Buenos días Mr. Cullen ©

Autor: vickoteamEC
Género: General
Fecha Creación: 12/10/2010
Fecha Actualización: 27/01/2013
Finalizado: SI
Votos: 35
Comentarios: 81
Visitas: 114608
Capítulos: 32

T E R M I N A D O

Un pequeño accidente desencadenará toda una historia.

¿Hasta dónde serías capaz de llegar por defender lo que quieres, sin romper las reglas ? ¿Qué harías si lo prohibido es tu única opción? ¿Gana la razón al corazón?

----------------------------------------------------------

Los personajes, algunos escenarios y situaciones son propiedad de Stephenie Meyer. Sólo la trama es de mi creación.

 

 

 

Protegida con derechos de autor por safe creative.

 

 

+ Añadir a Favoritos
Leer Comentarios
 


Capítulo 29: REMENDANDO LAS HERIDAS

 

HOLA!!

Antes que nada: MILLONES!!! de disculpas!! sé que no l@s merezco, porque tarde siglos en actualizar, pero esta vez me dejaron muy poquitos comentarios (muy mal eee ¬¬) y sabía que de igual manera lo tenía que terminar por aquell@s que han leído los otros caps!

Por fin la escuela tiene clases sencillas que me dieron tiempo de sentarme hoy y hacer todo el cap de un "jalón" y terminarlo.

Además, estoy muy feliz!!! por los eventos del día de hoy en el Comic Con! .... mucha información genial de la pelicula!

:D

Como les dije la vez pasada, les regalé un One-Shot por las visitas a este fic, aquí les dejo el link de nuevo, para quienes no lo han visto o no pudieron entrar la vez pasada:

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=2154

 

Como les prometí en el cap anterior, tengo una adaptación y como recompensa a la gran tardanza les dejo los primeros dos caps. El prólogo hace algunos días que lo subí y "MARINITAA" comentó que no le parece que esté adaptando la historia. De igual manera les dejo los caps. para que ustedes juzguen y díganme que les parece si lo dejo o no. Yo no tengo ningún problema en borrarlo de Sala Cullen y adaptarlo para que lo lean sólo personas allegadas y que les interese. Aquí les dejo el link:

http://www.lunanuevameyer.com/sala-cullen?id_relato=2155

También me gustaría que más de ustedes me dijeran qué les parecería otra historia mía. Grancias a quienes me han confirmado que sí la siguen. Ya lo he tomado en cuenta para ver si la subo o no (Aparte de la adaptación y depende de si quieren que la deje o no)

Ya es mucho bla bla bla.... aquí está SU capitulo (Porque es de ustedes y para ustedes n.n)

Disfrútenlo.

 

***************

 

BELLA POV    

Y aquí estaba, durmiendo de nuevo. Después de la desgarradora separación de Edward obligada por mis padres, me era mucho más fácil dormir, excepto cuando tenía pesadillas. Podía pasar el día entero y prácticamente toda la noche metida en la cama, pero no siempre dormía. Era lo que hacía la mayor parte del tiempo, nada me parecía interesante o lo suficientemente importante para dedicarle mi, ahora nefasto, tiempo. Hacía tiempo que me había encerrado, había dejado mis actividades cotidianas. Ya no estudiaba, ni leía, ni investigaba… sólo esperaba.

A pesar de saber que estaba sumida en un intenso sueño, había algo diferente. Algo que cambió sin darme cuenta. Después lo averiguaría.

En mi sueño estaba alerta, rebosante de esperanza, en un lugar pacífico y sumamente iluminado. Me sentía reconfortada, segura y, hasta podría decir, feliz. El sol caía a plomo sobre mí y me ponía la piel sonrosada por la intensidad del calor. Miré hacia abajo para apreciar mi atuendo, usaba un vestido blanco y holgado; estaba descalza y mis pies se hundían en una suave arena dorada. Era más de lo que había podido crear en cualquier otro sueño anterior; generalmente soñaba los mismos elementos, pero en diferentes ocasiones y con diferentes personas. 

Alcé la vista para encontrarme con un hermoso paisaje de playa. Las olas rompían en la arena con  una espesa espuma blanca, el cielo estaba despejado y resplandecía en un color azul intenso; la luz solar se reflejaba en el agua cristalina, haciéndola brillar como si tuviera cientos de diminutos diamantes.

Estaba feliz de estar ahí.

El hecho de estar en el mar me recordaba a la playa de La Push, donde pasé largos veranos de mi infancia al lado de Jacob y Alice, ¡pero cómo los extrañaba!... Aunque, allá el cielo casi siempre era gris o morado, por el clima lluvioso; siempre hacía frío. Además, el agua tenía un color azul obscuro intenso y turbulento. En definitiva, nada que ver con el paraíso tropical que soñaba ahora.

Me senté en la orilla. Extendí mis piernas con los pies apenas rozando el agua y estiré los brazos hacia atrás, descansando todo mi peso sobre las palmas. Cerré los ojos para disfrutar del sol, luego sentí un aguijonazo en el dorso de la mano izquierda. Abrí los ojos, me examiné y encontré un pequeño animalito prendido a mi piel, lo aventé; poco tiempo después sentí un ardor recorrer mis venas, no le tomé importancia y dejó de ser molesto después de un rato.

Estaba expectante a lo que seguiría, ¿ahora qué se le ocurriría a mi alocada cabeza? Deseaba fervientemente que Edward apareciera. Ahora que mi sueño era diferente esperaba que esta vez si pudiera tener alguna clase de contacto con él, que no desapareciera o yo despertara, como las otras veces.

Alcé la vista y el cielo se convirtió en una inmensa pantalla traslúcida que rememoraba mi deprimente vida de los últimos meses…

Después de desempacar la primera vez tomé la firme decisión de hacerles la “ley del hielo” a mis incomprensibles padres. Si antes mi apetito era mínimo, ahora era nulo. El dolor se convirtió en una inmensa burbuja que se alojó en mi estómago. Los primeros días Reneé pudo chantajearme con lo del embarazo y comía a la fuerza, por el bien del bebé. Nunca me atreví a acariciar mi plano vientre, no sé, era extraño. Pero la sola idea me hacía sonreír como tonta. En cuanto cumpliera dieciocho correría a los brazos de Edward para estar juntos en el nacimiento de nuestro hijo y quedarnos cerca de nuestra familia; porque el lugar en el que me encontraba ahora podía ser todo, menos mi hogar.

Incluso podría haberme gustado Florida, pero las circunstancias no eran para nada favorables como para poder crear un lazo especial con el lugar. El clima era bueno, pero extrañaba Forks, no por lo que representaba en sí; sino porque ahí estaban las personas me querían, a las que yo amaba y consideraba mi familia. Ahí estaba él. Edward.

Aún me costaba trabajo asimilar el poco tacto de mis padres y su completa indiferencia a mi inmenso dolor. Mi papel era vivir como si estuviera sola en aquella casa. Mi madre, sumisa hasta el cansancio y embelesada con un amor egoísta; mi padre, estricto e imponente a más no poder. La perfecta pareja disfuncional que arreglaban sus problemas con eternos silencios o exhaustivas jornadas de trabajo. “Mi familia”.

Recordé la madrugada que me hicieron viajar de Forks, mis ruegos y la cascada de llanto que nunca cesó. Incluso ahora, en mi sueño; la tortura renacía como una herida reciente, me hacía martillar la cabeza, y sentir un inmenso hueco en mi interior que carcomía mi alma. Sólo la idea de luchar, para salir adelante por mi hijo, era lo que no me había permitido caer. Había estado tan cerca del paraíso, y hoy, estaba enterrada en un profundo y lóbrego infierno.

Mis ruegos, mis llantos… mi dolor. Nada los hizo recapacitar un solo segundo. Recordé cómo mi vista se perdió unos segundos en el bosque, queriendo encontrar algo, mejor dicho, alguien que me ayudara a no enfrentar sola la lucha. Había perdido tal vez dos o tres batallas, pero yo sería la que saldría victoriosa de la guerra. Era deprimente que mi lucha fuera contra mis propios padres, aquellos que algún había adorado con locura. Ellos mismos se encargaron de amargar mi corazón y mis sentimientos hacia ellos. Nos los quería, ya no.

Al parecer Reneé no tenía ni una pizca de maternidad, siempre antepuso la voluntad de Charlie a mi sufrimiento. Cada vez me sentía más sola y más lejos de ella, pero aún mantenía cierta fuerza y esperanza. 

La verdad, no comprendía a mi madre. Había ocasiones en las que parecía que intentaba acercarse y había otras en las que se tomaba muy en serio lo de la ley del hielo y ni siquiera me hablaba. Era la cosa más rara que había visto.

No sabía cuánto tiempo había pasado, pero no creo que haya sido mucho, cuando Reneé me llevó al médico para que me examinara por lo del embarazo. ¡Oh decepción!, mi desesperación por tener un motivo que me retuviera en Forks y, por lo tanto, al lado de Edward; me hizo creer lo que no era. Mi bebé resultó ser un gran descuido que tuvo como resultado una fuerte anemia. Adiós ilusión, adiós esperanza… adiós Edward. Adiós. En el momento que aquel tipo de bata blanca me abrió los ojos a mi mundo, exploté. Toda esperanza se había reducido a cenizas. Me salí de mis casillas, grité, pataleé, lloré, maldije, golpeé, aventé… sin saber qué ni a quién. Ahora comprendía los extraños cambios en mi organismo. ¿La vida podía ser más injusta?

Creo que sí.

Mi padre tuvo la genial idea de intentar encarcelar a Edward. Me opuse rotundamente, usé todas las armas que tenía a mi favor y logré que desistiera de su estúpida demanda. Era lo mínimo que podía hacer por él después de todo lo que me había dado. 

Luego vinieron los constantes viajes. No terminaba de adaptarme a un ritmo cuando cambiábamos a otro. Entonces, decidí encerrarme en una coraza en la que me encerraría hasta que lo considerara seguro. Comencé a fantasear, idealizar, analizar e idear mi vida. Los días se consumían sin tiempo. No sabía ni siquiera qué día era. Eso era bueno. Me mantenía lo suficientemente ocupada como para pensar en el dolor. Leí hasta el cansancio, caminé por cada lugar, escruté hasta el más mínimo recoveco y disfruté lo más que pude con lo poco que tenía; todo dentro de mi casa de caracol. Esperaría a que mi cumpleaños dieciocho llegara para poder emprender mi viaje de regreso. El día que eso sucediera, mi encarcelamiento terminaría.

Continué con mi vida dentro de la coraza, esperando que un diminuto rayo se colara del exterior y me indicara que era hora de salir. Cada vez me desesperaba más, dormía tanto que no sabía si era de día o de noche cuando despertaba. Figuras borrosas se desfiguraban al exterior de mi protección imaginaria; prefería vivir mi eterna ilusión a vivir la amarga realidad.

También recordé cuando desperté un día, pero algo era diferente. Estaba en el exterior y eso me asustó. Reneé entró dándome los buenos días, no contesté y me limité a observar sus movimientos alrededor de la habitación. Dejó una bandeja con mi desayuno en una mesita y comenzó con una plática algo trivial mientras corría las cortinas. Me sorprendí, me contaba cosas que se suponía que ya había vivido, pero no recordaba cuándo ni dónde. Luego volví a taparme con las mantas y regresé a mi estado de ensimismamiento.

No recuerdo qué pasó, sólo recuerdo el reguero de sangre y mi cuerpo convulsionándose al compás de mis arcadas. Un mar rojo brotaba por mi boca desde el interior. Abrí los ojos desmesuradamente cuando vi la comida en el retrete y varias pastillas encima de todo ¿desde cuándo hacía eso? ¿¡Qué demonios ocurría conmigo!? ¿Era tanto mi estado de shock que ni siquiera era consciente de lo que hacía? Luego la pantalla sobre el cielo desapareció y el sol comenzó a apagarse, dejándome a obscuras.

Intenté despertar en ese momento. Debía acabar con la pesadilla y aclarar mis recuerdos, pensamientos y vivencias. Pero no pude. Cada intento de despertar de ese intensa obscuridad que me tenía cegada me desesperaba más y más. Luego la escuché, la voz de Reneé resonaba en algún lugar de mi cabeza, agucé el oído e intenté descifrar lo que me decía.

Estaba consciente, pero no podía despertar. Gritaba en mi interior, sin obtener respuesta. Enfoqué mis pensamientos en la voz distorsionada que lloriqueaba cerca de mí. Mi mamá lloraba, pero, ¿por qué?

—Despierta, hija, por favor— rogaba.

Lo intenté. Juro que lo intenté, pero no pude. Me concentré en lo que estaba a mí alrededor: pude percibir la mano de Reneé aferrada con fuerza a la mía; un aroma muy peculiar, una combinación de alcohol y desinfectante; un sonido constante y estridente; varios ruidos, como máquinas, estaban muy cerca; la habitación estaba fría y sentía cómo una frazada me cubría las piernas.

Mientras divagaba mi mente en mi subconsciente, pude recordar muchas cosas y me sorprendí. Las imágenes de la realidad brotaron como cascada a mi parte consciente. Después de la noticia de mi enfermedad, me había vuelto una niña grosera, gritona y contestona; ¿en qué momento me transformé? Me ensimismé tanto dentro de mi coraza que tomaba decisiones sin pensar. Sólo de vez en cuando me alimentaba con las charolas que Reneé siempre dejaba en mi habitación, la mayoría de las veces tomaba lo que podía y me deshacía de ello, no tomaba mis medicamentos y me movía por inercia alrededor de la casa. Recordé los eternos sangrados de la nariz, mi debilidad, mi idiotez. No lo podía creer. ¿Cómo era posible que me estuviera matando tan estúpidamente?

Mi cumpleaños pasó y ni cuenta me había dado, recordé a Reneé intentando abrazarme mientras  yo me encaprichaba dentro de mi cama y no le permitía felicitarme. Mi espantosa realidad me paralizó, no podía creer el descuido tan grande que había tenido conmigo. Quería llorar, y lo hice, pero en silencio.

Un segundo de consciencia en forma de recuerdo, regresó muy nítidamente a mi cabeza. Estaba acostada en una superficie dura mientras todo se agitaba a mí alrededor y una sirena sonaba lastimándome los tímpanos. Otra vez caí en el intenso sopor.

Aún no podía creer lo estúpida que me había comportado. Todo lo que pudiera pasarme de aquí en adelante era totalmente mi culpa. Tonta, tonta, tonta. No podía dejar de recriminarme, llorar y gritar; en silencio. Debía despertar, debía hacerlo e intentar de recuperar un poco lo mucho que había desperdiciado. Despertar y recobrar mi vida, dentro de lo posible. Tenía que hacerlo, por él, por mí.

Sentí algo distinto. Abrí los ojos y estaba en el bosque de Forks. Estaba soñando, era la única explicación posible. Comencé a divagar sin rumbo fijo, no tenía miedo de perderme, en ese momento temía a cosas peores. Alice apareció en mi sueño, corrí hacia ella, la abracé, le dije lo mucho que la extrañaba y cuánto le quería, entablamos una plática trivial; al rato  se despidió en un deprimente abrazo, detrás de ella aparecieron Tanya, Jake, Jazz, Rose, Em, Esme y Carlisle. Todos me sonrieron cálidamente y se despidieron con la mano. Me entristecí al no ver a Edward ahí, di media vuelta y cuando iba a comenzar a caminar para irme, levanté la vista y lo vi. Me esperaba, hermoso, igual que siempre. Me sonrió y corrí hacía él. Cuando iba a chocar contra su cuerpo… desperté.

Sentí cómo un escalofrío interno me recorría la espina. Reneé seguía a mi lado y hablaba atropelladamente.

—Lo lamento, lo siento mucho. Hija, perdón. Siento mucho que tuviera que pasar esto para que me diera cuenta que tú tenías razón.

Se hizo un largo silencio, no sabía si estaba inconsciente de nuevo o si en verdad todo había quedado en silencio. Después de tomar en cuenta los ruidos a mí alrededor, deduje que estaba “despierta”. Luego escuché de nuevo a Reneé.

—Edward debe  volver— dijo con determinación y la voz pastosa, supongo que por el llanto.

Sentí cómo me sacudí por completo, la idea de verlo de nuevo, tan siquiera una última vez, me hacía vibrar de emoción. Siendo sincera conmigo misma, no sabía si podría salir de ésta, pero lucharía hasta el final.

— ¡Oh, por Dios! ¡Me apretaste la mano, Isabella!— ¿En serio lo había hecho? Y yo que sentí algo similar a un terremoto. Pero bueno, por lo menos pude dar una señal al exterior. Eso ya era algo y me alegraba muchísimo.

No sabía si el tiempo estaba corriendo o si me había quedado atrapada en él. Si habían pasado cinco minutos, una hora o días. Mis estados de consciencia e inconsciencia eran intermitentes, y comenzaban a ser molestos. Escuché la voz furiosa de Charlie en algún lugar y decía cosas sin sentido sobre el abandono de Reneé, un viaje y mi recuperación. Todo era confuso y tenía que hacer trabajar muy duro a mi mente para separar la ficción de la realidad.

Un sueño de tantos, fue hermoso pero inquietante. Estaba con Edward, ¡y podía sentirlo! No era como otras veces en las que despertaba justo un segundo antes de que me tocara o dijera algo. Era tan real. Su cálido tacto sobre mis manos frías y tensas, eran lo más maravilloso que mi retorcido inconsciente podía haber ideado jamás.

Posó su mano muy delicadamente en una de mis mejillas, cerré los ojos y recargué mi rostro en ella. Luego sentí unas gotas sobre nuestras manos entrelazadas, abrí los ojos y alcé la vista extrañada, él estaba envuelto en llanto. No me dejó hablar, comenzó a sollozar fuerte y dejé que se desahogara mientras acariciaba mi rostro y acomodaba mechones de mi cabello. Lo abracé con todo el amor posible, él se dejó consolar y lloró igual que un niño pequeño. Al rato pudo controlarse, dejó de llorar y nos miramos fijamente. Sentí una de sus manos posarse sobre mi vientre, lo miré sorprendida y comprendí que él lo sabía. Sabía lo que yo había creído que pasaría.

—Oh, Edward. Lo siento tanto,  yo no…— el negó despacio y yo sólo lo miré. Se acercó lentamente a mi oído.

—Bella, mi amor. Despierta, por favor— susurró. Lo miré, primero sorprendida, luego con ternura, y entonces, unas cuantas lágrimas resbalaron por mis mejillas. Después él acarició mi rostro y dejó un suave y delicado beso en mis labios.

En ningún momento soltamos nuestras manos. Comenzamos a caminar por un hermoso sendero mientras él me hablaba de los chicos, de Carlisle y Esme, habló mucho sobre Alice, también me juró un inmenso amor; mientras caminábamos me sentía embelesada por sus palabras, yo sólo me dedicaba a escucharlo y a perderme en su voz. Había largos momentos de silencio en los que sólo nos observábamos detenidamente, de vez en cuando él me hacía desfallecer con un delicado beso o sólo nos dedicábamos a seguir caminando.

Luego caí en un sueño mucho más profundo y Edward desapareció.

Era frustrante. Me encontraba en algún lugar en el espacio, envuelta en la obscuridad y no podía ver nada más allá de mi nariz. Después sentí la inconfundible mano de Edward rodeando la mía, pero no podía verlo. Luego escuché su voz algo distorsionada por la distancia, él hablaba con alguien más, no supe con quién. Lo que pude entender fue cuando él le decía “espera” a ese alguien y comenzaba a soltarme para ir en su búsqueda. Lo único que atiné a hacer fue aferrarme a él con toda la fuerza del mundo. Luego, sus palabras me tranquilizaron.

—Cielo, estoy aquí…— dijo mientras algo lo iluminaba y podía verlo sonriente, a mi lado.

Entonces, reanudamos nuestra caminata por el sendero. Era tan grande el sentimiento de felicidad que me embargaba que no hacía falta hablar. Las palabras sobraban mientras caminábamos por el hermoso jardín de flores. Poco a poco el lugar se fue transformando en nuestro claro, lucía hermoso y rebosante de florecitas color lavanda y blancas. Cuando estuvimos en el centro del claro empezó a sonar música de algún lugar y comenzamos a bailar suavemente. Él se acercó a mí y me estrechó delicadamente. Al rato un collage de canciones nos envolvió y no paramos de bailar. Edward me susurró cientos de palabras dulces y cursis, me encantaban, no quise interrumpirlo y en ningún momento abrí la boca. De repente nos mirábamos fijamente y sonreíamos. Cuando estaba de fondo la canción que él mismo me había compuesto, la tarareaba para mí, él era mi chico ideal. Y hoy más que nunca, estaba totalmente segura de que estaba irremediablemente enamorada de él.

Lo abracé y desapareció. Me desesperé, lo busqué muchas veces a mí alrededor, un punto antes del pánico decidí ir a la orilla del claro para adentrarme en el bosque y buscarlo. Él tenía que regresar. Justo cuando iba a dar un paso hacia el bosque, una intensa luz que provenía detrás de mí llamó mi atención. Me giré y ajusté la vista, ahí estaba él. En cuanto lo vi una tonta sonrisa se tatuó en mi rostro, él comenzó a correr y yo también, nunca había sentido tan seguros mis pasos. Estiramos los brazos para estrecharnos y… otra vez desapareció. Una luz blanca y cegadora me envolvió, no sabía qué estaba pasando. Entonces la intensidad me abrió un poco la mente, había cruzado la línea. Quise llorar, había estado tan cerca de despedirme, y ahora nada.

— ¿Edward?— tenía la leve esperanza de que aún estuviera en algún lugar—. ¡Edward!— no obtuve respuesta alguna—. ¡EDWARD!— dije en un grito que, de haber estado viva, hubiera lastimado mi garganta. Luego todo se fue iluminando más y más, si es que eso era posible.

Y me desvanecí...

— ¿Bella?— escuché la voz de Edward en un susurro. Estaba totalmente muerta y tenía la oportunidad de despedirme de él. Lo agradecía, pero estaba muy triste de que esta fuera nuestra última vez juntos. 

— ¡Rayos!— pensé, no hubiera querido morir. Me sentía agotada, supongo que el hecho de pasar de una vida a otra era muy cansado. Luego un hombre con cierto parecido a Edward apareció en mi campo de visión.

— ¡Oh! Despertaste, amor— dijo él emocionado.

Tenía la voz de Edward, pero su aspecto desaliñado no coincidía con mi Edward. El chico me regaló una espectacular sonrisa idéntica a la de Edward.

—No puede ser— farfullé molesta. ¡No quería morir!

— ¿Qué pasa?

—Lo hice mal, todo lo hago mal.

— ¿Qué cosa, Bella?

—Sobrevivir. No pude hacerlo— entonces, una gran tristeza me envolvió y cerré los ojos tratando de controlar el ardor previo al llanto.

—No, Bella, abre los ojos. Mírame— rogó él. Abrí los ojos para darle paso al inminente llanto —. ¿Por qué lloras?— preguntó con cierto atisbo de desesperación.

—El hecho de haber muerto es más que suficiente ¿No te parece que eso es un motivo para llorar?— a mí sí me lo parecía.

—Claro que lo es. Pero tú no has muerto, amor.

— ¿Cómo que no?— cuando dijo la pequeña, pero significativa, “palabra mágica” supe que estaba frente a una extraña versión de Edward.

El poder más divino me había concedido el maravilloso obsequio de despedirme de él en uno de sus sueños. Aunque no fuera exactamente cómo yo lo recordaba, pero estaba agradecida.

–Edward, estás conmigo, cosa que es prácticamente imposible. Además, veo tus ojos en otro rostro, en resumidas cuentas, estoy alucinando a un Edward diferente a mi Edward y… Lo siento— no sabía qué más decirle. Pero me sentía en deuda con él. Le fallé.

Mientras me lamentaba, un raro pensamiento vino a mi mente, ¿no se suponía que tendría que haber visto mi recorrido por la vida? Esperaba que una rápida película pasara frente a mis ojos y me mostrara mis recuerdos y vivencias. Me sentía feliz de que eso sólo fuera un mito y que mi extraño Edward estuviera despidiéndose de mí.

El extraño Edward comenzó a reír. Lo miré incrédula. Me parecía de muy mal gusto que se riera de mi muerte. Había comenzado a enfadarme.

— ¡No es gracioso!— dije molesta.

—Claro que lo es— tomó mi mano y la puso sobre su cara–. No estás muerta, mi amor. Y no estás alucinándome, realmente estoy aquí. Creo que esta barba me hace ver diferente.

—Sí, la verdad es que te has dejado crecer mucho la barba— me permití enterrar lo más que pude los dedos en ella. Entonces, ¿Edward realmente lucía así?

— ¿Sabes? Me alegra verte y sentirte por última vez. Aunque luzcas diferente, no importa, estoy igualmente agradecida. Supongo que ésta es la mejor manera— sentí que iba a llorar de nuevo.

— ¿No he logrado convencerte?

 —No, no tienes nada de que convencerme. Sé que dices todo eso para reconfortarme, porque me amaste en vida, y te lo agradezco. En verdad.

— ¿Algún día dejarás de ser tan testaruda? Déjame demostrarte que somos reales— de repente se acercó y me besó. Era exactamente igual a como lo recordaba. Fenomenal.

Me miró por tiempo indefinido, luego le sonreí abiertamente.

— ¡Wow! Eso fue fantástico, mejor que cualquier otro sueño.

—Aún no te convences. ¿Ni siquiera convaleciente dejarás de exasperarme?— preguntó con una linda sonrisa.

—No, ni siquiera muerta dejaré de exasperarte. Quiero que recuerdes una de nuestras tontas peleas. Supongo que si yo estoy muerta, tú estás soñando conmigo. Nos estamos despidiendo, ¿te das cuenta de eso, Edward?— bufó con cansancio. Entonces, entorné mi vista en él.

—Suenas igual de infantil que Alice.

— ¡Alice! Cuando despiertes iré a visitarla, tengo que despedirme de ella, y de Jake, y Tanya y…

— ¡Bella!— me interrumpió.

— ¿Qué?

—Deja de decir tonterías.

—Tienes razón. Deberíamos aprovechar el tiempo… ¡Bésame! ¡Bésame antes de que despiertes y yo tenga que irme!— sólo de pensar en el hecho de que ésta era nuestra despedida me entristecía muchísimo.

Se inclinó y me dio un beso rápido.

— ¡Que no has muerto! Entiende, Bella. Sí, estuviste inconsciente, pero sólo eso. He estado más de un día completo esperando a que despertaras, pero tú tienes dormida más que eso. Creo que te golpeaste la cabeza cuando te desmayaste, es mejor que vaya por alguien para…

Cuando hizo el ademán de querer irse lo detuve. Quería estar cerca de él el mayor tiempo posible.

— ¡No te vayas! No despiertes, todavía no— rodó los ojos.

Lo miré fijamente mientras hacía algo con mi otra mano. Dolió y respingué.

— ¡Auch! Eso duele, ¿qué hiciste?

—Demostrarte que estás viva. Si estuvieras muerta, ¿no se supone que no deberías sentir dolor?— sus palabras tenían sentido. Mucho sentido.

Entonces, ¿era verdad? ¿Edward estaba conmigo? Y, lo más importante, ¡estaba viva! Sentí sus uñas enterrándose en mi brazo y respingué de nuevo.

— ¡Auch! Duele, Edward

— ¿Ya estás consciente de que estás viva?

Sonreí. ¡Edward en verdad estaba aquí! Ahora quería llorar, pero de gusto. Sonreí cómo boba y lo vi detenidamente.

— ¿Es verdad? ¿Realmente estás aquí?— aún no podía creerlo.

—Sí, mi amor. Tengo rato diciéndote eso, ¿por qué no me haces caso?

Sonreí aún más. Lo atraje hacia mí en un delicado abrazo que él correspondió inmediatamente. Me besó con cuidado y luego posó su frente sobre la mía.

—Te amo. Gracias por despertar, mi amor.

Mis lágrimas se desbordaron irremediablemente. Hacía mucho que no sentía tanta dicha, me sentía plenamente feliz. Por fin estaba al lado de Edward, no sabía cómo, pero no importaba. ¡Estaba aquí! ¡Conmigo!

—Ahora déjame ir por un médico. Tienen que revisar que todo esté bien— dijo sonriente.

—Revísame tú— dije en tono serio. Él rió con dulzura, acarició mi rostro y besó mi frente.

—No puedo. Amor, te prometo que no tardo nada.

— ¿Es necesario?

—Sí. Y no insistas, por favor— asentí–. Ya vuelvo. Te amo— dijo encaminándose a la puerta.

—Yo también— dije.

Me moví un poco para estar más cómoda y sentí un dolor general. Ahora recordaba las palabras de Edward: “…estuviste inconsciente, pero sólo eso. He estado más de un día completo esperando a que despertaras, pero tú tienes dormida más que eso…”. Ahora no me cabía ni la menor duda, tenía por lo menos un par de días durmiendo.

Al rato Edward regresó con un médico y dos enfermeras. Revisaron todos los aparatos a mí alrededor y después de varias deliberaciones, desconectaron la mayoría de ellos. Me daba gusto oír elogios y buenos pronósticos hacia mi salud. No podía estar mejor que ahora, a pesar de las circunstancias.

—Bueno, señorita Swan, al parecer se restablecerá muy pronto. A pesar de que su voz aún sigue siendo muy débil y que casi no puede moverse por el entumecimiento. Ya veo su respuesta a los tratamientos, nos tenía muy preocupados— dijo el médico con una gratificante sonrisa en los labios.

—Haré lo mejor que pueda— dije lo más claro posible. El médico tenía razón, mi voz dejaba muy en claro mi estado de salud, cosa que había ignorado hasta ahora.

—No importa que tengamos que pegar el oído a sus labios para escuchar sus palabras, lo que importa es que estará bien— dijo Edward sin perderme de vista. Le di la mejor sonrisa que pude y estuvo a mi lado al instante.

Después del extenuante chequeo médico, se retiraron con todo y sus aparatos; dándonos un poco de privacidad. Él se acurrucó levemente a mi lado y no dejó de verme en ningún momento. Platicamos de muchas cosas en muy poco tiempo, a pesar de sus súplicas para que descansara.

—Ya he descansado bastante tiempo, estoy cansada de dormir. Ayúdame a sentarme en aquel sillón— dije indicándole el sofá del fondo.

—Está bien, tienes que moverte— me besó en la frente y se puso a desconectar los aparatos.

Descolgó las bolsitas de suero, medicamentos y otras cosas de la base y me las entregó. Me entregó una cajita cuadrada un poco pesada que leía mi frecuencia cardiaca. Luego de hacer todo eso, pasó sus brazos debajo de mí y me cargó hasta el sofá. Me dejó ahí con cuidado y regresó a la cama por algunas almohadas para ponerlas a mí alrededor para que estuviera más cómoda.

—Por Dios, Bella; pesas lo mismo que una hoja de papel— dijo preocupado.

—Me portaré bien— prometí solemne. El sonrió y se sentó a un lado–. Alice…— dije cuando su recuerdo me vino de golpe. Sentí mucha nostalgia y comencé a llorar.

— ¡Mis padres!— dijo pegando un brinco y quedando de pie.

— ¿Qué? — dije sorbiendo mi nariz.

—No les he dicho nada.

—Edward…— regañé.

—Lo sé, lo sé. Lo siento, mañana les llamo y…

—No, marca ¡ya! Y no te disculpes conmigo, discúlpate con ellos.

—Bella, ¿ya viste la hora que es?

—No importa, llámalos— asintió y tomó su celular. Marcó el número y lo puso en altavoz. Todavía ni terminaba de sonar el primer tono cuando contestaron.

— ¿Edward?— preguntó la voz alterada de Esme.

—Emmm… hola, mamá.

— ¡Hijo, por el amor de Dios! ¿Dónde te has metido? ¿Tienes una idea de lo preocupada que he estado? ¿Dónde estás? ¿Por qué no nos avisaste nada? ¿Qué pasó? ¿Estás bien? ¿Pasa algo malo?...

— ¡Esme!

— ¿¡QUÉ!?— gritó a punto de la histeria. Todas las preguntas las había hecho sin respirar y agitada. Sin duda, preocupada por Edward.

—La encontré— hubo un momento de silencio del otro lado de la línea—. ¿Mamá?— escuchamos un jadeo y un sollozo.

—Oh, por Dios— dijo voz quebrada–. No lo puedo creer— susurró. Podía imaginar claramente su rostro sorprendido, su boca abierta con labios temblorosos y sus incontenibles lágrimas resbalando por sus mejillas.

—Esme, ¿pasa algo malo?— esa era la voz de Carlisle.

— ¿Esme?— preguntó Edward.

— ¿Qué pasa, cielo?— le preguntaba Carlisle.

—Bella— susurró ella. A lo lejos escuchamos un grito.

— ¿¡BELLA!?— chilló Alice del otro lado de la línea, lejos de donde estaba Esme.

—Alice— dije sin poder contener el llanto.

—Oh, espera… Alice— oímos varios ruidos y luego a una agitada Alice al otro lado del teléfono; de seguro se lo había arrebatado a Esme.

— ¡Edward! ¿Qué pasó?— se escuchaba muy ansiosa. Luego escuchamos más ruido, un forcejeo, gritos y caos.

— ¡Cálmate, Alice! ¡Alice!... Déjame hablar primero— esa era Tanya mediando la situación—. ¿Hola?

—Hola, Tanya— contestó Edward.

— ¿Qué pasa?

—Encontré a Bella, necesito que vengan a verla nos necesita a todos con ella.

—Gracias al cielo— dijo aliviada—. ¿Cómo está?

—Un poco delicada de salud. Les explicamos todo aquí, pero vengan.

—Pero, ¿ella está bien?

—Ahora está mucho mejor.

—Avisaré a Rose y Jazz, todavía están con los trámites de sus familiares y tuvieron que viajar, Emmett los acompañó; ellos no querían pero… ¿es verdad?, ¿la encontraste?

—Sí, te aseguro que ella te escucha.

—Espera…— escuchamos un “beep”–. Estás en altavoz— informó Tanya.

—Hola Alice, Esme, Carlisle y Tanya. Bella está bien, los extraña mucho y se muere por verlos— dijo Edward.

—Y nosotros a ella— contestó Carlisle, por su tono de seguro tenía una enorme sonrisa.

—Oh, mi pequeña. Dile que mañana mismo estaremos allá. Vamos niñas, tenemos que prepararnos para el viaje— dijo Esme sumamente emocionada.

—Espera, Esme…— esa era la voz de mi querida Pixie–. Dile que la adoro y que la extraño muchísimo— dijo con voz rota.

Aunque desde que escuché a todos mis lágrimas nos dejaban de salir, después de escuchar a la persona que había estado conmigo prácticamente toda mi vida, éstas arreciaron. Gesticulé un “los amo” para que Edward les diera mi mensaje.

—Te aseguro que ella también. Los ama y los estará esperando con ansias— contestó Edward.

Después de casi quince minutos de despedidas dimos por terminada la llamada. Estaba muy emocionada y nerviosa. Pronto los vería de nuevo.

Edward y yo continuamos charlando por un buen rato. De repente la puerta se abrió de golpe y una muy agitada y desaliñada Reneé entró prácticamente corriendo. Dio tres grandes pasos adentro y vio en todas direcciones cuando descubrió la cama vacía, giró bruscamente hasta que nos vio sentados en el sofá, su mirada se iluminó y una enorme sonrisa se posó en su rostro. Con pasos titubeantes se acercó, me vio con ojos vidriosos y sonrió abiertamente. La miré y todo sentimiento que me repelía de ella se fue, gracias a mi madre tenía a Edward a mí lado y ahora que estaba frente a mí no me cabía la menor duda de que ella era muy importante para mí y del amor que le tenía.

—Hola, mamá— dije lo más alto que pude. Una risa complacida salió de sus labios y se acercó hasta quedar arrodillada frente a mí.

—Hola, bebé. Isabella— dijo pasando su mano por mi rostro. Edward se levantó y la ayudó para que quedara en el lugar en el que anteriormente estaba él, a mi lado.

No dijimos nada, sólo nos observamos detenidamente, sonriendo.

— ¿Me dijiste mamá?— preguntó sorprendida. Ahora que recordaba, a la última persona que había llamado así fue a Mary.

—Sí, eso es lo que eres, ¿no?

—Pero tenía tanto tiempo sin escucharlo que, no sé, es extraño. Pero maravilloso— dijo mientras sus lágrimas caían.

—Mamá, mami, mamá— dije una y otra vez, haciéndola reír.

—Oh, Isabella…— dijo abrazándome con intensidad y mucho sentimiento–. Mi pequeña Isabella, mi niñita.

—Mamá, ya no soy una niña y…

— ¿Y?— preguntó separándose para poder verme.

—No me gusta que me llamen Isabella, prefiero que me digas Bella.

—Está bien, pequeña. Bella…

— ¿Sí?

—Perdóname, por favor yo…

—Shhh, olvida el pasado y ayúdame a ser feliz en el presente, para ser aún más felices en el futuro. No te guardo ningún rencor, sólo quiero que me apoyes en mis decisiones y que ya no te alejes.

—Claro, mi niña. Te prometo que ya no me alejaré de ti. De hecho, ya renuncié a mi trabajo— Sonreí y me abrazó de nuevo. Cuando se separó, vio hacia todos lados.

— ¿Dónde está Edward?— preguntó.

—Salió para darnos un poco de privacidad— no había sentido el momento en el que se había ido, pero estaba segura de que eso había hecho.

Platicamos como hacía mucho tiempo que no lo hacíamos. Hicimos muchos pactos y me mimó como si fuera una niña pequeña. Después de un rato Edward entró con dos vasos de café.

—Aquí tienes, Reneé— le dio uno de los vasos a Reneé y puso el otro en una mesita–. Vamos a acostarte, Bella. Pronto vendrán a revisarte y tienes que estar en tu cama— asentí y dejé que él me acomodara.

Cuando el médico entró, Reneé aprovechó para ir al baño y arreglarse un poco. Me revisaron y cuando terminaron Edward, mamá y yo nos pusimos a platicar. Yo no tenía sueño, pero Edward y Reneé sí; después de un rato hice que mamá accediera a ir un rato a descansar. Edward se quedó conmigo, en el sofá.

Al principio me hice la dormida para que Edward fuera a dormir, cuando escuché su respiración acompasada abrí los ojos y me dediqué a aburrirme magistralmente. Dediqué la mayor parte del tiempo a observar al chico barbón y desaliñado que dormía al otro lado de la habitación, vi el reloj en repetidas ocasiones, escruté la habitación y no dejé de formularme la misma pregunta una y otra vez, ¿qué seguía ahora?

Faltaban alrededor de treinta minutos para las nueve cuando Edward despertó, usó el baño de mi habitación para ducharse y cambiarse de ropa. Salió a los pocos minutos y fue directo a la cama para sentarse junto a mí.

—Buenos días, amor— sonreí como tonta al escuchar sus palabras.

—Buenos días— me dio un suave y corto beso, y se acomodó.

— ¿Te desperté?— preguntó

—No he dormido. No me ha dado sueño desde que desperté.

— ¿Me hiciste trampa?

—Sí, eso creo— el rió dulcemente y dejó un beso en mi cabeza.

—Bella, prométeme algo.

— ¿Qué cosa?

—Cuando salgas de aquí iremos a Central Park, no está muy lejos y me encantaría pasear contigo.

—Okey, lo prometo. Pero también promete algo…

— ¿Qué?

—Que te vas a rasurar esa barba.

— ¡No! ¿Tienes una idea de lo mucho que me costó mantenerla así?— iba a protestar cuando Edward rió.

— ¿Qué es gracioso? — pregunté fingiendo estar molesta.

—Tu cara.

— ¿Entonces?— lo pensó por un momento y luego sonrió. Sabía que traía algo entre manos.

—Sí— contestó y entrecerré los ojos.

—Edward, ¿qué…?— justo cuando iba a preguntarle la puerta se abrió de golpe.

Paralizada bajo el  marco de la puerta, estaba Alice escoltada por Esme y Tanya. Los ojitos de mi Pixie brillaban expectantes, los míos comenzaron a arder por el llanto. Le sonreí y dio un pequeño paso hacia dentro.

—Hola— dije. Corrió el corto espacio que nos separaba y se quedó a un lado de la cama. Edward se puso de pie, le dio un beso en la mejilla y fue a recibir a Esme y a Tanya.

—Bella, ovejita— dijo a punto de soltar el llanto.

Abrí los brazos lentamente para abrazarla. Ella se acercó titubeante, pero al final se dejó caer a un lado de mí, su movimiento brusco me tomó por sorpresa y, a decir verdad, dolió un poco; hice una mueca que todos notaron.

— ¡Alice! Con cuidado, ¿no ves que la vas a romper?— dijo Tanya reprendiéndola. Yo sólo sonreí y estreché a mi Pixie.

—Hola, cielo— dijo Esme acercándose—. ¿Cómo estás?— acomodó un mechón de mi cabello y luego me dio un beso en la frente.

—Ahora, mucho mejor. Los he extrañado mucho.

—Y nosotros a ti— dijo Tanya acercándose y tomando una de mis manos–. Los demás llegarán más tarde— dijo sonriente.

—Nosotras vamos a salir un rato para que platiquen— dijo Esme. Edward se les unió, los tres se despidieron con cariño y salieron para darnos privacidad a Alice y a mí.

—Oh, Ovejita— dijo Alice lloriqueando. La estreché como si la vida se me fuera en ello y lloramos al mismo compás, entre el mismo collage de sentimientos.

—Ya, Alice, harás que se me acaben las lágrimas— le dije tratando de contenerme.

—Ya sabes cómo soy de llorona— dijo sollozando.

—Sí, pero luego me haces llorar a mí y…

No pudimos hablar, nos abrazamos de nuevo y rompimos en un llanto más sentimental. Después de mil intentos pude lograr que nos controláramos. Ella me contó la tortura que pasó entre psicólogos, médicos y psiquiatras; me regañó por mi deteriorado estado de salud y no paramos de alardear con lo mucho que nos habíamos hecho falta y lo mucho que nos habíamos extrañado. Ya teníamos un rato considerable platicando cuando Esme, Tanya y Edward regresaron. Hablaron un buen rato conmigo, a pesar de los regaños, me sentía muy bien. Mejor de lo que jamás hubiera pensado.

—Tengo hambre— dijo Alice haciendo un lindo pucherito.

—Bajemos a comer algo— propuso Tanya.

—No quiero comida de cafetería— dijo con voz infantil y cruzándose de brazos.

—Awww, ¿mi duendecillo tiene hambre?— pregunté siguiéndole el juego.

— ¡Shi!

—Vamos, yo te llevo a un restaurantito que vi cerca de aquí— propuso Edward.

— ¡Sí!— chilló Alice brincando casi encima de mí.

— ¡Cuidado!— gritaron todos. Desde que encontró su lugar enseguida de mí, en la cama, no se había movido ni un centímetro.

—Lo siento, ¿te lastimé?— preguntó angustiada. Negué con una sonrisa y los demás suspiraron aliviados.

—Tanya, si quieres, ve con ellos. Yo me quedo a cuidar a Bella— propuso Esme.

—Okey— dijo Tanya–. Pórtate bien— advirtió antes de acercarse a besar el tope de mi cabeza–. No tienes ni la más mínima idea de lo locos que nos tenías, te extrañé— dijo pellizcando una de mis mejillas, haciéndome reír, cuando la vi se limpió una lágrima.

—Ya vuelvo, amor— dijo Edward antes de despedirse con un rápido beso.

—Awww— dijo Alice en medio de un puchero, otra vez.

— ¿Qué pasa, cielo?— preguntó Esme.

—Es que… no quiero ir, ¿qué va a comer Bella?

—Yo ya comí— le dije apuntando la charola que hacía rato que me habían llevado, cuando estábamos en plena plática.

—Okey— dijo con derrota, me dio un efusivo abrazo y un ruidoso beso en la mejilla—. ¡Ya vuelvo!— me dijo sonriente. Le sonreí abiertamente y los despedí con la mano.

—Muy bien, señorita. Si mal no recuerdo el médico dejó órdenes de que se levante de esa cama y camine un poco, ¿no es así?— dijo Esme y yo asentí—. Entonces, vamos a ducharte y a ponerte linda para salir— dijo en tono maternal.

—Sí, Esme.

—Además, Edward dijo que podía desconectarte el aparato ese que tienes conectado en el dedo— dijo con una mueca. Reí y comencé a levantarme. Ella se acercó inmediatamente y me ayudó a hacer un poco de ejercicios con mis brazos y piernas.

No pude hacer más que seguir al pie de la letra todo lo que ordenó. ¡Pero cuánto extrañaba sus mimos! Después de Mary y Alice ella era la más cariñosa conmigo. Salimos del baño después de una relajante y larga ducha, me ayudó a sentarme en la cama y fue a buscar unas cosas que había llevado en una gran bolsa.

—Todo esto es para ti— aseguró.

— ¿En serio?

—Claro, Bella— dijo sonriendo–. Mira, aquí hay unos cuantos vestidos que Alice se empecinó en empacar, Tanya puso tu viejo reproductor de música, yo empaqué la frazada que siempre usabas en casa, un par de fotos, tus libros y entre las tres trajimos todas las cosas de tu neceser.

—Gracias.

—De nada, cariño— tomó la frazada y me la pasó por los hombros, el cuarto estaba algo frío. Sacó mi cepillo y comenzó a pasarlo por mi cabello.

Mientras se encargaba de dejarme lo “más bonita posible” me puse a pensar en lo mucho que debían quererme para hacer tanto por mí. Me sentía sumamente conmovida, pero sobre todo feliz. Porque ellos estaban conmigo, porque por fin podía imaginar un mañana con ellos a mí lado. Sonreía ante eso.

— ¿Esme?

—Dime, cielo.

—Gracias.

—Oh, pequeña. No tienes nada que agradecer, todo esto lo hacemos porque te amamos— dijo abrazándome.

—Y yo a ustedes— dije comenzando a sollozar. Esme me abrazó más fuerte y dejé salir un par de lágrimas. La puerta se abrió y Esme y yo nos separamos, pensé que serían los chicos, pero no, era mamá.

— ¿Interrumpo? — preguntó con precaución.

—No, claro que no. Pasa Reneé— invitó Esme.

—Hola— se saludaron con un beso en la mejilla, Esme inmediatamente después estuvo de regreso conmigo.

— ¿Qué hacen?— preguntó Reneé con una sonrisa nerviosa vacilando en sus labios.  

—Estaba peinando a Bella para salir a dar una vuelta por el hospital— contestó Esme, mientras seguía concentrada en mí.

—Y… ¿qué es todo esto?— preguntó mi mamá acercándose a mis cosas en la maleta.

—Son las cosas de Bella: su música, sus libros…

—Oh— dijo Reneé.

Tenía una mirada rara cuando la vi, como si fuera una niña pequeña que acababa de ser regañada. La entendía, de seguro se sentía desplazada por Esme, de alguna manera. Pero aunque quisiera, no podía hacer nada; ella misma se había encargado de poner distancia entre nosotras, ahora veía las consecuencias. Esme era más cercana a mí que mi propia madre.

— ¿Quieres ir con nosotras?— pregunté.

Ella levantó la vista con una mirada esperanzada, asintió fervientemente, le sonreí y, después de que Esme terminó conmigo, salimos a caminar un poco por los alrededores del hospital.

Aunque aún estaba muy debilitada, se sentía bien respirar aire fresco. Al rato llegaron las chicas y Edward y todos merodeamos de aquí por allá. Ese día por la tarde, llegaron Carlisle, Rose, Emmett y Jasper. La escena tan conmovedora que interpretó Emmett al verme hizo reír a todos, se abalanzó sobre mí y no dejó que lo soltara hasta que dejó de llorar; a mí me parecía de lo más tierno y no me causó gracia. Jacob seguía con sus viajes familiares, pero eso no le impidió llamar muy seguido para preguntar cómo estaba y hacerme reír por largo rato.

Carlisle estuvo muy al pendiente de las decisiones de mis médicos y siguió cada paso que daba en mi recuperación. Estaba dando lo mejor de mí para poder salir pronto del hospital, no es como si estuviera encerrada todo el tiempo o me trataran mal; pero extrañaba ser libre de ir a todas partes, además me sentía mal de tener a todos ahí.

Quince días después de haber llegado; Esme, Carlisle, Tanya, Rose y Emmett tuvieron que regresar a Forks. Fue muy difícil convencerlos de que se fueran, no querían despegarse del hospital, pero tenían cosas que hacer. Se despidieron con mucho pesar y partieron hacia Forks. Edward tomó su turno en monitorearme y pasaba cientos de datos a Carlisle diariamente.

Edward, Alice y Jasper se quedaron y rentaron un departamento no muy lejos del hospital. Justo una semana antes de cumplir un mes internada, los médicos anunciaron mi alta. Reneé se encargó de vender su casa actual y de organizar su mudanza permanente a Forks, conmigo. Se fue varios días antes para tener todo preparado para mi llegada.

El día que me dieron de alta estaba que daba de brincos, ¡ahora era mucho más feliz! Al llegar al departamento, Alice había organizado una mini fiesta sorpresa, había una deliciosa comida y un riquísimo pastel de fresas. Disfruté mucho esa noche, hicimos una especie de pijamada, nos desvelamos jugando y viendo películas. Programamos nuestro viaje de regreso a casa, aprovechamos unos días para salir de compras y conocer la ciudad.

Un día antes de partir, Edward me invitó a una salida muy especial.

— ¿Ya estás dormida?— preguntó acercándose cuidadosamente y pasando su brazo por mi cintura.

—Casi, ¿qué pasa?

—Es que… para celebrar que ya estás totalmente recuperada, quiero que hagamos un paseo.

— ¿Más celebraciones?

—Sí, más celebraciones. Además, lo prometiste.

—Es cierto, Okey. Buenas noches.

—Buenas noches— contestó, me giré y me dio mi beso de buenas noches.

Al otro día salimos muy temprano, debíamos regresar antes de mediodía para irnos al aeropuerto. La primera sorpresa fue verlo como antes, por fin se había quitado esa espesa barba que lo hacía lucir muy viejo; si antes me parecía guapo, ese día era espectacular. Cuando nos fuimos del departamento Alice tenía una crisis con su equipaje porque había comprado demasiadas cosas, al parecer la mayoría de ellas llegarían después a Forks por correo.

Y como lo había propuesto aquella mañana en el hospital, nos encontrábamos caminando entre los árboles de Central Park, tomados de la mano.

Fuimos a un hermoso lago. Cuando llegamos al principio del puente de piedra me solté y corrí hasta el centro de él como una pequeña niña, con Edward caminando entre risas detrás de mí.

— ¡Qué bonito!— exclamé feliz cuando Edward me abrazó por la espalda y recargó su barbilla en mi hombro.

—Cierto— dijo sonriente.

Luego nos sumimos en un pacífico silencio en el que sólo se escuchaba el sonido del agua. Nos quedamos así por un largo rato, meciéndonos hacia los lados, reposando mis manos sobre las suyas mientras me rodeaban por la cintura. A los minutos dio un largo suspiro.

— ¿Sabes?— dijo suavemente en mi oído–, había pensado en algo muy elaborado para decirte esto: un hermoso lugar a la luz de las velas, música suave de fondo, la luna filtrándose por las cortinas, una cena, muchas flores y pétalos por doquier… en fin; todo lo que hiciera romántico el ambiente— sonreí y me di vuelta, él no apartó sus manos de mi cintura y yo subí las mías a su cuello.

— ¿A sí?— dije con fingida incredulidad, él asintió reprimiendo una sonrisa—. ¿Tanto espectáculo para robarme un beso?— sonrió abiertamente.

Giró su cabeza hacia un lado mientras negaba como si no creyera mis palabras, inesperadamente volteó y me plantó un delicioso beso. Me había sorprendido, cuando terminó abrí los ojos muy grandes.

—No necesito tanto espectáculo para robarte uno— ronroneó cerca de mi rostro.

— ¿A no?— dije con sorna—. ¿Entonces? ¿Querías proponerme matrimonio? ¿O qué?— dije burlona y sonriente.

—Claro, eso es lo que quería— contestó con sarcasmo.

—A ver, muéstrame tu propuesta. Yo te digo qué tal lo haces.

El rió, me dio un beso en la frente y cayó abruptamente a mis pies. Su sorpresivo movimiento me tomó desprevenida y me asustó.

— ¿Puedo comenzar?— preguntó cuando estuvo perfectamente hincado frente a mí. Asentí solemne y sonreí. Puso un semblante serio y comenzó a hablar.

—Lo que pasó… me hizo darme cuenta de que el tiempo se va rápido y que es muy poco. Desde hacía mucho sabía que serías tú, siempre has sido tú. Además, no concibo mi mundo sin ti ni tampoco sé cómo podría vivir si no estuvieras a mi lado— sonreí y acaricié su mejilla. Su confesión de amor era hermosa y espectacular–. Isabella Swan, prometo amarte por siempre. Me harías el hombre más feliz del mundo si me concedes el honor de ser mi esposa. ¿Te casarías conmigo?

—Si quiero— susurré.

Sonreí y volteé a un lado para disfrutar del paisaje, yo ya había dado por terminada la actuación y esperaba a que se levantara. Cuando no lo hizo lo miré de nuevo, aún estaba hincado.

— ¿Qué haces?— pregunté en un susurro apenas audible. Mi corazón latía desbocado, primero por el suspenso. Era como si pidiera a gritos ser liberado de mi pecho para caer entre las manos extendidas de Edward.

Él me miró con ternura y amor mientras sonreía. Yo estaba clavada al piso; muda y sorda a cualquier otra cosa que no fuera él. Tomó mis manos ente las suyas, las besó y luego tomó mi mano izquierda con una de sus manos mientras metía la otra en el bolsillo de su pantalón.

—Hablaba en serio— dijo mirándome fijamente.

Las lágrimas se arremolinaron en mis ojos. Sentía que me faltaba el aire, mi corazón latía en un fuerte golpeteo y una risita histérica salía de mis labios. Asentí mecánicamente y en segundos, que me parecieron eternos, Edward puso frente a mí una cajita de porcelana azul. La abrió, desvelándome el anillo más hermoso que había visto en mi vida. Mi sonrisa se ensanchó cuando nuestras miradas se conectaron de manera hipnótica.

Hasta entonces, su semblante serio y preocupado por la incertidumbre se transformó en una cara de felicidad. Tomó el anillo y lo deslizó por mi dedo, quedó a la perfección.

—Te amo— dijo en un tono de increíble devoción.

Yo sólo pude reír y ayudarlo a ponerse de pie. Tomé su cara entre mis manos y lo besé con necesidad. Él me correspondió apasionadamente. Juro que casi desfallezco entre sus brazos, pero para mi desgracia deshizo el beso antes de lo que creía aguantar.

Nos miramos indefinidamente, no había palabras, no hacían falta. De un momento a otro comenzamos a caminar con nuestras manos entrelazadas, disfrutando el paseo de regreso al departamento.

Cuando llegamos, nos hicimos tontos con nuestro equipaje. De repente nos veíamos en complicidad y sonreíamos. Por suerte, Alice estaba muy entretenida con sus enormes maletas y Jasper detrás de ella.

En el aeropuerto todo salió bien, abordamos sin mayor inconveniente y despegamos antes de tiempo. Edward y yo íbamos planeando como les daríamos la sorpresa. En eso estábamos cuando Alice nos encontró platicando muy quedito.

— ¿Qué traman?— preguntó con ojos entrecerrados.

—Eh… yo… Alice…— no hallaba cómo decírselo.

— ¿Le digo yo?— interrumpió Edward.

— ¡No! — respondí.

— ¿Qué pasa? ¿Es algo malo?— preguntó frunciendo el ceño.

 — ¡No!— podía sentir las miradas de varios pasajeros sobre mí–. Es que… Alice… yo… él… yo…

— ¿Qué, Bella? ¿Tú, qué?

— ¡Me caso con Edward!— grité poniendo el anillo a su vista.

Abrió la boca sorprendida; Jasper, que sólo había estado observando la situación, nos felicitó con mucho gusto. La Pixie aún seguía en shock y me miraba con una enorme sonrisa y sus ojitos enajenados en lágrimas.

—Te vas a casar, hermanita. ¡Mi hermanita se va a casar!— estalló en brincos a un lado de mí.

— ¡Shhh!— pedí dándole un abrazo para que guardara silencio.

Todos a nuestro alrededor aplaudieron y nos felicitaron, incluso se acercaron las azafatas y escuchamos la felicitación del piloto seguida de una canción romántica. El resto del viaje lo hice al lado de Alice, entre pláticas sobre vestidos, adornos, decoraciones… pero la más importante, la sorpresa para los demás.

Llegamos a Forks, cuando estuvimos frente a la casa dejamos que Alice y Jasper entraran primero. Estábamos nerviosos y paralizados en la puerta. Ya que dedujimos que habían pasado la etapa de besos, abrazos y bienvenidas; decidimos entrar, al dar el primer paso, Edward me tomó de la mano y caminamos juntos. 

Entramos llenos de felicidad a la sala donde todos estaban esperándonos.

— ¿Porqué traen esa cara?— dijo Tanya con los ojos entrecerrados. Nos volteamos a ver y sonreímos en complicidad—. ¿Y esa sonrisa estúpida? ¿Qué hicieron, cochinos?— dijo de nuevo de manera inquisidora.

Volteamos a verlos a todos, di una rápida mirada a Edward, asintió y tomamos aire al mismo tiempo.

— ¡Nos vamos a casar!— gritamos al unísono, levantando nuestras manos entrelazadas para mostrarles el anillo de compromiso. Todos se quedaron estupefactos unos segundos, luego estallaron en gritos, ovaciones y felicitaciones.

Uno a uno, nos felicitaron y abrazaron. Temimos mucho otra reacción, pero era de esperarse el apoyo y que compartieran nuestra felicidad. Mamá se emocionó tanto como Esme, las chicas no dejaban de revolotear a mí alrededor mareándome de tantas cosas que planeaban y los hombres de la casa estaban celebrando en el jardín.

Todo terminó en una parrillada improvisada, supuestamente era para celebrar que todos estábamos juntos nuevamente, pero en realidad fue la “fiesta de compromiso” de Edward y mía. Incluso hubo una especie de ceremonia en la que Edward pidió mi mano a Reneé mientras Carlisle y Esme prometían que me dejaban en las manos de un buen hombre y advertían a Edward que yo era más delicada que una flor y que debía cuidarme.

Terminé agotada, ese día dormí como bebé. Desperté tarde y hambrienta. Cuando bajé a desayunar mamá y Esme estaban metidas en la cocina preparando el desayuno, en cuanto me vieron me mandaron a bañar, igual que a los demás. Bajamos como una gran manada de personas y jugando como niños pequeños, era la primera vez que estábamos todos juntos después de mucho tiempo: Tanya y Rose se habían quedado en mi habitación con Alice y conmigo; Jasper, Emmett y Edward tuvieron su propia fiesta de pijamas; Reneé durmió en la habitación de Alice, Carlisle y Esme en su habitación; y Jacob llegó muy temprano a hacernos compañía y a reencontrarse conmigo.

Tuvimos un gran desayuno familiar. Comimos muy animados, ¡cómo había extrañado eso! Después del desayuno Carlisle, Rosalie, Tanya y Emmett se despidieron de nosotros para irse a trabajar; poco tiempo después Jacob se fue a hacer unas compras acompañado por mi mamá; y al final sólo nos quedamos Alice, Esme, Edward y yo en casa. Ayudamos a Esme a ordenar el desastre del desayuno, luego yo subí a mi habitación. Estaba ordenando unas cosas y alguien tocó mi puerta.

—Adelante— dije.

—Hola— Alice asomó la cabecita de duende.

— ¿Desde cuándo te da por tocar puertas, eh?— pregunté mientras acomodaba unos libros en la repisa.

—Desde ahora. Bella, quiero hablar algo contigo.

—Dime— dije girándome y concentrando toda mi atención en ella.

—Tu boda.

—Ajá, ¿Qué tiene?

— ¿Cuándo va a ser?

—Antes de entrar a la universidad, supongo.

—Ah…

— ¿Por qué lo preguntas?— ahí había algo sospechoso.

—Sólo para saber cuánto tiempo tengo para organizar todo.

—Espera, ¿qué es todo?

—Sólo lo que hemos hablado: salón, vestido, peinado, decoración, invitados, invitaciones, damas, flores, arreglos, comida, bebidas…— comenzó su lista en una rápida explicación y sin tomar aire.

— ¡Hey! Espera, sólo nos casaremos por lo civil.

— ¿Y?

—Que no haremos una gran boda. Sólo será la ceremonia en el registro civil, haremos un brindis en la sala y después una cena en familia o algo así.

— ¿¡Qué!? Estás bromeando, ¿verdad?— por romper sus ilusiones de organizar una gran fiesta tendría que pagar un precio muy caro.

—No, hablo muy en serio.

—Bella, no puedes hacer eso. Por favor. Eres la primera que se casa y tiene que ser… espectacular.

—Alice, no…

—Por favor— ¡ay no! su carita de borrego no, por favor.

—Alice…

—Por favor— ¿qué hago si me mira con esos ojitos?

—Está bien— justo cuando iba a pegar un grito y a dar saltitos la detuve–. Pero…

—Ay no, los “peros”— dijo con fastidio.

—Sí, los “peros”. Sé que eres una genio haciendo eso, así que podrás hacer y deshacer todo lo que quieras con la condición de que sólo estén los papás de Edward, los abuelos, los chicos y Reneé.

— ¿Sólo ellos?— dijo con los ojos abiertos como platos.

—Mmm… puedes invitar a los Black.

—Bella…

—Es eso o nada. Tómalo o déjalo— lo meditó por un momento, con el ceño fruncido y la boca torcida.

—Está bien— dijo con derrota–. Pero ni creas que te salvas de las compras— le dediqué una sonrisa sarcástica que ella correspondió de igual manera.

Esto apenas empezaba. Pero lo que me reconfortaba era que tendría a Edward mi lado.

 

 

***************

 

GRACIAS POR LLEGAR HASTA AQUÍ!!!!!

LES DEJO UN MICRO-VISTAZO A LO QUE VENDRÁ EN EL EPÍLOGO:

 

 

-¿Qué pasa?- me preguntó Carlisle.

-No sé- contesté.

Bella estaba tardando mucho, empezaba a asustarme. Ya no aguantaba más, todos comenzaron a impacientarse, desesperándome ¿qué le había pasado?

-Voy a ver- les dije impaciente.

Di un paso hacia el pasillo, la puerta se abrió y me mostró lo que nunca me hubiera imaginado. Quedé anonadado, no sabía cómo reaccionar. Era increíble.

 

 

ESPERO QUE LO HAYAN DISFRUTADO

PERDÓN POR LA INCERTIDUMBRE!!!

LES MANDO BESOS DE BOMBÓN.

 

 

Capítulo 28: *ESPECIAL* Capítulo 30: EPÍLOGO PARTE UNO

 
14442476 visitas C C L - Web no oficial de la saga Crepúsculo. Esta obra está bajo licencia de Creative Commons -
 10759 usuarios