Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114597
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

----------------------------------------------------------

Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 32: *ESPECIAL* Outtake 2

 

 

Hola!!!! mis hermos@s!!!!

Y ustedes se preguntarán "Cómo??? otro capitulo???" 

Pues sí, es un pequeño outtake que se me acaba de ocurrir y que no dudé en hacerles. Es que... en verdad amo ésta historia, al igual que todas las demás y mi gusto por la escritura es tan grande que por más que quiero no puedo dejarlo!! 

Éste es en... "conmemoración"?? A los 210 días que subí el último capítulo de ésta maravillosa historia.

Les invito a pasar por mis otros fics:

* Cartas de Esme a Isabella (adaptación)

* Amanecer y despertar después de la tormenta (One Shot)

* Ajenos al destino.

* Lo siento, mi amor. Adiós (One Shot)

* Hope.


L@s adooorooooo!!!! y continuen comentando!!! que aunque ya estén todas terminadas las sigo checando.

Lluvia torrencial de besos de bombón!!!!

 

 

 

BELLA POV 



Seis años de “feliz matrimonio”. Nadie, nunca, dijo que sería fácil; estar casada con Edward era un arduo trabajo diario en el que aprendía a conocerlo, a amarlo, a comprenderlo. Por más que pude saber de él antes de la boda, cada día aprendía a su lado sobre sus nuevas facetas y sobre lo que podíamos llegar a hacer juntos. Y hablando sobre facetas, en este justo momento no estábamos en una muy buena que digamos.

-¡Edward, ya! ¡Déjate de lo mismo!

-¿Lo mismo? ¿¡Yo!? ¡Pero si eres tú la que está distinta! De un tiempo acá te has vuelto fría, distante, poco tierna… no eres en nada parecida a la Bella de la que yo me enamoré- espetó con ímpetu.

-Edward… ¡entiende! No puedo ser la misma, antes no tenía tantas responsabilidades, no tenía que estudiar como loca hasta entrada la madrugada, no debía preocuparme por conseguir un empleo, ni de buscar una empresa que me permita hacer mi estancia- respondí en el mismo tono enfadado que él.

-Sabes que no es necesario que trabajes- lo miré incrédula, él sabía perfectamente lo que pensaba acerca de eso -No te estoy pidiendo nada fuera del otro mundo. Sólo quiero salir a cenar con MI esposa, ¿es eso tan grave?

-¡No quiero! Además, ya te dije que me da lo mismo cena r aquí y no le encuentro sentido.

-Éste es el sentido- dijo mostrándome la mano en la que descansaba su argolla de matrimonio, luego alzó mi mano y alzo ambos anillos a la altura de mi rostro. Cada vez estábamos más y más molestos.

-Pues ese “sentido” es sólo un trozo de papel que puede dejar de significar algo en cualquier momento- solté de golpe, sin reflexionar lo que había dicho hasta que era demasiado tarde.

Una mirada taciturna se instaló en las encendidas esmeraldas de Edward, me soltó la mano y dejó caer la suya lentamente. Pude ver la desilusión y el dolor tatuados en sus ojos. Había actuado impulsivamente, no medí mis palabras, me sentía terriblemente mal.

-Edward, no…

-Olvídalo- dijo con profunda tristeza. Rompiendo mi corazón por la pena que me embargaba.

Caminó  fuera de la habitación, fui tras él, abrí mi boca un par de veces pero no dije ni una sola palabra. ¿Cómo podría reparar el daño?, ¿cómo rogarle que perdonara a mi estúpida bocota? Su teléfono celular sonó, dio media vuelta y regresó por él a la habitación. Me quedé totalmente paralizada, para cuando pasó de nuevo a mi lado ya había contestado; él se fue de largo, sin siquiera mirarme, como si no estuviera ahí. Me lo tenía muy merecido, él sólo trataba de consentirme, de ser el hombre romántico y detallista que me conquistó y yo…  sólo le pagaba con silencios, indiferencias, noches frías y monótonas. Edward no lo merecía, yo no lo merecía a él. Le había dado prioridad a mi carrera, dejándolo en segundo término, mandando al carajo muchos momentos a su lado. Había tomado malas decisiones que ahora recaían en mi conciencia y me taladraban los sentidos.

Cuando sentí el cuello de mi blusa empapado por el llanto, decidí ir tras él, necesitaba pedirle perdón, rogarle porque me ayudara a ser la misma de antes, su Bella, su esposa, su amor… su mujer. Desde que descubrí que estaba loca y perdidamente enamorada de él deseé estar toda la vida a su lado, no quería que eso cambiara jamás, no lo permitiría. Fui a paso lento hacia la sala, conforme me iba acercando podía escuchar más claramente su voz, me detuve en la entrada y me dediqué a observarlo hasta que sus palabras me calaron profundamente.

-¡Lo sé, lo sé! Pero no entiendo qué es lo que la tiene tan cambiada, he llegado a pensar que me oculta algo… ¡No! Por supuesto que no, Emmett. Ella nunca sería capaz de engañarme. Pero… en verdad siento que me oculta algo, tal vez algo que le pasó…- mis lágrimas salieron en silenciosos raudales, él se sentía traicionado, pero hasta en el momento más difícil creía y confiaba en mí. Fue ahí que me di cuenta de que lo amaba más que nunca y que eso no cambiaría jamás. –En serio, hermano. No sé qué pasa, odio discutir con Bella- dijo con tanta tristeza que me conmovió hasta el alma –No, no lo hice. No pude convencerla, ¡demonios! Pensé que estábamos preparados, que podríamos sellar nuestro amor con una linda ceremonia, frente a la mirada de Dios y de todos ustedes- ahí el mundo se vino a mis pies. Edward sólo quería sorprenderme, pedirme matrimonio de nuevo y lo había echado a perder, me odié por ser tan tonta –No sabes lo mucho que me dolió cuando me insinuó que debíamos separarnos. Lo peor de todo es que… pienso que tal vez tenga razón- dijo con voz estrangulada. No pude más, salí despavorida de la sala y de la casa.

Caminé sin rumbo fijo hasta el atardecer, cuando regresé a casa Edward no estaba. Me di una larga ducha y mientras pensaba detenidamente todo lo que habíamos dicho y hecho; tomé una desgarradora decisión. En cuanto salí me recosté, llorando amargamente hasta que me quedé dormida.

Desperté con el suave mormullo de la alarma de mi celular, lo había puesto debajo de mi almohada. Me cambié mientras veía a Edward dormir, tomé una pequeña maleta y dejé la nota que había escrito la noche anterior sobre el buró. Ahí había dejado plasmadas las palabras más dolorosas que pude haber escrito:

 

Edward:

Estamos pasando por una difícil etapa en nuestro matrimonio. No te lo había dicho, pero… tengo tres semanas libres en la universidad, cuando regrese haré un par de meses de estancia empresarial y me graduaré. Bueno, la última parte ya la sabías.

Hemos pasado por muchas cosas en los últimos dos años, nuestra relación ha cambiado muchísimo y estoy cansada de tanto discutir. No quiero hacernos más daño.

Creo que lo mejor es distanciarnos un tiempo.

Tenemos que pensar qué es lo que realmente queremos, qué esperamos para el futuro y si en verdad vale la pena seguir adelante con todo esto.

Me iré a la cabaña, en Forks. Yo también meditaré nuestra situación.

Te esperaré dos semanas, sial final de esos catorce días hay algo que quieras decir, estaré esperando. Si no vas, entenderé a la perfección tu respuesta y regresaré a ultimar detalles.

Bella.

 

 

Con un cansado suspiro llegué después de un eterno viaje a la cabaña. Entré al baño a despejarme y sólo conseguí sentirme peor. No podía darme el lujo de derrumbarme, no ahora, no aquí, no así. Tenía que aclarar mi mente y saber qué era lo que haría. Por el momento me permití llorar por absolutamente todo. Puse mi rostro entre mis manos y dejé salir con ahínco aquel torbellino de emociones que me consumía. Veía el tiempo pasar lento y tortuoso, una hora tras otra.

-¿Bella?- no sentí el momento en el que él abrió la puerta. Alcé el rostro empapado en llanto, Edward se acercó a zancadas, me puso de pie y me rodeó con sus brazos –Lo siento, perdóname- ¿él me pedía perdón? ¿A mí? ¿No debería ser yo la que rogara su perdón? –No pude dejar pasar el tiempo, en cuanto me di cuenta de que no estabas salí a buscarte. No concibo mi vida sin ti, así que no dejaré que te vayas. Vamos a luchar juntos por salir de ésta- prometió apretando más su agarre, cosa que agradecí infinitamente. Sus palabras vinieron como calma en medio de la tempestad y no pude más que llorar con más fuerza –Ya, no te pongas así. Mejor habla conmigo, dime lo que sientes- dijo taladrando mis ojos con su mirada enamorada y preocupada. Mi voz se atoró en algún lugar de mi cuerpo, me dediqué a verlo un momento, luego apunté hacia la puerta del baño.

Edward entró al cuarto de baño, no escuché el más mínimo movimiento, ni un jadeo, una exclamación… nada. Salió con una mueca indescriptible y el motivo de mi llanto entre sus manos.

-Bella… tú…

-Estoy embarazada- dije con voz estrangulada.

-Te amo- dijo con devoción, luego se acercó a mí y me alzó en brazos –Te amo, Bella. Te amo- repetía con felicidad y una gran sonrisa en sus labios –Pero… ¿por qué lloras, amor?

-Porque me siento muy mal de haberte hecho daño, porque me sentí un monstruo cuando le dijiste a Emmett que querías pedirme matrimonio de nuevo y porque soy la mujer más feliz del mundo- dije entre espasmos de llanto.

-Olvídalo, ya no importa. Ahora importa el presente… y el futuro- dijo acariciando mi vientre con ternura.

-Te amo- le dije aún sin poder creer que pronto seríamos una familia.

Sonrió deslumbrante, con delicadeza besó mis labios y nos guió a la más dulce de las locuras. Sus manos desaparecieron cualquier barrera que se interpusiera entre nosotros, sus labios recorrieron con devoción cada centímetro de mi ser; sus caricias eran tan nobles, tan delicadas y dulces que provocaban el llanto de felicidad pura; sus palabras de amor sólo venían a reafirmarme que estaba en el lugar perfecto para mí, que entre sus brazos podía vivir con plenitud y que estar unida a él era el mejor de los remedios a cualquier mal y el confort más grande de mi alma. Con nuestras respiraciones erráticas y la más profunda mirada de amor me hizo una declaración más que profesaba su gran amor por mí.

-Nunca dudes que te amo. Eres el amor de mi vida. Y ahora, con nuestro hijo, me haces el hombre más feliz. Te amo, mi Bella, mi amor- dijo entre susurros entrecortados. Fue entonces cuando un par de lágrimas bajaron por mis mejillas, nuestros labios se fundieron en un intenso beso y logramos sumergirnos en la gloria; con una explosión de sensaciones y un sentimiento de amor tatuado con fervor en lo más profundo de nuestras almas. Me recosté sobre su pecho y mientras el acariciaba mi espalda.

-Me da mucho gusto que me dejes estar estas dos semanas contigo- sonreí y me dio un suave beso –Me encanta verte sonreír.

-Es por tu culpa- rió bajito y me acomodé entre sus brazos.

-Tenemos que avisarle a Alice que será tía- sonreí, ya podía imaginarla planeando todo para recibirlo y lo efusiva y sentimental que se pondría.

-Y Esme y a Rose- recordé.

-A todos- dijo él sonriendo –Bella…

-¿Sí?

-¿Te quieres casar de nuevo conmigo?- sonreí abiertamente, alcé mi rostro y lo besé detenidamente.

-Por supuesto que sí- murmuré sobre sus labios. Él rió.

-No sabe lo feliz que me hace escucharla decir eso, Señorita Swan- ahora fue mi turno de reír.

-Soy señora, Mr. Cullen- dije mostrando mis anillos.

-Oh, lo siento. Señora Swan.

-Cullen- corregí.

-Señora Cullen- dijo y me besó comenzando con un eterno juego de pasión.

Mi mente viajó al pasado y reviví cada uno de los momentos que vivimos juntos. No cabía duda de que el destino nos había puesto en el mismo camino y que mi lugar era indudablemente entre los brazos de mi amado esposo: Mr. Cullen.

 

 

***********

 

¿Merezco algún comentario?

*-*

¿Crítica?

°-°

¿Voto?

+_+

 


 

Capítulo 31: EPÍLOGO PARTE DOS

 
14442245 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10759 usuarios