenizas de las piras funerarias debajo de él de modo que todo el mundo tendría una tumba para visitar.

—Me gusta eso —dijo Edward—. Hay muchos que nunca serán encontrados y algunos que nunca podrán ser identificados. De esta manera, sus familias podrán tener algún grado de consuelo.

—En la Tierra, teníamos algo llamado la Tumba de los Desconocidos —dijo Bella—. Consideró restos de soldados no identificados. Todos los que habían perdido a un ser querido que nunca fue encontrado sentían que podría ser su hijo o un hermano que estaba en esa tumba. En honor a ellos, honraba a todos los que habían caído y nunca han sido recuperados.

—Tenemos que poner sus nombres en alguna parte —dijo Esme.

— ¿Como una pared? Tú nunca viste el memorial de Vietnam, pero era algo así. Era un pequeño muro de piedra negra, cubierta con miles de nombres. Fue construido en una pequeña colina, con la intención de parecerse a una herida cortada en la misma tierra. Yo no conocía a nadie que muriera en Vietnam, pero cuando fui allí en un viaje de la escuela estaba tan conmovida que lloré.

Esme negó con la cabeza. —No, no un muro. Algo más individualizado… ¡Ya lo tengo! —Chasqueó los dedos—. ¡El pavimento! Sería como si cada uno de ellos tuviera su propia lápida.

—Me gusta eso —dijo Edward—. Esme, ¿cómo te sientes acerca de diseñar el monumento?

Esme se sonrojó. — ¿Yo? Yo no sé nada acerca de cómo diseñar algo como eso.

—Parece que tienes un buen instinto de lo que sería eficaz. Solo inténtalo. Ven con una idea y todos la vamos a discutir.

— ¿Por favor, Esme? —Bella añadió.

Esme miró la mesa, con las mejillas aún teñidas de rosa. —Bueno, si crees que yo debería…

—Hay tantos nombres —dijo Carlisle—. Vamos a necesitar una gran superficie, incluso si las piedras son pequeñas. Tal vez deberíamos reservar el espacio del centro antes de que la reconstrucción comience.

— ¿Por qué no utilizar el palacio? —Bella sugirió—. Edward, tú dijiste temprano que no te importaba reconstruirlo y a mí tampoco, así que ¿por qué no utilizar el terreno donde se iba a poner nuestro monumento? Está céntricamente ubicado y hay un montón de espacio.

Edward besó la mejilla de Bella. —Una idea excelente.

Al salir, se habían puesto en contacto con un pequeño contingente de drones militares, llevando un pequeño bloque de piedra entre ellos. Habían sido talladas, explicaron, por un drone que había pertenecido a un picapedrero, y en ella se habían inscrito los nombres de los soldados que habían muerto en el ataque. Había dejado un espacio en blanco en el centro para agregar más nombres en el futuro y, por el tono en el que explicaban esto, parecían esperar que los nombres que pusieran serían los propios, pero parecían extrañamente orgullosos de ese hecho.

—Tengo otra idea de lo que debe ir en el centro —Bella había dicho.

Si James había pensado que atacar el campo de entrenamiento de los drones podría disuadir a los demás de unirse, había estado muy equivocado. Drones de toda la galaxia fueron llegando y hubo pocas protestas de los ciudadanos Volturi, su ayuda era muy necesaria. Volterra tiene una mirada cercana de lo que los drones eran capaces de hacer, ellos hicieron pedazos el estereotipo de drone como perezoso, lerdo y resentido. Estaban construyendo refugios, limpiando escombros y reparando carreteras, la dotación de la base de datos para ayudar a conectar a los miembros de la familia con sus seres queridos, la distribución de suministros y a la vez siendo entrenados como ejército de Volterra. Eran incansables porque la esperanza era su combustible.

Todos estaban esperando que algo malo ocurriera. La red de defensa del planeta nuevamente estaba en línea, pero si una vez ya había sido derrotado es probable que lo volviera a hacer y aún no conocían la identidad del traidor que lo había hecho la primera vez. Edward había requisado tantos barcos como fuera posible para poder patrullar los cielos, pero no fue suficiente. Todos sabían que no era suficiente. Los drones rápidamente eligieron una defensa dentro de sus posibilidades, pero sabían que no estaban aún preparados para proteger el planeta y mucho menos para poder poner en marcha cualquier tipo de ofensiva. Pero James mantenía un extraño silencio. Él ni siquiera hizo una declaración más allá de la afirmación que había hecho justo después de los ataques que habían recibido contra los objetivos militares.

Bella se vistió con una túnica blanca para la ceremonia conmemorativa, el color del luto Volturi. Edward tuvo que ayudarla porque ella estaba muy débil y lenta. Se sentía como si estuviera nadando en el barro, o como si se hubiera puesto de repente grave. Trató de ser alegre, trató de darle una de sus sonrisas ladeadas, pero se preocuparon, sus esfuerzos no resultaron.

Miró de nuevo a los bebés antes de salir. Estaban en el nido de Bella y Edward, Victoria y Nessie estaban durmiendo, el pequeño Carlisle estaba ocupado masticando un juguete para dentición. La última noche, Bella se había ido para ver a los bebés y se encontró a Carlisle mordiendo el borde exterior de su cuna y decidió llamar a Edward para que le explicara ese comportamiento tan extraño.

—Él debe estar empezando a perder su primer juego de dientes de leche —dijo Edward, recogiendo al pequeño Carlisle en sus brazos y apretándolo, lleno de orgullo por su hijo, como si fuera un gran logro. Edward había bajado a la bodega que estaban usando como una zona de espera para la distribución de los productos donados de todos los planetas de la Federación y había rebuscado a través de una caja de cosas de bebés hasta que se encontró con algunos juguetes de dentición para él.

—Bella, tal vez deberías volver al nido —dijo Edward, sujetándola mientras ella se balanceaba un poco sobre sus pies.

—Estoy bien. —Ella insistió—. Edward, no puedo perderme esto. Tengo que estar allí. —Era su deber y lo haría si tuviera que arrastrarse.

Todavía no estaban seguros de cuántos muertos habían. Todos los días más cuerpos eran encontrados y las piras funerarias ardían día y noche. La ceniza oscurecía la nieve, adhiriéndose a la piel y pelo y arremolinando en el aire helado lleno de humo. Muchas personas que Bella había conocido habían desaparecido. No había sido encontrado rastro de Aro y Sulpicia. Ellos estaban en la lista de muertos asumidos porque sus familias insistieron que se habrían contactado con ellos si estuvieran vivos.

Lauren también había desaparecido, dándola por muerta. De acuerdo a su novio, que fue quien denunció su desaparición, había estado en el puerto espacial donde había ido a recoger a un amigo y nunca regresó. A Bella le hubiera gustado descubrir lo que había hecho para que Lauren la odiara tanto, pero supuso que ahora nunca lo sabría.

Jenks había desaparecido. Había sido visto en el ala de oficinas del palacio durante la entrega de mensajes cuando se produjo el ataque y, hasta ahora, nadie que se hubiera encontrado en esa parte del edificio se había encontrado con vida. La muerte de Jenks golpeó fuertemente a Bella. Era tan joven, tan deseoso de ser útil, con una tenacidad de bulldog que lo hizo un excelente asistente del consejo. ¿Ella alguna vez le había dicho lo mucho que apreciaba su trabajo duro para intentar localizar a la madre de Jacob? Ella no lo podía recordar, pero tenía la esperanza de haberlo hecho.

Él fue uno de los muchos empleados del gobierno y de los funcionarios que habían muerto. Edward tenía sus manos llenas intentando ocupar los cargos esenciales con candidatos temporales. Él estaba luchando por mantener a la Federación y de no caer en un caos del cual nunca podrían volver a recuperarse, pero esa era una tarea de Sysiphean y Bella no podía ayudarlo porque no conocía a ninguna de las personas que habían sido sugeridas.

El servicio se llevó a cabo en el patio del palacio. Bella ni siquiera podía imaginar cuántas personas se congregaron en el gran palacio, estaba lleno, todos estaban juntos como peces en un cubo, y aún había más alienados a lo largo de la valla rota, como si estuvieran derramados dentro de la calle y más allá.

Los nombres de los fallecidos conocidos se leían en voz alta y un largo gong —tomado de forma apresurada del templo Kwilute— sonaba después de cada nombre, un tono profundo y hueco. El sonido de llanto femenino ahogado se levantó en el silencio. Bella vio a Bree en el otro lado de la multitud, su dolor y agonía se doblaron. Su compañero era uno de los muertos, había sido encontrado en las ruinas de su casa. El corazón de Bella le dolía por ella, ¿y si se tratara de Ed-? No. Ella ni siquiera podía conseguir llegar a pensar eso.

Carlisle comenzó a cantar un himno tradicional de alabanza a la diosa. La canción fue copiada por el público, miles de voces se unieron como una sola para pedir misericordia y consuelo. En este punto, en el servicio, la pira funeral se enciende, pero en cambio, Carlisle toma una pequeña cucharada de ceniza y la vació dentro del cuenco de fuego en el altar.

—Libera el alma, nuestra Madre bendita, para que sean uno con las estrellas.

Tazones con tierra húmeda fueron pasados por la audiencia. Todo el mundo unta un poco de barro en la parte posterior de su mano, con la intención de simbolizar su conexión con la naturaleza, el círculo de la vida, que siempre iba a continuar. Otro grupo hizo el mismo recorrido, estas conteniendo agua de lluvia. Cada uno tomó un sorbo, simbolizando cómo la Diosa los fortalecería y cuidaría, enviando lo que necesitaran de los mismos cielos. Después de que terminaran, los tazones estaban rotos, aunque la importancia de esta acción se había perdido a través del tiempo. Las piezas fueron cuidadosamente recogidas y serían enterradas con el difunto.

La parte formal de la ceremonia había terminado. Carlisle tendió la mano en señal de bendición.

—Hoy nos reunimos aquí para recordar a aquellos que hemos perdido. Todavía ni siquiera sabemos la magnitud de esta tragedia, este mal que fue visitado en nosotros. Tantos nombres de desaparecidos, tanta gente que nunca podrá ser encontrada, sus destinos para siempre desconocidos. Madres, padres, compañeros, hijos, amigos y seres queridos, todos ellos arrancados de nuestras vidas por un despreciable acto de traición. Que tal cosa les haya sucedido a civiles inocentes es horrible, que fue hecho por uno de los nuestros hace que sea impensable. Si aquellos que hicieron esto creen que va a quebrantar nuestra voluntad están muy equivocados. Nosotros nunca nos rendiremos a la tiranía.

Bella miró a Edward y deslizó su mano en la suya. Él se inclinó y la besó en la frente. Ella vio la preocupación, el amor y el dolor, su confusión interna en esos grandes y expresivos ojos ambarinos.

—Lo siento —susurró.

Él le apretó la mano.

—Nunca podemos olvidar los que hemos perdido, ni debemos olvidar a aquellos que se sacrificaron en nuestro servicio. Las batallas fueron luchadas aquí, valientes batallas en las que nuestros soldados drones lucharon frente a los escuadrones de la invasión para tratar de evitar la pérdida de más vidas. Sin importar cuál es su postura sobre la cuestión de la libertad de los drones, su agradecimiento debe ser hacia aquellos valientes hombres. La Emperatriz me dio una cita esta mañana, algo que fue escrito hace mucho tiempo por uno de sus compañeros terrícolas: Estos son tiempos en que se ponen a prueba las almas de los hombres. El soldado de verano y el patriota sol será, en esta crisis, reducir el servicio de su país, pero el que está ahora, merece el amor y el agradecimiento del hombre y la mujer. La tiranía, como el infierno, no es fácil de conquistar, sin embargo, tenemos el consuelo con nosotros, que cuanto más dura el conflicto, más glorioso el triunfo.

—Sí, estos son tiempos en los cuales debemos hacer lo que sentimos en nuestras almas, pero la Diosa es misericordiosa. La Diosa es compasiva. Ella no nos dejará solos en la noche oscura de nuestros corazones de luto. Su abrazo envuelve a todos nosotros, su amor nos calienta en las noches más frías. No deja que sus corazones crezcan amargos. Abre los que la luz curadora de la Diosa puede brillar por dentro y por compartir ese amor con los que te rodean. En el dar, recibiremos el mayor de los regalos.

Carlisle hizo una reverencia y se retiró a un segundo plano. Esta fue la señal de Bella. Se puso de pie lentamente, con cuidado, esperando que el mareo pasara, antes que ella se adelantara.

Un ritual de fuego se estableció en las ruinas del templo. Bella ya tenía escrita su oración. Ella fue la primera en dejar caer la hoja de papel en las llamas. Para su sorpresa, se desprendía una nube de humo de color púrpura. ¿Cómo Carlisle podía hacer eso? Se preguntó. Ella sabía que el papel no era más que una pequeña hoja arrancada de un cuaderno.

Ella se hizo a un lado del patio y luego quitó el paño para dar a conocer la piedra. En el centro había un verso de Beowulf, eran las líneas que Bella había sugerido.

—Tú has ganado fama: eres conocido por todos los hombres

lejos y cerca, ahora y por siempre.

Tu influencia es grande como la casa del viento,

como el mar que rodea los acantilados.

—Nunca los podremos olvidar —ella susurró.

Ella sabía que probablemente la criticarían por aquello, por haber levantado una piedra a los soldados drones antes de un monumento construido para los ciudadanos que habían fallecido, pero cuando Edward llegó a su lado después de emitir su propia oración a las llamas, dijo en voz baja: —Es hermoso. —Y ella sabía que mientras tuviera su aprobación, su apoyo, podría enfrentar cualquier cosa.

Edward se apartó un momento para hablar con Carlisle y Bella vio que Esme se acercaba a ella. Llevaba una botella de vidrio y sin decir una sola palabra la puso en las manos de Bella. Bella la miró durante un largo rato, sus ojos estaban hipnotizados por el fluido opaco. Ella cerró los ojos. Esme le besó la mejilla y le apretó la mano, Bella puso la botella en uno de sus bolsillos.

Emmett los estaba esperando cuando llegaron de vuelta a casa de Aro.

—No vas a creer esto —dijo—. Pero tenemos una video-llamada de Félix.

— ¿El hermano de James? —Bella preguntó. Ella se sorprendió. Era como recibir una llamada telefónica del mismísimo diablo, algo improbable y alarmante al mismo tiempo.

La voz de Emmett era sombría. —Exactamente del mismo.

Bella y Edward entraron en la oficina de Aro y se sentaron en su escritorio, uno al lado del otro. La cara de un hombre llenó la pantalla de visión establecido en el borde del escritorio.

—Edward —dijo el hombre, dando un gesto de saludo.

Bella sintió un dardo de ira con el que Félix había usado el nombre de Edward en lugar de su título. No eran amigos cercanos o familiares que podrían utilizar su nombre de pila con impunidad. Sea cual sea el objetivo de esta llamada, él ciertamente estaba comenzando con un golpe de antagonismo.

—Tú tienes al hijo de mi hermano —dijo Felix—. Devuélveselo a su padre.

La palabra se difundió rápidamente. Por supuesto, Esme estaba llevando a su nieto con ella a todas partes. Es probable que la filmaran incluso haciendo aquello. Era solo cuestión de tiempo antes de que James se enterara.

La voz de Edward era fría y distante. —Teniendo en cuenta el ataque que mató a miles de personas de mi pueblo, no estás en condiciones de pedir favores.

—No es un favor —Felix respondió—. Es lo que se debe hacer, mi hermano está angustiado por la pérdida de su compañera. Él necesita a su hijo con él en este momento difícil.

—Desearía poder tener compasión —dijo Edward—. Pero sus propias acciones causaron la muerte de su compañera.

—No estás esperando que creamos aquello, ¿verdad? —Felix escupió—. Qué casualidad que tú justo pasaras a buscar a su hijo entre tantos miles de refugiados.

—Tal vez era la voluntad de la Diosa —sugirió Bella.

—Tú no me hables de la Diosa. —Felix se detuvo y respiró hondo—. Edward, sé razonable. No es justo mantener a un padre y a un hijo separados.

— ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que hablaste con tu padre, Felix?

—Eso es diferente.

¿No es siempre así? Pensó Bella, apenas pudo contener un murmuro.

—Sabes que es peligroso meterse entre un Volturi y sus hijos, sobre todo cuando están al borde de la locura por haber perdido a su compañera.

—Él no tiene a nadie que culpar, solo tiene que culparse a sí mismo. Condujo a Rachel lejos y ahora la ha matado. Carlisle y Esme mantendrán al niño. —Y con eso Edward apretó un botón para terminar la llamada. Se pasó las manos por el pelo, por lo que se levantó más fuerte de lo habitual—. Vamos, Bella. Tengo que… Tengo que estar con mi familia.

Se tendieron en el nido junto a sus bebés viéndolos jugar con los juguetes de dentición. El pequeño Carlisle había probado su mordida en cada uno de ellos, y luego se trasladó a la cola de su hermana. Nessie, indignada, dio un chillido y le dio un golpe en la parte superior de la cabeza. Victoria le siseó y rodeó con sus brazos a su compañero, como para protegerlo.

— ¿Quién quieres que tenga a los niños después de que nos hayamos ido? —Edward preguntó en voz baja. Esa expresión melancólica estaba de vuelta.

— ¿Qué? ¿Qué quieres decir?

—Hay una fuerte posibilidad de que mueras, Bella, y yo probablemente tampoco sobreviva —dijo Edward con calma—. Emmett gobernaría por Nessie hasta que tenga edad suficiente, pero tenemos que decidir quién debe educar a los niños.

Las lágrimas llenaron los ojos de Bella, le escuchaba con calma prepararse para su muerte, como si fuera una conclusión inevitable. La realidad fría y dura la hundió, como si caminara por la orilla de un arroyo y se sumergiera en aguas mucho más profundas de lo que ella hubiera esperado. Si solo se tratara de su vida, ella con mucho gusto se arriesgaría, pero estaba su hijo. Pero no era solo su vida la que estaba en juego. Una sensación de culpa se marcó por sus mejillas. ¿Había sido tan cegada por la emoción que no se había dado cuenta del mal, del daño que le estaba haciendo a Edward? No había sido ella misma durante el último par de días, eso estaba claro.

Se llevó una mano a su aún plano abdomen. Ella quería al bebé, estaba encantada. Pero ella no podía hacer lo que quería, antes estaba su reino. ¿Era esto lo que el otro había querido decir cuando dijo que "Bella tendría que hacer sacrificios"? Bella se reprendió a sí misma, ella estaba pensando en su alucinación como si fuera una visión real o algo así. Se estaba desmoronando.

Sacó la botella que Esme le había dado y que tenía en el bolsillo. Ella la miró durante un largo momento y luego alzó los ojos para encontrarse con Edward. Vio la esperanza en el fondo del ámbar y eso fue lo que selló su decisión. Ella asintió con la mirada.

Edward la besó y tomó a los bebés en sus brazos. —Se los llevaré a Alice —dijo.

Bella asintió con la cabeza, incapaz de hablar. Su mano apretó con tanta fuerza alrededor de la botella que fue un milagro que el vidrio no se hiciera añicos.

Él regresó en un momento y se puso detrás de ella, tirándola hacia una posición media reclinada sobre su pecho. Ella sacó el corcho y bebió rápidamente, antes de que pudiera cambiar de opinión. Sabía incluso peor de lo que olía y se estremeció.

Él tomó la botella vacía y la dejó a un lado para abrazarla mientras ella lloraba. Le acarició el pelo y murmuró palabras suaves y reconfortantes.

—Me siento culpable —confesó—. Me sentía culpable por tratar de quedarme con el bebé y ahora me siento culpable por decidir lo contrario.

—Me siento culpable por haberte puesto en esta posición —dijo Edward—. Y me siento culpable por presionarte, pero Diosa, Bella, estoy tan aterrado de perderte… Te necesito. Nuestros bebés te necesitan. La Federación te necesita.

—Lo sé —ella susurró.

— ¿Te dijo Esme qué esperar? —Edward preguntó.

—Ella dijo que sería como tener mi período. Algunos calambres y sangrado.

— ¿Período? —Edward nunca había oído hablar de la menstruación femenina humana, ya que cada mujer humana que alguna vez había encontrado ya había sido "arreglada" por las actualizaciones genéticas de los Volturi. Bella se lo explicó de la forma más sencilla posible.

— ¿Ellos permiten que sus mujeres caminen sangrando durante días? —Edward estaba horrorizado por la crueldad.

—No es realmente sangre. No como la de una herida. —Trató de explicar de nuevo, pero él parecía aún más perplejo. Decidió dejarlo ir. De todos modos no era una conversación que quería tener en este momento.

Ella esperó. Un silencio tenso cayó.

¿No debería estar sintiendo algo ya?

No pasó nada.

Pasó más de una hora.

Edward se levantó y abandonó el nido. Lo oyó abrir la puerta y hablar con Tanya antes de volver a sostener a Bella en sus brazos. Su cola envuelta alrededor de su pierna y enterró la cara en su cuello. Ella sabía lo suficiente como para reconocer que él estaba preocupado. Algo andaba mal.

Tanya abrió la puerta y siguió a Esme en su interior. Desde los ataques, ella no confiaba en nadie aparte de Edward. Esme frunció el ceño mientras se acercaba al nido.

—Bella, ¿qué está pasando?

—Nada —dijo Bella—. Tomé la botella que me diste hace más de una hora.

Esme parpadeó. — ¿Estás segura?

¿Qué clase de pregunta es esa? —Sí, estoy segura. Edward me vio beberla.

Esme se sentó sobre sus talones, desconcertada. —Nunca he oído hablar de que la mezcla fallara.

— ¿Puedes darle otra dosis? —Edward preguntó.

Esme negó con la cabeza. —No, sería envenenarla.

— ¿Estás segura de que la preparaste correctamente?

Era el turno de Esme pensar que la pregunta era ridícula. —Por supuesto.

Todos ellos estaban perdidos. Solo podían intercambiar miradas confusas.

—No puedes cambiar lo que está escrito en las estrellas —dijo Tanya. Todos saltaron un poco, después de haber olvidado que ella estaba en la habitación.

Un escalofrío recorrió la espalda de Bella. ¿Sabía Tanya que ella estaba destinada a morir? ¿Que estaba destinada a ser la última emperatriz, que sería la muerte de la propia federación?

— ¿Qué quieres decir? —exigió Edward.

Tanya lo miró pasivamente. —Dije lo que quise decir.

—Tal vez tiene razón —dijo Esme, su voz era vacilante—. No quiero llamar a esto un milagro, pero yo nunca he sabido que la mezcla sea ineficaz. Quizá Bella tiene la intención de tener a este bebé.

—Yo no acepto eso —dijo Edward, su voz estaba llena de ira—. Tiene que haber otra manera. Una vez a Alice removieron y eliminaron un feto en la tierra, tal vez nuestros médicos puedan hacer algo similar.

Esme negó con la cabeza. —No vas a encontrar a uno que esté dispuesto. Es por eso que siempre he usado esta mezcla. Que una mujer lo tome por ella misma es una cosa. Que un médico le cause la muerte al bebé es otra totalmente distinta.

Edward llevó las manos a su pelo y lo tiró. —Tiene que haber algo…

—Hay que tener fe —dijo Esme—. Si Bella tiene la intención de tener al bebé, su destino está en las manos de Dios. Lo que vaya a ocurrir es lo que está destinado a suceder.

Edward abrazó a Bella. —Eso es lo que temo.

Capítulo 23: Requiem Capítulo 25: Los ceros nos enseñaron el fósforos

 
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