Escrito en las Estrellas (+18)

Autor: Fanfiction Addiction
Género: Ciencia Ficción
Fecha Creación: 29/03/2013
Fecha Actualización: 30/08/2014
Finalizado: SI
Votos: 15
Comentarios: 18
Visitas: 110137
Capítulos: 33

Traducción: Edward es el rey de una raza en extinción, su planeta es desgarrado por la guerra civil. Bella es secuestrada y llevada a convertirse en su esposa.De estudiante de la universidad a reina... ¿Podrá aprender amar a este hombre extraño y ayudar a salvar a su pueblo?

 

Escrito en las Estrellas es un fanfic original de Lissa Bryan y traducido por Fanfiction Addiction con el debido permiso de su autora.

 

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Capítulo 13: El Palacio y la choza

 

Historia escrita por:Lissa Bryan

Traducido por:Carla Liñan Cañamar (FFAD)

Beta:Verito Pereyra (FFAD)

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±

Fue difícil dejar el nido.

Mientras Rose terminaba de vestirse en el baño, Bella permaneció de pie junto a la puerta, viendo a su alrededor a la habitación vacía por lo que probablemente sería la última vez. Ella sabía que Edward y Rose estaban en lo correcto; ya no era seguro o práctico vivir ahí, pero lo iba a echar de menos. Esas paredes habían sido testigos de los momentos más felices de su vida. Ahí había sido donde sus bebés habían nacido. Miró hacia el poema tallado en la piedra, en la parte de arriba de las paredes, y las lágrimas brotaron de sus ojos.

Rose murmuraba y maldecía. Abrió de golpe la puerta del baño, tirando de su túnica.

—Estas personas pueden construir una nave que cruza el tiempo y espacio, pero no pueden hacer una túnica que entre correctamente sobre las tetas —miró el rostro de Bella. — ¿Oye, estás bien?

—Seh —mintió, y limpió las lágrimas de sus ojos. —Solo que... voy a extrañar este lugar, es todo.

Rose palmeó su hombro. —Edward y tú serán felices sin importar dónde vivan.

Bella forzó una sonrisa acuosa. —Tienes razón. Andando.

Salió por la puerta y se giró hacia Rose, mientras ella la cerraba, dándole un último vistazo. Tanya estaba esperándolas afuera y las dirigió camino abajo por los pasillos, hasta las escaleras a nivel de la superficie, pero en lugar de la plataforma del tren, estaban en un espacio abierto. Aún estaba oscuro, las estrellas eran como chispas de hielo en el cielo frío y despejado. El viento azotó contra los adoquines, y Bella tiritó, a pesar de las capas de ropa que Edward había puesto sobre ella, antes de subir al último camión. Rodearon la esquina y Bella obtuvo el primer vistazo a su vehículo. Era un vagón, como una caja sobre dos ruedas, y las varas eran tiradas por...

— ¿Esos son drones? —jadeó a los hombres, quienes estaban parados sosteniendo las dos varas de adelante. Los postes colgaban de las orillas, para que el vagón pudiera permanecer nivelado cuando estuviera en reposo.

Edward y Emmett estaban ayudando a cargar cajas al área de cargo, en la parte de arriba del vagón. Edward miró a su pareja, y abrió la puerta para ella. Bella se detuvo por un momento, porque se sentía mal que usaran a las personas como caballos.

—Entra, Bella, estamos dejando escapar la calefacción —se rindió. Edward mantuvo su mano arriba y ella la tomó, subiendo por los escalones hacia el lujoso interior, forrado con tela azul oscuro. Un brasero colgaba del techo, calentando la cabina. Alrededor de todo había suaves plataformas para sentarse. Bella se sentó, colocando sus pies debajo de ella. Del lado opuesto, Alice estaba sentada junto a Jasper, quien se deslizó de su asiento y se arrodilló enfrente de Bella.

—Jasper, detente —rogó Bella, mientras él presionaba el dobladillo de su túnica contra su frente. La miró con ojos de adoración.

—Sí, Jasper, detente —dijo Alice, con voz fría.

Bella le dio una mirada de disculpa y Alice trató de sonreírle de vuelta, pero su rostro estaba pálido y tenso. Los bebés treparon por encima de ella, mirando hacia afuera por las ventanas. Nessie sujetó una de las cortinas y miró hacia arriba, considerando obviamente si valía la pena trepar. Bella la alzó y la sentó en su regazo, manteniendo sus ojos estrictamente lejos de Jasper. Podía sentir su mirada en ella, y eso la hizo ruborizar con incomodidad.

Edward entró al vagón, seguido por Rose y Emmett. El vagón empezó a avanzar con una pequeña sacudida. Bella trató de no pensar en cómo era impulsada. Edward miró hacia Bella y la levantó de su asiento para posicionarla en su regazo, agachándose para acariciar su cabello con su nariz. Nessie trepó por su madre y se paró sobre sus hombros, sujetándola del cabello para balancearse, y puso una de sus manos en la cara de su padre. Edward le ronroneó y Nessie se acurrucó en su cuello, con su propio ronroneo agudo.

Bella miró por la ventana con curiosidad. Pasaron por una fila de pequeñas construcciones circulares, como si cada una tuviera su propia estructura, pero provenían de ahí mismo pues eran idénticas en tamaño y apariencia. Pequeñas, ordenadas, y muy bien conservadas, cada una con una pequeña cama de flores enfrente.

— ¿Qué son esos edificios?

—Esas son chozas de caridad —dijo Edward. —Son para aquellos que son demasiado pobres para permitirse comprar su propia casa.

Bella pensó en todas las personas sin hogar que merodeaban por las calles de las grandes ciudades. — ¿Para todos? ¿Qué pasa si no tienes suficientes casas?

—Entonces construimos más —dijo Edward, su voz era cuidadosamente educada, pero obviamente pensaba que era una pregunta tonta. —Las hay en cada vecindario —señaló una al final de la fila. —Lauren vive ahí —dijo.

Ugh. Lauren. Era un tema de mal gusto. — ¿Por qué vive en una choza de caridad? Ella tiene un empleo.

Edward se encogió de hombros, un gesto humano que había adquirido de Bella. No sabía, y obviamente no le importaba.

—He escuchado lo que dice sobre Bella —siseó Rose. —Mi pregunta es, ¿por qué esa perra sigue respirando?

Bella respondió. — ¿Y por qué se supone que vamos a ejecutarla, Rose? ¿Hablar mal de la Emperatriz? ¿Echarme miraditas en los pasillos?

—Es una difamación —contestó. —Ella atacó abiertamente tu reputación.

—Jesús, Rose, ¿alguna vez leíste los tabloides en la Tierra? Eso es lo que la gente hace con las celebridades.

Rose resopló. —Bueno, si tú no puedes hacer nada al respecto, yo sí. Ella es alguien que necesita desesperadamente una patada en el culo, y yo solo soy la persona para dársela.

—No puedes ir por ahí, golpeando a cualquiera que hable mal de Bella —dijo Edward.

—Podría hacerlo. Puedes arrestarme después, si tienes que hacerlo, Edward. Bella, espero que pagues la fianza, o lo que sea que ellos hagan ahí.

—No, Rose.

Rose se hizo para atrás, refunfuñando.

El palacio estaba en la ciudad, cerca del complejo del Templo en donde vivían Esme y Carlisle. Al igual que los otros edificios, tenía una forma circular con muchas alas que parecían dirigirse a cualquier lugar. Edward le había dicho que el palacio era también usado para oficinas de gobierno, justificando el gran tamaño, pero a él le incomodaba lo ostentoso del edificio. Estaba equipado con un par de contingentes de guardias y veinte drones, quienes cocinaban, limpiaban y le daban mantenimiento al palacio.

Las puertas se abrieron para ellos, los guardias mantuvieron a raya a la multitud para que pudieran pasar. A pesar de lo temprano que era, un gran grupo de personas se arremolinaron en las puertas, dejando tributos, atando sus plegarias a las barras, y esperando poder echarle un vistazo a Bella. Un sacerdote con una bata azul claro estaba de pie al borde de la muchedumbre, exhortándolos para arrepentirse de su pecado de idolatría. Tenía a unos cuantos interesados, arrodillados alrededor de sus pies, pero la mayoría del gentío los ignoraba.

Alguien gritó y señaló al vagón, y la multitud pululó alrededor, con sus manos presionadas contra las ventanas. El vagón se meció mientras ellos empujaban contra él, y la gente de adelante chocó por el peso de aquellos que estaban atrás y quienes empujaban con entusiasmo hacia adelante, inconscientes del peligro. Gritos y chillidos se colaron por el aire frío, apagándose ligeramente por las ventanas. Bella pudo ver a Tanya, empujando rudamente a la gente hacia atrás, tratando de ayudar a los guardias, quienes empujaban a la muchedumbre para que así el vagón pudiera pasar por las puertas, pero cada espacio que dejaba libre era tomado rápidamente por otra persona.

—Esto es ridículo —dijo Bella. —Alguien va a resultar herido.

Se levantó del regazo de Edward y abrió la puerta del vagón.

— ¡Bella, no! —gritó Edward, tomándola del brazo para jalarla hacia atrás. Bella alzó una mano para detenerlo. La multitud guardó silencio en cuanto la vieron. Alguien se arrodilló.

—Todos, por favor, retrocedan fuera del vagón. No quiero ver que nadie se lastime —y, milagrosamente, lo hicieron. —Gracias. Bendiciones para todos.

— ¡Puta! —gritó un hombre. — ¡Puta idolatrada!

Se arrojó a través de la multitud, con sus ojos enloquecidos de odio. Había llantos de protesta y asombro por parte de la multitud, y de repente, fue derribado de sus pies, al mismo tiempo que una piedra lo golpeaba en la cabeza. Bella ni siquiera se detuvo a pensar. Brincó fuera del vagón y corrió hacia él, arrodillándose a su lado. Pudo escuchar a Edward llamándola. Tanya estaba instantáneamente junto a ella, creando un círculo amplio a su alrededor, junto con su bastón. Los drones abandonaron el vagón y se abrieron paso por el grupo, delineando el círculo que Tanya había creado. Ellos no empujaron o se abalanzaron, pero permanecieron incondicionalmente inmóviles, sosteniendo a la multitud hacia atrás con sus propios cuerpos.

Levantó la cabeza del hombre del suelo, y jadeó por la sangre. — ¡Está herido! ¡Traigan a un doctor, alguien, y dense prisa! —se dirigió al gentío. — ¿Alguien tiene algo de agua? —una botella llegó hasta ella, y dejó caer un poco sobre la herida del hombre para limpiarle la sangre. Alguien le tendió una tela y presionó gentilmente en la herida sangrante en su cráneo.

El hombre estaba recuperando sus sentidos. Sus ojos revolotearon alrededor, fijándose en Bella. Se levantó sobre sus codos y trató de decir algo.

—Shh —le dijo Bella. —El doctor estará pronto aquí.

—Bella —Edward la alzó en brazos y la regresó al vagón, cerrando firmemente la puerta detrás de él. Sus ojos centelleaban con furia. Nunca lo había visto así de enojado, especialmente no con ella. Se encogió.

—Lo siento —susurró.

Él la jaló a sus brazos, apretándola ligeramente. Sus manos cepillaron sus brazos, su espalda y su pecho, como si estuviera buscándole alguna herida.

— ¿Por qué hiciste eso, Bella? ¡Pudiste resultar herida!

—Lo siento —dijo de nuevo. Recordó el sueño de la otra noche y sintió que las lágrimas brotaban de sus ojos. A pesar de que había sido horrible, no se comparaba con lo terrible que su enojo verdadero se sentía. Lo sentía temblar.

—Ella no puede evitarlo —dijo Jasper. —La Diosa es compasiva.

Edward no dijo nada, pero sus brazos se apretaron alrededor de ella un poco más.

A Bella se le estaba congelando el trasero.

Miró el pequeño panel electrónico en la pared, el cual Edward había dicho que controlaba la temperatura en la habitación. Cada uno de los botones traía grabado un símbolo que ella no podía leer, así que trató de recordar cuál le había dicho Edward que presionara para hacerlo más cálido. En la Tierra, los signos y botones, usualmente tenían símbolos como flechas para que así incluso los analfabetos pudieran usarlos, pero si los Volturi tenían símbolos "universales" como esos, Bella aún no era capaz de reconocerlos. Tampoco usaban el azul para frío y rojo para caliente, como habría esperado. Había un botón gris y uno amarillo de cada lado.

Tan pronto como el vagón se detuvo, Edward se levantó de golpe, con ella en brazos, y la cargó hasta el palacio. Bella gritó su agradecimiento a los drones, por encima de su hombro. Apenas pudo ver algo del interior, mientras él se dirigía velozmente hacia su nuevo cuartel. La depositó ahí y le dio un recorrido por las habitaciones, antes de decirle firmemente que se quedara quieta, para que pudiera regresar pronto. Parte de ella objetó que le ordenaran quedarse de esa manera, pero la ansiedad hizo que aceptara dócilmente. Él aún estaba enojado con ella, pero la besó en la frente y le dijo que la amaba antes de dejar la habitación.

La habitación con su nuevo nido era más grande que la madriguera que habían dejado esta mañana. Eran los cuarteles del Emperador y la Emperatriz, que habían sido ocupados anteriormente por los padres de Edward. A él no le parecía que se quedaran en las habitaciones, pero era tradición y él no quería parecer como si estuvieran faltándole el respeto a la memoria de sus padres.

Alice y Jasper estaban instalados en las habitaciones adjuntas, a través de un largo pasillo y armario, el cual habían decidido que se convertiría en el cuarto de los bebés, ya que Victoria y el pequeño Carlisle se negaban a comer o dormir apartados uno del otro, y Nessie no iba a ser separada de su gemelo. Un pequeño nido con paredes de madera ya había sido colocado en la habitación, surcado con nuevas almohadas, y los bebés estaban acurrucados dentro, en una maraña de miembros y colas. Rose estaba cumpliendo con sus deberes como niñera, mientras Emmett estaba fuera con Edward, registrándose con los Ministros de varios departamentos gubernamentales. Le habían traído una silla y se sentó ahí a leer, con sus pies apoyados en la pared.

La madre de Edward aparentemente tenía cierto gusto por los artículos de la Tierra, lo cual había sido, según le dijo Edward, porque eran los más caros, así que la habitación estaba abarrotada por una muy abundante cantidad de muebles humanos. Bella se había acostumbrado a la simplicidad de la madriguera de Edward, y estar rodeada de todas esas cosas la estaban haciendo sentir claustrofóbica. Le había pedido a Alice y a Rose, quienes estaban en sus habitaciones, que eligieran algunas piezas de su propio cuartel para aligerarlo un poco, y Bella llegó con la idea de colgar un listón de color a modo de código para cada pieza que quisieran, de manera de fuese más sencillo para que los drones supieran a quién le iban a llevar cada cosa.

Le gustó el librero contra la pared, además del termostato, al cual estaba viendo con cierta desesperación. Contenía docenas de libros de bolsillo en varios idiomas de la Tierra, cuyo propósito era aparentemente decorativo, ya que cada uno tenía el lomo perfectamente liso, y soltaban ese crujido de un libro virgen cuando Bella los abría.

Una enorme cama de cuatro postes, debajo de la orilla de las ventanas, flanqueada por una gran cómoda y tres vestidores, ninguno de ellos iguales entre sí. Bella se tumbó sobre la cama por un momento, y se sintió extrañamente expuesta e incómoda en la superficie plana. Ella y Edward definitivamente iban a usar el nido que estaba en la esquina lejana de la habitación, el cual ya había sido llenado por sus almohadas traídas desde la madriguera. Le había mencionado a Edward que quería deshacerse de la cama, pero sus ojos se volvieron oscuros y predadores y le susurró en la oreja: —Consérvala —dándole un placentero escalofrío, y se preguntó cuáles eran sus planes.

Había un vestidor con espejo y, lo más extraño, una antigua televisión de 1970, la cual no estaba conectada a nada. El cable de poder estaba a un lado, y el enchufe descansaba en la parte de arriba de un pequeño plato ornamental. Bella se desconcertó con eso por un momento. ¿Por qué la madre de Edward querría un artículo tan inútil como ese? Tampoco Alice o Rose lo querían, por supuesto, así que lo envió a la bodega.

En el centro de la habitación, dos sillones que no combinaban entre sí, uno frente al otro, sobre una brillante mesa de madera para café. A Bella le gustó cómo estaban ubicados y podía imaginarse a sí misma y a Edward disfrutando de conversaciones con Alice, Rose y Emmett ahí. -No pudo incluir a Jasper en su imagen mental. Él estaba empezando a ponerla nerviosa-. Podía imaginar también algunas maneras creativas de que Edward pudiera colocar los muebles para usarlos y poner en marcha su mente, y el ramalazo de excitación que vino con eso salió de su cabeza. No quería que los drones del palacio se sintieran incómodos.

Las pobres criaturas. Podía sentir simpatía verdadera por ellos. Las mujeres en la Tierra siempre tuvieron que vivir con el miedo de un posible abuso sexual y avances no deseados. Aquí, los papeles estaban invertidos y eran los drones quienes tenían que permanecer con su mirada baja, quienes trataban de evitar llamar la atención y caminaban en grupos. Debido a su estatus de esclavos, no tenían permitido negarse o usar la defensa personal.

— ¿Emperatriz?

Bella brincó.

Era uno de los guardias del palacio, identificable por su uniforme de túnica color rojo oscuro. —Me disculpo por molestarla, pero los drones están aquí con sus pertenencias.

—Oh, Dios. Por favor, envíelos acá.

Cuatro drones entraron, cada uno llevaba un baúl o una caja. Uno de ellos llevaba el reclinable de Bella. — ¿Podrían todos por favor remover los muebles que tienen listones atados? Los azules van a la habitación de Lady Alice y los verdes con Lady Rosalie.

Escuchó murmullos y vio que se intercambiaban miradas. Bella deseó que no los estuviera insultando por pedirles que quitaran los muebles, pero no podía vivir en habitaciones que lucieran como una tienda sobre-saturada de cosas de segunda mano.

Uno de los drones se acercó hacia ella y se arrodilló. — ¿Sí?

—Emperatriz, le ruego que me perdone, pero, ¿podría decirme cuál es el azul y cuál es el verde? —sostenía en cada una de sus manos un listón, pero ambos eran azules.

— ¿No puedes ver la diferencia? —preguntó.

—No, Emperatriz, y por favor acepte mis disculpas.

Bella tocó un listón que estaba atado a una lámpara de piso. —Éste es verde. Los dos que estás sosteniendo son azules. ¿De verdad no puedes ver una diferencia? ¿Alguno de ustedes lo hace?

Se veía muy incómodo. —Lo lamento tanto, Emperatriz —entrecerró los ojos. —Lado a lado, uno se ve un poco más brillante que el otro —ofreció con ilusión.

—Todo está bien —le aseguró. —No estoy enojada contigo. Solo que no sabía que tu perspectiva del color era diferente a la de los humanos. ¿Hay algunos otros colores que tengan dificultad para distinguir?

Él no parecía saber cómo contestar. Bella se reprendió mentalmente a sí misma. Era una pregunta estúpida. ¿Cómo iba a saber? —No importa —fue hasta el escritorio y encontró un utensilio para escribir, un lápiz de cera café. Avanzó por la habitación y dibujó una "A" en los listones de la selección de Alice. —Todos estos van con Lady Alice —dijo. Y con eso como su guía, vaciaron la habitación rápidamente de los objetos indeseados. Bella les agradeció y ellos se inclinaron para hacerle reverencia.

Bella se dejó caer en la silla reclinable con un suspiro.

—Eres una idiota —se dijo a sí misma. ¡Por supuesto que el pobre chico no sabía si tenía problema con algún otro color! Esperaba que no lo hubiese hecho sentir mal o preocuparlo porque ella estuviera enojada con ellos.

—Ellos la aman, Emperatriz.

Brincó tan alto que casi se cae del reclinable. — ¡Jesús, Tanya! Me has dado un susto de muerte.

Tanya estaba arrodillada en un rincón de la habitación. Bella se preguntó por cuánto tiempo había estado ahí.

—Una escucha muchas cosas cuando se está quieta y en silencio —continuó Tanya, como si Bella no hubiera hablado, y Bella sabía que tenía razón. Muchas veces, había olvidado completamente que Tanya estaba en la habitación. —Los drones la quieren. Jacob les contó mucho sobre usted.

—Pero yo no he hecho nada —protestó.

—Quisiera contarle una historia de nuestras Escrituras del Ama de las Aguas —dijo. —El Ama estaba caminando un día por las orillas de un río. Se encontró con un joven quien era arrogante y desconsiderado. Él estaba arrojando piedras al agua mientras ella pasaba. Ella le dijo: "¿Ves esas ondas, cuán rápido se expanden? Son como los días de tu vida, se van en solo un breve instante". El joven cayó sobre sus rodillas, en lamentos, y ella puso su mano sobre él en compasión, pero pudo sentir su arrepentimiento de la misma manera vacía en que había pasado sus días. "Pero lo que no ves es lo que sucede debajo de las aguas, la semilla que cayó de una planta cuando la piedra cayó encima, ha sorprendido a un pez, que fue capturado por un ave que ahora será capaz de alimentar a sus crías. Tus días tal vez estén contados, pero no siempre podrás ver las ondas de tus acciones, y cómo otros se verán afectados y cambiados por ellas, y cambiarán a otros en su momento. Tu inmortalidad reside en esto.

—No lo entiendo —dijo Bella. — ¿Qué ondas he causado que pudieron cambiar las vidas de otros? Ciertamente hay tantas cosas que quiero hacer, pero ni siquiera he empezado.

—Usted es buena, pequeña Emperatriz. Es buena con todos, porque esa es su manera, y usted no sabe cuánto significa una simple muestra de amabilidad de su parte para otros. Usted arrojó las piedras al agua, así como hizo el joven y no se ha dado cuenta lo mucho que sus acciones han impactado en las vidas de otros —bajó su cabeza, y en ese breve momento, Bella pudo ver el abrir y cerrar de sus aberturas nasales mientras ella respiraba. —Un día, Bella, tus actos de bondad serán tu salvación.

— ¿Salvación de qué?

Pero Tanya no contestó. Tomó su posición junto a la puerta y se quedó de nuevo quieta.

—Bella.

Miró hacia Edward, quien estaba de pie en la puerta. Vio hacia el rincón, y se dio cuenta que Tanya se había ido. Estaban solos, solos por primera vez desde que había dado a luz. Sus ojos se entornaron sobre ella, abrazadores, predadores. Su cola se meció hipnóticamente. Bella dejó caer la túnica que había estado doblando y sintió que su corazón se aceleraba.

Él se agazapó, sus músculos se enrollaron como un gato salvaje y se abalanzó. Bella se agachó y él salió volando por encima de su cabeza, aterrizando en la cama, junto a ella. Bella jadeó y salió corriendo, pero él era más rápido, brincando y aterrizando en la esquina del vestidor en frente de ella, con una rodilla apoyada en la parte de arriba, y la otra inclinándose en un ángulo hacia un lado.

Excitación, mezclada con una pizca de miedo. No estaba realmente asustada de él, por supuesto, pero había algo enterrado en sus instintos primitivos que respondían al primitivo y hambriento predador, gritándole "corre, corre", y algo en ella era malvado y salvaje que la impulsaba a hacer lo mismo: hacer que él la persiguiera. Él gruñó, con un sonido más bajo y suave que su gruñido real; casi como... un ronroneo.

Brincó, y ella volvió a agacharse, saliéndose del camino y lanzándose detrás de uno de los sillones. Él aterrizó en la parte de atrás del sofá que estaba enfrente, balanceándose perfectamente al filo de éste, con sus ojos brillando mientras la veía, y con su cola sacudiéndose, esperando. Ella se giró y corrió hacia la parte de atrás del cuarto. Él saltó y la atrapó con su cuerpo, envolviendo el de ella, y arrojándola hacia el nido. Cubrió su cabeza y usó su otro brazo para protegerse de la caída, siempre cuidando de ella, incluso en un momento como éste. Sus dientes se hundieron en su cuello, donde se unía con el hombro, y ella dejó salir un grito sordo. La droga en su saliva se fundió con sus huesos y ella cayó lacia en sus brazos, con su cuerpo vibrando de placer. Colocó una almohada debajo de sus caderas y usó sus garras en los costados de sus leggings, rasgándolos por sus muslos. Ella sintió su respiración en la parte posterior de sus muslos y gimió de la anticipación. Sus manos se cerraron en sus caderas, su lengua áspera sobre su punto más suave, y ella se estaba corriendo sin poder hacer nada, una y otra vez... y no podía ni siquiera gritar. Él la mantuvo en la cumbre, aún y cuando empezó a deslizarse dentro de ella.

—Por la Diosa, puedo sentir que te aprietas alrededor de mí —dijo entre dientes.

Bella no podía hablar. Había perdido por completo sus habilidades del lenguaje y de movimiento. El placer era tan intenso que pensó que podía volverse loca por eso, pero… ¡oh, que gloriosa locura hubiera sido! Edward gimió, sus garras enterrándose en uno de los cojines, y desgarrándolo como si fuera de papel. Abrió los ojos y se dejó caer, apoyándose sobre sus codos, con sus labios a milímetros de su oído.

—Te amo —susurró. —No sé si ya te lo he dicho hoy.

Bella tampoco sabía eso porque su mente no era otra cosa más que papel en blanco. La punta de su cola picó y cosquilleó en lugares que jamás había sido tocada, y explotó.

Después de eso, se tumbó junto a él, débil y exhausta. Él ronroneó suavemente, cepillando su cabello, y su cara se enterró en él. El poema de Blake flotó por su cabeza.

Cuando las estrellas arrojen sus lanzas,
Y el cielo moje con sus lágrimas,
¿Sonreirá al contemplar su obra?
¿Fue él quien te hizo el Cordero?

¡Tigre! ¡Tigre! Arde brillantemente
En el bosque, en la noche,
¿Qué mano u ojo inmortal
Se atrevió a idear tu temible simetría?

La habitación en donde se reunieron para comer esa tarde era mucho más grande que el comedor de la ciudad bajo tierra, pero las mesas eran suficientemente espaciosas para darles privacidad, cada una separada por un enrejado cubierto por algún tipo de enredadera con un tallo tan grueso como el dedo de Bella.

Para el deleite de Bella, Esme y Carlisle habían caminado desde su casa en el Templo más cercano, para unírseles para cenar. Esme estaba emocionada de tener a "sus niños" viviendo cerca, y así podía traerles un regalo hogareño de un plato de galletas de chocolate. Bella casi soltó un alarido de alegría cuando las vio. —Estoy dando un mal ejemplo a los niños —, pensó mientras se atragantaba, —estoy arruinando mi cena. Pero no pudo evitarlo. Era el primer chocolate que veía en meses. Casi no pudo mostrar la suficiente educación como para compartir con Alice y Rose. —Debo dejar una para Edward. Debo dejar una para Edward. Bueno, tal vez la mitad de una para Edward.

Edward seguía sin confiar en nadie más para preparar la comida para sus bebés, así que fue a las cocinas para cocinarla por sí mismo. Cuando regresó, trajo consigo una bandeja con comida suficiente para todos ellos, colocándola al centro de la mesa. Esme estaba encantada de que Bella hubiera devorado las galletas, pero Bella se había dado cuenta de que algo la estaba perturbando.

—Nada de lo que deba discutirse durante la cena, querida —dijo cuando Bella le preguntó al respecto.

Todos se retiraron a los cuarteles del Emperador y la Emperatriz después de cenar, Jasper llevaba a Victoria y al pequeño Carlisle -nadie podía cargar a solo uno de ellos, al menos que estuvieran dispuestos a escuchar gritos indignados-, Edward cargaba a Nessie, quien mordía su cola otra vez. El viejo Carlisle había mantenido una ligera y agradable conversación sobre la comida, pero ahora su rostro era siniestro. Tomaron lugar en los sillones, mientras Edward había elegido sentarse en el piso, enfrente de Bella, y jaló sus piernas sobre sus hombros. Hizo trazos en la piel de su tobillo, por debajo del dobladillo de sus leggings, lo cual le estaba haciendo difícil mantener su mente en la conversación. Nessie cayó dormida en el regazo de Bella, casi en el momento en que se tumbó, y su cola seguía metida en su boca.

—Los Puristas se han unido a los rebeldes —dijo Carlisle. —James ha prometido apoyo y está pretendiendo haber sido objeto de algún tipo de conversación. Ahora está diciendo que la iglesia de la Diosa debe ser limpiada de herejía. Y peor aún, está revocando la libertad de religión en La Push. Solo las iglesias de la Diosa lo tienen permitido, su versión de las iglesias de la Diosa. Vi un video esta mañana sobre tropas Volturi marchando a los templos y golpeando a los "ídolos" de otras religiones.

—Todo esto es mi culpa —susurró Bella.

—No, no lo es —dijo Carlisle firmemente. —La culpa recae en James. Nunca pensé que viviría para ver el día en que mi propio hijo desgarrara la Federación, y ganara para su propio beneficio.

—No lo entiendo —sollozó Esme, limpiando sus ojos con un pañuelo. —Esos videos de soldados… toda esa gente asesinada, ¡niños, incluso! ¿Cómo pueden hacer tal cosa?

Bella lo consideró. — ¿Esme, en qué año dejaste la Tierra?

—Era 1947 —contestó.

— ¿Entonces recordarás cosas como el bombardeo de Dresden e Hiroshima (1), verdad? ¿Cuántas mujeres y niños murieron en esas ciudades, quemándose vivos en el infierno de Dresden, o vaporizados cuando las nubes de hongo se elevaron sobre Hiroshima y Nagasaki? Algunas de nuestras propias tropas estuvieron en campos de prisioneros de guerra en Hiroshima. Tuvimos que hacerlo para terminar la guerra, para salvar la vida de miles de tropas americanas, pero no había duda de que tuvimos que derramar sangre inocente para hacerlo. Me imagino que James ve lo que está haciendo de la misma manera, como un mal necesario.

— ¿Y qué hay de las tropas? ¿Cómo pueden ver a los ojos a un niño aterrorizado y matarlo?

—Deshumanización. Para ellos, no son personas, son el enemigo —la voz de Bella era siniestra.

—James fue criado para diferenciar el bien del mal. Los deseos de la Diosa…

—Esme, las tropas Nazi, quienes sacrificaron millones de personas inocentes: hombres, mujeres y niños, usaban hebillas que decían Dios está Con Nosotros.

—James es un jodido hipócrita —dijo Rose. —Pregonando sobre libertad, mientras mata personas que no están de acuerdo con él.

—En nuestro caso, tenemos a la Diosa de nuestro lado —ofreció Jasper. Inclinó su cabeza en dirección a Bella.

Bella sacudió la cabeza. —Jasper, yo no soy una Diosa. No sé cómo fue que Alice y yo tuvimos niñas, pero no fue algo que yo hiciera.

Jasper no parecía afectado por sus palabras. —No necesariamente lo sabrías si fueras una Diosa.

Bella se giró hacia Carlisle. —Eso no puede continuar. No puedo permitir que la gente me adore. Está mal.

— ¿Cómo puedes saber eso, Bella? —preguntó Carlisle. —Jasper tiene razón. Tal vez no sepas tus orígenes divinos. Eso, también podría ser parte del plan de la Diosa. Las cosas sucederán como tengan que pasar. No confundamos a la gente con declaraciones. Se aclararán las cosas cuando sea tiempo para que nosotros lo sepamos.

Bella frotó su frente. —Carlisle, no sé cuán familiarizado estés con la historia de la Tierra, pero millones de personas han muerto en guerras religiosas. No quiero ver que suceda lo mismo aquí. Ustedes han respetado y tolerado las religiones de otros desde antes de que yo llegara. Tenemos que restaurar eso de alguna manera —. Se giró hacia Alice. — ¿Puedes ver algo? ¿Lo que sea que nos pueda ayudar?

Alice sacudió su cabeza. —Es todo un revoltijo de imágenes confusas, como si el futuro no hubiera sido decidido.

Bella tomó una profunda respiración. —Necesitamos seguridad en los templos, para asegurarnos de que no haya ningún altar profanado aquí.

Edward pasó sus manos por su cabello. —Bella, no tenemos las suficientes tropas para eso.

—Mierda —pensó Bella. — ¿Hay alguna manera de alzar algunas más? ¿Tienen algo como un refuerzo?

—Yo siento una brisa fría aquí —dijo Emmett. (2)

Bella cerró los ojos. —No me refiero a eso. Un refuerzo es cuando reclutas soltados, eligiendo hombres por medio de una lotería y los convences de que se unan a las tropas.

Emmett la miró con la boca abierta. —El planeta de donde vienen ustedes suena como un terrible, terrible lugar.

Bella tomó una profunda respiración. —Tengo una idea…

 

Capítulo 12: Ajustes Capítulo 14: Emancipación

 
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