NOVENTA DIAS (+18)

Autor: ROSSE_CULLEN
Género: Drama
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 26/07/2014
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 79
Visitas: 141795
Capítulos: 65

"CHICAS ESTA HISTORIA ESTA LLEGANDO ASU FINAL SIGAN VOTANDO Y COMENTEN UN FINAL ALTERNATIVO"

Tras poner punto final a su relación días antes de la boda, Isabella  Swan decide romper con su vida anterior y se muda a Londres dispuesta a empezar de cero. Ella cree estar lista para el cambio, pero nada la ha preparado para enfrentarse a Edward Cullen. Edward sabe que nunca podrá dejar atrás su tormentoso pasado, aunque para no asfixiarse en éste hace tiempo que se impuso unas estrictas normas que rigen todas sus relaciones. Y jamás se ha planteado transgredirlas? hasta que conoce a Isabella. Arrastrados por la pasión y el deseo, vivirán una intensa relación dominada por los peculiares gustos sexuales de Edward. Bella  le concede todos sus caprichos hasta que él le pide algo que ella no se siente capaz de dar. Sin embargo, antes de que la joven tome una decisión, el destino se entremete y Edward  sufre un grave accidente. ¿Bastarán noventa días para que Bella se atreva a reconocer que una historia de amor como la suya es única e irrepetible?

 

ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACION DE UN LIBRO QUE APENAS ACABO DE LEER QUE ES DEL AUTOR "M.C Andrews" TITULADO DE LA MISMA FORMA PERO CON LOS PERSONAJES DE S. MEYER.

 

 *chikas si lo que quieren es una historia divertida les recomiendo mi otro finc llamado.

"dificil amar *18"

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Capítulo 64: CAPITULO 63

PV EDWARD

No tendría que haber accedido a esto. Tendría que haber cogido a Isabella y cobrarme uno de los favores que me debe el alcalde, seguro que a estas horas ya estaríamos casados y en Italia. Y en la cama.

-¿Estás nervioso, hijo?

Tardo unos segundos en deducir que me están hablando a mí. No estoy acostumbrado a que me llamen hijo y ese tono paternal me resulta casi desconocido.

-No –contesto.

No estoy nervioso.

Impaciente, sí.

Incluso molesto por toda esa parafernalia, pero no estoy nervioso. Cada vez que me late el pulso noto la cinta presionándome la muñeca, y me basta para saber que al menos eso, mi relación con  Isabella, es como tiene que ser.

-No tienes motivos para estarlo –sigue el desconocido-. Soy el Harry, el tío de Bella.

-Encantado –le estrecho la mano que él me ha ofrecido.

-Si no estoy mal informado, el novio tiene que esperar a la novia frente al altar.

Harry me mira por debajo de una ceja blanca al mismo tiempo que enciende el cigarrillo que le cuelga de los labios.

-Yo la esperaré aquí.

Los dos estamos frente a la pequeña iglesia donde Bella y yo vamos a casarnos, junto a unos arbustos repletos de flores que hay en la entrada. Harry me sonríe y da una calada.

-Creo que ya están aquí –se aparta el cigarro y señala el coche negro que avanza despacio hacia nosotros. Apaga el cigarro contra una de las piedras del muro de la iglesia y se despide-: Nos vemos dentro.

En realidad, apenas le he oído. Todos mis sentidos están pendientes de Isabella. Mis ojos solo ven que por fin ha salido del coche y que lleva el vestido más sensual y hermoso que he visto nunca. Su sonrisa me quita el aliento y cuando me mira… Me da absolutamente igual lo que marque el protocolo. Ella es mía y tengo que recordárselo. Necesito volver a sentirlo.

Camino decidido hacia Bella, me queman los pulmones cuando el aire se desliza por ellos porque lo único que quieren oler es el perfume de ella. Flexiono los dedos, el corazón me golpea las costillas. Creo que el padre de Bella se aparta de mi camino y que su madre y su hermano me miran confusos, pero no me importa. Nada me importa.

Solo ella.

Le sujeto el rostro entre las manos. El calor de su piel penetra las yemas de mis dedos y se extiende por todo mi cuerpo. Los labios de Bella suspiran un segundo antes de que los míos los devoren por completo. Ella también necesitaba besarme. El sabor de ella, que ahora ya forma parte de mí, me tranquiliza y enloquece al mismo tiempo. Jamás tendré suficiente. Nunca llegará el día en que no necesite besarla. Mi lengua recorre el interior de su boca con desesperación y un gemido se escapa de mi garganta para terminar perdido en sus labios. Bella coloca las manos en mi cintura, por debajo de la americana negra y sus dedos me sujetan por las caderas al mismo tiempo que me muerde el labio inferior.

Dios.

Me estremezco y aprieto los párpados con fuerza para contener el deseo que amenaza con ponerme de rodillas en aquel preciso instante.

Bella me suelta despacio el labio y antes de apartarse siento que desliza la lengua por encima de la marca que han dejado sus dientes. Sus manos me acarician suavemente la espalda. Ella sabe que necesito ambas sensaciones, la agudeza de nuestro deseo y la fuerza de su ternura. Suelto el aliento por la nariz sin abrir todavía los ojos y ella susurra:

-¿Entramos juntos?

Parpadeo y la miro. ¿Cómo es posible que alguna vez pensase que era capaz de vivir sin ella? Trago saliva antes de contestar.

-Sí, juntos.

Me sonríe y yo me aparto para ofrecerle mi brazo. Haré todo lo que ella me pida.

…………………………………………………………………………..

PV BELLA

Señora de Edward Cullen, no puedo dejar de repetirlo en mi mente. Edward y yo hace mucho que nos pertenecemos y nuestra boda no ha cambiado nada al respecto, pero reconozco que no puedo evitar sonreír cada vez que alguien me llama así. Como cuando hemos vuelto a nuestro apartamento:

-Buenas noches, señor y señora Cullen, y felicidades por la boda –nos ha saludado el portero.

Edward le ha estrechado la mano y yo le he abrazado. Al pobre hombre casi le da un infarto al ver como lo miraba Edward.

Ahora estamos solos en el ascensor, igual que el día que lo conocí, aunque por suerte las cosas han cambiado. Y mucho.

-Los ascensores te sientan demasiado bien –le digo recorriéndolo con la mirada.

Ese traje negro le queda de infarto y desde que el sacerdote nos ha pronunciado marido y mujer es como si Edward desprendiese un aire de satisfacción más intenso que antes.

Me sonríe.

-A ti también, señora Cullen-. Desliza los ojos por mi cuerpo y es casi una caricia-. Estás preciosa.

Llevo un vestido blanco de encaje a la altura de las rodillas. Después del gran fiasco que fue mi primera boda, ahora no quería casarme vestida de princesa. Además, Edward no se ha enamorado de una princesa de cuento de hadas, se ha enamorado de mí.

Noto su mirada fija en el escote y prácticamente sin darme cuenta llevo allí mi mano. Me está desnudando con la mirada y se le ha acelerado la respiración. Le veo apretar la mandíbula y flexionar los dedos y sintió esas reacciones dentro de mí.

No llegaremos al apartamento.

-Para el ascensor.

Edward enarca una ceja.

-Para el ascensor –repito-. Ahora.

Él flexiona una mano y acto seguido pulsa el botón que detiene la maquinaria.

-La alarma saltará dentro de cinco minutos –pronuncia él sin dejar de mirarme.

Camino hasta Edward, él se ha quedado inmóvil junto al panel del ascensor, y tiro de la corbata.

-Dame las manos.

Las levanta al instante. El torso le sube despacio, controla sus respiraciones igual que cuando está al limite del deseo. Le ato las muñecas y poniéndome de puntillas le desabrocho los botones del cuello de la camisa.

-¿Cuánto tiempo nos queda? –le pregunto mientras le beso la piel que ha quedado al descubierto.

-Cuatro minutos-. Ha tenido que tragar saliva para poder responderme.

-Bien, Edward, eres mío y voy a hacer contigo lo que quiera-. Le lamo la oreja y él se estremece-. No puedes moverte. No puedes hacer ruido-. Le beso el cuello y termino hundiendo suavemente los dientes en su pie-. Tú asegúrate de avisarme antes de que se acabe el tiempo. No quiero que salte la alarma. ¿Entendido?

-¿Pretendes que esté pendiente del reloj mientras me tocas?

-Eso es exactamente lo que pretendo, Edward…

Días después….

Mi vida ahora podría ser muy distinta. Completamente distinta. ¿Sería feliz?, me pregunto. Sin duda habría intentado engañarme y convencerme de ello, pero no, no lo sería. Sin Daniel jamás sería feliz. Le amo tanto que cuando no estoy con él me duele incluso la piel y respiro de un modo distinto si no lo siento a mi lado. Puede sonar ridículo, lo sé, pero no me importa. En realidad hace tiempo que dejó de importarme. Los peores momentos de mi vida los he pasado al lado de Edward, pero cualquier peor momento con él es mejor que un segundo de felicidad en su ausencia. Con Edward he aprendido a ser yo misma y a amar con todo mi ser, no solo con el corazón sino también con cada centímetro de mi piel y de mi alma.

Suelto nerviosa el aliento. Me he imaginado este momento miles de veces y ahora que está a punto de hacerse realidad me tiemblan las manos y unas gotas de sudor frío se acumulan en mi nuca. Tal vez debería decírselo de otra manera, tal vez…

Sus brazos me rodean por la cintura y sus labios se posan en mi cuello.

-Hola, Bella –susurra tras darme un beso.

Respiro despacio y cierro los ojos. No puedo evitar sonreír. Edward me está abrazando por la espalda y su corazón late despacio detrás de mí. Su presencia me abruma –como siempre-, pero el perfume que desprende su ropa me envuelve y tranquiliza al mismo tiempo.

-Hola.

Su respiración se pega a mi piel y sus labios depositan otro beso en mi clavícula.

-Vas a coger frío-. Me abraza con más fuerza un instante para después soltarme y darme media vuelta entre sus brazos-. ¿Por qué me has pedido que viniera aquí?

Estamos en el parque que hay cerca de Stanley&Cullen, el bufete de Edward; es uno de mis lugares preferidos de Londres porque hay unos rosales que se parecen mucho a los que crecen en el jardín de la casa de Hartford.

Me pongo de puntillas y le beso. Necesito besarle. Los labios de Edward tiemblan un segundo justo antes de separarse. Le acaricio con la lengua, su sabor se mete bajo los poros de mi piel y él aprieta las manos en mi cintura. Nos besamos, su boca acaricia la mía con intimidad, consciente de que nunca antes había besado así a nadie. Es un beso que nos demuestra que nos pertenecemos.

Es Edward el que interrumpe ese beso, y después me mira perplejo.

-¿Sucede algo malo, Bella?

-No –me cuesta encontrar la voz.

-Estás llorando –señala Edward en voz baja capturando dos lágrimas-, y me estás asustando. Dime qué sucede. Por favor.

-Estoy embarazada.

El mundo se detiene un segundo. Tiemblo de la cabeza a los pies y aparto la mirada de Edward, el torso le sube y baja pesadamente como si le doliese respirar y yo moriré si veo la decepción o el miedo en sus ojos.

Y entonces noto sus dedos en mi rostro, los siento firmes y decididos, sin rastro de incerteza. Me sujeta por las mejillas y me levanta la cabeza. Nos miramos un breve instante pero el amor que brilla en sus ojos me quema y se graba para siempre dentro de mí.

Edward me besa, sus labios toman posesión de los míos y su respiración trémula baila con la mía. La lengua de Edward me acaricia, me seduce, me entrego a ese beso y a todos los sentimientos que despierta.

-Te amo, te amo –suspira cuando se aparta.

Vuelve a besarme, una y otra vez, incapaz de detenerse y de dejar de tocarme. Me pega a él y siento que le tiemblan los brazos y las piernas.

-¿Estás contento? –le pregunto apoyando la frente en su torso.

Edward suelta el aliento despacio, me acaricia el pelo y después me aparta para mirarme.

-No estoy contento, Bella –distingo el brillo de las lágrimas en sus ojos-, estoy feliz –susurra-. Y muerto de miedo –me regala una de sus pocas sonrisas-, y creo que el corazón va a estallarme dentro del pecho de todo lo que estoy sintiendo, así que no se te ocurra dejarme ahora. Ni nunca, ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

Me besa otra vez, tiembla casi tanto como yo pero a ninguno de los dos nos importa.

-¿Cómo te encuentras? –me pregunta apartándose pero sin soltarme.

-Muy bien.

-¿Cuándo… -veo que se humedece los labios-… cuándo lo supiste?

-Hace unos días –confieso.

-Creías que no iba a alegrarme.

-¡No! Te aseguro que no, Edward, pero estaba nerviosa. Para mí también es algo completamente desconocido.

Cierra los ojos y me abraza a él.

-¿De verdad estás bien?

-De verdad.

El corazón le late muy deprisa y veo una gota de sudor deslizándose por su garganta. Le acaricio la espalda y pego nuestros torsos. La respiración de Edward se acelera y flexiona los dedos en mi cintura.

-No puedo perderte.

-No me perderás.

-Te necesito.

Intento apartarme pero él me retiene en sus brazos.

-Vamos a casa, Edward.

-No, será mejor que vuelva al bufete-. Lo siento temblar y tensarse-. Tengo que serenarme.

-Tranquilo-. Deslizo las manos por entre los omoplatos hasta alcanzar su nuca y enredar allí los dedos-. Ven conmigo a casa.

No le suelto el pelo hasta que asiente, es un movimiento suave, casi imperceptible, pero después de hacerlo suelta el aliento por entre los dientes y respira más tranquilo… Dejándose llevar por mi voz.

Entrelazamos las manos y caminamos hasta la esquina más cercana donde un taxi aparece casi por arte de magia. Edward le da la dirección al conductor, está completamente pendiente de mí y le veo desviar un par de veces la mirada hacia mi vientre. Y al hacerlo me aprieta los dedos de la mano.

El vehículo se detiene ante el portal y el portero de nuestro edificio nos abre solícito la puerta. Lo saludo mientras Edward se ocupa de pagar y despedir al taxista, pero en cuanto siento sus manos en mi cintura me pongo a andar hacia el ascensor.

Un cosquilleo me recorre la piel, el corazón susurra sin cesar el nombre de Edward en mi interior y la sangre circula espesa y lentamente por mis venas al sentir la fuerza que desprende el hombre que me abraza. El hombre que me ama. Edward está apoyado en el cristal del interior del ascensor, sus manos me rodean por la cintura y mantiene mi espalda contra su torso. Por fin detiene las manos sobre mi abdomen, es una leve caricia y no oculta lo mucho que le tiemblan.

-Cuidaré de ti –promete en voz baja, reverente.

-Lo sé.

Las puertas de acero se separan al detenerse y salimos sin decir nada más, con el futuro flotando entre los dos. Edward respira profundamente al cederme el paso para que entre en casa.

-Tal vez deberías acostarte.

Oh, no, no va a convertirme en una muñeca de cristal.

-No, Edward –giro sobre mis talones y le beso antes de que pueda decir algo más. Es un beso sensual, fuerte, lleno de toda la pasión que él me ha enseñado a sentir. Le muerdo levemente el labio antes de apartarme, solo para ver como se le oscurecen los ojos-, tú deberías acostarte.

Vuelvo a besarlo, los labios de Edward se separan al sentir los míos y detiene las manos en mi cintura. Yo aparto las mías de su cuello y le desabrocho el primer botón de la camisa. Edward aprieta los dedos y un gemido se funde en nuestras bocas.

-Bella.

-Quítate la ropa, Edward.

Enarca una ceja y me mira. Se humedece los labios y tiene los ojos completamente negros y tan brillantes que podrían iluminar cualquier oscuridad.

-¿Estás segura?

-Segurísima. Necesitas estar dentro de mí –coloco una mano en su mejilla y él gira el rostro en su busca-. No puedes negarlo.

Ni siquiera lo intenta.

-Puedo contenerme –asegura temblando.

-Yo no.

Le quito la americana, la prenda cae pesadamente en el suelo porque Edward mantiene los brazos inmóviles a ambos lados de su cuerpo. Le desabrocho el segundo botón de la camisa, el tercero, el cuarto, tiro de la prenda para sacarla de los pantalones. Deslizo las mangas por sus fuertes brazos y detengo la mano un segundo encima de la cinta que le rodea una de las muñecas.

Daniel cierra los ojos y se estremece.

-Bella…

La camisa también cae al suelo.

Levanto las manos, también me tiemblan, y bajo la cremallera de mi vestido. Tiemblo al sentir la mirada de Edward recorriéndome la piel que va quedando al descubierto. Me quedo en ropa interior y me acerco a él, el calor que desprende su torso me acaricia y coloco la palma de una mano en su pectoral izquierdo.

-Vamos, Edward, ven conmigo.

Aprieta la mandíbula y tras asentir gira despacio hacia el dormitorio. Se detiene frente a la cama y me abruma comprobar lo imponente que es su espalda. Su afición por nadar le ha perfilado los músculos hasta convertirlos en mármol y el boxeo le ha dotado de un magnetismo animal que me resulta irresistible. En cuanto le toco le oigo soltar el aliento y agacha levemente la cabeza.

-Eres perfecto, Edward –susurro- vas a ser el mejor padre del mundo.

Un temblor le sacude el cuerpo.

-Bella.

Le doy un beso en la columna vertebral y le rodeo hasta colocarme frente a él. Le desabrocho los pantalones y lo siento excitarse. No me dice nada pero sé que está al límite. Le desnudo y le acaricio el rostro en busca de su mirada. Cuando la encuentro me acerco a él y le beso con ternura.

-Túmbate.

Flexiona los dedos y durante un segundo creo que va a tocarme. No lo hace, sino que ejerciendo todo el autocontrol del que sé que es capaz, cumple con mi petición y se tumba en la cama. Me acerco a él despacio, dejo que Edward vea y sienta lo mucho que me afecta. En la mesilla de noche hay un pequeño jarrón de cristal con dos rosas muy especiales, las primeras que han florecido en el brote que plantamos Edward y yo hace unos meses en nuestro invernadero.

-Las rosas parecen delicadas –susurro cogiendo una de las flores-, pero saben defenderse-. Me siento a horcajadas encima de él-. Sobreviven al invierno y al mal tiempo –deslizo los pétalos por su torso y Edward tiembla-, y atacan a cualquiera que intente hacerles daño-. Le araño con una espina y las manos de Edward me sujetan por la cintura.

Sí, por fin, adoro que me demuestre que me necesita.

-Bella, amor –gime-. No puedo más.

-Lo sé-. Me muevo suavemente encima de él-. Pero antes de hacerme el amor tienes que prometerme algo.

-Todo, te lo prometo todo-. Clava los ojos en los míos al mismo tiempo que flexiona los dedos y tiembla debajo de mí.

-Vas a prometerme –muevo la rosa por su cuello, por la mejilla, y después vuelvo a bajarla por su esternón. Estoy tan absorta mirándolo que me olvido de la espina de antes y me la clavo en el dedo. Intento contener la mueca de dolor, pero él se da cuenta y sin decir nada separa levemente los labios. Me roba el aliento cuando captura la gota de sangre con la lengua y lame cuidadosamente la minúscula herida-. Vas a prometerme que vas a confiar a mí, en nosotros.

Asiente y levanta las caderas.

-Sí, Bella. Hazme el amor, por favor. No puedo más –me pide sujetándome la mano cerca de la boca con una de las suyas.

-Dime que confías en ti y en mí, que sabes que somos para siempre.

Me incorporo lo necesario para poder convertir nuestros cuerpos en uno solo y cuando entra dentro de mí Edward arque la espalda y echa la cabeza hacia atrás.

-Bella, muévete. Por favor.

-Dilo, Edward.

Lame el dedo que tiene entre sus labios y me sujeta por la cintura con ambas manos sin moverse. Está haciendo tanta fuerza para contener las reacciones de su cuerpo, para domar sus instintos, que tiembla violentamente.

-Dilo, Edward.

-Confío en ti, Bella, y sé que lo que siento por ti es para siempre –dice entre dientes flexionando los dedos-. Para siempre. Una parte de mí formará para siempre parte de ti.

Le acaricio el rostro, tiene los ojos completamente negros, la frente empapada de sudor y por primera vez es completa y absolutamente mío.

Muevo despacio las caderas.

-Dios, Bella.

Echa la cabeza hacia atrás y tiembla.

Le hago el amor, me olvido de todo excepto nosotros, excepto nuestro amor. Nuestros cuerpos se entregan el uno al otro sin restricción, nos besamos y cuando noto que Edward sigue conteniéndose por mí susurro:

-Te amo, Edward.

Grita mi nombre, lo arranca de su alma y se entrega a mí. Y yo a él.

Para siempre

 

 

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NOTA: CHICAS SIENTOLA DEMORA PERO POR TIEMPO NO HE PODIDO REALIZAR O ACTUALIZAR MIS HISTORIAS PERO PROMETO HACERLO MAS SEGUIDO.

TAMBIEN LES COMENTO QUE ESTE ES EL ULTIMO CAPITULO DE ESTA HISTORIA SOLO QUE DA EL EPILOGO Y TERMINA  NO VEREMOS DESPUES.

 

SALUDOS Y BESOS DESDE ¡MEXICO¡

Capítulo 63: Capitulo 62 Capítulo 65: epilogo1

 


Capítulos

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