Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114587
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

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Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

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Capítulo 26: LETARGO

 

Hey!!! ¿Qué pasa chik@s? me parece increíble la cantidad de visitas que se registran a diario y los pocos comentarios, que por cierto agradezco enormemente a las personas que sí se toman unos cuantos minutos para escribir por lo menos una carita y un me gusta, en verdad gracias. Por favor, lean mi nota final.

 

********** 

 

 

EDWARD POV   

 

Rob era el nieto de un amigo de los abuelos. Tanya y yo lo conocimos en una de las cenas de negocios de Anthony, ahí nos dimos cuenta de que estudiábamos en la misma escuela y con el tiempo nos volvimos buenos amigos. Ahora, él venía desde Inglaterra a ayudarme a encontrar a Bella, era uno de los mejores investigadores privados; de hecho, el mejor que yo conocía. Sam era el abogado del hospital, compañero y amigo de Carlisle. Él también nos ayudaría, usaría todos los medios que estuvieran a mi alcance para dar con ella… no me daría por vencido tan fácilmente. Estar lejos de Bella prácticamente me enloquecía.

Uno a uno, los días se fueron acumulando hasta que formaron una semana… un mes… dos… tres…

—Buenos días— dijo Rob con cortesía al entrar a la sala de la casa.

—Buenos días— contestamos Tanya y yo. El resto estaba distribuido por la casa en diversas tareas, excepto mamá y papá que estaban en el hospital.

—Tengo pistas que me llevan a Texas, tendré que ir para allá y tratar de dar con su paradero— explicó con convicción.

— ¡¿Texas?! ¡Pero si hace mes y medio dijiste que era Iowa y no la encontraste!— dije exasperado al límite. Tanya me rodeó con sus brazos y me obligó a verla.

—Edward, cálmate por favor. Él hace lo que puede, además es el mejor en esto y lo sabes— respiré profundamente por unos minutos y luego relajé mi postura.

—Lo siento, Rob— susurré.

—No hay problema. Creo imaginar cómo te sientes, haré lo que esté en mis manos, Edward. Lo prometo— dijo poniendo una mano en mi hombro en señal de apoyo–. Es cómo si supieran que estoy detrás de ellos… cuando casi los encuentro desaparecen— dijo viendo hacia la nada, pensando profundamente–. Tengo que irme, yo les informo— se despidió.

—Gracias— dijo Tanya acompañándolo a la salida.

Días después Rob nos trajo noticias, cuando estuvo a punto de tenerlos cerca, se esfumaron. Como siempre.

No recuerdo haber tenido una borrachera tan descomunal como la del día del cumpleaños de Bella. Como era costumbre en Forks, el cielo estaba encapotado de nubes; cargué el maletero de mi auto con cerveza y me fui a encerrar a la cabaña. Las latas caían de una en una al montón que se formó rápidamente a un lado de mí. Hubo un momento, que no recuerdo exactamente cuál fue, en el que decidí salir hacia el claro al que la había llevado tantas veces, en donde la había sorprendido con cien globos, en donde habíamos hecho un picnic tras otro; tal vez ahí encontrara la fuerza que ayudara a controlar mi desasosiego; no me molesté en tomar el auto, en mis condiciones era una pésima idea.

Por tiempo indefinido vagué por el bosque hasta que encontré la pared de maleza que me separaba del lugar, la traspasé ansioso, no vi una rama seca que salía de la tierra y caí de bruces; ganándome algunos golpes y cortes leves en la cara. Cuando por fin pude ponerme de pie, me encontré con una imagen devastadora: aquel hermoso lugar se había vuelto de un color café claro, sin indicio de algún otro que le diera vida, seco, marchito… exactamente igual que mi corazón. Era como si el lugar también la extrañara y llorara su ausencia. Quería creer que éste guardaba su magia para el reencuentro con Bella, que renacería algún día y que el vacío desaparecería tan vertiginosamente como apareció.

Caminé por el contorno del claro, que alguna vez fue sumamente hermoso, dejé que mis ojos se secaran de tanto llorar y grité a todo pulmón. Un gran estruendo se entremezcló con mis lamentos y mientras yo seguía con mi marcha la lluvia caía a plomo sobre mi cabeza, empapándome; no importaba. La verdad, la mayoría de las cosas dejaron de tener importancia hacía meses atrás… lo único que me mantenía con vida era la esperanza de encontrarla y… el bebé. Después de muchas rondas caminé hacia el centro, adolorido y agotado; me acosté sobre el fango y las ramas, dejándome vencer por el sueño y el increíble cansancio…

*

*

*

El insistente sonido de la alarma me despertó. De mala gana me di una ducha, me enfundé en uno de mis trajes y salí del hotel rumbo a la oficina central del consejo de médicos del país. Ya habían pasado once años desde que se habían llevado a Bella. Siempre que Rob estaba cerca, las pistas desaparecían como por arte de magia.

Ella no regresó (como todos creímos), no sabía qué había hecho con su vida, si se había mudado fuera del país o si se había casado; no la juzgaba, de corazón deseaba que fuera feliz, lo único que podía reprocharle era que me hubiera alejado de nuestro hijo. A pesar de cualquier decisión, yo me mantuve siempre disponible y a la espera; nunca perdí la esperanza de saber de ella y que, a pesar del tiempo, pudiéramos ser los mismos de antes.

Con pesar, tuve que continuar con mi vida. Comencé trabajando en el hospital de Forks, hoy era un prestigioso Doctor y el Director del hospital más importante de Seattle. Me encontraba en Nueva York para atender una serie de convenciones y eventos. Deseaba volver a casa, estar con mis padres, hermanos y sobrinos. Ya tenía una semana aquí.

La primera junta del día se canceló por problemas de logística que no nos competían a ninguno de los participantes. Mi siguiente compromiso era hasta dentro de dos horas y media; así que decidí caminar un rato, Central Park no estaba muy lejos. Paseé disfrutando de la hermosa vista, caminé entre los enormes árboles hasta que llegué al puente del Lago Manhattan. Estaba recargado justo al centro de la baranda mientras veía a los patos retozar en el agua, era encantador.

Volteé a mi derecha y vi que venía un pequeño poddle blanco corriendo en mi dirección. Me acuclillé para tomarlo en brazos, era una perrita muy bonita, tan esponjada que parecía una nube, tenía un moño rojo en cada oreja, una placa redonda colgaba de su collar rosado y traía a rastras una correa muy femenina; movía la cola con gusto y lamía mi rostro. Por un instante olvidé mi pesadumbre y disfruté de la compañía del can. Me sorprendí al verme envuelto en risas, aquellas que tenía tantos años guardando. De repente vino a mi mente un recuerdo: el primer y último aniversario que festejé con Bella, ese cachorrito me recordó el arreglo floral que le había regalado. En eso estaba cuando alguien interrumpió mi ensoñación.

—Disculpe, ¿podría regresarme a mi perrito?— al escuchar esa dulce voz me paralicé. Aunque el tiempo hubiera pasado, reconocería ese timbre a la perfección en cualquier parte, era idéntico al de—. ¿Por favor?— dijo.

Di vuelta despacio y me encontré con una niña. En cuanto conectó su mirada con la mía una sonrisa enmarcó su rostro. Era ella, no podía estar equivocado. Tenía el mismo rostro ovalado de Bella, su sonrisa se asemejaba a la Esme, su nariz era una combinación perfecta de la mía con la de Bella, su piel albina era igual a la de su madre; traía su larga cabellera recogida en una coleta alta, su cabello tenía un tono cobrizo igual al mío. Pero lo que más me impactó fueron sus ojos: una copia exacta a los de Bella, el mismo tono café chocolate, la misma intensidad e igual de expresivos. Ella era muy hermosa… perfecta. No podía haber imaginado a una personita más perfecta para ser mi hija, nuestra hija.

Apenas y tenía unos segundos viéndola y ya la sentía mía; el amor que estuve guardando todos esos años apareció como un remolino que me estrujaba violentamente desde el interior y que me hacía querer explotar de felicidad. Ahora todo mi mundo giraba en torno a ella, siempre había sido mi todo y, ahora, teniéndola enfrente, no sabía siquiera cómo empezar.

—Hola— logré decir.

—Hola— contestó amable y sonriente.

—Tienes un animalito muy bonito— dije haciéndole mimos a la perrita, aún entre mis brazos.

Deseaba postergar lo más posible el momento, ahora que la había encontrado no la volvería a perder.

—Gracias— dijo sonrojándose igualmente encantadora que Bella.

— ¿Cómo te llamas?

—Allison— dijo con una sonrisa resplandeciente.

— ¿Cuántos años tienes?

—Supongo que no los suficientes— dijo con seguridad y alzando las cejas.

— ¿Disculpa?

— ¿No cree que soy muy joven cómo para salir con usted?— no sé qué cara tendría, pero la verdad estaba sorprendido. Ella comenzó a reír dulcemente inundando mis oídos con un bello sonido–. Era broma, tengo 10— dijo entre risas. Entonces, una risa nerviosa salió de mis labios. Su sentido del humor sólo pudo heredarlo de una parte: Emmett. Y su manera de hablar y mentalidad: de Bella.

—Sí, supongo que eres muy joven— dije siguiéndole el juego

—Debería haber visto su cara, era todo un poema— dijo aún riéndose. Sonreí tímidamente hasta que me armé de valor para hablar de nuevo.

–Tienes un nombre muy lindo, Allison.

—Gracias, mi abuela dice que es la combinación del nombre de mi mamá y el de mi tía, ¿cuál es el suyo?— preguntó curiosa.

—Yo soy Edward, un placer— dije haciendo una reverencia. Ella rió y correspondió mi gesto.

—Usted también tiene un bonito nombre— sonreí y le entregué su mascota.

— ¡Jackie, ya te he dicho que no corras!— la reprendió.

—Te acompaño a donde está tu mamá— dije tratando de sonar lo más natural posible. Me sentía sumamente nervioso por el próximo encuentro.

—Oh, ella no vino hoy— dijo comenzando a caminar–. De hecho, nunca viene— dijo con una sonrisa que no llegó a sus ojos.

— ¿Por qué?— ella negó. No quería presionarla, pero moría de ganas de saber de Bella, tenía tantas cosas que preguntarle–. Okey, entonces te invito un helado— ella sonrió y asintió.

Caminamos un rato, uno al lado del otro, en silencio, con Jackie jugueteando frente a nosotros. De repente Allison detuvo su andar, la miré curioso, ella también me vio por un rato con sus ojitos llenos de curiosidad y algo que no pude descifrar muy bien, estudió mi mirada unos breves minutos; luego se giró y comenzó a caminar lentamente.

—Es extraño, pero siento la necesidad de hablar con usted— dijo y sonreí de lado.

—Si no quieres…

—Sí quiero— interrumpió. Se entretuvo pateando una piedra y luego tomó un respiro para comenzar a hablar–. Mi tía me habla mucho sobre mi madre, ella dice que fue un ser humano hermoso…— ¿fue? ¿Por qué decía fue? Mi corazón se estrujó dolorosamente de tan sólo imaginarlo—, que amó a mi padre de manera sobrehumana. Dice que me parezco mucho a ella— dijo sonriendo—. ¿Sabe?, a veces la extraño mucho— dijo cabizbaja.

— ¿Dónde está ahora?— pregunté suavemente. Levantó la vista al cielo, cerró los ojos cuando una suave brisa le azotó la cara y sonrió levemente. Cuando los abrió se dirigió directamente a mí.

—Cuando yo iba a nacer se dieron muchas complicaciones y… ella me amó tanto que dio su vida a cambio de la mía. Por eso la quiero mucho, aunque no esté, y siempre le estaré agradecida— explicó mientras una lágrima solitaria resbalaba por su mejilla.

Di dos pasos atrás, incrédulo. El dolor se hizo presente casi inmediatamente, no podía ser.

—Bella… no… ella no… Bella no— repetía una y otra vez. Mientras sentía cómo el inevitable llanto se arremolinaba en mi interior, a punto de salir.

— ¿Cómo sabe el nombre de mi madre?— preguntó haciendo el mismo gesto que hacía Bella cuando fruncía el ceño—. ¿La conoció?

— ¡Allison!— la voz chillona de Alice se hizo notar a lo lejos. De repente estaba a un lado de nosotros–. Señorita, ¿cuántas veces te he dicho que no hables con extraños? ¡Ve inmediatamente con tu abuela!

—Tía, Alice…

— ¡Tía Alice nada, ve con ella!

—Pero…

— ¡Ahora!— ordenó.

—Lo siento, señor Edward— dijo agachando la cabeza, corrió jalando la correa de Jackie.

— ¡Alli…!— traté de seguirla pero Alice se puso en medio, volteé hacia donde mi hija se había ido e inesperadamente desapareció. No supe en qué momento de mi ensimismamiento todo estaba obscuro y sólo estábamos Alice y yo.

—Yo no soy un desconocido ¡Soy su papá!— le grité.

— ¿Qué haces aquí?— dijo con fiereza.

—Lo mismo pregunto, ¿por qué no me habías dicho nada?

—Porque por tu culpa me separaron de Bella y a ella no la voy a perder… ella no— dijo desquiciada.

— ¿Jasper sabe sobre esto?

—Esto sólo me interesa a mí, nadie más tiene por qué meterse… ¡nadie!— dijo con sorna y mucho coraje. De repente desapareció de mi alcance, di varias vueltas sobre mi eje y no la encontré.

A una velocidad estratosférica, me encontraba en la habitación en la que había despertado. Marqué con urgencia el número de casa, al tercer tono Tanya me contestó.

— ¿Edward?

— ¡Tanya! ¡La encontré, necesito que me ayuden! ¡Pon a Carlisle al teléfono!— dije atropelladamente.

— ¿Edward?

— ¡Tanya! ¿Me escuchas?

— ¿Edward?.... — la voz de Tanya comenzó a distorsionarse, luego todo se nubló. No veía nada que no fuera obscuridad, mis ojos pesaban y me sentía sumido en un intenso sopor.

*

*

*

— ¿Edward? ¡Demonios! La fiebre no baja— dijo Tanya desesperada—. ¿¡Qué pasa con Carlisle!?— gritó a alguien.

—Ya viene en camino— reconocí esa voz como la de Jasper.

— ¿Necesitas algo más?— preguntó Emmett.

—Sí, trae más agua— ordenó Tanya.

Escuchaba ruido y movimiento a mí alrededor. Trataba de despertar, tenía que encontrar a Allison, debía averiguar en dónde estaba sepultada Bella... como pude entreabrí los ojos y me incorporé torpemente.

— ¿Qué haces?— dijo Tanya recostándome. Me opuse pero estaba tan débil que pudo conmigo fácilmente.

—Allison, tengo que ir por ella…

— ¡Estate quieto! ¡Edward, acuéstate!

— ¡Allison!

— ¿Allison? ¿Qué Allison? ¿Edward, quién demonios es Allison?

—Allison…— el sopor me llevó de nuevo a la inconsciencia. Los segundos que tardé en caer rendido me sentí impotente y desesperado por estar en ese estado.

Cuando desperté me sentía incómodo, empapado y adolorido. Bajé la vista y vi a Tanya dormida, recargada a un lado de mí a la orilla de la cama, se notaba que no había pasado una buena noche ¿o día? Afuera no había demasiada luz, supuse que sería el crepúsculo. Cuando mi mente recordó, di un brinco y quedé sentado en un movimiento brusco, despertándola de golpe.

— ¿¡Pero qué demo…!?— dijo, dejando la frase a medias cuando me vio incorporado—. ¡Edward! ¿Cómo te sientes?—

—Allison— dije desesperado, viéndola a los ojos–. Tengo que encontrarla.

— ¿Quién es Allison?

—Mi hija. Debo saber a dónde se la han llevado. ¿Qué día es hoy?— puso cara de pesadumbre y me recostó de nuevo.

—Es 15 de septiembre y es tarde. Edward, mírame— tomó mi cara entre sus manos y me obligó a verla a los ojos–. Fue un sueño, tenías horas delirando.

—No…

—Edward, te encontramos ebrio y mojado al centro del claro. Pero obvio, eres tan idiota que te enfermaste, tuviste mucha fiebre y deliraste por horas— su mirada me decía la verdad, pero yo estuve con ella y Bella…

— ¡Bella!— dije sentándome abruptamente.

 —Ella está bien, la seguimos buscando— dijo tomándome por los hombros, acostándome de nuevo.

— ¿Alice?

—Ya está dormida. Ahora cálmate y descansa. Carlisle viene en un rato más— asentí sin dar crédito de lo que escuchaba. Pero… fue tan real, tan nítido; aunque eso explicaría los inexplicables cambios de escenario.

Mi cabeza era un caos total, que sólo se venía a empeorar con el dolor de cabeza que estaba a punto de matarme. Me recosté, encontré una posición cómoda y dejé que sueño ligero me venciera. Después averiguaría lo necesario.

Carlisle apareció poco tiempo después, me revisó y dio algunos medicamentos. Poco tiempo después me sentía mucho mejor de la jaqueca, mejor dicho resaca. Entendí que todo lo que había “vivido” en Nueva York fue una horrible pesadilla.

Tanya había presentido que haría una estupidez y Alice, con su extrasensorial sentido de la predicción, la incitó en hacer una búsqueda, hasta que dio conmigo en el claro. Por encerrarme en mi dolor egoísta hice sufrir a las únicas personas que estaban apoyándome. No lo volvería a hacer, nunca.

La pobre de Tanya se acurrucó a mi lado y calló rendida casi instantáneamente, estuvo cuidándome desde que me encontraron y no se separó de mí ni un momento. Se notaba cansada, después tendría que recompensarla de alguna manera por su dedicación. Estuve dormido casi un día entero y ahora no tenía sueño; ahora sólo escuchaba la respiración acompasada y los quejidos de Tanya mientras dormía. Escuché un ruido fuerte en la planta baja que me alertó, despacio me deslicé por la cama y salí en silencio hacia la cocina. Cuando llegué encontré a Alice bebiendo un vaso con agua.

— ¡Ay! León, me asustaste— dijo cuando se dio cuenta de mi presencia—. ¿Cómo te sientes?

—Discúlpame, Pixie. Estoy mucho mejor y… ¿qué haces despierta?

—No tengo sueño, ¿y tú?

—Tampoco, ¿qué tal si vemos una película?— propuse.

Alice era muy vulnerable, como una pequeña niña desprotegida de la que sentía la necesidad de cuidar. Siempre estaba al pendiente de sus pasos y la consentía en lo que podía, ella siempre hacía lo que quería porque yo solapaba sus travesuras; sentía en el aire su vínculo con Bella y eso me comprometía con ella.

— ¡Sí!— chilló entusiasmada.

—Shhh, Alice; vas a despertar a todos— dije quedito, ella asintió y sonrió.

Fuimos a la sala de entretenimiento, encendí la tele, el DVD y me senté en el sofá más grande. Alice se dejó caer a un lado de mí, se acurrucó y la abracé. Vimos un rato la película, luego ella empezó a juguetear distraídamente con el dobladillo de mi camisa, señal de que no prestaba atención a la pantalla.

— ¿En qué piensas, Alice?

—En mi ovejita— me tensé por un momento, luego me relajé para no alarmarla–. Ya debe estar por las dieciocho o veintiún semanas. ¿Crees que ya se le note su pancita?— dijo con la mirada perdida y soñadora.

—Tal vez sea un pequeño bultito— dije añorando poder verla.

—Un bultito que todos amamos— sonreí, Alice tenía la boca llena de razón.

— ¿Sabes?, soñé con mi hija.

— ¿En serio?— preguntó emocionada—. ¿Cómo era?— se acomodó en el sillón hasta que quedó de frente a mí.

—Preciosa.

—Cuéntame— dijo dando saltitos. Reí y comencé mi relato.

—Bueno, era una niña hermosa de diez años…— Alice cerró los ojos, concentrándose en mis palabras—, se parecía muchísimo a Bella, tenía mi cabello, su piel, la sonrisa parecida a la Esme pero aún así era igual a Bella, sus mismos ojos…— Alice sonrió mientras caía una lágrima por su mejilla, todavía tenía los ojos cerrados.

—Muy hermosa y… perfecta— concordó, mientras abría los ojos.

—Se llamaba Allison— susurré en su oído.

— ¿Ves?, perfecta. De seguro por mí y por Bella.

—Sí.

— ¿Yo estaba en el sueño?

—No— mi pequeña Pixie no estaba en condiciones de sufrir por un estúpido sueño mío, era mejor no contarle mi pesadilla, por lo menos no toda.

—Lástima, me hubiera gustado estar— reí por su comentario y di un beso en el tope de su cabeza. Di un largo suspiro—. ¿Qué pasa?— preguntó curiosa.

—Recordaba la primera vez que fui a casa de Bella, cuando vi los cuadros de la sala… pensé que ellos eran sus padres.

—No, son los hermanos de Charlie y si te diste cuenta, la mayoría son fotos de Bella— dijo con nostalgia.

—Pronto estará de vuelta— prometí, dando por terminada la conversación, continuamos viendo la película hasta que nos quedamos dormidos.

Todo estaba a obscuras, escuchaba fuertes quejidos muy cerca de mí, abrí los ojos perezosamente para encontrarme con una inquieta Alice. La luz lunar que se colaba por las cortinas me permitía ver su rostro transfigurado en una mueca de dolor, con una intensa línea en su entrecejo.

—No… por favor… no…— murmuraba desesperada.

—Pixie…— susurré sacudiéndola un poco.

—No…

—Alice, despierta…

— ¡Déjala! ¡No!— se comenzó a remover inquieta.

— ¡Alice!

—No ¡Edward, ayúdala!... ¡No!

— ¡Despierta!— me senté y comencé a sacudirla por los hombros. Las luces de la sala se encendieron, Carlisle y Esme entraron tallándose los ojos.

— ¿Qué pasa?— preguntó Carlisle.

—No sé, no puedo hacerla reaccionar— dije un poco desesperado.

— ¡Edward!— volteé a verla, pensé que vendría la etapa en la que ella despierta, se desploma llorando y cuenta su horrible pesadilla entre sollozos; pero aún tenía los ojos cerrados–. Ella sufre, el bebé y ella sufren. Bella llora… ¡No!... ella llora… sufre.

— ¡Alice!— dije zangoloteándola con rudeza esperando que despertara de una vez, pero siguió diciendo cosas sin sentido de Bella, el bebé y un gran sufrimiento.

— ¿Qué hago?— pregunté a mis padres, totalmente desquiciado.

—Abofetéala— dijo mi papá.

— ¿Qué?

—Sólo hazlo.

—Pero…

— ¡Hazlo, Edward!— ordenó. Clavé una mirada incrédula a mi padre y estaba por decir algo cuando mis pensamientos se vieron interrumpidos…

— ¡No…!— chilló Alice en un grito desgarrador.

Carlisle la apartó de mi agarre, la giró hacia él y le atinó una sonora bofetada en la mejilla izquierda. Esme y yo nos quedamos pasmados esperando la reacción de ella.

Parpadeó varias veces, nos vio extrañada, llevó una mano a su mejilla colorada, sus ojitos se llenaron de lágrimas y comenzó a llorar.

—Oh, cariño— dijo Esme sentándose a su lado y abrazándola amorosamente–. Ya pasó, pequeña. Ya pasó— decía mientras la mecía suavemente.

— ¿Qué fue…? ¿Qué…?— preguntó con palabras atropelladas.

—Tenías una pesadilla— explicó Carlisle—. Edward no pudo despertarte y tuve que darte una bofetada para que reaccionaras. Alice, lo siento yo no…

—No te preocupes, Carlisle. Era necesario— dijo disminuyendo sus sollozos.

—Lo siento— dijo de nuevo apenado. Ella sólo asintió y dejó que Esme la mimara.

—Mejor suban a dormir, niños— dijo Esme poniéndose de pie y levantando a Alice junto con ella.

—Sí— contesté.

—Tengo sed— dijo Alice como niña pequeña.

—Yo la llevo, ustedes suban, al rato vamos nosotros— dije pasando mi brazo alrededor del de Alice. Mis padres se despidieron y subieron las escaleras mientras yo conducía a la Pixie a la cocina.

— ¿Crees que haya despertado a Emmett o a Tanya? — preguntó apenada.

—No. A esos dos no los despierta ni un huracán— Alice sonrió—. Aquí tienes— dije ofreciéndole un vaso de agua.

—Gracias— susurró–. Estuvo muy feo, ¿verdad?— dijo apenada.

—Algo— dije con pesar. La pobre se sentía mal, pero no era su culpa.

—Fue tan… real. Como una… ¿visión?— dijo ensimismada–. Siento que están mal, Edward…— alzó la vista para encontrarse con mi mirada. A través de sus ojos pude ver su dolorosa tortura, me caló profundamente… me conmovió–. TENEMOS que encontrarla, ella DEBE volver.

—Lo sé— dije poniendo una de mis manos en su mejilla–. Alice, te prometo que la traeré de vuelta. Lo juro— dije con convicción. Ella sólo asintió, luego dio un largo suspiro y la atraje en un apretado abrazo.

Fuimos escaleras arriba, la dejé en su habitación y me fui a la mía. Tanya aún dormía, me puse un pijama cómodo y me metí en la cama. Aún no tenía sueño, así que me recosté, puse mis manos debajo de la nuca y vi detenidamente el techo mientras escuchaba el murmullo del viento y las gotas de lluvia repiquetear en la ventana. Mientras me sumía en mis pensamientos, escuché unos conocidos golpecitos tímidos en la puerta. Sonreí.

—Pasa, Alice— dije sin voltear a ver.

—Lo siento… ¿puedo…?

—Sabes que sí, pasa y cierra la puerta— dije sonriéndole.

No necesitaba preguntarle qué era lo que quería, yo ya lo sabía. Cuando nos quedábamos solos ella, Bella y yo; en varias ocasiones Alice llegaba a esa hora en la madrugada a preguntar si podía dormir con nosotros, siempre se lo permitimos y desde que mi Bella no estaba, no era la primera vez que lo hacía. De hecho, estaba muy regalona conmigo, nos habíamos vuelto muy apegados.

—Además, creo que la cama es suficientemente grande para todos— dije echándole un vistazo a Tanya.

Alice gateó desde los pies hasta la almohada, se acurrucó entre Tanya y yo y se quedó dormida después de un leve susurro de buenas noches.

*

*

*

Cuando menos lo imaginé ya había pasado otro mes. Había viajado varias veces tras la pista de mi amor, unas con Rob y otras por mi cuenta. No podía creer que aún no había dado con ella. Cada vez mis fuerzas se debilitaban en una infinitesimal escala que hasta yo desconocía, pero sabía que algún día se acabarían.

Acababa de regresar de uno de mis viajes, entré a casa echando chispas. Para no verme involucrado en peleas estúpidas o antes de herir a alguien salí huyendo de casa rumbo a mi cabaña. Llegué como una fuerte ráfaga, entré azotando la puerta y descargué mis atiborradas emociones al compás de una violenta pieza de piano que de seguro no recordaría más tarde. No sé cuánto tiempo tenía hundiendo mis dedos a lo largo y ancho del teclado, sólo sé que comenzaba a ser incómodo y un poco doloroso. Cuando estaba por culminar, igual que un gran trueno al iluminar estruendosamente el cielo, unos insistentes golpes en la puerta me hicieron perder el hilo de mis pensamientos y dejé caer las manos sobre las teclas en un sonido desafinado y furioso.

Recorrí la sala a grandes y firmes zancadas, abrí la puerta de golpe y tomé impulso para reclamar la intromisión. Todos sabían perfectamente que no podían molestarme.

— ¡QUÉ DEMO…!— el reclamo quedó en la nada cuando vi de quién se trataba. Abrí los ojos como platos y aferré la perilla de la puerta cómo si de eso dependiera mi vida.

—Hola— dijo con voz apenada—. ¿Podemos hablar? ¿Me permites entrar?— dijo con voz rogona.

Asentí anonadado y  me hice a un lado para hacerla pasar.

 

 

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hOLA!!

Antes que nada les agradezco sus votitos y comentarios, me gustaría que se tomaran sólo unos cuántos minutos para hacerlo a las personas que NO lo hacen!

Les debo confesar que el capítulo era mucho más extenso, pero la vdd me desesperé un poco por no actualizar rápido y preferí dejarlo en suspenso ¿Quién habrá llegado a la cabaña? ¿Qué seguirá? 

Bueno, aquí les dejo un cap más, ya estamos en la recta final.

¡Porfa! comenten!! voten!!! 

¿Qué opinan sobre la idea de que publique otro fic?

Besitos de bombón

;)

 

 

 

Capítulo 25: COMENZANDO POR EL DESTINO Capítulo 27: LÓBREGO FINAL

 
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