Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114600
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

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Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

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Capítulo 13: NUEVAS DISCIPLINAS

 

 

Antes que nada.... mil gracias por sus visitas!!!

gracias por sus votos, porfa síganlo haciendo.

Y también agradecería mucho sus comentarios !

^^

Gracias a quienes se han mantenido fieles al fic.... pronto les tengo el nuevo cap.

mil besos de bombón

P.D.: pueden seguirme por twitter ..... @marie198032

 

 

BELLA POV

Estaba cómodamente dormida cuando escuché una melodía molesta que me despertó. Abrí los ojos buscando el origen del sonido: era la alarma de mi celular; la apagué y puse el aparato en el buró. Me senté, estiré los brazos y bostecé; hasta ese momento noté la ausencia de Edward.

Me levanté y toqué la puerta del baño, nadie contestó; di vuelta a la perilla, entré, me lavé la cara, solté mi cabello y me lavé los dientes. Levanté el rostro y vi mi reflejo: mi cabello estaba desordenado y aún había un poco de maquillaje sobre mis párpados y debajo de los ojos. Me lavé otra vez la cara, desmaquillándome por completo, cepillé mi cabello y lo amarré en una coleta. Edward había puesto más cosas en el baño y había decorado un poco.

— ¿Bella?— al escuchar su voz  regresé de inmediato a la recámara. Traía una bandeja llena de comida.

— ¿Qué es todo eso?

—Nuestro desayuno. Ahora regresa a la cama, que vamos a comer— dijo regalándome mi sonrisa favorita. Me senté recargada en la cabecera y comenzamos a comer.

Pasamos toda la mañana en la cabaña. No me cansaba de pedirle disculpas por lo de la noche anterior, fui tan torpe; no debí comportarme así. Me sentía un poco mal, con todo y que él me dijera que no pasaba nada y que esperaría a que estuviera lista. Terminamos de limpiar al medio día, Edward tomó sus cosas y nos fuimos.

—Iremos a mi casa— dijo mientras tomaba la carretera.

—Okey, ¿estarán todos ahí?

—No sé. Bella, quiero presentarte a mis padres.

— ¿QUÉ? — no pude evitar la nota de histeria en mi voz, a pesar de saber que ellos eran muy amables, temía no agradarles o que me rechazaran.

—No te preocupes, amor. Será genial— aseguró. Su tono desenfadado no alejó el casi inminente ataque de ansiedad.

—Pero mírame— dije refiriéndome a la ropa casual con la que había decidido cambiarme antes de salir. Sentía pánico y mi voz salía igual que la del gallo Claudio.

—Estás preciosa— dijo tras darme una mirada fugaz.

—Lo dices por quedar bien— aseguré. Una idea se formó casi tan rápido como mi pánico—. Llévame con Alice— demandé.

—Bella…

—Por favor— dije haciendo un puchero.

— ¿Sabes que cuando haces esa cara no me puedo negar?

—Aaammmm sip— volví a hacer los ojitos de cordero degollado tipo Alice.

— ¿Me llevarás con la Pixie? ¿Siiii?

—Está bien, vamos con Alice— dijo sonriendo.

En menos de lo que pensé, habíamos llegado a casa. Ni siquiera había terminado de entrar a la sala cuando un pequeño huracán me envolvió.

— ¡Ovejita! ¡Te extrañé tanto!— chilló Alice en mi oído.

—Ni que me hubiera ido por mucho tiempo. ¿Y tú porqué tan efusiva?

—Tuve una noche GENIAL— dijo dando saltitos –Ah… y comí chocolate

— ¿Qué tanto?— dije con pánico fingido.

—2 barras— respondió con orgullo.

— ¿Quieres desatar la tercera guerra mundial? Eso es demasiada energía para ti— reprendí.

Edward comenzó a carcajearse a mis espaldas. Volteamos a verlo comenzando un ataque de risa grupal.

— ¡Hola, León! ¿Cómo te fue?— preguntó Alice abalanzándose sobre él.

—Bien— dijo Edward riéndose.

— ¿Sólo eso? ¿Bien? ¿Así nomás?

—Sí ¿qué más querías?

—Hay no sé. Pero…

— ¡Alice!— dije interrumpiéndola, volteó a verme y cambié de tema–. Necesito tu ayuda.

—Claro, ¿qué pasa?

—Iré a casa de Edward

— ¿Y? ¿Se supone que yo…?

—Necesito que me tomes de nuevo cómo tu experimento— abrió la boca sorprendida, caminó a hacia mí y me tomó por los hombros.

— ¿Te sientes bien?— asentí y parpadeó muchas veces–. Me sorprendes, pero… ¡por supuesto que ayudaré!

Dejamos a Edward en la sala, le dijimos que nos acompañara, pero se negó alegando que eso era cosa de chicas. Fui directamente a tomar una ducha, me puse unos jeans, camiseta y tennis; luego me dirigí al cuarto de Alice para que me peinara y maquillara. Cuando entré vi a Rose y a Tanya sentadas en la cama.

—Hola, chicas— las saludé y tomé mi lugar frente al tocador.

— ¿Dónde está Alice?— pregunté al no encontrarla en la habitación.

—Fue a recibir a Jasper— dijo Rose.

—No te preocupes, Bella, ella lo dejará con Edward en cuanto recuerde que estás aquí— dijo Tanya.

En menos de lo esperado apareció la pequeña Alice cargando un enorme oso de peluche. Jasper lo vio en una tiendo y no pude resistirse. Acomodó su juguete nuevo y comenzó su trabajo.

— ¿Qué pasa, ovejita? Te noto rara desde que llegaste— dijo mientras maquillaba mis ojos.

—Es que… creo que arruiné lo de anoche— murmuré con pesadumbre.

—Edward dice que les fue bien ¿Por qué dices eso?

—La verdad, no sé qué pasó. Íbamos muy bien, todo estaba perfecto, pero… de repente se apartó y me dijo que no pasaría nada— Alice dejó de maquillarme, cuando abrí los ojos ella me veía sin saber qué decir.  

— ¿Estuviste a punto de… hacerlo con Edward?— preguntó Rosalie, quien detuvo su charla con Tanya para centrar su atención en mí.

—Sí— dije agachando la mirada. Tanya se levantó y me llevó a la cama para que nos sentáramos.

— ¿Por qué dices que lo arruinaste?— preguntó acomodándose enfrente de mí.

—Es que… yo no… nunca he…

—Eres virgen— afirmó. Sólo asentí apenada.

— ¿Y? ¿Qué hiciste?— miré hacia donde estaban Alice y Rose. Ambas estaban analizando mis movimientos.

—Nada. Eso fue lo que pasó, que no hice nada. Al principio todo iba de maravilla, hubo un momento en el que me preguntó si quería parar y le dije que no. Cuando menos pensé el vestido había desaparecido y casi toda la ropa de él también. Me puse nerviosa, dejé que él hiciera todo y cerré los ojos. De repente ya no lo sentí y me susurró al oído que no me preocupara porque no pasaría nada; ahí fue cuando me di cuenta de que estaba parado a un lado de la cama.

— ¿Luego qué pasó?

—Entró al baño y cuando salió se fue de la habitación. Dijo que iba a tomar agua.

— ¿Luego?

—Fui al baño, me puse una bata que estaba ahí y salí para juntar mis cosas. Me puse a llorar y al rato él entró. Me calmó diciendo que la noche era perfecta, que yo era su regalo y que yo no había arruinado nada. Me disculpé… cada vez que lo hago me dice que no pasa nada y que me esperará.

—Mira, Bella. Para empezar: si él te dice que está bien, es porque lo está. Ya te disculpaste una vez y con esa basta— asentí y seguí poniendo atención—. Algo debiste haber hecho bien para que considere que fue una noche perfecta…

—Le dije que lo amaba.

— ¿Ves? ¡Eso es lo que importa, Bella! De seguro se detuvo porque te notó nerviosa. Es normal que lo estés.

—La verdad… tenía un poco de miedo.

— ¿Por qué? ¿A qué le tenías miedo? ¿A él?— dijo riéndose.

—NO. Claro que no. Temía… no gustarle o… no hacerlo bien y…

— ¿Y…?

—Siempre me ha dado miedo sentir dolor— dije agachando la mirada.

— ¿Eso es lo que te detiene?

—Ajá.

—Awww. Cariño, no pasa nada. Es de lo más normal que te sientas insegura, tú decidirás cuándo es el momento. Pero para serte sincera si duele y mucho— abrí los ojos como platos, de tan sólo pensarlo me daban escalofríos.

—Bueno… no… es que sí pero…. Amm… mmm… bueno… es que…— Tanya no encontraba cómo explicarme.

— ¿Chicas?— dijo volteando a ver a Alice y Rose. Ambas negaron mecánicamente con los labios apretados—. Gracias— dijo Tanya sarcásticamente y volteó a verme de nuevo.

—Ammm…. Déjame pensar— Tanya meditó por un momento—. ¡Ya sé! Mira, es cómo… un ardor o cosquilleo, al principio incomoda…

—Cómo cuando se te atora la comida— interrumpió Alice. Tanya volteó a verla incrédula y alzando las cejas.

—Alice— dijo Rose por lo bajo, dándole un codazo.

—Lo siento. Continúa, Tanya.

—Gracias, Alice. Bueno, Bella, cómo te iba diciendo: al principio es incómodo y podría a llegar a ser un poquito doloroso— hice una mueca y trató de remediar lo dicho—. Pero, sin llegar a ser insoportable, sé que sobrevivirás— dijo riendo—. Lo más importante es que estés segura, luego… sólo relájate y déjate llevar.

— ¿Cómo voy a saber cuándo?

—Sólo lo sabrás, es algo que se da y punto. Eso sí, tienen que ser muy responsables: deben cuidarse. Después será muy placentero, incluso divertido o… adictivo— dijo viendo a Rosalie, la cual se encendió cómo un foco rojo de vergüenza, comencé a reírme y, ella y Alice, dejaron salir el aire de golpe.

— ¿Ya terminaste con tu clase de educación sexual?— preguntó la Pixie.

—Sí. Gracias por la ayuda eeee— dijo Tanya con reproche.

—Es que mi pequeña Bella es tan joven— dijo Alice apretándome en su pecho.

—Alice… no respiro— me soltó y di un gran suspiro.

—Lo siento— dijo apenada. Regresamos a nuestras posiciones: Tanya y Rose en la cama y Alice y yo en el tocador.

— ¿Por qué te referiste a Rose cómo adicta?— pregunté a Tanya divertida.

—Porque el otro día ella y Emmett…

— ¡Cállate!— dijo Rose tapándole la boca.

—Y luego Alice…

— ¡CÁLLATE!— dijeron al unísono.  Me carcajeé de ellas, era muy divertido ver a las extrovertidas de Alice y Rose apenadas por Tanya.

—Okey, luego te cuento— dijo Tanya cuando Rose la soltó. Reí y cerré los ojos para que Alice terminara de maquillarme, luego escuché un golpe.

— ¡Auch!— abrí los ojos y vi que Tanya se frotaba un brazo.

— ¿Qué pasó?— pregunté confundida.

—Nada. Últimamente mis cosas vuelan. Ahora cierra los ojos para que pueda terminar— dijo Alice.

Cómo siempre la Pixie merecía un premio. Mi maquillaje era muy natural y sutil; el peinado era fantástico, había hecho un medio recogido adornado con unas pequeñas trenzas a un lado. Bajamos las escaleras y vimos que Emmett acababa de llegar, jugaba con Edward y Jasper a un videojuego nuevo.

— ¡Wow! Veo que hoy si te bañaste, cuñadita— dijo Emmett luego de dar un silbido.

—Hola, Emmett— saludé. Él se acercó y me levantó en uno de sus famosos abrazos de osos que cortaban la circulación. Cuando me dejó en el suelo estaba jadeando por el apretón.

— ¡Emmett! Un día de estos vas a asfixiar a mi ovejita— Alice me vio e hizo una cara que no tenía precio, parecía que estaba a punto de darle un paro cardiaco—. ¡Eres un bruto! ¡Mira lo que hiciste!— dijo corriendo hacia mí y acomodando mi cabello. Todos comenzamos a reír y Alice se cruzó de brazos haciendo berrinche.

—Mejor vámonos antes de que Emmett te haga enfadar más— dijo Jasper llevándosela.

Todos hicieron lo mismo y salieron detrás de ellos. Edward tomó mi sudadera y me ayudó a ponérmela. Alice y Jasper subieron al auto de Rose; Rosalie, Emmett y Tanya al jeep y Edward y yo al volvo. Por lo menos no me dejarían sola en esto y tendría a todos a mi lado. En cuanto Edward encendió el coche puse música y comencé a cantar; eso ayudaba un poco con la ansiedad y los nervios. De repente vi por el retrovisor y los otros dos coches no estaban, estuve a punto de entrar en pánico, pero yo misma me tranquilicé pensando que Edward conduce más rápido que ellos. Llegamos a su casa, era la primera vez que me sentía insegura de entrar. Todo era igual, el mismo camino en la entrada, las mismas flores, la misma puerta, todo.

—Vamos, no muerden— dijo Edward bromeando.

Volteé hacia atrás con la esperanza de que los chicos aparecieran, pero en el trayecto del auto a la puerta no llegaron. Edward sacó las llaves de su pantalón y tomé aire. Abrió la puerta y entramos al recibidor. Conforme íbamos caminando en el interior de la casa, mi corazón se aceleraba y me sudaban las manos. Traté de encontrar algo que me indicara que los padres de Edward no estaban.

— ¿Papá? ¿Mamá?— dijo Edward. Esperamos un momento pero nadie contestó, suspiré aliviada y me senté en uno de los sillones; eché la cabeza hacia atrás, cerré los ojos y di una respiración profunda. ¡Vaya! Parecía que era mi día de suerte.

—Hola, hijo— dijo una voz muy familiar a mi espalda. Me levanté de un brinco y di media vuelta para quedar de frente y saludar.

—Hola, papá— contestó Edward abrazándolo—. ¿Dónde está mamá?

—En la cocina, pero ya viene— volteó a verme con una cálida sonrisa–. Pero mira nada más quién está aquí.

—Hola, señor Cullen— dije un poco sonrojada.

— ¿Cómo que señor Cullen? Ya nos tuteábamos, ¿qué no?

—Amm…— ¡genial! yo y mis tontos tartamudeos.

—Hola, cariño— dijo Esme dándole un sonoro beso en la mejilla a Edward—. ¡Bella! ¿Cómo estás, mi vida?— dijo dándome un beso y un abrazo. Siempre era muy amable con todos, estar cerca de ella me hacía recordar a mamá.

—Bien. Gracias, señora Cullen.

—No, nada de señor o señora Cullen. Para ti somos Esme y Carlisle— reprendió cariñosamente.

—Está bien— sonreí apenada y agaché la mirada. Después de un momento, Carlisle rompió el silencio.

—Estamos aquí para algo, ¿no es así, Edward?

—Sí.

—Bien, entonces, tomemos asiento— invitó Carlisle haciendo un ademán con su mano.

Carlisle y Esme se sentaron enfrente de nosotros. Se hizo un silencio incómodo en la sala, por lo menos para mí lo era. El papá de Edward nos miraba alternadamente, mientras que su madre me miraba sólo a mí con una linda sonrisa. Edward suspiró, supe que comenzaría a hablar y me puse más nerviosa.

— ¿Y bien?— dijo Carlisle viendo a Edward.

—Papá… mamá— dijo mirándolos–. Quiero presentarles a mi novia, Isabella Swan— sus padres se giraron en mi dirección, sentí que me encogía y que todo se hacía más grande. Edward tomó mis manos y dio un suave apretón en señal de apoyo. Al parecer mi nerviosismo era evidente.

— ¿Bella?— dijo Esme, la miré apenada y su sonrisa se ensanchó–. Bienvenida. Quiero decirte que te considero una buena muchacha y me alegro mucho por ustedes dos. Les deseo lo mejor, tienen todo mi apoyo— sonreí y solté un pequeño suspiro. Vi a Carlisle, tenía una mirada indescifrable, estaba serio y me veía fijamente. De repente se paró y se acercó a nosotros.

—Bueno yo digo que…— su seriedad estaba comenzando a asustarme cuando me sonrió y abrió los brazos–, eres bienvenida— sonreí e inmediatamente después me vi envuelta en un caluroso abrazo.

Mis temores habían desaparecido como por arte de magia y me sentía como en casa. Comenzamos a hablar de trivialidades y a hacer bromas.

—Estás a punto de egresar del instituto, ¿no es así?— preguntó Carlisle.

—De hecho, me graduaré hasta el próximo año— pareció sorprenderse un poco. Dirigió una mirada a Edward y después la regresó a mí.

— ¿Qué harás después?

—La verdad, no sé. Estoy indecisa entre varias profesiones y escuelas.

— ¿Cómo cuáles?— el interés de Carlisle comenzaba a preocuparme. ¿Pensaría que no era lo suficientemente buena para su hijo?

—Ya deja a Bella en paz. Ella tomará sus decisiones cuando lo crea correcto— dijo Esme sonriéndome. Le devolví el gesto y agradecí su intromisión.

— ¿Por qué no ha llegado Emmett?— preguntó Carlisle.

—Le pedí que me hiciera el favor de comprar unas cosas que necesito— contestó Esme.

—Creo que empezaremos a cenar sin ellos. Con la Pixie en la tienda tengan por seguro que regresarán hasta mañana— comentó Edward divertido.

Reímos ante el comentario y nos levantamos de los sillones; fuimos al comedor, comenzamos a poner la mesa entre pláticas y las risas no se hicieron esperar. Ya casi terminábamos cuando un huracán doble nos arrasó: Emmett y Alice llegaron muy animados.

La cena pasó entre bromas, al parecer la Pixie y mi cuñado tenían demasiada azúcar en su organismo. Más tarde los padres de Edward se disculparon y se fueron a su dormitorio. Nosotros decidimos salir a divertirnos y terminamos en un pequeño bar con karaoke y pista de baile a las afueras de Forks. Ese fin de semana terminó mejor de lo que había pensado.

Al otro día la rutina se apoderó de todos. Alice, Jasper, Edward y yo íbamos al instituto. Emmett, Rosalie y Tanya habían conseguido trabajo: Emmett era entrenador en el colegio de Forks por las mañanas y por las tardes era el administrador de una sucursal en Forks de una empresa internacional que tenía matriz en L.A.; Rosalie trabajaba para una importante agencia de autos en el departamento de mantenimiento; y Tanya estaba en el departamento de recursos humanos y trabajo social del hospital de Forks.

El reglamento del instituto sufrió algunas modificaciones que nos hacían un poco más difíciles las cosas a Edward y a mí. Además, le asignaron un taller, clases extras y clases de regularización por las tardes. Cada vez teníamos menos tiempo para estar juntos, nos veíamos de vez en cuando a la hora del almuerzo, a diario en su clase, las veces que iba a comer a mi casa y cuando uno de los dos no tenía tareas que hacer o trabajos que revisar los fines de semana. Salíamos menos y pasamos de ser los siete inseparables amigos que éramos, a  los siete conocidos que se veían de vez en cuando.

Ya teníamos casi tres semanas así. Entre más se acercaba la fecha de fin de curso, el instituto se volvía más pesado; para Edward y para nosotros. El consuelo de Alice era que estaba organizando la fiesta de graduación para Jasper; sería en casa de Rose, ella le confió su tarjeta de crédito y la Pixie se estaba esmerando en hacer la mejor fiesta del año, no escatimaba en gastos, las sorpresas que tenía preparadas eran muy prometedoras y había invitado a todo Forks.

No entendía cómo hacía la pequeña Alice para tener tanta energía y poder con la carga de la escuela, los deberes en casa, las salidas con Jasper y la fiesta. Mi respuesta la encontré una tarde que me tocó limpiar su cuarto y encontré varias cajas de chocolates y dulces en la basura. La Pixie, definitivamente, no tenía remedio.

La situación con Edward se estaba tensando y ya casi no nos dedicábamos tiempo. Cuando yo le llamaba estaba ocupado y cuando él me hablaba yo estaba muy cansada cómo para mantener una conversación elocuente. Últimamente habíamos tenido muchas citas frustradas, yo sólo le había quedado mal una vez, pero él me dejaba plantada más a menudo. Aún tenía muy presente la última vez que me lo hizo: me llamó temprano y me dijo que tendríamos una noche especial y que me pusiera linda, Alice me ayudó, me puse vestido y tacones; cuando llegó la hora en la que tenía que pasar por mí me llamó diciendo que tenía que asistir a una junta en la escuela de último minuto y que era importante. Duré varios días sin hablar con él, casualmente no coincidíamos más que en clases y “oportunamente” había perdido el cargador de mi teléfono celular. Días después fue a la casa, me llevó flores y me pidió mil disculpas; esa fue una de las únicas tardes que pasó conmigo.

Cuando podíamos, y quienes podíamos, hacíamos nuestras reuniones. En ocasiones éramos sólo chicas, en otras eran puros chicos, casi nunca podíamos los siete; siempre tenían que faltar uno o dos. Yo pasaba la mayor parte del día con Alice, a veces iba a visitar a Esme, o Rose y Tanya nos visitaban. Todos estábamos estresados y cansados por el ritmo que habíamos adoptado. La esperanza que nos quedaba era que pronto acabaría.

Era miércoles. Alice y yo estábamos en la cocina; acabábamos de comer y yo estaba terminando de lavar los platos sucios.

—Ya sólo nos queda la próxima semana de  clases— dijo Alice mientras veía un catálogo de manteles.

— ¿Ya está todo listo para el próximo fin de semana?

—Sólo me faltan detalles, ovejita. Me siento tan cansada— dijo abrazándome.

—Yo también. ¿Sabes qué es lo que más me enfada de todo esto?

— ¿Que nuestros padres siempre están viajando y que nunca están con nosotras?— la miré con escepticismo y alcé las cejas—. Tienes razón, siempre lo hacen. Los tuyos por su trabajo y los míos por el trabajo de mi papá— sonrió cómo si hubiera dicho lo más genial del mundo y me abrazó de nuevo.

—No, eso no.

— ¿En serio?

—Alice…

—Ya, ya está bien. Me pondré seria. ¿Qué te enfada más?

—Que las cosas con Edward ya no son iguales.

— ¿Por qué no lo llamas? Jazz me dijo que hoy no habría clases de regularización— la miré dudosa y me sonrió—. No pierdes nada intentándolo, Bella.

Fui por el teléfono y marqué el número que ya sabía de memoria. Sonó una y otra vez, pero no contestó. Repetí la operación dos veces más y obtuve la misma respuesta. Fruncí el ceño, dejé el teléfono en su lugar, crucé los brazos y me senté en el sofá más pequeño de la sala haciendo berrinche. No habían pasado ni dos minutos cuando el teléfono empezó a sonar. Supuse quién era y no me levanté. Alice apareció en la sala y corrió a contestar.

— ¿Diga?, sí, en seguida te la paso— Alice me miró y me tendió el teléfono tapando la bocina—. Es Edward— susurró. Volteé la cara e hice una mueca—. No quiere contestar— le dijo. Me tendió de nuevo el teléfono, pero no lo agarré—. ¡No seas infantil y contesta! ¡Mejor me voy! ¡Tú sabrás si contestas o no!— dijo dejándolo a un lado de mí. Lo miré un momento, bufé y lo tomé.

— ¿Sí?— dije malhumorada.

—Amor, ¿por qué estás enojada conmigo?

—Te llamé— dije tajante. No me gustaba usar ese tono con él, pero estaba cansándome de esa situación.

—Mi amor, lo siento. Estaba afuera y no lo escuché ¿qué pasa?— suspiré y hablé con más suavidad.

—Quería saber si podemos salir.

— ¿Cuándo?

—Hoy.

—Estoy en clase.

— ¿Qué no se supone que hoy no había regularizaciones?— dije molesta.

—Se suponía. Una alumna lo pidió y tengo que quedarme. Lo siento, amor. Prometo que lo recompensaré pero…

—Edward… Olvídalo, me tengo que ir— sentía un nudo en la garganta, estaba muy molesta. No con él, pero sí con las malditas y estúpidas nuevas normas de la escuela y más aún con la idiota a la que se le ocurrió tomar esa clase.

—Escúchame…

—Me tengo que ir— dije tajante y subiendo un poco el tono de voz.

—Está bien. Te amo.

—Okey— dije y colgué. Comenzaba a sentir el ardor en los ojos previo al llanto, aventé el teléfono y subí corriendo las escaleras.

Trastabillé en el último escalón y caí hincada; me levanté y seguí el camino a mi recámara. Me abracé a la almohada y comencé a llorar. Al rato sentí cómo se abría la puerta, Alice se sentó en la cama y tocó mi brazo.

—Lo siento, ovejita. ¿Qué pasó?

—Alice— dije sollozando y abrazándola. Me recosté sobre sus piernas y seguí llorando. Ella sólo me acariciaba el cabello.

— ¿Qué pasó? ¿Edward te dijo algo?

—No… bueno sí... ¡hay, no sé!— dije entre sollozos.

—Cuéntame.

—Es que… tiene clase— me miró y seguí explicando—. Ya me estoy cansando de tener que esperar a que uno de los dos esté libre. Estoy harta de la escuela… y las tareas. Me siento estresada, cansada…

—Te entiendo. Pero no ganas nada poniéndote así. Aunque viéndolo bien llorar es bueno, a veces— se hizo un silencio en el que sólo se escuchaban mis sollozos—. ¿Por qué no vas a la escuela?— sugirió.

— ¿Qué?— dije sentándome y secándome las lágrimas.

—Sí. Pide una clase de regularización con Edward. Así estás más tiempo con él y después pueden salir o algo— sonreí y asentí—. Pero primero déjame arreglar esa carita— pidió Alice.

Después de una sesión de maquillaje express, unos minutos al volante y un rato en la oficina de la secretaria de la escuela: me encontraba caminando por los pasillos del instituto para llevar una clase extracurricular con Mr. Cullen.

Iba de lo más feliz hacia el salón, estaba entusiasmada con la idea de sorprenderlo. Cuando llegué la sorprendida fui yo, apenas abrí la puerta cuando escuché ruidos extraños; Jessica estaba casi encima de él y desde donde yo lo estaba viendo sólo podía estar pasando una cosa: se estaban besando. No estuve ahí ni cinco segundos cuando el cuaderno que llevaba entre los brazos resbaló y se escuchó un gran estruendo que interrumpió el momento.

—Lo siento— dije cerrando de un portazo.

Comencé a llorar con amargura y corrí sin rumbo fijo. No podía distinguir hacia dónde me dirigía, sólo avanzaba más y más. De repente me vi envuelta en el bosque que colindaba con el patio trasero de la escuela, muy lejos del salón de Edward.

— ¡Bella!— aceleré el paso y sólo conseguí caerme entre las hojas y ramas del suelo—. ¡Bella! ¿Estás bien?— dijo levantándome del brazo.

— ¡No!— dije con la cara empapada en llanto.

—Por favor, déjame explicarte…

— ¿Qué me vas a decir? “¿No es lo que parece?”— dije ironizando.

—Es que… es cierto. Por favor...

—No.

—Bella…— su voz suplicante estaba a punto de hacerme ceder, pero me armé de valor y tomé una postura firme. No tenía porqué demostrarle que me dolía o que me importaba. Si él quería lastimarme, no dejaría que me viera llorando. Limpié las lágrimas y lo miré a los ojos con coraje.

—Suéltame.

—Déjame que…

— ¡NO! Que me sueltes— asintió, miró hacia otro lado y me soltó.

—Hablaremos después— dijo con seguridad, le lancé una mirada envenenada–. Estás alterada, mejor te busco después. Ahora vámonos, no dejaré que regreses sola— entre su seriedad pude notar un poco de tristeza, o por lo menos eso quise pensar.

Cuando llegué a casa le conté todo a Alice, me consoló, dijo que de seguro era un mal entendido e intentó persuadirme para que contestara las llamadas de Edward.

Al siguiente día Edward no apareció, tuvimos la última clase libre. No supe ni quise saber el motivo de su ausencia. Edward no había dejado de insistir; tenía dos días llamando a cada rato y estaba pensando seriamente en apagar mi celular indefinidamente.

El viernes no teníamos clases. Alice y yo estábamos haciendo los quehaceres con calma; recordé al amigo que quería para que me orientara en ese preciso momento, el recuerdo de esa hermosa sonrisa que sólo era para mí me hizo reír.

— ¡Sucia!— dijo Alice

— ¿Qué?

—Mi mamá siempre lo dice…, el que se ríe solo, de sus maldades se acuerda. ¿No que muy triste y deprimida?

—Es que…, estaba recordando a Jake— dije aún con una sonrisa los labios.

—A él ni me lo menciones— miré a Alice sorprendida—. ¿Qué?, aún no olvido que me dejó embaucada el día que hice la fiesta de Rose y Emmett.

—Alice, tenía que regresar con su familia. Era una emergencia.

—Ya sé. Sólo estaba jugando, ¿cuándo regresa?

—Hoy— ella abrió los ojos como platos y comenzó a dar saltitos.

— ¿Por qué no me habías dicho?— dijo entre gritos de alegría.

 —Porque me acabo de enterar.

Alice iba a decir algo cuando llamaron a la puerta, fue a abrir y entró una muy molesta Tanya. Se paró delante de mí y me vio de manera retadora.

—Ya sé… ya sé— dije rodando los ojos.

—Ah ¿Ya sabes?— dije que sí y dejé lo que estaba haciendo.

— ¿¡Me podrías explicar por qué demonios no le contestas!? Deberías dejar que por lo menos te dé una explicación— no era necesario que me dijera a quién se refería.

—Porque…

— ¡Porque nada! En este preciso momento lo llamas y se ponen de acuerdo para verse. ¡Están actuando como idiotas!— me tendió su teléfono y tras un suspiro de resignación lo tomé. Edward contestó después del tercer tono.

—Tanya, ya te dije que no. Ni se te ocurra molestarla porque…

—Hola— dije interrumpiéndolo.

—Bella— parecía sorprendido–. Hola, ¿cómo estás?

—Bien… ¿y tú?

—Ahora, mucho mejor. ¿Cómo está Alice?

—Bien, está viendo televisión— Tanya volteó a verla y bufó exasperada. Me hizo señas para que fuera al grano.

 —Edward…

— ¿Sí?

— ¿Podrías…?

— ¡Claro!

—Déjame terminar.

—Okey. Lo siento.

— ¿Podrías venir a mi casa?— pedí mordiéndome el labio nerviosa.

— ¿A la tuya, tuya? O ¿a la tuya, con Alice?

—La de Alice— dije como si fuera obvio.

—Claro, claro ¿a qué hora?

—En la tarde.

— ¿Qué tan tarde es la tarde? Digo ¿cómo a qué hora más o menos?

— ¡Hay, no sé, tres o cuatro horas!— mi paciencia no estaba en un buen nivel y estaba por agotarse.

—Okey, nos vemos.

—Bye, Edward.

— ¡Bella!

— ¡¿Qué?!— sí, mi paciencia se había agotado.

—Te amo— esas dos simples palabras me tranquilizaron y sonreí.

—Yo también— colgué y le di el celular a Tanya. Ella me miraba sorprendida y alzando las cejas.

—Nunca había escuchado una conversación tan estúpida en toda mi vida— abrí la boca para decir algo pero me interrumpió–. Bueno, por lo menos se van a arreglar las cosas. Yo me voy, tengo que volver al trabajo. Adiós— dijo dándome un beso fugaz en la mejilla. Se despidió de Alice y se fue.

Me dediqué a hacer la comida para cuando llegara Jake mientras Alice terminaba con la limpieza. Me tomé mi tiempo en alistarme, Alice me peinó y maquilló; tendría una doble cita y quería lucir lo más linda posible. Cuando estaba dando los últimos toques a mi vestimenta, Alice entró.

—Alguien te espera en el patio— dijo con una enorme sonrisa.

Fui a toda prisa, cuando llegué me colgué de su cuello y le di un sonoro beso en la mejilla. Él me levantó y me dio vueltas.

—Ya bájame, Jake— dije entre risas.

—Te eché mucho de menos, princesa.

—Yo también— dije abrazándolo.

Nos sentamos en una banca del jardín no muy alejada de la casa y comenzamos a ponernos al corriente de todo lo que había pasado en ese mes que se había ido. Las risas no se hicieron esperar, el tiempo al lado de Jake pasaba muy rápido.

—Así que ya eres novia del Señor Cullen— dijo Jake sonriendo.

—Sip. Jake…

—Bella— nos hablamos al mismo tiempo y nos reímos.

—Primero tú— dije haciendo carita de Alice.

—Está bien— dijo con derrota—. Bella, hay una chica que me gusta… y mucho. La conozco desde hace tiempo, pero… no sé cómo declararme o qué decirle.

—Tengo una idea— dije sonriente.

— ¿Cuál?

—Ensayemos— puso cara de perplejidad.

— ¿Qué?

—Imagina que yo soy ella. Dime lo que le dirías y yo te digo que está bien y qué está mal. Convénceme— suspiró y se acomodó para quedar de frente.

—Bueno… yo… es que…

—No titubees— asintió y dio una respiración profunda.

—Hace tiempo que nos conocemos y… quiero confesarte que… pues tú… me gustas.

—Seguridad Jake— se levantó y me jaló de la mano para que también quedara de pie.

—Sé que sólo me consideras tu amigo. Pero yo quiero que seamos algo más que eso— me tomó de las manos y me miró–. Te amo y quiero saber si te gustaría ser mi novia— sonreí y le di un abrazo, su actuación había sido estupenda.

—Lo hiciste muy bien— susurré en su oído.

Me separé y lo vi a los ojos. Seguíamos tomados de la mano, le sonreí y él me sonrió apenado en respuesta. Jacob agachó la mirada y escuchamos un estruendo; volteamos y ahí estaba Edward con la camisa mojada y la mano ensangrentada. Abrí los ojos sorprendida, volteé a ver a Jacob y caí en cuenta de lo que Edward estaba viendo. Me solté de Jake abruptamente y caminé hacia Edward.

— ¿Qué hiciste, Edward?

— ¿Qué hiciste tú?— dijo conteniendo el coraje.

—Edward…

— ¡Tú!— dijo apuntando a Jake–, Él… Bella… él…

—Edward, cálmate.

— ¡¿Yo qué?!— dijo Jacob poniéndose a la defensiva.

— ¡Maldito perro!— gritó Edward.

Me horroricé y di un grito que me caló hasta lo más profundo de mi ser. Me puse entre ellos con mis manos en el pecho de Edward. Los dos gritaban e intentaban quitarme de en medio. Edward bajó la mirada un segundo, no sé que vería en mí pero se apartó y dio media vuelta. Me paralicé un momento, vi a Jacob con una mirada de disculpa y fui tras Edward. Íbamos entrando a la cocina cuando Alice bajó corriendo las escaleras y se puso en la puerta cómo barrera humana, impidiéndole el paso a Edward.

— ¡No sales de aquí hasta que hables con ella!— sentenció.

—Quítate Alice— bramó Edward.

— ¡No!

—Alice…

— ¿Qué, me vas a pegar?— Edward respiró profundamente, cerró los ojos y jaló su cabello.

—No— dijo un poco más calmado.

Me quejé entre sollozos.

No me di cuenta en qué momento había comenzado a llorar. Edward volteó a verme y su enojo se esfumó, me dio una mirada tierna y se acercó a mí. Dudó un momento y después me abrazó. A pesar de que sólo tenía dos días sin verlo lo había extrañado mucho; enterré mi rostro en su pecho y dejé salir el miedo que hasta hacía un momento sentía. Me llevó al sillón y me abrazó hasta que me tranquilicé.

—Tenemos que hablar— dijo con voz serena. Asentí y me levanté.    

—Vamos a mi recámara— dije dirigiéndome hacia las escaleras.

Edward venía detrás de mí. El silencio era muy incómodo, pero en cuanto estuviéramos en privado aclararíamos algunas cosas. Sólo deseaba de todo corazón que todo ese enredo terminara bien. No soportaría estar lejos de él, a pesar de que teníamos muy poco tiempo juntos; sabía que lo amaba y, aunque tal vez sonara egoísta, lo quería para mí.

 

 

Capítulo 12: NOCHE ESPECIAL Capítulo 14: SOÑAR CIEN VECES

 
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