Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114586
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

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Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

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Capítulo 15: ACCIDENTE

 

MIL DISCULPAS POR LA ESPERA!!! :S ...... COMPLICACIONES ... LO SIENTO XD

PERO AQUÍ ESTÁ ..... :D

ME DEJAN UN VOTO Y/O UN COMENTARIO??? ^^

MIL GRACIAS !!!    ^.^

 

 

 

BELLA POV

Estábamos en el prado, apenas había luz y pronto estaríamos a oscuras. Por suerte los chicos ya venían en camino. Después de la primera llamada, Edward hizo otra para pedirles que trajeran linternas para no perdernos. El claro no estaba muy lejos del coche, pero con  mala orientación sería fácil perderse.

— ¿Ya estás feliz? Harás que nos perdamos en el bosque por ser tan testaruda— dijo Edward bromeando.

—No soy testaruda— él enarcó una ceja –Bueno, un poquito. Yo sólo quiero lo que es mío.

—No creo que los globos fueran muy lejos en una noche.

— ¿Y si se soltaban y volaban? ¿Y si llueve más tarde? ¿Y si alguien los encuentra? ¿Y…?— no me dejó continuar, me besó y rió sobre mis labios.

—Ya entendí, nos llevamos tus globos— dijo mirándome con sus hermosos ojos.

—Sip. Además, nadie te dijo que fueras tan especial.

Sonrió y me besó de nuevo. En eso estábamos cuando unas luces y un chiflido nos interrumpieron.

— ¡Hey, chiflando y aplaudiendo!— dijo Emmett metiéndose entre nosotros—. ¿¡Pero qué demonios es todo esto!?— preguntó.

— ¡Exacto! ¿¡Qué demonios es todo esto!?— dijo Tanya.

—Ahora sí te pasaste hermanito— dijo Emmett dándole una fuerte palmada en la espalda a Edward.

— ¡Aprende!— dijo Rose cruzándose de brazos. Ella dio media vuelta y Emmett fue tras ella.

—Tanya, ¿qué haces con ellos? ¿No deberías estar en Seattle?— preguntó Edward.

—Supuse que esto sería más divertido. Y no me equivoque— dijo ella sonriéndome maliciosamente.

— ¿Nos ayudarán o no?— dije enfurruñada como niña. Sabía que a Edward le gustaba que hiciera eso y cada que tenía oportunidad lo hacía.

—Claro ¿Cómo nos llevamos todo esto?—  dijo Jasper llegando a nuestro lado. Emmett y Rose venían atrás de él. Cuando estaba a punto de decir la primer palabra para contestarle, Alice me asustó cuando dio un fuerte chillido que se suponía debería haber sido un grito.

— ¡Edward, que bonito! Awww que romántico. Qué lindo— dijo dando unos saltitos que nos hicieron reír a todos.

Organizamos viajes en dos grupos para trasladar mis cien globos. Había cinco coches, cada uno tendría que llevar un promedio de 20 globos. Las camionetas sirvieron de mucho, en especial la de Emmett; parecía niño con juguete nuevo, llenó su coche con tantos globos que sólo podría ver hacia enfrente cuando condujera. En la otra cupieron otros tantos y el resto lo llevaríamos en los otros autos.

En el último viaje íbamos Alice, Jasper, Edward y yo, llevábamos las cosas del picnic. Ya era de noche y cada uno llevaba una linterna. Los chicos eran los guías, primero Edward, luego Jasper, atrás veníamos Alice y yo; ella cargaba una canasta y yo un mantel.

—Apúrate o nos van a dejar atrás— dijo Alice apretando mi mano para que apresurara el paso.

—Ya casi no los veo.

—Pero no avanzas, Bella.

—Es que no quiero tropezar.

— ¡Espera! Está entrando una llamada a mi celular— sacó su teléfono y vio la pantalla –Es papá—  Alice me dio su lámpara y seguí caminando.

 Apenas veía las luces de las linternas de los chicos, apresuré un poco el paso para alcanzarlos y cuando iba a voltear hacia atrás para apurar a Alice, un grito me hizo regresar la vista hacia enfrente. Pude ver cómo los chicos corrían para llegar a los coches, también corrí, logré escuchar cómo Edward decía algo sobre Tanya.

—Alice, parece que Tanya…— miré hacia atrás y no había nadie.

Me detuve en seco y caí, me puse de pie, estaba desorientada, miré hacia ambos lados del camino y ya no veía las linternas de los chicos. Lo peor de todo es que Alice estaba perdida, al parecer ahora yo también ¿Dónde estaba ella? ¿En qué momento dejó de seguirme? ¿Hacia dónde tenía que caminar?

Vi de nuevo mis opciones: seguir por la izquierda o la derecha. Tenía dos alternativas: encontraba a los chicos y regresábamos por Alice, o me topaba con ella y tomábamos juntas el camino de regreso. Controlé mi respiración y me decidí por ir a la derecha.

No podía negar que estaba asustada,  bueno, estaba más que eso, la palabra correcta era: aterrada. Me recordaba a mi trauma con las tormentas y los bosques obscuros.

— ¡Alice! ¡Edward!

Comenzaba a dolerme la garganta de tanto gritar. Ya había caminado más de lo que se suponía que faltaba para llegar a los coches, deduje que caminaba en sentido contrario a los chicos, iba hacia Alice. Estaba empezando a creer que había sido un error haberme movido de donde estaba, tal vez había tomado otro camino y ahora estaba totalmente perdida. Estaba a punto de soltar el llanto cuando escuché un pequeño chillido.

— ¿¡Alice!?

— ¿¡Bella!?— dijo entre un grito ahogado.

— ¿¡Dónde estás!?

— ¡Aquí, Bella!

— ¿¡Dónde!?

— ¡Puedo ver tu linterna! ¡Sigue!

— ¡Alice!

— ¡Detente! ¡Aquí estoy!

— ¿Dónde? ¡Alice, no te veo!

—Acá abajo.

Miré hacia abajo de donde me encontraba. Había un terreno desigual y un pequeño barranco. Alice estaba sentada al fondo y se agarraba con fuerza la pierna. Abrí los ojos sorprendida al comprender lo que había pasado, ella se había lastimado. Bajé lo más rápido que pude y llegué a su lado.

—Oh, Bella— dijo entre un sollozo.

La abracé y comenzó a llorar con mucho sentimiento. Sentí cómo las lágrimas comenzaban a arremolinarse en mis ojos y la apreté con fuerza. Tenía mucho miedo de que algo grave le hubiera pasado, aunque, verla consiente me había tranquilizado un poco.

— ¿Qué tienes, pequeña?— dije con la voz rota.

—No sé, creo que algo me pico y me duele mucho— dijo entre sollozos.

— ¿¡QUÉ!? ¿Qué te pico?— traté de controlar el pánico en mi voz sin éxito. Era inevitable preocuparme.

— ¡Hay no sé! Sólo quiero irme y…— no pudo seguir y se echó a llorar. La abracé de nuevo y le pedí que se clamara un poco para revisarla y ver qué era lo que tenía.

Subí el tubo de sus jeans y vi una pequeña marca roja. Al parecer sí le había picado algún bicho. La ayudé a ponerse de pie y regresamos de nuevo al camino. Yo llevaba las cosas y ella la linterna iluminando por donde pasábamos, yo trataba de cargar todo su peso para que no apoyara mucho el pie. Habíamos avanzado unos metros cuando vimos unas pequeñas lucecitas.

— ¿Ves eso o estoy alucinando?— dijo Alice entrecerrando un poco los ojos.

—Sí, sí lo veo.

— ¡¿Bella?!— escuchamos a lo lejos.

—Es Edward— dije apurándome lo más que podía.

— ¡¿Alice!?

—Y ese es Jasper.

Nos acercamos hacia ellos hasta que nos vieron. Corrieron hasta que nos encontramos de frente. Edward me abrazó como si la vida se le fuera en ello, no solté a Alice y notaron que algo iba mal.

— ¿Qué le pasa?— me preguntó Jasper muy alterado.

—Creo que algo le picó— informé.

— ¡Por Dios! Amor, ¿Estás bien? ¿Qué sientes? ¿Sabes quién soy?— le preguntaba Jasper desesperado.

—Jasper, cálmate— dijo Edward–. Debemos llevarla al hospital.

— ¿Qué? ¿Por qué? Pero, pero, pero…

—Jasper, ella va a estar bien— dijo Edward poniéndole una mano en el hombro.

Edward la tomó en sus brazos y nos guió entre el bosque. No tardamos mucho en ver las luces de los coches. En todo el trayecto traté de tranquilizar a Jasper, parecía más nervioso que yo, incluso más que Alice.

Cuando llegamos todos nos recibieron colocándose a nuestro alrededor. Tanya y Rose me abrazaron, Emmett llamó a su papá para avisarle que íbamos hacia allá, Edward acomodó a Alice en la parte trasera del volvo. Le di mis llaves a Tanya para que se fueran a mi casa, no tenía caso que todos fuéramos al hospital, Edward predijo que no era nada grave, además sería muy ridículo que llegáramos en coches llenos de globos. Desocupamos el auto de Alice y yo me fui en él.

Cuando llegamos al hospital Carlisle nos estaba esperando. Llevaron a Alice en una silla de ruedas a una habitación mientras nosotros esperamos afuera. Jasper estaba muy inquieto, caminaba de un lado a otro y no dejaba de morderse las uñas. No quería imaginar cómo se hubiera puesto si en vez de estarla atendiendo por algo así, estuviera teniendo un bebé o algo por el estilo. Casi media hora después una enfermera nos indicó que podíamos pasar.

Alice estaba sentada en la cama, le habían puesto una bata y tenía suero. Cuando nos vio entrar sonrió. Jasper prácticamente voló a su lado y la abrazó.

— ¿Qué fue lo que pasó, Carlisle?— pregunté.

—Le picó una araña. Al parecer no es nada grave, estará bien. Pero, tendrá que quedarse esta noche.

— ¿Por qué?— pregunté alarmada.

—Bella, aún no tenemos los resultados de los exámenes que le mandé hacer. Son para descartar que no sea alérgica al veneno. Además, en dado caso que surja algún efecto secundario o alergia al medicamento, el veneno o ambos; estaremos aquí para ayudarla. Estoy seguro de que los estudios saldrán negativos y que se podrá bien con descanso y medicamentos. Mañana podrá irse a casa— dijo con una sonrisa tranquilizadora.

—Más vale prevenir— dijo Edward dándome un beso en la frente.

—Entonces, me quedaré— dije acercándome más a la cama.

—No, Ovejita. Carlisle dice que estaré bien, no tienes porqué quedarte. Estás cansada ve a casa. Jasper se quedará conmigo— puso cara de oveja rogona y no pude hacer otra cosa más que sonreír y decirle que sí.

—Entonces, te tendremos en observación. Más tarde regreso. Hasta luego chicos— dijo Carlisle despidiéndose de nosotros. Le deseamos buenas noches y se fue.

—Voy por agua. ¿Quieren algo?— dijo Jasper.

—No, ya nos vamos— le contesté.

—Hasta mañana, Pixie— dijo Edward dándole un beso a Alice en la mejilla.

—Hasta mañana, León— contestó sonriente.

—Te espero afuera— dijo Edward antes de salir.

Miré a Alice detenidamente, nunca me había dado un susto así. Tomé su rostro entre mis manos, la miré por un rato y sonrió. Sentí unas cuantas lágrimas, le sonreí de vuelta.

—Me asustaste— dije con voz temblorosa.

—No lo vuelvo hacer, Ovejita. Lo prometo— apreté sus mejillas, besé su frente y la abracé con fuerza. Imaginar que le pudo haber pasado algo más grave me hacía estremecer.

Jasper entró con el agua, me despedí de ellos y salí. Edward estaba en el pasillo platicando con unos médicos, cuando me vio se despidió de ellos y fue a mi lado. Caminamos juntos al estacionamiento, habíamos acordado que no habría roces entre nosotros en lugares públicos, por lo que cada uno subió a su coche como si nada.

Mientras conducía añoraba poder darme un baño y meterme a la cama. En cierto punto me di cuenta de que Edward iba detrás de mí, sonreí por el retrovisor y seguí el camino hasta la casa. Metimos el auto de Edward en la cochera y dejamos el otro en la acera.

Los otros autos estaban regados por la calle, aún no habían bajado los globos. La camioneta de Emmett resplandecía bajo la luna, al verla sonreí. Caminé a la entrada con Edward detrás de mí.

En cuanto se cerró la puerta sentí unos brazos rodeando mi cintura. Caminé hasta la sala con Edward pegado a mi espalda y prendí la luz. Me giré para recargarme en su pecho, estaba muy cansada, eran muchas emociones en un rato.

—Estoy exhausta. Y necesito una ducha.

— ¿Quieres que te ayude con eso?— lo miré enarcando una ceja y se rió.

— ¡Hola!— dijo Tanya apareciendo de la cocina.

— ¿Cómo está Alice?— dijo Rose, seguida de Emmett.

—Bien— contesté.

—Y, ¿dónde está?— preguntó Emmett.

—Tiene que quedarse esta noche en observación. En la mañana estará de regreso— contestó Edward. Que aún me tenía abrazada.

—Que bueno, estaba preocupada por la pequeña. Vamos a sacar las cosas de los autos para poder irnos. Es tarde y mañana tenemos que trabajar— dijo Tanya viendo a Emmett y a Rose.

Bajamos los globos, las chicas me ayudaron a decorar el cuarto de Alice con ellos. Quería regalarle unos cuantos y que los viera cuando regresara. El resto lo dejamos en la sala, por la mañana me dedicaría a asignarles un lugar. Alice nunca había estado en un hospital, por lo menos no como paciente; siempre la que se quedaba en la cama era yo y ella me cuidaba. Podía imaginar lo susceptible y mimada que estaría Alice.

Terminamos con las cosas y los chicos se despidieron, menos Edward.  

—Dile a mamá que me quedaré en la cabaña. Me queda más cerca— le dijo Edward a Emmett.

—Está bien— dijo con los ojos entrecerrados.

—Adiós, Campana— se despidió mi cuñado apretándome sólo como él sabía.

—Adiós, Oso.

Despedimos a todos con la mano mientras veíamos desaparecer los coches por la calle. Me volteé hacia Edward y le indiqué que entráramos a la casa.

— ¿Porqué te dice “Campana”?— preguntó.

—Por “Bell”— Él rodó los ojos.

— ¿Me puedo quedar?— dijo haciendo un tierno puchero irresistible. Intenté contener la risa.

— ¿No irás a la cabaña?

—Noup— dijo haciendo ojos de cachorro. Creo que juntarse tanto con Alice lo estaba afectando un poco, ya estaba aprendiendo sus artimañas.

— ¿Seguro?

—Tengo ropa en el coche. Por favor— dijo haciendo su pucherito de nuevo, no me podía negar. Sólo asentí y le sonreí.

Lo tomé de la mano y lo llevé hacia mi habitación. Cuando entramos lo miré de la manera más seductora que pude, me vio atónito mientras me acercaba a él, lo tomé por los hombros y lo empujé al sillón que estaba en la esquina de mi cuarto. Me senté en sus piernas y le di un beso fugaz. Me divertía viendo cómo se sorprendía por mi actitud.

—Sé un buen chico y espérame aquí— susurré en su oído.

—Ajá— fue lo único que atinó a decir mientras asentía. Sonreí, le di un beso en la mejilla y me levanté.

Me metí al baño y tomé una ducha rápida. Reí al recordar la mirada de Edward y la cara que hizo cuándo lo empujé al sillón. Me puse pijama, me cepillé el cabello y me lavé los dientes. Cuando salí Edward estaba esperándome sentado en la cama.

— ¿No te dije que esperaras allá?— dije apuntando hacia el sillón. Me dio una sonrisa deslumbrante y se puso de pie.

—Iré por mi pijama— dijo sonriente.

—Okey, aquí te espero.

Cuando salió me recosté en la cama, estaba exhausta. No me di cuenta de que me había quedado dormida hasta que sentí que Edward me sacudía suavemente por el hombro.

—Ya me voy a dormir, buenas noches, amor— dijo dándome un beso en la frente. Me estiré y me tallé los ojos.

—No, espera. Quédate aquí— dije medio adormilada. Le hice espacio en la cama y se acostó. Me atrajo a su pecho y me dio un beso en la cabeza.

— ¿Bella?

— ¿Mmm…?

—Me asustaste mucho.

—Lo siento. No fue mi intención— bostecé y me acurruqué más a su lado.

—Descansa. Después hablamos.

—Te amo.

—Yo más, mi pequeña bribona— sonreí y cerré los ojos.

—Buenas noches— dije con pereza.

—Hasta mañana— contestó. Inmediatamente después me quedé dormida.

 

***

 

Desperté y me estiré. Edward ya no estaba. Entré al baño y luego fui hacia abajo.

— ¿Edward?

Entré a la cocina y vi el desayuno servido, enseguida había una nota de Edward.

 

“Amor:

No quise despertarte, anoche te acostaste muy tarde y no quise levantarte temprano. No te preocupes por la escuela, ya tienen esta inasistencia justificada. Alice sale a las 11.

Besos. Edward”

 

Comencé a comer una tostada, cuando vi el reloj. Faltaba menos de una hora para las 11. Me apresuré a comer y a alistarme, tenía que ir por mi pequeña Pixie. Llegué justo a tiempo, Carlisle se encontró conmigo en la entrada de la habitación de Alice. Jasper no estaba, tenía un examen final y se tuvo que ir.

—Lo siento, Pixie. Se me hizo tarde.

—No te preocupes. Tenía una enfermera muy simpática y amable.

Dieron de alta a Alice, Carlisle nos dio algunas indicaciones y nos fuimos del hospital. De camino a casa platicamos de cómo habíamos pasado la noche. Yo no tenía mucho que contar, la pasé dormida. Llegamos, estaba por estacionarme cuando Alice me habló.

—Bella, ¿podríamos ir por un helado?

—Pero, está lloviendo. Tal vez…

—No me enfermaré— dijo tratando de convencerme.

—Es que…

— ¿Siii? ¿Porfis?— la miré, suspiré y di vuelta al volante.

—Pero… de mis favoritos, ¿sí?— dijo batiendo las pestañas.

— ¡Alice, esa tienda está hasta Port Angeles!

— ¿Podemos? ¿Sí? ¿Sí? ¿Sí?— dijo dando saltitos sobre su asiento—. ¿Por favor?— dijo con su carita de borrego. Di un largo suspiro.

—Está bien.

— ¡SIIII!— chilló como niña pequeña.

Los siguientes días serían eternos. Ese era sólo el principio de los caprichos de la “pobre desvalida de Alice”. Sin contar que aún tenía que ultimar detalles de la fiesta de Jasper. Necesitaría ayuda y mucha paciencia.

 

 

Capítulo 14: SOÑAR CIEN VECES Capítulo 16: RUMBO INESPERADO

 
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