NOVENTA DIAS (+18)

Autor: ROSSE_CULLEN
Género: Drama
Fecha Creación: 03/03/2013
Fecha Actualización: 26/07/2014
Finalizado: SI
Votos: 26
Comentarios: 79
Visitas: 141817
Capítulos: 65

"CHICAS ESTA HISTORIA ESTA LLEGANDO ASU FINAL SIGAN VOTANDO Y COMENTEN UN FINAL ALTERNATIVO"

Tras poner punto final a su relación días antes de la boda, Isabella  Swan decide romper con su vida anterior y se muda a Londres dispuesta a empezar de cero. Ella cree estar lista para el cambio, pero nada la ha preparado para enfrentarse a Edward Cullen. Edward sabe que nunca podrá dejar atrás su tormentoso pasado, aunque para no asfixiarse en éste hace tiempo que se impuso unas estrictas normas que rigen todas sus relaciones. Y jamás se ha planteado transgredirlas? hasta que conoce a Isabella. Arrastrados por la pasión y el deseo, vivirán una intensa relación dominada por los peculiares gustos sexuales de Edward. Bella  le concede todos sus caprichos hasta que él le pide algo que ella no se siente capaz de dar. Sin embargo, antes de que la joven tome una decisión, el destino se entremete y Edward  sufre un grave accidente. ¿Bastarán noventa días para que Bella se atreva a reconocer que una historia de amor como la suya es única e irrepetible?

 

ESTA HISTORIA ES UNA ADAPTACION DE UN LIBRO QUE APENAS ACABO DE LEER QUE ES DEL AUTOR "M.C Andrews" TITULADO DE LA MISMA FORMA PERO CON LOS PERSONAJES DE S. MEYER.

 

 *chikas si lo que quieren es una historia divertida les recomiendo mi otro finc llamado.

"dificil amar *18"

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 28: capitulo * 27

Capítulo 27 

Edward  llamó tres días más tarde y me dijo que quería verme y que me había echado de menos y esas dos frases hicieron que me diese un vuelco el corazón. La despedida en Italia había sido muy fría y tenía miedo de haber cometido el mayor error de mi vida y de que él hubiese decidido no volver a verme nunca más.

Aquella mañana, lo organizó todo para que el mismo avión que nos había llevado a Italia me llevase de regreso a Londres. Me acompañó al aeropuerto y no se fue hasta que estuve sentada en el avión y lista para despegar, pero en ningún momento intentó convencerme de que me quedase. Ni siquiera me dio un beso antes de irse.

Yo me dije que Edward  sencillamente estaba respetando mis deseos y que no tenía derecho a enfadarme con él. En realidad, no tenía derecho a enfadarme por nada; él me había advertido una y otra vez acerca de sí mismo y me había dado la oportunidad de irme en cualquier momento. Lo único que tendría que haber hecho yo era decir que no. Me pasé el vuelo de regreso mirándome las marcas de las muñecas, apenas perceptibles ya a esas horas. Las cintas con las que Edward me había atado a la cama eran de seda, así que apenas me habían rozado la piel ni dejado ningún corte, pero yo podía sentirlas con absoluta claridad. Y, si era sincera conmigo misma, tenía que reconocer que me excitaba al recordarlo.

Bastaba con que me imaginase atada a aquella cama con los ojos vendados, para que se me pusiese la piel de gallina y sintiese la necesidad de humedecerme los labios. ¿Por qué? Desde pequeña soñaba con encontrar al amor de mi vida; un hombre que se enamoraría perdidamente de mí y me trataría como una princesa. Nos casaríamos y tendríamos un niño y una niña. Y viviríamos felices para siempre. Como en un cuento de hadas. Pero en los cuentos, el príncipe no ata a la princesa y la lleva al orgasmo dándole órdenes. Edward no encajaba ni remotamente en el papel de príncipe, quizá en el de dragón, pero nunca en el de príncipe. Y a mí me estaba costando asumir que mi cuento de hadas no iba a hacerse realidad.

Lo que me había hecho me había gustado, me había gustado mucho.

¿Lo bastante como para seguir haciéndolo toda la vida? Sí, sin duda. ¿Podía pasarme toda la vida poniéndome en manos de Edward? Sí, pero después de dejarlo plantado de esa manera, él probablemente no me quisiera.

Edward me había enseñado lo que de verdad necesitaba, había empezado a contarme lo de sus padres y me había dicho que algún día me hablaría de su tío y de lo que le había sucedido mientras vivía con él. Y yo lo había dejado en la estacada porque había visto unas marcas en mi cuerpo que no encajaban con un estúpido cuento infantil. Unas marcas que él me había hecho mientras me hacía el amor y yo sentía un placer inimaginable.

Comprendí la magnitud de lo que había hecho justo cuando el avión aterrizaba en Londres y no tuve más remedio que reprimir las lágrimas. Fui lo bastante fuerte como para mantener la compostura frente a Frederick, chófer de Edward, aunque derramé una lágrima cuando el hombre me pasó un vaso de té recién hecho tal como a mí me gustaba y me dijo que era de parte del señor Cullen.

Incluso estando dolido y enfadado conmigo, Edward quería cuidarme. Cogí el móvil para llamarlo, pero me dije que no podía hacerlo. Le había dicho que necesitaba estar sola para pensar y si ahora lo llamaba, él jamás me respetaría. Opté por mandarle un mensaje: «He llegado a Londres. Frederick ha venido a buscarme. Muchas gracias por el té. Tuya, B.» Dejé la mirada fija en la pantalla, convencida de que él no tardaría en contestar, pero pasaron los minutos y no llegó ningún mensaje. Quizá no había visto el mío, o quizá no le había importado. O quizá… Vibró el móvil. «De nada.»  

Llegamos al piso y Frederick insistió en acompañarme arriba. Le di las gracias y acepté, porque sabía que sería inútil discutir con él, el hombre era tan terco como su jefe. Se despidió de mí y entré y entonces las lágrimas rodaron por mis mejillas sin ningún pudor. Me senté en el sofá y lloré desconsolada, echando de menos a Edward y furiosa conmigo misma por tener tanto miedo a la pasión que él me había hecho sentir. Sí, Edward no encajaba en el molde del hombre ideal que yo me había imaginado desde pequeña, pero ese hombre era el sueño de una niña y yo ahora era una mujer.

Me sequé las lágrimas y fui a mi dormitorio para desnudarme y ducharme, pero antes guardé en el armario todas las prendas que Edward me había comprado para aquella escapada. Volví a comprobar lo mucho que se preocupaba por mí. Más serena que cuando había llegado, me duché y me vestí con ropa cómoda para quedarme en casa. Le mandé un mensaje a Alice para decirle que había vuelto a Londres y ella me contestó de inmediato preguntándome por qué. No quería decirle a mi mejor amiga que me había comportado como una niña pequeña y que quizá había perdido al hombre de mi vida, así que contesté que había surgido algo en el trabajo y que Edward y yo habíamos cambiado de planes.

Alice me llamó de inmediato.

—¿Estás bien?

—Por supuesto, ya te he dicho que no pasa nada. Edward volverá dentro de un par de días —le comuniqué.

—¿Y tú no podías quedarte con él?

 —No, lo veré cuando vuelva —afirmé, rezando para que así fuese.

—Yo no estoy en casa —dijo Alice tras unos segundos en los que seguro que intentó discernir si le estaba ocultando algo.

—Ya lo veo —bromeé, en un intento de aligerar el tono de la conversación.

—Como se suponía que ibas a estar unos días fuera, decidí aprovechar e ir a visitar a mis tías.

—¿Estás en España? No me lo podía creer.

—Sí, ha sido un viaje algo improvisado. Tengo muchos días de vacaciones acumulados y pensé que me iría bien ver a mis tías, pero si me necesitas puedo volver mañana.

—No, no hace falta. Disfruta de tus vacaciones. ¿Cuándo volverás?

Oí unas voces de fondo y una era claramente masculina.

—El próximo sábado. —Hizo una pausa—. ¿Seguro que estás bien?

—Perfectamente. Dale recuerdos a tus tías de mi parte y pásalo muy bien.

—Gracias, Bella, lo intentaré y tú procura no pensar demasiado, ¿vale? Y llámame si te sucede algo o si sencillamente quieres hablar un rato.

—Claro, no te preocupes.

—Chao.  

Sin Alice en el piso me quedé sola con mis dudas y mis recuerdos de las noches que había pasado con Edward. Y cuando tres días más tarde él me llamó para decirme que volvía a casa y que quería verme, noté que por fin volvía a encajar dentro de mi piel. Me puse uno de los vestidos que él me había comprado y fui a su apartamento media hora antes de la que me había dicho. Quería darle una sorpresa, pero me la dio Edward a mí, porque, cuando llegué, el portero de su edificio me anunció que el señor Cullen me estaba esperando. Entré en el ascensor y el trayecto se me hizo eterno. Ya podía sentir sus labios en mi piel, sus manos recorriéndome todo el cuerpo, su voz susurrándome al oído. ¿Me besaría en cuanto me viese? Yo no podría contenerme.

El ascensor se detuvo y casi abrí yo misma las puertas de acero de lo impaciente que estaba. Llevaba la llave en la mano, pero temblaba tanto que no conseguía acertar en la cerradura. De repente, Edward abrió la puerta y los dos nos quedamos mirándonos.

 Él no se había afeitado y, a juzgar por el agua que le resbalaba por el cuello y por el pelo mojado, acababa de ducharse. Llevaba los vaqueros sin abrochar y una camiseta blanca también mojada parcialmente.

—Hola —farfullé al comprender que lo había sacado de la ducha.

—Hola —me respondió él y vi que apretaba la hoja de la puerta—, me ha parecido oírte.

Volvimos a mirarnos y Edward reaccionó por los dos. Me cogió de la mano y tiró de mí hasta meterme dentro del lujoso apartamento. Cerró la puerta con la otra mano y me besó. Me bastó con sentir su lengua dentro de mi boca y con oler de nuevo su piel para que mi corazón volviese a latir como debía. Lo aparté y dije lo que llevaba dos días esperando decirle:

—Lo siento, Edward. Perdóname, no tendría que haberme ido de esa manera.

Me había imaginado que, después de oír esa frase, él me cogería en brazos y me haría el amor con el abandono de siempre, o que como mínimo me besaría como hacía cuando estaba desesperado por estar cerca de mí, pero no hizo nada de eso. Me miró a los ojos y dio un paso atrás y luego otro y entonces tomó aire y habló:

—Tenemos que hablar, Isabella.

Se me encogió el estómago.

—Siento mucho haberme ido, Edward —repetí, siguiéndolo hasta el sofá del salón en el que habíamos cenado semanas atrás—, pero cuando me desperté y vi que no habíamos dormido juntos me quedé muy confusa y luego vi las marcas de tus dedos y las del látigo y…

—No es eso, Isabella. Aunque reconozco que me dolió mucho que quisieras irte, en cuanto dejé de pensar en mi orgullo herido y empecé a pensar en ti, comprendí por qué lo habías hecho. —Me miró a los ojos y añadió—: Sí dormimos juntos, tú te quedaste dormida mientras yo cerraba la casa; cuando entramos tenía la cabeza ocupada en otras cosas y no lo había hecho. Cuando terminé, me acosté a tu lado. Yo no dormí, eso lo reconozco, me pasé todas esas horas pensando y cuando amaneció fui a la cocina.

—Lo siento, Edward. Fue una noche maravillosa y lamento haberme asustado y no haber acudido a ti con mis dudas. Pero ahora estoy aquí.

—Fue una noche maravillosa —reconoció él tras tragar saliva. ¿Estaba nervioso?—. Te entregaste a mí de un modo que yo nunca me habría atrevido a soñar. Confiaste en mí a ciegas y pusiste tu cuerpo, tu placer, incluso tu propio ser en mis manos. Jamás me había sentido tan honrado y tan amado, Isabella.

—Ni yo tampoco.

—Cuando te vi allí, dispuesta a aceptar todo lo que yo quisiera hacerte… pensé que me moriría. Podría haber pasado la eternidad en ese dormitorio, besándote, tocándote, haciéndote el amor. Pero a pesar del intenso placer que me hiciste sentir, de la felicidad que casi rocé con los dedos al saber que eras mía, no me basta con eso, Isabella.

 No podía respirar, me estaba ahogando.

—¿No? —conseguí preguntarle.

—No.

Si Edward me decía que necesitaba estar con otras mujeres me moriría allí mismo. O si me decía que quería que yo estuviera con otros hombres. Era imposible que yo hubiese malinterpretado lo que ambos sentimos, ¿no?

—¿Qué… qué necesitas?

—Necesito que tú me lo hagas a mí.

—¿Qué?

Mi mente no podía asimilar lo que Edward me estaba diciendo.

—Quiero que me hagas tuyo, quiero ser capaz de entregarme a ti igual que tú te has entregado a mí. Y necesito tu ayuda para conseguirlo.

—¿Có… cómo? —Tenía la garganta seca y me costaba tragar saliva.

—Quiero pertenecerte, quiero que me domines, que me vendes los ojos y me ates los brazos y las piernas, que me digas que no puedo sentir nada si tú no me das permiso para hacerlo. Nunca le he pedido esto a nadie. Nunca. Y siempre he sabido que si algún día encontraba a una mujer con la que quisiera compartir mi vida, tendría que pedírselo.

—No lo entiendo —balbuceé otra vez.

—Necesito tener el control porque hubo una época de mi vida en que me lo arrebataron por la fuerza y la verdad es que creí que me bastaría con eso para seguir adelante. El sexo que había practicado antes siempre había sido así; conmigo al mando y dominando por completo la situación. Pero cuando vi cómo te entregabas a mí la otra noche comprendí que eras tú la que de verdad tenía todo el poder; yo sencillamente estaba allí, dedicado en cuerpo y alma a responder a tus necesidades. Me regalaste algo precioso, Isabella. Y si quiero tener un futuro contigo, si quiero atreverme a soñar con la posibilidad de ahuyentar mi pasado, necesito hacer lo mismo. Sé que sólo así podré contarte toda la verdad. Tú eres la única mujer a la que he querido —tragó saliva—, a la que necesito contársela. Y sólo así lo conseguiré.

—Pero yo… yo no sé si seré capaz. Yo no puedo hacerte daño.

—¿Yo te hice daño? —me preguntó, asustado de verdad.

—No, pero tú siempre has sido así, en cambio yo…

—Tú eres la mujer más fuerte y valiente que he conocido nunca. La primera vez que te vi te dije que te echaría del bufete y me plantaste cara… Siempre me has plantado cara, señorita Swan. No me falles ahora que es cuando más te necesito. Si no eres tú, sé que jamás volveré a pedírselo a otra. Y nunca me sentiré completo.

—¿Qué tendría que hacer?

—Ser tú, tomar el control, decirme que no puedo hacer nada sin ti. Convencerme para que me entregue con el mismo abandono que tú te entregaste a mí. No quiero estar al mando, quiero saber lo que se siente cuando confías tanto en otra persona que incluso pones tu vida en sus manos. Quiero que me vendes los ojos, que me ates y que hagas conmigo lo que quieras, porque tú eres la única que sabe lo que de verdad necesito.

—Yo… —me humedecí los labios e intenté calmar mi corazón—, yo no soy así. Yo no puedo darte órdenes.

—Lo necesito, Isabella.

—¿No podemos seguir como ahora? Por favor, Edward.

Él me miró a los ojos y negó con la cabeza.

—No, ahora que por fin he reconocido ante mí mismo lo que de verdad necesito, no puedo conformarme con menos. En mi vida he tenido que hacer muchos sacrificios, me han arrebatado demasiadas cosas, y ésta no va a ser una de ellas. Lo necesito, Isabella. Necesito entregarme a ti de esa manera. Sé que sólo tú serás capaz de obligarme a desprenderme de mi pasado y de darme un futuro.

—No puedo, Edward . Yo no puedo obligarte a nada. Y nunca podría hacerte daño.

—No me harás daño, igual que yo nunca te lo he hecho a ti. Tienes que dominar mi mente, mis sentidos, mis instintos, del mismo modo que ya dominas mi corazón.

—Todo esto es demasiado, Edward. Creía que después de lo de Italia podríamos seguir adelante, que poco a poco seríamos una pareja normal.

El rostro de él se demudó al oír esa última palabra.

—Tú y yo nunca seremos una pareja normal, porque lo que yo siento por ti no encaja en ninguna de las etiquetas aceptadas por la gente «normal», y por un instante me atreví a soñar que tú sentías lo mismo.

—Edward, yo te quiero —me defendí y noté lágrimas en los ojos.

—No me basta con que me quieras, quiero que me poseas. Quiero ser todo tuyo, mi cuerpo, mi mente, mi alma. Todo. No me conformo con estar enamorado de ti, necesito saber que sin ti no puedo respirar. Necesito que me obligues a entregarme a ti.

—No puedo, Edward. No sé cómo.

—Sí lo sabes, pero no te atreves. Tienes miedo de sentir lo que estás sintiendo, tienes miedo de no encajar en una de tus preciosas etiquetas.

—Eso no es verdad —me defendí, a pesar de que sus palabras habían dado en el blanco—, te quiero y quiero que volvamos a estar juntos como antes.

 —Yo quiero más, Isabella. Necesito más.

Sus ojos negros echaban chispas, el torso le subía y bajaba cada vez que tomaba aire y tenía los puños apretados. Nos miramos, conscientes de que ninguno de los dos iba a ceder y de que ambos terminaríamos con el corazón destrozado. Él fue más valiente que yo y volvió a arriesgarse.

 —Cuando empezamos, te dije que si algún día querías dejar de verme lo único que tenías que decir era no. Y ese mismo día te pusiste mi cinta de cuero alrededor de la muñeca. Una cinta que tú y yo sabemos que significa que me perteneces, que te entregaste a mí. Yo quiero hacer lo mismo. Lo necesito y por eso voy a pedírtelo una última vez.

Me enjugué una lágrima y me mordí el labio inferior para contener un sollozo.

—Átame, véndame los ojos, oblígame a entregarte todo mi ser, a poner mi vida en tus manos. Toma el control de mi cuerpo, de mí, y deja que por primera y única vez en mi vida me rinda a otra persona. A ti. Haz todo lo que tengas que hacer para demostrarme que soy tuyo y que sólo tú tienes el poder de dominarme y de hacerme hacer lo que sabes que de verdad necesito.

Sus palabras evocaron un sinfín de imágenes en mi mente; vi a Edward de rodillas delante de mí con los ojos vendados, inmóvil a la espera de oír mi voluntad. Me vi a mí misma atándole las manos y utilizando el mismo látigo que él había utilizado conmigo y me asusté. Me asusté, porque por un instante no conseguí apartar la mirada de esas imágenes ni de la reacción que tenían en mi cuerpo.

—No.

Él se acercó a mí y me cogió la muñeca. Me miró a los ojos y noté la tensión que desprendían todos los músculos de su cuerpo. Tiró del nudo de la cinta de cuero y me la quitó con un único movimiento.

—Vete de aquí.

Royal London Hospital 

—Tienes que despertar, Edward. Tienes que despertar.

Cinco días. Ya lleva cinco días inconsciente sin motivo aparente y los médicos empiezan a plantearse la posibilidad de que su cerebro haya sufrido un daño irreparable.

—Tienes que despertar, Edward.

Estoy sola en la habitación del hospital, muerta de preocupación y muy asustada porque sé que si Edward no abre los ojos pronto, su vida corre peligro. Lo sé con la misma certeza con que sé que yo no querré seguir viviendo si a él le pasa algo. Jasper y Alice acaban de irse, los pobres vienen constantemente a hacerme compañía y a darme ánimos; él, además, ha lidiado con el tío de Edward y con Jessia. Mi hermano Emmett también está pendiente de nosotros en todo momento y cada día viene a verme para asegurarse de que no me pongo enferma de preocupación.

Edward tiene que despertarse.

No dejo de recordar la última vez que lo vi, el dolor que vislumbré en sus ojos y el que yo sentí en mi interior. Lo que más recuerdo es lo mucho que me arrepentí de haber tomado esa estúpida decisión. ¿Cómo pude negarle lo que él me había dado a mí? Toco la cinta de cuero que le até a la muñeca la primera mañana que vine al hospital. Una enfermera me dijo que la habían encontrado en el bolsillo de Edward, alrededor del teléfono móvil, y que por eso la habían dejado encima de la mesilla, porque tuvieron la sensación de que el paciente —cuánto odio esa palabra— la guardaba por algo. Le acaricio el brazo y luego la mejilla. Está recién afeitado, lo he hecho yo misma, porque sé que no le gustaría llevar barba.

Me incorporo y le doy un beso en los labios y vuelvo a pensar en nuestra horrible discusión y en que me fui de su apartamento sin besarlo por última vez.

—Dijiste que querías pertenecerme —le digo, de repente furiosa porque me dejase marchar de ese modo—, que querías que te obligase a entregarte a mí, que necesitabas que yo tomase el control y dominase tus sentidos. Pues escúchame bien, Edward. Tú me perteneces, eres mío y sólo me obedeces a mí. Nadie te conoce mejor que yo y nadie excepto yo puede darte lo que necesitas.

No sé de dónde está saliendo toda esta rabia, pero de repente no puedo contenerla. Me siento en la cama, junto al brazo en el que Edward llevaba la cinta y lo miro. Apoyo las manos a ambos lados del rostro de él y me acerco.

—Te quiero, ¿me oyes? Y no es ninguna etiqueta. Te amo y me perteneces. Tú eres mío y estoy harta de que me ignores. No pienso seguir tolerándolo. Ahora mismo abrirás los ojos y me pedirás perdón por haberme asustado tanto. ¿Me oyes? Abrirás los ojos y me dirás…

—Isabella.

Me afloran las lágrimas y veo que los de él están de verdad abiertos. ¡Oh, Dios mío! Edward  se humedece los labios. Soy una idiota, tendría que avisar a una enfermera, pero tengo miedo de irme y de que él vuelva a quedarse inconsciente. Vuelve la cara despacio y dirige la vista hacia su muñeca con la cinta.

—¿Qué… qué significa? —consigue pronunciar. No dejo de llorar y no me importa.

—Significa —le digo en voz baja— que te amo y que… —no puedo terminar, se me atragantan las palabras con los sollozos.

—¿Tuyo? —Es obvio que Edward está muy dolorido y que le cuesta hablar.

—Sí, mío. Eres mío.

Él ha vuelto a cerrar los ojos, pero esta vez de cansancio. Me inclino y le doy un beso en los labios antes de apartarme. Edward se ha despertado. Se ha despertado y saldrá de ésta. Él ha hecho lo imposible, ahora me toca a mí. ¿Seré capaz de darle todo lo que me ha pedido?.

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-**/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*/*

chicas les pido disculpas por la tardansa pero he tenido mucho trabajo, pero por ese este capitulo un poco mas largo para que lo aprobechen.

les recuerdo que sigo esperando sugerencias para el final de noventa dias ya que el final del libro deja muicho que desear asi que diga como quieren que termine bella y edward. 

saludos a todas y sigan votando porfa.

Capítulo 27: CAPITULO * 26 Capítulo 29: CAPITULO*28 "LA CINTA" EPOV

 


Capítulos

Capitulo 1: CAPITULO *1 -Royal London Hospital Capitulo 2: CAPITULO* 2 -Noventa días antes Capitulo 3: CAPITULO *3 Capitulo 4: CAPITULO* 4 Capitulo 5: CAPITULO*5 Capitulo 6: CAPITULO *6 Capitulo 7: CAPITULO*7 Capitulo 8: CAPITULO -8 Royal London Hospital Capitulo 9: capitulo * 9 Capitulo 10: CAPITULO * 10 Capitulo 11: CAPITULO *11 Capitulo 12: CAPITULO * 12 Capitulo 13: CAOITULO *13 Capitulo 14: capitulo *14 Capitulo 15: CAPITULO *15 Capitulo 16: capitulo *16 Capitulo 17: AVISO (NUEVO FAN FINC EN PROCESO) Capitulo 18: capitulo *17 Capitulo 19: capitulo *18 Capitulo 20: capitulo *19 Capitulo 21: capitulo * 20 Capitulo 22: capitulo * 21 Capitulo 23: capitulo * 22 Capitulo 24: capitulo* 23 Capitulo 25: capitulo *24 Capitulo 26: CAPITULO *25 Capitulo 27: CAPITULO * 26 Capitulo 28: capitulo * 27 Capitulo 29: CAPITULO*28 "LA CINTA" EPOV Capitulo 30: CAPITULO *29 EPOV Capitulo 31: CAPITULO* 30 EPOV Capitulo 32: capitulo*31 EPOV Capitulo 33: capitulo*32 EPOV Capitulo 34: capitulo *33 EPOV Capitulo 35: CAPITULO*34 "TODOS LOS DIAS" Capitulo 36: CAPITULO *35 Capitulo 37: CAPITULO*36 Capitulo 38: CAPITULO*37 Capitulo 39: CAPITULO*38 Capitulo 40: CAPITULO*39 Capitulo 41: capitulo*40 Capitulo 42: capitulo *41 Capitulo 43: CAPITULO*42 Capitulo 44: CAPITULO*43 Capitulo 45: capitulo*44 Capitulo 46: capitulo*45 Capitulo 47: capitulo*46 Capitulo 48: capitulo*47 Capitulo 49: capitulo *48 Capitulo 50: CAPITULO *49 Capitulo 51: capitulo *50 Capitulo 52: capítulo*51 Capitulo 53: capitulo /52 Capitulo 54: capitulo 53 Capitulo 55: capitulo *54 Capitulo 56: capitulo 55**sin fin** Capitulo 57: capitulo *56 Capitulo 58: capitulo *57 Capitulo 59: CAPITULO*58 Capitulo 60: CAPITULO*59 Capitulo 61: capitulo *60"evitando lo obio" PV ALICE Capitulo 62: PV jASPER Capitulo 63: Capitulo 62 Capitulo 64: CAPITULO 63 Capitulo 65: epilogo1

 


 
14439448 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10757 usuarios