Escrito en las Estrellas (+18)

Autor: Fanfiction Addiction
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 29/03/2013
Fecha Actualización: 30/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 18
Visitas: 110142
Capítulos: 33

Traducción: Edward es el rey de una raza en extinción, su planeta es desgarrado por la guerra civil. Bella es secuestrada y llevada a convertirse en su esposa.De estudiante de la universidad a reina... ¿Podrá aprender amar a este hombre extraño y ayudar a salvar a su pueblo?

 

Escrito en las Estrellas es un fanfic original de Lissa Bryan y traducido por Fanfiction Addiction con el debido permiso de su autora.

 

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Capítulo 18: Lo que ocurre en Kebi

Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Carla Liñan Cañamar (FFAD)

Beta:Verito Pereyra (FFAD)

±

Hay un par de palabras en el idioma inglés que pueden ser tan horribles como estas: Eso no era un baño.

— ¡Oh por Dios! Lo siento tanto, tanto —balbuceó Bella por décima vez—. La habitación estaba a oscuras. Pensé que esto era el baño.

Su primera pista sobre que algo andaba mal fue la falta de papel higiénico. Y luego se dio cuenta de que no había una manija para tirar la cadena. Y después se dio cuenta de que el cuenco contenía la ropa de lavandería de alguien. El último descubrimiento llegó cuando un drone ingresó en la habitación, con un conjunto de ropas sucias y chilló al encontrar a Bella posada sobre el cuenco con sus pantalones por los tobillos. Bella también chilló subiendo sus pantalones apresuradamente, con su rostro brillante como una flama.

Jessica, la Primera Dama, a quien pertenecía la ropa de lavandería, afortunadamente lo encontró gracioso, y le aseguró a Bella que no era la primera mujer terrestre en cometer este error.

Mientras Bella miraba al drone de Jessica re-lavar penosamente la ropa sucia (Jessica no querría escuchar que Bella lo había hecho por su cuenta) que había puesto en remojo antes de la llegada de Bella, Jessica le demostró cómo funcionaba. Tenía un desagüe en la parte inferior y una cadena suspendida del cielo raso. Cuando esta era tirada, una boquilla salía del techo y arrojaba un poco de agua, la cual podía ser usada para bañarse o lavar la ropa.

Kebi era un planeta desértico, y sus habitantes eran muy cuidadosos con el agua. Lo poco que les dejaban para asearse, era recolectado y reciclado. Los baños, los cuales le mostró Jessica después, eran esencialmente unas cajas llenas con tierra. Después de usarse, una palanca arrojaba un bulto de tierra sobre los desperdicios. Ellos eran aseados por drones, quienes tomaban el desecho para usarlo en los campos como fertilizante. Bella se preguntó si Edward podría usar uno de esos, y si era así, tal vez podrían tener uno en casa para que él lo usara junto con los bebés.

Jessica era muy amistosa y agradable, y era tan adorable como un cachorro de cocker spaniel. Su rostro estaba cubierto de pecas y tenía unos enormes ojos marrones que te observaban por debajo de sus rizos color rubio fresa. Sus cejas estaban arqueadas en la parte de arriba de su frente, dándole una eterna mirada de sorpresa.

Bella estaba preparada para la hostilidad, así que la calidez de Jessica, y su comportamiento de bienvenida, la tomaron por sorpresa. Su esposo, después de todo, había permanecido de pie en la puerta del Templo, y las damas Kebian, quienes vivían en el palacio, habían adoptado la actitud de él. Jessica ni siquiera mencionó la política mientras platicaba, guiando a Bella a un cuarto con un par de divanes, y una pequeña mesa entre ellos. Como en cada habitación que Bella había visto hasta ahora, las paredes estaban cubiertas con un material como el estuco y los pisos eran de suave y fría piedra. Cada cuarto tenía un alto y abovedado techo que ayudaba a mantenerlo fresco y con grandes ventanas abiertas, a través de las cuales la cálida brisa se colaba, moviendo las vaporosas cortinas en una danza constante.

Bella tomó asiento en el diván que Jessica le ofrecía y Tanya se arrodilló a la cabeza de éste, silenciosa como siempre. Hasta ahora, Jessica parecía ni siquiera haber notado su existencia, lo cual, pensó Bella, era un poco extraño. La mayoría de las personas sentían curiosidad por Tanya, pues no era tan común ver a una sacerdotisa Dynali con una humana.

Había platos con fruta en la mesa y Jessica llevó los suyos hasta su estómago mientras masticaba.

— ¿Dónde está Edward? —Preguntó Bella. Ella tomó su plato y tomó unas cuantas frutas pequeñas, después de ver cómo Jessica las comía para asegurarse de que no necesitaban ser peladas o deshuesadas antes de consumirse.

—Con mi pareja, probablemente —contestó Jessica, despectivamente, viéndose desinteresada por el paradero de cualquiera de los hombres—. ¿Así que, de qué periodo eres?

—Era el 2011 cuando dejé la Tierra —la fruta estaba deliciosa, fresca, fría y crujiente. Y tan incómoda había estado por necesitar un baño momentos antes, Bella no se había dado cuenta de cuán hambrienta estaba.

Jessica lanzó una serie de preguntas rápidas sobre la vida en la Tierra durante el siglo 21. Tenía una televisión con una caja electrónica que contenía miles de películas y series de televisión de la Tierra, tecnología que ni siquiera había estado disponible en la época de Bella, pero tenía sentido si los comparabas con los iPods y cosas como esas.

En el transcurso de la conversación, Jessica reveló que había sido criada en Volterra.

— ¿Cómo sucedió eso? —Bella no había visto ningún niño humano desde su llegada, ni tampoco ningún humano varón, para ser honestos.

—Mi madre fue una de las primeras mujeres de la Tierra que fueron tomadas por los Volturi para ser una pareja. No habían establecido todas las reglas todavía, y ella era una viuda con dos hijos. Ellos esperaron a que creciéramos para ser unas parejas apropiadas. Ellos tomaron a mi madre de la corte de Leonor de Aquitania(1). ¿Todo un shock cultural para ella, eh?

Leonor de Aquitania… eso quería decir que Jessica tenía alrededor de 800 años, según los cálculos de la Tierra, y 200 en años Volturi… pero, un momento, habían sido 3000 años los que habían saltado en el tiempo, así que ella no podía calcular la edad de Jessica usando el siglo 21 como base. Bella estaba muy confundida, pero se imaginó que probablemente sería grosero que preguntara la edad de una mujer como si hubiera estado en la Tierra.

—Debió haber sido solitario para ti, siendo una niña —comentó.

—No, mi hermana y yo no éramos las únicas niñas humanas. Había otros seis como nosotras antes de que decidieran que no iban a tomar mujeres que tuvieran hijos. La madre de Edward era una de ellas.

Bella se inclinó hacia delante con entusiasmo. Ella rara vez le preguntaba a Edward cualquier cosa sobre sus padres, porque sabía que era un tema doloroso para él.

— ¿Cómo era ella?

—Era difícil llevarse con ella —confesó Jessica—. Ella descubrió que era pareja para el Emperador a muy temprana edad y eso la volvió un poco presumida. Ella esperaba que el resto de nosotros, los niños, la obedecieran como si ya fuera la Emperatriz. Mi madre me dijo que tenía que hacerme amiga de ella porque eso beneficiaría a nuestra familia cuando se convirtiera en Emperatriz.

Un chillido resonó en el aire y Bella brincó. — ¿Qué fue eso?

—Mi drone, probablemente —dijo Jessica, pelando una pieza de fruta.

— ¿Está herido?

Jessica soltó una risita. —Si no lo está ahora, lo va a estar.

Bella la miró. — ¿Qué quieres decir?

—Está siendo azotado —se encogió de hombros y arrojó la fruta a su boca—. No debió haber dejado mi ropa sucia de esa manera.

— ¡Basta! —Bella jadeó—. ¡Tienes que detenerlo justo ahora! Lo que estás haciendo es ilegal.

Los ojos de Jessica se achicaron. —No, de acuerdo a nuestra ley. Nosotros hicimos una enmienda Constitucional, la cual dice que la Federación no tiene voz respecto al estatus de nuestros drones.

—La Ley de la Federación es superior a la Ley Planetaria —siseó Bella.

Jessica le dio una pequeña sonrisa. — ¿Para eso trabajan las cortes, o no? Pero esa ley no llegará a tiempo para detenerme en castigar a mi drone por desobedecerme y dejar mi ropa desatendida.

La sangre de Bella hirvió y tuvo que pelear contra la poderosa urgencia de golpear a Jessica justo en su pequeña y adorable cara de perro.

—Llévame con mi pareja —ordenó.

Jessica se encogió de hombros. —No sé en dónde está ahora.

—Entonces llévame a mi cuartel —Bella arrojó su plato hacia la mesa—. Parece que he perdido el apetito.

Los Kebians no dormían en nidos. Sus camas eran como unos camastros suspendidos desde el techo, sin sábanas o almohadas. Además del camastro y un maletero, en donde Edward ya había colocado su equipaje, el cuarto estaba provisto de muebles. Bella se sentó en el piso, frente al baúl, atrajo sus rodillas al pecho, y lloró. Ella sintió, más que escuchar, que Edward había regresado. Puso sus brazos alrededor de ella y Bella enterró el rostro en su pecho, estremeciéndose. Él susurraba suaves y delicadas palabras para ella.

—Ella es un monstruo —dijo Bella—. Es mi culpa, no de él.

—Bella, no puedes esperar que todos, de repente, vean a los drones como tú lo haces —Edward alejó el cabello de su cara llorosa—. Podemos establecer leyes, pero no podemos legislar la perspectiva de las personas. Eso es algo que vendrá con el tiempo. ¿Tu gente aceptó inmediatamente a los ex‒esclavos como sus iguales?

Ella sacudió la cabeza. Habían tenido que pasar cerca de cien años para lograr los derechos civiles y la lucha por la igualdad seguía vigente cuando Bella dejó la Tierra.

No había manera de que salieran a cenar esa tarde. Bella consideró brevemente decir que estaba enferma, pero no podía. Sin importar lo desagradable que había sido todo, ella tenía que cumplir con su deber. Se vistió con la túnica de piedras brillantes, la cual había usado en la ceremonia de unión. La luz que emitían las piedras estaba regulada por la atmósfera de Kebian, pero seguía siendo encantadora. Ella y Edward siguieron al drone que había llegado para dirigirlos al comedor.

El Presidente Kebian y Jessica ya estaban sentados en la mesa, en el estrado. Como en Volterra, los oficiales de gobierno y sus esposas vivían en el palacio, lo cual era considerado un honor, y el espacio fue altamente disputado cuando se volvió accesible. Ellos ocupaban dos filas de mesas alineadas con un amplio pasillo central, y la gente curiosa se sentó para ver pasar a Bella y a Edward. Cuando llegaron al estrado, el Presidente se puso de pie.

— ¡Observen! —Dijo, y su voz era alta y resonante—. El Emperador y la Emperatriz de los Nueve.

Todos se pusieron de pie, y después se arrodillaron, inclinando sus cabezas, a pesar de que algunos parecían renuentes o recelosos.

—De pie —dijeron juntos ella y Edward.

El Presidente se sentó cuando ellos lo hicieron, aparentemente desinteresado en tomar esa oportunidad para hacer un discurso. Bella lo observó curiosa. Ella recordaba haberlo visto pasar de largo en el Templo, después del apareamiento de los drones, pero no pudo verlo bien en ese momento. Era alto, no tanto como Edward, pero más largo que un humano, y extrañamente lleno de grumos. Su piel era de un vivo y brillante rojo. Bella pensó que parecía una bolsa de manzanas.

Tanya actuó como su probadora, a pesar de la negativa de Bella. El Presidente se veía ofendido, pero Edward insistió. Al igual que los drones en casa, en Volterra, Tanya colocó la comida en su palma antes de comérsela, pero a diferencia de los drones, ella podía comer vegetales, a pesar de que Bella pudo haber obtenido un pequeño y vicioso placer de hacer que Jessica las probara por ella.

Bella solo seleccionó su comida, escuchando cómo Edward y el Presidente se esforzaban por mantener una conversación civilizada. Bella nunca había sido alguien que tuviera pequeñas charlas, así que no podía pensar en algo para contribuir. Bella sabía que el nombre del Presidente era Ephraim, pero él nunca les había dejado usarlo, así que eran forzados a referirse a él por su título, haciendo que la conversación fuera más artificial y formal.

Los Kebians usaban unas pequeñas y plateadas tenazas como cubiertos. Bella se preguntó si podría usar algo de su casa sin causar alguna ofensa o hacer que la gente pensara que tenía malos modales, cuando captó la esencia de lo que el Presidente estaba diciendo. Sus tenazas cayeron con un estrépito. El Presidente, al parecer, disfrutaba las peleas entre drones y había invitado a Edward y a Bella a presenciar una la siguiente tarde. Bella no escuchó la respuesta de Edward sobre el resonar de su presión arterial.

La tediosa comida finalmente terminó, pero en lugar de levantarse e irse, el Presidente palmeó sus manos. Un grupo de mujeres Kebian trotó hasta el pasillo central, vestidas con idénticas túnicas vaporosas, alineadas en filas por el tono de su piel, desde el rosa claro hasta el morado oscuro. Una pequeña banda de músicos se reunieron en el rincón y empezó a tocar, golpeando tambores, seguidos por flautas y silbidos. La mujer empezó a contonearse en una sensual coreografía, dejando caer trozos de su conjunto mientras se contoneaba y se meneaba.

Edward se quedó viendo por un largo momento y después se inclinó para susurrarle a Bella. —Si tú bailas de esa manera, sería sexy.

Dios, cómo amaba a ese hombre. —Tal vez cuando volvamos a casa, pueda hacer un intento.

Sintió que la cola de Edward se enrollaba en su tobillo. —Puede que se te haga realidad —advirtió, haciéndola ruborizar.

El baile terminó con las mujeres semi-desnudas tendidas en el suelo en un símbolo de Sol. Los Kebians golpearon sus mesas, con un golpeteo suave y alabando el acto. El Presidente se puso de pie, y la gente empezó a salir de la habitación.

—Debemos continuar nuestra discusión —le dijo a Edward—. Mi gabinete se ha reunido en mi oficina —se giró hacia un drone y ordenó—. Por favor, escolta al Emperador a mi oficina. Llevaré a la Emperatriz a sus cuarteles.

—La Emperatriz debe asistir a la reunión —dijo Edward, con sus ojos entrecerrados y su cola azotando de irritación.

El Presidente sonrió condescendientemente. —Mi gente no está acostumbrada a que una mujer se involucre en este tipo de asuntos. Sería lo mejor si se retirara a sus cuarteles.

—Está bien, Edward —dijo Bella. Estaba disgustada por toda esta situación. No valía la pena causar una ofensa y hacer todo peor—. Me puedes informar después.

La cola de Edward se agitó por un momento de indecisión. —De acuerdo. Te veré pronto.

La besó en la frente y siguió al drone fuera del comedor.

Tanya se puso de pie y Bella dijo una oración de agradecimiento por tenerla ahí, siguiéndolos. El Presidente le ofreció su brazo a Bella. Ella no quería tocarlo, pero apretó los dientes y la tomó educadamente. Él la observó de arriba a abajo, haciendo que se encogiera para sus adentros.

—Una cosa tan pequeña que ha causado tal controversia —murmuró.

—Solo estoy tratando de hacer lo que yo siento que es lo correcto —dijo Bella. Ella tuvo que trotar para seguirle el paso a sus grandes zancadas.

—Tiene un adorable cabello —le alabó. Bella le echó un vistazo a su rostro y apartó la mirada rápidamente. Sus ojos brillaban con lujuria y sus labios estaban curveados en una pequeña y cruel sonrisa.

—Gracias —murmuró, con sus ojos pegados al piso. Su rostro era casi tan rojo como el de él.

Se detuvieron enfrente de la puerta de los cuarteles de Bella y Edward.

—Ha tenido tanta dificultad últimamente con la rebelión, y ahora mi planeta está considerado una separación —su voz era baja mientras él trataba de evitar ser escuchado por Tanya—. Yo tal vez podría… persuadir el rechazo de la propuesta del senado.

Su mano cepilló el cabello de Bella y ella jaló su cabeza, apartándose, al mismo tiempo que el bastón de Tanya azotaba enfrente de su cara, deteniéndose a casi nada de su nariz.

—No está permitido tocar a la Emperatriz —siseó Tanya. Bella se escondió detrás de ella, con su piel erizada.

—Lo siento, pero no soy muy persuasiva —dijo Bella—. Buenas tardes, Presidente.

Abrió la puerta y se lanzó hacia dentro, escondiéndose hasta que Tanya entró.

— ¡Jesús! ¡Qué arrastrado! —Murmuró Bella y se estremeció de disgusto. Sentía como si necesitara una ducha justo ahora, y de verdad quería lavar su cabello. Se debatió sobre decirle o no a Edward, porque la situación ya era lo suficientemente tensa sin tener que enfurecerlo por encima de todo, pero ella sabía que era mala idea mantenerle secretos.

Bella tuvo que brincar para subirse al camastro, con sus brazos esforzándose para impulsar su peso hasta que pudo alzar una pierna para arrastrarse y tumbarse. Miró hacia el techo, el cual estaba cubierto de hermosas pinturas de animales extraños. Bella se preguntó si eran reales o mitológicos. Decidió que no quería quedarse atascada por más tiempo para averiguarlo. Quería irse de ese horrible planeta y alejarse de sus sucios líderes.

No pasó mucho antes de que Edward regresara. Su cola estaba caída por el desánimo, y se veía cansado.

—Estoy empezando a sentir que este viaje fue una pérdida de tiempo —dijo con un suspiro, hundiéndose junto a ella—. No hubo negociaciones hasta que me presentaron una lista de demandas. Quieren que su carga de impuestos se reduzca en un 20%, porque dicen que no deberían subsidiar la búsqueda de parejas Volturi, o la compensación de los drones que escaparon, lo cual es inmoral, según ellos. Demandan que no solo estarán exentos de las nuevas leyes de los drones, sino que Volterra los proveerá de fuerzas de seguridad en el puerto espacial, para que puedan asegurarse de que los drones no sean capaces de escapar del planeta.

—Ridículo —dijo Bella—. ¿Crees que diseñaron sus demandas de manera intencional para que fuesen cosas que sabían que podrías rechazar?

—Podría ser —Edward pasó sus manos por su cabello.

—Necesito decirte algo —dijo Bella—. El Presidente… Uhm… Él me hizo proposiciones.

— ¿Qué? —La voz de Edward era tranquila.

—Él básicamente dijo que si tenía sexo con él, podría rechazar la propuesta de la separación.

Edward se puso de pie, con un feroz gruñido rasgando su garganta, y con ojos asesinos. Se dirigió a la puerta. Bella lo tomó de la cola, aferrándose al ondulante camastro.

— ¡Edward, no lo hagas!

— ¡Ese hijo de Kraken! (2) —Siseó—. ¿Cómo se atreve? Bella, suelta mi cola.

—No, Edward. Harás que todo sea peor. ¿Solo vámonos a casa, de acuerdo? ¿Por favor? ¿Por favor? —Sus ojos le rogaron. Una idea se le ocurrió—. Tal vez lo hizo porque quiere que lo ataques, para darle una excusa para causar todo tipo de problemas. Tal vez ese fue su plan todo este tiempo. Jessica trató de provocarme, abusando de su drone, y Ephraim trata de enfurecerte, haciéndome proposiciones.

Edward se congeló y ella pudo ver los engranes de su mente moviéndose mientras lo consideraba. Soltó su cola.

—Sí, Bella, probablemente tengas razón —acunó su rostro con su palma, pasando su pulgar sobre su mejilla—. ¿Qué haría sin ti?

— ¿Sabes lo que esto significa? —Preguntó Bella, con sus ojos brillando.

— ¿Que los dos son suicidas? —Respondió sombríamente.

—No —la confianza de Bella crecía con cada palabra—. Que están asustados. No creen que tengan el apoyo necesario como para abandonar, así que tratan de que nosotros perdamos el temperamento para hacernos quedar mal.

—Mi pareja no solo es bondadosa y hermosa, sino que también es inteligente. Ciertamente, soy el más afortunado de los hombres —besó sus labios suavemente—. Has nacido para gobernar, Bella.

Ella sonrió. —Gracias. ¿Qué dices si nos vamos de aquí y dejamos estos estúpidos juegos?

—Hagámoslo entonces —dijo Edward—. No están interesados en negociar razonablemente. Tal vez lo hagan, una vez que se den cuenta de que no estamos intimidados por sus amenazas —Edward jaló su comunicador y tecleó unos cuantos botones. (Bella quería uno, pero a pesar de lo avanzado de la tecnología, no habían sido adaptados para usarlos en inglés)—. He ordenado que el barco sea rellenado de combustible y preparado para partir lo antes posible, pero estará listo por lo menos en una hora.

— ¿Podemos, por favor, esperar en el puerto espacial? —Preguntó Bella, sin ganas de pasar más tiempo ahí del absolutamente necesario.

—Eso suena como una buena idea —dijo Edward. Abrió el baúl, al pie del camastro, y dispuso a sacar sus bolsas. Se congeló, e incluso su cola se quedó estática—. ¿Bella? Quédate en el camastro. No te muevas.

— ¿Qué? ¿Qué es?

—Es un kirshi —dijo. Lentamente, se puso de pie y se hizo hacia atrás hasta alcanzar la ventana. Dio un tirón a las cortinas y sacó la barra. Se acercó cuidadosamente hasta el cofre, esperando su oportunidad, antes de atacar, agitando el tubo con un sonoro ¡whack!

— ¿Lo atrapaste? —Preguntó Bella.

—Sí —Edward arrojó a un lado el tubo.

Bella bajó del camastro y se asomó en el baúl. Vio una cosa aplanada y destrozada, del tamaño de un ratón, pero no pudo distinguir muchas cosas. En cierta forma, no se veía como algo que provocara la alarma de Edward.

— ¿Qué es un kirshi, de todas formas? —Preguntó.

—Un pequeño reptil. Tienen un aguijón, el cual es mortal para los humanos.

—Es algo bueno que no tengamos de esos en Volterra —dijo Bella con un escalofrío.

—Tampoco son originarios de este planeta —dijo, con voz severa.

— ¿Tú crees que…?

—No sé —dijo—. Parece ser estadísticamente improbable que un kirshi pueda estar en este planeta y termine en un maletero que sea usado por uno de los cuantos humanos que hay aquí.

Revisó su maleta antes de arrojarla sobre su hombro. Se detuvo en el marco de la puerta para informarle a Tanya sobre el cambio de planes, y ella de hecho sonrió, siguiéndolos hasta el pasillo con unos cuantos saltitos al caminar. Se encontraron a Jessica en el pasillo, de camino a las puertas del palacio.

— ¡Esperen! ¿A dónde van?

—A casa —dijo Edward, y ni siquiera detuvo su andar.

Jessica no se veía sorprendida, pero parecía preocupada. Trotó hasta quedar en frente de ellos, con sus manos levantadas frente a ella, tratando de persuadirlos para que se detuvieran.

—No se vayan. No todavía. Solo quédense esta noche.

—No.

Jessica tomó el brazo de Edward. Él vio hacia abajo y le dio una mirada escalofriante, haciendo que lo soltara como si la hubieran quemado.

—Solo por esta noche —rogó—. ¿Por favor? Bella, perdona si te molesté al golpear a mi drone. No sucederá de nuevo. Por favor, solo quédense hasta mañana.

—No.

Caminaron hasta las puertas de enfrente del palacio, dejándola parada ahí, con su rostro contrariado y algo de miedo en sus ojos.

—Me pregunto de qué habrá ido todo eso —dijo Bella, mientras Edward la tomaba en brazos. Colocó su peso de manera cómoda en sus brazos.

—Nada bueno, me imagino —miró a su alrededor, incrementando su impaciencia—. ¿Tanya, le importaría pedir un vagón para nosotros?

Tanya puso sus dedos en su boca y soltó un extraño y chillante silbido. Eso logró que cada animal que lo hubiera escuchado a la distancia corriera en su dirección; desde las gordas y peludas criaturas, como San Bernardos, que jalaban los vagones, hasta las aves y la fauna urbana. Muy pronto, estuvieron de pie en medio de un amplio círculo de animales, grandes y pequeños, como algún tipo de número musical bizarro de Disney, en el cual las criaturas harían un vestido, construirían una casa, o algo.

Santa vaca, la Leyenda de Tyolet(3), del Rey Arturo, pensó Bella, sacudiendo la cabeza. Tanya nunca dejaba de asombrarla.

— ¡Usted! —Tanya agitó su bastón a un hombre que estaba tirando de sus riendas, enojado, tratando en vano de conseguir que la criatura jalara su vagón y regresara a la carretera. El animal corrió hasta Tanya, sin tomar en cuenta completamente a las otras criaturas en su camino, las cuales tuvieron que dispersarse para evitar ser aplastadas por su pata plana, como de un elefante. Tanya se hizo a un lado, hábilmente, cuando la criatura trató de lamerla con su enorme lengua— ¿Su vagón está libre para alquilarlo?

—Lo está cuando mi gurdon coopera —dijo.

—Creo que él lo obedecerá ahora —dijo Tanya—. Llévenos al puerto espacial.

Bella no estaba segura si había dicho la última parte al hombre o a la enorme criatura del tamaño de un perro. Una vez que subieron a bordo, se puso en marcha en dirección al puerto espacial sin ser dirigido por el conductor. Una vez que llegaron, Edward le tendió un puñado de monedas al desconcertado hombre. Tanya le dio una palmadita al animal y le susurró algo al oído.

Bella dio un vistazo por encima del hombro de Edward. Se arrepintió que su primera experiencia fuera del mundo hubiera sido tan decepcionante. El puerto espacial estaba ubicado en los límites del pueblo y pudo ver más allá del desierto deshabitado, con su color rojo ladrillo, azotado por el aire caliente, esqueletos secos de árboles muertos, señalando al brillante cielo azul. Había una salvaje e inquietante belleza en todo eso. Bella admiró que los Kebians no solo se las arreglaran para sobrevivir, sino que prosperaban en este implacable lugar. Esperaba que algún día tuviera la oportunidad de regresar y explorarlo de manera apropiada.

Capítulo 17: Ganando corazones y mentes Capítulo 19: Dios Odio a los Cobardes

 
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