Escrito en las Estrellas (+18)

Autor: Fanfiction Addiction
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 29/03/2013
Fecha Actualización: 30/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 18
Visitas: 110112
Capítulos: 33

Traducción: Edward es el rey de una raza en extinción, su planeta es desgarrado por la guerra civil. Bella es secuestrada y llevada a convertirse en su esposa.De estudiante de la universidad a reina... ¿Podrá aprender amar a este hombre extraño y ayudar a salvar a su pueblo?

 

Escrito en las Estrellas es un fanfic original de Lissa Bryan y traducido por Fanfiction Addiction con el debido permiso de su autora.

 

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Capítulo 20: El mundo se acaba

Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Mentxu Masen (FFAD)

Beta:Verito Pereyra (FFAD)

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±

Bella siguió a Rose por las escaleras hasta el siguiente piso. — ¿Dónde está Tanya?

—Nos separamos. Baja la voz.

— ¿Por qué? ¿Qué…

Rose puso la mano sobre la boca de Bella y apoyó su espalda contra la pared de la escalera. Bella oyó el sonido de docenas de pisadas fuertes, el tintineo de las armas, el crujido del cuero. —El primer piso está limpio, Capitán —dijo una voz de hombre.

Bella dejó de respirar. Su corazón bombeaba tan fuerte que estaba segura que ellos lo oirían.

—Comprueben el segundo piso. No han podido ir muy lejos.

Rose quitó su mano de la boca de Bella y apoyó un dedo contra sus labios, advirtiéndole que se mantuviera en silencio. Ella se acercó de puntillas a la puerta medio abierta y se agachó para mirar a través de la grieta, su mano en su espada. Por un largo momento, ella estaba inmóvil, y luego le indicó a Bella que siguiera. Abrió la puerta y ambas se arrastraron por el pasillo. El humo era espeso por ahí y Bella apretó el cuello de su túnica contra su boca y nariz, respirando a través de la ropa. Eso ayudaba, pero solo un poco.

Rose levantó una mano para que Bella parara en frente de una puerta parcialmente cerrada. Se inclinó y susurró en el oído de Bella. —Vamos a ir a través de las cocinas. Hay una puerta al exterior en la parte de atrás. Si nos separamos, quiero que corras hacia el Templo y no pares de correr hasta que veas a Carlisle. No importa qué pase. ¿Lo tienes?

Bella asintió.

—Bien —Rose besó su mejilla y abrió la puerta y pasó dentro, Bella solo un momento después. Estaban en una sala de almacenaje, bajo estantes de ollas, sartenes y tazones. Rose lentamente sacó su espada, su mano ahuecando la vaina para que no se rayara. Le indicó a Bella que se escondiera y Bella se ocultó detrás de un saco de tela grande, poniendo sus rodillas contra su mentón. Las bisagras chirriaron cuando Rose abrió la puerta, parando cuando estaba lo suficientemente abierta para deslizar su cuerpo a través de ella.

El silencio resonó en los oídos de Bella. Tragó, intentado calmar su alocado corazón. Su garganta se sentía como si se hubiera bebido una taza de arena. Intentó mantener su mente en blanco, para no usar ese momento en preocuparse por los bebés, y Edward, y Alice -Oh Dios, ¿cómo de herida estaba ella?- y Tanya, y Jasper, y Emmett. Sus nombres se repetían en su mente en una letanía interminable de aprehensión. Por favor, Dios, por favor, por favor… Pensaba, incapaz de formular una plegaria coherente.

Notó de repente que sus pies dolían y miró hacia abajo para verlos cubiertos en cortes y rasguños debido a los escombros. Ni siquiera había sentido las heridas hasta ese minuto, cuando tenía demasiado tiempo para pensar. Sacó una astilla, hacienda una mueca.

La mano de Rose se deslizó a través de la brecha de la puerta e incitó a Bella. Bella, de puntillas, se deslizó por la brecha en la silenciosa y vacía cocina. El ataque había venido en la mitad de las preparaciones para la comida del medio día y los platos de comida estaban desparramados por la baldosa. En la estufa, una olla estaba cociendo y Bella automáticamente la alcanzó para apagarla mientras pasaban por allí, lo único que no estaba seguro de cómo funcionaban los controles. El palacio estaba quemándose alrededor de ella y allí estaba, intentando apagar la estufa. Cristo, me estoy desmoronando, pensó.

—Rose.

Ambas mujeres saltaron y se giraron para enfrentarse a la fuente de la voz que habían oído. Rose bajó su espada con un suspiro de alivio. —Emmett —jadeó—. ¡Jesucristo, nos asustaste de muerte! —Ella lo abrazó y plantó un rápido y duro beso en sus labios, acariciando la parte posterior de su cuello.

La cola de Emmett la agarró por su cintura. —No podéis salir por ahí —dijo Emmett, señalando la puerta—. Es una trampa. Ellos están vigilando desde el otro lado del jardín.

— ¡Joder! —Dijo Rose—. Bueno, estoy sin ideas.

—Hay una vieja línea de tren bajo el palacio. Nunca se completó, y la mayoría de la gente no sabe que está allí. Vamos, por aquí.

— ¿Dónde está Edward? —Preguntó Bella.

—No estoy seguro —dijo Emmett, pero por la forma en que sus ojos abandonaron los de ella y su cola desapareció de vista, supo que estaba mintiendo. Donde quiera que estuviera Edward, no era un buen lugar para estar. Empujó lejos la ansiedad. No podía preocuparse ahora, perdería el poco enfoque que tenía.

Para un hombre tan grande, Emmett se movía con una gracia silenciosa. Les dirigió por la primera cocina a través de la grieta que daba paso a otra. Les indicó que pararan y asomó su cabeza a través de la puerta. Les asintió y ellas le siguieron.

¡KLANG! Alguien golpeó una sartén en la cabeza de Emmett y se cayó como una piedra.

— ¡Em! —Rose se tiró al suelo hacia su compañero, poniendo la cabeza de él en su regazo. Ella miró al hombre que entraba por la puerta con el odio marcado en sus gestos—. ¡Tú eres un hijo de puta… Muerto…! —Escupió.

Bella había visto un montón de extraños alienígenas desde que llegó a Volterra, pero nunca a una criatura como esa. Su cabeza parecida a la de una tortuga, sus pequeños ojos entrecerrados mientras miraba entre Rose y Bella. Su mano estaba palmeada y en ella, él portaba una delgada caja negra que ofreció a Bella.

—Gistoniano —dijo Rose, moviendo sus ojos hacia Bella.

Los Gistonianos no formaban parte de la Federación porque sus naciones estaban en un estado casi constante de Guerra entre ellos. Edward le había contado a Bella que él suponía que era parte de la naturaleza de los Gistonianos; luchaban por dinero, luchaban por compañeras, luchaban por el estado, luchaban por el territorio y entre ellos, luchaban solo por diversión. Sus pieles eran muy duras y como de cuero, y eran increíblemente fuertes, pero su debilidad era que tenían una vista muy pobre. Si uno se quedaba inmóvil, podría desaparecer de la vista de un Gistoniano.

— ¿Cuál de vosotras es la Emperatriz? —Preguntó, su pico moviéndose mientras hablaba.

Rose se levantó. —Soy yo —dijo.

Bella se quedó sin aliento. —No, Ro…

Rose le dio una palmada a Bella en la cara, y el Gistoniano se rió. —Cállate, chica.

El Gistoniano sacó un par de esposas de la bolsa de su hombro y las colocó sobre las muñecas de Rose. — ¿Te gustaría traer a tu sirvienta? —Preguntó de forma educada.

—No, ella da más problemas de lo que vale —respondió Rose.

El Gistoniano miró a Bella valorándola.

—Ella no está entrenada para ir al baño todavía —le dijo Rose—. Va dejando mierda por todos lados.

Los Gistonianos estaban extrañamente fastidiados por tal clase de especies violentas. Retrocedió con disgusto y agarró las esposas de Rose, arrastrándola detrás de él mientras dejaban la habitación. Rose miró a los ojos a Bella y murmuró: — ¡Corre! —Antes de dirigir su mirada de vuelta a la forma inmóvil de Emmett. Sus ojos permanecieron sobre él hasta que atravesó la puerta y se fue.

Bella ignoró la última petición de Rose y se arrodilló junto a Emmett, acariciándole las mejillas. — ¡Emmett! ¡Emmett, despierta! ¡Rose te necesita!

Él abrió los ojos con esfuerzo. — ¿R- Rose?

— ¡Un Gistoniano la tomó! Emmett, vamos, tienes que levantarte.

Emmett gruñó y se levantó del suelo, balanceándose y colapsando de nuevo al suelo a mitad de camino. Oh, ¿por qué esto no podía ser como en las películas donde alguien que acaba de ser golpeado se levanta apenas con una mueca de dolor y se ponía en acción? — ¡Emmett! ¡Levántate! ¡Ahora! —Pidió Bella, tan severamente como podía.

Con esfuerzo, él se puso en una posición sentada. Bella cogió una toalla de una encimera cercana y la usó para limpiar la sangre que se deslizaba por la frente de él.

— ¿Rose? —Pepitió.

—Rápido, Emmett, tenemos que salvarla.

Poco a poco, con un esfuerzo sobrehumano, Emmett se levantó, primero de rodillas y luego de pie. Se balanceó alarmantemente, y Bella trató de ayudarlo, pero era como tratar de apoyar un árbol sobre un palillo de dientes. Emmett dio un paso adelante, y luego otro. El corazón de Bella dio un vuelco. ¡Después de todo ellos podrían salir detrás de ella!

Las rodillas de Emmett se tambaleaban como un potrillo recién nacido y él se esforzaba por permanecer de pie.

— ¡Emmett, por favor, vamos! —Rogó Bella. Podía ver el reflejo de las llamas naranjas en la superficie de la puerta de madera—. ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Rose necesita tu ayuda! ¡Edward te necesita y yo te necesito!

—Rose... —Despacio, sus rodillas se doblaron y comenzó a caer al suelo. Bella llevó sus manos alrededor de su cintura e intentó con todas sus fuerzas mantenerlo de pie. Sudando, jadeando, se esforzó, sabiendo que si él caía esta vez, ella no sería capaz de levantarlo de nuevo, pero pulgada a pulgada, él inexorablemente se deslizaba de su agarre. Ella rogó, balbuceó e incluso le abofeteó, pero nada impidió su descenso. Sus rodillas golpearon la baldosa y él gimió.

Las lágrimas se derramaban por las mejillas de Bella. —Por favor, Emmett... No te rindas. Por favor, no te rindas.

Él parpadeó e intentó mantener el equilibrio pero la gravedad era más fuerte. Se las arregló para poner sus brazos y mantenerse, y se tambaleó por un gran momento, sobre sus manos y sus rodillas, antes de colapsar en el suelo, rodando sobre su espalda. Bella sollozó y se sentó junto a él, sus propias piernas débiles por la desesperación.

—Bella... —Susurró—. Bella, tú... Tienes que irte.

—No puedo dejarte aquí —dijo. Ella miró hacia arriba y vio que el reflejo de las llamas era más brillante, más cercanas.

—Tú... Tienes que irte. Ed... Edward…

Bella tomó su mano entre las de ella y no dijo nada.

—Rose —susurró—. Mi Rose…

—Ella estará bien, Emmett. Lo sabes. Rose es fuerte. En todo caso, lo sentiría por los Gistonianos.

—Estoy encantado de que yo... No te ganara —dijo Emmett—. La Fed... Feder... Ación te necesita... Más.

—Oh, Emmett —su voz se rompió—. Por favor, inténtalo, por favor.

—Vamos... Vamos, Bella. Vete... de aquí.

—No. No puedo dejarte así.

—Hazlo por... no importa —dijo, cerrando los ojos—. Vete... Prom- prométeme...

—Cualquier cosa —sollozó Bella.

—Rose... Tú...

Bella no sabía cómo encontraba la fuerza para mantener su voz firme. —La traeré de vuelta, Emmett. Lo juro por todos los dioses que haya. La traeré de vuelta aunque tenga que mirar en toda la galaxia, estrella por estrella.

—Gracias...

Ella esperó, pero él no terminó. Un sollozo estremecedor salió de sus labios. Dejó la mano de Emmett en su pecho y se inclinó para besarle la frente, sus lágrimas derramándose sobre las mejillas de él. Se detuvo durante un momento, luego se puso de pie, cogiendo su espada. No tenía idea de dónde ir, pero no podía quedarse allí. Solo tenía la opción de ir hacia el fuego o salir por la puerta que Emmett les había advertido que era una trampa. Morir quemada o ser capturada. Ninguna opción era atractiva.

Cerca de un aparato que parecía una licuadora enorme, sus ojos dieron con una pequeña puerta al final de un lado de la sala de almacenaje, escobas y trapos inclinados contra su negligencia. Se acercó a ella y giró el pomo. Nada. Cerrada. Impacientemente, arremetió con su pie y la golpeó, sorprendida de que de hecho funcionara y la puerta se abriese. Adrenalina, quizás. El aire frío y húmedo salió, no contaminado con el humo. La negrura se abría ante ella y los intestinos de Bella se retorcieron de miedo. De repente, recordó haber visto una lámpara de aceite en la despensa, cuya llama estaba protegida por una ampolla de cristal. Se lanzó al interior y lo agarró, encendiendo la mecha de la estufa.

Ella volvió a colocar la ampolla con manos temblorosas y la mantuvo en la oscuridad más allá de la pequeña puerta. Un hueco de la escalera, tallado en la roca madre. Bella tragó, cuadrando sus pequeños hombros. No tenía elección. Empujó la pequeña puerta y despacio comenzó a bajar.

Las escaleras eran más pequeñas y más ampliamente espaciadas que las escaleras humanas, hechas para seres mucho más altos que Bella. El descenso parecía sin final, y el aire se hacía más frío y húmedo en cada paso que daba. La piedra estaba helada bajo sus pies desnudos y resbaladizos por la humedad. No había vía. Bella apoyó la mano contra el lado del túnel y avanzó de forma cuidadosa, moviéndose más despacio de lo que probablemente era necesario, pero si se lastimaba, lo más probable es que no fuera encontrada allí abajo. Tuvo una visión de una pesadilla de ella misma tumbándose al pie de las escaleras, viendo como la mecha encendida se apagaba y apagaba, porque se quedaba sin aceite, abandonándola en una oscuridad sin fin. Ella se volvería loca antes de que la muerte, final y agradecedoramente, llegara.

Su pie se hundió en el agua fría y Bella gritó, casi dejando caer la lámpara. Se tranquilizó, jadeando, temblando por la subida de adrenalina, agarrando la lámpara tan fuerte que era un milagro que no se rompiera. Se forzó a sí misma a bajar. El agua subió hasta sus pantorrillas. Bajó de nuevo y subió hasta sus rodillas. Otro paso y estaba hasta sus muslos. ¿Cuán profundo iría? No podía nadar mientras sostuviera la lámpara en alto. Llegó al final con el agua al nivel del pecho. Intentó no pensar en qué podría nadar en esas profundidades. Trató de tranquilizarse sabiendo que seguramente Emmett no habría dirigido a Rose y Bella por ese camino si hubiera criaturas peligrosas por ahí. ¿Pero y si no sabía que el túnel estaba inundado?

Vamos, Bella. Un paso tras otro. Se forzó a continuar, temblando de frío y miedo. ¿Cuánto tiempo tendría antes de que la hipotermia se instalara? ¿Sería su cuerpo el que finalmente le derrotara, en lugar de los rebeldes?

Esta es la forma en que el mundo se acaba.
Esta es la forma en que el mundo se acaba.
Esta es la forma en que el mundo se acaba.
No con una explosión sino con un gemido.

El poema se repetía en su mente, una y otra vez, sus pasos igualando su cadencia. Como si fuera un mantra, que probablemente nunca sería inmortalizado en un poster de inspiración, pero que la mantenía en pie.

Una pequeña cornisa de piedra corría a lo largo del lado del túnel, justo encima de la línea de agua. Bella se aferró a ella, avanzando en su camino. Oyó un deslizamiento y el clic de pequeñas garras deslizándose en la piedra. No voy a mirar, se prometió a sí misma. No pasa nada si no miro.

El agua se profundizó de nuevo y esta vez, le llegaba a su barbilla. Bella echó hacia atrás su cabeza y se balanceó, sus brazos doloridos por mantener la lámpara sobre su cabeza. Algo rozó contra su pierna y Bella se congeló. Insistió en que eso fue solo la tela de sus pantalones y se forzó a seguir moviéndose.

Más adelante, el túnel se extendía. Bella se paró en la puerta, mirando a izquierda y derecha, tan lejos como la luz de la lámpara le permitía. Esto debía haber sido destinado para el túnel del tren. ¿Por cuál camino debería ir? Ambas direcciones lucían igual, aparentemente. Dio un paso hacia adelante y se cayó del borde, su cabeza hundiéndose bajo el agua. Se revolvió hacia atrás, consiguiendo equilibrio. Gracias a Dios que no había tirado la lámpara. Oh, gracias a Dios que no había tirado la lámpara.

Había una mancha de sombra en el muro contrario, lo cual podría ser otra puerta. Pero debería de nadar para llegar hasta allí. Bella consideró sus opciones. Se quitó su túnica, cuidadosamente pasando la lámpara de mano en mano en el proceso y usando sus dientes para arrancar una de sus mangas. Hizo un agujero lo suficientemente grande para ajustarlo al cuello de la lámpara y lo ató en la parte superior de su cabeza, anudando los finales de la manga bajo su barbilla. Puso los pedazos de la túnica de boda de vuelta, necesitando el poco calor que daban y se hundió en el agua.

Ella nunca fue una buena nadadora. Cuando niña, el agua le asustaba, especialmente el agua como lagos y estanques donde no podía ver lo que se escondía debajo. Su padre, quien amaba nadar, la había finalmente, con impaciencia, arrojado a un lago para forzarla a aprender. Había aprendido a nadar a lo perrito, pero nunca había perdido el miedo a ahogarse. Alcanzó en su manera torpe el muro contrario y descubrió que, de hecho, la sombra que ella había visto era una puerta. Su estado de ánimo se elevó incluso sabiendo que tenía que inclinarse a lo largo de su camino antes de que el agua fuera lo suficiente profunda para que permaneciera de pie.

Oyó una salpicadura detrás de ella y se congeló, su corazón saltando a su garganta. Solo ignóralo. Solo ignóralo. El agua había retrocedido ahora hasta su cintura y, unos pasos más adelante, lo hizo hasta sus muslos. Las escaleras se levantaron delante de ella. Bella envió una plegaria de gratitud.

Otra salpicadura.

Bella aceleró su paso, chapoteando en el agua, corriendo por las escaleras. Se forzó a sí misma a subirlas despacio. Tenía que ser cuidadosa.

—Puedo veeeeerte —. Una voz burlona flotó a través de la oscuridad.

Bella dejó salir un corto e involuntario grito, su voz hizo eco con la piedra, resonando una y otra vez. La precaución era una condena. Ella subió por las escaleras tan rápido como sus exhaustas piernas lo permitieron.

—Dejaste un rastro para mí—susurró el hombre—. Tus huellas en sangre —. Una risa resonó en la oscuridad tras ella.

Él solo está intentando asustarte, para hacerte torpe por el pánico, se dijo a sí misma.

Estaba funcionando.

El chapoteo era estable ahora, como si su perseguidor hubiera abandonado el sigilo por la velocidad. —Estoy justo detrás de ti.

Bella gimió. Se sentía como una de esas pesadillas donde ella intentaba correr pero sus piernas no obedecían las demandas frenéticas de su mente para acelerar. Podía oír respiraciones jadeantes detrás de ella, los húmedos pasos de las botas de él en la piedra.

Una mano agarró su brazo y Bella reaccionó sin pensarlo. Estrelló la lámpara en su cara. Se convirtió en una miniatura bola de fuego que envolvió la mano y los hombros del hombre expandiéndose hacia su pecho. El hombre gritó, sacudido por las llamas. Bella no esperó allí para ver cómo le fue al hombre. Ella corrió por las escaleras con cada onza de esfuerzo que el terror y la adrenalina pudieron proveerle. Detrás de ella, el hombre seguía gritando, la luz naranja rebotando en las paredes de piedra con el eco. Se cayó una vez, tropezando con sus propios pies entumecidos, pero se levantó casi al instante, sus pies deslizándose y luchando por la tracción en la húmeda y viscosa piedra. Podía ver una banda de luz blanca delante. Tenía que ser una puerta. Su corazón palpitante parecía que iba a estallar y su aliento era una puñalada de fuego en su garganta.

La puerta no se abría. Bella gritó en frustración, golpeando su hombro con ella con toda la fuerza de su exhausto cuerpo. Con un chirrido se abrió unos centímetros y Bella podía ver enredaderas alrededor de su marco. Golpeó una y otra vez, ganando unos centímetros cada vez. Intentó colarse a través de la grieta y se quedó atascada. Los gritos detrás de ella se cortaron tan abruptamente como si un tapón hubiera sido colocado. Se retorció y se apretó. Solo otro centímetro. Oh, Dios, si solo consiguiera otro centímetro...

Una mano la agarró, tirando su espalda hacia el túnel. Bella se aferró al marco de la puerta, golpeando salvajemente. Podía oler la carne y pelo quemados y su estómago se revolvió. La mano de él cogió la lámpara y ella se estremeció ante la vista. Incluso gravemente quemado, él era mucho más fuerte que ella. Bella tomó la única oportunidad que tenía y soltó el marco de la puerta. Clavó sus uñas en la carne quemada y la arrancó. Él gritó y le concedió el momento que ella necesitaba. Probablemente se había dejado la mitad de su propia piel detrás pero se coló por esa pequeña apertura, cayendo con ruido sordo en el suelo exterior. Se recuperó tan rápido como pudo, sus pies clavándose en el frío y húmedo suelo. La puerta pareció que se había quedado en el olvido, cubierta de enredaderas, piedras enormes en su base, caídas de la pared sobre ellas.

El brazo del hombre quemado se movió por fuera de la puerta, en busca de Bella. Él intentó colarse por la brecha detrás de ella, pero la puerta no se movía más.

Bella se dio la vuelta y se puso de pie, pero cayó de nuevo cuando sus fuerzas desaparecieron de sus miembros debido a la vista delante de ella.

La ciudad era una ruina humeante, una maraña de escombros ennegrecidos. Se puso de pie y se giró en círculo, no tenía idea de dónde estaba. No había marcas reconocibles. Ni siquiera podía decir dónde habían estado las calles. Debería ser capaz de ver el Templo; el túnel parecía ser interminable, pero no era tan largo. ¡Carlisle y Esme! Oh, Dios, ¿Qué les había pasado?

¿Qué tipo de armas habían hecho esto? Las naves Volturi estaban armadas con proyectiles para hacer estallar asteroides y proteger sus naves de los piratas, pero esto era completamente diferente. Edward le había dicho que los Volturi no tenían armas nucleares, pero no podía pensar en otra cosa que pudiera provocar esta clase de devastación. ¿Estaba absorbiendo radiación ahora mismo, básicamente cociéndose por el exterior? Alejó ese pensamiento. Si lo estuviera, no había nada que ella pudiera hacer al respecto.

Necesitaba moverse. No podía permanecer aquí. El Hombre Quemado, como ella pensaba de él, no era capaz de atravesar la puerta, pero eventualmente se daría la vuelta y ella no sabía si existía otra salida del túnel del tren. Tembló en el aire helado, y sus húmedas ropas se pusieron rígidas por el hielo, erosionando su piel donde tocaba, su pelo congelándose en puntas afiladas que crujían cada vez que giraba la cabeza.

Caminó sin rumbo, saltando por los escombros, evitando los puntos calientes y llenos de humo que herían sus pies. Había cuerpos enredados entre los escombros, enteros y en piezas. Bella se quedaba sin aliento cada vez que veía uno. Tropezó con una mano por accidente y gritó cuando se movió. La mujer a quien pertenecía gimió. ¡Viva! Bella escarbó entre los escombros, tirando a un lado piedras y restos de madera. La mujer era humana, malherida por su aspecto, parcialmente cubierta por el cuerpo de su compañero Volturi. Bella retiró el cuerpo de él de encima de ella. —Vas a estar bien, muy bien —, balbuceó Bella.

— ¿Diosa? —Susurró la mujer.

Las lágrimas llenaron los ojos de Bella y le dio a la mujer el único confort que podía darle. —Sí, hija, estoy aquí —. Retiró el pelo de los ojos de la mujer.

—Ya no duele.

Bella sonrió. —Me alegro.

—Mi bebé...

—Seguro —mintió Bella.

La mujer suspiró, sus ojos yendo hacia su compañero. Intentó alcanzar una mano de él, pero cayó débilmente. Bella le ayudó, colocando la mano inerte de la mujer en el pecho de su inmóvil compañero. La mujer miró de vuelta a Bella. —Tus pies —susurró.

Bella miró hacia abajo su carne desgarrada y destrozada. —No te preocupes por mí, estoy bien.

—Toma... Toma sus... Zapatos.

— ¿Los de tu compañero? —Preguntó Bella con sorpresa, pero la mujer no contestó. Se quedó mirando al cielo. Bella se acercó y cerró sus párpados. Enterró su cara en sus manos.

Oyó un suave gemido y rápidamente miró alrededor a la fuente del sonido. ¡Allí! Vio la punta de una pequeña cola agitándose. Buscó rápidamente pero con cuidado y encontró un bebé Volturi, envuelto en una sábana, en un pequeño paquete, dejado en los escombros. Lo levantó y él le bufó.

—Shh… —Tranquilizó Bella—. Está bien, Pequeño. Estás seguro ahora —le revisó rápidamente pero no vio heridas visibles. Eso no significaba que no estuviera herido, podía tener daños internos. Tenía que conseguirle atención médica tan rápido como fuera posible. Enredó la sábana por sus propios hombros, cubriendo al bebé y a ella misma. Tomó una profunda respiración y aceptó la oferta de la mujer, sacando los zapatos de los pies de él. Se sentía tan mal, pero tenía que hacerlo. Las botas eran demasiado grandes para ella, pero al menos podían ofrecerle una pequeña protección de las ruinas dentadas. Usó tiras arrancadas de la ropa de él para atarlas a sus tobillos y mantener las botas en su lugar.

Tropezó a través de las ruinas, el bebé se aferró a su pecho. Su pequeño cuerpo ayudó a calentar el suyo, emitiendo una sorprendente cantidad de calor. — ¿Tienes fiebre, Bebé? —Preguntó. El bebé, por supuesto, no respondió. Él había estado aterrado por los horribles y altos ruidos, y el horrible y fuerte frío del mundo exterior, donde solo había estado un par de veces en su corta vida. Ahora, el oía una voz de mujer y las mujeres siempre habían significado calor y confort. Cayó dormido oyendo el sonido del corazón de ella, parecido al de su madre; aunque su esencia fuera distinta, no era desagradable. Por el momento, todo estaba bien en su pequeño mundo.

Bella encontró una mujer sentada, callada en una pequeña pila de piedras, sus ropas rasgadas, su cara era una mancha de sangre. Miró a Bella con curiosidad. — ¿Es el infierno? —Preguntó.

—No, no habría ningún bebé aquí si fuera el infierno —Bella movió la sábana y le enseñó al pequeño. La mujer miró por un largo momento—. ¿Es tuyo?

—No, lo encontré. Sus padres están muertos.

—Mi bebé murió —recitó este hecho tan desinteresadamente como si hablara del tiempo y la fecha—. Está por allá —señaló a otra pila, y por supuesto, Bella vio una pequeña mano salir de allí. Apretó al bebé contra sus brazos convulsivamente, haciéndole chillar.

— ¿Puede tener a este? —La mujer señaló al bebé que Bella llevaba.

—Yo... Uh... Voy a intentar buscar al resto de su familia.

—Okey —la mujer se asumió de nuevo en la distancia.

Bella caminó hacia adelante. Ya no sentía frío, lo que ella sabía que era una señal de que la hipotermia se le había adherido. Se centró en su misión actual, encontrar un lugar seguro para el bebé, donde quiera que se pudiera encontrar. Solo tendría que andar hasta encontrarlo.

— ¡Bella! ¡Bella! —Alguien gritó su nombre. Bella miró frenéticamente a la fuente, asustándose de que pudiera ser el Hombre Quemado. Vio una cabeza de brillante pelo rubio meneándose a través de los escombros.

— ¡Jasper! —Le llamó—. Jasper, estoy aquí.

Lágrimas de alegría y alivio descendieron por sus mejillas y ella se tiró a sus brazos tan pronto como él llegó a su lado. — ¿Dónde está Edward? —Preguntó ella.

—No lo sé —confesó Jasper—. ¿Dónde está Alice?

—En el espacio sideral —Bella se rió histéricamente por la apariencia de su cara —. La envié arriba en una vaina de escape con los bebés.

Jasper se relajó. El miró hacia abajo al bebé en los brazos de ella. — ¿Quién es?

—No lo sé. Lo encontré.

—Tenemos que llevarlo al hospital, entonces. Vamos —Jasper empezó a dirigirla a través de los escombros. Bella se quedó estupefacta tras él, sus pies deslizándose en las demasiado grandes botas.

— ¿Hospital?

—Carlisle estableció una tienda médica en lo que quedó del Templo.

Bella estaba aturdida. — ¿Bombearon el Templo?

—Tienen mucho por lo que responder —dijo Jasper en tono grave.

— ¿Está Esme bien?

—Está bien. Está cuidando a los heridos. ¿Sabes dónde está el resto?

—Rose fue tomada por un Gistoniano, quien pensó que ella era la Emperatriz. Emmett está... Emmett está... —Ella no podía decirlo.

—Emmett está bien —dijo Jasper—. Lo encontramos cuando nuestras tropas limpiaron el complejo del palacio.

Bella estaba asombrada. Tenía que repetirlo. — ¿Está vivo? ¿De verdad?

Jasper alzó una mano para ayudar a Bella a pasar por un área particularmente dura. —Sí, en el hospital con la madre de los dolores de cabeza, pero aparte de eso, bien.

— ¿Recuerda qué ocurrió con Rose?

—No —dijo Jasper—. Está preguntando por ella. Tuvimos que esposarle a la cama para mantenerlo de irse a buscarla.

— ¿Qué pasó con Tanya?

—No la he visto.

Bella se mordió el labio y caminó con dificultad detrás de él. Un pensamiento le llegó, el cual le subió un poco el ánimo. El hospital sería el lugar donde Edward y Tanya pensarían en buscarla, porque ellos sabrían que ella estaría en donde pudiera ayudar a su gente.

 

Capítulo 19: Dios Odio a los Cobardes Capítulo 21: Un reino de ceniza y nieve

 
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