Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114611
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

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Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

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Capítulo 24: INCREÍBLE DOLOR

 

 

Wiiiiii!!!! pude actualizar rapidito!

Porfa.... son muy importantes sus comentarios!!

¿No les gusta la historia?   u.u

Me encantaría saber qué piensan....

tmb estoy en twiteer (aunque no parezca, lo checo muy seguido)

@marie198032

Déjenme saber sus opiniones

^_^

 

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Bella POV

Histeria, era la única palabra elocuente que encontré para describir mi estado.

Desde que rompí el teléfono no había hecho otra cosa más que gritar, llorar, jadear y retorcerme de dolor en el piso. Pobre Alice, no sabía qué me pasaba, no podía, no debía.

— ¿Qué pasó? ¿Quién era?— preguntó por enésima vez en el mismo tono impotente y desesperado de la primera vez–. Por favor, Bella. Mírame, dímelo— rogó tomando mi cara entre sus manos.

La vi detenidamente, pero la cascada de llanto no me permitía emitir ni una sola palabra.

— ¡Por Dios, Bella! ¡Ya! ¡Dime qué pasa!— dijo totalmente desesperada sacudiéndome por los hombros. Estaba a punto de recobrar el control de mí misma cuando el timbre sonó.

No vi nada, sólo recuerdo lo que escuché. Alice se levantó corriendo a abrir, trastabilló con algo y llegó a la puerta. Recuerdo haber escuchado la voz de Edward y la breve plática que tuvieron.

—Alice ya… ¿qué pasa?— preguntó preocupado.

—Ayúdame, por favor. Es Bella…

— ¿Qué?  ¿Dónde…?— sus pasos presurosos se acercaron rápidamente. Sentí sus brazos alrededor de mí, me meció por un momento, luego buscó mi rostro—. Bella, mírame— le hice caso pero las lágrimas no me dejaban ver nada–. Cálmate, necesito que me digas qué pasa, ¿puedes controlarte?... vamos, yo sé que puedes— asentí entre sollozos.

—Alice, prepara un té— dijo, luego puso atención en mí–. Mírame, inhala, exhala… así, muy bien, Bella, sigue así. ¿Mejor?— asentí—. ¿Puedes decirme qué pasó?— asentí de nuevo, después de unos cuantos minutos logré hablar.

—Sonó el teléfono y yo atendí. Era de la comisaría…— dije con voz pastosa y ronca.

—Okey… ¿qué te dijeron? ¿Qué querían?

—Preguntaron por Alice o por mí y…

—Cálmate, Bella. Estoy aquí, no estás sola.

—Edward, ¿cómo le digo?— pregunté mientras intentaba controlar el llanto—. ¿Cómo hago para…?

— ¿Para qué, Bella? ¿Qué te dijeron?— vi a un punto fijo en silencio—. ¿Bella?

—Venían hacia acá, a la graduación… y… no… llegaron, Edward; no nos vieron graduarnos…— dije aún con la vista perdida.

— ¿Quiénes? ¿Qué pasó?

—Un camión les chocó de frente, cayeron al bosque y se estrellaron…

— ¿Quiénes?— volteé a verlo, él trataba de mantener un semblante sereno pero lo conocía, estaba preocupado por mi agonía, mi desesperación y mi dolor.

—Los Brandon— dije en un susurro apenas audible, su rostro se transformó.

Sabía lo que seguía, pero no qué habría después de eso.

— ¿Qué les pasó?— parpadeé muchas veces tratando de no romper en llanto, suspiré y sentí la garganta extremadamente seca.

Negué una y otra vez, maldiciendo a mis ojos, que me traicionaban de nuevo y dejaban caer lágrimas constantes

— ¿Bella? ¿Mu…murieron?— preguntó con precaución. Asentí levemente dejando salir el dolor nuevamente—. ¡Por Dios!— dijo incrédulo, dando vueltas frente a mí, jalándose el cabello—. ¿Mary y John?— preguntó incrédulo. Seguí asintiendo.

— ¡Sí, Edward! ¡Mary y John están muertos! ¡Los Brandon se fueron! ¡Están muertos!— grité inconsolable, luego un estruendo llamó mi atención.

Volteé a ver al marco de la puerta, ahí estaba Alice, con los pies mojados de agua humeante; con una mirada horrorizada, dolorosa; sus brazos caían inertes a sus costados, era como si estuviera ahí, pero a la vez no.

—Oh, Alice— dijo Edward acercándose con precaución a ella.

—No— logró susurrar mientras negaba. Edward llegó a su lado y la apretó contra su pecho–. No, no ¡No! ¡No es cierto! ¡No!— decía en un agudo grito de dolor mientras se retorcía entre los brazos de Edward y lo golpeaba en el pecho con los puños cerrados.

Despacio fueron cayendo al suelo mientras la agonía y el dolor se hacían presentes en ella. Edward la meció como lo había estado haciendo conmigo. Después de un rato logré recobrar el control sobre mí, me acerqué a ellos gateando, me hinqué a un lado, luego Edward me dio espacio para que consolara a Alice.

Él se puso de pie y habló con Tanya por teléfono. Al rato ella llegó en pijama.

Alice y yo estábamos sentadas en la sala, ella no decía nada, tenía la vista perdida, sus lágrimas caían libres; igual que las mías, en silencio. Tanya se sentó entre nosotras y nos atrajo en un abrazo.

—Niñas, no están solas. Aquí estoy con ustedes, mis amores— Alice se acurrucó en las piernas de Tanya, ella acarició su cabello y nos quedamos en silencio.

Alice se durmió, yo me levanté y fui a la cocina.

— ¿Bella?— dijo Tanya suavemente detrás de mí. Volteé y la vi por un rato–. Sé lo difícil que es para ti todo esto…

— ¿Dónde está Edward?— pregunté con una voz desconocida y monótona.

—Fue a arreglar todo— asentí y me giré a retomar lo que estaba haciendo.

—Alice te necesita mucho, sé que lo que te voy a decir tal vez sea duro pero…— me giré a verla–, tienes que ser fuerte, para ella. De las dos eres la que está más consciente, van a superar esto juntas. Pero ella te necesita.

—Lo sé— susurré.

—Lo siento tanto— dijo para después abrazarme, me aferré a ella y un delicado llanto resbaló por mis mejillas. Regresamos a la sala y Alice no estaba; nos miramos aterradas, yo corrí escaleras arriba y Tanya hacia afuera.

No estaba en su habitación, ni en su baño, busqué en mi recámara pero tampoco estaba. Un ruido me alertó, me acerqué despacio a la puerta entreabierta: Alice estaba metida en el armario de sus padres, cuando entré la vi yendo de un lugar a otro, buscando algo y sacando cosas.

— ¿Qué haces?— pregunté en voz baja.

—Tienen que verse muy bien. Irán a una gala, deben ponerse su mejor atuendo.

—Alice…

— ¿Qué opinas, el vestido azul o el morado?

—Emmm…

—Lo sabía, a mí también me gusta más el morado. Bella, ¿me ayudas a buscar unos zapatos que combinen? Mira, elegí este traje para mi papito, se verá tan guapo. Ten ayúdame con eso— dijo aventándome un pila de ropa–. Pon todo sobre la cama, para que lo vean cuando lleguen…— ella comenzaba a perder el juicio, estaba haciendo lo mismo que cuando ellos salían en una noche especial.

—Alice…

—Tengo que ponerle accesorios a juego porque…

— ¡Alice!

— ¡¿Qué?!

—Ellos ya no están.    

—No digas tonterías, Bella ellos…

—Se fueron, Alice— dije con voz torturada, me dolía mucho verla así.

—Claro, porque están de viaje. Pero van a volver… van a volver— dijo con voz distante.

—No— dije mientras sentía mi pecho oprimirse de dolor.

—Sí, Bella, ellos van a estar…

—Aquí— interrumpí poniendo mi mano en su corazón–. Siempre van a estar aquí.

—No— susurró.

—Alice… ellos están muertos— dije esperando su reacción.

—No— dijo en voz alta. La abracé mientras nos ahogábamos en llanto, de nuevo.

No me había dado cuenta de que era de noche hasta que Tanya entró a encender la luz.

No sabía cuánto tiempo teníamos acurrucadas en el suelo cuando Edward entró y se hincó frente a nosotras.

—Alice, es tarde. Debes dormir— dijo él.

—No quiero. Quiero estar despierta cuando lleguen mis papis de viaje.

—Nena, ellos no van a llegar— dijo Tanya desde la puerta.

—No es cierto— dijo Alice enfurruñada.

—Por favor, Alice. Tienen que descansar…— insistió él.

— ¡No, Edward!

—Alice…— susurré en su oído.

—No, Bella. No me voy a dormir ¡No!— renegó levantándose bruscamente.

—Lo siento— dijo Edward agarrándola con fuerza entre sus brazos.

— ¡No! ¡Suéltame! ¡¿Qué haces?!...— dijo retorciéndose entre sus brazos. Edward la agarró más fuerte casi inmovilizándola.

— ¡Tanya!— dijo él. Ella se acercó con una jeringa en las manos–. Bella, ayúdame— me acerqué e inmovilicé la cabeza de Alice entre mis manos.

Tanya le puso la inyección, poco a poco se fue apagando, hasta que quedó inerte entre los brazos de Edward. La cargó a su habitación, Tanya retiró las sábanas, se acomodó debajo de ellas y luego Edward puso a Alice entre sus brazos.

—No te preocupes, yo me quedo con ella— me dijo Tanya, asentí. Edward me tomó de la mano y me llevó escaleras abajo.

—Le pusimos un sedante, estará dormida lo suficiente. Tiene que descansar, mañana será un día muy pesado— no dije nada, sólo asentí–. Mis papás llegan mañana en la tarde igual que los chicos.

—Okey.

—Bella, tienes que comer algo— dijo poniendo un paquete de comida frente a mí.

—De verdad, no tengo hambre…

—Mi amor, por favor. No has comido nada— abrí el paquete y le di un bocado.

— ¿Qué pasó con los trámites?— pregunté mientras masticaba cansinamente.

—No te preocupes por eso, todo está listo.

—Gracias.

—De nada, mi amor— dijo acercando mi rostro al suyo hasta que pegó nuestras frentes.

—Ya terminé— susurré.

—Pero apenas y lo has probado. Por favor, Bella, come un poco más— suspiré, comí hasta que me sentí satisfecha. Para mi sorpresa acabé casi con todo.

—Vamos a dormir, estoy agotada— dije con monotonía. Él asintió y se puso de pie.

— ¿Necesitas algo más?

—No. Bueno, sí. Me siento exhausta, pero estoy segura de que tendré insomnio, ¿puedes darme algo no muy fuerte para dormir?

—Claro, amor— fue a su maleta y regresó con una tableta en su mano–. Tómate esto.

—Gracias— me tomé la tableta y me sentí reconfortada casi inmediatamente.

Con la ayuda de Edward subí las escaleras, en el tope de éstas me volví hacia él medio adormilada y me colgué de su cuello. Edward me tomó en brazos, recargué mi cara en su cuello, él me llevó a mi habitación, me acomodó en la cama y me arropó.

—Edward— susurré con los ojos cerrados, a punto de caer inconsciente por completo.

— ¿Sí?

—Quédate conmigo.

—Por supuesto, siempre.

**

Desperté cuando la luz exterior me dio de lleno en la cara. Reconocí mi habitación, mi mente vagó unos instantes, recordando el agotador día anterior, sentía que todo había sido una horrible pesadilla, intenté obligarme a ello; pero sabía que no era así. Me aseé y salí a enfrentar la cruda realidad.

—Hola— dijo Tanya en cuanto me vio entrar a la sala. Su atuendo de luto terminó por confirmarme la pesadilla.

—Hola. ¿Qué hora es?

—Tarde.

— ¿Dónde está Edward?

—Terminando algunas diligencias.

— ¿Y Alice?

—Aún duerme, el sedante de ella era un poco pesado— vio el reloj–, pronto va a despertar.

—Okey.

—Siéntate, voy a servirte algo ligero para comer— me senté, al rato puso un plato frente a mí y comí en silencio.

—Ya no quiero— dije retirando el plato.

—Bella, apenas y lo probaste…

—Por favor, no me obligues. De verdad, no tengo hambre— se puso de pie y se paró a un lado de mí.

—Me preocupas…

—Estoy bien— aseguré. Tanya acarició mi cabello, recargué mi cabeza en su estómago y ella no dejó de reconfortarme.

Subí a mi habitación para cambiarme. Me paré frente a las puertas abiertas de mi clóset sin saber qué ponerme. Al final me decidí por lo más cómodo que encontré: un sencillo vestido negro. Justo acababa de cambiarme cuando escuché unos leves golpecitos en la puerta.

—Adelante— Edward entró despacio. Tenía puestos una camisa y un pantalón negros. Se acercó y besó mi frente.

—Es hora de despertar a Alice, tenemos que irnos— asentí sobre su pecho y salimos al pasillo.

Nunca me había parecido tan largo el tramo entre las puertas de nuestras habitaciones. A cada paso que daba me acercaba más a ella y a la inminente despedida. Cuando entré a su recámara creí que me desarmaría, estaba dormida, muy tranquila, ajena a todo, me dolía tener que despertarla; pero lo tenía que hacer.

—Alice, despierta— dije suavemente, moviéndola por el hombro–. Alice…— sus ojos se abrieron poco a poco, mostrándome confusión, entendimiento y luego dolor.

Ayudé a Alice a asearse, desde que despertó no había dicho nada, no respondía a nada de lo que le decía, ni siquiera había llorado. Era como si estuviera atrapada en su interior, como si la chispa vivaz que la caracterizaba hubiera sido apagada. Estuve a punto de dejarme caer en mil pedazos, muchas veces; verla así era lo más doloroso que había soportado, pero ella me necesitaba fuerte. La cambié con un blusón largo y unas sandalias. Milagrosamente, el clima era soportable.

Cuando salimos de la habitación, Edward y Tanya nos esperaban. Cuando ellos la vieron pusieron una mueca de dolor que supuse, yo también tenía. Tanya bajó primero, luego Alice y yo, después Edward. Alice era un monaguillo guiado por mis pasos, ella y yo subimos en la parte trasera del coche.

El camino silencioso me estaba volviendo loca, por suerte Tanya y Edward entablaron una conversación trivial en la que pude concentrarme; sorpresivamente Alice se recostó sobre mis piernas y unas cuantas lágrimas descendieron por sus mejillas.

Llegamos a la funeraria después de un viaje eterno y sin tiempo. En el aparcamiento vi los coches de Emmett y Carlisle, fue un alivio saber que ya estaban ahí. Entramos y lo que vi me conmovió: el lugar era precioso, los dos ataúdes estaban al frente de las filas de sillas, las flores adornaban de manera pulcra el recinto; había una brisa de música de fondo, la letra sonaba magistral, perfecta. Cuando nos vieron, todos se pusieron de pie, Jasper corrió al lado de Alice y la abrazó con fuerza.

—Lo siento tanto, mi amor— le dijo en tono agónico.

Ella se quedó inmóvil, viendo a un punto fijo en la nada. De repente cayó en cuenta del lugar, sus ojos se posaron al frente, se deshizo del abrazo de Jasper y corrió hasta que quedó entre los ataúdes.

Todos observamos cuidadosos y expectantes.

— ¿Mami?— dijo ella poniendo sus manos sobre el cristal–. Mami, levántate ya es muy tarde. Tienes que despertar a papá.

Me tapé la boca tratando de ahogar los fuertes sollozos que salían de mi pecho, Edward me atrajo en un abrazo, enterré mi rostro en su pecho y oí cómo los demás quedaban conmovidos por la imagen, rompiendo en llanto.

—Mami, hazme caso… mamá…— rogó, después ella los vio alternadamente, negó una y otra vez, un grito doloroso y miserable salió desde lo más profundo de su ser y la hizo caer de rodillas entre sus padres.

Corrí hasta ella, la sostuve en un abrazo y la levanté.

—Mis papitos no… mis papitos…— decía en un llanto sofocado y extremadamente doloroso.

La apreté contra mí, besé su cabeza varias veces y luego la dejé en brazos de Jasper. Inmediatamente después Edward me sostenía. Adivinando mis intenciones, poco a poco nos fue acercando.

Nunca había pasado por algo así, cada paso que daba sentía que me oprimía el pecho, que me estrujaba desde adentro y me dejaba sin aire. Primero vi a Mary, tenía el rostro sereno, como si estuviera en un dulce sueño, incluso parecía estar sonriendo. John lucía pacífico, encantador. Recordé la última vez que los vi: el “las amo” de los labios de Mary, los besos de John y sus hermosas sonrisas… en ese momento mis piernas fallaron, Edward me sostuvo para no caer y mi llanto no cesó.

—Yo también los amé demasiado— susurré entrecortadamente–. Gracias por todo, siempre van a estar en mi corazón— acaricié el frío cristal de cada uno, luego me dejé caer sobre los brazos de Edward, él elevó mi peso y me dejó en una silla al lado de Alice.

¿Era posible sentirse más miserable que en ese momento?, lo dudo. Sentía un enorme hueco que abarcaba mi pecho y parte de mi estómago. Aún me parecía increíble, hacía pocos días estábamos los cuatro cenando, como cualquier otra noche y hoy… hoy estábamos llorando descontroladamente frente a dos féretros que contenían los cuerpos inertes de dos de las personas más importantes en mi mundo, las personas que me dieron el amor que me hacía falta, quienes formaron parte importante de quién soy, aquellos que me aconsejaron, me apoyaron y quienes me abrazaron en noches de tormenta.

Cualquier cosa parecía insignificante porque sabía que al llegar a casa me estaría esperando mi familia, esa que hoy estaba desmoronada, incompleta y desolada; faltaban los pilares que por tanto tiempo nos sostuvieron a Alice y a mí. Era insoportablemente doloroso… deprimente en extremo…incluso desalentador. Creo que nada de lo que pudiéramos llegar a sentir esa noche sería suficiente, no para ellos.

De un momento a otro Alice se acostó en las sillas, puso su cabeza sobre mis piernas y los pies sobre las piernas de Jasper. Pasé mis manos por su cabello, inconsciente, sumida en mi interior, pensando en todo y nada a la vez, derramando lágrimas esporádicamente. Uno a uno nuestros seres queridos se acercaron a demostrarnos su apoyo y darnos el pésame; yo sólo asentía a lo que me decían y Alice… ella regresó a su estado de shock, no hablaba, sólo miraba a la nada, lloraba y suspiraba.

Pasamos la noche en vela, no nos movimos de nuestro lugar, mantuvimos la misma posición: Alice acostada entre Jasper y yo, él acariciando sus  piernas con una mirada aprensiva que ella nunca correspondió, yo entretenida con su cabello, Edward a mi lado con nuestras manos entrelazadas, a veces mi cabeza caía sobre su hombro, él la llenaba de besos y caricias. Jasper y Edward no se separaron de nosotras ni un instante. Los demás atendían a los conocidos que fueron llegando, los cuatro mantuvimos la misma postura y dejamos que el tiempo se consumiera.

Al amanecer Esme se acercó a nosotros, Edward se levantó para que pudiera sentarse a mi lado. Cuando volteé la vista hacia ella le di una sonrisa triste. Ella me tendió un vaso de agua y bebí varios sorbos.

—El cura llegará en un momento— me susurró–. Levántala y dale un poco de agua para que se refresque— dijo dándome otro vaso.

—Alice, ven aquí— dije suavemente–. Siéntate, ten— dije dándole de beber el agua.

Con ambas manos agarró el vaso y lo vació de un trago. Luego volteó a verme en silencio, sus ojos eran un mar profundo y turbio, podía ver con claridad el dolor tatuado delicadamente en cada parte de su ser. Mi mano se movió inconsciente hacia su mejilla, acariciándola suavemente, sus lágrimas se desbordaron de nuevo y me limité a limpiarlas con las yemas. Sentí una mano pesada sobre mi hombro, levanté la vista y me paré de un brinco.

— ¡Jacob!

—Oh, Bella. Lo siento mucho— asentí y me separé de él–. Alice…—susurró acercándose, se arrodilló frente a ella, le dijo palabras alentadoras y reconfortantes, la abrazó y luego todos tomamos nuestros lugares.

Como Esme dijo, el padre entró no mucho tiempo después. Ofreció un servicio largo, emotivo, hermoso. No hubo quién se resistiera a las palabras tan exactas y profundas del sermón. Ése hombre había conocido a los Brandon durante muchos años, visitábamos la parroquia muy seguido; otro buen hábito que ellos nos inculcaron.

Al terminar, Alice y yo nos acercamos a los féretros, con Jazz y Edward escoltándolos; ella por poco desfallece en mis brazos, Jasper la sostuvo y Edward a mí. Cerraron las tapas, vimos cómo hacían el eterno recorrido hacia la salida entre los gritos agónicos e histéricos de Alice y mi llanto descontrolado y profundo; con nuestras parejas sosteniendo cada uno de nuestros pasos, salimos despacio detrás de ellos. Subimos al auto de Edward, él siguió las carrozas fúnebres de cerca, haciendo el último viaje. Sabía que venía lo más difícil, lo más doloroso. ¿Sería capaz de soportarlo?...

Entramos al cementerio, seguidos de una cola de autos; cuando llegamos a la carpa ya estaba todo listo: los cajones en su lugar, las flores; un violinista tocando sus melodías favoritas, dándole más dramatismo al momento. Nos sentamos al frente, apenas y recuerdo lo que pasó después, el sacerdote dijo unas palabras, luego Esme y Carlisle; no sé de qué iba su discurso, pero estoy segura que fueron palabras de amor y consuelo; lo que sí recuerdo fue la cara desorientada e incrédula de Alice y… el final.

Los encargados se acercaron a los féretros para llevárselos a la cremación, entonces ella corrió y se abalanzó sobre ellos, impidiendo que los hombres se los llevaran; por un momento caí rendida a los brazos de Edward, pero algo me hizo tomar fuerzas para ir por ella y derrumbarnos ante las miradas tristes de nuestros más allegados. Nos dieron un momento a solas; Edward y Jasper se mantuvieron cerca, pero lo suficiente lejos como para sentirnos en privacidad… nos quedamos ahí, solas, sin decir nada, tendidas en el piso, sumergidas en nuestra propia miseria, sacando el dolor a todo pulmón, ahogándonos en llanto y sosteniendo lo poco que nos quedaba la una de la otra.

Llegó un punto en el que pensé que ya no tenía más lágrimas que llorar, me sentía agotada, quería desvanecerme… luego bajé mi vista y encontré el motivo de mi fortaleza: Alice, ella me necesitaba más que nunca y no le fallaría, hoy no.

Los chicos se acercaron, nos levantaron y nos llevaron a la lápida. Era un cuadro sobre el pasto con letras doradas, hermoso. Tenía escritos sus nombres, fechas y una hermosa oración:

 

“No importa la distancia que nos aleje…lo que importa es que hay un cielo que nos une”.

 

—Ellos están aquí— dije poniendo la mano de Alice sobre el frío mármol.

Ella me miró, asentí una vez y se echó a llorar sobre la tumba, volteé a ver a Edward con la mirada torturada…

—Jasper…— susurró. Entonces él se acercó, levantó a Alice entre sus brazos, me puse de pie y nos fuimos de ahí.

—Ya acabó, estoy aquí, ya terminó— decía Jasper mientras acariciaba la cabeza de Alice que caía sobre su pecho.

Él cargó a Alice en todo el camino de regreso al estacionamiento y Edward sostuvo mi peso, tomándome de la cintura. Ellos subieron en la parte trasera del jeep de Emmett y Edward y yo en la del volvo, Tanya conducía y Jake iba de copiloto. Me acurruqué entre los brazos de Edward, enterré mi cara en su cuello y me dormí… desperté cuando Edward terminaba de ponerme una pijama, reconocí el lugar como su recámara.

— ¿Dónde está Alice?— pregunté apresurada sentándome en un solo movimiento.

—Con Jasper, en la habitación de al lado— suspiré y me dejé caer de nuevo en la cama.

—Carlisle tuvo que sedarla, se puso muy mal cuando llegaron.

— ¿Va a estar bien?— pregunté con una profunda duda.

—Claro, nos tiene a nosotros… te tiene a ti— asentí pesadamente. Él se acomodó a mi lado y me abrazó.

—Estoy exhausta…

—Duerme, yo voy a estar aquí— y así lo hice, me acurruqué más contra su pecho y me dormí de nuevo.

*

*

Aunque no lo quisiera, el tiempo pasó. Se cumplía una semana desde que habíamos estado en el cementerio, despidiéndonos de ellos. Alice estaba un poco mejor, ya se comunicaba; aunque sólo lo hacía con monosílabos o movimientos de cabeza, pero ya era algo. Y yo… estaba estable, anímicamente hablando, porque todos los días despertaba con una fuerte jaqueca. Desde el día del entierro, por la salud de Alice, estábamos hospedadas en la casa Cullen.

La vida seguía y yo tenía que prepararme para entrar a la universidad, igual que Jazz y Alice. Ya habíamos hablado con anterioridad, concluimos que los cuatro (Alice, Jasper, Edward y yo) nos mudaríamos al mismo lugar, Edward buscaría un empleo y nosotros nos dedicaríamos exclusivamente a estudiar… pero antes tenía que dejar claros algunos asuntos pendientes, tenía que hablar con Edward y después con los demás.

Estábamos de camino a mi casa, tenía que ir por unos papeles para terminar con los trámites de la escuela.

—Tengo que hablar contigo— dije viendo las casas familiares del vecindario.

— ¿Ahora?— levanté los hombros y aparcó el coche, ya habíamos llegado. Le di las llaves para poder abrazarlo.

—Aprovechemos ahora que no hay nadie, es importante y…— abrió la puerta y se quedó paralizado.

Volteé a ver, me solté de él y me quedé clavada en mi lugar, sorprendida.

— ¿Qué haces aquí?— pregunté desorientada.

— ¿Tú?— dijo viendo a Edward con el ceño fruncido.

Había algo raro en esa situación… y me daba muy mal presentimiento.

 

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Qué triste!!!! ...... les juro que amé a los Brandon peeeeero desde hace mucho decidí que así fuera. 

u.u

Ya le quedan poquitos caps a la historia!

Mil gracias por el apoyo!!!

Besitos de bombón.

 

 

Capítulo 23: *ESPECIAL* Outtake 1 Capítulo 25: COMENZANDO POR EL DESTINO

 
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