Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114605
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

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Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

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Capítulo 8: SORPRESAS

 

BELLA POV

 

Estaba encantada con la cabaña, la decoración era de muy buen gusto y el olor a madera inundaba el lugar. No podía dejar de sorprenderme con lo hermosa y acogedora que era. Edward me condujo al comedor, estaba igual de bonito que la sala y el recibidor, había una puerta que supuse sería la cocina y al otro lado había una puerta de vidrio que daba al patio trasero. Él la abrió y me tomó de la mano para llevarme hacia afuera.

Si la cabaña era preciosa, el jardín era increíble. Había hermosas flores por todas partes y una pared de arbustos al fondo, en medio de todo había un camino que llevaba hacia los arbustos. Lo seguimos tomados de la mano y llegamos a un tejaban de ensueño: estaba repleto de guías de luces que colgaban a las orillas iluminando todo el lugar; al centro había una mesa para dos decorada de manera sencilla, pero elegante; al lado había una botella de vino, una barra de bufet humeante y una mesita de servicio con una hermosa vajilla.

Edward retiró la silla para mí y me senté. Puso la mesa solo, no me dejó ayudar alegando que yo era la invitada. Sirvió la cena y dos copas de vino. Se sentó frente a mí y comenzamos a comer.

—Mmm, está delicioso, felicita al chef— dije bromeando.

—Gracias por tu felicitación.

— ¿Tú hiciste esto?— dije muy sorprendida.

—Sí— dijo riendo—. Me gusta mucho cocinar aunque sea difícil de creer.

—A mí también me gusta cocinar— dije riendo con él.

Después de la comida vino el postre, era un delicioso pastel de vainilla con fresas. Él me daba de comer del suyo y yo del mío, parecía que el tiempo se había detenido para que pudiéramos estar juntos.

La velada no podía ser más encantadora; estaba en un lugar precioso, con un chico realmente lindo que me tenía como boba y comiendo las cosas deliciosas que él me daba.

—Gracias— dije después de un momento de silencio.

— ¿Por qué?

—Por la sorpresa.

—Te dije que te gustaría— sonreímos y nos vimos con ternura por un largo rato.

Acarició mi rostro y comenzó a acercarse a mí por encima de la mesa. Cerré los ojos y justo cuando sentí el roce de nuestros labios algo frío cayó encima de mí. Edward se levantó rápidamente y miró el desastre, había tirado una de las copas encima de mí.

— ¡Rayos!, discúlpame, Bella… lo siento… no quise…— él estaba realmente apenado.

—Está bien, Edward. Fue un accidente.

Me llevó adentro y me indicó cuál de las dos puertas que estaban en la sala era el baño. Por más que intenté quitar la mancha no pude, el agua no era suficiente; tendría que usar un poco de detergente y enjuague para, con suerte, quitarla. Salí del baño empapada y en medio de un ataque de risa, mi aspecto era realmente gracioso. Edward estaba casi en la puerta recargando su cabeza en la pared y con los ojos cerrados.

— ¿Pudiste sacar la mancha?— dijo con preocupación.

—Edward, no pasa nada— dije riéndome. Él me miró preocupado y después de un rato comenzó a reír conmigo.

—Debes cambiarte, estás empapada.

— ¿Podrías prestarme algo?

—No tengo ropa aquí— dijo apenado —Voy a ver si encuentro algo.

— ¿Te ayudo a buscar?— asintió y entramos a la habitación.

Al centro había una enorme cama con varios almohadones, tenía una  preciosa colcha dorada y cojines a juego; al lado tenía unas bonitas mesas de noche; en el fondo había una puerta, que supuse, sería el baño. Había un gran mueble con escritorio y muchos cajones y libreros. Tenía mucha música y muchos y muy variados libros. El vestidor era enorme, pero estaba vacío. Buscamos en cada cajón y puerta que veíamos.

—Encontré esto. ¿Sirve de algo?— dijo tendiéndome una camisa.

—Supongo que sí.

Entré al baño y me quité el vestido. La camisa de Edward me quedaba enorme y más corta que el vestido, doblé las mangas y salí del baño. A Edward casi le da un infarto al verme, me sentí muy agraciada y me sonrojé tras su reacción. Tomó el vestido, fue hacia la cocina y lo lavó; al parecer la mancha se había quitado, lo tendió en una silla y se giró hacia a mí; iba a comenzar a decir algo cuando un horrible trueno irrumpió el silencio y se fue la luz. Di un grito de terror y comencé a buscarlo desesperadamente en la obscuridad.

— ¡Edward! ¡Dónde estás!— dije dando manotazos en el aire.

—En el comedor, ¿dónde estás tú?

—En la sala— dije agitada, no quería caminar porque de seguro iría a dar contra el piso.

Apenas estaba logrando recuperarme de mi última torpe caída, ya sólo usaba una pequeña cinta sobre la herida.

 Volvió a escucharse un trueno que iluminó todo. Volví a gritar y de repente sentí que algo me golpeaba, el grito se hizo más intenso y sentí los brazos de Edward a mí alrededor. Lo abracé con fuerza y hundí mi rostro en su pecho, estaba temblando.

—Tranquila, Bella ¿Por qué tiemblas?

—Lo odio.

—Ya pasará, sólo es una tormenta. No entiendo, ¿por qué te asusta tanto?

—Cuando era niña me perdí en el bosque en medio de una tormenta y ahora no las soporto— expliqué y él me apretó con más fuerza.

Fuimos a la cocina a buscar linternas; si Edward no me hubiera llevado de la mano no me habría salvado de caer. Nos sentamos en la sala a esperar que pasara la tormenta, se hacía más tarde y al parecer no dejaría de llover hasta el siguiente día. No quise que nos fuéramos porque sería peligroso manejar en esas condiciones. Me mantuve abrazada a Edward todo el tiempo, él me acariciaba el cabello y daba besos en mi cabeza cada vez que me sobresaltaba.

—Entonces, ¿nos quedaremos aquí?— preguntó.

—Sí, ya te dije que no manejarás con la carretera así de mojada— me levanté y tomé mi celular para intentar ponerme en contacto con Alice pero no había señal.

—Perfecto— mascullé enojada.

— ¿Qué pasa?

—No tengo señal— dije mostrándole mi celular.

—Yo tampoco— Dijo después de revisar el suyo. Suspiré controlando el coraje que me daba la situación.

Edward se levantó, me tomó de la mano y me llevó a la habitación. Me puse nerviosa, mi corazón se aceleró y me sonrojé como nunca. Al entrar me senté en la orilla de la cama, él se quitó la cazadora y se giró hacia mí. Me dio un beso ligero y se dirigió a la puerta.

— ¿A dónde vas?

—A la sala— dijo con seguridad.

— ¿Vas a dormir ahí?

—Sí. Hasta mañana, Bella.

Se fue y me horroricé. Por más que intentaba, no podía superar mi trauma con las tormentas. Encendí mi linterna y me recosté en la cama. Sólo se escuchaban en la ventana las gotas de lluvia y la fuerza del viento. De repente escuché un gran trueno, salí disparada a la sala, tropecé con una mesita y tras el golpe Edward se encontraba a mi lado casi inmediatamente.

— ¿Qué pasó?— preguntó preocupado.

—Me pegué con la mesa— contesté en medio de un quejido.

—Bella…— dijo con reproche—. Ven acá— dijo llevándome hacia uno de los sillones.

Revisó mi pie a la luz de las linternas, lucía preocupado; después de un momento se relajó y me miró.

—Es sólo el golpe, no pasó nada— sonreí apenada y agaché la mirada—. ¿Qué pasa, Bella?

— ¿Puedo quedarme contigo? No puedo estar sola— él sonrió, se levantó y me ofreció su mano.

Fuimos a la habitación, me acostó y arropó como si fuera una niña pequeña, besó mi frente y le dio la vuelta a la cama para acostarse del otro lado. Quedaba un gran espacio entre nosotros. A pesar de estar bajo esa situación él se había comportado como todo un caballero, no faltaron las insinuaciones pero sólo se quedaron en eso. Casi estaba logrando dormirme cuando volvió a escucharse un horrible trueno, prácticamente volé al lado de  Edward y me abracé a él con fuerza.

— ¡Qué! ¡Qué! ¡Quién! ¡Dónde!— dijo desorientado.

—Perdón por despertarte— dije con mi rostro hundido entre las sábanas.

—Bella, me asustaste— dijo tomando aire—. Tranquila, no pasa nada— dijo pasando su mano por mi espalada tratando de tranquilizarme. Comenzó a tararear muy bajito y poco a poco me fui quedando dormida.

Cuando desperté estaba sola y mi vestido estaba sobre la cama.

Edward salió del baño justo cuando me ponía de pie y me dejó sola para que me cambiara. Desayunamos y me propuso ir al cine, pero decidí ir a casa y dejar el cine para después.

En el camino fui el blanco de sus bromas, no paramos de reír y él aprovechaba cada ocasión que tenía para hacer que me sonrojara. Llegamos a casa y quedamos en salir a cenar de nuevo lo más pronto posible, nos despedimos con un beso fugaz y lo vi marcharse.

Cuando entré tenía una estúpida sonrisa tatuada en la cara, para mi mala suerte Alice iba atravesando la sala con un vaso de jugo, se notaba que no hacía mucho tiempo que había despertado, a pesar de ser más de medio día.

—Vaya, vaya, pero miren QUIÉN viene allí— dijo poniendo el vaso sobre uno de los muebles—. ¿Por qué la sonrisita?— me limité a seguir sonriendo y me dejé caer en uno de los sillones—. ¿Qué? ¿Me vas a decir que jugaron ajedrez toda la noche?— dijo sentándose a mi lado, reí de nuevo y desvié la mirada.

— ¿Y tus papás?— pregunté tratando de desviar la conversación.

—No han llegado, pero eso no contesta a mi pregunta. ¿Durmieron juntos?— asentí apenada y Alice casi se infarta.

—Sí, pero sólo eso. No pasó nada. Ya sabes que la combinación de tormenta y soledad no se lleva conmigo.

—Okey, te creo. Entonces… ¿ya son novios?

—No, Alice— ella se sorprendió y me miró extrañada. Después de un rato sonrió y comenzó a negar sin poder creerlo.

— ¿Qué pasa?— pregunté.

— ¡Hay, no puedo creerlo! ¡Qué juventud tan moderna!— dijo abanicándose con una mano.

—Jajaja, suenas cómo mamá— ese día me dediqué a contarle los pormenores de mi velada a Alice.

Fuimos de compras, luego sus padres llegaron de Seattle y el fin de semana concluyó sin novedad. De vez en cuando Edward y yo nos mandamos mensajes al celular o él me llamaba.

Alice, Jasper, Edward y yo nos estábamos convirtiendo en algo así como los “cuatro fantásticos”. Todos los días nos veíamos en la cafetería, a pesar de eso, en clase Edward nos daba a todos el mismo trato, como debía de ser.

En el transcurso de la semana los cuatro nos escapamos al centro comercial; fuimos al cine, de compras, a comer... En una de esas escapadas y aprovechando que Alice y Jasper no estaban, Edward y yo quedamos de salir el fin de semana a cenar.

El día de la cena llegó, un día antes Alice me había llevado por todo el Mall comprando una infinidad de cosas. En esa ocasión iríamos a un restaurante italiano, mi favorito.

Alice me arregló un poco más que la vez pasada. Traía puesto un entallado vestido negro de tirantes, tenía un precioso adorno de pedrería debajo del busto, unas pequeñas tiras formaban un cintillo y quedaban atadas por la espalda; esta vez usaba unos tacones muy altos; mi cabello estaba recogido hacia un lado, caía en ondas y lo adornaba con una peineta de piedras negras que brillaban sutilmente bajo la luz; el maquillaje era un poco cargado, el delineado estaba marcado y hacía resaltar mis ojos; también tenía un gloss rojo en los labios. Todo el conjunto era fascinante, no me cansaba de agradecer el magnífico trabajo de Alice.

Edward llegó puntual, se veía increíblemente guapo. Usaba un traje negro y camisa blanca, dudaba que alguien pudiera portarlo con tanta elegancia cómo él; era como tener un príncipe azul a la puerta de mi casa. Nos despedimos de Alice y nos fuimos a nuestra segunda cita.

— ¿Quieres matarme?— dijo encendiendo el auto.

—Claro que no, ¿por qué lo dices?

—Te ves hermosa— dijo con una de mis sonrisas favoritas.

—Gracias— contesté apenada—. En ese caso, tú también quieres provocarme un infarto— dije sonrojándome.

— ¿Estás diciendo que me veo guapo?— dijo riéndose. Asentí con la cabeza y comenzamos a reír.

El camino a Port Angeles fue muy tranquilo, platicamos animadamente y cantamos covers de la radio. Llegamos y nos recibió Luigi, el encargado del restaurante; como siempre fue muy amable y sonriente, hacía tiempo que lo conocía. Luigi fue nuestro mesero especial esa noche.

La cena estuvo deliciosa y de la compañía no me podía quejar, Edward fue un caballero en todo momento. Hubo ocasiones dentro de la conversación en las que de repente hacía una larga pausa, como si quisiera decirme algo, pero luego cambiaba de tema. Platicamos de muchas cosas, parecía que teníamos todo el tiempo del mundo. Ya habíamos terminado la cena, habían retirado los platos y esperábamos el postre.

—Iré al baño— dijo poniéndose de pie.

—Okey.

— ¿Puedes hacerme un favor?— preguntó.

—Claro.

—Estoy esperando una llamada de mi papá, voy a dejarte mi teléfono. Si suena… ¿podrías contestar?

—Sí— puso el celular en la mesa y se fue.

Tomé mi copa y cuando di un sorbo la pantalla se encendió. Era un texto, él había dicho que esperaba una llamada, tal vez su papá había decidido mandar un mensaje. Lo abrí para decirle que Edward le contestaría en un momento y lo que encontré al abrirlo me sorprendió.

El mensaje decía: “Perdí tu número, por eso no me comuniqué estas últimas semanas. Te extraño mucho. ¡Sorpresa! Decidí venir a vivir a Forks, al rato te marco para darte mi dirección.”

Tal vez se habían confundido de número y le mandaron esto a Edward por error. Parecía el tipo de mensaje que se le manda a un novio. En ese momento llegó otro mensaje del mismo número: “P.D.: Espero que podamos terminar lo que hace mucho tiempo dejamos pendiente, Ed, te quiero MUCHO. Tanya”.

No tenía la menor duda, el número no estaba equivocado. El mensaje era para él.

¿Tenía novia? ¿Por qué no me lo había dicho? Entonces, ¿me estaba ilusionando en vano?

En ese preciso momento me di cuenta de la cruda verdad, ¡pero claro! Edward me veía como una diversión, como una más. ¿Qué más podía esperar? Yo sólo era su alumna y una más de sus conquistas. Me sentía la persona más estúpida del mundo. Estaba controlándome para no estallar en llanto cuando él llegó.

— ¿Alguna llamada?

—No— dije viendo hacia otro lado. Justo cuando estaba por sentarse su celular sonó. Él frunció el ceño y contestó dudoso.

— ¿Diga?— al escuchar la voz que estaba en la línea su rostro cambió. Era como si no creyera lo que le estaban diciendo.

—Permíteme un momento— tapó la bocina y me miró—. ¿Me disculpas?— dijo dirigiéndose a mí, asentí y se fue a atender la llamada.

No aguantaba más, él estaba descaradamente hablando con su novia casi enfrente de mí. Me levanté al baño para tratar de controlar las lágrimas que luchaban por salir. Cuando estaba por entrar, oí su voz en el rincón de un pasillo solitario. La curiosidad pudo más y me acerqué a escuchar la conversación.

—Claro… por supuesto. ¡No puedo creer que estés aquí!— decía emocionado —. Cuando quieras... sí… sí… ¡yo más!... te quiero, preciosa— No podía creerlo, estaba en shock.

Di media vuelta y lo esperé de pie casi en la salida. Cuando me vio se apresuró a llegar a mi lado.

—Bella, ¿qué pasa?— dijo preocupado, al parecer era muy buen actor.

—Me tengo que ir— dije tajante.

—Espera, yo te llevo. Sólo pago la cuenta y…

—Me tengo que ir. Adiós.

—Bella…

Salí casi corriendo del lugar, milagrosamente no me caí. Llegué afuera y para mi suerte justamente iba pasando un taxi; me subí y le indiqué que me llevara a Forks sin importar el costo. Di un largo suspiro y comencé a llorar.

No podía dejar de pensar en lo tonta que había sido, le creí y me dejé envolver en sus encantos.

Esa noche quería estar sola, así que le indiqué al chofer que me llevara a mi casa. Por la mañana hablaría con Alice para que viniera a verme. El chofer se estacionó dos casas después de la mía, estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me había fijado; le pagué al taxista y  me bajé deseando llegar a mi cama y dormir para olvidarme de todo, me sentía exhausta.

Caminé por la banqueta a paso lento y viendo al piso, oí que alguien golpeaba la puerta de mi casa y alcé la mirada sin creer lo que estaba viendo. Él volteó y me vio, me dio una sonrisa deslumbrante y fue a mi encuentro. Cuando estuvimos de frente me abrazó y me dio vueltas en el aire.

— ¡Jake!— grité cuando me dejó en el suelo—, ¿cuándo llegaste?

—Acabo de llegar.

— ¡No lo puedo creer!— dije abrazándolo de nuevo—. ¿Te vas a quedar?— dije esperando que me dijera que sí.

—No lo había pensado, pero si me lo pides con esa carita no me puedo negar— sonreí y tomó mi rostro entre sus grandes manos.

— ¿Qué te hicieron? ¿Lloraste, verdad?

—Mejor hablamos ya que estemos adentro. Estoy muy cansada.

—Como quieras— dijo depositando un beso en mi mejilla—. Te extrañé tanto— dijo apretándome contra su pecho.

—Jacob— dije separándome un poco—, te quiero mucho— el sonrió y besó mi frente.

—Yo te quiero más, princesa— me abracé a él, Jake había llegado en el momento que más lo necesitaba.

Escuchamos un ruido y volteamos a ver. Edward estaba parado detrás de nosotros, Jacob no me soltó y me puso a un lado de él.

— ¿Te podemos ayudar en algo?— le dijo Jake.

—Sólo quería ver si estabas bien, Bella— dijo sin dejar de verme.

—Emm… yo…— Jake apretó su agarre en mi cintura y me ayudó a contestar.

—Ella está bien, gracias por preocuparte. Si nos disculpas tenemos que entrar— Jake giró, conduciéndonos a la entrada. Le di las llaves para que abriera y volteé hacia atrás.

—Adiós, yo… me… voy— dijo Edward dudoso.

No contesté, sólo me abracé más fuerte a Jacob y recargué mi cabeza en su hombro escondiendo mi cara en su cuello. Cuando estuvimos adentro no pude más y comencé a llorar de nuevo.

—Oh, Bella. Ese idiota no vale la pena— dijo llevándome a uno de los sillones.

Seguí llorando por un largo rato, él no me preguntó nada, sólo pasaba su mano por mi brazo una y otra vez diciéndome palabras de afecto. No supe exactamente en qué momento me quedé dormida.

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¿Qué les pareció? Les dije que aparecerían más personajes.... Alice gracias por tus consejos y orientaciones TQ !!

Gracias a quienes están apoyando el fic !!!! y por tomarse el tiempo en leerlo.

Les tengo una propuesta ...¿Que el proximo cap que sea POV Edward? ¿Que dicen?

 

Capítulo 7: BOSQUE Capítulo 9: DECISIONES Y MÁS SORPRESAS

 
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