Escrito en las Estrellas (+18)

Autor: Fanfiction Addiction
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 29/03/2013
Fecha Actualización: 30/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 18
Visitas: 110130
Capítulos: 33

Traducción: Edward es el rey de una raza en extinción, su planeta es desgarrado por la guerra civil. Bella es secuestrada y llevada a convertirse en su esposa.De estudiante de la universidad a reina... ¿Podrá aprender amar a este hombre extraño y ayudar a salvar a su pueblo?

 

Escrito en las Estrellas es un fanfic original de Lissa Bryan y traducido por Fanfiction Addiction con el debido permiso de su autora.

 

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Capítulo 3: Valiente Nuevo Mundo

Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Miranda Pattinson/ Isa BetaTraductora Ffad (FFAD)

Beta:Verito Pereyra (FFAD)

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±

Edward llevó a Bella de regreso al apartamento, antes de partir, para que ella se pudiera cambiar de ropa. Él utilizó el botón para llamar a Jacob y le ordenó encontrar la ropa más caliente de Bella y ella difícilmente podía contener su emoción. ¡Iba a ver la superficie!

La túnica azul oscuro y gruesos leggings a juego que le llevó Jacob, estaban hechas de algún tipo de lana gruesa, suave y era tan caliente como un abrigo. Los leggings tenían adjunto medias, como un par de pijamas footie. Bella estaba sudando para el momento en que Edward terminó de envolverla en chales, pañuelos de cuello, un sombrero de piel gruesa y guantes, sobre los cuales tenía una pesada capa también forrada con piel. Ni él, ni Tanya se pusieron alguna ropa extra, aparte de un par de sandalias, y Bella les envidiaba.

Jacob todavía estaba arrodillado en el suelo junto a ellos. Tan pronto como él tuvo a Bella envuelta para su satisfacción, Edward fue a uno de los troncos y sacó lo que parecía una correa y un collar de metal de plata solida con símbolos grabados. Edward cerró el collar alrededor del cuello de Jacob y adjuntó la correa, envolviendo el extremo alrededor de su muñeca.

— ¡Edward! —Bella gritó, sorprendida.

— ¿Qué? Lo traeré para que lleve nuestros paquetes, debemos efectuar algunas compras. ¿Te molesta que lo llevemos?

— ¡No puedo creer esto! ¿Estás haciendo que use una correa y un collar, como un perro?

Ella podría decir que Edward estaba tratando de averiguar exactamente qué fue lo que ella encontró tan desagradable y estaba fallando.

—No sé lo que es un "perro" —, dijo tentativamente.

—Sólo los animales usan correas y collares en mi mundo —, dijo Bella. —Él no es una mascota, es una persona.

—Él tiene que llevar el collar si lo llevamos afuera —, argumentó Edward. —Es la ley.

Bella cerró los ojos y contó hasta diez.

— ¿Puedes por favor quitarle el collar?

Edward lo retiró, y le dijo severamente a Jacob: —Quédate con nosotros. No te alejes.

—Sí, Emperador —, dijo Jacob. Cuando Edward se alejó, Jacob dio a Bella una pequeña sonrisa.

Subieron por una larga escalera de piedra tallada. Bella estaba jadeando y exhausta para el momento en que ella había subido un tercio del camino. No estaba segura si se debía a la mayor gravedad, o a que tenía más capas que un burrito. Edward notó que ella estaba flaqueando y la levantó, llevándola como si ella no pesara nada.

La habitación en la que entraron, después de llegar a la parte superior de las escaleras, era algo así como una estación de metro. Aparentemente, el Emperador de los Nueve Planetas utilizaba el transporte público. Ellos esperaron en la plataforma y no pasó mucho tiempo antes de que un vehículo llegara, no era largo como vehículos unidos de un tren como Bella imaginaba, sino un solo vehículo rectangular que se movía silenciosamente sobre su vía. No tenía conductor y no había asientos en el interior. En su lugar, había una plataforma ligeramente elevada de cojines en el centro. Edward suavemente depositó a Bella en los cojines y se sentó a su lado, colocando sus piernas al estilo indio. Jacob se quedó en el suelo, arrodillado junto a Tanya.

Hubo un ligero campaneo y el vehículo comenzó a moverse, deslizándose silenciosamente a través de un largo y negro túnel, antes de salir a la brillante luz del sol. Bella brincaba sobre los cojines, tan emocionada como un niño, tratando de ver en todas direcciones a la misma vez.

Se estaban acercando a una ciudad adelante, moviéndose a través de campos y prados. Las plantas eran enormes. Bella había visto fósiles de mega flora de la antigüedad en la Tierra, pero ver cosas como esas en la vida real, era asombroso. Hojas que ella podría haber utilizado como un bote, flores tan altas como lo era ella. Pasaron a través de un grupo de árboles y Bella solo pudo mirar boquiabierta. Eran enormes, haciendo que las secuoyas de California parecieran cerillas. Bella estiró el cuello tan alto como pudo, pero no podía ver el tope de ellos. En un momento dado, el tren pasó a través de un árbol; el túnel fue perforado a través de la parte inferior del enorme tronco.

Un insecto enorme del tamaño de un gato aterrizó en la ventana y Bella se echó hacia atrás con un pequeño grito. Bueno, eso fue inquietante, pero ella supuso que si tienes enormes plantas y enormes animales, tendrías enormes insectos para ir junto con ellos. De repente se sintió más apreciativa de la ciudad subterránea.

Granjas adornaban el campo, la mayoría de ellas criando animales en lugar de cultivos. Bella estaba encantada con las casas circulares, cada una coronada por un techo cónico. Los animales más comunes que ella vio en los pastos eran herbívoros, de cuello largo, del tamaño de elefantes, que Edward le dijo que se llamaban kurra. Ellos tenían un temperamento sereno, le dijo él, y su pelo largo y desgreñado se teje en ropa barata y duradera. Él indicó la ropa que Jacob usaba, como un ejemplo.

El tren aminoró la marcha mientras entraban en la ciudad. Aunque las calles eran amplias, ella no vio otro tipo de vehículos que excepto unos pequeños vagones arrastrados por drones. El tren se detuvo en una pequeña plataforma donde un puñado de personas esperaba.

—Ah, aquí estamos —, anunció Edward, recogiendo a Bella y saliendo cuando las puertas corredizas se abrieron, Tanya y Jacob silenciosamente detrás de ellos. Hacía más frío afuera de lo que Bella había previsto, ligeramente por encima de congelación con un viento cortante. Edward con sus brazos desnudos y los pies descalzos, no parecía darse cuenta de la frialdad, ni Tanya, quien sólo llevaba esos pantalones sueltos.

—Pensé que podrías disfrutar visitando el mercado —, dijo Edward.

Bella miró a su alrededor con curiosidad. Se trataba de un mercado al aire libre, muy parecido a los que ella había visto en las películas del Oriente Medio. El área estaba llena de gente, comprando en los puestos. Ella reconoció algunos de los tipos de alienígenas del salón comedor, pero otros, ella nunca los había visto antes y casi no podía dejar de mirarlos. Parecía haber una variedad infinita de colores de piel y de cabello, la principal cosa que tenían en común era su tamaño.

Había Dynali altos y azules, aquí y allá, los cuales todos tenían pelo. Bella miró a la cabeza calva de Tanya y se preguntó, si se trataba de una elección de moda o si había perdido su cabello debido a alguna enfermedad.

Allí había muchas personas que reconocieron al Emperador y su nueva prometida, pero fueron alejados por el rápido movimiento del bastón de Tanya. Aquí afuera, la gente no se arrodillaba cuando lo veían, ellos inclinaban su cabeza hasta que él hubiera pasado. Todo el mundo se mantenía a una distancia respetuosa, pero miraban con curiosidad a Bella. Varios agitaban documentos a él, peticiones, Jacob los recogía y Edward prometía a cada persona que iba a leerlos y considerarlos.

Edward caminaba lentamente, de modo que Bella pudiera dar un buen vistazo a los artículos para la venta en cada puesto. Él leía en voz alta los letreros para ella y le explicaba sobre los artículos que ella nunca había visto.

— ¿Qué es eso? —preguntó Bella, señalando a un artículo que él había saltado.

—Eso es un extensor de cola —él dijo, viéndose un poco avergonzado. — "Garantizado para extender la longitud y el grosor de su cola, o su dinero será reembolsado" —, él leyó.

Bella escondió una sonrisa. Ella supuso que los hombres eran iguales, no importa en qué planeta estuviesen.

Ellos encontraron una mesa que vendía artículos importados de la Tierra, y Bella le preguntó a Edward para que le comprase un cepillo para el cabello y un cepillo de dientes. Este último se le hizo curioso a él, porque su pueblo se limpiaba los dientes masticando tiras de cuero. Ellos no tenían grietas en la que los alimentos quedaran atrapados, como sucedía por la forma que los dientes humanos tenían. Bella le explicó sobre las caries y los dentistas, y él encontró que la idea de una persona cuyo único trabajo era raspar los dientes de otras personas debía ser muy divertido.

Para pagar por sus compras, él insertó algo parecido a una memoria USB dentro de una ranura en la mesa del vendedor. Un panel se deslizó hacia atrás para revelar una pantalla táctil en la que él presionó su pulgar, manteniéndolo ahí hasta que el dispositivo sonó. El vendedor hizo una reverencia y les dio las gracias. A medida que se alejaban, el vendedor fue asediado de inmediato por personas que pedían saber qué fue lo que la Alpha Prima había comprado, tomando cepillos para el cabello y cepillos de dientes para ellos mismos. Bella supuso que esto sólo demostraba que Edward estaba en lo cierto sobre el poder de su fama en la economía.

Ella vio muchos drones en la multitud, todos ellos usando collares, algunos de ellos con correas sostenidas por sus dueños. La sangre de Bella hervía, pero ella no dijo nada. Ella no estaba preparada, sin embargo, para la subasta de drones.

—Yo no puedo ver esto —, le dijo a Edward, volviendo su rostro lejos del lamentable espectáculo de un grupo de drones, sentados en un corral construido con clavos inclinados hacia el interior, comprados uno por uno para ser vendidos a las ofertas de la multitud. Vio a una mujer acariciar abiertamente al drone que estaba en el escenario, mirando de reojo y bromeando con sus amigos acerca de sus atributos y su potencial para satisfacer a una mujer. Siguieron caminando y Bella se prometió a sí misma que encontraría alguna manera de poner fin a esta barbarie.

Ellos doblaron en la esquina y bajaron a la siguiente fila de puestos. Uno de ellos era atendido por una criatura que tenía la cabeza como un Doberman con orejas largas y caídas. ¡Es Anubis!, pensó Bella, y se preguntó si era posible que criaturas como éstas hubieran visitado la Tierra en algún momento en el pasado, inspirando a los antiguos Egipcios para adorarlos como dioses.

El puesto tenía docenas de jaulas, que contenían las pequeñas criaturas más adorables que Bella había visto en su vida. Más pequeñas que su puño, parecía un buen negocio, como los loris, con sus enormes ojos y patas parecidas a manos. Tenían la piel oscura, con la cola tupida y color malva.

Bella chilló.

—Edward, detente aquí. Quiero mirarlos —. Ella sonrió al dueño del puesto con cabezas de perro. — ¿Muerden?

—No, Alpha, no lo hacen —. La respuesta vino de un drone arrodillado en el suelo junto al puesto, su collar encadenado a uno de los soportes. Él inclinó la cabeza. — Por favor, perdóneme por responder sin ser mandado a hacerlo, pero mi maestro no puede hablar como usted lo hace —. Su dueño lo miró con una expresión de cariño y le dio una palmada en la cabeza.

—Se llaman zorbe —, le dijo Edward. —Ellos viven en nuestros bosques.

Bella metió un dedo a través de una de las jaulas para tocar la piel de la pequeña criatura, tan suave como la de un patito recién nacido. Él envolvió sus pequeñas manos alrededor de su dedo, olfateando con su diminuta nariz color rosa, y Bella lo arrulló a él. El propietario abrió la puerta de su jaula, sacó la pequeña criatura y se lo entregó a Bella. La criatura, se subió por su capa para acariciar con el hocico su cuello, escondiéndose en su cabello. Bella se rió y la cola de Edward se sacudió por el placer causado por ese sonido.

— ¡Oh, Edward, son tan dulces! — ella dijo con afecto.

—Son deliciosos —, coincidió Edward. —Escoge unos pocos bastante gordos y los tendremos para la cena de esta noche.

Bella gritó de horror. — ¿Te los comes?

La cola de Edward cayó. —Estás enojada conmigo otra vez.

—No... Es sólo que... son tan bonitos —. Bella sabía que estaba siendo tonta. ¿Era esto realmente diferente de comer una vaca o un cerdo? Pero la idea de que estas adorables cosas terminen en la olla del guiso de alguien esta noche, le daba ganas de llorar.

Edward suspiró. Puso su chip de dinero en la ranura y dijo: —Todos ellos —. El propietario los sacó de sus jaulas, uno por uno, colocándolos en una bolsa de tela grande. Edward se la entregó a Jacob. —Ve y libera estos en la línea de árboles —, ordenó.

Bella lanzó sus brazos alrededor del cuello de Edward.

— ¡Gracias, Edward! ¡Eso fue muy lindo de tu parte!

Él la miró a sus brillantes ojos.

—Cualquier cosa para hacerte feliz —, dijo.

— ¿Puedo quedarme con éste? —Preguntó Bella, quitando el zorbe que estaba subiendo a su oído.

— Si quieres… —. Edward tomó una de las jaulas y puso a la pequeña criatura en su interior. Esperaron a que Jacob regresara con el saco vacío y luego le entregaron la jaula a Jacob para que la llevara.

Edward rozó la mejilla de Bella con la mano y frunció el ceño. —Estás fría.

— Estoy bien —, argumentó Bella, no queriendo irse de un lugar tan interesante.

Edward se alejó del mercado.

—Tenemos que llevarte al interior para que puedas entrar en calor.

Cada uno de los edificios que pasaban tenía el mismo diseño de planta circular como las casas de las granjas, rodeadas de una gran extensión de césped y plantas decorativas. Ellos, aparentemente, tenían una aversión por los centros urbanos superpoblados. Pensó en las ciudades del interior de su hogar, los edificios muy juntos, ni una brizna de césped a la vista, la basura, el grafiti. La única basura que ella había visto en las calles de esta ciudad eran hojas.

Después de una distancia de pocas cuadras, Edward se volvió en un edificio circular que estaba ubicado en la esquina.

—Pensé que podrías disfrutar viendo esto —, dijo, deteniéndose en un pequeño vestíbulo. —Es una de nuestras bibliotecas —. Él la puso de pie y abrió el segundo juego de puertas.

Un Volturi sentado en un escritorio bajo en la puerta dijo: —Señor, usted tiene que dejar su drone aquí —. Edward se volvió hacia él y el hombre jadeó, cayendo de rodillas. —Perdóneme, por favor, Emperador. Yo no lo reconocí. Por supuesto, usted puede llevar su drone al interior.

Edward no tuvo problemas.

—No se preocupe. Las reglas son las mismas para todos, incluso para un Emperador —. Él señaló a un lugar por el escritorio. —Jacob, quédate allí.

— ¿Por qué no pueden los drones entrar en la biblioteca? —Preguntó Bella. Parecía que todo el mundo allí se volvió, eso era otro ejemplo de la desigualdad en su sociedad. Ella sabía que no debía juzgarlos por los estándares americanos, pero todo dentro de ella se oponía a la idea de la esclavitud.

—En primer lugar, para reducir el tráfico —, respondió Edward, poniendo a Bella sobre sus pies para que pudiera explorar. —En las horas pico, puede ser muy concurrido por aquí. No hay ninguna razón por la cual drones tengan que estar en el interior. La mayoría de ellos, no saben leer.

El centro de la habitación, estaba ocupado por mesas bajas y anchas, con pantallas de computadoras incorporadas. Alrededor de las paredes, había filas de contenedores etiquetados, con montones de rollos de papel.

—La mayoría de nuestros libros hoy día, son electrónicos —, dijo Edward a Bella, —pero hay algunas personas que prefieren el formato original. Este piso es para libros de los Volturi —. Él sacó un rollo del contenedor y lo abrió. Bella tentativamente lo tocó y descubrió que se trataba de un tipo de tela fina, no de papel.

— ¿Alguno de ellos ha sido traducido a mi idioma? —preguntó ella.

—Principalmente los clásicos, creo —, respondió Edward, colocándolo nuevamente en el contenedor.

— ¿Se puede tener algunos de ellos en mi e-Reader? —preguntó ella, y podía decir que él estaba contento de que ella quisiera leer la literatura de su cultura.

En el segundo piso, había estantes que contenían libros de los otros mundos, incluyendo libros de la Tierra. Bella sacó un libro de la estantería, una colección de fotografías de National Geographic.

— ¿Puedes mirar esto? —Ella quería compartir algo de su mundo con Edward.

De vuelta al escritorio, el bibliotecario Volturi escaneó un lugar en el libro que se parecía a un código de respuesta rápida, y Edward insertó su chip de dinero en la ranura. Él le pasó el libro a Jacob para que lo llevara y se dirigieron de nuevo a la calle.

—Perdóneme, Alpha Prima —, dijo Tanya.

Bella saltó por la sorpresa de oír esa profunda, resonante voz.

— ¿Sí, Tanya?

—Me gustaría visitar el templo, si me lo permite —, dijo ella.

—Por supuesto. Me gustaría verlo también —. Ella tenía curiosidad acerca de su religión.

El templo estaba a sólo dos edificios bajando la calle. Desde el exterior, no parecía diferente de cualquier otra estructura. El interior estaba iluminado por un tragaluz, la piscina de luz caía sobre una mesa en el centro, que daba luz a un recipiente grande de metal, en el que había un pequeño fuego encendido. En la mesa de al lado, habían pedazos de papel y lo que parecían ser lápices de colores.

Alrededor de las paredes, había estatuas y altares de diferentes tipos. Un puñado de fieles estaban esparcidos alrededor, algunos orando con sus manos extendidas delante de ellos, otros de rodillas y una mujer que parecía estar haciendo un sacrificio de su propia sangre, cortando la palma de su mano y dejándola gotear en el fuego sobre el altar.

—Esto no es solo por una religión, ¿verdad? —preguntó Bella, manteniendo la voz baja.

—Es un templo donde todos pueden venir y adorar a su manera —, dijo Edward. —La libertad religiosa es un derecho garantizado a todos los ciudadanos de la Federación.

— ¿Qué altar pertenece a su religión?

Edward la llevó a la estatua de una mujer regordeta que parecía ser Volturi, ya que tenía una cola y garras.

—Esta es la Madre de todos —, dijo y le dio al ídolo una respetuosa reverencia.

— ¡Edward! Qué sorpresa tan maravillosa —. Un hombre Volturi con una larga túnica de color azul claro, se les acercó y se arrodilló delante de ellos. Era la única persona, además de ella y Emmett, que utilizaba el nombre de Edward en lugar de su título. Era muy guapo, casi tanto como Edward, con el pelo rubio claro y rasgos cincelados. — ¿Esta es la Alpha Prima?

Edward le dijo que se parara.

—Bella, él es Carlisle. Él es mi… —Edward pensó en cómo explicarlo. —Él está en el lugar de mi padre.

Bella asintió con la cabeza.

—Mi pueblo lo llama un padrino. ¿También tienes una madrina?

Los ojos de Carlisle brillaban.

—Mi amada compañera, Esme. Ella también es una terrícola.

Las colas de los hombres se entrelazaron mientras hablaban, lo que Bella supone que era un gesto de afecto. Cayeron en una discusión de la rebelión, Edward pidiendo la opinión de Carlisle sobre una propuesta de un tratado. Bella se disculpó, mucho más interesada en explorar el templo. Se alejó estudiando las diversas estatuas y sus altares. El templo estaba caliente, demasiado caliente para llevar tantas capas con ella. Se quitó el manto y Jacob fue al instante a su lado para tomarlo. Ella le dio una sonrisa de agradecimiento y continuó su exploración. En la pared del fondo se encontró un altar cristiano, una gran Biblia abierta en su superficie y una gran cruz que llevaba un Cristo sufriente. Se puso de pie ante la familiar imagen por un buen rato.

— ¿Ese es tu Dios? —preguntó Edward, reuniéndose con ella después de decir sus despedidas a Carlisle.

—Aparentemente —, dijo Bella. — Creo que la mejor forma de decirlo es decir que es el Dios de mi pueblo, pero nunca fui muy observadora.

— ¿Qué pasó con él? — . Edward observa la imagen con horror. Ella supone que la imagen de un hombre moribundo y agonizante parecía extraña en comparación con sus íconos y Dioses regordetes y alegres en abundancia, con aspecto suave de madres y feroces guerreros.

Bella trató de explicar la compleja historia en unas pocas frases, llegando a los principales puntos de la trama de Adán y Eva, el árbol del conocimiento, el concepto del pecado original y por qué el sacrificio tenía que hacerse.

—Tu Dios tuvo que bajar a la Tierra como un ser humano, para que un humano pudiera matarlo, ¿para pagar el mal que Dios puso dentro de ellos? —. La voz de Edward era cuidadosa, pero ella se dio cuenta que él pensaba que era muy extraño.

—Bueno, Dios no puso a los seres humanos dentro de los malos. Venían de las primeras personas, por comer del árbol que Dios les dijo que no tocaran.

—Si él no quería que lo tocaran, ¿por qué no lo puso en un lugar donde no pudieran llegar a él? ¿Era un truco?

—Algo así… —respondió Bella, dándose por vencida.

Recorrieron para mirar otros altares, Edward dando un breve resumen de cada religión que era objeto de culto. Bella se preguntaba si para él era tan difícil resumirlo como lo fue para ella. Se detuvieron detrás de Tanya, que todavía estaba rezando en su altar. Detrás de ella había una imagen un tanto confusa de una mujer dando a luz en un océano. Tanya terminó sus oraciones y le dio un beso a la superficie del altar. Vio la curiosidad de Bella y parecía complacida por eso.

—Esta es la Ama de las Aguas, Alpha Prima. Como el agua sostiene la vida, ella sostiene todas las cosas vivientes. Yo estaba dedicada a ella de niña, y ahora sirvo como una de sus sacerdotes —. Fue lo más largo que había escuchado de Tanya, que debe ser un testimonio de cuán importante es su fe para ella.

—Por favor, no se ofenda si mi pregunta es descortés, ¿pero no tenía otra opción?

—Si no tienen afinidad para servir, yo podría dejar de ser un adulto —respondió Tanya, imperturbable ante lo que dice Bella. —Mi talento reside en las artes marciales. Yo fui entrenada para proteger, un gran honor poder servirte y protegerte, Alpha Prima. Primero tomé los votos del Ama para poder protegerte con mi vida. Al servir a las personas importantes de nuestro pueblo, servimos al Ama.

Edward cubrió los hombros de Bella con la manta.

—Ahora tenemos que volver a casa, Bella. Nuestro tiempo se acorta —. Se dirigieron a la puerta y Edward se detuvo en la mesa del centro que tenía el plato de las llamas. —Escribe tu oración y ponla en el fuego —. Vio como Edward escribió una serie de símbolos y luego dejó caer el papel en las llamas.

Bella lo consideró por un momento y luego escribió: Por favor, ayúdame a ser una buena emperatriz. Dobló el papelito y lo dejó caer en las llamas. Una pequeña bocanada de humo rosa púrpura salió de la hoja mientras se quemaba. Edward sacudió la cola.

—Tu oración contentó a la Madre —, dijo. Bella era de una tendencia más escéptica. Se imaginó que los sacerdotes probablemente trataban algunos de los pedazos de papel con una sustancia química para que el humo apareciera de vez en cuando, pero ella no estaba dispuesta a expresar esas dudas cuando Edward se veía tan contento en su nombre.

Jacob subió a los altares. No podía escribir, por lo que mantuvo el papel en sus labios y le susurró algo, dejándolo caer en las llamas.

.

.

.

Regresando del paseo, Edward señaló a un gran edificio en la esquina de una calle.

—Esa fue mi escuela —, dijo. — Allí fue donde aprendí a luchar, cómo gobernar y cómo agradar a las mujeres.

Bella pensó que esa última parte tenía que ser una traducción equivocada, pero decidió no preguntar. Alice había dicho que él era virgen, pero no sin experiencia. Eso le dejó un montón de posibilidades. Bella encontró, para su sorpresa, que el pensamiento de Edward con otra mujer le hizo hervir de celos. Ella empujó el pensamiento lejos a toda prisa.

Viajaron en tren de un coche de vuelta a la ciudad subterránea y se detuvo en sus habitaciones, para que Bella pudiera cambiarse de ropa una vez más. Edward dijo que tenía una reunión del Consejo y que le gustaría que ella lo acompañara.

Debe haber sido importante, porque la túnica verde que Jacob le trajo, estaba bordada con las piedras preciosas verdes en el cuello y las muñecas. También le trajo un set de joyas de la emperatriz. Bella se cepilló el pelo y lo empujó hacia atrás con la tiara. Tenía que admitir que era muy bonita.

Ella volvió a su dormitorio a tiempo para ver a Edward quitar sus sandalias con un suspiro de placer, moviendo sus pies descalzos en el aire. Se dio cuenta por primera vez que sus pies, tenían las garras más pequeñas que la de sus manos. Sus propios pies estaban desnudos de nuevo, una situación que no encontró tan agradable como Edward. También había cambiado su ropa, ahora con un bordado chaleco blanco y unos sueltos pantalones beige. Hasta había hecho el intento de domesticar su pelo marrón oxidado pero, como siempre, fue un ejercicio inútil.

Jacob fue el encargado llevarse todos los abrigos de Bella y conseguir comida para su nueva mascota, zorbe. Bella no pudo resistirse a darle un poco de caricias antes de salir.

A través de los pasillos serpenteantes por donde caminaban, Bella de nuevo estaba completamente perdida, pero finalmente llegó a un gran número de puertas. Él hizo una seña a Tanya y se adelantó a tocar tres veces a la puerta con su bastón. Las puertas se abrieron, detenidos por esclavos en ambos lados. Bella ahogó un grito al ver cuántas personas estaban sentadas en el interior.

—El Emperador de los Nueve y la Alpha Prima —, anunció Tanya.

Había un estrado al medio de la habitación, con dos cojines gorditos sobre él. Alrededor del estrado, había grupos de personas concentradas en círculos pero parecía que todos los ojos estaban puestos sobre ella. Bella tragó. Cuando Edward dijo: —consejo, ella esperaba que fueran unos pocos asesores reunidos en una pequeña reunión. Esta era una audiencia con la corte. La ansiedad apretaba su estomago. ¿Y si ella hacía algo mal? Ella quería ponerse detrás de Edward y ocultarse. Se obligó a detenerse y se puso de pie. Ella no podía avergonzar a Edward por aparentar ser débil y cobarde. ¿Qué es lo que haría la Reina Isabel? Bella había leído la biografía de ella hace algunos meses atrás y siempre la había admirado. Isabel Tudor caminaba como si fuera la dueña del lugar y era solo la reina de una pequeña isla. Bella iba a ser la emperatriz de 9 planetas. La cola de Edward acarició la parte de atrás de su cuello. Ella lo miró hacia arriba y él le sonrió, agradecido por el pequeño consuelo.

Ellos tomaron sus asientos en el estrado, Tanya de rodillas detrás de ellos. Su habitual serenidad había desaparecido y parecía tensa y tirante como un alambre colgado. Sus ojos escaneaban continuamente la audiencia en busca de alguna señal de un movimiento sospechoso.

Cuando Edward habló, su voz era tranquila, pero firme, llamándolos a todos.

—El asunto que hoy nos ocupa es la propuesta de tratado con Tangeles por bulerías. Ellos estarán de acuerdo en dejar de suministrar a los rebeldes, si bajamos los aranceles sobre los productos de su comercio.

— ¡Y la bancarrota de nuestros comerciantes en el proceso! —gritó alguien. Hubo algunas voces que retumbaban en acuerdo.

—Vi que los golpearon con sanciones comerciales para el suministro de los rebeldes en primer lugar.

— ¿Sobre qué base? —Edward preguntó. —Ellos no son nuestro tema. No tenemos ninguna autoridad para decirle a un planeta soberano con quien pueden negociar. Ellos se acercaron a nosotros con esta idea- tratado, como una cortesía.

Y así fue, punto y contrapunto.

Edward se volvió hacia Bella.

— ¿Qué piensas?

Bella tartamudeó un poco.

—Y-yo… —su columna vertebral se puso rígida Piensa en lo que la Reina Isabel haría. Él parecía genuinamente interesado en su opinión. —Tal vez podrían negociar las tarifas que bajaron solo en ciertos artículos, en las cosas que nuestros comerciantes no se especializan ya que tendrán el menor impacto económico en nuestra gente.

Edward dio unas palmaditas en la pierna.

—Una excelente idea. Voy a hablar con el embajador. ¿Alguien más desea agregar algo?

Bella se sorprendió porque le pidiera su opinión, sobre todo porque ella no estaba muy involucrada en los problemas que enfrenta la Federación, pero Edward parecía sentir que su aporte era importante. Era obvio que él esperaba que ella fuera una regla, no solo un accesorio bonito o alguien que asistiera ceremonias de inauguración y bailes de caridad. Era una enorme responsabilidad y Bella estaba, francamente, aterrorizada. ¿Cuántas veces había criticado a los políticos por estar fuera de contacto, por no preocuparse o tener la previsión suficiente para ver cómo sus decisiones afectarían a sus electores?

A pesar de sus diferencias, parecía que había gente por todas partes que tenían las mismas necesidades fundamentales, instintos y deseos. Ella podía hacer esto. Se necesitaría tiempo para aprender acerca de sus leyes y de la sociedad, pero sabía que podía hacerlo. Porque a ella le importaba, como Edward había dicho.

Cuando se levantó la sesión, Tanya voló al lado de Bella y se quedó allí tan fuerte a su lado como unos gemelos unidos. A Bella no le había parecido esta preocupación cuando se encontraban en el mercado. Bella se preguntó qué sabía Tanya que ella no.

Unos pocos hombres se quedaron para hablar con Edward. Edward recibió a uno de ellos, un hombre que había sido muy vocal en favor de las sanciones en contra de los Tangeles por bulerías.

—Aro —, dijo Edward. —Qué bueno verte. ¿Cómo está Sulpicia? ¿Ha tenido su bebé?

Se le cayeron los hombros. Cuando habló, su voz era tan baja que Bella apenas podía oírlo.

—Sulpicia esta tan bien como se podría esperar, Emperador. El bebé es… El bebé es esclavo.

Edward bajó la cabeza.

—Lo siento —. Él puso su mano sobre el hombro reconfortando a Aro, como si el hombre hubiera dicho que su hijo había muerto.

—Bella.

Se volvió hacia el sonido de la voz.

— ¡Emmett! —dijo. —Hola, ¿cómo estás?

—Bien —, respondió. Sus ojos viajaron sobre su cuerpo y se quedaron en los labios. —No tuve la oportunidad de hablar mucho contigo en el desayuno —. Hubo un destello de resentimiento en esos ojos.

—Um… Edward y yo tuvimos un día de trabajo —dijo.

—Yo quería que terminaras —, Emmett dijo en voz baja. —Ahora, nunca voy a tener la oportunidad. Te vas a enamorar y elegirlo como tu compañero. Todo el mundo ama a Edward. Pero si tuviera la oportunidad…

—Emmett —. Era la voz fría de Edward.

Emmett se congeló, pero sus ojos, esos ojos dolorosamente tristes, se quedaron en Bella.

—Necesito hablar contigo —. Los ojos de Edward se entrecerraron cuando su hermano no se movía. — Ahora, Emmett.

Edward lo llevó bastante lejos para que Bella no oyera su conversación. Edward estaba enojado, Emmett quebrantado y triste. La actitud de Emmett se volvió suplicante y la negativa de Edward era firme.

— ¿Perdón, Alpha Prima?

Bella apartó los ojos a regañadientes de los dos hermanos.

— ¿Sí, Tanya?

— ¿Requiere mi presencia esta noche?

Bella sabía lo que estaba preguntando: ¿Bella tenía la suficiente confianza en Edward para dormir sin Tanya en el nido? Bella pensó en ello solo por un momento.

—No, no te necesito. Confío en él.

Tanya asintió con la cabeza.

—Él es un hombre bueno, Alpha Prima. Será un buen compañero para usted.

Bella estaba empezando a creérselo ella misma.

Emmett salió de la habitación, abatido, sin hablarle a Bella una vez más. Edward volvió a su lado.

—Lo siento por eso —, dijo.

—Lo siento por él —, dijo Bella en voz baja. Lauren había dicho que Edward estaba enamorado de ella porque la naturaleza los diseñó de esa manera. Los sentimientos no pueden ser lo que Bella considera como el verdadero amor, pero era obvio Emmett estaba herido.

Mientras caminaban de regreso a sus habitaciones, Bella le preguntó a Edward: — ¿Qué va a pasar con el bebé de Aro?

—En casos como este, el bebé se da generalmente a una guardería de esclavos en el que son criados y entrenados por el personal.

—Pero… eso es terrible. ¿Ellos no quieren quedarse con su bebé solo porque era esclavo?

—Bella, es algo que la mayoría de las familias encuentran vergonzoso. Muy pocos se quedarían y criarían a un esclavo, porque es nada más que un constante recordatorio de su fracaso.

— ¿Es algo que podría pasarle a cualquiera?

Edward lo consideró.

—Eso es lo que la ciencia médica nos dice; que cualquier embarazo Alpha tiene una probabilidad de uno en veinte en la producción de esclavos, y los números son más altos para las versiones beta, pero es más propensa en algunas líneas familiares que en otras.

—Mi familia nunca ha producido un esclavo —, su voz tenía un dejo de orgullo. —Si hay muchos esclavos que nacen de una línea, sus hombres se quitan para atender la lista de espera para los compañeros.

Bella sintió un escalofrío de miedo. ¿Qué pasaría si su hijo fuera un esclavo? ¿Edward la obligaría a darlo? Bella no creía que pudiera soportarlo. Ella envolvió sus brazos alrededor de sí misma y lo siguió por el pasillo. Sin embargo, era otra pregunta que no haría por temor a la respuesta.

 

Capítulo 2: Regalos Capítulo 4: El Secreto mas Oscuro

 
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