Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114598
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

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Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

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Capítulo 5: MI NUEVA VIDA EN FORKS

 

EDWARD POV

Me sentía extraño en este nuevo clima, Forks no era mi lugar favorito en el mundo pero podía sobrellevarlo. La lluvia y el frío constantes me agradaban, cualquier tipo de clima era bueno para mí.

Apenas la noche anterior había regresado de Inglaterra, acababa de graduarme de la universidad y aunque ya tenía algo de experiencia porque fui asistente de mi papá en un consultorio que tenía en L.A., tiempo atrás, hoy podía presumir de ser un médico titulado y no un simple asistente.

La verdad era que extrañaría a los abuelos, Anthony y Elizabeth, fueron muy hospitalarios conmigo y me apoyaron en cada paso que di mientras estuve a su lado.

Aunque amaba mi trabajo en el reconocido hospital de Inglaterra para el que trabajé una corta temporada, prefería regresar a casa con mis padres y dedicarles el tiempo que merecen, además de tratar de compensar los años que estuve fuera. Mi papá me propuso trabajar con él en el hospital de Forks, pero quería dedicarme una pequeña temporada a la docencia para olvidar el accidente de trabajo que sufrí en Inglaterra y por el cual una persona había muerto. Aquello fue muy difícil para mí y quería olvidarlo.

Hoy desperté temprano como de costumbre, me alisté y bajé a desayunar con mis padres. Esme, mi madre, había preparado todo un bufet como bienvenida.

—Mamá, no debiste. Esto es demasiado.

—Nada es demasiado para mi pequeño— dijo pellizcando mi mejilla.

— ¡Mamá!, ya no soy un bebé, déjame— dije sonriendo para después morder un pan tostado con mermelada que había entre toda la comida.

—Para mí SIEMPRE serás un bebé— contestó amorosamente.

—Amor, deja a Edward en paz, lo vas a malcriar— dijo mi padre entrando al comedor.

—No soy un niño para que me malcríen— dije con la boca llena de comida.

—Pero te comportas como tal. Tú y tu hermano son iguales— refunfuñó mi mamá.

—No es cierto— refuté.

—Edward, deja de hablar con la boca llena y come como la gente. Por favor— siguió regañando Carlisle.

—Está bien papá.

—Hijo, ¿de dónde aprendiste esos modales? Porque aquí no fue— cuestionó Esme.

—Mamá, sólo estaba bromeando contigo.

— ¿Ves lo que te digo? Aún sigues siendo mi niñito.

—Creo que tendré que casarme pronto para darte nietos y que dejes de decirme eso— bromeé.

—Si eso pasa los dos serían mis niñitos— su tono tan dulce era irresistible.

—Esme, nunca cambias— le dijo mi papá depositando un beso en su frente.

A pesar de tantos años juntos, se amaban como el primer día, bueno, eso es lo que ellos siempre decían.

El resto del desayuno pasó entre risas.

Éramos una familia feliz y completa en todos sentidos. Mis padres siempre inculcaron el amor y respeto entre todos a mi hermano y a mí.

Después de un tiempo Carlisle, mi padre, se despidió de nosotros y se fue a trabajar; yo me quedé con mamá, la acompañaría al pueblo a comprar unas cosas que había encargado para decorar la habitación de mi hermano. Él pronto regresaría y mamá quería tener todo listo para cuando eso sucediera.

A la una de la tarde tenía una cita en el instituto de Forks para una entrevista de trabajo, había un puesto vacante para la clase de ciencias y me ofrecí gustoso a cubrirla.

Después de las compras de mamá fuimos de nuevo a casa, la ayudé a bajar unas cajas del coche y me despedí de ella para irme hacia el instituto.

Aparqué en el estacionamiento y me bajé tratando de recordar el camino hacia la dirección. Me detuve en uno de los pasillos, no estaba seguro de haber seguido correctamente las indicaciones que papá me había dado. Comencé a caminar tratando de reconocer los lugares que me servirían de guía según Carlisle. Volteé mi cabeza hacia atrás tratando de hacer memoria y di unos cuantos pasos. De repente sentí el choque contra algo, cuando vi qué era, encontré a una chica sentada en el piso y un reguero de libros que, supuse, ella traía. La ayudé a levantarse y recogí sus libros, la pobre chica aún estaba aturdida por el golpe.

—Gracias— dijo sonrojándose.

—Discúlpame, estaba distraído. Perdón— me sentía apenado con la chica, si yo me hubiera fijado no se habría caído.

—No hay proble…— la chica no hallaba cómo disculparse.

Levantó la vista y su tierna mirada me atrapó. Tenía unos hermosos ojos color chocolate, cabello café obscuro y mejillas sonrosadas. Parecía una pequeña muñeca de porcelana: tierna y frágil. Nunca había sentido tanta “química” con alguien, ni tampoco había quedado tan hipnotizado por una chica. Me limité a sonreírle y disculparme.

— ¿Me disculpas?

—Oh… sí… ammm… claro… por supuesto— ella estaba nerviosa. Supuse que el golpe aún no terminaba de aturdirla. Con cuidado deposité los libros en sus manos.

—Gracias— sonrió y desvió la mirada. Esta linda chica sí que era especial.

— ¿Y bien? ¿Cuál es tu nombre?

— ¿Qué cosa?

—Tu nombre, ¿cómo te llamas?

—Yo, yo, yo soy…

— ¡Señor Cullen!— ¡Demonios! ¿Podía existir alguien más inoportuno en el mundo?

Justo cuando iba a decírmelo a un tarado se le ocurre la genial idea de llamarme. Ambos vimos hacia el origen de la voz, el tarado que interrumpió resultó ser el director.

—Lo siento, tengo que irme. Soy Edward, un placer conocerte— me atreví a estrechar su mano.

Para mí sí que era un placer conocer a esta preciosa chica desconocida. Sus pequeñas y suaves manos quedaron grabadas en una extraña sensación entre las mías.

—Buenas tardes, señor director— saludé.

—Mr. Cullen, un placer tenerlo por fin con nosotros— dijo estrechando mi mano.

Entramos en su oficina y dejamos en claro las condiciones del contrato, lo firmé y quedé oficialmente inscrito como el nuevo profesor de ciencias. Me entregó  mi carnet de horarios y me fui.

Tenía la esperanza de que la chica aún siguiera por algún lugar de la escuela y tener la oportunidad de charlar con ella un poco más, pero no se veía nadie por ningún lado.

Los siguientes días pasaron muy rápido, de vez en cuando recordaba la sonrisa y las mejillas sonrosadas de aquella hermosa chica que vi en el instituto.

Estaba terminando de preparar mis clases, mañana por fin entraría en el salón como maestro. Esa noche cenaría solo, mis padres habían ido a Port Angeles y regresaban hasta mañana por la noche, tenía pensado ir con ellos después de clases y de paso compraría unas cosas que necesitaba.

La mañana fue tranquila, no tenía nada que hacer por lo que fui a la escuela un poco más temprano. No sabía en dónde estaba mi aula, pregunté a varios chicos pero unos decían que me dirigiera hacia un lugar y otros hacia uno totalmente diferente al anterior. Me olvidé del asunto y fui a buscar un poco de agua a la cafetería. Le pedí orientación a la ayudante de la encargada que estaba atendiendo y me dijo cómo llegar al salón de ciencias de una manera menos complicada. Era un aula escondida entre una fila de edificios y fácilmente me perdería de nuevo en el camino.

Me encaminé hacia la salida, iría al baño antes de entrar a clase. Cuando estaba a punto de dar vuelta en el pasillo alguien chocó conmigo. Tuve una especie de deja vú, pero no podía tener tanta suerte como para que fuera ella de nuevo. Sostuve a la chica para que no se desplomara en el piso. Al verla no podía creer de quién se trataba ¡era mi chica desconocida!

— ¿Otra vez tú?— dije sorprendido por la coincidencia.

—Sí… supongo— se sonrojó y miró hacia otra parte. Lucía encantadora.

—Deberías ser más cuidadosa. ¿Sabes?, no siempre voy a estar ahí para evitar que te caigas— intenté bromear, conseguí que sus mejillas se encendieran como un foco rojo, no dejaba de fascinarme.

—Lo intentaré.

—Ok, entonces… eres libre— dije soltándola, me hubiera gustado sostenerla más tiempo. Pero tal vez ella no quisiera—. ¿Y a dónde con tanta prisa?— me aventuré a preguntar.

—Esto… yo… cafetería— apuntó hacia la puerta que yo acababa de atravesar.

— ¿Vienes a la cafetería? Pero ya no es hora del almuerzo ¿o sí?— dije levantando una ceja.

—No, pero… olvidé algo— dijo un poco avergonzada.

— ¿Te importa si te acompaño?— quería tener más oportunidad de hablar con ella. La linda chica levantó la vista sorprendida, tal vez me estaba sobrepasando con ella. Pero quería saber todo lo que pudiera sobre esta misteriosa mujer.

—No, claro que no— me alegró su respuesta.

—Vamos entonces. Apurémonos porque tengo entendido que están por cerrar.

—Ajá.

Caminamos hacia la cafetería. Al llegar le abrí la puerta, siempre había sido un caballero y ahora no tenía por qué ser diferente, me dio las gracias en un tono de voz apenas audible. Podía sentir que estaba algo cohibida, esperaba que con el tiempo pudiera tener confianza en mí y me permitiera conocerla.

—Lo siento chicos, pero ya está cerrado— nos dijo alguien que, supuse, era la encargada.

—No se preocupe, olvidamos unas cosas. Sólo las tomamos y salimos para no quitarle su tiempo— le contesté.

—Ok, entonces, pueden pasar.

La acompañé hacia una mesa y tomó unos libros que estaban sobre ésta. Le indiqué que nos retiráramos y le abrí la puerta nuevamente, di las gracias a la señora encargada y salí detrás de la chica. Cuando nos encontramos afuera de la cafetería ella vio hacia todos lados y comenzó a caminar apresuradamente, la tomé por la muñeca para que se detuviera, aún no sabía ni su nombre.

—Espera, yo ya te dije mi nombre pero tú no me has dicho el tuyo, ¿cuál es? ¿Cómo te llamas?— dudó un poco, quería saber cómo se llamaba la bella chica. Cuando iba a decir algo escuchamos un grito a lo lejos.

— ¡Bella! ¡Bella!— se giró y quedó frente a mí.

—Lo siento, tengo que irme— se soltó de mi agarre y comenzó a correr hacia donde provenía el grito.

— ¿Tu nombre es Bella?— grité.

— ¡SI!— por fin sabía algo más de la chica, su nombre era Bella. Quedaba a la  perfección con ella.

Sonreí como tonto y me dispuse a buscar el baño.

Como lo esperaba me perdí, ya casi era hora de que entrara. Por suerte me topé con el director, platicamos un rato y cuando me di cuenta de la hora vi que ya era tarde. Le pedí que me orientara, me acompañó hasta la puerta del salón, estaba seguro que ya no olvidaría cómo llegar.

Entré y se hizo un silencio tan profundo que podría oírse una aguja caer al piso, al parecer los alumnos estaban sorprendidos de que alguien tan joven les impartiera clases, la mayoría de sus profesores doblaban mi edad con facilidad. Puse mis cosas en el escritorio para encarar a mis nuevos alumnos. Les sonreí y comencé a verlos para irlos identificando. Entre todas las miradas expectantes una me atrapó por completo, ahí estaba Bella con sus inolvidables mejillas rosadas, cuando nos miramos ella enrojeció aún más y dirigió la mirada a su pupitre.

Después regresé a la realidad.

—Hola, chicos, yo seré su nuevo maestro de ciencias— giré hacia el pizarrón y escribí la fecha y mi nombre.

—Yo soy Edward Cullen y no se preocupen por sus notas, recuperaremos el ritmo de la clase y la haremos lo más dinámica posible…— continué con la clase, el grupo resultó más bueno de lo que esperaba, fueron participativos y me hicieron ver que entendían el tema a la perfección. Me sentía suertudo por tener un grupo tan atento y aplicado.

De vez cuando ponía atención a lo que Bella estaba haciendo, siempre estuvo al pendiente de mis palabras y anotaba todo cuanto podía. Se notaba que era una alumna sobresaliente. Contestó lo que le pregunté sin dudar y siempre estaba en lo correcto. Tenía la sensación de haber pasado mucho tiempo desde que entramos del receso que les di a mitad de la clase y que por cierto todos me agradecieron.

—Bien, chicos, parece que han comprendido bien el tema del día de hoy— vi la hora y faltaban poco más de veinte minutos para salir –Ok, faltan veinte minutos para salir y ya hemos terminado. Pero no puedo dejarlos ir aún…

—Entonces platiquemos, profesor— dijo Jessica, una alumna muy coqueta.

—Esa es una buena idea pero preferiría que diéramos una pequeña introducción al tema de mañana, así sabrán de qué se trata y no será tan complicado— Jessica continuó lo que estaba haciendo anteriormente.

—El tema de mañana es la formación de gametos. ¿Alguien sabe de qué estoy hablando? ¿Algún voluntario?— yo sólo esperaba que Bella se ofreciera a ayudarme.

Pensé que estaría muy ocupada como para haber escuchado mi petición. Justo cuando comenzaba a desviar la mirada para buscar a mi voluntario o voluntaria, la pequeña mano de Bella se elevó entre las miradas serias de sus compañeros. Sonreí complacido y pedí que hablara.

— ¿Bella?— levantó la mirada hacia mí aún con la mano en el aire—. ¿Quieres compartirnos algo?

—Sí, Mr. Cullen…— se levantó de su pupitre y comenzó a dar una excelente introducción al tema de mañana. Me tenía realmente sorprendido, era obvio que estaba en un nivel intelectual mucho más alto que el resto de sus compañeros—, … eso es todo— dijo concluyendo su magnífica participación.

—Muy bien, Bella. Tu explicación fue excelente. Bueno, ahora faltan cinco minutos, creo que nadie nos dirá nada, ¿verdad? Pueden salir— todos los alumnos salieron rápidamente, me quedé acomodando mis cosas.

Cuando me dirigía hacia afuera con la idea de que estaba solo en el aula me di cuenta de que Bella aún se encontraba guardando en su mochila todo lo que había sobre su pupitre. Ella realmente me llenaba de curiosidad, sentía un tipo de hipnotismo por verla y no quería perderme ninguno de sus movimientos. Me acomodé en el asiento que estaba enseguida y me senté a observarla.

— ¿Qué pasa, Mr. Cullen?— dijo sin mirarme.

—Nada, sólo quería felicitarte por tu explicación de hace un rato— dije sinceramente.

—Gracias— sonrió aún sin verme. ¿Cómo podía regalarme esa hermosa sonrisa sin verme? Me removí en el asiento hasta que quedamos a la misma altura y nos vimos por un rato, ella provocaba una tonta sonrisa en mi rostro, pero la suya era en verdad encantadora.

De repente desvió su mirada de nuevo negándome la posibilidad de hipnotizarme con sus hermosos ojos chocolate. 

—Eres tímida, ¿verdad?

—Sólo con quienes no conozco.

— ¿Te han dicho que tienes unos ojos muy bellos?— ¡demonios! Tal vez la asustaba con mi curiosidad, intentaría ser más cuidadoso con lo que decía.

Bella comenzaba a ponerme nervioso, ella se puso frente a mí y entrecerró los ojos como si tratara de descubrir un gran misterio. Me limité a sonreír e intentar huir.

—Felicidades, Bella— le di una palmadita en la espalda y me dispuse a salir.

Antes de llegar a la salida se me ocurrió una idea y regresé para dar mi propuesta.

—Tengo una propuesta para ti— me indicó que continuara–. Me he dado cuenta de que eres una muy buena alumna. Así que, la propuesta es esta: como dominas el tema de mañana sería interesante si preparas algo para exponerlo en clase. Si lo haces tendrás una puntuación extra en tu calificación, si no lo haces no pasará nada— lo pensó mucho, por un momento creí que se negaría—. Y bien,  ¿qué dices?

—Acepto su propuesta, Mr. Cullen— estrechamos nuestras manos y salimos del salón.  El silencio me incomodaba así que decidí romper el hielo.

— ¿Vas a casa?

—Sí.

— ¿No esperas a Alice?— me miró con sorpresa, Bella tenía un rostro muy expresivo—. Digo, siempre están juntas y supongo que también van juntas a casa.

—Pues, sí. Pero hoy tiene junta de porristas y su novio entrenamiento. Iré a casa por unas cosas y luego regresaré por ellos.

—Oh, entonces ¿saldrán?— ¡Rayos! Bella pensaría que soy un metiche.

—Sí.

— ¿En serio? Pues, que se diviertan.

—Gracias.

—Hasta mañana— estuve a punto de meter la pata.

Me subí a mi coche y me fui. Fui a casa a comer, me cambié de ropa y salí hacia Port Angeles. El camino fue tranquilo, no tenía prisa en llegar. Mis padres sabían que iría, pero no sabían a qué hora llegaría. Cuando entré al departamento me di cuenta de que no estaban, vi televisión y después de un rato salí hacia el Mall, aprovecharía su ausencia para comprar las cosas que me hacían falta.

Había mucha gente, por lo tanto batallé un poco para encontrar estacionamiento.

Entré a varias tiendas pero en ninguna encontraba lo que andaba buscando. Estaba en el segundo piso, incluso algo aburrido. Me dieron ganas de ir al baño, entré y salí poco tiempo después. Recordé una tienda que no había visitado y en la que tal vez podía encontrar algo. Me apresuré y pasó lo que menos esperaba, choqué contra alguien. La pobre chica salió disparada hacia un macetero y se golpeó en el brazo, rápidamente comenzó a sangrar; aún no había reparado en lo que acababa de suceder cuando me di cuenta de que la chica era Bella.

— ¡Rayos! Lo siento, llevo prisa y no me fijé— dijo ella sentada en el piso con sus ojitos cerrados de dolor.

— ¡Por Dios, Bella! ¿Estás bien?— el golpe había estado muy fuerte.

Me preocupé de que se hubiera golpeado algo más que el brazo,  me arrodillé para quedar a su altura y sostuve su brazo herido. Bella abrió los ojos y se encontró con mi mirada alarmada.

—Déjame ver, esto está mal. Vamos a la enfermería— dije inspeccionando el daño rápidamente. No quería que Bella pasara mucho tiempo sin atención.

— ¿Qué?

—Mira tu brazo— al parecer no se había dado cuenta de la seriedad del asunto. Hizo una mueca de dolor y comencé a levantarme para ayudarla.

 —Odio la sangre— refunfuñó.

—Vamos,  Bella— la tomé por el otro brazo y la ayudé a incorporarse.

En cuanto puso los pies sobre la tierra cayó rendida en mis brazos. ¿Se habría golpeado en la cabeza? Ahora sí que estaba preocupado. La tomé en brazos y me dirigí casi corriendo a la enfermería del Mall. 

Cuando entré una mujer nos dio la bienvenida y rápidamente me condujo a una pequeña sala de atención. Puse a Bella sobre una camilla, le mostré mi cédula profesional a la enfermera y le pedí que me dejara a mí mismo revisarla. La amable enfermera me asistió de una manera muy profesional, su ayuda me sirvió de mucho. Suturé la herida de Bella después de inyectarle un medicamento, le puse vendajes y me dispuse a esperar a que despertara. Estaba ansioso porque lo hiciera, al parecer el daño más grave lo había sufrido su brazo. Tomé su mano esperando a que reaccionara, la enfermera limpió la sangre que había caído en la ropa de Bella y ya no se notaba.

De repente comenzó a abrir los ojos. Reconoció el lugar, vio su vendaje, después miró nuestras manos entrelazadas y se encontró con mi mirada. Después de haber esperado con ansias a que despertara me encontraba aliviado y me daba gusto poder ver sus ojos de nuevo.

—Hola, ¿cómo estás?— pregunté.

—Bien, supongo. Lo dicho, odio la sangre.

— ¿Es por eso que te desmayaste?— dijo que sí con su cabeza, al parecer estaba avergonzada–. Tengo una duda ¿porqué siempre que te cruzas en mi camino haces esto? ¿No sabes que puedes darte un golpe más fuerte que éste?— dije apuntando hacia su brazo vendado. Cualquier cosa que pudiera pasarle me preocupaba.

—Claro, todos los días, al despertar, planeo las miles de formas de chocar con Mr. Cullen y casi matarme— dijo sarcásticamente. Bella estaba molesta y lucía graciosa. No pude evitar comenzar a reírme.

— Bella, siempre coincidimos de la misma manera. Por favor, cuídate. No me gustaría que te hicieras más daño—.

—Mr. Cullen, yo no planeo pasar por todas estas situaciones tan embarazosas.

—Lo entiendo pero, promete que intentarás ser más cuidadosa— no quería que Bella se dañara por sus accidentes.

—Lo prometo, aunque toda mi vida he sido torpe.

— ¿En serio? ¿Cómo puedes vivir con eso?— intenté bromear con ella y sólo conseguí uno de sus adorables sonrojos—. Déjame hacer algo por ti, Bella— tal vez pensara que era un atrevido o algo por el estilo, pero el que no arriesga no gana. Y yo me arriesgaría para ver qué pasaba–. Vamos a tomar un helado— lo dije más como una afirmación que como una pregunta.

— ¿Qué?

—Ya estamos aquí. Por favor— hice la mejor cara de puchero que conocía, tal vez funcionara y me dijera que sí.

—Se supone que no deberíamos salir juntos. Es contra el reglamento— ya estaba comenzando a darme negativas, eso me entristecía un poco.

— ¿Cuál reglamento?

—Pues, el de la escuela Mr. Cullen.

— ¿Estamos en la escuela?— tal vez era demasiado, nunca sabría qué era lo que estaba pensando. Bella negó levemente con la cabeza.

— ¿Entonces? Anda, vamos— dije apretando su mano, mientras ella lo permitiera no la soltaría. Esta sería mi última carta, si decía que no me daría por vencido, por ahora. Mañana tal vez se presentara otra oportunidad.

—Está bien, pero iremos a la heladería italiana— no podía creer lo que había escuchado. Quería salir de esa sala en ese preciso momento y complacer cualquier capricho que se le ocurriera.

La ayudé a levantarse y comenzamos a caminar hacia la salida.

—Iremos a donde quieras, la convaleciente eres tú— reímos juntos y salimos de la sala. Antes de atravesar la puerta agradecí a la enfermera que me había ayudado.

Cuando estábamos afuera, soltó mi mano de repente. Fue extraño, sentía la necesidad de tomársela de nuevo para que el hormigueo que tenía cesara. Tal vez ella tenía novio y yo aquí como idiota tratando de conocerla.

Comencé a bromear, mientras ella no rompiera mi ilusión yo no me alejaría de su lado. Entramos a una linda heladería italiana, pidió una rara combinación de helados en unos enormes conos, le dije que pidiera otro igual para mí, quería conocer que tal sabía el helado que le gustaba. Aunque la combinación parecía extraña el sabor era muy bueno.

Nos dirigimos a una mesita alejada del bullicio del exterior, el lugar era tranquilo y había suave música de fondo. Comenzamos a platicar y de repente hizo una pregunta que me sorprendió.  

—No le diremos a nadie sobre esto ¿verdad, Mr. Cullen?— tal vez estaba en lo correcto y tenía novio. ¿Sino por qué querría ocultar que comimos un helado? Comencé a entristecerme ante la idea.

— ¿Podrías dejar de decirme “Mr. Cullen”?— dije imitando su voz. Bella comenzó a reír y asintió con su cabeza. Me encantaba escuchar su preciosa risa.

—Está bien, Mr. Cullen— puse cara de pocos y comenzó a reír nuevamente–. Edward, Edward—  mi nombre sonaba bastante bien proviniendo de sus labios.

Seguí comiendo de mi helado mientras platicábamos, le pregunté cosas básicas como su color favorito, comida favorita, canción, etc. Yo la platiqué sobre mi familia y con nostalgia le conté sobre mi hermano Emmett, lo extrañaba y tenía mucho tiempo sin verlo. Comencé a contar las historias más graciosas que recordaba de Emmett y Bella reía mucho por sus ocurrencias. Me encantaba verla así, sonriente, divertida, sencilla.

—Edward, tu madre es encantadora y amable— dijo.

— ¿La conoces?— estaba realmente sorprendido por su comentario.

—Sí y a tu papá también ¿Crees que con mi torpeza me salvo de ir al hospital? Tu papá siempre me atiende, creo que ya tengo tarjeta de platino preferencial en su consultorio— su comentario me causó gracia.

— ¿En serio, Bella? No tenía idea de que los conocieras.

—Sí, lo que me parece extraño es que nunca te había visto antes. Sabía que tenían dos hijos pero no sabía quiénes eran.

—Lo que pasa es que cuando ellos se mudaron hacia acá mi hermano y yo nos fuimos a estudiar la universidad. Él se fue a Florida y yo fui con mis abuelos a Inglaterra.

—Wow, eso debió ser emocionante.

—Lo fue, conoces a mucha gente y ves hermosos lugares. Pero no me arrepiento de haber regresado. Hago lo que me gusta y estoy muy bien— recordé lo que había pasado en el hospital y sentí nostalgia.

—Que gusto, eso es bueno— la nostalgia se fue desvaneciendo conforme seguía viendo a Bella. Aunque ya no estábamos comiendo nada nos quedamos platicando sobre lo que había pasado con nuestras vidas.

Creo que hablé mucho más que ella, cuando le preguntaba algo me contestaba pero siempre me incitaba a que continuara con mis relatos. Nos levantamos y pagué la cuenta. Bella intentó pagar su parte pero no la dejé, yo la había invitado por lo tanto yo pagaría. Cuando salimos me di cuenta que miraba el reloj.

—Edward, la pasé muy bien. Tengo que irme olvidé por completo a Alice y Jasper. Tengo las llaves del auto así que deben de estar esperándome.

— ¿Cómo los vas a encontrar entre tanta gente?

—Quedamos de vernos en un lugar hace como dos horas. Espero que estén ahí.

— ¿Quieres que te acompañe?— no quería que nuestro tiempo juntos terminara.

—No es necesario. Ya sé hacia dónde ir. Además, supongo que tendrás cosas que hacer. No quiero quitarte más tu tiempo— recordé que aún no había comprado nada, debía ir con mis padres y tenía algunos pendientes de la escuela.

—Tienes razón, tengo algunas cosas que hacer. Entonces, nos vemos mañana, Bella.

—Hasta mañana, Edward.

Nos vimos a los ojos por un rato y seguí mis impulsos, comencé a acercarme lentamente a ella. Cuando estaba a punto de besarla giró el rostro y sólo le di un beso en la mejilla. Creo que todo iba muy rápido.

Cerró los ojos, la abracé fugazmente y deposité un pequeño beso en su cabeza. 

—Cuídate— di media vuelta y me fui hacia las tiendas. ¿Pero qué demonios estuve a punto de hacer? ¿Por qué lo hice? Estaba algo confundido.

Después de un rato encontré lo que estaba buscando y me fui al departamento de mis padres. Cuando llegué estaban listos para regresar a Forks. Mamá había ido de compras y llevaría varias cajas a casa. Las subí a mi coche y arranqué hacia casa, papá y mamá irían a comprar algo para cenar y nos veríamos más tarde.

En el camino no dejé de pensar en Bella, la hermosa tarde que habíamos pasado y lo que estuve a punto de hacer. Ya en casa y después de bajar todas las cosas del auto me fui a la sala a terminar unas clases para la escuela, poco tiempo después mis padres llegaron.

Durante la cena estuve ausente formulando mil preguntas en mi cabeza, papá se levantó de repente para atender una llamada, regresó diciendo que tenía una emergencia en el hospital y se despidió de nosotros.

—Hijo, ¿qué pasa? Te noto algo extraño— dijo Esme.

—La verdad es que ni yo sé qué es lo que pasa, mamá.

— ¿Sabes que puedes confiar en mí?

—Claro. Mira, es que…

— ¿Se trata de una chica?— me sorprendí de que fuera tan acertada—. Edward, dime qué pasa.

—Es que… conocí a una chica. Ella es realmente linda, tiene unos ojos hermosos y cuando sonríe es como si se iluminara todo… ¿qué?— Esme sonreía como si estuviera viendo algo muy gracioso.

—Deberías ver la cara que haces cuando dices todo eso.

— ¿Qué cara?

— ¡Esa! Te brillan los ojos y sonríes como maniquí.

— ¿Porqué?

—Hijo, estás enamorado— dijo apretando mi mano.

—No, no lo creo. Apenas y la he visto un par de veces.

— ¿Y eso que tiene que ver? Lo tuyo es un caso de amor a primera vista. Como tu padre y yo.

Me quedé anonadado por la conclusión que me había dado mi madre. Me levanté y fui a mi habitación. Estaba comenzando a creer que era verdad lo que decía Esme. Me propuse comenzar a conquistar a Bella; aunque el día que firmé mi contrato éste decía muy claramente que quedaban estrictamente prohibidas las relaciones entre alumnos y profesores, me atrevería a romper las reglas por conseguir lo que quería y yo la quería a ella

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Holaaaaaa !!! en agradecimientos a sus 200 visitas les dejo este laaaargo cap !!! POV Edward !! como lo pidieron !! 

Que les pareció ??? Pronto irán apareciendo el resto de los personajes.

Gracias por sus votos !!! sigan asiendolo !!!

 

Besos de bombón !!! :D

 

Capítulo 4: JUEGOS Y SORPRESAS Capítulo 6: NOVEDADES

 
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