Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114596
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

----------------------------------------------------------

Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 11: CÓMPLICE

 

Gracias por su apoyo !!!

tmb agradecería que me dejaran un votitto y que comenten

siii ???

--------------------------------------------------------

 

BELLA POV

Después de casi matarnos a gritos, estábamos de lo más divertidos platicando en la sala. Habíamos cometido un error, pero nos perdonamos mutuamente.

— ¿Por qué no fuiste a la cafetería esta semana?— quería una explicación, su ausencia me inquietaba día tras día.

—Por las evaluaciones. Estaba muy ocupado— sonaba razonable y lógico.

—Lo puedo imaginar. Lástima que echamos a perder la cena— dije recordando el desastre de dos semanas atrás.

—Sí, y yo que pensaba decirte…— dejó de hablar y miró hacia la ventana, ¿nervioso?

— ¿Qué cosa?— dejar esa frase inconclusa me llenaba de curiosidad.

—No, nada— se paró y yo hice lo mismo.

—Dime, anda. Dime, ¿siii?— dije rodeando su cintura.

—No, Bella. Olvídalo.

—Anda, Edward. Por favor, dime— pedí haciéndole cosquillas. De repente dio media vuelta y me miró con los ojos entrecerrados.

—Me las vas a pagar— dijo con una sonrisa.

Me eché a correr pero me alcanzó muy rápido, me tumbó en el sillón y se puso sobre mí haciéndome cosquillas.

—Dime. Edward, dime— pedí entre risas.

—No.

—Por favor— hice mi mejor cara tipo Alice entre risa y risa.

Detuvo su ataque de cosquillas, me miró son seriedad y sonreí para infundirle confianza.  Tras un largo suspiro decidió hablar.

—Bella… yo… digo… me preguntaba…

— ¿Si?— su nerviosismo me hacía sonreír.

—Bella…

— ¿Ajá?

— ¿Quieres ser mi novia?

Me quedé en blanco, no podía creer lo que acababa de escuchar. Deseaba eso más que nada, pero su propuesta tan repentina me dejó sin palabras. Me limitaba a pensarlo una y otra vez. Tras un rato de silencio su mirada expectante se volvió triste, se levantó lentamente, caminó hacia la cocina, serio, viendo a la nada y a paso lento.

¿Pero qué demonios me pasaba? Esto era mejor de lo que jamás había imaginado, él me pidió oficialmente que fuera su novia. Tonta e insegura Bella, ¿cómo podía hacerlo esperar? De seguro él pensaba que mi respuesta era un rotundo no.

Me levanté del sillón y caminé a la cocina. Edward estaba viendo hacia afuera por la puerta de vidrio, dándome la espalda. Cuando me acerqué lo suficiente a él lo toqué por el hombro, dio un brinco, no me había sentido entrar. Volteó a verme con ternura y sonrió levemente.

—Lo siento, tal vez pienses que voy muy rápido. Pero es que…— no dejé que continuara y puse un dedo sobre sus lindos labios.

— ¿Quieres una respuesta?— él se limitó a asentir con la cabeza a mi tonta pregunta.

Lo miré por un momento y le sonreí. Me paré de puntitas, rocé levemente nuestros labios y lo miré sin dejar de sonreír.

—Sí quiero— dije en un susurro.

— ¿Qué?

—Que sí— repetí en voz baja.

— ¿Qué dices? Bella, no te escucho.

—Sí.

— ¿Qué?

— ¡Que SÍ quiero ser tu novia!— el rió. Me cargó y dio vueltas. Después de casi marearme me bajó y me vio a los ojos.

Se hizo un cómodo silencio en el que sólo se escuchaba el vaivén de nuestras respiraciones, comenzó a acercarse a mí con una lentitud agonizante; levantó  una de sus manos, rozó mi mandíbula y la llevó a mi nuca, comenzó a dar pequeñas caricias, provocando un placentero cosquilleo a lo largo de mi cuello. Sin dejar de verme dio un suave roce a mis labios y comenzó a mover los suyos lentamente; después de un rato de verme directamente a los ojos, casi con devoción, cerró los suyos y me tomó por la cintura con su otra mano, profundizando el beso. Cerré los ojos y me dejé envolver en sus suaves caricias; enterré mis manos en su cabello y jugué con él, haciendo círculos en su cabeza y cuello.

Pude sentir cómo nuestros alientos se mezclaron hasta formar el sabor más dulce y delicioso que  jamás había probado. Él daba suaves roces con su lengua que me hacían perder la noción del tiempo y el hilo de mis pensamientos, me esforcé en estar totalmente concentrada en él, en él y en nosotros. Acarició suavemente mi mejilla con su pulgar y se apartó atrapando mi labio inferior entre los suyos. Era como si ese hubiera sido nuestro primer beso, aunque de cierta manera sí lo era, era nuestro primer beso como novios. Abrí los ojos para encontrarme con su hermosa sonrisa; no pude hacer otra cosa más que sonreírle; pegó su frente con la mía y me abrazó.

—Gracias— susurró.

— ¿Por qué?— dije entre un suspiro. Todavía sentía mil mariposas revoloteando en mi estómago.

—Por decir que sí— sonreí y dejó muchos pequeños besos en mis labios.

Nos separamos y me tomó de la mano para llevarme de nuevo a la sala. Puso una película, se sentó en el sillón más pequeño y me acomodó sobre sus piernas. Estaba muy cómoda en sus brazos y entretenida entre la televisión y sus besos.

— ¿Quieres comer algo?— preguntó de repente.

—No— un gran bostezo se escapó de mis labios.

—Creo que mejor te vas a dormir— casi ordenó y reí.

Fuimos a la habitación y me llevé una gran sorpresa; sobre la cama estaba uno de mis bolsos: había ropa, sandalias, tennis y varios artículos de belleza; también había una pequeña maleta con cosas de Edward. Junto a eso estaba una nota de Tanya, él la tomó y la desdobló.

—Chicos: Espero que pasen una linda velada, mañana les llevo más cosas. Alice es mi cómplice y me facilitó las cosas de Bella. Cuídense, besos. Tanya— terminó de leerla en voz alta y me miró–. Sí que piensa rápido— murmuró sorprendido.

—Mañana tendremos que agradecerle— dije abrazándome a él.

—Así es. Pero por ahora váyase a dormir, señorita— dijo tocando mi nariz con su dedo.

—Okey— dije haciendo berrinche de niña pequeña.

Me metí al baño con mis cosas, me saqué el vestido y me di un rápido baño. Me puse el pijama que me habían traído: una camiseta de tirantes y un pants entallado. Cuando salí Edward se había ido y sólo estaban encendidas las lámparas de los burós. 

Salí de la habitación despacio, la única luz que iluminaba la sala era la televisión. Me acerqué al sofá, Edward estaba acostado hecho un ovillo y arropado con una ligera manta.

— ¿Tan mala te parece la idea de dormir conmigo?— dije sentándome a los pies de Edward.

—Claro que no— contestó riéndose–. Supuse que querrías estar sola.

Entrecerré los ojos y gateé sobre él hasta llegar a su cabeza. Me atrajo hacia su boca y me besó tiernamente. Después de romper el beso me recargué sobre mis codos para verlo.

— ¿Nos vamos?— dije entre un bostezo.

— ¿A dónde? Te recuerdo que no tenemos auto.

—Qué graciosito, Edward— dije sarcásticamente–. A dormir. Porque ni creas que te voy a dejar aquí. Además ya dormimos juntos, ¿recuerdas?— sonrió maliciosamente y enarqué una ceja.

—Está bien. Vamos a dormir.

Nos levantamos y fuimos a la habitación.

Nos acostamos y me atrajo a su pecho. Comenzó a tararear mientras dibujaba figuras imaginarias en mi espalda, haciendo que poco a poco me quedara dormida.

Desperté acostada de lado sintiendo un peso extraño sobre mi estómago, bajé mi mano y me encontré con el brazo de Edward; sonreí y entrelacé nuestros dedos. Me acurruqué más cerca de él y se removió inquieto, pensé que lo había despertado; pero sólo se acomodó más cerca, tanto, que sentía su respiración en mi oído. Me quedé así un rato más, disfrutando el momento. No supe que me había quedado dormida de nuevo hasta que sentí un cosquilleo, Edward quitaba el cabello de mi cuello mientras lo besaba pausadamente, me moví hasta quedar boca arriba.

—Buenos días— dijo con voz ronca.

—Buenos días— respondí aún con los ojos cerrados.

Justo cuando los iba a abrir sentí cómo estampaba sus labios contra los míos, llevé mis manos a su cuello y profundicé el beso. Poco después escuchamos unos golpecitos que provenían de la entrada, no le tomamos importancia y seguimos con lo nuestro. Después de un rato los golpes seguían escuchándose.

— ¿No piensas abrir?— murmuré contra sus labios.

—Mmm…

—Edward— dije con reproche.

A regañadientes se levantó y yo tras él. Justo cuando cruzamos la puerta de la habitación los golpes fueron más insistentes.

— ¡Cullen, abre la maldita puerta!

—Parece que Tanya está molesta— dije mientras me apresuraba para abrir.

— ¿Interrumpimos?— preguntó Tanya con una sonrisa deslumbrante.

—Ammm, nop— respondí.

—Genial— dicho eso entró con el pequeño remolino de Alice tras ella.

Edward y yo entramos al baño, yo al de la recámara y él al otro. Cuando salimos Alice y Tanya nos miraban expectantes y reprimiendo la sonrisa.

— ¿Qué tanto trajeron?— preguntó Edward refiriéndose al montón de bolsas que había en el comedor.

—Sólo lo necesario para desayunar— dijo Alice—. ¿Y?— cuestionó viéndonos alternadamente.

— “Y”… ¿qué?— pregunté confundida.

— ¡¿Qué demonios pasó?!— dijo Tanya impaciente.

—Nada, ¿tenía que pasar algo?— dije haciéndome la inocente.

— ¡No te hagas la chistosita, Bella! Díganos, que nos tienen en suspenso— regañó; después de un momento de silencio Edward habló.

—Somos novios— dijo finalmente, abrazándome.

Alice y Tanya estallaron en gritos y felicitaciones. Estaban más que emocionadas con la noticia, no dejaron de llenarnos de besos, abrazos y frases como: “lo sabía”, “ya era hora”, entre otras tantas que no recuerdo. Definitivamente ese par era de cuidado.

Entre los cuatro preparamos el desayuno entre pláticas, bromas y risas. Hicimos un gran bufet que acomodamos al centro de la mesa, nos sentamos alrededor y seguimos platicando.

— ¿Y Jasper?— preguntó Edward

—Está en cosas del entrenamiento— dijo Alice con aburrimiento. La idea de no pasar un día con Jasper la ponía algo melancólica.

—El día se pasará rápido y en menos de lo que piensas estarás de nuevo con él— animé para que no se entristeciera. Alice sonrió y siguió comiendo.

Edward y Tanya comenzaron a contarnos anécdotas de Inglaterra. Casi nos ahogamos de risa cuando Edward se atragantó con un pedazo de pan por un relato de Tanya: nos contó que una vez ella se enfermó de gripe, Edward la cuidó e intentó prepararle una sopa que nunca había hecho antes. Al echar los ingredientes a la licuadora, ésta comenzó a brincar; él en lugar de apagarla le dio más potencia y el vaso estalló. Nos describió perfectamente el aspecto de Edward después del accidente y de tan sólo imaginarlo nos partíamos de risa.

—Tanya, prometiste no delatar mi asesinato— reprendió Edward.

—Ni loca hubiera comido eso— dijo ella riéndose.

— ¡Oye! Cocino bien, ¿okey?

—Ajá.

—Ya deja al pobre de Edward. Si no, se atragantará de nuevo— dijo Alice entre risas.

—Gracias, Pixie— dijo Edward. Alice le dio una mirada que yo conocía muy bien, Edward estaba en grandes problemas.

— ¡¿Cómo me llamaste?!— gritó Alice poniéndose de pie.

—Pixie. Por pequeña y… ¿agradable?— respondió él algo confundido, ella lo miró con los ojos entrecerrados por un momento y luego pegó un grito.

— ¡Me gusta! Nadie me había llamado así— Edward y yo dejamos salir todo el aire de golpe. Por un momento pensé que Alice terminaría golpeándolo.

Después de eso seguimos comiendo, lavamos los platos y limpiamos el desastre de la cocina. Las chicas se fueron por la tarde, habían llegado en dos autos para poder dejarnos uno a nosotros. Casi al anochecer nos fuimos, Edward me dejó en casa de Alice y prometimos vernos al siguiente día. A partir de entonces todo sería diferente, estaba totalmente segura de que amaba a Edward, aunque no me atrevía a decírselo directamente.

*******

Nuestro noviazgo siguió su curso de manera normal, aunque con un poco de complicaciones. Era difícil tener que ocultar lo nuestro en horario escolar, todo por mantener las malditas reglas del estúpido contrato de Edward. Nos manteníamos a raya en la escuela, pero en casa era otra cosa; nunca faltaban las muestras de cariño, los besos y arrumacos.

Salíamos los siete muy seguido Tanya, Emmett y Rose, Alice y Jazz y Edward y yo. Íbamos de compras, al cine, a bailar, hacíamos comidas en nuestra casa o en la de Edward. Éramos inseparables, teníamos una amistad grandiosa de la que ninguno se podía quejar.

Faltaban tres días para que cumpliéramos un mes. Alice tenía planeada una cena en casa dos días antes de eso. Veíamos películas en casa de Edward, todos estábamos regados a lo largo y ancho de la sala; los chicos estaban en medio de una guerra de frituras mientras yo me la pasaba pensando en qué le regalaría a Edward. Estaba tan distraída que no me di cuenta en qué momento nos quedamos sólo él y yo en la sala.

— ¿En qué tanto piensas, cariño?— dijo dejando un beso en mi mejilla.

—Nada en especial— enarcó una ceja incrédulo y lo dejó pasar.

—El sábado saldremos— informó.

— ¿A dónde?— curiosamente el domingo era nuestro primer mes.

—No sé, cuando elija el lugar te aviso— dijo, restándole importancia.

—Okey.

La cena de Alice quedó estupenda, la pequeña duende se había esmerado. Decoró todo el comedor con velas y flores, compró una vajilla nueva, sacó los cubiertos de plata de su mamá y contrató a Luigi para que fuera nuestro chef. Hizo que nos vistiéramos de gala y como siempre, fui su experimento. Aunque no podía quejarme del resultado, me veía muy bien. Después de cenar todos se quedaron un rato. La reunión terminó casi a media noche. Nos despedimos de cada uno y Alice y yo nos quedamos acomodando un poco el desastre.

—Gracias, Pixie— según Alice, sólo Edward y yo teníamos derecho de llamarla así.

— ¿Por qué?

—Por todo lo que hiciste esta noche. Te quedó fantástico.

—Lo sé. ¿Viste la cara de Edward cuando te vio salir?— dijo sumamente entusiasmada.

—Sí y no tenía precio— dije uniéndome a sus risas–. Gracias— dije de nuevo, abrazándola.

—Y eso es sólo el comienzo.

— ¿Qué?— pregunté confundida

—Nada— dijo abrazándome de nuevo para que no la viera.

Para mí que ella sabía algo, pero no quería averiguarlo.

Al otro día Edward me llamó muy temprano. Dijo que iríamos a dar un paseo, por lo que me agarré el cabello en una coleta, me puse una camiseta, jeans y tennis. Edward llegó exactamente una hora después, nos subimos al jeep de Emmett y nos fuimos.

El camino fue algo silencioso, cuando me decidí a preguntarle algo giró de repente para entrar a un difícil camino empedrado. Por suerte, Edward siempre tenía la precaución de pedirme que me abrochara el cinturón de seguridad, porque de seguro abría ido a dar contra el cristal de enfrente de no haberlo usado. Después de casi un kilómetro de ir botando de un lugar a otro paró el coche.

—Gírate— ordenó.

— ¿Qué?

—Sí, gírate.

—Edward, ¿Qué demonios…?— me mostró un antifaz negro.

—No. Ni creas que me pondré eso— dije con firmeza.

—Por favor, Bella.

—NO, NO y NO. Y ésa es mi última palabra— dije cruzando los brazos.

Después de una cara tipo Alice, varios besos y súplicas; me encontraba con los ojos vendados, yendo a quién sabe dónde casi contra mi voluntad. No podría precisar qué tanto habíamos avanzado cuando detuvo el coche, salió y en menos de lo que pensé había abierto mi puerta y  me ayudaba a salir.

—Ya sabes que no me gustan las sorpresas ¿Por qué haces esto?— dije enfurruñada.

—Porque sé que te va a gustar.

—Edward— dije haciendo una pataleta como niña.

—Ya casi llegamos— siguió guiándome–. Unos pasos más. Cuidado con la piedra. Un poco más, un poco más.

—Edward, ¿ya me la puedo quitar?— dije impaciente.

—No,

— ¿Ya?

—Nop.

—Mmmmm…. ¿Ya?

—Noup.

— ¿Y por qué nos detenemos?

—Porque ya llegamos.

Llevé mis manos automáticamente al antifaz, Edward me detuvo quitándolas lentamente, bufé un poco exasperada y dimos varios pasos más.

— ¿Lista?

— ¡SÍ!— chillé desesperada.

Me quitó el vendito antifaz y me abrazó por la espalda. Abrí los ojos de golpe, había tanta luz que tuve que cerrarlos de nuevo; los comencé a abrir lentamente, cuando por fin  pude ver abrí la boca sorprendida. Estábamos a la orilla de un hermoso claro, era un círculo perfecto en medio del bosque, lleno de florecitas color lavanda y blanco; el sol entraba de lleno, iluminando de manera increíble el lugar. Era el paisaje más hermoso que había visto en mi vida, entre más veía más me maravillaba, cada detalle era más perfecto que el anterior. Simplemente un lugar perfecto.

— ¿Te gusta?— dijo Edward en mi oído.

—Es precioso— contesté en un susurro casi inaudible.

—Te dije que te iba a gustar.

— ¿Quién dijo que me gusta?— dije girándome para quedar frente a él. Frunció el ceño, iba a decir algo y sonreí—. Me encanta— sonrió satisfecho y me colgué de su cuello para besarlo.

Comenzó a caminar sin despegar nuestros labios; el beso fue tomando intensidad, su lengua jugaba en el interior de mi boca haciendo que perdiera la razón casi por completo; mis manos jugueteaban con su cabello, jalándolo y acariciándolo; sus manos aprisionaban mi cintura y acariciaban mi espalda; la respiración de ambos comenzó a dificultarse, nos separamos y nos vimos con una gran sonrisa.

Caminamos al centro del claro tomados de la mano, cuando estábamos exactamente en medio nos sentamos de frente y continuamos dándonos besos, pequeñas caricias y palabras de amor.

—Gracias por traerme— dije cuando Edward me acunaba en su pecho.

—De nada, amor.

— ¿Cómo me llamaste?— dije separándome de él.

— ¿Te molesta?— preguntó sorprendido.

—No, es sólo que…— agaché la mirada sonrojándome.

— ¿Qué?— dijo levantando mi cara para obligarme a verlo.

—Suena muy bien— Edward rió y me besó dulcemente.

—Amor, amor, amor— dijo entre besos y comencé a reír como tonta.

Después de un largo rato de estar en el prado nos fuimos.

—Bien, ahora vamos con Alice— dijo viendo el pavimento.

—No. No me digas que…

—Sí. Lo siento, amor. Pero valdrá la pena, lo prometo— dijo poniendo su mano derecha en el corazón.

—Tonto.

—Pero así me amas— volteé a verlo y tenía una enorme sonrisa de autosuficiencia. Sonreí y miré por la ventana el resto del camino.

—Nos vemos más tarde— dijo dándome un pequeño beso. Bajé del auto y entré con resignación a la casa.

— ¿Bella?— dijo Alice desde el segundo piso.

Di un gran suspiro, me esperaba una tarde eterna junto a Alice.

 

 

-------------------------------------------

Holaaaaaa !!!

Gracias a quienes hasta ahora se han mantenido fieles al fic... Vampiresa y Danika gracias !!! Alice ! ... aqui está otro cap con todo y que aveces me odies !! jaja .... a tod@s l@s demás ke leen mil millones de gracias !!!

queeeeeee taaaaaaal ... ya son novios !!! :B

Que les parecio????

les gusto ??? lo odiaron ????

comenten porfis !!

:D

mil besos de bombón !!!  ;D

 

Capítulo 10: VERDADES Capítulo 12: NOCHE ESPECIAL

 
14442239 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10759 usuarios