NOVENTA DIAS (+18)

Autor: ROSSE_CULLEN
Género: Drama
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 26/07/2014
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 79
Visitas: 141819
Capítulos: 65

"CHICAS ESTA HISTORIA ESTA LLEGANDO ASU FINAL SIGAN VOTANDO Y COMENTEN UN FINAL ALTERNATIVO"

Tras poner punto final a su relación días antes de la boda, Isabella  Swan decide romper con su vida anterior y se muda a Londres dispuesta a empezar de cero. Ella cree estar lista para el cambio, pero nada la ha preparado para enfrentarse a Edward Cullen. Edward sabe que nunca podrá dejar atrás su tormentoso pasado, aunque para no asfixiarse en éste hace tiempo que se impuso unas estrictas normas que rigen todas sus relaciones. Y jamás se ha planteado transgredirlas? hasta que conoce a Isabella. Arrastrados por la pasión y el deseo, vivirán una intensa relación dominada por los peculiares gustos sexuales de Edward. Bella  le concede todos sus caprichos hasta que él le pide algo que ella no se siente capaz de dar. Sin embargo, antes de que la joven tome una decisión, el destino se entremete y Edward  sufre un grave accidente. ¿Bastarán noventa días para que Bella se atreva a reconocer que una historia de amor como la suya es única e irrepetible?

 

ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACION DE UN LIBRO QUE APENAS ACABO DE LEER QUE ES DEL AUTOR "M.C Andrews" TITULADO DE LA MISMA FORMA PERO CON LOS PERSONAJES DE S. MEYER.

 

 *chikas si lo que quieren es una historia divertida les recomiendo mi otro finc llamado.

"dificil amar *18"

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 10: CAPITULO * 10

Capítulo 10 

—Estoy ridícula, Alice.

 —No digas estupideces, Bella. Estás espectacular. Seguro que Johnny Deep se te llevaría en su barco.

—Johnny Deep no tiene demasiado buen gusto para las mujeres.

 —Oh, vamos, reconoce que estás nerviosa porque no ves al señor misterioso desde lo del té y tienes ganas de verlo.

 —No estoy nerviosa y, para que lo sepas, el señor misterioso está de viaje.

 —¿Cómo lo sabes?

Me sonrojé y mentí como una bellaca.

—Se lo oí decir a alguien en el bufete.

 —¿Y no asistirá a la fiesta más importante de la profesión? —me preguntó mi amiga, incrédula.

—Ni lo sé ni me importa.

—Mientes fatal, Bella.

 Alice estaba sentada encima de mi cama, con las piernas cruzadas, mientras yo no paraba de mirarme en el espejo. Tenía que admitir que me costaba reconocerme. El antifaz y el gorro de ala ancha me ocultaban la mitad superior del rostro y me daban un aspecto muy misterioso. Y gracias al corsé de cuero negro, parecía que tuviese muchas más curvas de las que en realidad tenía.

 —Creo que llamaré a Jessica  y le diré que estoy enferma. 

—Ni se te ocurra. Vas a ir a esa fiesta y a pasártelo bien. Conocerás a un abogado superatractivo y tendrás una aventura con él.

 —Ves demasiadas películas —le dije a Alice.

 —El día que llegaste a Londres, me dijiste que eso era lo que querías, ¿no?

—Sí. No. No lo sé. Tú sabes lo que me dijo James.

 —James es un idiota.

 —Lo sé. Gracias. Pero ¿y si tiene razón?

—¿¡Cómo va a tener razón!?

El timbre de la puerta nos interrumpió.

—¡Tus amigos ya están aquí! —exclamó Alice, eufórica, saltando de la cama— . Ahora no puedes escaparte.

¿Por qué habría accedido a que Angela y su novio pasasen a buscarme? Oí que Alice los invitaba a entrar y, tras pintarme de nuevo los labios, salí a recibirlos.

 —¡Bella, estás guapísima! —exclamó Angela nada más verme.

—Gracias, tú también —respondí yo—. Los dos estáis muy bien.

Iban vestidos de aventureros, con un atuendo similar al de los protagonistas de la película La momia. Angela me había contado el día anterior, justo después de presentarme a su novio a la salida del trabajo, que era el único disfraz que él había accedido a ponerse.

—Tenemos el taxi abajo esperando —me informó—. Ha sido un placer conocerte, Alice.

 —Lo mismo digo —contestó mi amiga. Entonces me miró—. Vamos, vete y pórtate mal.

—Haré lo que pueda.

Durante el trayecto en taxi me relajé un poco. Tanto Angela como su novio eran muy agradables y me reí con sus historias sobre los preparativos de la boda. Llegamos al baile en pocos minutos y me atreví a pensar que iba a pasármelo bien. El local estaba decorado con mucho gusto, con distintas mesas cubiertas con manteles blancos, cada una con un jarrón en el centro con flores recién cortadas, también blancas. Al fondo, una orquesta con sus miembros vestidos de esmoquin tocaban canciones de los años cincuenta, y había camareros circulando con bandejas repletas de copas de champán. Detrás de la barra, decorada acorde con el resto, dos barmans preparaban diversos tipos de cócteles. Vi a Jessica, iba vestida al estilo gánster, sin ningún antifaz, y me acerqué a saludarla.

—Me alegro de que hayas venido, Bella —me contestó ella, tras darme un beso en la mejilla y dejarme allí la marca de sus labios.

 —Y yo. Muchas gracias por invitarme.

—Siempre invitamos a todo el bufete. —Cogió dos copas de champán de la bandeja de un camarero que se acercó a ofrecérnoslas—. Por tu llegada a Londres — dijo al brindar.

—Gracias. —Nuestras copas chocaron y bebí un sorbo.

 —Bueno, tengo que ir a saludar a un par de jueces. Si me disculpas…

—Por supuesto.

Jessica dejó la copa en la bandeja de otro camarero que pasó por su lado y se alejó. Yo me quedé allí, con la mía entre los dedos, mirando a mi alrededor. La fiesta era todo un éxito, había gente hablando por todos lados y unas cuantas parejas bailando. Angela  me hizo un gesto desde una mesa y fui hacia ella. Estábamos charlando, después de que me presentase a sus amigos, cuando noté que alguien me estaba mirando. Sentí unos ojos clavados en mi espalda y no tuve que darme la vuelta para saber a quién pertenecían. No tendría que haber mirado, porque lo que vi me causó un repentino y agudo dolor en las entrañas.

 Edward Cullen  acababa de llegar. Estaba hablando con Jessica y con dos personas más y, cogida de su brazo, llevaba a una mujer espectacular. Sin embargo, estaba segura de que me estaba mirando. Podía notar sus ojos fijos en mí a pesar de que apenas se le veían tras la máscara blanca que llevaba. Iba disfrazado de Fantasma de la Opera; nunca había visto a un hombre al que el esmoquin le quedase tan bien. Y la máscara blanca que le cubría hasta los labios lo hacía parecer más peligroso que de costumbre.

 Para mi desgracia, yo siempre había sentido especial debilidad por el Fantasma y Edward Cullen  hacía quedar en ridículo a cualquier actor de Broadway que lo hubiese representado. La mujer que lo acompañaba era realmente guapísima, iba vestida de época y sonreía como una boba, pero lo que más me molestó, fue ver cómo se aferraba al brazo de él; como si tuviese todo el derecho del mundo a hacerlo. Tenía que apartar la vista y darles la espalda, pero mis ojos seguían fijos en los dedos que ella tenía sobre el antebrazo de él. Edward se dio cuenta y, desde la distancia, vi que cogía una copa de champán y se la pasaba a su acompañante… para que así ella tuviese que soltarle el brazo.

Me di media vuelta y me fui al baño. No sabía qué era peor, que me hubiese pillado mirándolo y hubiese sabido interpretar a la perfección lo que yo estaba sintiendo, o que se hubiese comportado como si le hubiese dolido herirme. Me encerré en un cubículo y me quedé sentada en el retrete un rato, pensando, y poco a poco la confusión que sentía se convirtió en enfado. Al fin y al cabo, Edward se había presentado allí con otra y seguro que a ésa no le había dicho que no quería salir con ella. Sí, ahora estaba furiosa y me sentía mucho mejor conmigo misma. Salí del baño y me detuve un instante frente a un espejo para volver a pintarme los labios. Me coloqué bien el antifaz y volví a la fiesta, dispuesta a divertirme. Bailé con uno de los abogados que Angela me había presentado y con otro estuve hablando más de media hora, mientras tomábamos una copa de champán cerca de la orquesta.

 También estuve con Jessica  y con una antigua amiga de la facultad que, al parecer, trabajaba en otro importante bufete de la ciudad. La orquesta tocaba piezas clásicas y modernas e iba alternando partituras más rápidas con otras de bailes lentos. Yo estaba sentada a una mesa, junto con Angela y  Ben su novio, pero cuando sonaron las notas de una canción muy romántica, salieron a bailar dejándome sola. Pasó un camarero y lo detuve para pedirle que, por favor, que me trajese otra copa. No me importaba quedarme sola, las burbujas del champán me harían compañía.

—Una pirata tan guapa como tú no debería estar sola —dijo una voz a mi espalda.

Me volví y me topé con el Zorro.

—Eres rubio —solté sin pensar. La verdad era que resultaba muy raro ver a un Zorro tan rubio y ése lo era.

—Ya —me sonrió él—. ¿Puedo sentarme?

 —Adelante.

El camarero de antes apareció con dos copas, una para mí y otra para mi acompañante.

—Me llamo Jasper Whitlock, llámame jazz.

—Me tendió la mano, cubierta con un guante negro, por supuesto.

—Bella Swan —le ofrecí la mía y me presenté a mi vez.

Creía que iba a estrecharme la mano, pero se la llevó a los labios y me la besó. El Zorro nunca le habría estrechado la mano a una dama.

—Dime, Bella, ¿por qué estás sola? ¿Quién es el idiota que te ha dejado aquí indefensa?

—Mis amigos están bailando —respondí, señalando a Angela y su novio—, y no estoy indefensa.

—Ah, me alegro.

 Me sonrió como un canalla adorable, una de esas sonrisas a lo George Clooney que probablemente conseguirían derretir a cualquier mujer. ¿Por qué a mí no, entonces? Negué levemente con la cabeza al comprender que me estaba comportando como una quinceañera sobre hormonada. Tenía a un adonis delante tirándome los tejos y yo seguía pensando en un hombre que hasta el momento lo único que me había dejado claro era que no quería salir conmigo.

—¿Quieres bailar, jazz?

 Mi pregunta lo sorprendió; sin duda aquel Casanova no estaba acostumbrado a que la mujer tomase la iniciativa, pero se recuperó en seguida y me guiñó un ojo.

 —Por supuesto, Bella.

 Se puso en pie y me tendió la mano con un gesto muy caballeroso.

—Las piratas primero —me dijo con otra sonrisa.

 Y yo se la devolví. Me acompañó a la pista, donde empezamos a bailar. Jazz sabía lo que se hacía, todos sus movimientos eran perfectos y estaban destinados a seducir a su acompañante: el modo firme en que me sujetaba la mano, lo cerca que estaba de mi torso, las palabras que me susurraba al oído de vez en cuando. Todo estaba muy bien calculado y resultaba sumamente halagador. Además, jazz era exactamente lo que aparentaba. Y eso, después de los últimos días, me resultó muy atractivo. Y poco complicado. Y mucho más seguro para mi corazón, presentí.

 —La fiesta está a punto de terminar —me comentó, cuando el baile llegó a su fin—. Me gustaría verte sin la máscara.

—¿Eso es todo lo que te gustaría?

El champán me había vuelto atrevida y sí, una parte de mí quería demostrarle a todo el mundo, en especial a Edward cullen, que no era tan inocente o remilgada como creían.

—No —me contestó él con media sonrisa—. ¿Quieres venir a mi casa?

 —Preferiría ir a un hotel.

Por guapo que fuese, no quería ir a la casa de un desconocido. Las clases de educación sexual más los capítulos de «CSI» nos han enseñado a todas que es mejor estar en territorio neutral y con gente cerca que pueda oírnos.

—Chica lista —dijo y me rodeó la cintura con un brazo para pegarme a él—. Tengo que despedirme de unas personas. No tardo nada.

Pensé que me besaría allí en medio y durante un segundo quise apartarlo de mí y volver la cara, pero me soltó con una sonrisa y sin hacer nada y vi que, efectivamente, se acercaba a hablar con dos caballeros, uno de los cuales era el juez al que Jessica  había saludado antes. Bueno, conocía a un juez, señal de que era alguien de fiar. De todos modos, busqué el móvil para enviarle un mensaje a Alice con el nombre de él, contándole mis planes. Escribí el texto e intenté mandarlo, pero allí no había cobertura, así que me acerqué a un ventanal para ver si tema más suerte. Tampoco.

 —¿Qué diablos estabas haciendo con Jasper Whitlock?

No tuve que volverme para averiguar quién me hablaba con aquel tono tan airado.

—No es de su incumbencia, señor Cullen .

—Pues claro que lo es. —Me colocó una mano en la cintura y sentí que apretaba los dedos por encima del corsé—. Claro que lo es —repitió.

 Se me aceleró el corazón y tuve que tragar saliva antes de hablar. No me había dado la vuelta y podía notar la respiración de Edward pegada a mi nuca

. —No, no lo es. ¿No deberías volver con tu cita?

—No es mi cita, es…

—No es de mi incumbencia —lo interrumpí y él apretó más los dedos. Estaba furioso y a mí el corazón me latía cada vez más de prisa. Lo estaba provocando, lo sabía, pero era lo que me pedía el cuerpo. ¿Quién se había creído que era? Él se había presentado a la fiesta con una mujer despampanante y se había pasado días ignorándome. Eso sí, después de dejarme claro que no quería tener nada que ver conmigo.

—¿Por qué has bailado con él?

 No contesté, sino que me limité a encogerme de hombros. Entonces, Edward se pegó más a mi espalda.

 —Suéltame, jazz me está esperando —le dije con firmeza, aunque tuve que tragar saliva antes.

—¿Vas a irte con él? —me preguntó con voz ronca.

Noté que su torso vibraba detrás de mi espalda y el calor que desprendía su cuerpo me llenó de confusión.

 —Yo no sirvo para estas cosas, Edward —confesé abatida—. No sé qué quieres y te juro que cada vez que creo que he conseguido entenderte, haces algo que me descoloca y vuelves a dejarme completamente perdida. No sé qué está pasando entre nosotros. —Suspiré—. De hecho, ni siquiera sé si está pasando algo. Quizá todo esto sea sólo un juego para ti, o quizá sólo yo…

—Debería alejarme de ti, Bella —confesó él interrumpiéndome y acercándose todavía más, eliminando el espacio que nos separaba—. Pero no puedo.

Inclinó levemente la cabeza y noté que me acariciaba la clavícula con el mentón. ¡Dios! se me puso la piel de gallina.

—Dime qué está pasando, Edward.

—No te vayas con Jasper.

—Si no me hubieses visto bailando con él —dije—, ¿habrías venido a hablar conmigo?

—Sí —afirmó rotundo.

—¿Por qué?

—Ya te dije que nuestra conversación no había terminado.

—¿Por eso querías hablar conmigo? ¿Para explicarme otro motivo por el que no debería sentirme atraída hacia ti? —le pregunté dolida, al recordar nuestra última conversación en el trabajo.

Cerré los ojos y apreté los dientes, decidida a no mostrar lo que estaba sintiendo.

 —¿Va todo bien, Bella? —jazz nos interrumpió y me aparté de Edward.

 —Sí, perfectamente, estaba intentando mandarle un mensaje a Alice, mi compañera de piso.

—¿Me permites el teléfono? —me pidió jazz. Yo se lo di y vi que marcaba un número—. Este es mi número, pásaselo también a tu amiga.

—Gracias.

 Vaya, además de un seductor, también parecía ser un buen tipo.

—Hola, Ed, ¿qué tal van las cosas? —jazz le tendió la mano a Edward. ¿Ed? Edward Cullen parecía ser el hombre de las mil caras. El abogado triunfador hecho a sí mismo. El seductor que acudía a fiestas con rubias despampanantes del brazo. El caballero.

 —Bien —contestó Edward, estrechándosela brevemente.

—Haces unos días vi a tu tío, me dio muy buenos consejos sobre unas inversiones.

—Sí, eso se le da muy bien.

—¿Nos vamos, Bella?

 Me hizo la pregunta con el tono de voz perfecto, con la sonrisa perfecta, pero lo único que yo veía eran los ojos de Edward y el modo en que tensaba la mandíbula y cerraba los puños.

 —No, creo que no. Lo siento, jazz —dije. Pero ¿qué estaba haciendo?—. Ha sido un placer conocerte y lamento haberte dado una impresión equivocada, pero preferiría irme a casa.

—¿Te encuentras bien? Si quieres, puedo acompañarte y luego irme —se ofreció.

—No, gracias. Estoy perfectamente. Es sólo que creo que será mejor que nos veamos otro día.

—Te tomo la palabra, Bella. Te llamaré e iremos a cenar, y esta vez no aceptaré una negativa —me advirtió Jazz, mirándome a mí y luego a Edward—. Bueno, será mejor que vuelva a la fiesta. Buenas noches, Bella, ha sido un placer conocerte. Ed.

—Buenas noches, Jaz.

 Esperé a que ya no pudiera oírnos y entonces me volví de nuevo en dirección a Edward.

—¿Vas a decirme por qué he rechazado al que parece ser un hombre encantador?

Él no dijo nada y su silencio fue la gota que colmó el vaso. Tenía que irme de allí de inmediato, antes de que empezase a gritarle o hiciese algo peor, como echarme a llorar.

—Está bien, me voy. Buenas noches, Edward.

 Fui en busca de Angela y le dije que me dolía la cabeza —lo cual era verdad— y que me iba en taxi. Cogí mi abrigo del guardarropía y salí a la calle. Esperé unos segundos y vi que un taxi libre se acercaba por la derecha. Le hice una señal y el conductor puso los intermitentes para arrimarse a la acera.

—No te has ido con él.

Fue lo único que me dijo Edward antes de darme media vuelta y besarme con todas sus fuerzas. Me sujetó la cara con ambas manos y durante un segundo me miró a los ojos con más sinceridad de la que le había visto nunca. ¿Qué era lo que brillaba en el fondo de su mirada? Parecía tristeza y frialdad, pero al mismo tiempo sus pupilas ardían como el fuego. Debió de darse cuenta de que, sin decirme nada, me estaba contando demasiado y desvió la vista hacia mis labios. Me besó sin pedirme permiso, sin hacerme ninguna concesión. Notaba sus manos en mi rostro y las sentí temblar. Con su boca, tomó posesión de mi fuerza de voluntad y levanté las manos para aferrarme a sus muñecas. No podía dejar de pensar que no quería que se apartase de mí. Jamás. Nunca me habían besado así. Su lengua me quemó por dentro y todo su cuerpo, desde su ancho torso hasta sus pies, quedó pegado a mí, igual que si quisiera fundirse con el mío.

 El taxi que había parado debió de detenerse junto al bordillo, porque de repente lo noté contra mi espalda. Edward seguía besándome, su máscara y mi sombrero lo entorpecían, pero no se detuvo. Me mordió el labio inferior y no se apartó hasta que se me escapó un gemido. Levanté una mano para tocarlo, pero justo antes de que lo consiguiese, él me la atrapó con una de las suyas. Podía notar su corazón latiendo pegado al mío, sus fuertes piernas presionándome contra el coche, su erección marcándose bajo los pantalones y moviéndose encima de mí. Deseé que la ropa de ambos desapareciese.

—Abrázame —me ordenó con voz ronca, justo antes de morderme el cuello.

—Edward. —Chist… Me dio otro beso y movió las caderas contra las mías. Dejó de besarme en los labios para hacerlo en el cuello y, poco a poco, llegó hasta mi clavícula, donde me dio un beso justo encima del mordisco de antes. No muy fuerte, pero lo suficiente como para que yo lo sintiese; noté que se me doblaban las rodillas y pensé que si seguía moviéndose así… Oí un bocinazo y Edward interrumpió el beso.

—Nadie tiene derecho de verte así —me dijo, como si de repente se diera cuenta de que estábamos en medio de la calle—. Sólo yo.

—¿Van a subir? —nos preguntó el taxista, sacando la cabeza por la ventana y mirándonos con cara de aburrimiento.

Supuse que en su profesión habría visto de todo, porque si yo hubiese visto a una pareja besándose como Edward me había estado besando a mí, habría tenido que irme. Me sonrojé sólo de pensarlo y noté que mi entrepierna temblaba de nuevo, añorando sus movimientos.

 —La señorita sí —le contestó Edward mirándome a los ojos y después desvió la vista hacia mi cuello, deteniéndola allí un instante. Estaba mirando la marca que acababa de dejarme. ¿Qué estaría pensando?

—Vete a casa, Isabella.

 —¿Tú no me acompañas? —me atreví a preguntarle.

No podía creerme que después de ese beso fuese a dejarme ir sin más.

—¿Suben o no? —insistió el taxista.

—Disculpa un segundo. —Edward sacó un billete de cincuenta libras y se lo dio al hombre—. La señorita subirá en seguida.

—Como quieran. —El taxista cogió gustoso el dinero y se sentó a esperar.

 —Alice estará en casa, pero podrías subir y… —le expliqué yo, nerviosa.

No quería separarme de él y no sólo porque mi cuerpo no quisiera dejar de sentir sus arrolladoras caricias. No quería que Edward se fuese porque tenía miedo de que, cuando lo viera de nuevo, volviese a insistir en que no podíamos estar juntos.

 —Cuando te he visto bailando con Jasper  —me interrumpió y tuve la sensación de que se estaba obligando a contarme eso, que si hubiese encontrado el modo de evitarlo lo habría hecho—, he tenido que contenerme para no ir a la pista de baile y apartarlo de ti. Por la fuerza, si hubiera sido necesario.

 —Pero si yo…

Me puso un dedo en los labios y me callé.

—Y a ti —tragó saliva y me miró a los ojos—, ahora mismo, todos mis instintos me piden a gritos que te lleve conmigo a casa y te castigue por lo que me has hecho. Quiero besarte, pero también quiero castigarte por haber bailado con otro hombre.

 —¿Castigarme?

—Sí. Y no sólo eso. Quiero meterme dentro de ti, poseerte como nunca te poseyó James, como nunca te poseerá Jasper o ningún otro hombre.

 —No te entiendo.

—Vete a casa, Isabella. Duerme un poco, piensa en nuestro beso, Dios sabe que yo no pensaré en otra cosa, y piensa que Jasper  es mucho mejor que yo. Tienes razón, es un tipo estupendo, con él tendrías tu casita con valla blanca y la parejita en menos de cinco años. Conmigo no lo tendrás jamás. Y si, a pesar de todo, mañana sigues queriendo saber qué pasa entre nosotros, hablaremos. Iré a buscarte a las cinco de la tarde; si no me abres, sabré que has decidido no seguir adelante. Y no te preocupes por el trabajo, me he comportado como un cretino. Puede estar tranquila al respecto.

 Terminó de hablar y se apartó y yo lo eché de menos en ese mismo instante. De hecho, tuve que cerrar los puños para no cogerlo por las solapas y tirar de él. El único motivo por el que no lo hice fue porque vi lo mucho que le había costado pronunciar esas palabras, y entendí que para él era realmente importante que yo tuviese esa noche para pensar.

 —Estoy tranquila, sé que jamás abusarías de tu poder para echarme del bufete sin motivo —le dije.

Sentía la imperiosa necesidad de abrazarlo, de decirle que todo saldría bien. Y también quería gritarle por dejarme tan confusa. Probablemente Edward tenía razón, me iría bien pensar en todo lo que estaba sucediendo.

—No estés tan segura. ¿Por qué tenía tan mala opinión de sí mismo?

—Mañana a las cinco, estaré esperándote —le aseguré.

—Piénsalo bien, Isabella.

Me miró a los ojos, metiéndose un poquito más en mi alma.

—Lo pensaré —le prometí y pareció relajarse un poco.

Volvió a acercarse a mí y me dio un beso en la boca. Lento, suave. Intenso. Me separó los labios con la lengua y fue moviéndola despacio hasta que a ambos se nos volvió a acelerar la respiración. Se apartó lentamente y se quitó la rosa roja que había llevado en la solapa durante toda la noche.

—Es para ti. Te la habría dejado en tu mesa, pero luego pensé… —Se sonrojó. Dios mío, Edward Cullen  se sonrojó porque me estaba dando una rosa.

—Gracias. —La cogí y me la acerqué a los labios. Los pétalos eran muy suaves y vi que él observaba el gesto y volvían a oscurecérsele los ojos.

 No disimuló y un cosquilleo me recorrió el cuerpo. Sentí como si me besase, pero sus labios no volvieron a tocarme. Aparté la rosa y lo miré también sin ocultar nada. Él asintió y se acercó al taxista. Vi que le daba otro billete y mi dirección y, cuando conseguí reaccionar, ya estaba metida en el vehículo, dos calles más abajo. 

Capítulo 9: capitulo * 9 Capítulo 11: CAPITULO *11

 


Capítulos

Capitulo 1: CAPITULO *1 -Royal London Hospital Capitulo 2: CAPITULO* 2 -Noventa días antes Capitulo 3: CAPITULO *3 Capitulo 4: CAPITULO* 4 Capitulo 5: CAPITULO*5 Capitulo 6: CAPITULO *6 Capitulo 7: CAPITULO*7 Capitulo 8: CAPITULO -8 Royal London Hospital Capitulo 9: capitulo * 9 Capitulo 10: CAPITULO * 10 Capitulo 11: CAPITULO *11 Capitulo 12: CAPITULO * 12 Capitulo 13: CAOITULO *13 Capitulo 14: capitulo *14 Capitulo 15: CAPITULO *15 Capitulo 16: capitulo *16 Capitulo 17: AVISO (NUEVO FAN FINC EN PROCESO) Capitulo 18: capitulo *17 Capitulo 19: capitulo *18 Capitulo 20: capitulo *19 Capitulo 21: capitulo * 20 Capitulo 22: capitulo * 21 Capitulo 23: capitulo * 22 Capitulo 24: capitulo* 23 Capitulo 25: capitulo *24 Capitulo 26: CAPITULO *25 Capitulo 27: CAPITULO * 26 Capitulo 28: capitulo * 27 Capitulo 29: CAPITULO*28 "LA CINTA" EPOV Capitulo 30: CAPITULO *29 EPOV Capitulo 31: CAPITULO* 30 EPOV Capitulo 32: capitulo*31 EPOV Capitulo 33: capitulo*32 EPOV Capitulo 34: capitulo *33 EPOV Capitulo 35: CAPITULO*34 "TODOS LOS DIAS" Capitulo 36: CAPITULO *35 Capitulo 37: CAPITULO*36 Capitulo 38: CAPITULO*37 Capitulo 39: CAPITULO*38 Capitulo 40: CAPITULO*39 Capitulo 41: capitulo*40 Capitulo 42: capitulo *41 Capitulo 43: CAPITULO*42 Capitulo 44: CAPITULO*43 Capitulo 45: capitulo*44 Capitulo 46: capitulo*45 Capitulo 47: capitulo*46 Capitulo 48: capitulo*47 Capitulo 49: capitulo *48 Capitulo 50: CAPITULO *49 Capitulo 51: capitulo *50 Capitulo 52: capítulo*51 Capitulo 53: capitulo /52 Capitulo 54: capitulo 53 Capitulo 55: capitulo *54 Capitulo 56: capitulo 55**sin fin** Capitulo 57: capitulo *56 Capitulo 58: capitulo *57 Capitulo 59: CAPITULO*58 Capitulo 60: CAPITULO*59 Capitulo 61: capitulo *60"evitando lo obio" PV ALICE Capitulo 62: PV jASPER Capitulo 63: Capitulo 62 Capitulo 64: CAPITULO 63 Capitulo 65: epilogo1

 


 
14439466 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10757 usuarios